Mostrando entradas con la etiqueta relatos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta relatos. Mostrar todas las entradas

sábado, 6 de noviembre de 2021

Shirley Jackson, juegos de muerte y memoria selectiva

 


Últimamente, una horrible serie sobre juegos de muerte se ha colado en todas las casas. A pesar de que su creador ha explicado que su intención era hacer una crítica al sistema, el propio formato ha provocado que los espectadores se pasen el mensaje por el arco del triunfo y se entretengan recreando esos juegos de ultraviolencia (incluso con niños, quienes también están viendo la serie) y arrasando con los artículos de la serie en las tiendas, es decir, dando absolutamente la razón al capitalismo. La gente es idiota. 

Los creadores de este tipo de formatos saben que el espectador se verá reflejado en la parte ganadora: el ser humano se proyecta en quien sabe que no va a morir. En ese juego las víctimas mueren, el único superviviente es el capitalismo. Breat Easton Ellis se estará frotando las manos. 

El mensaje es que los humanos somos malos por naturaleza: y es precisamente este tipo de ficciones mal construidas las que nos reafirma en esa oscura idea. Es decir, al público general no le cala la crítica social, lo que cala es el mensaje negativo y por eso los juegos le están pareciendo a todo el mundo algo divertido que mola replicar: esta serie hace la violencia apetecible, con esos colores y el discurso facilón.

La trama no es nada nuevo, a pesar de que el bombazo de este éxito nos pueda cegar y hacer pensar lo contrario. Existen ficciones literarias de hace décadas que han tratado exactamente el mismo tema. Lo único que cambia es la adaptación de los miedos y problemas sociales de cada época. 

En 1924 Richard Connell escribió “El juego más peligroso”, que fue llevado al cine en numerosas adaptaciones y que inspiró muchos otros relatos y novelas de temática similar. Originalmente esta historia deriva del auge de la caza mayor en EEUU, un juego de muerte muy psicópata ya de por sí (hagan el favor y lean “Goat Mountain” de David Vann). Dos cazadores, en la vida real, empachados ya de la adrenalina que les provocaba asesinar inocentes por diversión, pensaron en lo estupendo que sería poder matar personas o matarse el uno al otro y, ¿qué inventaron? Sí amiga, sí: el paintball.

Unos años después, en 1948 se publica “La lotería” de Shirley Jackson, un brevísimo y aparentemente inofensivo relato sobre la lapidación anual de una persona elegida en una pequeña aldea de la América profunda. Los relatos de Shirley Jackson tienen eso: presenta con mucha calma una cotidianeidad en la que todo parece normal hasta que de pronto, introduce algún elemento que chirría y te deja a cuadros. Es en ese momento cuando ella desaparece y te deja desamparada y con el corazón en un puño. El cuento acaba y empieza otro, donde con otros elementos vuelve a hacerte la misma jugada.

Relatos ritualísticos basados en tradiciones también ha habido siempre, como por ejemplo, todos aquellos en los que se utilizan ofrendas para conseguir algo bueno (como una buena cosecha). O no necesariamente cosas tan tangibles, simples purgas que sirvan al bien común, para eliminar lo malo y atraer lo bueno, de una forma más etérea. Ficciones como la que nos presenta la película “La purga” o la novela “La larga marcha” de Richard Bachman (pseudónimo de Stephen King) también siguen esta misma tradición de juegos de muerte.

También a raíz de Jackson he pensado estos días en el paso del tiempo. Y en que, a veces, todo tiene un precio. Hace años una personita entró en mi casa sin pedir permiso y me hizo un enorme favor sacando la basura pero lamentablemente también se quedó con mi edición de "Siempre hemos vivido en el castillo", de Shirley Jackson, en la edición de la ed. Minúscula de 2012. Por algún motivo nunca lo intenté reponer pero de cuando en cuando lo recordaba, por cosas de la vida dispongo ahora del mismo título en una edición mejor, la de Edhasa de 1990. Releyéndolo estos días apenas podía creer lo alterado que tenía su recuerdo. Creo que el hecho de robármelo hizo que lo idealizara y, además, siempre lo identifiqué demasiado con "Irlanda" de Espido Freire, que definitivamente me gusta mucho más. 

Supongo que es inevitable idealizar todo aquello que te ha sido arrebatado de una manera injusta o en un contexto trágico o macabro. Que te pongan los cuernos aprovechando que viajas a otra ciudad porque en tu familia hay alguien a punto de morir, es lo bastante terrible y lo bastante macabro.
Estos días, la lectura de ‘Siempre hemos vivido en el castillo’ me ha descolocado, no encontraba ni rastro de la poesía que creí ver en su día. Releí la reseña que escribí hace años, y me doy cuenta de que hoy leo este relato con otros ojos, desde otro lugar muy diferente. Desde un lugar acogedor y tranquilo al lado del mar.

jueves, 15 de octubre de 2020

"País de arena: relatos argelinos" - Isabelle Eberhardt


Isabelle Eberhardt fue una viajera y escritora nacida en Ginebra en 1877. Su vida es fascinante, todo gira en torno a sus exóticos viajes y a sus costumbres alejadas de los convencionalismos de la época. Desde muy joven, se dio cuenta de que vestirse con ropas típicamente masculinas ampliaba sus libertades de forma exponencial. Tuvo una sólida formación en idiomas y su curiosidad innata la llevó a realizar grandes viajes y a tomar buena nota de todos ellos. A veces escribía en forma de diario y otras en forma de relatos basados en sus experiencias, como el libro que hoy nos trae hasta aquí: “País de arena: relatos argelinos”.

Eberhardt escribía principalmente porque disfrutaba del proceso de creación literaria, nunca lo consideró un oficio, consideraba inalcanzable la posibilidad de hacerse un nombre en el panorama literario de su época o pasar a la historia por sus textos. Escribía porque no entendía otra manera de canalizar sus vivencias. En estos relatos, así como en “Los diarios de una nómada apasionada”, podemos conocer a una mujer profundamente anticolonialista, que opinaba que una modernización al estilo occidental no depararía nada bueno a los musulmanes. Desde 2020 ya tenemos perspectiva suficiente como para determinar si la historia le ha dado la razón.

Sentía una pasión desmedida por el desierto, el vagabundeo, la vida nómada. La suya es una voz que clama por la pureza y la naturaleza contra la imposición de lo moderno. En sus relatos encontramos también críticas a las costumbres de las mujeres musulmanas y una llamada continua a alejarse de las ciudades y de todo lo que suponga civilización.


Entonces Jacques se replegó sobre sí mismo aún más, y la ruinosa casita se le hizo más querida. Allí, en aquel decorado amado, descansaba; allí, estaba lejos de todo lo que le hacía la vida intolerable en el borch. Embarka no le preguntaba por el motivo de su tristeza, pero, sentada a sus pies, le cantaba sus coplas favoritas o le sonreía…

¿Lo amaba? Jacques no hubiera podido precisarlo. Pero no sufría por aquella incertidumbre, ya que lo que más le atraía y seducía de ella era el misterio que planeaba sobre todo su ser. Para él, era como la encarnación de aquel país y su raza, con su tristeza, su silencio y su incapacidad absoluta para la alegría y la risa… Pues Embarka no reía nunca.


Este pasaje refleja muy bien ese sentimiento de tristeza que parece encarnar al país y, de alguna manera, recorre todos los relatos. Representa al pueblo argelino con un halo mágico que nunca termina de hacerse patente pero de alguna manera siempre está ahí. Se integra tanto en su forma de ser y sus costumbres que hoy la habrían acusado de apropiación cultural: no deja de ser una mujer de clase alta disfrutando de un periplo exótico en una época y lugar donde aún no existía el turismo como concepto, ni por supuesto la masificación.

Algo a destacar son las minuciosas y abundantes descripciones del paisaje argelino, las grandes extensiones de arena que tanto le fascinaban. Al final, la reflexión que más me he hecho tras leer el diario y estos relatos es que transmite constantemente un mensaje muy fúnebre: los relatos son oscuros, de penuria y muerte, magia y hechicería. Entonces, ¿qué le atraería de ese lugar? Quizá era precisamente eso.


domingo, 2 de febrero de 2020

"Diecisiete relatos sobre la decepción y otros tantos sencillamente decepcionantes" - Naira Marco



Coincidiréis conmigo en que el título de este libro suena genial, especialmente para quienes abrazamos con frecuencia el lado oscuro de la vida. Al menos, es un título sugerente. Una vez en el índice, la calidad de los títulos pierde el brillo (“El militar aburrido”, “Concierto de navidad”, “El sobrino-nieto ingrato”, etc.) La redacción contiene algo así como una ironía intrínseca que nos habla de una autora que se toma todo a risa, o eso es lo que transmite: la imagino incapaz de escribir algo muy solemne o privado de sentido del humor.

El contenido de los relatos no es especialmente decepcionante (ni decepcionan en exceso ni tratan el tema en profundidad), el desencanto proviene de la monotonía de las vidas de los personajes que pululan por ellos, de la apatía o de la falta de estímulos. No llegan a ser relatos inolvidables pero las tramas ocurrentes y la redacción fluida equilibran las carencias para sacar un aprobado.

Me gusta cómo sus personajes se toman la justicia por su mano (prolifera la mala idea, la venganza, la travesura, la revancha). En el fondo son inofensivos, su maldad está muy acotada, controlada.
En el cuento “Caminando por Tegueste” (pág. 19) la autora explora un tema, el desdoblamiento, que me ha resultado muy interesante. Se trata de un personaje que suele realizar un recorrido de forma rutinaria y, el día que decide innovar, se ve a sí mismo a lo lejos, transitando por el camino de siempre. Con esta excusa, se revisitan las narraciones, se repiten las secuencias, que a base de repeticiones adquieren una entidad propia: es una forma muy sabia de dotar de magnificencia a los textos.

Si lo que realmente interesa son cuentos oscuros y de una excelente calidad, siempre nos quedará M.L. Kaschnitz, E.A. Poe o Arthur Schnitzler, verdadero maestro de la desesperación y la duda.


miércoles, 25 de abril de 2018

"Estabulario" - Sergi Puertas


Sergi Puertas (Barcelona, 1971) ha publicado novelas y poemarios. En la información sobre el autor que se puede leer en “Estabulario”, Puertas se nos presenta como un artista multidisciplinar: escritor, periodista, poeta, músico y guionista de novela gráfica en la actualidad, además de haber desempeñado su carrera profesional en la industria editorial en el pasado.

El libro que tengo entre manos es una rareza difícil de clasificar, que se divierte provocando en el lector algún que otro dolor de cabeza: la inquietante imagen que ilustra la cubierta (un tótem de estética hindú con máscaras que observan desafiantes) ya vaticina un contenido extraño y desalentador, que en absoluto está reñido con la buena calidad, como veremos a continuación. Las referencias que lo avalan, invitan sin duda a la lectura.


El encanto de lo grotesco

“Estabulario” ha conquistado a la crítica española, y ha sido comparado con Ballard, Lem, Chirbes y Cronenberg, además de con la maravillosa serie británica “Black Mirror”. Con estas referencias es imposible que como mínimo no llame nuestra atención.

Se compone de seis relatos con las temáticas más descabelladas que quepa imaginarse. Por ejemplo, en el primero tenemos un restaurante especializado en cocinar patos, donde los cocineros son budas obesos con el uniforme de carne adherido a su ADN. La narración no es fácil ni amable, sino extraña y un tanto críptica, es fácil perder el hilo. La ciencia ficción juega a mimetizarse con la realidad en este experimento en el que su autor no buscaba fama y sigue extrañado por haber cosechado éxitos, ya que su intención era más bien explorar los límites del cuento como género literario.

El resultado es una compilación en la que Puertas rinde homenaje a los autores que le sirven de inspiración a la vez que trata (a su manera) temas complejos y de actualidad que le inquietan, como la religión, el islamismo, la era de Internet, la sociedad parapetada tras una pantalla, las consecuencias espantosas que se derivan del mal uso de la tecnología, etc. La excusa es escoger una serie de personajes y someterlos a distorsiones de la realidad para ver cómo se comportan, exactamente como ratas en un laboratorio.

Precisamente, la idea del título, según ha comentado el propio autor, surgió a partir de una conversación con un amigo que trabajaba en un animalario o estabulario con ratas de laboratorio. No conocía ese término y le gustó tanto que finalmente sirvió de título a este volumen. A partir de ahí, Puertas tiró del hilo y pensó qué pasaría si le hiciera algo parecido sobre el papel a seres humanos ficticios.


Nuestra canción

El penúltimo cuento y que más me ha gustado, “Nuestra canción”, es tan inquietante y extraño como el resto pero, además, posee una estructura especial que le confiere un ritmo hipnótico, es un cuento que no se puede leer una sola vez, impacta. Es una metáfora con personajes cambiantes, donde se ponen sobre la mesa temas tan maltratados y complejos como el racismo, el machismo, las normas sociales de convivencia, los choques culturales entre personas de diferentes procedencias, la desnaturalización de la vida humana en las ciudades industrializadas, la pérdida de lo esencial, la hostilidad del capitalismo que nos devora, incluso podemos encontrar ecos hacia la contaminación y la destrucción del planeta.

Todo esto en un relato que bien podría ser cantado, y que se configura en pequeñas estrofas encabezadas con colores y números que en cada nuevo punto y aparte sufren metamorfosis al más puro estilo de la manipulación transgénica. En este cuento nos damos cuenta de que quizá no hace falta alterar la realidad para someter a los humanos a situaciones distópicas o extremas para ver cómo reaccionan… sino que, más bien, somos los propios humanos los que hemos sido desnaturalizados, y que ya somos absolutamente incapaces de desenvolvernos y reaccionar con normalidad en un medio perfectamente natural, virgen.

Lo más destacable de “Estabulario” no es tanto su capacidad de encontrar belleza en lo grotesco, ni siquiera lo mejor o peor escrito que esté: es que tiene la valentía de ponernos enfrente un espejo sin la capacidad distorsionadora de un filtro de Instagram, y así, nos brinda el desafío de luchar contra esa realidad que nos incomoda: toda esa mierda que, como sociedad, solemos barrer y esconder bajo el felpudo.

El arte no es arte si no sacude, si no incomoda, si no consigue que salgamos de su influjo habiendo alterado algo dentro de nosotros. La técnica, la belleza, los referentes, las etiquetas, los movimientos, las épocas, los estilos… no son más que excusas. Precisamente “Estabulario” ni tan siquiera se encuentra dentro del estilo propio de la editorial que lo apadrina, Impedimenta, me pregunto si fue una apuesta editorial azarosa (“por si cuela, por si el boca a boca”, etc.), o es que Enrique Redel y su equipo pretenden explorar otros estilos diferentes a aquellos más amables y convencionales a los que nos tienen acostumbrados. Estaré pendiente, esta apuesta me ha cautivado.

A su favor: la valentía de salirse de lo convencional y explorar nuevas formas de hacer literatura siendo atrevido, mordaz, irreverente, grotesco y salvaje. Incomoda al lector y se divierte jugando con su inteligencia, poniéndole contra los límites de sus propias convicciones.

Y, si hay que buscarle alguna pega, requiere un esfuerzo extra de concentración por parte del lector, así que es una buena elección para que los más acomodados se entrenen para escalar hacia otras formas de literatura que se rebelan contra las normas de lo establecido. No apto para cobardes.

lunes, 19 de febrero de 2018

Bienvenidos al Sabbath. Antología de relatos de satanismo y brujería


“Bienvenidos al Sabbath” es una recopilación de relatos cortos cuya temática gira en torno a la filosofía oculta. Desde H.P. Lovecraft hasta Pilar Pedraza, pasando por Joris-Karl Huysmans, tenemos representaciones del Maligno en sus diferentes formas a través de los tiempos.

Los relatos están organizados en subdivisiones: “Brujas”, “Sabbath”, “Pacto satánico”, “El diablo” y “Otros ritos”, y todos ellos poseen las características idóneas para crear el ambiente de horror, bruma y misterio que tan felices nos hacen a los amantes de lo oculto. El hecho de que se agrupen por temáticas concretas, resta un poco de la magia de lo inesperado: si bien es evidente que en todos los relatos vamos a encontrar elementos demoníacos, esta organización rompe el factor sorpresa de en qué forma exacta van a aparecer. Sin embargo, al mismo tiempo, esta decisión editorial dota a la antología de un orden y una rigurosidad que resultan tranquilizadoras.

Llegué a este libro porque recibí un hilo de Twitter donde una lectora contaba una anécdota: mientras iba leyendo un ejemplar de “Bienvenidos al Sabbath” en el transporte público, dos monjas se escandalizaron al descubrir el título y comenzaron a persignarse compulsivamente. ¡Tengo que leerlo!, pensé. Y no me defraudó.

La recopilación incluye un texto de J.K. Huysmans, cuya novela “A contrapelo” es una de mis favoritas de todos los tiempos. Descubrir que le citaban en el relato “El Santuario” de E.F. Benson me entusiasmó, y más adelante darme cuenta de que también se incluía un de sus relatos, “Cena en casa del campanero”, me hizo una ilusión tremenda (quería dejarme sorprender así que no había curioseado el índice de autores antes de zambullirme en la lectura).

Uno de los cuentos más brillantes es “El diablillo de la botella”, del mundialmente conocido R.L. Stevenson. Tiene añadido el componente de la vertiginosidad, que lo hace especialmente brillante: trata de una botella encantada que pasa de mano en mano concediendo cualquier deseo a su poseedor, pero en contra de todo pronóstico, nadie se la quiere quedar mucho tiempo. Para pasar a otras manos, es necesario que el dueño legítimo la venda por menos valor del que pagó por ella, de modo que los últimos precios posibles son tan solo módicos hasta llegar a un céntimo (momento en el que no se podrá volver a vender). Debido a la naturaleza de la botella, sobre ella pesa una maldición, y los personajes tendrán que hacer gala de todo su ingenio para quedar libres de ella. Oscuro y divertido, un diez.

Otra de las piezas, “El relato de Nectario”, de Anatole France, tiene connotaciones mitológicas, si bien la mayoría de cuentos que aquí se incluyen se enmarcan en la tradición oral derivada del diablo cristiano y su folklore popular propio del siglo XVI en adelante, cuando la histeria colectiva derivó en la detención y ejecución pública de miles de mujeres acusadas de brujería. Por este motivo, poseen elementos que de uno u otro modo todos conocemos, incluso quienes no hayan frecuentado la literatura gótica pero hayan prestado un mínimo de atención a los cuentos populares (los cuentos que aprendemos de niños son un buen ejemplo de esto).

Tenemos casas encantadas, utensilios diabólicos, personajes poseídos que no están ni vivos ni muertos, paisajes inquietantes, todo lo necesario, en fin, para disfrutar de la lectura con luz de vela mientras miramos de soslayo a nuestro alrededor para comprobar que estamos a salvo.


También hay lugar para un cuento, “Las conjuraciones irrespetuosas”, de Edward Gorey, que se desmarca del resto porque está narrado íntegramente a través de una serie de 14 viñetas, cada una acompañada de un par de frases cortas.

Pero hay más lugares para la ilustración, cada uno de los bloques de cuentos se inicia con una hermosa página ilustrada, y al final de cada uno de los relatos nos encontramos con una pequeña ilustración inquietante. La edición, de pequeño formato y tapas duras, con guardas escarlata, terminan de hacer un libro que, como objeto, es delicioso. Hace perfecto honor a la cuidadosa presentación que siempre acompaña a los volúmenes de Valdemar, que nunca defraudan.


Este volumen de cuentos es perfecto para aprendices de filosofía oculta que quieran entretenerse unas horas con buena literatura sin alejarse demasiado del objeto de su estudio, pero también para cualquier lector que quiera empaparse de literatura de calidad y no tenga miedo de la oscuridad.

jueves, 15 de junio de 2017

La sonámbula y más relatos inquietantes - Marie Luise Kaschnitz


A finales de 2015 descubría a Marie Luise Kaschnitz a través del primer volumen de relatos que se lanzaba a publicar la editorial asturiana Hoja de Lata. Se trataba de una colección de cuentos con componentes siniestros y redacción impecable, lo que hizo que se convirtiera instantáneamente en uno de mis libros de relatos favoritos.
 
Hace muy poco han vuelto a las mesas de novedades de las librerías con una nueva entrega de relatos de la misma autora, que no le va a la zaga al primero en lo que a calidad se refiere, tampoco en su capacidad para dejarnos perplejos. Para la ilustración de la cubierta se ha vuelto a contar con la colaboración de Marta Orlowska, una artista con una producción maravillosa que gira en torno al surrealismo.

Literatura de calidad en pequeñas dosis
Sabemos que estamos ante una buena colección de relatos cuando estos nos enganchan y no queremos dejar de leer, pero también cuando la impresión que nos produce su lectura nos obliga a hacer una pausa (para reflexionar y coger aire) entre cuento y cuento: en este caso, esto se cumple al finalizar todos y cada uno de los relatos que conforman “La sonámbula…”
 
Los doce relatos tienen en torno a diez o quince páginas, y recrean situaciones sencillas del día a día, en las que se inserta de repente algún elemento extraño o inquietante, más o menos siniestro (salvo el relato “Fantasmas” o “Historia de un barco”, el resto de cuentos no alcanzan niveles de oscuridad que nos haga clasificar como gótica a la recopilación en conjunto).
 
Cabe destacar que, al igual que ocurría en “La niña gorda…”, también en esta ocasión nos encontramos descripciones detallistas y minuciosas, así como una forma de narración hermosa que une con aparente facilidad características tan contradictorias como profundidad y levedad con un resultado fresco y original que representa e identifica a su autora.
 
Se exploran temas como el comportamiento animal en las personas, la crueldad infantil y el despertar adolescente, la infidelidad y el acoso, el holocausto alemán y la lucha contra la muerte, así como los sucesos paranormales en los dos relatos de corte gótico que he mencionado antes. En concreto, la editorial Hoja de lata desde su página web nos invita a leer gratuitamente uno de los relatos que me han dejado más huella, “Historia de un barco”.

Adolescencia, mitología y acoso sexual callejero
Hay algo más que resulta fascinante en la literatura de Kaschnitz, y es la inclusión de elementos mitológicos dentro de sus relatos. Relaciona puntualmente el comportamiento de sus personajes con rasgos atávicos del folklore antiguo y consigue una mayor comprensión de la situación incluyendo elementos que todos reconocemos, y a la vez reviste la escena de un aura mágica que termina por hacerla redonda y perfecta.
 
En el relato que más me ha impactado por su calidad, “Sombras alargadas”, tenemos algunos componentes que están de rabiosa actualidad y a la vez son tan antiguos como el ser humano: tenemos a una chica adolescente (que sólo por serlo pasa a formar parte del colectivo oprimido en la sociedad heteropatriarcal) y un chico de edad similar que actúa como opresor, en este caso gracias a los privilegios adquiridos nada más nacer y al uso indebido que hace de ellos. Tenemos acoso sexual callejero, humillación y miedo; el chico está en un ambiente conocido y tiene más fuerza física, la chica es una extranjera de vacaciones con su familia que ahora se arrepiente de haber decidido dar un pequeño paseo en solitario por los alrededores.
Rossie, derrumbada como una montaña de infortunios, se acurruca junto a la pared de rocas, se pone de pie, crece, crece desde sus hombros de niña y mira al chico llena de rabia, lo mira fijamente, a los ojos, durante muchos segundos, sin parpadear una sola vez y sin mover un solo dedo. Todavía reina una calma tensa y de pronto le llega intensamente el aroma de los miles de arbustos del lugar, invisibles, dulces como la miel, amargos como la berza, y en esta quietud y esta intensidad aromática, el niño se desploma como un muñeco al que se le estuviera desparramando el serrín.

El componente mitológico aparece aquí con las similitudes entre el violador como dios Pan y la víctima que se defiende con la bravura del basilisco. La limpieza de las escenas en este relato es sencillamente genial, y durante los momentos de máxima tensión parece que realmente se ha detenido el tiempo. Luego, todo vuelve a la normalidad componiendo un cuadro costumbrista con elementos marinos que nos deja un sabor a salitre de una forma casi física.
 
“La sonámbula…” es digna sucesora de “La niña gorda…”, les invito a que les den una oportunidad en el orden que prefieran, ya que difícilmente les defraudarán.

martes, 17 de mayo de 2016

Corazón doble - Marcel Schwob



(…) su voz tenía el dulce sonido de las cosas que están a punto de romperse

Lo que yo no sé ahora mismo es en qué he perdido el tiempo todos estos años sin leer a Marcel Schwob mucho antes. Estoy mitad confusa mitad eufórica; mitad feliz y mitad triste, como cuando inesperadamente encuentras por el mundo a alguien como tú. O como cuando inesperadamente lo pierdes.

La escritura de Schwob es sencilla pero lúcida, elegante pero no engolada. Con una sencillez que despista, pues sus temas son un tanto complejos. Los cuentos de “Corazón doble” tienen todos prácticamente la misma longitud, y hay un pulso constante que los recorre: un gusto por lo grotesco, las ganas de incomodar al lector contando relajadamente historias muy macabras, enfrentándole a sus propios miedos… sin que al narrador se le altere, en ningún momento, el pulso. Están tan increíblemente bien escritos que es un placer leerlos en voz alta, como si de esa forma revivieran, tomaran forma de holograma saliendo desde las hojas de papel para mirarnos directamente a los ojos.

Tuve este libro unos días sobre la mesilla de noche, antes de leerlo, y ya sé qué me produjo pesadillas.

Como no podía ser de otra manera, y al igual que muchos de los escritores que vivieron y escribieron entre el siglo XIX y el XX, la literatura de Schwob… es magnífica.

Fijaos en este comienzo:

ARACNE
Decís que estoy loco y me habéis encerrado, pero yo me río de vuestras precauciones y de vuestros terrores. Porque seré libre el día que quiera. A través de un hilo de seda que me ha lanzado Aracne, huiré lejos de vuestros guardianes y de vuestras rejas. Pero la hora aún no ha llegado, aunque está próxima: progresivamente mi corazón desfallece y palidece mi sangre. Vosotros, que ahora me creéis loco, me creeréis muerto, mientras yo me balanceo en el hilo de Aracne más allá de las estrellas. (…
)

O en este otro principio glorioso:

EL HOMBRE DEL ROSTRO VELADO
Del cúmulo de circunstancias que me pierde, no puedo decir nada; ciertos accidentes de la vida humana están tan artificiosamente combinados por el azar o las leyes de la naturaleza como la invención más demoníaca: podríamos lanzar una exclamación, como ante el cuadro de un impresionista que ha captado una verdad singular y momentánea. Pero si cae mi cabeza, quiero que este relato me sobreviva y que aparezca en la historia de las existencias como una rareza verdadera, como una pálida ventana a lo desconocido. (..)

Ahora puedo decir que ya sé qué son las estrigas; he convivido durante unos minutos junto a dos hombres sin cara, he viajado junto al diablo y una extraña niña anciana durante lo que han parecido años, he descubierto el verdadero significado del tren del terror… He participado en uno de tantos absurdísimos círculos espiritistas, y recibido la visita inesperada de un irreverente esqueleto. Vosotros también podréis experimentar todas estas cosas si os asomáis a “Corazón doble” (hacedlo despacio, se divertirán con vosotros si os sorprenden confiados).

Pero la segunda parte, “La leyenda de los mendigos”, no me ha gustado tanto. En el prólogo, Schwob explica el por qué de todos estos cuentos, su interés en la evolución de los conceptos de terror y piedad a lo largo del tiempo, y tiene sentido que existan ciertas diferencias en el tono y en la temática de cada una de las partes en las que se divide el libro. Pero en fin, los que me han fascinado son los cuentos de la primera parte, eso es todo. Leedlos si tenéis ocasión… son una maravilla.

domingo, 8 de noviembre de 2015

"A mí no me engañas" - Kelly Link


¿Recordáis mi entusiasmo por Kelly Link de hace unos años? ¿No? ¡Mala memoria!
Acabo de lanzarme con verdadera fiebre lectora-compulsiva sobre su nueva entrega, "A mí no me engañas", que acaba de ver la luz en Seix Barral.

Se trata de un volumen con nueve relatos largos y estupendos, a través de los cuales volvemos a confirmar que el estilo de Kelly Link no es fácil de clasificar y que de ella podemos esperar casi cualquier cosa.

Sus recopilatorios (no todos disponibles en castellano, por ahora), han sido galardonados con numerosos premios, y compagina la creación literaria con la dirección, junto a su marido, de la editorial Small Beer Press.

No cabe ninguna duda de que es fácil imaginarla escribiendo guiones para series de televisión. Su forma de narrar es muy visual, y entre sus hilos argumentales existen muchos paralelismos con series actuales que arrasan en todo el mundo; su imaginación morbosa podría dar lugar a situaciones extraordinarias así que no sería de extrañar que en algún momento colaborase para alguna empresa audiovisual.

En estos relatos encontramos una visión muy personal acerca del futuro, de la magia, de los superhéroes o de los jugadores de ajedrez, entre otras muchas cuestiones sobre las que a lo mejor nunca nos habíamos planteado gran cosa. Quizá sea el momento de dejar a un lado los libros de relatos mundanos, previsibles y costumbristas, y dar una oportunidad a este libro, que sobre todo, obliga al lector a pensar.

Personalmente, he quedado fascinada con "Los del verano", el cuento que inicia este libro: se trata de una historia fantástica (en todas las acepciones de la palabra) tan difícil de olvidar como "El bolso de las fadas", ese otro cuento que me maravilló en "Magia para lectores". "Los del verano" es un relato con una gran carga emocional, una pequeña historia redonda que reúne intriga, magia, amistad y estilo de vida típico americano, dejando bastante libertad a la imaginación del lector con un final tan onírico como simbólico.

¿Pegas a este libro? La imagen de la cubierta, es muy poco atractiva pero lo peor es que no tiene relación directa con ninguno de los cuentos, y estéticamente no le hace ningún favor al volumen.No es que en "Magia para lectores" hicieran ninguna maravilla, pero casi era preferible.

A pesar de que las tramas sean un tanto retorcidas en ocasiones, la prosa de Link es muy lúcida y precisa, solo que sabe muy bien cómo enredar al lector añadiendo capas argumentales que enturbian el conjunto. Quizá no sea este el párrafo más ilustrativo del libro (en absoluto), pero a mí, personalmente, me gana con fragmentos como este:

"Eso no es amor de verdad. Eso es una broma que el cuerpo le gasta a la mente. Y no está mal, porque gracias a eso tenemos poesía y canciones en la radio y tenemos bebés; a veces hasta la música y los poemas son buenos. Los bebés también están bien, naturalmente, pero Immy, por favor, espera un poco. De momento céntrate en la música y en la poesía.

sábado, 31 de enero de 2015

"Cuentos reunidos" - Clarice Lispector


Necesito hablaros de Clarice Lispector.

La razón por la que empecé a leerla es porque dos periodistas a quienes admiro y respeto, ya que poseen un bagaje cultural envidiable y un gusto cultural exquisito, no solo adoran y recomiendan la literatura de Clarice Lispector, sino que directamente querrían ser ella. Y esta afirmación, tan rotunda y definitiva, derrumba por completo cualquier atisbo de duda o pereza que tuviera antes de sumergirme de lleno en su mundo.

Es cierto que no se trata de una lectura para masas y que quizá puede costar un poco adaptarse a su discurso, pero también es cierto que a medida que van pasando las primeras páginas llega un momento en que esto sucede sin que uno se dé cuenta, y que luego no hay vuelta atrás.

"Esta vez era un amor más realista, nada romántico; era el amor de aquel que ya ha sufrido por amor."

No existe en el mundo entero literatura de calidad que sirva para no pensar. Cualquier librero que se precie os explicaría por qué está harto de que le hagan esa consulta que todos odian, “quiero un libro para no pensar”. ¿Quién querría un alimento que no le nutriese, quién un amor que no le inspirase? La lista de comparaciones sería infinita. Con Clarice Lispector pensaréis, eso puedo asegurarlo, y eso es maravilloso.

Existe una estupenda edición de sus relatos, editada por Siruela en 2013, con la que es muy fácil comenzar a disfrutar de esta gigante de las letras. Se titula sencillamente “Cuentos reunidos” y contiene 74 joyas en forma de cuentos ordenados cronológicamente por fecha de publicación original. Aquí podemos encontrar tesoros como el cuento titulado “El huevo y la gallina” en la que Lispector filosofa de forma magistral sobre este pequeño animalito poco frecuente en la literatura, y que sin embargo es relativamente recurrente a lo largo de sus cuentos (se termina adorando la figura de la gallina una vez que Lispector te la explica…) La figura de la mujer, su soledad y desolación, la pérdida de ilusión y energías por culpa del machismo patriarcal, también está perfectamente representada, y es el motivo principal por el que Lispector es autora de cabecera de los feministas más leídos. Solo alguien con su fuerza y sensibilidad puede crear textos atrevidos y rompedores para su época (nació en 1920), y que reflejen tan bien la realidad femenina, siempre tan menospreciada, ridiculizada y vapuleada en pos de los intereses masculinos.

Leyendo un poco acerca de su vida, descubrimos que entre sus referentes literarios más influyentes se encuentran genios de la talla de Queiroz, Hesse o Dostoievski. Sin duda, su principal aportación a la Literatura es el discurso interior sin concesiones, siempre profundo y en ocasiones enfermizo, si se me permite la expresión: quiero decir que explora zonas de la mente humana que tienden a permanecer inexploradas, por un lado no se atreve cualquiera a introducirse en ellas y por otro, hay que ser muy bueno para plasmar por escrito todo eso. Siempre con una serenidad y un pulso envidiables, logra transmitir todo aquello que desea seleccionando en cada instante la palabra exacta: es una de esas pocas elegidas que sabe sacar partido a las penosas limitaciones del lenguaje. Diosa Lispector.

Pero será mejor que cada uno saque sus propias conclusiones. A continuación, dos cuentos, uno con la primera infancia y otro con la adolescencia como excusas... para contar además otras muchas cosas en los espacios que quedan en blanco entre letra y letra.

Clarice Lispector


FELICIDAD CLANDESTINA

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio pelirrojo. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía éramos planas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historias le habría gustado tener: un papá dueño de una librería.

No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del papá. Para colmo, siempre era algún paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como “fecha natalicia” y “recuerdos”.

Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía e odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, delgadas, altas, de cabello libre. Conmigo ejercitó su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.

Hasta que llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como por casualidad, me informó de que tenía El reinado de Naricita, de Monteiro Lobato.

Era un libro grueso, vágame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por su casa me lo prestaría.

Hasta el día siguiente, de la alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, nadaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.

Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en  la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, anduve brincando por las calles y no me caí una sola vez.

Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Apenas me imaginaba yo que más tarde, en el transcurso de la vida, el drama del “día siguiente” iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquella.

Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Ella sabía que, mientras la hiel no escurriese por completo de su cuerpo gordo, sería un tiempo indefinido. Yo había empezado a adivinar, es algo que adivino a veces, que me había elegido para que sufriera. Pero incluso sospechándolo, a veces lo acepto, como si el que me quiere hacer sufrir necesitara desesperadamente que yo sufra.

¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esa mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que no era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras me ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.

Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la mamá. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos.

Hubo una confusión silenciosa, entrecortada de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, esa mamá buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera quisiste leerlo!

Y lo peor para esa mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos observaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena le ordenó a su hija: Vas a prestar ahora mismo ese libro. Y a mí: “Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras”. ¿Entendido? Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: “el tiempo que quieras” es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.

¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Tomé el libro. No, no partí brincando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.

Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire… Había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo.

Ya no era una niña más con un libro: era una mujer con su amante.



NIÑO DIBUJADO A PLUMA

¿Cómo llegar alguna vez a conocer al niño? Para conocerlo tengo que esperar a que se deteriore; sólo entonces estará a mi alcance. Helo allí, un punto en el infinito. Nadie conocerá su hoy. Ni siquiera él mismo. En cuanto a mí, miro, y es inútil: no consigo comprender algo que sólo es actual, totalmente actual. Lo que conozco de él es su situación: el niño es aquel a quien acaban de nacerle los primeros dientes y es el mismo que será médico o carpintero. Mientras tanto, allí está él sentado en el suelo, con una realidad que he de llamar vegetativa para poder entenderla. Treinta mil de esos niños sentados en el suelo, ¿tendrían la oportunidad de construir otro mundo, que tuviese en cuenta la memoria de la actualidad absoluta a la cual ya pertenecemos? La unión haría la fuerza. Allí está sentado, empezando todo de nuevo pero para su propia defensa futura, sin ninguna oportunidad verdadera de empezar realmente.

No sé cómo dibujar al niño. Sé que es imposible dibujarlo a carbón, pues hasta la pluma mancha el papel más allá de la finísima línea de actualidad extrema en que él vive. Un día lo domesticaremos hasta hacerlo humano, y entonces podremos dibujarlo. Pues eso hemos hecho con nosotros mismos y con Dios. El propio niño contribuirá a su domesticación: se esfuerza y coopera. Coopera sin saber que la ayuda que le pedimos está destinada a su autosacrificio. En los últimos tiempos incluso se ha entrenado mucho. Y así seguirá progresando hasta que, poco a poco –por la bondad necesaria mediante la que nos salvamos–, haya pasado del tiempo actual al tiempo cotidiano, de la meditación a la expresión, de la existencia a la vida. Realizando el gran sacrificio de no ser un loco. No soy loco por solidaridad con los miles de nosotros que, para construir lo posible, también han sacrificado esa verdad que sería una locura.

Pero, entre tanto, helo allí sentado en el suelo, inmerso en un vacío profundo.

Desde la cocina la madre se cerciora: ¿sigues allí quietecito? Convocado al trabajo, el niño se levanta con dificultad. Se tambalea sobre las piernas, con toda la atención vuelta hacia dentro: su equilibrio entero es interno. Conseguido esto, ahora toda la atención es hacia fuera: observa lo que el acto de levantarse ha provocado. Pues el incorporarse ha tenido consecuencias y más consecuencias: el suelo se mueve incierto, una silla lo supera, la pared lo delimita. En la pare está el retrato de El Niño. Es difícil mirar ese retrato alto sin apoyarse en un mueble, para eso todavía no se ha entrenado. Pero he aquí que su propia dificultad le sirve de apoyo: lo que lo mantiene de pie es justamente la atención que pone en el retrato alto, mirar hacia arriba le sirve de grúa. Pero comete un error: parpadea. Pestañear lo desliga por una fracción de segundo del retrato que lo estaba sustentando. Se deshace el equilibrio: en un único movimiento total, el niño cae sentado. De la boca entreabierta por el esfuerzo de vida escapa una baba clara que escurre y gotea hasta el suelo. Mira la gota muy de cerca, como si fuera una hormiga. El brazo se alza, avanza en arduo mecanismo de etapas. Y de golpe, como para sujetar lo inefable, con inesperada violencia aplasta la baba con la palma de la mano. Parpadea, espera. Finalmente, pasado el tiempo necesario de espera de las cosas, aparta cuidadosamente la mano y examina en el parqué el fruto del experimento. El suelo está vacío. En una nueva y brusca etapa se mira la mano: la gota de baba está pegada en la palma. Ahora también de esto sabe. Entonces, con los ojos muy abiertos, lame la baba que pertenece al niño. Piensa en voz alta: niño.

–¿A quién llamas? –pregunta la mamá desde la cocina.

Con esfuerzo y gentileza él mira la sala, busca a quien la mamá dice que está llamando, se voltea y cae hacia atrás. Mientras llora, ve la sala distorsionada y refractada por las lágrimas, el volumen blanco crece y se le acerca –¡mamá! –, lo absorbe con brazos fuertes, y he aquí que el niño está de pronto muy alto en el aire, muy en lo caliente y lo bueno. Ahora el techo está más cerca; la mesa, debajo. Y, como no puede más de cansancio, empieza a desviar las pupilas hasta que las va hundiendo bajo la línea del horizonte de los ojos. Los cierra sobre la última imagen, los barrotes de la cama. Se duerme agotado y sereno.

El agua se ha secado en la boca. La mosca aletea en el cristal. El sueño del niño está surcado de claridad y calor, el sueño vibra en el aire. Hasta que, en repentina pesadilla, sobreviene una de las palabras que ha aprendido: se estremece violentamente, abre los ojos. Y para su terror no ve más que esto: el vacío caliente y claro del aire, sin mamá. Lo que piensa estalla en llanto por toda la casa. Mientras llora va reconociéndose, transformándose en aquel que la mamá reconocerá. Casi desfallece de tanto sollozar, tiene que transformase urgentemente en algo que pueda ser visto y oído porque si no se quedará solo, tiene que volverse comprensible porque si no nadie lo comprenderá, si no nadie se acercará a su silencio, si no dice y cuenta nadie lo reconoce, haré todo lo necesario para ser de los demás y que los otros sean míos, brincaré por encima de mi felicidad real, que sólo me traería abandono, y seré popular, hago trampa para que me amen, es totalmente mágico esto de llorar para recibir a cambio: mamá.

Hasta que el ruido familiar entra por la puerta y el niño, mudo de interés por lo que es capaz de provocar el poder de un niño, para de llorar: mamá. Es mamá, no se ha muerto. Y su seguridad consiste en saber que tiene un mundo para traicionar y vender, y que lo venderá.

Es mamá, sí, mamá, con un pañal en la mano. No bien ve el pañal, él se echa a llorar de nuevo.

–¡Pero si estás todo mojado!

La noticia lo sorprende, se renueva la curiosidad, pero ahora es una curiosidad cómoda y garantizada. Mira con ceguera la humedad propia, en una segunda etapa mira a la mamá. Pero de pronto se estira y escucha con todo el cuerpo el corazón latiendo pesado en la barriga: ¡pii-pii!, lo reconoce de golpe con un grito de victoria y de terror. ¡El niño acaba de reconocer!

–¡Claro que sí! –dice orgullosa la mamá–. Claro que sí, mi amor, es el pii-pii que ha pasado por la calle, le contaré a papa que ya lo has aprendido. Y vaya si no se dice así: ¡pii-pii, mi amor! –dice la mamá tirando de arriba abajo y después de abajo arriba, levantándolo  por las piernas, echándolo hacia atrás, tirando de nuevo de abajo hacia arriba. En todas las posiciones el niño conserva los ojos bien abiertos. Secos como el pañal nuevo.


martes, 8 de julio de 2014

"Profecía" - Sandro Veronesi


“Profecía” es una pequeña colección de tres relatos que tratan un tema muy triste desde una perspectiva muy lúcida: la convalecencia de los padres al cuidado de sus propios hijos, con las complicaciones prácticas y psicológicas que ese asunto implica en las mentes de los habitantes del siglo XXI en un país civilizado. Es decir: que los padres se hagan mayores y lleguen a depender de los hijos no es ninguna tragedia, sino el devenir de la propia vida. La tragedia sería lo contrario. Pero sucede, y Veronesi lo plasma perfectamente en este libro.

El primer relato, que da título al volumen, supera con gran diferencia a los otros dos, que son estupendos… pero es que “Profecía” es una auténtica proeza literaria, un ejercicio de estilo de sobresaliente. Está redactado sin apenas utilizar puntos (ni aparte ni seguidos) y se trata de un monólogo profético dirigido a alguien que en el futuro tendrá que cuidar de su padre enfermo. Una reflexión del propio autor sobre su propia vida, si nos guiamos por el nombre de quien emite el monólogo:

“Yo sé quién eres, Alessandro Veronesi, conozco tu intención, y te digo que te las ingeniarás y te las apañarás para que tu padre no muera en una cama del hospital sino, según su voluntad, en la suya, en el corazón de su morada…”

Es un comienzo grandilocuente que no pierde el tono ni el ritmo en ningún momento. La cadencia recuerda a la de autores del siglo pasado, más cuidadosos siempre con los textos que escribían y sobre todo más respetuosos con la Literatura.

Solamente por este cuento el libro ya merece la pena. Sobre todo en un mundo en el que los best-seller para masas se escriben a golpe de frases cortas y facilonas, puesto que ya pocos lectores quieren hacer el ejercicio de pensar y les pone los ojos bizcos enfrentarse a una subordinada.

Gracias a Veronesi, por tanto, una ráfaga de buen gusto ilumina las mesas de novedades este mes de julio en el que esforzarse en no dejar de creer en la magia supone que la magia se convenza de creer para siempre en ti y acuda por fin en tu busca, y entonces aprendas a volar.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Fabliaux: cuentos franceses medievales


Los “fabliaux” son cuentos medievales franceses creados originalmente en verso rimado, para ser sobre todo recitados en voz alta, que como todo el mundo sabe, gracias a esa tradición oral se transmitieron durante generaciones llegando hasta estos tiempos miles de historias que de otra forma no habrían pasado más allá de las clases sociales que estaban familiarizados con la lectura y la escritura.

Pues bien. Estos pequeños cuentos contienen siempre una parte moralizadora, pero cargada siempre de guasa e ironía: podría decirse que son parodias de los cuentos con finalidad aleccionadora e instructiva. Provocan la risa del lector introduciendo siempre personajes de bajas clases sociales, propensos al despiste, al engaño y a la picaresca del resto de personajes que buscan burlarse o aprovecharse de ellos. 

En esta edición de Cátedra hay veintidós relatos divididos en los apartados: “Las mujeres”, “Los jóvenes” y “Molineros, campesinos y juglares”, aunque comparten multitud de características y muchos de ellos podrían encuadrarse bajo varias categorías. En general, siempre tienden a los enredos sexuales, al escarnio por avaricia, a las torpezas cometidas por seguir los dictados de los más bajos instintos, etc.


Resulta especialmente agradable leerlos no sólo por lo divertidos que son, sino porque proceden de un tiempo muy lejano y uno los sostiene entre las manos como si se tratase de un objeto que contiene el pasado, y eso es algo conmovedor, como indica Philipp Blom en su estupendo “El coleccionista apasionado” (Anagrama, 2013).

Grotescos, desvergonzados, ingeniosos, provocadores, carnavalescos y muy amenos, así son los cuentos que como si fueran ecos nos llegan del pasado. Nunca pretendieron ser obras de arte y por eso no se compusieron de una forma muy esmerada, pero lo que verdaderamente sorprende es que todavía puedan seguirse comprendiendo y disfrutando en estos tiempos tan distintos y tan absurdos. Aunque por sus connotaciones lingüísticas e históricas estos fabliaux son mucho más que un libro para pasar el rato, ¿quién no ha buscado alguna vez un libro que no le plantease complicados esfuerzos mentales y que simplemente le distrajese y captase con facilidad y rapidez la atención para evadirse por un rato de este mundo? Pues aquí lo tienen.

"Ni libre ni ocupado" - Daniel Díaz


Este libro resulta imprescindible para todo seguidor de Daniel Díaz que se precie de serlo, pero bien es cierto que el lugar en el que podemos tener acceso a sus brevísimos relatos está en Internet, concretamente en su blog, que desde este mío enlazo desde que lo leí por primera vez. Pero también puede servir para que quienes aún no le conozcan tengan acceso a su literatura y puedan después continuar la lectura en los relatos diarios del blog.

Daniel es taxista en Madrid desde hace años, cualquiera por tanto puede haberle parado con el brazo en alto y haberle indicado una dirección sin darse cuenta de que, durante el recorrido, ese taxista le leería como a un libro abierto y apuntaría en su libreta y en su memoria cada mirada, cada detalle y cada palabra que saliera de su boca. A través de los usuarios del taxi Daniel teje historias, que a veces toman más, a veces toman menos elementos reales, a partir de los cuales deja volar su imaginación y juega y hace malabares con las palabras hasta que compone un relato hipnótico y redondo.

Sus señas de identidad son la inmediatez, los juegos inteligentes de palabras, los significados ocultos entre líneas, la lírica de barra de bar (pero siempre con muy buen gusto) y los equilibrios en la finísima línea que separa el taxi del infinito, el único lugar donde la imaginación de este taxista frena.

Foto: Lucía Berthelot
Hace unas pocas semanas tuve la suerte de acudir a un encuentro con el autor en la librería-bar “El dinosaurio todavía estaba allí”, escuchar las respuestas de multitud de preguntas curiosas acerca de su forma de trabajo y participar en una actividad de creación literaria creando una historia personal a partir del comienzo de uno de sus relatos. Fue una de esas tardes estupendas, entre libros, comida, bebida y gente con inquietudes culturales.

También tuve la oportunidad de charlar un rato con Daniel sobre Javier Marías, (yo sabía que él también era ciudadano del Reino de Redonda cuando dijo eso de que a Marías las comas debía de dictárselas Dios, aunque también le ha citado en otras ocasiones) y ése sin duda fue uno de los mejores ratos de la tarde. Sé que me pongo muy pesada y muy pedante con Don Javier y que nunca me canso de citarle, pero también sé que a quienes me lean les producirá ternura y sabrán disculparme con cariño.

El blog de @simpulso tiene una capacidad enorme para hipnotizar al lector y hacer que no pueda dejar de leer desde la entrada más reciente hasta la más antigua que se encuentre. Según ha dicho él mismo en alguna ocasión, desde siempre ha tenido la necesidad de expresarse ya fuera dibujando, haciendo música o escribiendo, como algo instintivo. Comenzó hace unos años escribiendo historias del taxi en un blog que presentó (y ganó) a un concurso del periódico 20 minutos, en 2006, y continúa hasta ahora la parte del premio que en principio constaba en alojar durante un año el blog premiado en la web y en la edición impresa. Escribe todos los días y lee todo lo que puede (con muy buen gusto por cierto, a tenor de los autores que cita en sus post en ocasiones), y eso se nota en la redacción de los relatos a diario. También participa en radio y ha colaborado como invitado en algunos programas de televisión.

Este libro, publicado por la editorial “Policarbonados” en 2009 y que ya va por la segunda edición, está pidiendo a gritos una segunda parte, que recoja otras tantas historias seleccionadas del blog para que los amantes del papel podamos deleitarnos con estas historias también entre las páginas. Otro dato a tener en cuenta es que en la actualidad se encuentra redactando una novela que, si todo sale como él piensa, romperá moldes y agitará las mesas de actualidades de las librerías. Ojalá sea, y ojalá pronto, por el momento seguiremos acomodados en la pequeña parte del asiento trasero que nos cede para ser testigos directos de todo lo que acontece en el taxi que es la vida.

domingo, 10 de noviembre de 2013

"América y otros relatos" - Arthur Schnitzler


Este libro es una joya, y no exagero si digo que es uno de los mejores libros de relatos que he leído en los últimos años. Ha sido publicado por la editorial Marbot, que ya tenía en su catálogo otras dos obras de Schnitzler ("La señora Berta Garlan" y "Doctor Graesler, médico de balneario"). Otro buen puñado de títulos del mismo autor se pueden encontrar en la editorial Acantilado, que también ha hecho un gran trabajo para dar a conocer su obra. 

Para ubicarlo fugazmente, un dato interesante es que Schnitzler es el autor de "Relato soñado", la pequeña y deliciosa novela en la que se inspiró Stanley Kubrick para rodar "Eyes Wide Shut". Pertenece a la maravillosa generación de escritores de los últimos decenios del s. XIX y primeros del XX y se caracteriza por una escritura elegantísima y unas tramas casi siempre basadas en sucesos factibles en la vida real, en las que introduce algún elemento esquizoide. Analiza de una forma magistral las tribulaciones del alma humana: no en vano, fue pionero en utilizar el monólogo interior en lengua alemana. Yo diría que es el maestro de la desesperación y de la duda. Se desenvuelve en las tinieblas de la noche y en los brillos confusos de los amaneceres como pocos escritores saben hacerlo.

La mayoría de personajes de estos relatos tienen en común rasgos egoístas en su personalidad, también cierta facilidad para mentir y salir (no siempre) airosos, lo que no les convierte en las mejores personas pero sí en utensilios valiosísimos para que el escritor que les dio vida exprese a través de ellos la mediocridad que ocasionalmente se encuentra en el alma humana, o que quizá permanezca latente siempre.

Schnitzler era médico, y esto se refleja en algunos relatos, en los que describe con precisión, por ejemplo, el mal que ataca a las cuerdas vocales de una joven cantante, o la preparación de venenos químicos para cometer asesinatos. La muerte, utilizada como recurso constante en sus relatos, parece haber sido una de las obsesiones de este autor, mientras vivía.

Algo que destaca en esta colección de cuentos es la presentación formal de cada uno de ellos. Pues no todos siguen estructuras clásicas, "La comedieta", por ejemplo (uno de los mejores de todo el libro, pero hay tantos buenos) es una historia que se narra a través de las cartas que los dos protagonistas envían a sendos amigos de confianza y, a través de la lectura intercalada de las de uno y otro, el lector es capaz de atar cabos y tejer la trama.

Existen personajes de todo tipo y condición, pero abundan los artistas (escritores, bohemios...) y los jugadores empedernidos (ricos que casi siempre ganan y pobres que pierden lo poco que tenían tras apostarlo todo): son tipologías con las que Schnitzler compone tramas geniales.

Otro tipo de cuentos, que suelen ser mucho más cortos que el resto, son los que tienen finalidad moralizadora, y que plantean una situación que el autor lleva al extremo de una forma un tanto artificial para hacer hincapié en los aspectos que le interesa destacar. Por ejemplo, "La corbata verde" plantea en tan solo tres páginas las críticas feroces con las que la sociedad ataca el aspecto externo, de forma que, lleve uno lo que lleve, jamás lo llevará al gusto de todo el mundo.

Por último, tengo que destacar que las ediciones de las obras de Schnitzler son siempre un lujo: las publicadas por Acantilado debido a su elegancia y buen hacer habituales, y las de Marbot por la delicadeza de la tipografía y la pulcritud de la maquetación, especialmente: son libros en los que no es fácil detectar ninguna errata, se respetan los márgenes y se utilizan los guiones de la medida correcta en cada caso, un lujo, si nos fijamos en el poco cuidado que demuestran tener muchas editoriales actuales.

Hago esta recomendación con especial ahínco: este libro cuenta, por decirlo así, con la matrícula de honor del mar de letras.

miércoles, 17 de octubre de 2012

"Nostalgia" - Mircea Cărtărescu



Cuando sus lectores españoles ya sentíamos nostalgia de Cărtărescu, recibimos una nueva dosis de su brillante prosa cegadora. Los relatos largos o novelas cortas que componen “Nostalgia” discurren por la misma senda onírica y deslumbrante que los demás libros de Cărtărescu, un autor encaminado a erigirse junto a las más brillantes plumas de su tiempo: aporta el toque de distinción y originalidad que, junto a una técnica impecable le hacen digno merecedor del premio Nobel, sin lugar a dudas.

Impedimenta se decide por fin a publicar “Nostalgia” tal y como fue concebido en su idioma original, a saber: un extraño y delicioso libro compuesto por un prólogo que contiene el relato “El Ruletista”, otros tres cuentos centrales bajo el título genérico de “Nostalgia” (“El Mendébil”, “Los gemelos” y “REM”) y un epílogo con el cuento “El arquitecto”. Recordemos que la misma editorial ya había publicado hace dos años, huérfano, “El Ruletista” que, aunque dispone de autonomía por sí mismo, es innecesario aislar del resto de relatos tal y como fueron publicados originalmente.


La fase REM de la que no quieres despertar

En el sueño de los humanos existe una fase en la que los ojos se mueven a mayor velocidad y, según indican los estudios científicos, es aquélla en la que más sueños se producen. Son esos momentos los que Cărtărescu reproduce de forma magistral en este cuento, a base de círculos concéntricos formados por escenas que a su vez se componen de imágenes aisladas, retazos de vida real y fantasía entremezclados de los que surge una sinfonía perfecta que sólo puede contemplarse en su totalidad una vez se ha caminado por el borde de cada una de esas esferas perfectas situadas en algún lugar fuera del mundo.

Cada uno de los cuentos que dan forma y entidad a “Nostalgia” brillan con luz propia y pueden disfrutarse y entenderse perfectamente si se leen de forma aislada, pero sin duda es “REM” el relato que se impone sobre el resto, sonriendo pícaro y benevolente desde la perfección de su minúsculo título tan atrayente, con el brillo rojizo del ojo de la araña que observa a su presa desde el centro de su red recién tejida, como un canto de sirena.

“REM” es un relato cuya cadencia es capaz de usurpar el espíritu del lector y tomar las riendas de su voluntad, una habitación de espejos, un recorrido por la Vía Láctea dentro de una burbuja. Nadie como Cărtărescu hasta ahora había sido capaz de plasmar con tanto acierto las cotas de crueldad y de demencia que pueden alcanzar los juegos infantiles que, analizados bajo su particular mirada trastornan al lector consiguiendo que en ocasiones no sepa si está soñando, o si son los niños quienes sueñan.


Íntima nostalgia

La principal aportación de Cărtărescu a la literatura es su original manera de introducirse en el subconsciente, como nadie lo había hecho antes: plantea un mundo onírico y orgánico a partes iguales, desgarrador pero pulcramente detallado, con una precisión casi escatológica y la costumbre de no omitir el más mínimo detalle. Además de entremezclar como un hechicero lo onírico y lo orgánico, lo hace al igual con lo real y lo fantasioso pero también con los miedos atávicos y con los infantiles. Nada escapa a su magia. Se pasea como un vampiro funambulista entre los temas recurrentes que compactan y dan coherencia a su literatura: los recuerdos precisos de la infancia, del mundo del sueño, las prolija composición del cuerpo humano y de los animales, la sexualidad andrógina y la constante confusión y mutación de los seres vivos.

Tal y como ya habíamos leído en sus anteriores libros, en “Nostalgia” también asistimos al hecho de que en su infancia (o en la de alguno de sus poliédricos personajes) le vistieron con ropa típicamente femenina durante unos años, lo que derivó en una obsesión constante que le hizo ser más observador e inquisitivo en lo relacionado con el travestismo y la identidad sexual confusa, a pesar de preferir sexualmente a las mujeres. Otra de sus deliciosas obsesiones son los nacidos bajo el signo de géminis (Cărtărescu nació un 1 de junio). No en vano, algunos de sus personajes son gemelos, o seres que establecen extrañas alianzas a partir de afinidades imposibles, cuyas historias se desarrollan en mundos en los que todo vale, mundos en los que caben todos los mundos.


Cărtărescu  envuelto para regalo

Esta recopilación de cuentos, publicada en Rumanía en 1993, fue la que catapultó a la fama definitivamente a Cărtărescu, aunque en España sus libros no se han publicado de forma ordenada, ni tampoco bajo los mismos sellos editoriales. Fue la editorial Funambulista quien comenzó con “Por qué nos gustan las mujeres” seguido de “Cegador”, hasta que le tomó el relevo la editorial Impedimenta, que se encarga de proporcionaros lentamente el resto de libros de Cărtărescu de los que aún no disponemos en castellano.

En el libro que nos ocupa, hay que destacar el brillante trabajo en la traducción, a cargo de Marian Ochoa de Eribe, quien también se encargó de la traducción de “Lulu” en la misma editorial, publicado en 2011.

Sin embargo, este libro podría haber sido editado sin la presencia implacable de una introducción a todas luces innecesaria: el libro ya tiene una estructura original con un cuento bajo el epígrafe de “prólogo”. Por otra parte, los relatos son lo suficientemente claros como para que nadie haya de presentárselos al lector. En las tapas del libro ya quedaba sobradamente presentado Cărtărescu como autor y era innecesario que Edmundo Paz Sodán, encargado de enmendar la plana al brillante literato rumano, firmase esta cuestionable introducción, encargándose de explicar además en ella, con todo detalle, el mismísimo orden del índice del libro que, como resulta obvio, ya es lo suficiente claro en sí mismo.

En cuanto al aspecto físico del libro, la camisa de papel y las tapas de cartón muy fino, todo ello sin plastificar, conforman un volumen exageradamente endeble que muchos pasan por alto debido a la esmerada presentación de colores e ilustraciones que son la marca de la casa de esta editorial.

Los relatos de este cuento, una vez despojados de todo lo que los envuelve, son increíblemente buenos, piezas de alta literatura. Se diría que es uno de los mejores libros de 2012... por qué no se lo iban a regalar ustedes.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Nuevo libro de Mircea Cărtărescu


En unos días estará a la venta en librerías el último libro de Mircea Cărtărescu editado por Impedimenta. 384 páginas de relatos. No sé si podré esperar.
Más información, aquí.

martes, 21 de agosto de 2012

"Morfina" - Mijaíl Bulgákov


Agosto en Madrid. La calle se combustiona y yo hago lo que puedo por refrescarme, Bulgakoizándome mientras tanto. Leo "Morfina" con emoción creciente y todos los relatos me traen el recuerdo de otra preciosa historia sobre médicos ya antiguos, "Corazón", de Thomas Thompson, un relato largo o novela corta que estaba incluido en una de las "Selecciones del Readers Digest" que devoraba de pequeña (en una edición, rescatada de uno de los estantes familiares y enseguida apropiada, de 1974). "El maestro y Margarita" (divertido, irónico, rápido, absorbente) intensifica con creces mis ganas de atreverme con el "Fausto" de Goethe, aunque una vez más pienso que aún es demasiado pronto, quizás ya siempre lo sea. 

Empecé la lectura de "Morfina" creyendo que se trataba tan solo del relato en el que Mijaíl Bulgákov explica su experiencia como morfinómano, con mucho interés por saber cómo había gestionado su adicción y qué sensaciones le había producido. Pero este libro contiene varios relatos: además de "Morfina", en el que cuenta esa experiencia y que es el último de la recopilación, aparecen también otros textos que son anécdotas del hospital en el que Bulgákov fue destinado como médico cuando terminó la universidad. Son estremecedores hechos reales, curiosidades médicas relatadas con detalle y realismo: qué no puede ocurrir en un pueblo ruso alejado de la civilización que permanece la mayor parte del año entoñado bajo la nieve, en el que un médico veinteañero sin experiencia (Bulgákov) atiende tan solo con la ayuda de cuatro enfermeros a cientos de campesinos llegados de los alrededores: campesinos con tan pocas nociones sobre medicina que llegan a aplicarse los ungüentos que se les receta por encima de la ropa.

Se percibe un halo de niebla a lo largo de la narración, que le da un tinte onírico muy bello. Bulgákov escribe de una forma muy cuidada pero además, en este diario dividido en relatos se ha colado parte del frío y del resplandor blanco de la nieve que rodea cada una de las anécdotas como una constante. Quizá también influya el hecho de que Bulgákov escribía muchas veces bajo la sensación del sueño, ya que su descanso se veía siempre interrumpido por alguna enfermera que le despertaba con prisas para que se levantase y corriese a atender a algún paciente recién llegado que requería atención urgente. Sus experiencias y sensaciones físicas están escritas en primera persona pero la sensación es la de un Bulgákov que se observa a sí mismo desde fuera y nos cuenta qué ve.

Grandes campos rusos nevados que son un oasis en el que refugiarse.

jueves, 23 de diciembre de 2010

lunes, 13 de septiembre de 2010

Jump!


El chaval abre decidido su portal, da un paso más, y ya está en la calle. Su corazón, ya desbocado, late aun con más fuerza. Your eyes tell me how you love me, can feel it in your heart beat. I know you like what you see. Cruza corriendo, el semáforo en rojo, la calle. Tras un ibiza también rojo que desprende la misma melodía que retumba en sus oídos. Hold me, I'll give that you need. Wrap your love around me. You're so excited, I can feel you getting hotter, oh baby. Pero él, no lo sabe.

Atraviesa un parque, un paseo, otra calle. Adelanta a un viejo, a un niño, a un perro. I'll take you down, I'll take you down. Adelantaría a su sombra, si pudiera. Tan sólo quiere ir más rápido.

Baja corriendo las escaleras. Adelanta a una señora, a un vigilante de seguridad, a un borracho. Adelantaría a su sombra, si pudiera. Tan sólo quiere ir más rápido. Where no one's ever gone before. En un gesto rápido, frío, fluido, introduce el billete en la máquina y la atraviesa sin detenerse un instante. And if you want more, if you want more. More, more, more...

Tras él, su mano recoge fugaz el billete. Uno, dos, tres tramos de escaleras. Y de tres en tres. De dos en dos, de una en una. Bajaría de un salto todas a la vez, si pudiera. Jump for my love. Jump in and feel my touch. Tan sólo quiere ir más rápido.

Alcanza el andén cuando el tren ilumina los botones en las puertas, frena. Ya está dentro. I know my heart can make you happy. Y el tren vuela, vuela, vuela. Atraviesa como un rayo la ciudad bajo tierra pero el chaval, en realidad, los ojos cerrados, sobrevuela los tejados. A su lado, una chica escucha la misma melodía que retumba en sus oídos when you are next to me, oh I come alive (su pie en el suelo del vagón, las yemas de sus dedos en la barra vertical, sus ojos cerrados, su cabeza inclinada hacia atrás, siguen el ritmo). Pero él, no lo sabe.

Your love burns inside. Feels so right.

Tres más, dos más, ahora sí, una menos. Y el tren, frena.

Sube las escaleras. De dos en dos, de tres en tres. Subiría de golpe todas a la vez, si pudiera. Tan sólo quiere ir más rápido. Por sus venas fluye, veloz, la sangre. Desbocada. Jump if you want to taste my kisses.

El aire fresco al fin golpea sus mejillas sonrosadas. Y la ciudad, la ciudad, recibe su impulso con un espectáculo de luz, multitud, color y brillo. In the night then... jump, jump, jump! Atraviesa calles, esquiva personas. Dribla entre automóviles. Jump, you know my heart can make you happy. Y un sonido inconfundible le indica que la batería del mp3 se ha agotado. Ahora ya se para, ahora ya ha llegado. Extiende su mano. In the night then jump, jump for my love. Ahí vienen.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...