martes, 31 de diciembre de 2019

2019, mis lecturas favoritas


Prefiero pensar que el año, el ciclo, termina el 31 de octubre. Sin embargo, como en casi todo, las costumbres de la masa se imponen, y es mejor mirar al infinito y suspirar profundamente aceptándolo, que plantar cara y nadar contracorriente. Pierdo mucha energía nadando contracorriente.

Aunque no lo he hecho siempre, por este mar de letras hay algunos resúmenes de lecturas a finales de diciembre. Lo hice, por ejemplo, en 2012 y 2013, también en 2016 y 2017. Otros años supongo que no encontré ningún motivo para revisar mi lista de libros leídos y elegir los mejores. Estoy revisando esas listas antiguas y me sigue encantando la de 2013, que fue un año de mierda pero leí muy bien, supongo que el universo quiso compensarme. Yuhu.

Comencemos con 2019. Vayamos al mes de enero, cuando tuve una suerte tremenda y por motivos de trabajo viajé hasta Cádiz, alargando mi estancia por mi cuenta gracias a lo bien que me encontraba allí. Se cumplían 10 años de una experiencia muy agridulce en aquella ciudad, y sentí que se cerraba un círculo de una forma muy material, por decirlo de alguna manera. Además, precisamente aquellos días estaba leyendo un ensayo magnífico, "El orden del tiempo" de Carlo Rovelli y, como comentaba en la reseña que escribí poco después sobre el mismo, "Es un auténtico privilegio aprender sobre el funcionamiento intrínseco del tiempo en una ciudad donde parece haberse detenido: o, al menos, donde la experiencia de la cadencia de su transcurso poco tiene que ver con la vivida en otros lugares. Cádiz." Anagrama rompía con el negro impecable de la Colección Argumentos, que tantas alegrías me ha dado, y se lanzaba con un diseño alternativo para la publicación de este ejemplar tan precioso, por dentro y por fuera.

Poco después, en el mes de marzo, llegaba a mis manos otra lectura muy especial tras una visita a una librería también muy especial, Mujeres & Compañía del barrio de Ópera (Madrid). El fondo, siempre tan cuidado, aguarda maravillosas sorpresas cargadas de feminismo, sorodidad y buenas vibraciones. Y, por supuesto, mucha calidad literaria. "Rotundamente negra" de Shirley Campbell Barr no brilla tanto por su técnica como por su increíble capacidad de transmitir sentimientos y experiencias. Este libro es un grito desgarrador, un fuerte puñetazo sobre la mesa, toda una declaración de intenciones. Me encanta. En su día la recomendé por aquí.

Curiosamente, en esa misma visita a la librería me llevé otra de las lecturas más memorables del año, "Mary Poppins: magia, leyenda, mito" de María Tausiet. Aprendí mucho esos meses sobre la relación tan estrecha entre la magia y Pamela Travers, la creadora del personaje de Mary Poppins. Travers fue íntima de mi adorado W.B. Yeats, a quien seguí la pista por Irlanda hace tres años.

La lectura de "Magia" (editorial Interzona) proyectó aún más luz sobre estos autores y sobre lo que el estudio de la magia supuso para ellos. Este precioso librito de Yeats lo encontré visitando la estupenda Feria del libro político de Madrid, que se viene celebrando los últimos años en los recintos de Matadero, una feria tan desconocida como estupenda y recomendable. Estad atentos al primer fin de semana de abril de 2020, con un poco de suerte se volverá a celebrar.

Los que me lean con frecuencia, conocerán mi debilidad por Sharon Olds. En abril de 2019 (un mes que me cambió el rumbo) conseguí este libro editado en Buenos Aires y no tan fácil de conseguir por aquí (ni por supuesto tan económico): "La materia de este mundo", de Sharon Olds. Por suerte se trata de una edición muy buena y es estupendo comprobar que se la cuida en algunas editoriales, lo digo por la edición de mierda que cierta editorial se marcó con "Odas". ¿Habéis escuchado alguna vez eso de "zapatero a tus zapatos"? Pues sastre, a tus trajes, tu aguja y tus hilos, pero por favor deja las letras. Subí por aquí un poema genial que extraje de este volumen.

A partir de abril todo cambió, pero seguí leyendo mucho porque hay cosas que nunca cambian. Leí mucho sobre los Shelley y compañía, amplié mi colección sobre el grupo de Villa Diodati y creció mi admiración por Mary Shelley gracias a la magnífica biografía escrita por Fiona Sampson, "En busca de Mary Shelley". Escribí una larga reseña con mucha información sobre el libro.

El 28 de julio, un día y 205 años después de que Mary y Percy se fugaran y realizaran el viaje de seis semanas por Europa, nos fuimos a recorrer las Tierras Altas de Escocia: la tercera vez para mí, la primera acompañada. Poco después, en septiembre, tuve la gran suerte de poder recorrer y explorar el barrio londinense donde creció Mary, el cementerio donde Mary Wollstonecraft estuvo enterrada y en el que Percy y Mary se declararon amor eterno.

Durante los últimos meses del año, me empapé de información sobre otra pareja tan mítica como literaria, Patti Smith y Robert Mapplethorpe. Conocía la obra fotográfica de él y había leído algunos poemarios de ella, pero nunca me los había tomado tan en serio.


Leí "Éramos unos niños"de Patti Smith, una biografía de los años de creación y crecimiento que pasaron juntos, eso sí, un tanto edulcorada. Para mí, Patti es ante todo una poeta, una creadora que expresa con palabras (incluso sus canciones muchas veces son narradas o susurradas, y su voz desde luego que no es la de una cantante melódica). Este libro es sobre todo una ducle declaración de amor y la plasmación de una historia que fue pero que a la vez nunca pudo ser, también es la prueba de que las relaciones no tienen que ser convencionales para atravesar cualquier obstáculo y marcar para siempre a sus protagonistas.

La nota realista de esta relación la pondría Patricia Morrisroe con "Robert Mapplethorpe", una biografía que es un trabajo de investigación en
profundidad y cuya lectura disfruté muchísimo. Morrisroe se entrevistó con muchas de las personas que conocieron a Robert y que vivieron de cerca esa explosión de creatividad, originalidad y autodestrucción por la que su nombre pasó a la historia. Este libro no contiene ni una pincelada de ese lirismo de Patti, todo lo contrario: no pretende mostrar solo una cara de la vida de Robert sino todas ellas, muchas de ellas no tan buenas. Su despotismo, el engreimiento propio de una estrella carente de humildad y empatía, el maltrato que proporcionó a sus parejas, la cantidad de veces que contagió el VIH a sabiendas, etc., todo está aquí y por tanto la polémica está servida.

Entre octubre y noviembre se proyectaron muchas películas de contenido LGTBI en la Cineteca y pude ver el biopic "Mapplethorpe" dirigido por Ondi Timoner (2018). Contiene muchos momentos memorables de la vida del artista pero también faltan muchos otros, y al igual que en "Éramos unos niños" de Patti, está bastante dulcificado y las anécdotas más terribles están suavizadas o directamente obviadas.

Siguiendo la estela de esta pareja, termino diciembre sumida en la lectura de "Augurios de inocencia", el último poemario de Patti Smith que este año ha sido traducido y editado en España, como siempre, por Lumen.

¿Cuáles han sido vuestros favoritos?, ¿coincidimos en algunas lecturas? ¿También termináis el año leyendo incansablemente...?


domingo, 29 de diciembre de 2019

"El asesino y otros poemas" - Anne Sexton



La poesía de Anne Sexton me recuerda mucho a la de Sharon Olds. Ambas tienen una manera muy similar de trabajar con la violencia. Las dos son delicadas y cuidadosas, artesanas de la palabra, y saben transmitir muy bien las sensaciones del ambiente familiar, en el que de alguna manera todas (las personas) podemos reconocernos.

Una vez situadas en ese refugio seguro, comienzan las sorpresas. Imaginad un sueño en el que un alfarero trabaja apaciblemente haciendo girar su torno, acomodaos en esa escena. Su rostro concentrado y sereno, sus manos sabias moldeando el barro, el aroma dulce de la humedad en la estancia. Ahora, y sin poderlo evitar, la hoja afilada de una cuchilla brota del barro y atraviesa sus manos. Pero no es eso lo que produce la herida: son las palabras, crueles, de su madre o de su padre durante su infancia y adolescencia, la herida no se puede cerrar y cada vez que se recuerda vuelve a abrirse. Algo así sería la poesía de Anne Sexton (tan similar a la de Sharon Olds), que casi siempre oculta una daga entre brumas, que hace referencia a las relaciones humanas.

Para Anne Sexton la escritura formó parte de su terapia psicológica: "se trataba, al parecer, de utilizar las supuestas propiedades curativas de la escritura a fin de que la paciente comprendiera qué estaba ocurriéndole. Efectivamente, comprendió. Comprendió, entre otras cosas, que era adicta a la aprobación masculina (la de su padre, en primer lugar), tanto sexual como intelectual. Comprendió que el papel de la mujer estaba culturalmente impuesto, que era un juego de culpa y poder." Sin embargo, a tenor de su desdichado final, la terapia no obtuvo muy buenos resultados.

Me gusta su forma de señalar con el dedo lo dañino, el resultado, la calidad literaria que surge de ese ejercicio de poner nombre a todo lo que acostumbramos a ocultar, incluso a engañarnos a nosotras mismas (las personas) diciéndonos que no existe, no es, no pasó. Estamos más guapas calladas (las mujeres): Adrienne Rich se preguntaba si el suicidio de Anne Sexton no fue sino una manifestación de la única forma de violencia que se nos permite a las mujeres.

A continuación, transcribo algunos poemas en la traducción de Jonio González y Jorge Ritter:


FANTASMAS
Algunos fantasmas son mujeres,
ni abstractas ni pálidas,
sus senos son tan blandos como peces muertos.
No son brujas sino fantasmas
que vienen moviendo sus brazos ociosos
igual que sirvientes desamparados.

No todos los fantasmas son mujeres,
he visto otros;
hombres gordos de vientres abultados
llevando sus genitales como trapos viejos.
No eran demonios sino fantasmas.
Uno de ellos arrastra los pies descalzos, dando tumbos
encima de mi cama.

Pero eso no es todo.
Algunos fantasmas son criaturas.
No son ángeles sino fantasmas;
ensortijados como rosadas tazas para el té
en cualquier almohada, o pateando,
mostrando sus inocentes traseros, gimoteando
por Lucifer.


CUANDO EL HOMBRE PENETRA EN LA MUJER
Cuando el hombre
penetra en la mujer,
igual que el oleaje rompe contra la costa,
una y otra vez,
y la mujer abre la boca con placer
y sus dientes brillan
igual que el alfabeto,
Logos aparece ordeñando una estrella,
y el hombre
dentro de la mujer
ata un nudo
de modo que nunca
puedan volver a separarse
y la mujer
trepa a una flor
y traga su tallo
y Logos aparece
y desencadena sus ríos.

Este hombre,
esta mujer,
con su doble anhelo
han tratado de atravesar
la cortina de Dios,
y por un instante lo han conseguido
aunque Dios
en Su perversidad
desata el nudo.



(No incluyo, como de constumbre, el link a la web de la editorial con la ficha del libro, porque este libro no está disponible en el catálogo de Icaria).


sábado, 28 de diciembre de 2019

"Buffalo Bill ha muerto" - e.e. cummings


52

quién eres, pequeño yo

(de cinco o seis años de edad)
que observas desde una alta

ventana:eldorado

ocaso de noviembre

(y piensas:que si el día
ha de convertirse en noche

esto es un hermoso modo de hacerlo)



REFLEXIONES, 1918
IX

una Mujer
                de bronce
triste
                                se yergue
junto a la bocana
una mujer algo vieja
                                               en camisón
                              que sostiene en alto una
antorcha
Siempre
               una mujer cansada
               ha tenido hijos
                                      y Ellos se han olvidado
de vigilar
              Permanentemente
el mar



69

ahora todos los dedos de este árbol(cariño)tienen
manos,y todas las manos tienen gente;y
cada persona concreta está más(amor mío)
viva de lo que cada mundo puede entender

y ahora tú eres y yo soy ahora y nosotros somos
un misterio que no volverá a ocurrir jamás,
un milagro que no ha ocurrido nunca con anterioridad
y brillando este nuestro ahora ha de mudarse en después

y nuestro después será una oscuridad en la que
los dedos estén sin manos;y yo no te
tenga;y todos los árboles sean(no más de lo que cada uno de ellos
deshojado)su silencio en la perpetua nieve

pero no temas jamás(alma mía,hermosa mía
flor mía)pues también después es hasta



X

cuando hayas recibido tu último aplauso,y
el telón final haga desaparecer el mundo,
sumiendo en el desaliento y en un sombrío silencio
ese escenario que no volverá a conocer tu sonrisa,
y te quedes un momento mientras yo te miro
reflexiona en el triste papel que te permitirán representar;
ya veo los grandes labios encendidos,el rostro gris
y los melancólicos y silenciosos ojos de Magdalena.
Las luces han reído por última vez;afuera,la oscura
calle aguarda a aquélla cuyos pies han pisoteado
las necias almas de los hombres hasta convertirlas en polvo dorado:
se detiene en el umbral de la derrota,
su corazón se quiebra en una sonrisaes el Deseo...

el mío también,pequeño poema pintado por dios



LVII

en algún lugar adonde nunca he ido,gozosamente más allá
de toda experiencia,tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más delicado hay cosas que me rodean,
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca

tu mirada más leve me abrirá sin esfuerzo
aunque me haya cerrado como unos dedos,
tú siempre me abres pétalo a pétalo como abre la Primavera
(tocando hábil, misteriosamente)su primera rosa

o si tu deseo fuera cerrarme,yo y mi vida
nos cerraremos muy delicadamente,de repente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosamente por todas partes;

nada de lo que podamos percibir en este mundo iguala
el poder de tu intensa fragilidad:su textura
me domina con el color de sus países,
produciendo muerte y eternidad a cada latido

(no sé qué hay en ti que se cierra
y se abre; pero algo en mí comprende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie,ni siquiera la lluvia,tiene unas manos tan pequeñas


miércoles, 11 de diciembre de 2019

"Mi Nueva York" - Brendan Behan



"Mi Nueva York" es un libro irreverente e inclasificable, al igual que su autor, quien poseía un sentido del humor muy fresco y cargado de ironía, en cuaquier caso muy personal y no para todos los gustos. Se definía a sí mismo como "un alcohólico con problemas de escritura" y digamos que esa frase de alguna manera lo dice todo. Define muy bien ese humor con toques oscuros y su ausencia de filtros para decir las cosas según le venían a la cabeza (o al menos esa es la sensación que se tiene leyéndole), también define la dosis de drama que el alcohol añadió a su vida, que fue excesivamente corta: murió a los 41años.

Que nadie busque en este libro una guía para visitar lugares destacados en Nueva York, porque no los encontrará. De hecho, hay tal saturación con los lugares que todo turista (que no viajero) aburguesado debe visitar en Nueva York, que lo mejor que puede hacer uno es irse a otra parte, y si termina yendo que se deje llevar por su instinto, en todo caso que no siga al rebaño turístico (gracias).

Lo que hace Behan es hablar de algunos de sus sitios de referencia y de por qué le resultan llamativos o destacados algunos aspectos de la vida en Nueva York, pero todo es una excusa para hablar de Irlanda y de cómo viven los irlandeses tan lejos de su isla. Deja al descubierto que cosas que se destacan como irlandesas en NY, jamás se han conocido en Irlanda. Que canciones supuestamente típicas irlandesas que se cantan en NY, jamás han sonado en un pub irlandés. Y así sucesivamente. Digamos que hace una autocrítica muy divertida, escrita de una forma fresca y ligera que se lee con gusto y muy rápido. Salta de forma anárquica de un tema a otro, mezcla anécdotas de juventud con sus platos preferidos de cualquier restaurante, o cuenta curiosidades de los irlandeses (como que nunca especifican la marca de cerveza cuando piden en los bares porque se da por hecho que la única cerveza es Guinness).

" Esta costumbre americana de no llevar bañador me resultaba en cierto modo molesta, no porque me diera vergüenza nadar desnudo, sino porque los demás podían ver que no era hebreo. Hoy ya no me molestaría, sin embargo, porque ese pequeño asunto ha sido ya rectificado, aunque sea un poco tarde en la vida.

Brendan Behan fue pintor, poeta, novelista y dramaturgo. Ahora que he terminado "Mi Nueva York" ya me esperan "Mi isla" (también editado por Marbot, y donde habla de Irlanda), y una edición del 72 de dos de sus obras de teatro traducidas al castellano, "Víspera de ejecución y El rehén" (de la editorial Cuadernos para el Diálogo, Edicusa). Escribió una obra muy extensa que lamentablemente no se encuentra traducida al castellano en su totalidad. Behan era muy alto y tenía cara de bonachón con unos rasgos típicamente irlandeses que salvando las distancias recuerdan a ese otro irlandés gigantón y adorable que fue Oscar Wilde.

Las ilustraciones de esta edición son de Paul Hogarth y resultan hipnóticas, me han encantado. Son tan abundantes como estupendas. Se trata de breves borradores de instantes de la vida en la ciudad que de tan cotidianos nos pasan desapercibidos, la excusa perfecta para detenerse en ellos y disfrutar de los detalles.

" Supongo que el Barrio Latino de París fue algo parecido al Village en algún momento del partido, en los días en que Sylvia Beach tenía una famosa librería allí. Sylvia era de Nueva York, una mujer muy noble y una honra para la especie humana, y amaba Nueva York, pero la amaba del mismo modo que yo amo Dublín, desde cierta distancia. Tres mil millas, en total. También fue la primera  persona de las que estaban en París en aquella época que se decidió a publicar las obras de James Joyce.
Joyce envió una de sus obras, titulada Exiliados, al Théâtre de l'Oeuvre, pero le fue devuelta. "Sr. Joyce" podía leerse en la hoja anexa, "acabamos de librar una Guerra Mundial y como resultado hay muchas viudas y huérfanos. Creemos que su obra resulta demasiado triste."
Supongo que debería haberle puesto a Richard una pierna de corcho o algo así para animar un poco las cosas le comentó Joyce amargamente a Sylvia Beach, y aparcó la obra para seguir escribiendo el Ulises, que tenía prácticamente terminado. Por mi parte pienso que un poco de animación no hace daño a nadie, de modo que he decidido titular mi próxima obra: Richard's Cork Leg [La pierna de corcho de Richard].



La edición de la que yo he disfrutado, además de contar la historia de Behan por Nueva York, cuenta su propia historia, ya que está destrozado tras sufrir un percance en una playa hace unos años. Las tapas están tremendamente arrugadas y las hojas tienen una ondulación caprichosa.

El tacto en conjunto resulta tan agradable que me resulta difícil describirlo con palabras. Es romo y blandito, muy acogedor. También tiene, si te fijas, un poquito de arena de playa entre las páginas, muy poca, la suficiente para que al pasar las páginas (delicadamente, están un tanto encajadas unas en otras, con sus ondulaciones) algunas briznas brillen momentáneamente, de forma inesperada y breve.

Todo pasó cuando la marea subió de foma repentina y Behan se encontró de pronto flotando junto a un pareo también olvidado en la orilla, como si quisiera alcanzar a nado su isla cruzando el Mediterráneo.


"Laura y Francisca" - Laura Riding Jackson




Dejemos hablar a mi bibliofilia. Este libro es precioso. La edición, la maquetación, las ilustraciones, la calidad del papel, los colores elegidos, el diseño de cubierta, todo es precioso. Da gusto tener este libro entre las manos. Y aunque te cueste un ojo de la cara porque comprar libros en este país es un lujo, te lo compras. 

Pero luego resulta que de las 180 páginas solo hay 20 que correspondan a poesía nueva para ti. Me explico. Al princpio tenemos un prólogo larguísimo escrito por la traductora, Nicole d'Amonville Alegría, que cuenta con todo detalle su propia historia en relación de cómo llegó a esta autora y cómo conoció a la Francisca del título. Si me conocéis sabréis que no soy amiga de prólogos cuando son innecesarios (y casi siempre lo son), más aún cuando quien lo escribe tiene el mal gusto de hablar de sí mismo en lugar del autor al que prologa. 

Después, en el libro solo hay un poema (en su versión definitiva corregida por la autora). No tenemos ni una sola traducción disponible de poemas de esta autora en español, pero a alguien le pareció buena idea empezar introduciéndola a los lectores españoles con una edición en la que se le da un montón de vueltas a un solo poema... ¡que ni siquiera es tan bueno! Esa versión se presenta con su correspondiente traducción al castellano.

A continuación, volvemos a tener el poema en su versión original sin corregir, junto a su traducción también. Seguimos sumando páginas. Pero aún podemos añadir más. Por qué no un buen puñado de páginas con la edición facsímil de la primera edición de los años 30. (Se oyen algunos aplausos tímidos y una tos nerviosa al fondo).
No sé, me hubiera gustado que hubieran dotado de contenido esta edición tan bonita. O que hubieran publicado antes una buena antología de la autora para conocerla de verdad, antes de sacar a la venta una edición que gira en torno a un solo poema que tenía muchas connotaciones personales y emocionales para su autora, pero poco más. 

A mí me ha dejado un poco fría, como tras recibir un regalo decepcionante con una envoltura maravillosa. Eso sí, al menos en lugar de poetisa, se dirigen a ella Laura Riding Jackson como poeta, vamos avanzando.


lunes, 28 de octubre de 2019

"Los Modlin" - Paco Gómez


¿Conocéis a los Modlin? Poca gente los conoce, se trata de una historia bastante freak.

A través de la visión de Paco Gómez, que se obsesionó con ellos, la reconstrucción de su historia da como resultado un libro absurdo e inclasificable que engancha, a pesar de todo. 


Los Modlin eran unos americanos que vivieron en el número 3 de la calle del Pez de Madrid desde los años 70 hasta su muerte. Aspiraban a pasar a la historia del arte (Margaret Modlin) y del cine (Elmer Modlin) pero su aportación no pasó de un puñado de fotos y enseres personales que arrojaron a la calle las personas que vaciaron la casa tras la muerte del último de los tres (y que Paco Gómez encontró por casualidad), además de un montón de cuadros inquietantes realizados por Margaret, de calidad cuestionable, así como algunas apariciones esporádicas en películas cutres, casi siempre como figurantes. La única película memorable (además de maldita) donde participó uno de los Modlin fue “La semilla del diablo” (“Rosemary’s baby”, 1968), donde aparecía Elmer Modlin como extra apenas visible en una de las escenas finales. Sin embargo, parece que la maldición les alcanzó de alguna manera.


El primero que llegó a España fue el hijo de ambos, Nelson. Cuando llegó era todavía muy joven y estuvo estudiando expatriado en colegios de Madrid y más tarde en la universidad de Salamanca, cuidando cambiar de domicilio cada dos meses a fin de no poder ser localizado a tiempo y evitar así ser llamado a filas a la guerra de Vietnam. Él fue quien facilitó la llegada de sus padres y gestionó muchos de sus asuntos hasta su muerte, ya que ellos nunca llegaron a aprender a hablar castellano correctamente y no se manejaban bien en asuntos burocráticos ni en asuntos del mundo real en general, ya que vivían en las nubes. 


Nelson Modlin era un chico muy guapo, y al parecer sus padres estaban obsesionados con su belleza. Aspiraban a convertirlo en una gran estrella del cine sin contar con sus intereses personales. Le retrataban desnudo con demasiada frecuencia y esto resulta muy inquietante y sospechoso, el trato hacia él siempre fue muy extraño y él evitaba hablar de sus padres, incluso de adulto; nunca sabremos hasta dónde llegaba esa obsesión por su físico y qué porcentaje de sus traumas de adulto estaría motivado por posibles abusos, si los hubo.


Aunque la historia más turbadora la protagoniza el autor de este libro, que se obsesionó durante años con la reconstrucción de estas vidas esquizoides, contagiándose de su deriva hacia el absurdo. El libro contiene multitud de reproducciones de fotografías íntimas de la familia y la narración es tan caricaturesca que resulta hipnótica. Para él, todo son casualidades, incluso teniendo en cuenta que todos eran vecinos de un barrio muy pequeño en el que en aquella época todos se conocían (Malasaña), lo raro es que los vecinos y trabajadores de los bares del barrio no le hubieran sabido dar información de esta familia, tras tantos años de convivencia en las mismas pocas calles.

Las cenizas de los tres (madre, padre e hijo) fueron arrojadas al lago artificial de la Casa de Campo. Años después, Paco Gómez protagonizó en su orilla una ceremonia personal para despedirse de ellos cuando concluyó su investigación. Ese día arrojó al agua las placas metálicas de las urnas funerarias de la familia… en el mismo lago que drenaron hace poco por completo a fin de retirar toda la basura que se acumulaba en el fondo. Para colmo, las inscripciones de las placas funerarias tenían erratas ortográficas. 

No he podido dejar de pensar en esto porque parece una historia que no se deja enterrar, que siempre vuelve a salir a flote aunque tenga más bien poco que contar. Parece que los protagonistas se rebelan desde el más allá y a pesar de no haber dejado a sus espaldas una obra sólida ni memorable, se revuelven para que les hagamos caso, siquiera por pesados.


sábado, 5 de octubre de 2019

sueño


La luz de aquella ciudad era blanca,
caminaba con esa sensación
de los primeros viajes,
cuando no hay quehaceres aún.
La mañana se deslizaba
ligera y fácil.

Entré en la catedral,
había allí una oscuridad silvestre,
húmeda y fresca,
olía a hojas mojadas,
se oía
un culebreo de animales
cálidos y pequeños.

Subí al altar, quité
la imagen de la virgen,
me puse yo, desnuda,
a mirar desde allí,
a la ciudad,
a la luz y a vosotros.
Los ojos ya
pura contemplación,
la mente poseía
la cadencia del mundo,
la de los pájaros
en el aire.

Y yo sólo miraba,
y era mamífera y era agua,
y era pequeña y era eterna.
Y detrás de la puerta, estaba el mar.









poema extraído del libro "Libérame Domine"
de Gracia Aguilar Almendros
Editorial Pre-Textos
2017


miércoles, 10 de julio de 2019

"Lo que se puede contar" - David González


Hay un espacio en uno de los estantes de mi biblioteca con más de diez libros de David González. Le he leído desde que era una adolescente que apenas empezaba la universidad, he acudido a muchos de sus recitales, a presentaciones de sus libros, nos hemos cruzado e-mails desde 2009, he reseñado sus libros sin descanso*, le he seguido de cerca a través de amigos y conocidos, incluso fui mecenas durante una temporada que habilitó un blog de pago, “Todo lo demás son palabras”. Recordar a David González es para mí, también, recordar una época de mi vida, ya que le conocí a través de una persona que también, y sin querer, me llevó a otras y después pasaron muchas cosas (que llegan al día de hoy). Pero le había perdido la pista en estos últimos años.

Se ha escrito mucho sobre la poesía maldita de David González. Compruebo que sigue siendo el mismo y que su poesía sigue también siendo la misma, no sé si esto me reconforta o me decepciona. Me gustaría explicarme bien. De alguna manera siento que se agotan todas esas anécdotas de vida que nutren su maravillosa poesía de no ficción (como él mismo la define). Y que en este libro sus textos contienen lo que fue, es decir, lo que ya sabemos unido a su día a día en el presente, que es un tanto desolador: la pobreza se empeña en perseguirle de cerca a dentelladas, la relación con su familia sigue siendo un desastre y su vida amorosa es devastadora. Pero crece el número de lectores que reivindican su obra y que le dan voz a través de la radio, en reseñas de blogs literarios, en tesis doctorales en la universidad, también hay un documental sobre su figura, se puede ver aquí:


“Para mí la poesía, y voy a decirlo claramente, es como un sol que sale de noche. La poesía debe iluminar los rincones oscuros del alma.”

Me pregunto si habría preferido encontrarme a un David González reinventándose a sí mismo y explorando nuevas formas de utilizar su talento, que es mucho. Creo que su capacidad de transmitir es algo innato, así como la facultad para denunciar lo injusto. De lo que nadie puede acusarle es de no haber compuesto una obra original, porque personalidad le sobra, a él y a sus libros. Si habéis tenido la oportunidad de escucharle alguna vez en vivo, sabréis de qué hablo.

Reivindicar la poesía de David González en estos tiempos en que la poesía se ahoga, es quitarle un poco del lastre de la pseudo-poesía de la apariencia, de poetas con morritos, de sombreritos de ala estrecha, de juegos de palabras que no son poesía, de frases (que no son versos) impresas en los pasos de cebra de Madrid: la pseudo-poesía de la Generación Encantada que ya señalaba con desencanto David allá por 2015, y que cada vez es más ruidosa y sinvergüenza. La poesía es cuando no tienes miedo, y cuando no tienes miedo dices la verdad: verdad y David González van de la mano.

Si en la tapa del primer volumen de El lenguaje de los puños aparece Joe Louis, el boxeador predilecto de mi abuelo Luis, la idea que tenía pensada, una idea creativa que me hacía muchísima ilusión poder llevarla a cabo, era que en el segundo volumen fuese Cassius Clay, púgil favorito de mi padre, quien diera la cara desde la portada, lugar que ocuparía en el tercero Evander Holyfield, mi campeón, mientras que en el cuarto y último volumen, mis propios puños te machacarían el rostro desde la cubierta. Esta era la idea, sí, pero como con tantas otras cosas en mi vida tengo que joderme y renunciar a ella por razones técnicas y económicas, y juntar los volúmenes 2, 3 y 4 en un solo libro que reúne los artículos críticos, y los poemas que en ellos se mencionan, que se han escrito sobre mi poesía en prensa e internet durante el periodo comprendido entre los años 2001 y 2013. De este modo, los críticos son también, sin ellos saberlo, los antólogos de este tocho de más de quinientas páginas, en una edición limitada a tan solo 78 ejemplares.

“Lo que se puede contar” es una colección de poemas autobiográficos y narrativos, que dejan poco lugar a la imaginación. Se trata de la séptima entrega del ciclo “Los que viven conmigo”. Es lo más cercano a diario personal con forma de poesía que he leído en mucho tiempo, pero este siempre fue el estilo de David. Su poesía es dura y cruda, dolorosa y auténtica, sucia y cruel de tan realista.

Sin embargo, David es alguien que parece escurrírsenos entre los dedos. Lleva mucho tiempo molestándose cada vez que alguien le pide que se cuide y después de tantos años esa maldición no parece ser ninguna broma: no es un artificio para vender, un aura de misterio o una excusa para ir de duro: es real. Mientras escribo esto, leo un artículo on-line de 2016 donde hablaba de un suicidio pasivo, de dejarse morir, de muchas drogas y de problemas con las autoridades: se quejaba de tener pocos lectores a pesar de tener decenas de libros en el mercado y haber sido traducido a varios idiomas.

Su obra está exageradamente dispersa en multitud de editoriales y algunos de sus títulos ya son imposibles o casi imposibles de conseguir. No sé. Tenía una amiga que ironizaba con el hecho de perderle la pista a alguien y encontrarle después de los años “debajo de la misma farola”. Criticaba duramente la falta de ambición, el estancarse, la mediocridad. Y estoy de acuerdo sólo en el sentido de que es cierto que nadie regala nada… pero también lo es que poner toda la energía en una sola cosa que nunca funciona, o no como a ti te gustaría, definitivamente no es una buena opción. Pero es que hay gente que literalmente no sabe cómo hacer, o no puede hacer las cosas de otra manera.

Creo que lo que me ha pasado con este poemario es que he percibido que más allá del mensaje vitalista que siempre transmitía David (y que, de alguna manera, también está aquí), me ha dado la sensación de que son los poemas de alguien que ha tirado la toalla, y por eso me ha dejado descorazonada leerlos. Quizá había olvidado que la poesía de David te rompe literariamente la nariz de un derechazo cada vez que abres alguno de sus libros por cualquier página.

Uno de los recuerdos más bonitos que atesoro es que, en sus e-mails, David siempre se despedía así:

Tu amigo, David González, con un abrazo fuerte y solidario, agradecido.



*Haciendo click sobre la etiqueta “David González” que aparece justamente aquí debajo, se puede acceder directamente a todos los textos sobre David que hay en este blog, desde el año 2008. Ha llovido desde entonces…

Estaré sorteando un ejemplar de este libro en mi perfil de Instagram (@marapsara) hasta el 15 de julio, ¡participa!

martes, 2 de julio de 2019

"Mejor la ausencia" - Edurne Portela


Esta es la primera vez que me enfrento a un libro de Edurne Portela y me ha llevado directa a su mundo, sin explicaciones ni transición. "Mejor la ausencia" es una de esas novelas que no tienen prólogo ni lo necesitan. Tiene un hilo argumental claro y se puede decir que es un libro sin pretensiones, esto es algo que dice mucho a su favor. Personalmente, me molestan las ínfulas y los engolamientos, en este sentido este libro es perfecto, si bien es verdad que he echado en falta quizá algunos toques de lirismo, luego explico por qué.

Portela se centra en describir los hechos, de una forma más o menos clara: algunas veces las escenas de violencia son muy cruentas, otras se describen de forma más escueta, que no poética: con pocas palabras y obviando fragmentos que perfectamente el lector se puede imaginar. Es decir, en estos casos la narración se presenta como una escena a fogonazos, con ráfagas de luz seguidas de momentos de oscuridad que activan la imaginación del espectador. Sabemos que lo más terrible es precisamente lo que no se ve y que la mente de quien observa es capaz de figurarse horrores mucho más terribles de los que la ficción sugiere.

En cuanto al lirismo: Portela ha elegido un modo directo y descriptivo para presentar una historia que gira en torno a la violencia (familiar, social, institucional). Es un modo tan válido como cualquier otro, si se hace bien. Personalmente, valoro mucho el esfuerzo narrativo cuando la narración describe sucesos espantosos y sin embargo la forma elegida es lírica, como en el caso de “Del color de la leche” de Nell Leyshon o “Tu amor es infinito” de Maria Peura. Me parece que, en estos casos, la finura y la delicadeza convierte al escritor en un artesano de las palabras, puesto que construir una narración hermosa con un argumento espeluznante es algo así como fabricar una obra de arte con el barro.

Algo a destacar es la evolución del lenguaje de la protagonista, que habla en primera persona y su forma de expresarse evoluciona a medida que ella crece. Desde que es una niña y empieza a asistir a escenas de violencia familiar y de terrorismo etarra, hasta que es una mujer cuya vida, en todos y cada uno de los aspectos, se ha visto afectada por ese entorno de violencia y miedo en el que viene a nacer y del que el lector comprobará si es capaz de escapar en algún momento.

Hace poco leí a Alice Miller en un ensayo que enlaza muy bien con esta historia, “El cuerpo nunca miente”. En ese texto Miller analiza hasta qué punto está aceptado e interiorizado el cuarto mandamiento católico en la cultura popular, y de qué manera lo hemos asimilado. En general, las personas que componen nuestro entorno (amigos, familia, compañeros de clase y trabajo, etc.) siempre nos van a incitar a perdonar y amar a nuestros padres aunque se compruebe que nos están tratando mal, de una forma violenta y dañina.

Muchas veces, los padres parecen creerse el cuento de la cigüeña y le encargan niños perfectos, pero perfectos según sus ideales, claro. Luego, no reciben de la cigüeña los hijos que soñaban, y rechazan y quieren modificar las formas de ser de hijos sensibles y amanerados, o de hijas asertivas y fuertes que rechazan el rosa, hijos que resultan ser hijas, hijas que resultan ser hijos, hijos e hijas con sexualidades no normativas, tatuados, o que desean carreras profesionales distintas a las que habían diseñado para ellos.

En mi opinión, los padres que no te quieren como eres, no te quieren. Quieren (si es que ser tan salvajes no les incapacita para el amor) al ideal que soñaron, y que por supuesto no existe. Y si no hay lugar para el diálogo y el entendimiento (teniendo en cuenta que su rechazo puede provenir de la ignorancia y ser reversible a través de explicaciones y educación), hay que huir de ahí. Quedarse nunca da lugar a nada bueno: los principios determinan los finales, como sucede en esta novela de comienzo premonitorio.


viernes, 14 de junio de 2019

"Un apartamento en Urano" - Paul B. Preciado



Tengo una deuda eterna con Paul B. Preciado. La aparición de su “Manifiesto contrasexual” derribó los primeros muros de mis barreras mentales (socialmente injertadas y fijadas con el paso de los años) con frases que sacudían mis cimientos, como la contrasexualidad afirma que en el principio era el dildo. Con la esencia de Michael Foucault, Judit Butler y Donna Haraway impregnando cada espacio en blanco y esa energía y sabiduría desenfrenada de Preciado que nos daría maravillosos títulos con los años. Porque después del “Manifiesto contrasexual” vinieron “Testo yonqui”, “Terror anal” y “Pornotopía”, que ya devoré como fervorosa practicante de la teoría y el imaginario que estaba creando Preciado.

Estoy muy orgullosa de su coherencia y de su trayectoria. Me alucina comprobar cómo ha llevado a cabo hasta los límites sus ideas, y le estoy completamente agradecida de la labor educativa y social que realiza en el terreno sexual, con todo lo que ello implica. La forma en que entiende la sexualidad humana es tan enriquecedora, tan novedosa y, a la vez, tan obvia cuando indagas en ella, que es increíble que el pensamiento promovido por los gobiernos y asumido por la sociedad, siga siendo tan patriarcal, heterosexual, tan binario y tan gris en general.

p.26 Soy un disidente del sistema sexo-género.

“Un apartamento en Urano” recoge varias decenas de artículos cuyos temas giran en torno a las preocupaciones habituales del autor, como la libertad, la sexualidad, las relaciones sociales, la política, los movimientos sociales, la transexualidad, el feminismo, los colectivos oprimidos, etc. Todo aquello que conforma la realidad diaria de cualquier humano consciente del medio en el que vive, y todo centrado en el individuo como pieza elemental pero intercambiable en la que reposa la estructura social. Recordando como un mantra que lo personal es político, y que la implicación individual produce terremotos.

Este libro aparece en un 2019 en el que los cambios en el imaginario colectivo son innegables, se cuelan por todas las rendijas, se visten de todos los colores y hablan cada vez más alto. Reclaman lo que es suyo por derecho propio mientras la violencia, el miedo y la vergüenza dan los últimos coletazos en forma de partidos de derecha compuestos por un montón de pequeños dictadores sociópatas que sin el amparo del grupo se desvanecerían como lágrimas en la lluvia.

p.64 “Si tengo un hijo maricón, lo mato.” Y ese hijo era yo.

Me gusta mucho el prólogo tan cálido de Virginie Despentes, que abre la puerta al lector mientras le da a Paul un abrazo. El amor entre ellos no sabe de géneros, ciudades, casas ni tiempos, y traspasa el papel a fogonazos. También me encanta la introducción de Preciado donde explica la elección de la figura del planeta Urano, la historia que lo relaciona con el colectivo queer y que se remonta a la mitología griega (el mismo lugar al que se remonta todo lo que importa). En 1864, Karl Henrich Ulrichs acuñó el término “uranista” para definir el tercer sexo inspirado en la cita del “Banquete” de Platón que habla de una concepción no heterosexual: en concreto, la que da a luz a Afrodita (diosa del amor) después de que Cronos castrara con una guadaña a su padre Urano.

Mientras que las relaciones homo y bisexuales están presentes en la naturaleza y en toda la maldita historia del ser humano, sin embargo, toda relación no heterosexual sigue siendo:

p.21 (…) una forma de amar que en la Inglaterra o la Prusia de la época [1864] podía  conducirte a la horca y que hoy sigue siendo ilegal en setenta y cuatro países y causa de pena de muerte en trece países, entre ellos Nigeria, Yemen, Sudán, Irán o Arabia Saudita, y motivo habitual de violencia familiar, social y policial en la mayoría de las democracias occidentales.

Me interesa mucho la trayectoria trans de Preciado. Desde “Testo yonqui” nos empezó a contar sus incursiones en el mercado negro para conseguir testosterona de modo que no tuviera que seguir los cauces legales y pautados por médicos. No estaba de acuerdo con la patologización de la  transexualidad en España y no es de extrañar, porque una cosa es que se consiguiera legalizar y otra muy diferente son los humillantes procesos por los que debe pasar todo individuo que quiera un cambio legal en su documento de identidad. Años, fármacos y el diagnóstico de enfermedad mental. Todo esto lo explica prolijamente a través de varios artículos, donde asistimos al recorrido que empieza con la auto-administración de testosterona, el posterior éxodo por consultas médicas, la apertura de su “expediente de rectificación de la mención del sexo en la partida de nacimiento” y la publicación al fin de su nuevo nombre en el boletín oficial y en los periódicos, una última burla gubernamental a su privacidad e intimidad como ser humano.

p.152 (…) en treinta y dos estados de la Unión Bruce podría llevar un Colt 45, pero no un vestido.

Me gusta la manera en que se expresa, que balancea tan bien lo académico y lo cotidiano. Subrayo de forma frenética tanto artículos de denuncia social (“La valentía de ser uno mismo” es sin duda mi favorito), como aquellos en los que se deleita en su experiencia viajera y analiza pequeñas cotidianidades como en “Casa vacía”, donde a la vez hace una serie de relaciones filosóficas con su experiencia vital que aportan al lector lirismo y aprendizaje de vida.

En esencia, lo que nos sigue diciendo Preciado es que no somos los integrantes del colectivo LGTBI, sino que es la sociedad la que está enferma. Y que es necesario seguir habitando los márgenes y reivindicarlos, igual que nos re-apropiamos cada día de los insultos y de las etiquetas con los que la heterosexualidad binarista y mutiladora pretende señalarnos como enfermos. El mensaje que se desprende es una llamada a desarrollar el potencial individual, aprender para tomar decisiones informadas y vivir de forma coherente a como sentimos, sin que nada de lo socialmente establecido se nos imponga. Se nos invita a desobedecer. Y no hay cosa que más me guste que ir a contracorriente (ya que la corriente, tal y como la percibo, está contaminada). Luchar por la justicia poética está en mi naturaleza y no tengo ninguna intención de ponerme diques ni de contenerme. Solo quiero seguir destruyendo barreras, si es que aún me queda alguna.

p.68 (…) los espermatozoides y los óvulos son células heploides, es decir, tienen un  único juego de veintitrés cromosomas. El proceso de fertilización no supone la diferencia de sexo o de género de los cuerpos implicados, sino la fusión del material genético de dos células haploides. No hay nada que haga más apto para la reproducción a un cromosoma de un heterosexual que al de un homosexual, con independencia de que la inseminación se lleve a cabo con un pene o con una jeringa, en una vagina o sobre una placa de Petri. La reproducción sexual no necesita de la unión política ni sexual de un hombre y de una mujer, no es ni hetero ni homo. La reproducción sexual es simple y maravillosamente una recombinación cromosomática.

viernes, 7 de junio de 2019

"En busca de Mary Shelley" - Fiona Sampson



Cómo se empieza a escribir sobre Mary Shelley. Cómo se rinde justo homenaje a la mujer que inauguró sin saberlo un nuevo género literario con “Frankenstein” y que por su trayectoria profesional y vital es el referente indiscutible de mujer del Romanticismo. Sin duda Fiona Sampson lo ha conseguido. Ha escrito una biografía que desarma al lector poniéndose el listón cada vez más alto: contextualizando en el tiempo y en el espacio cada-minúsculo-detalle de la vida de Mary y ofreciendo hipótesis y datos contrastados en torno a la influencia que tuvieron en ella tanto su entorno social y cultural como el familiar y afectivo.

Este libro es una auténtica maravilla. Una virguería tanto en forma como en contenido. Si no conoces a Mary, te enamorarás de ella entre estas páginas. Si ya estás al tanto de su trayectoria en mayor o menor medida, te enamorarás aún más si cabe… porque no se puede conocer la historia de Mary Shelley sin amarla.


Termina el siglo XVIII, y entonces…

El 30 de agosto de 1797 vino al mundo Mary Shelley para confirmar que difícilmente puede salir mal el hecho de ser una escritora nacida entre dos siglos. A los pocos días, y por complicaciones derivadas del parto, su madre muere en una agonía horrible, provocada por una septicemia (inducida a su vez por un médico que no se lavó las manos). Recordemos que los primeros científicos que relacionaron higiene e infecciones terminaron en la cárcel por alborotadores, y recordemos además que en aquella época no existían los antibióticos; también, que la sabiduría natural de las “brujas” se había quemado en las católicas y apostólicas hogueras. Pues bien: esa mujer muerta tras el parto era la gran Mary Wollstoncraft, a la que las feministas actuales reivindican por la genial obra “Vindicación de los derechos de la mujer”: la misma filósofa y escritora que ya antes había dado a la imprenta la “Vindicación de los derechos del hombre” (pero eso, al parecer, fácilmente se nos olvida) y, aún antes, la menos atinada “La educación de las hijas”.

Hay una anécdota preciosa que retrata a William Godwin, el filósofo e intelectual padre de Mary Shelley, visitando la tumba de Mary Wollstonecraft junto a la pequeña, y enseñándole a leer poco a poco haciendo que siguiera con sus pequeños deditos los surcos tallados en la piedra que formaban las letras del nombre de su madre en la lápida. Ese lugar se convirtió en el refugio de la pequeña niña, era donde acudía cada vez que quería darle un abrazo a su madre. Allí se inspiraba y escribía, sentada junto a la tumba, y allí es donde llevó a Percy Shelley al poco de conocerle, algo que tiene sentido si se piensa que era la forma más cercana y real de presentarle a su madre a su enamorado.

Volviendo a los primeros pasos lectores de la joven Mary, hay un pasaje en la página 50 de “En busca de Mary Shelley” ante el que inclinarse y quitarse el sombrero: aquel en el que Sampson investiga y recrea el despunte de la literatura infantil en la industria editorial aún muy joven y poco corrupta de 1800. Argumenta y contextualiza el tipo de libros a los que Mary pudo tener acceso, teniendo en cuenta también el entorno intelectual del que disfrutaba en casa, el poder adquisitivo de su padre, así como la manera en que estas historias infantiles pudieron tener influencia en la escritora que ya casi se adivinaba en ella. Seria, organizada, meticulosa, intensa hasta el paroxismo y con una necesidad imperiosa de plasmarlo todo por escrito, mantenía un diario desde muy joven y ya nunca dejó de escribir.


Mary escritora

La irrupción de Percy en la vida de Mary es decisiva. La manera en que se fugan el 28 de julio de 1814 a un largo viaje por Francia, Suiza, Alemania y Holanda, llevando consigo a la tercera en discordia, Claire (hermanastra de Mary), es un hito en la historia de la literatura. En la historia rosa de la literatura, si se quiere. Es el punto de inflexión que determina el fin de una infancia entre filósofos, cultura y libros, como mera observadora embelesada, y el comienzo de una etapa en la que Mary disfruta del entorno cultural e intelectual de su generación e interviene por derecho propio en el mismo.

Me han sorprendido gratamente las hipótesis que hacia el final de la obra lanza Sampson en relación a lo que verdaderamente unía a las dos hermanastras, y por qué resultaron ser siempre inseparables a pesar de la manera de ser infantil y caprichosa de Claire, y el modo en que añadió dolor a la ya de por sí difícil relación entre el matrimonio Shelley. Pero no lo desvelaré aquí, es demasiado perfecto, tendrán que acudir a sus librerías para saberlo.

Mary se quedaba embarazada con facilidad y perdía a sus hijos casi de la misma manera. Mientras, Percy se divertía por ahí con Claire y disfrutaba de su alocada vida de poeta y aristócrata arruinado, siendo siempre coherente con su pensamiento revolucionario y provocador, que incluía cuestiones tan sacrílegas para la época como el ateísmo, el amor libre, el vegetarianismo, etc. El problema es que también era manipulador y caprichoso, y mantenerse a su lado conllevaba el sacrificio de vivir tal y como él lo hacía, porque de otro modo no entendía la lealtad, (¡así de mal entendida la tenía!). Así, por ejemplo, comprometía a Mary para que tuviera relaciones con amigos suyos (a fin quizá de tener coartada para hacer él lo mismo por su cuenta con otras personas) o le imponía el vegetarianismo, en una Inglaterra en la que conseguir fruta y verdura de calidad sería aún más difícil que en la actualidad, si cabe, y donde la información nutricional brillaría por su ausencia (igual que ahora, también).

Uno de sus viajes les llevó a Villa Diodati, la casa que Lord Byron alquiló en Suiza, a orillas del lago Lemán, para pasar el verano de 1816, el verano en que hizo tanto frío como en invierno. Como no podían disfrutar de paseos al aire libre ni de las embarcaciones en el lago, se reunían a la luz de las velas para disfrutar de las tormentas mientras leían un libro alemán de relatos de fantasmas, “Fantasmagoriana ou Receuil d’Histories de Spectres, Revenants, Fantômes, etc.” Todos los miembros del grupo estaban familiarizados con la novela gótica, y es en este escenario donde Lord Byron sugiere que cada uno de ellos escriba su propia historia, a fin de inspirarse unos a otros y generar un pasatiempo con forma de desafío literario.

Mientras tanto, sin que ellos lo sepan, el hostelero del cercano Hôtel d’Angleterre en Sécheron, ha instalado un telescopio para que los huéspedes puedan curiosear qué se cuece en la casa donde se aloja el ya famoso, escandaloso e irreverente (“loco, malvado, peligroso”) Lord Byron. Con su formalidad habitual, Mary es la única que se toma en serio el encargo y empieza a escribir su “Frankenstein” inspirada por sus viajes con Claire y Percy (el castillo Burg Frankenstein, cerca de la Selva de Oden en Alemania) así como por la ambientación tétrica de aquel verano y los avances científicos galvanistas de su época, cuyos experimentos y escenificaciones causaban furor en los teatros de las ciudades.

Y, ¿¡¡cómo no iba a verse influida Mary, si además de todo lo que ya sabemos, fue coetánea de artistas de la talla de: Goethe, Beethoven, John Keats, William Blake, William Wordsworth, Emily Dickinson, Walt Whitman, S.T. Coleridge, Edgar Allan Poe, Alfred Tennyson, J.H. Füssli, Robert Burns, Charles Baudelaire, George Sand (A.A. Lucile Dupin), Robert Browning, Chateaubriand, Weber, Caspar David Friedrich, Goya, Velázquez y los mismísimos Percy Bysshe Shelley y George Gordon Byron, entre otros muchos y muchas…!!?


La vida a partir de Frankenstein o el moderno prometeo

Resulta muy revelador cómo Sampson analiza la evolución de la escritura de la joven Mary a través de sus diarios y sus obras literarias, con precisión y cuidado, así como la vasta influencia que su obra ha tenido en el mundo occidental. Tenía una inquietud cultural férrea y se dedicaba a leer y a escribir, a aprender idiomas y escribir, a disfrutar del arte y escribir, a corregir y transcribir las obras de Shelley y Byron y escribir, a observar la naturaleza y escribir, a observar su propio mundo interior y escribir…

La vida de Mary fue larga teniendo en cuenta la esperanza de vida de su época, y después de ese episodio clave en Villa Diodati conoció el reconocimiento literario y la fama, vivió en mil y un lugares diferentes y tuvo muchos momentos de felicidad y también de desdicha, pues aún le esperaban muchos incidentes dramáticos en su vida. El tétrico listado de muertes que arrastraba es imponente, y cómo se sobrepuso a ellas, admirable.

No se trata de resumir aquí “En busca de Mary Shelley”, dejémosla insuflando vida al monstruo con palabras en su habitación propia mientras Percy y Byron recorren juntos Venecia. Yo elijo quedarme observándolos en sus momentos más emocionantes e inspiradores. La historia de este grupo de personajes mágicos marcó una etapa intensamente agridulce de mi vida que creí que había terminado hace mucho, cuando realmente no había hecho más que empezar. Fiona Sampson, de la mano de Galaxia Gutenberg, ha venido a endulzar unos días en los que siento a la preciosa Mary más cerca que nunca: porque este libro no supone un viaje al pasado donde nos situemos cómodamente a observarles, no; va mucho más allá. Son ellos mismos situados en nuestro presente tal y como se los percibe, debido a la apabullante cercanía a través de la que casi podemos acariciarles, sentirles, escuchar sus voces y recibir su esencia… gracias al admirable trabajo de Fiona Sampson.

domingo, 2 de junio de 2019

"Mujeres bibliófilas en España" - Nieves Baranda



El tamaño de este minúsculo librito no está en absoluto proporcionado con la calidad del contenido magnífico que aguarda en su interior. Se trata de un recorrido por las bibliotecas de mujeres de la nobleza y la realeza desde finales de la Edad Media hasta el siglo XIX, paseando por los estantes de quienes en aquel momento se podían permitir el lujo de poseer libros, a saber: Isabel la Católica, Juana de Austria, María de Hungría, Isabel de Farnesio, Juana Inés de la Cruz o Bárbara de Braganza, entre otras.

Desde el comienzo es estupendo: de forma muy breve, Baranda explica que este libro es fruto de un antiguo encargo y que su reducida extensión se deriva de la idea de quienes diseñaron esta colección, por lo tanto, tema y número de páginas han sido condicionados. Al parecer, quisieron hacer una colección de ensayos breves porque “enrollarse es de alfombreros”. Me hizo tanta gracia esta expresión que me prometí adoptarla en mi lenguaje cotidiano. Además, detesto que los escritores añadan páginas innecesarias a veces, así que lo breve, si bueno, ya saben.

Según Baranda, la limitación de espacio deja fuera tanta información interesantísima, que su pretensión con este libro no es más que abrir la puerta a las investigaciones de aquellos lectores que quieran ampliar información. Además, la bibliografía es nutrida y extensa, ya la quisieran para sí muchos ensayitos que se publican con ínfulas y una bibliografía vergonzante, o peor aún, inexistente.

Me gusta mucho que indique la cantidad precisa de ejemplares que poseían las bibliófilas a quienes cita, y que aclare que es imposible establecer las diferencias entre las bibliotecas de hombres y mujeres en un tiempo donde la mujer ni siquiera podía ser independiente para administrar su patrimonio: tan hostiles eran esos tiempos (no han dejado de serlo del todo ahora) que incluso estaba mal visto que una mujer se interesara por la intelectualidad, por tanto era consideradas unas intrusas en un terreno exclusivo de hombres y carecían de tradición, modelos o referentes, vivían su pasión aisladas.

En apenas cien páginas desfilan un buen puñado de mujeres españolas que atesoraron libros y de alguna manera tuvieron parte en la escena cultural de su tiempo. Bien merecen un homenaje a través del tiempo.

sábado, 1 de junio de 2019

"El bosque" - Nell Leyshon




Conocía a Nell Leyshon a través de su admirable trabajo “Del color de la leche”, novela que se publicó en España a cargo de Sexto Piso y con traducción de Mariano Peyrou: era una auténtica delicia, con esa redacción tan sutil y esa capacidad para mantener al lector en vilo. A pesar de relatar sucesos espeluznantes (de abuso infantil) conseguía dar forma a todo ese lodo y construir algo hermoso a partir de eso: una tarea complicada y casi contradictoria, pero es que en eso consiste la verdadera literatura.

En “El bosque”, con traducción de Inga Pellisa, he encontrado vaivenes en lo que a intensidad se refiere. También es cierto que la novela se divide en tres bloques principales bien diferenciados y que la intención, la forma, el fondo… todo parece haber sido orquestado de modo que no se perciba como una novela al uso.

La trama no es ningún secreto, ya que se resume detalladamente en la cuarta de cubierta de la novela.

La primera parte se desarrolla en Polonia, en un ambiente familiar ideal donde el pequeño Pawel crece junto a las contradicciones de su madre y el resto de la familia (tan parecida a todas las demás familias felices o tan infelices a su manera). Las contradicciones de su madre son debidas a su difícil gestión personal de la ruptura con su independencia y todo el tiempo que tenía disponible para dedicarlo a los placeres, la habitación propia… cuando irrumpe la maternidad. Esto está muy bien plasmado a lo largo de toda la trama, sin eufemismos, ya que la vida interior de las mujeres, la sexualidad femenina y la maternidad son temas tabúes en la vida real y, por tanto, en la literatura, que es la representación escrita de la misma. Zofia, la madre de Pawel, se percibe a sí misma como un sol transmutado en planeta que gira en torno a un nuevo astro, su hijo, que reclama todo su tiempo y todas sus atenciones.

Su piel huele a galletas, a algo hecho en casa, aquí en la cocina. Siente que ella misma empieza a ablandarse, como si su corazón fuese de nuevo cera y él fuese de nuevo la llama. Levanta un brazo, rodea su cuerpo. Levanta la otra mano, le aparta el pelo de la frente con una caricia. Él la estrecha más fuerte por la cintura, por el cuello.
Vuelve a ser un solo cuerpo.
Desliza la mano por su pelo, por su mejilla, envuelve su mentón en la mano. Le levanta la cara y se miran el uno al otro. Sostiene su cara, su cara entera, su mundo entero, parecería, en la palma de la mano.

La segunda parte es la pérdida de la inocencia para Pawel y también la pérdida de la vida, o de la vida tal y como la conocían, para el resto de su familia. El niño y su madre huyen al bosque para salvarse de la invasión militar y durante una temporada se refugian en un establo, dignificando su día a día en la medida de sus posibilidades: esta época marcará sus vidas para siempre. Este bloque es el más abstraído, de modo que refleja muy bien los esfuerzos, conscientes o no, de los protagonistas para disociarse de una realidad que se les presenta de forma tan hostil. Entre el lector y la trama hay un velo muy denso, que no es accidental. Es también muy lírico y casi se podría decir deshilachado, en el sentido de que en ocasiones la cadencia se interrumpe, se ramifica, llega a puntos muertos y se retoma a sí misma en cualquier otro lugar inesperado. Justo aquí Leyshon deja entrar a la magia y lo hace por todo lo alto, dando lugar a algunos de los pasajes más emocionantes de toda la obra. Un I went out to the hazel wood al más puro estilo Yeats que, precisamente, homenajearía al escritor irlandés también en lo mágico si es que el lector quiere sugestionarse tanto como yo lo hago y encontrar asociaciones incluso donde no las hay: o, más bien, donde Leyshon nunca las puso adrede. O quién sabe.

Le es imposible dormir. Tal vez sea verdad, y está vigilando la entrada de la cueva. Los seres humanos creen que avanzan sin fin hacia el desarrollo y la sofisticación, sin embargo, habitan en todos nosotros los fósiles enroscados de los hombres y mujeres antiguos, que saben cosas que nosotros no. Que notan una presencia a nuestra espalda. Que saben que debemos sentarnos apoyados en la pared para ver acercarse al enemigo. Que se enamoran en la primera cita, guiados por olores invisibles, imperceptibles.
Ella, Zofia, sabe todo esto: lo rápido que se esfuma la sofisticación, lo rápido que puede desplegarse la mujer fósil.

Finalmente, la tercera y última parte es el regreso a la civilización, años después, cuando la guerra ha terminado y madre e hijo pueden salir de su escondite en el bosque. Observamos los estragos que una vida tan violenta y accidentada ha causado en los protagonistas, así como la presión de la sociedad retrógada. El contenido de este apartado no se desvela en la cuarta de cubierta así que tampoco voy a comentarlo aquí. Para mí ha sido una sorpresa, un hallazgo que para nada esperaba y que me ha llevado hasta las lágrimas en algunos pasajes. Leyshon concentra en esta parte su mejor saber hacer en cuanto a delicadeza y sensibilidad se refiere, y se reafirma como una maestra en el arte de describir la cotidianidad de puertas para dentro y los finísimos pensamientos captados al vuelo. También, del uso de pequeños objetos que sirven como desencadenante de un sinfín de recuerdos. Pero, aunque para mi gusto esta parte es la que más brilla, en conjunto es una novela muy recomendable, y he de confesar que huyo de las novelas que utilizan la guerra en su argumento. Pero por suerte (para mí, al menos) esta novela va más allá y, además, la edición, como siempre sucede cuando se trata de Sexto Piso, es impecable.

No persigas un pensamiento que duele. Ya sabes que no hay que hacerlo.

jueves, 23 de mayo de 2019

como Alicia corriendo detrás


Te apareciste

No te acercaste

ni entraste sin llamar

Te apareciste

A pocos centímetros de mi cara

de repente

Como una virgen salvífica de sonrisa infinita

y esa luz preciosa y brillante alrededor,

agitando orgulloso una botella en alto

para que todos la vieran

una de aquellas botellas con un mensaje dentro

que Shelley lanzaba al mar

Y dentro estaba escrito mi nombre

En las palmas de tus manos

estaba escrito mi nombre

En las paredes de aquel bar

y al otro lado de los espejos

siempre estuvieron escritos

como Alicia corriendo detrás

de nuestros nombres


Del texto: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2019

lunes, 20 de mayo de 2019

"El cuerpo nunca miente" - Alice Miller


Me produjo mucha curiosidad este título de Alice Miller, “El cuerpo nunca miente”. Relacionaba las malas experiencias sufridas en los primeros años con las enfermedades sobrevenidas posteriormente, en la edad adulta. Miller (1923-2010) fue una psicóloga especializada en el maltrato infantil y dedicó su vida a estudiar los efectos que estos traumas tenían sobre las víctimas con el paso de los años. Ella misma sufrió la persecución nazi en Polonia durante los primeros años de su vida. Tras formarse en filosofía, psicología y sociología y practicar el psicoanálisis durante muchos años de su carrera profesional, finalmente se desencantó de él, debido a que arrebataba a las víctimas la veracidad de sus recuerdos y los atribuía a fantasías infantiles.

Con apenas 200 páginas en su edición de bolsillo, este ensayito es demasiado breve como para ser capaz de establecer sin lugar a dudas la teoría que defiende. Todo gira en torno a desmontar el cuarto mandamiento “honrarás a tu padre y a tu madre” que, según Miller, tanto daño ha hecho (y sigue), provocando que se enquisten en las mentes de los niños maltratados los traumas sufridos. Según Miller, es muy importante desmitificar las figuras paternas y/o maternas en tanto en cuanto son humanas y también se equivocan. Es decir, no por ser tus padres/madres son instantáneamente seres angelicales libres de errores, deslices y garrafales tropezones pedagógicos.

¿Cómo se puede querer a un niño que uno desea que sea diferente de como es?

Esto me recuerda a todas aquellas ocasiones en las que alguien es rechazado en casa porque su naturaleza conlleva una orientación sexual no heteronormativa, y se queda y se queda y aguanta y sufre y calla en el domicilio familiar porque, bueno, si no lo aceptan todo puede explicarse por la ignorancia, la desinformación, la incultura, los otros tiempos y demás: pues resulta que no. Que si no te quieren como eres, no te quieren en absoluto: quieren a alguien que se parece pero que no cumplió con sus expectativas. Pero como es la familia, en muchas ocasiones se acepta ese maltrato sostenido, porque está feo romper con la familia aunque no hacerlo signifique romperse uno mismo. Por esto tengo que estar de acuerdo con Miller, la salud mental depende de un entorno afectivo saludable y este escenario no lo es, en absoluto.

Algo que no me ha gustado demasiado es que mencione página sí – página también, esta idea, sin apenas variar el enfoque. Como si su audiencia no fuera lo suficiente perspicaz como para pillarlo a la primera. Esto también hace que se avance poco, o muy lento, en la teoría que pretende establecer.

Cuando una persona cree que siente lo que debe sentir y constantemente trata de no sentir lo que se prohíbe sentir, cae enferma, a no ser que les pase la papeleta a sus hijos, utilizándolos para proyectar sobre ellos inconfesadas emociones.

Miller ataca directamente a todas esas terapias, anticuadas y dañinas, que se centran en forzar al paciente a perdonar a las madres/padres a toda costa, aunque realmente lo hicieran mal y se equivocaran, adrede o no: dando lugar a contradicciones internas que poco ayudan a la mejora del paciente. Normalizar la rabia e interiorizarla, no tiene ninguna lógica ni puede llevar a ningún buen puerto. La disociación solo invoca fantasmas y los fantasmas nunca traen consigo nada bueno.

Pero me encanta que tenga tan en cuenta en todo momento a nuestro innerchild o niña interior que todos llevamos dentro, y que personalmente me esfuerzo tanto en dejar que asome y, es más, que me guíe.

Algo muy interesante de este librito, es el recorrido que hace por la trayectoria vital de algunos autores, buscando precisamente el rastro de antiguos dolores infantiles en la literatura del adulto. Así, buceamos por momentos por las más o menos trágicas vidas de genios como Dostoievski, Chéjov, Kafka, Neietzsche, Schiller, Virginia Woolf, Rimbaud, Mishima, Proust y Joyce.

No tienes que honrar a tu padre. Las personas que te han hecho daño no necesitan ni tu amor ni tu respeto, aunque sean tus padres. Has pagado el tributo de ese respeto con el tremendo suplicio de tu cuerpo. Si dejas de someterte al cuarto mandamiento, podrás liberarte.

También es interesante que reflexione sobre el hecho de que son esos dolores los que hacen a muchos artistas producir sus obras, y que precisamente a veces se niegan a enfrentarse a los fantasmas y despejarlos de sus mentes por si eso acabase también con su inspiración.

(…) predicar el perdón no solo es hipócrita e inútil, sino también peligroso. Encubre la compulsión a la repetición. Lo que nos protege de la repetición es únicamente la aceptación de nuestra verdad, de toda la verdad, en todos sus aspectos. Cuando sepamos con la mayor exactitud posible lo que nuestros padres nos hicieron, ya no correremos el peligro de repetir sus abusos; de lo contrario, los cometeremos de manera automática y opondremos la mayor de las resistencias a la idea de que uno puede y debe romper el vínculo infantil con los padres que lo maltrataron si quiere hacerse adulto y construir su propia vida en paz.

Hasta aquí todo bien. Pero: Alice Miller… hay un elefante en el garaje.
“Todo aquel al que de pequeño pegaron es vulnerable al miedo”: ok, ¿y si lo es, sin que le hicieran ningún daño de pequeño?

¿Qué pasa con todas las personas que enferman sin haber sufrido ningún tipo de maltrato en su infancia? ¿Y qué, con todas aquellas que sufrieron y sin embargo no desarrollaron con el tiempo ninguna patología? En todo el libro no se hace ninguna mención a esto. Además, a pocas páginas del final establece que “no es raro” que se somatice la negación del afecto en la infancia, derivando en patologías de todo tipo. Es decir, acota a solo algunos casos su teoría, cuando se ha dedicado todo el libro a generalizar, dando por hecho que sufrimiento infantil deriva sí o sí en patología adulta, como un silogismo que se mantiene durante todo el ensayo como una retahíla, o como una constante invariable.

Muy recomendable en cualquier caso, ya que también hay que tener en cuenta el desajuste generacional. Corramos un tupido velo sobre el hecho de que la pequeña bibliografía no incluye ningún estudio científico que ratifique su teoría.

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