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sábado, 21 de noviembre de 2020

"Cuando la sociedad es el tirano" - Javier Marías



Lo que tenemos aquí son noventa y seis artículos reunidos en un solo volumen; se publicaron por primera vez entre febrero de 2017 y enero de 2019 en el suplemento dominical El País Semanal: la recopilación es de mayo de 2019. Es decir, la ya clásica compilación de artículos de Javier Marías en Alfaguara, que se publica de forma más o menos bianual.

Antes, las compraba todas. Cada dos años tenía cita inapelable en la librería aun cuando a menudo fuera leyendo los artículos recién publicados por internet. Los que me seguís desde hace mucho tiempo u os habéis tomado la molestia de leer mis reseñas viejas (hoy en día es viejo todo lo que proceda de la semana pasada, sino aún menos tiempo) sabéis que desde aproximadamente los 15 años he sido una lectora aplicada y voraz de la obra de Javier Marías. He reseñado más de diez de sus libros y referencias a muchos otros han aparecido con frecuencia en mis artículos del blog. Le he escuchado en conferencias y presentaciones, he acudido a por su firma en muchas ferias del libro cuando vivía en Madrid, alguna vez he compartido en mis redes sociales fotografías de la apelotonada zona de la biblioteca de casa donde se amontonan sus libros. 

Pero nada dura eternamente y creo que está bien que así sea. Tras la decepción que sufrí con “El Quijote de Wellesley” (una obra que como ya expliqué, me pareció un oportunismo editorial y una tremenda tomadura de pelo, qué dinero malgastado) un buen día dejé de consumir sus artículos semanales porque empezaban a oler a chamusquina. 

Creo que el artículo-gota que colmó el vaso de mi paciencia fue precisamente uno de los que se incluyen en este recopilatorio, “Más daño que beneficio”. En él, el eterno candidato al Nobel se lamentaba de que se recomendase y alabase la obra de una autora que a su gusto no está a la altura de otras de su mismo género. Creo que la gente lee sin descanso pseudo-literatura de muchísima peor calidad y sin embargo esto no parece inquietarle. Me da mucha pena que la cargase contra la encantadora Fuertes porque su obra va mucho más allá de cuentos para niños o unos pocos poemas para adultos: Gloria Fuertes consiguió que la gente la quisiera (¿quizá esto le da rabia y cierta envidia a un autor que a medida que cumple años se hace más antipático a sus lectores?, me pregunto). Su capacidad de transmitir, su personalidad, traspasaban las páginas y las pantallas, era reconocible, original y única. 

Es más, en su caso, el hecho de que escribiera mejor o peor no es la cuestión: es el mensaje de su obra y el hecho de que durante toda su vida sufriera una múltiple represión por ser mujer, lesbiana, artista. Que Javier Marías carezca de la sensibilidad para ver más allá de la calidad objetiva de su obra, es otro tema. Como lo es el hecho de que deje que los demás recomendemos a quien nos dé la gana, al igual que él recomienda a Jane Austen y las hermanas Brontë sin que corramos a vociferar a la Plaza de la Villa hacia sus balcones lo cursi, mentecato, manido, rancio, arcaico y con olor a naftalina que resultan hoy en día estas recomendaciones. Personalmente, desconfío mucho de las personas que no toman café y leen a las hermanas Brontë.

Si a Fuertes se la reivindica ahora, como a muchas otras, es porque durante muchísimos años aciagos se las silenció, y no es porque hubiera una conspiración de hombres en su contra que no afectaron a las autoras que sí gozan de la aprobación de Marías y pudieron ver su obra publicada en vida. Creo que es aquí donde más se le ve el plumero, en esta frase fatídica: “En realidad son legión las mujeres llenas de inteligencia y talento, a las cuales ninguna «conspiración» de varones ha estado interesada en ningunear (pág. 77). Lo que le molesta a Marías, está claro, no es Gloria Fuertes: es el feminismo.

Y digo esto porque quizá noventa y seis son demasiados artículos para que en casi todos haya una mención directa o indirecta a las molestias que sufre Javier Marías a causa de las feministas vociferadoras. No sé sobre qué corrientes o qué autoras feministas ha leído, si es que lo ha hecho, y si se ha enterado de algo. Se centra mucho en las feministas “gritonas” o de redes sociales que poca gente con sentido común soporta, pero es que el mismo sentido común nos debe indicar que no las hagamos ni caso. Defiende Marías que en las “olas” previas a esta supuesta cuarta actual, las feministas eran seres de luz que consiguieron grandes logros, y me gustaría decirle que en todas las épocas hay gritones y mentecatos, al igual que obras sin ningún valor literario, pero que precisamente toda esa bazofia no trasciende, no pasa a la historia, por eso no nos llega. Solo sabemos de los logros que se consiguieron y de las obras que supervivieron durante generaciones y nos han llegado.

Creo que Javier Marías es lo suficiente inteligente y más para saber todo esto, pero hay algo que le molesta por una masculinidad, quizá, mal gestionada. Quizá no sea capaz de disimularlo porque le pueda la rabia. Y me da mucha pena que vaya a pasar a la historia por un viejo cascarrabias a causa de su incontinencia en estos artículos cargados de bilis y mala baba, después de las grandes obras que ha legado al mundo, la verdad. Diría que no le reconozco, pero es que todos cambiamos.

No hace falta tener las mismas opiniones en todo para llevarse bien e intercambiar puntos de vista. Quizá sí es imprescindible tener los mismos valores, no estoy segura. Pero es que precisamente eso es lo que propicia el crecimiento, la diferencia: si nos refugiamos en las voces que nos dan la razón en todo, jamás saldremos de nuestro pequeño caparazón de verdades absolutas y de profecías autocumplidas. 

Todo esto me ha recordado un episodio del pasado que en realidad sigo teniendo muy presente. Hace años una amiga me dejó por whatsapp. Este detalle mezquino me sirvió para amortiguar el golpe, que en su día fue fuerte. Aún a menudo la echo de menos y me gusta ver por redes que le sigue yendo muy bien con sus novelas. La he recordado estos días, una vez más, porque Marías menciona en uno de estos artículos el caso de “la Manada” que motivó que esta persona quisiera salir de mi vida. Marías argumenta en su artículo que no puede saber qué pasó exactamente en aquel portal y que por tanto sobraban las voces de miles de mujeres que durante un sinfín de manifestaciones gritaban “yo sí te creo”: que había que dejarlo en manos de la justicia.

En su día, ofrecí a mi antigua amiga mi punto de vista, ya que lo que pasó en ese portal de hecho estaba grabado en buena parte (por los mismos violadores: vídeos que más tarde les sirvieran para vanagloriarse de su funesta y cavernícola hazaña con el resto de salvajes colegas), así como el transcurso de la Manada con su víctima desde la plaza donde empezaron a hablar, hasta el portal donde finalmente sucedió la violación, pasando por los lugares donde fueron preguntando si había habitaciones libres (durante estas fiestas psicópatas y muy crueles, centradas en el maltrato animal, el ayuntamiento instala cámaras de vigilancia por las calles: es lógico, nada bueno puede salir de una concentración de bárbaros además, borrachos). Me leí en su día hasta las diferentes declaraciones que se filtraron a la red, no sé por qué me empapé tanto del caso, siendo tan repugnante todo. En fin, a mi amiga le molestó que yo dijera que creía que fue una violación aún a pesar de no haber presenciado los hechos en el portal y ser incapaz de saber, en fin, la realidad del caso. 

Marías aboga por dejar la resolución en manos de la justicia y creo que es aquí donde se equivoca. Fui a las manifestaciones precisamente para apoyar el movimiento con mi presencia y que se creara jurisprudencia a raíz de esta violación en grupo: me parece increíble que Marías no mencione la auténtica raíz de este asunto, que fue la diferencia existente entre las acepciones de los términos “abuso” y “violación” para la justicia de este país. Esas connotaciones hacen que una sentencia resulte muy diferente precisamente debido a esas importantes connotaciones.

Supongo que cuando algo no te afecta, es fácil mirar para otro lado y ser poco cauto alzando la voz sin una necesaria reflexión previa. Ya me he extendido suficiente como para continuar ahora reflexionando sobre la cosificación, la sexualización y el acoso que sufrimos las mujeres por el mero hecho de vivir con una asignación de género determinada desde que nacemos, en un sistema binarista y cruel donde el otro género goza de privilegios y hegemonía sobre el nuestro. Es que esto me llevaría a despotricar contra el binarismo y así no acabamos nunca. Creo que tardaré mucho, si lo hago, en volver a Marías.



domingo, 5 de julio de 2020

"Londres" - Virginia Woolf



Estos seis artículos sobre Londres fueron publicados originalmente en 1931 para la revista Good Housekeeping, por entregas. El primero de ellos se creía perdido, hasta que se localizó en una hemeroteca y por fin pudo publicarse la colección completa. Precisamente ese primer artículo, "Retrato de una londinense" es el que a mi juicio condensa a la perfección la esencia del libro. Puede que lo haya releído unas diez veces, es sencillamente encantador. En él se habla de la señora Crowe, que vive en una perfecta casa típicamente londinense y reúne cada tarde a una variopinta colección de invitados que acuden a tomar el té. Empieza así, y el resto no defrauda:

" Quien no conozca a un auténtico cockney, quien no pueda alejarse de las tiendas y los teatros para torcer por una callejuela lateral y llamar a la puerta de una casa particular, no puede jactarse de conocer Londres.
Me encanta cuando explica de esta forma tan sutil el carácter londinense, las maneras en general inglesas, esa forma de proceder en sociedad que tanto difiere de la española:

Lo cierto es que no buscaba intimidad, sino conversación. La intimidad tiende a engendrar silencio, y la señora Crowe detestaba el silencio. Necesitaba sentirse rodeada de una conversación amplia y general. No debía ser demasiado profunda ni demasiado ingeniosa, pues si se adentraba excesivamente en cualquiera de aquellos derroteros, sin lugar a dudas alguien se sentiría excluido y acabaría sentado con su taza de té sin decir esta boca es mía.
Al parecer, Virginia Woolf se documentó bien antes de la redacción de cada artículo, visitando los lugares de los que debía hablar, de modo que captase su esencia de la forma más precisa posible. Está escrito de una forma tan delicada, minuciosa y elegante que, además de transportar al lector rápidamente a todos esos lugares, la lectura supone un paseo por una forma de escribir que ya parece haberse perdido.

He disfrutado mucho de la breve descripción de la casa de Keats en Hampstead ("es preciso concluir que en Hampstead siempre es primavera"), un lugar que aún no he visitado pero algún día lo haré, a pesar de conocer bien los escenarios en los que transcurrieron sus últimos meses de vida en Roma. 

Es curioso que sea Virginia Woolf quien haga de cicerone por Londres cuando, precisamente, su nombre es sinónimo de Londres. De quién si no es el carácter que se respira al pasear por Bloomsbury, donde todo gira en torno al maravilloso grupo de intelectuales entre los que Virginia Woolf era el epicentro sin lugar a dudas: una zona donde además podemos dejarnos llevar muchos más años atrás y sugestionarnos con los vestigios de Mary Shelley en St. Pancras.

Y mirad qué hermosa explicación sobre "Londres" a cargo de sus editores: "Londres fluye en sentido contrario a la corriente del Támesis, arrastrando al lector a lo largo de la ciudad hacia el oeste, desde el bullicio de los muelles en su límite oriental hasta las oleadas de los compradores de Oxford Street, en Chelsea, en su parte occidental."

Hay muchos Londres, tantos como cada época, zona y mirada han dibujado. Yo creo que es inabarcable. A veces me ha fascinado y otras me ha dado la espalda, como sin ganas de ofrecerme gran cosa. Hay un Londres para cada uno en cada momento, y sin duda el de Virginia es digno de tener en cuenta y, a partir de él, perfilar el nuestro.

viernes, 14 de junio de 2019

"Un apartamento en Urano" - Paul B. Preciado



Tengo una deuda eterna con Paul B. Preciado. La aparición de su “Manifiesto contrasexual” derribó los primeros muros de mis barreras mentales (socialmente injertadas y fijadas con el paso de los años) con frases que sacudían mis cimientos, como la contrasexualidad afirma que en el principio era el dildo. Con la esencia de Michael Foucault, Judit Butler y Donna Haraway impregnando cada espacio en blanco y esa energía y sabiduría desenfrenada de Preciado que nos daría maravillosos títulos con los años. Porque después del “Manifiesto contrasexual” vinieron “Testo yonqui”, “Terror anal” y “Pornotopía”, que ya devoré como fervorosa practicante de la teoría y el imaginario que estaba creando Preciado.

Estoy muy orgullosa de su coherencia y de su trayectoria. Me alucina comprobar cómo ha llevado a cabo hasta los límites sus ideas, y le estoy completamente agradecida de la labor educativa y social que realiza en el terreno sexual, con todo lo que ello implica. La forma en que entiende la sexualidad humana es tan enriquecedora, tan novedosa y, a la vez, tan obvia cuando indagas en ella, que es increíble que el pensamiento promovido por los gobiernos y asumido por la sociedad, siga siendo tan patriarcal, heterosexual, tan binario y tan gris en general.

p.26 Soy un disidente del sistema sexo-género.

“Un apartamento en Urano” recoge varias decenas de artículos cuyos temas giran en torno a las preocupaciones habituales del autor, como la libertad, la sexualidad, las relaciones sociales, la política, los movimientos sociales, la transexualidad, el feminismo, los colectivos oprimidos, etc. Todo aquello que conforma la realidad diaria de cualquier humano consciente del medio en el que vive, y todo centrado en el individuo como pieza elemental pero intercambiable en la que reposa la estructura social. Recordando como un mantra que lo personal es político, y que la implicación individual produce terremotos.

Este libro aparece en un 2019 en el que los cambios en el imaginario colectivo son innegables, se cuelan por todas las rendijas, se visten de todos los colores y hablan cada vez más alto. Reclaman lo que es suyo por derecho propio mientras la violencia, el miedo y la vergüenza dan los últimos coletazos en forma de partidos de derecha compuestos por un montón de pequeños dictadores sociópatas que sin el amparo del grupo se desvanecerían como lágrimas en la lluvia.

p.64 “Si tengo un hijo maricón, lo mato.” Y ese hijo era yo.

Me gusta mucho el prólogo tan cálido de Virginie Despentes, que abre la puerta al lector mientras le da a Paul un abrazo. El amor entre ellos no sabe de géneros, ciudades, casas ni tiempos, y traspasa el papel a fogonazos. También me encanta la introducción de Preciado donde explica la elección de la figura del planeta Urano, la historia que lo relaciona con el colectivo queer y que se remonta a la mitología griega (el mismo lugar al que se remonta todo lo que importa). En 1864, Karl Henrich Ulrichs acuñó el término “uranista” para definir el tercer sexo inspirado en la cita del “Banquete” de Platón que habla de una concepción no heterosexual: en concreto, la que da a luz a Afrodita (diosa del amor) después de que Cronos castrara con una guadaña a su padre Urano.

Mientras que las relaciones homo y bisexuales están presentes en la naturaleza y en toda la maldita historia del ser humano, sin embargo, toda relación no heterosexual sigue siendo:

p.21 (…) una forma de amar que en la Inglaterra o la Prusia de la época [1864] podía  conducirte a la horca y que hoy sigue siendo ilegal en setenta y cuatro países y causa de pena de muerte en trece países, entre ellos Nigeria, Yemen, Sudán, Irán o Arabia Saudita, y motivo habitual de violencia familiar, social y policial en la mayoría de las democracias occidentales.

Me interesa mucho la trayectoria trans de Preciado. Desde “Testo yonqui” nos empezó a contar sus incursiones en el mercado negro para conseguir testosterona de modo que no tuviera que seguir los cauces legales y pautados por médicos. No estaba de acuerdo con la patologización de la  transexualidad en España y no es de extrañar, porque una cosa es que se consiguiera legalizar y otra muy diferente son los humillantes procesos por los que debe pasar todo individuo que quiera un cambio legal en su documento de identidad. Años, fármacos y el diagnóstico de enfermedad mental. Todo esto lo explica prolijamente a través de varios artículos, donde asistimos al recorrido que empieza con la auto-administración de testosterona, el posterior éxodo por consultas médicas, la apertura de su “expediente de rectificación de la mención del sexo en la partida de nacimiento” y la publicación al fin de su nuevo nombre en el boletín oficial y en los periódicos, una última burla gubernamental a su privacidad e intimidad como ser humano.

p.152 (…) en treinta y dos estados de la Unión Bruce podría llevar un Colt 45, pero no un vestido.

Me gusta la manera en que se expresa, que balancea tan bien lo académico y lo cotidiano. Subrayo de forma frenética tanto artículos de denuncia social (“La valentía de ser uno mismo” es sin duda mi favorito), como aquellos en los que se deleita en su experiencia viajera y analiza pequeñas cotidianidades como en “Casa vacía”, donde a la vez hace una serie de relaciones filosóficas con su experiencia vital que aportan al lector lirismo y aprendizaje de vida.

En esencia, lo que nos sigue diciendo Preciado es que no somos los integrantes del colectivo LGTBI, sino que es la sociedad la que está enferma. Y que es necesario seguir habitando los márgenes y reivindicarlos, igual que nos re-apropiamos cada día de los insultos y de las etiquetas con los que la heterosexualidad binarista y mutiladora pretende señalarnos como enfermos. El mensaje que se desprende es una llamada a desarrollar el potencial individual, aprender para tomar decisiones informadas y vivir de forma coherente a como sentimos, sin que nada de lo socialmente establecido se nos imponga. Se nos invita a desobedecer. Y no hay cosa que más me guste que ir a contracorriente (ya que la corriente, tal y como la percibo, está contaminada). Luchar por la justicia poética está en mi naturaleza y no tengo ninguna intención de ponerme diques ni de contenerme. Solo quiero seguir destruyendo barreras, si es que aún me queda alguna.

p.68 (…) los espermatozoides y los óvulos son células heploides, es decir, tienen un  único juego de veintitrés cromosomas. El proceso de fertilización no supone la diferencia de sexo o de género de los cuerpos implicados, sino la fusión del material genético de dos células haploides. No hay nada que haga más apto para la reproducción a un cromosoma de un heterosexual que al de un homosexual, con independencia de que la inseminación se lleve a cabo con un pene o con una jeringa, en una vagina o sobre una placa de Petri. La reproducción sexual no necesita de la unión política ni sexual de un hombre y de una mujer, no es ni hetero ni homo. La reproducción sexual es simple y maravillosamente una recombinación cromosomática.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Foucault para encapuchadas - Manada de Lobxs


"Foucault para encapuchadas" no es un libro que espere ser reseñado. Es una herramienta para la lucha diaria, un manual terminológico básico para todo aquel que detecte la heteronorma imperante en la sociedad, y renuncie a formar parte de ella, así como del binarismo que embrutece a las masas, y al capitalismo hostil.

Lejos de conformarse con migajas, "Foucault para encapuchadas" no pretende que se incluya a las minorías para que pasen a formar parte del sistema haciéndoles un favor, no quiere bodas de gays ni lesbianas paridoras: quiere destruir el sistema. Aquí se denuncia lo que hay tras la máscara de lo gay friendly, la sociedad que a diario humilla, segrega y nos ataca con violencia física y verbal. La farsa detrás de la supuesta inclusión de todo aquel que no cumpla los requisitos para ser admitido.

Todos los textos se basan en la obra de Michel Foucault, Judith Butler, Gilles Deleuze, Felix Guattari, Tiqqun, Beatriz Preciado, Paco Vidarte, Monique Witting y muchos más. El enfoque parece claro, y personalmente me parece absolutamente correcto.



p. 11
La mujer es el artefacto político que no consigue asumir la soledad, siempre en busca de quién la complete, de quién la ampare, la proteja, la cobije, la resguarde, siempre esperando al príncipe o -la princesa- azul, siempre aguardando algo que estimule su abúlico tedio existencial femenino hegemónico de ángel del hogar sin más afirmación que su melancolía. La soledad en el desierto es la forma que reviste el medio de encuentro de quien procura desertar de las formas del yo-soy- mujer, llevándose en la retirada y el éxodo las armas y los afectos necesarios.

Nos borramos, difuminamos el universal que en nuestra especie humana heterocentrada propaga la muerte de todos los existentes para emprender la fuga, el exilio, fuera de los estratos del control, fuera de las lógicas binarias varón- mujer/humano-animal/heterosexual-homosexual, combatimos para devenir múltiples. No más lágrimas.

p. 25
Es decir, los malos e indóciles sujetos de las políticas sexuales que no dejan dormir en paz al bebé concebido con la costosa inseminación artificial de la amorosa pareja lésbica profesional blanca y exitosa, que se ha casado por civil para poder heredarse los bienes de la propiedad privada obtenidos en cargos gerenciales como periodistas clasificadas. Cualquier parecido con tu jefa no es pura coincidencia.

p. 32
El devenir no constituye un punto de llegada, ni una evolución ni algo en lo que hay que transformarse. Tampoco se trataría de una identidad disidente o una mera alteridad opuesta a la hetero-norma, como la de los homosexuales. No es algo que se produzca al nivel de la imaginación o del sueño, ni una imitación que responda al orden de la identificación, ni al de la asimilación, no tiene que ver ni con ser, ni con parecer, ni con producir, ni con equivaler...

Por el contrario, el devenir es una expresión relativa a la economía del deseo, cuyos flujos proceden mediante afectos, el contenido propio del deseo, ya que desear es pasar por devenires. Todo devenir forma un bloque que supone el encuentro o relación de dos términos heterogéneos que se desterritorializan mutuamente. Molecular, minoritario, nómade, opera mediante la disolución del orden molar de las identidades. El devenir pertenece al orden de la alianza (no de la filiación) y del rizoma (distinto de un árbol genealógico); siempre una multiplicidad (a diferencia de las identidades que suponen individuos que las encarnan) en vinculación con una micro-política de contagio y de afectación (la epidemia es anti-herencia: no heredamos la disidencia del movimiento LGTB), entendiendo los afectos no como sentimientos personales sino como potencias de manadas que hacen vacilar el yo.

p. 34
De hecho, el cuerpo heterosexual es uno de los artefactos del Capitalismo Global Integrado Heterosexual más exitoso en el arte de gobernar con los que cuenta la sexopolítica decimonónica, producto de una división del trabajo de la carne según la cual cada parte del cuerpo se define respecto a su función reproductora y productora de feminidad o masculinidad (es decir, la estratificación). En tanto régimen político, el CGIH opera desde la heterosexualidad para asegurar la relación estructural entre producción de identidad de género (femenino/ masculino) y la distribución sexuada de ciertos órganos (llamados “genitales” u “órganos sexuales o reproductivos”) y no otros, según un orden binario que se pretende estable y definitivo. El régimen otorga a cada parte de nuestro cuerpo una función única y por supuesto heterosexuada, convirtiendo -subrepticiamente- los órganos de reproducción en órganos sexuales. Lo que estamos queriendo decir es que si por casualidad tu placer sexual adulto pasa por chuparte el dedo gordo, este sistema de ordenamiento de los hechos humanos y no humanos, conscientes y no conscientes, te establecería como perverso, y luego pasarás a ser objeto de control, corrección y normalización dentro de las lógicas heteronormativas. Pero no nos quejamos, no queremos que nuestra perversión sea aceptada, lo que deseamos es destruir este régimen.

p. 43
Heterosexuales paridoras de misóginos, criadores de fascistas, novias románticas encubridoras, madres que piden perdón por lo que ustedes mismas les inculcaron a sus hijos, padres amedrentadores homofóbicos futboleros, caeremos sobre ustedes como Furias, con la alegría descomunal de travestis cuchilleras, de tortas camionabomberamotoquera asesinas, de maricas emplumadas armadas con su sangre. No tenemos miedo de morir como Daniel, ni como Pepa ni como ninguna otra de nuestras amigas, tenemos miedo de vivir como ustedes.


miércoles, 6 de agosto de 2014

"Campo Santo" - W. G. Sebald


(...) Kafka, que a menudo se sentía como un espectro entre sus semejantes, sabía con qué ansia insaciable rondan los muertos a los que todavía no lo están. Toda su literatura puede entenderse como una forma de noctambulismo o como el estado que lo precede. "Sin peso, sin huesos, sin cuerpo he deambulado dos horas por las calles, pensando en lo que había soportado mientras escribía esta tarde", anota una vez. Envía de noche a Berlín cartas de murciélago, y él mismo es el fantasma del que cuenta a Milena que apura en el aire los besos que ha enviado antes de que puedan llegar a su destino. Zischler cita también el pasaje de una carta en e que Kafka cuenta cómo, en un recorrido hasta casa en el tranvía, "al vuelo, fragmentariamente, leía con esfuerzo los carteles", ante los que pasaba. Por curiosidad, comenta Zischler, Kafka se empapa de imágenes. Para él eran evidentemente un sustitutivo de la vida que no podía llevar, un alimento sin sustancia con el que, en sus sueños de noche y de día, desarrollaba continuamente los fantásticos guiones en los que, una y otra vez, se convertía en un estrafalario personaje cinematográfico. Qué episodio más extraño es aquel en que, como cuenta Max Brod en una postal, estando en el médico se ve obligado a echarse en un canapé, por un pequeño desfallecimiento, y de pronto se siente de tal modo como una muchacha, ¡que trata de arreglar con los dedos su falda de muchacha! ¿Y no son esas secuencias oníricas, en la camera obscura de su alma, películas proyectadas por las que deambula como su propio espectro? Zischler, con la mayor delicadeza, sabe sondear las corrientes que hay entre realidad e imaginación. Las películas sobre las que escribe son para él en realidad sólo la lámina a través de la cual cae una luz nueva sobre la intensidad de un trabajo de sueño y duelo, casi ininterrumpido, entre realidad y ficción. Los Diarios de Kafka están llenos de relatos de experiencias en las que lo cotidiano, exactamente como en el cine, se disuelve entre nuestros ojos en imágenes ingrávidas.

"Kafka en el cine", Campo Santo, W. G. Sebald.

domingo, 1 de diciembre de 2013

"Literatura y fantasma" - Javier Marías


"Vida del fantasma", "La canción de Lord Rendall", "Serán nostalgias", "El fantasma y la señora Muir", "Cuando fui mortal", "Campanadas y viento y fantasma y muertos", "Fantasmas leídos", "Literatura y fantasma"... títulos de libros, cuentos o artículos de Javier Marías que aluden a su predilección por estos personajes de ficción tan encantadores y aterradores al mismo tiempo, los fantasmas. Esta divertidísima afición suya resulta inspiradora, pero todo a su debido tiempo.

"Literatura y fantasma" es un libro que actualmente se encuentra disponible en reediciones, (incluso ampliadas), cuya edición inicial, publicada por la editorial Siruela en 1993 posee la cubierta con una de las mejores imágenes que he visto nunca. Se trata de un collage de rostros en el que parte del de Javier Marías ocupa el lugar central, respaldado por el medio rostro inclinado y semioculto de Robert Louis Stevenson; la casi totalidad del lado izquierdo del rostro de Marías es invadida por el de Vladimir Nabokov, mientras la mirada de soslayo de Juan Benet sirve de apoyo a los mentones de todos ellos.

Lo que contiene "Literatura y fantasma" son artículos, ponencias y prólogos recopilados, procedentes de otras publicaciones y conferencias. Tratan asuntos lingüísticos y literarios, pero no deben confundirse con esos otros textos en los que Javier Marías a veces reflexiona y nos ilustra sobre cuestiones gramaticales y ortográficas, que fueron recogidos y publicados en 2012 por Galaxia Gutemberg, y que constituyen una de las colecciones más divertidas y enriquecedoras de artículos de Javier Marías.

En "Literatura y fantasma" desvela algunos de los pormenores de su método de trabajo, explica por qué no utiliza esta o aquella herramienta y nos permite observar su obra como a través de rayos X (lo que ya de por sí resulta bastante fantasmagórico). En uno de los artículos, "La muerte de Manur: narración hipotética y presente de indicativo", explica cómo se las ingenió para introducir párrafos en presente de indicativo en una obra fundamentalmente narrada en pretérito indefinido e imperfecto, "El hombre sentimental", valiéndose de una transición que no diera como resultado un cambio de tiempo brusco. 

A veces uno lee y le parece que la redacción es tan perfecta y tan exacta que no sólo no podría haber sido de otra manera, sino que la pluma o el teclado del escritor se activaron solos y dieron lugar a un libro estupendo escrito aparentemente sin ningún esfuerzo. Y nada más lejos de la realidad.

Precisamente, en este mismo artículo Javier Marías lanza una pequeña crítica al "realismo sucio", un estilo procedente de la literatura estadounidense que se caracteriza fundamentalmente por redactarse en presente, utilizar frases muy cortas e inmediatas y también por su marcado carácter autobiográfico, aunque esa es otra cuestión. Esta fórmula es más fácil y requiere al escritor menos esfuerzos, también el lector tendrá que esmerarse menos: esta presentación recuerda a la inmediatez del teatro, a las conversaciones coloquiales... al lenguaje sin demasiados tratamiento y aderezo, en suma. Y por eso mismo, más caduco y pobre que otros textos pulidos y esmerados, como los que Javier Marías sí emplea en sus obras.

Escritores de calidad producen lectores de calidad, al igual que los restaurantes de comida rápida producen organismos enfermos y mal nutridos. Así, tanto en la literatura como en la gastronomía, cada uno elige lo que le alimenta, también en qué quiere convertirse. No es lo mismo leer "La montaña mágica" tomando un té con leche de soja y pastas caseras, que acompañar la lectura de las sombras de grey con picadillo de restos de algo parecido al pollo rebozados en no se sabe qué y fritos en aceite de mala calidad reutilizada. Tampoco creo que sean extremos opuestos: sinceramente, no sé si hay término medio.

Otro tema que aparece en "Literatura y fantasma" es el de la autobiografía, la biografía novelada o la inclusión de elementos biográficos en una obra de ficción. Javier Marías desvela de qué artimañas se vale para mezclar realidad y ficción en sus libros de forma que ambas convivan amigablemente. También reflexiona sobre cómo el lector tiende a desconfiar de los textos declaradamente biográficos por las posibles exageraciones o engaños; también, en el caso contrario, cómo el lector busca datos reconocibles de la vida del escritor en sus obras ficticias. Javier Marías cuenta sin tapujos, y cualquiera puede comprobarlo, cómo en su caso ha jugado a la ambigüedad (con gran acierto y mejor ejecución, por cierto) en casi todas sus novelas, y este es un rasgo que, entre otros muchos, le convierten en un escritor magistral. Y por estas perlas, lo amo:

"Rara es la ocasión en que se ve a alguien por la calle o en una playa leyendo un libro suyo, entre otras cosas porque ya casi nadie lleva libros por la calle y menos aún a la playa. Recuerdo la emoción que sentí cuando alguien caritativo y quizá embustero me contó que en un vuelo había visto a tres personas distintas (ya sé que tres personas son siempre distintas, el adjetivo sirve para subrayar que eran tres, como el famoso <<6 6="" toros="">>) leyendo una de mis novelas. Pensé: qué avión tan amable, qué vuelo tan distinguido."

En el apartado "Otras vanidades" de este mismo libro, (de donde también procede el párrafo citado), se incluye un artículo en el que da siete razones para no escribir novelas y una sola para hacerlo. Lejos de la intención de desvelar esta última, solo diré que es la misma por la que muchos leemos.

martes, 7 de mayo de 2013

22 de mayo, nuevo libro de Javier Marías: "Tiempos ridículos" (Alfaguara)


Alfaguara anuncia para el próximo día 22 de mayo la publicación de un nuevo recopilatorio de artículos de opinión de Javier Marías, como viene siendo habitual aproximadamente cada dos años desde hace tiempo. Se titulará "Tiempos ridículos" y en él podremos encontrar los últimos noventa y seis textos publicados en El País Semanal cada domingo.

El artículo que da inicio a esta colección es "Isabel monta a Fernando", un texto especialmente brillante sobre cuestiones gramaticales llevadas al extremo (y al error estrepitoso) por algunos colectivos bastante histéricos. Entre otros artículos inolvidables, "Noventa y nueve patadas y media", aunque podría seguir hasta enlazarlos todos, me temo.

22 de mayo, no lo olviden, anoten el recordatorio con tinta dorada y brillante, si les parece. Nos vemos entre sus páginas.

viernes, 14 de septiembre de 2012

"Historia de la muerte en Occiente: Desde la Edad Media hasta nuestros días" - Philippe Ariès


Los cementerios, siempre silenciosos e inquietantemente acogedores, también misteriosos y un poco lúgubres a veces, son lugares perfectos para la reflexión, el espacio más parecido al campo dentro de las grandes ciudades. Lo cierto es que para algunos es una bendición que la gente los rehuya. Es interesante comparar las lápidas más sencillas y casi anónimas con las capillas en formato miniatura a modo de casita para tumbas que los más ricos se hacen construir a veces: diminutos templos donde el paso del tiempo vuelve a reunir sucesivas generaciones de una misma familia. Siempre es sorprendente encontrarse con fotografías del difunto junto a su nombre y las dos fechas definitivas que prueban su paso por el mundo, o los ramilletes de flores artificiales que lucen su colorido hasta que inevitablemente también se pudren, y los resquebrajados traga-luces que inspiran ternura, con sus tumbas colocadas en la parte inferior.

Este es un estudio sobrio y riguroso (enlutado y elegante, lustrosos los zapatos) que esclarece esas cuestiones y detalla la evolución de la relación de la sociedad occidental con sus muertos.

Y ésta es una de las claves sobre las que reflexiona Ariès: qué ha ocurrido desde la Edad Media para que se haya producido el desapego actual imperante entre los vivos y los muertos. Aunque depende de la época y del lugar (incluso de las clases sociales y de las tradiciones exclusivamente familiares) a grandes rasgos se ha ido dilatando la distancia entre unos y otros. Ya no sólo a la hora de las visitas a los cementerios para llevar flores a los difuntos, sino incluso en la forma de expresar el dolor en el momento de la pérdida. Ariès lo explica así de bien en uno de mis pasajes favoritos: 

“(...) El tabú de la muerte sucede de pronto a un muy largo período de varios siglos, durante los cuales la muerte era un espectáculo público al que nadie habría tenido la idea de sustraerse y que llegaba incluso a ser apetecido. ¡Qué rápida inversión!

Una causalidad inmediata aparece enseguida: se trata de la necesidad de la felicidad, del deber moral y la obligación social de contribuir a la felicidad colectiva evitando toda causa de tristeza o de hastío, simulando estar siempre feliz, incluso si se ha tocado el techo del desamparo. Mostrando algún signo de tristeza, se peca contra la felicidad, se la cuestiona, y la sociedad corre entonces el riesgo de perder su razón de ser.

Esa última frase me parece terrible, por lo real: es aplicable a muchos otros momentos de la vida en los que un miembro de la sociedad bienpensante debe obrar en contra de sus emociones para no desequilibrar la paz del resto. Es injusto y es absurdo, pero es cierto que generalmente es así como sucede.

Otro momento llamativo en la historia del tratamiento de los muertos es aquél en el que se ordenó trasladar los cementerios a las afueras de las ciudades, tras comprobar que convivir entre lápidas era motivo de insalubridad: en cuestiones de higiene, son increíbles los avances, retrocesos y posteriores redescubrimientos que ha habido. Pero la mejor idea que aparece en este libro, para solucionar este embarazoso asunto, son los cementerios dispuestos a lo largo de los caminos que llevaban a las ciudades: tumbas dispuestas a ambos lados dando la bienvenida o despidiendo al viajero.

Es curioso meditar también sobre el hecho de que no sólo la relación con los muertos ha cambiado, sino que también la forma de morir es ahora diferente. Ha desaparecido la escena antigua de la familia congregada en la habitación del moribundo alrededor de su cama en compañía del sacerdote, con muertes rápidas (porque incluso las enfermedades más banales solían ser mortales). Son situaciones que nada tienen que ver con las actuales, enmarcadas dentro de hospitales mecanizados donde la higiene se cuela incluso en las emociones de quienes acompañan al moribundo en su último aliento. La familia asiste a agonías más largas y asépticas de un moribundo apenas reconocible bajo metros de tubos, máquinas, pitidos y batas blancas, que en ocasiones ya está en realidad muerto a pesar de conservar artificialmente un pulso débil. Ahora generalmente se le priva de su propia muerte, impidiéndole decidir el cómo, el cuándo y el dónde en última instancia, como si se tratase de un menor o un deficiente mental, e incluso se le oculta la gravedad de su estado haciéndole creer en enfermedades leves o en recuperaciones imposibles.

La muerte de antaño era una tragedia –a menudo cómica– en la que uno representaba el papel del que va a morir. La muerte de hoy en día es una comedia –siempre dramática– donde uno representa el papel del que no sabe que va a morirse.

El luto, como el resto de muestras de decoro y elegancia básicas en cualquier situación, también se ha erradicado ya casi por completo, sobre todo en las ciudades. Eso sí me parece grave, por lo que conlleva. Como decía Javier Marías hablando de costumbres y educación, qué más se puede esperar después de comprobar que existe gente se sienta a comer con la gorra puesta. 

El único aspecto negativo de este libro es que lo conforman artículos sueltos que vieron la luz en diferentes momentos, por lo que en ocasiones las ideas se repiten y al leer se tiene la extraña sensación de haber comenzado equivocadamente un capítulo ya leído. Pero merece la pena perderse entre sus páginas y conocer los motivos sociológicos y psicológicos que conducen a los vivos a tratar a sus muertos como si ya no se encontrasen entre nosotros.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Lección pasada de moda - Javier Marías


Leer el nuevo libro de Javier Marías supone un verdadero placer. "Lección pasada de moda: Letras de lengua" (Galaxia Gutenberg) recopila un total de cuarenta y nueve artículos de opinión, ya publicados en otros medios, cuyo nexo común es el tema que tratan, a saber: la preocupación de Marías sobre las incorrecciones lingüísticas. He de reconocer que estos artículos son de mis favoritos. No sólo se aprende leyéndolos -por ejemplo, los usos correctos de algunas expresiones, el significado exacto de algunas palabras maltratadas, las traducciones correctas de falsos amigos ya adoptados por los hablantes descuidados, etc.- sino que se disfrutan por la forma que tiene Marías de usar la ironía en ellos, o de mostrarse abiertamente hastiado de soportar incorrecciones continuamente, en muchos casos. Es realmente divertido leer con qué soltura y sabiduría responde a las cartas que recibe de lectores ofendidos por sus artículos, en las que le acusan de cometer, a su vez, incorrecciones:

A usted le parece "insoportable" mi "loísmo". Está en su derecho,  pero antes de calificarlo de "defecto lingüístico", cerciórese de que lleva razón. Señalar como defecto lo que precisamente es correcto sí que me resulta a mí insoportable.
"Bachillerato con adultos", pág. 41.


Una buena cantidad de artículos tratan el tema de la ya cansina corrección política del lenguaje. Marías señala multitud de ejemplos, provenientes del mundo de la política muchas veces pero también de colectivos de todo tipo, que solicitan sin cesar que se incluyan en el DRAE los términos y expresiones que ellos usan tal y como ellos los usan, sin detenerse primero a valorar, como bien explica Marías sin descanso, que el lenguaje está en continua evolución y que la RAE no obliga ni impone su uso correcto, solamente aconseja acerca de él. Además, la inclusión de nuevos términos o de nuevos significados para los ya existentes no implica ni asegura en ningún caso que los hablantes vayan a utilizar en su día a día esos nuevos usos. Son precisamente los hablantes quienes hacen que la lengua evolucione, y así éstos se vaya reflejando, sin mayores aspavientos, en el DRAE. No obstante, y pese a pertenecer a la RAE, Marías critica en más de una ocasión sus decisiones, que realmente resultan grotescas y absurdas en algunos casos (personalmente, no entiendo la famosa decisión de suprimir las tildes, ¿se imaginan el caos?)

Siguiendo con lo políticamente correcto, Marías insiste sin cesar en lo absurdo de empezar a utilizar términos como "jueza" cuando los dentistas varones jamás han sentido la necesidad de algo como "dentisto" para identificarse, por poner sólo un ejemplo. Pero son cientos, la sociedad está idiotizada. 

Lo más importante, sin embargo, es la reflexión que aparece al menos en dos ocasiones y que aporta una luz aún mayor a la cuestión lingüística que todos estos pequeños ejemplos tan aburridos. Y es que controlando desde arriba nuestro idioma, nuestros usos y costumbres, señalando como incorrecto lo que políticamente no interesa en su momento... consiguen controlar el instrumento -el habla- con el que pensamos y, de esta manera, conseguirán controlar también nuestro pensamiento. NO lo permitan, se lo ruego: el idioma es una de las pocas cosas, aunque muy poderosa, que tenemos para defendernos. Si también consiguen arrebatárnoslo, estamos acabados. Lean, escriban y hablen, y esfuércense siempre en hacerlo mejor, es importante.

domingo, 22 de enero de 2012

Lección pasada de moda: Letras de lengua (nuevo libro de Javier Marías)


Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Barcelona: Enero, 2012


El medio centenar de textos que compone el presente volumen (cuarenta y nueve, seamos exactos) fueron publicados por vez primera en periódicos, en forma de columnas semanales en todos los casos salvo cuatro. Es precisamente como se ha ido gestando y ha ido adquiriendo relieve este libro, porque a lo largo de los años se ha perfilado muy claramente la preocupación de Javier Marías por el idioma español, tanto el escrito como el hablado; y llegó el momento cuando pareció preciso reunir estos textos en un libro que permitiera no sólo dibujarse con nitidez esa inquietud por el empleo del castellano contemporáneo sino, asimismo y sobre todo, contribuir a orientar a los hablantes del español y salirles del nuevo al paso a todos quienes lo están maltratando y menoscabando.

domingo, 6 de noviembre de 2011

"El viajero más lento" - Enrique Vila-Matas


Este libro de artículos es una reedición del mismo título publicado en la colección Argumentos de la editorial Anagrama, en 1992. Recoge una serie de textos aparecidos en diversos medios entre 1968 y 1992 en los que se hace un repaso por la obra de grandes escritores que han influido en la literatura de Vila-Matas como son: Adolfo Bioy-Casares, Céline, Conrad, Kafka, Pessoa, Melville o Robert Walser, a los que se añaden dos textos inéditos.

Me ha encantado leer este libro de artículos en esta nueva edición de Seix Barral, porque suponen una curiosidad, al editarse de nuevo ahora, tanto para los seguidores habituales de Vila-Matas como para quienes se acercan por primera vez a la obra de este autor. En “El viajero más lento” se condensa muy bien la esencia de la escritura de Vila-Matas, y muchos de los artículos son el primer esbozo de lo que luego fueron capítulos, tramas y personajes de sus libros posteriores.

Una de las características principales en la obra de Vila-Matas es el continuo homenaje a sus escritores favoritos, a la alta literatura. Esto significa por un lado que no esconde sus influencias y que ama de verdad la literatura y por otro lado, que el hecho de leer sus libros nos va a abrir nuevos caminos hacia otras obras y otros escritores que no conocíamos. Eso es estupendo.

Además de los artículos que son homenajes a escritores, me quedo con un artículo genial sobre la importancia de los nombres donde se hace un extenso e interesantísimo recorrido por los nombres reales y los apodos de muchos escritores que nos resultan familiares, como Flann O´Brien, Bernardo Atxaga o Joseph Conrad.

También es muy interesante, y divertido, el titulado “Lo que Brando decía”, una entrevista a Marlon Brando tan entretenida como falsa que en 1970 encargaron traducir a Vila-Matas: como no sabía hacerlo, y para no perder el trabajo, se la inventó, y el texto pasó como verdadero durante mucho tiempo. Diez años más tarde, según confiesa Vila-Matas en este libro, cuando desveló el fraude, volvió a publicar ese texto en otra revista, con tan mala suerte que no encontró a tiempo el texto original y tuvo que volver a inventarse la entrevista a Marlon Brando. Todo esto supuso que otra entrevista, esta vez verdadera, a Dalí, no se la creyera nunca nadie. Es una anécdota que representa muy bien la personalidad y la literatura de este escritor: delirante y genial.


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