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miércoles, 6 de febrero de 2019

"Pensamiento monógamo, terror poliamoroso" - Brigitte Vasallo


p.13 (…) he tratado de analizar cómo eso que en Europa denominamos monogamia es un sistema de control sobre los afectos que viene marcado por el neoliberalismo y que genera una forma de pensamiento constitutiva y necesaria a la construcción nacional europea y a su proyecto colonial. (…) Si algo me interesa del resultado es vislumbrar cómo desactivar este sistema en tanto que manera de relacionarnos con el entorno, con el mundo, más allá de si decidimos construir núcleos afectivos a dos, a cinco o a una (…) Para resistir a la violencia individualista, tejer redes rizomáticas.

Rizoma. Deleuze. Ay.

Sigo a La Vasallo en Instagram y una compañera me ha chivado que pronto presentará en Madrid este magnífico ensayo, (que yo compré en Barcelona pero no pude asistir a las presentaciones de allí por una diferencia de unos pocos días: por fin podré sacarme esa espinita).

Me interesa el poliamor como herramienta política, como instrumento contracultural, como guía básica y total para la supervivencia y el bienestar emocionales, como la forma definitiva de derribar todas las estructuras que se nos imponen con la educación por parte del entorno desde que nacemos: la familia, la escuela, los medios, las normas, las leyes. He leído mucho al respecto, pero no lo he comentado por aquí: estaba aprendiendo. Al igual que me sucede con el feminismo, hasta no sentirme bien informada me parece una torpeza hablar sobre ello; a menudo me sucede, surge el feminismo en una conversación con gente que no cita una sola autora, no controla los términos, las diferentes corrientes y frentes abiertos, etc. Replican argumentos-cuñao y frases que han leído en diagonal por Facebook. Suele ser gente que aún tiene Facebook. Háblales de poliamor, y ya verás (“Poli… ¿¿qué???”) 

El poliamor va de la mano del feminismo y de la teoría de género, para mí son temas tan diferentes como inseparables. Y aprender de todo ello me hace ser mejor y deconstruir mis propias barreras.
Brigitte Vasallo es carne de performance, ya nos lo demostró en su libro PornoBurka, de 2013 (del que ya os hablaré más adelante si me animo, puesto que mezcla toda la diversidad habida y por haber –de género, de origen, de orientación sexual, de modelo de familia, etc.– con el día a día en uno de los barrios más hostiles y pintorescos de esa españa profunda que es Barcelona, y como es algo que personalmente me pilla muy de cerca, sé que me voy a calentar escribiendo, y no quiero).

Su performance no termina cuando se apagan los focos o las redes sociales, sino que habla del poliamor desde su propia investigación y su propia experiencia vital. En “Pensamiento monógamo…” critica abiertamente la corriente de académicxs que estudian el poliamor desde la comodidad del sofá monógamo y se atreven a establecer teoría al respecto. Como quienes defienden la legalización de la prostitución bajo el paraguas del argumento “es un trabajo más” en estudios académicos muy eruditos, pero cuyxs autorxs no se prestan nunca a experimentar ni una jornada de ese “trabajo como otro cualquiera” y ser violadxs quizá más de 20 veces en un 8 horas para determinar con fundamento que sí, efectivamente, es sólo un trabajo más.

p.15 Para el discurso académico, somos objetos de estudio, gentecita que pone el cuerpo en algo que ni siquiera entiende, que no sabe explicar y que necesita de señores y señoras importantes, legítimas y mayoritariamente monógamas para analizar nuestra experiencia. Para estudiarnos desde eso que denominan “observación participante” nos “ayudan” con el activismo el ratito que dura su investigación. Denominar a eso participación es como llamar feminismo a que las mujeres entremos gratis en las discotecas. (…) Hay personas poliamorosas y no-monógamas investigando, pero ¿cuántas investigadoras* monógamas han abierto sus parejas, sus tripas durante el doctorado sobre poliamor, dejándose el corazón en todo ese proceso? El conocimiento necesita ser situado, y no se sitúa haciendo sándwiches para un poli-encuentro.

Transcribiría todo “Pensamiento monógamo…”, pero ya veis qué fluido y qué claro escribe Vasallo, hija legítima de la teoría también performativa de Paul B. Preciado, ese P.B.P. apareciendo con bigote en la televisión francesa aún bajo el nombre de Beatriz, grabándose en vídeo mientras se introduce dildos para honrar el fallecimiento de su maestro Foucault, escribiendo para su trabajo de fin de carrera el hito queer por excelencia “Manifiesto contrasexual”, adquiriendo testosterona en el mercado negro para administrársela fuera del circuito sanitario legal para no convertirse en una trans-sometida-al-sistema más…

¿Qué pasa cuando tu naturaleza no encaja en las estructuras sociales establecidas? Que la sociedad hace un alto en sus quehaceres cotidianos para señalarte con el dedo, para meterte el dedo en el ojo si te pilla desprevenida. Cuántas veces he escuchado a compañeras queer lamentarse, “cómo me gustaría haber sido normal, no haber sufrido por esto” y la impotencia que siento en esas ocasiones no os la puedo nombrar porque no hay adjetivos que la definan. Es la sociedad la que no es normal, la que se anticipó a tu llegada y estableció que te ibas a quedar fuera, que eras una ciudadana de segunda, que no valías una mierda.

p.61 El imaginario es tan potente, que no alcanzamos ni a plantearnos que lo disfuncional es el sistema y no nosotras.

Pensadlo, la heteronormatividad dirige nuestras vidas. La arquitectura es heteronormativa (el dormitorio de matrimonio y las habitaciones de los niños, una rosa, una azul); las webs de viajes y paquetes-experiencia son heteronormativas (escapada hetero-romántica, packs de bienestar para ella, ―porque al macho no le interesa cuidarse, a él le venden coches tan grandes como el tamaño de pene que nunca alcanzará―, organización de bodas en torno a la novia, que es a la única que le preocupan esas cosas); la publicidad y los medios de comunicación son heteropatriarcales y sexistas (para vender cualquier cosa colocan el foco en una mujer semidesnuda, ella hace las cosas en casa, él ayuda); los formularios administrativos son heteronormativos y patriarcales (casilla para el nombre de papá, en segundo lugar casilla para el nombre de mamá, si acaso “tutor”, no hay cabida para una familia poli); el modelo 145 es heteronormativo, patriarcal, monógamo y machista (puede que seas hombre y tengas una mujer a tu cargo, viceversa no se contempla, ¿porque... tú no serás un calzonazos mantenido, verdad?) Y así hasta el infinito, hay ejemplos flagrantes para llenar una vida. Ésta, por ejemplo.

¿De verdad has elegido ser hetero y monógama? ¿Habiendo nacido en un mundo sin estímulos heteronormativos, sin estructuras pre-diseñadas, habrías terminado por “elegir” el mismo modo de vida? ¿De veras lo crees?

Nuestra capacidad de elección es tan limitada y tan falsa (es sólo una percepción de libertad, no es real) que hay mares de bibliografía filosófica al respecto, podéis informaros.

Sin embargo, no estoy de acuerdo en todo lo que enuncia Vasallo en este libro. Por ejemplo, en un capítulo titulado “Las herramientas del amo no desmontarán la casa del amo” afirma que el poliamor no es para todo el mundo, sino solo para aquellas personas que habitan los márgenes de los márgenes, las que están “hechas de otra pasta. A base de hostias, pero de otra pasta”. No sé si esto es fruto de la impotencia y la rabia por haber sufrido mucho en su vida, lo cual lamento, pero al llegar a este punto me dolió que su idea del poliamor no fuera de verdad inclusiva, puesto que existe mucha gente que (creo) habita esos márgenes porque a pesar de los privilegios que les han venido dados no comparte ningún tipo de convencionalismo social, no sé, supongo que es un tema más complicado que todo eso, pero no me convenció. Y hay más cositas, pequeñas, pero es que en general estoy muy a favor de este libro y quiero priorizar su capacidad de abrir debate y generar pensamiento nuevo, así como la enorme gravedad de la heternorma hegemónica: tenemos que dinamitar eso de una vez por todas.

p.136 (…) tan disidente y sospechosa es una persona desafectada por el sentimiento nacional como una persona desinteresada en tener pareja.

Estoy muy a favor de este libro porque estoy muy a favor de cualquier herramienta que sirva para destruir las estructuras impuestas que nos embrutecen. Hace falta un gran interés personal y mucha fuerza de voluntad para salir del rebaño y observar desde los márgenes. Porque lo que se ve desde allí, no es bonito. Desde los márgenes se adquiere consciencia de que nuestro día a día se desarrolla en una distopía aterradora, en la sociedad del espectáculo de Guy Debord y el gran hermano de George Orwell, en cualquier capítulo de Black Mirror. 

Personalmente, me aterroriza el hecho de saberme cosificada por la mirada de los señoros de mierda cada-vez-que-pongo-un-pie-en-la-calle, de ponerme en riesgo real de muerte si se me ocurriera la peregrina idea de comenzar una relación con un tío machista; así como el hecho de estar absolutamente rodeada de cómplices de asesinato que si no cosifican a la mujer, sí lo hacen con los animales porque están muy ricos. No sé, adquirir consciencia de todo esto es sumamente doloroso pero te hace más libre, hace que en la medida de lo posible tus elecciones no estén condicionadas por un rebaño, por un anuncio en la tele, por una oferta en el súper. Pero insisto, es necesario ese impulso primero de querer saber, y una vez que empiezas a saber darte cuenta de que cuanto más lees, más consciente eres de lo mucho que te queda por aprender.

*El femenino de Vasallo incluye a los hombres. De nada.

p.19 Quien se ofenda por ser nombrad* en femenino, encontrará en este libro motivos muchísimo mayores de ofensa.


miércoles, 16 de enero de 2019

"Historia de una mujer plantada" - La Shatunga


Acaba de salir a la venta la “Historia de una mujer plantada”, escrito por La Shatunga.

¿Queréis saber más?

Pues no mováis vuestro culamen del sofá-silla-sillón /barra/ cama resacosa, ¡y seguid viendo el vídeo!

Con esa frase introduce Carmen, conocida como La Shatunga en YouTube, las anécdotas que cuenta en los vídeos de su canal los domingos por la mañana.

Se trata de un canal de humor sin pretensiones, en el que el protagonismo recae sobre las anécdotas absurdas y descabelladas que le pasan a nuestra autora. Es una de esas personas a las que siempre le pasan las cosas, que sabe cómo empieza su día pero nunca cómo va a acabar. Que vive aventuras porque nunca le da la espalda a una ocasión para hacer alguna locura, es decir, que vive la vida porque deja que le pasen cosas.

Su encanto reside en su particular forma de expresarse, alterando las palabras para conseguir que suenen divertidas. También en el hecho de que ella misma se ríe de las situaciones más absurdas y contagia esa alegría con actitud de “por qué no” y “qué más da”, y sobre todo “hemos venido a pasarlo bien, que son dos tardes”.

Aunque en su canal se pueden encontrar vídeos con tutoriales de maquillaje o recomendaciones de productos de cosmética, creo que no son más que excusas para darle forma al mismo y participar de la comunidad de YouTube, donde aporta un soplo de aire fresco y diversión, con humor blanco con cero cantidad de vanidad.

¿A qué viene este libro entonces, es otro libro más de una youtuber? Bueno, en parte sí, para qué lo vamos a negar. Carmen no es escritora y sus anécdotas en este libro son casi una transcripción de lo mismo que te diría hablando.
¿Y...?
Insisto, se trata de un producto sin pretensiones, yo no diría que esto es literatura sino simple entretenimiento en forma de libro. Ojo, mi intención no es menospreciarlo, es describirlo lo más exactamente posible para que nadie se llame a engaño. No es el tipo de libro que consumo, pero fue una grata excepción que me amenizó un viaje en tren el otro día (se lee rapidísimo), me hizo reír y he visto bastantes vídeos de La Shatunga, que me parece buena tía y me cae bien, por eso lo recomiendo, sin más.

Resulta que, durante estos últimos años, cuando iba contando más y más anécdotas en YouTube, le empezaron a preguntar cada vez de forma más insistente si es que no tenía anécdotas de citas amorosas: su ejército de seguidoras quería saber qué pasaba con La Shatunga en esas situaciones, ¿se convertía en una persona seria y aburrida? En absoluto: ella respondía que tenía mil anécdotas de ese tipo pero que se reservaba para el día en que escribiera el libro que se titularía "Historia de una mujer plantada", como así fue, porque a ella le habían dado plantón sus ligues y parejas de las formas más rocambolescas que se pudiera imaginar, y que el día que todo aquello saliera a la luz el libro sería un exitazo.

Hace unos meses, llegó ese día, en el que la editorial Planeta le escribió un e-mail proponiendo que escribiera un libro porque se lo querían publicar. Y aquí lo tenemos.

¿Qué le pasa a La Shatunga en el amor? Que está enamorada de la idea del amor y busca desesperada a alguien que le dé forma, que se ha tragado el mito del amor romántico y se le ha hecho bola. Es una de esas personas que buscan una relación seria en una aplicación de ligar, y que no van de farol. En este sentido, es mejor tomarse este libro como puro entretenimiento sin más, porque si nos paramos a analizar cualquiera de las historias que lo componen, en realidad nos daremos cuenta de que se trata de historias muy tristes, de una mujer que siente la necesidad de completarse con una pareja masculina, o que no se siente reforzada y segura sin una presencia parejil a su lado. No sé. Ella misma admite haber hecho cosas muy absurdas “por amor” (arrastrarse nunca es amor) y en el prólogo avisa de que esas historias, narradas en orden cronológico, son también una prueba del paso del tiempo y de su madurez a lo largo del mismo: pero esas excusas no me convencen.

"A los dos minutos salí de casa con la excusa de que no había comprado leche sin lactosa y no volví nunca más. 
Puede que tras leer esto os alegréis por mí, porque por una vez no me han plantado, no me han dejado esperando durante horas como una tonta esperanzosa, no me han engañado con otra o directamente no han pasado de mí como de la mierda, pero no os confundáis. En realidad, yo no le dejé, Carmen no le dejó, en todo caso quien le dejó fue una tal Eva Nasarre con ojos negros, porque esa era la persona con la que él quería vivir, con la que él quería salir a practicar sus mierda de excursiones deportivas, a la que quería lavar el pelo con sus pociones mágicas y a la que quería presentar a su madre. 
Yo no existía. Yo simplemente había pasado a ser un óvulo fértil en su fantasía.

Creo que Carmen también tenía una idea muy clara en la cabeza, y que a cada chico que conocía le intentaba meter en el molde para localizar qué parte le apretaba o de dónde le quedaba flojo. Y supongo que cada uno tiene su forma de elegir compañía y sabe qué le conviene, pero echo en falta ese dejarse llevar que considero tan necesario. Ella exigía “unos mínimos” que pasaban por una apariencia física muy concreta y unos gustos musicales también muy concretos. Poco más. Y no me parece nada maduro ni fiable: después de leer el libro y ver cómo se desenvuelve en el terreno afectivo, tengo claro que yo no habría querido salir con ella. Su perfil sería uno de esos tan cerrados que entre líneas transmiten que esa persona en realidad está enfadada, y se traduciría en “no quiero pijos ni pedantes ni chonis ni ni ni…”, es decir, un perfil lleno de prejuicios, tabúes o carencias afectivas enquistadas.

Y esto es culpa de esa represión a la que todas estamos sometidas (el femenino también incluye a los tíos: de nada), el control político que supone el sistema monógamo y de la familia clásica y establecida. Solo hay un colectivo muy reducido de personas (se llaman poliamorosos) que viven y se dejan fluir fuera de ese sistema y pueden tener un círculo afectivo compuesto por una persona que les aporte unos valores y cubra unas necesidades, otra persona con otras cosas, y así sucesivamente. Puedes tener, básicamente, una pareja para follar, otra para tener hijos y otra para hablar de Faulkner en pelotas, donde el respeto, la independencia y los cuidados sean la base para que todo funcione. Pero no nos educan en eso. Ya me he vuelto a ir por las ramas. O no.


domingo, 24 de diciembre de 2017

Foucault para encapuchadas - Manada de Lobxs


"Foucault para encapuchadas" no es un libro que espere ser reseñado. Es una herramienta para la lucha diaria, un manual terminológico básico para todo aquel que detecte la heteronorma imperante en la sociedad, y renuncie a formar parte de ella, así como del binarismo que embrutece a las masas, y al capitalismo hostil.

Lejos de conformarse con migajas, "Foucault para encapuchadas" no pretende que se incluya a las minorías para que pasen a formar parte del sistema haciéndoles un favor, no quiere bodas de gays ni lesbianas paridoras: quiere destruir el sistema. Aquí se denuncia lo que hay tras la máscara de lo gay friendly, la sociedad que a diario humilla, segrega y nos ataca con violencia física y verbal. La farsa detrás de la supuesta inclusión de todo aquel que no cumpla los requisitos para ser admitido.

Todos los textos se basan en la obra de Michel Foucault, Judith Butler, Gilles Deleuze, Felix Guattari, Tiqqun, Beatriz Preciado, Paco Vidarte, Monique Witting y muchos más. El enfoque parece claro, y personalmente me parece absolutamente correcto.



p. 11
La mujer es el artefacto político que no consigue asumir la soledad, siempre en busca de quién la complete, de quién la ampare, la proteja, la cobije, la resguarde, siempre esperando al príncipe o -la princesa- azul, siempre aguardando algo que estimule su abúlico tedio existencial femenino hegemónico de ángel del hogar sin más afirmación que su melancolía. La soledad en el desierto es la forma que reviste el medio de encuentro de quien procura desertar de las formas del yo-soy- mujer, llevándose en la retirada y el éxodo las armas y los afectos necesarios.

Nos borramos, difuminamos el universal que en nuestra especie humana heterocentrada propaga la muerte de todos los existentes para emprender la fuga, el exilio, fuera de los estratos del control, fuera de las lógicas binarias varón- mujer/humano-animal/heterosexual-homosexual, combatimos para devenir múltiples. No más lágrimas.

p. 25
Es decir, los malos e indóciles sujetos de las políticas sexuales que no dejan dormir en paz al bebé concebido con la costosa inseminación artificial de la amorosa pareja lésbica profesional blanca y exitosa, que se ha casado por civil para poder heredarse los bienes de la propiedad privada obtenidos en cargos gerenciales como periodistas clasificadas. Cualquier parecido con tu jefa no es pura coincidencia.

p. 32
El devenir no constituye un punto de llegada, ni una evolución ni algo en lo que hay que transformarse. Tampoco se trataría de una identidad disidente o una mera alteridad opuesta a la hetero-norma, como la de los homosexuales. No es algo que se produzca al nivel de la imaginación o del sueño, ni una imitación que responda al orden de la identificación, ni al de la asimilación, no tiene que ver ni con ser, ni con parecer, ni con producir, ni con equivaler...

Por el contrario, el devenir es una expresión relativa a la economía del deseo, cuyos flujos proceden mediante afectos, el contenido propio del deseo, ya que desear es pasar por devenires. Todo devenir forma un bloque que supone el encuentro o relación de dos términos heterogéneos que se desterritorializan mutuamente. Molecular, minoritario, nómade, opera mediante la disolución del orden molar de las identidades. El devenir pertenece al orden de la alianza (no de la filiación) y del rizoma (distinto de un árbol genealógico); siempre una multiplicidad (a diferencia de las identidades que suponen individuos que las encarnan) en vinculación con una micro-política de contagio y de afectación (la epidemia es anti-herencia: no heredamos la disidencia del movimiento LGTB), entendiendo los afectos no como sentimientos personales sino como potencias de manadas que hacen vacilar el yo.

p. 34
De hecho, el cuerpo heterosexual es uno de los artefactos del Capitalismo Global Integrado Heterosexual más exitoso en el arte de gobernar con los que cuenta la sexopolítica decimonónica, producto de una división del trabajo de la carne según la cual cada parte del cuerpo se define respecto a su función reproductora y productora de feminidad o masculinidad (es decir, la estratificación). En tanto régimen político, el CGIH opera desde la heterosexualidad para asegurar la relación estructural entre producción de identidad de género (femenino/ masculino) y la distribución sexuada de ciertos órganos (llamados “genitales” u “órganos sexuales o reproductivos”) y no otros, según un orden binario que se pretende estable y definitivo. El régimen otorga a cada parte de nuestro cuerpo una función única y por supuesto heterosexuada, convirtiendo -subrepticiamente- los órganos de reproducción en órganos sexuales. Lo que estamos queriendo decir es que si por casualidad tu placer sexual adulto pasa por chuparte el dedo gordo, este sistema de ordenamiento de los hechos humanos y no humanos, conscientes y no conscientes, te establecería como perverso, y luego pasarás a ser objeto de control, corrección y normalización dentro de las lógicas heteronormativas. Pero no nos quejamos, no queremos que nuestra perversión sea aceptada, lo que deseamos es destruir este régimen.

p. 43
Heterosexuales paridoras de misóginos, criadores de fascistas, novias románticas encubridoras, madres que piden perdón por lo que ustedes mismas les inculcaron a sus hijos, padres amedrentadores homofóbicos futboleros, caeremos sobre ustedes como Furias, con la alegría descomunal de travestis cuchilleras, de tortas camionabomberamotoquera asesinas, de maricas emplumadas armadas con su sangre. No tenemos miedo de morir como Daniel, ni como Pepa ni como ninguna otra de nuestras amigas, tenemos miedo de vivir como ustedes.


miércoles, 11 de octubre de 2017

QUIÉRETE UN POCO, JODER


Te quiero no nos compromete a nada,

pero calienta el corazón y tira hacia arriba

de los hilos que sostienen las comisuras de los labios.

Simplemente informa de una realidad,

como haría el periodismo objetivo si existiera.

Hace que le pongamos un plato a la belleza en la mesa

y que nos sintamos abrazados a distancia.

Te quiero jamás debería implicar

arrojar todo Disney sobre la cabeza de nadie.

Te quiero no debería ser tabú.

Amar tu identidad no debería ser tabú.

Amar a otre independientemente de su identidad,

no debería ser tabú.

Amar y no follar no debería ser tabú

y follar sin amar no debería ser tabú.

Ya sé que el amor no tiene nada que ver con este insomnio.

Conozco mi lugar en la lista de prioridades,

lo sé todo sobre el egoísmo y las verdades a medias,

tengo la mano sobre el picaporte de la puerta de atrás.

Me enjuago los ojos y leo en el espejo:

quiérete un poco, joder, quiérete un poco.


Del texto: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2017

jueves, 28 de septiembre de 2017

Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo - Chimamanda Ngozi Adichie


Leí por primera vez a Chimamanda hace años, a través de sus novelas "La flor púrpura" y "Medio sol amarillo" (dejo aquí el enlace a una reseña que hice sobre ella en 2010, para más información). Más allá de las tramas, lo que desprendía la forma de narrar de esta autora nigeriana, era una bondad infinita, si se me permite la cursilada. Durante años ha encabezado el activismo por los derechos de su pueblo. Y más recientemente, a raíz de la publicación del manifiesto "Todos deberíamos ser feministas" (publicado en la misma colección que "Querida Ijeawele..."), se ha convertido en cabeza visible dentro del activismo feminista.

A modo de anotación al margen, quiero especificar que la lucha de Adichie se encuentra dentro del feminismo negro, que aúna la problemática del sometimiento que ejerce sobre las mujeres el patriarcado de las diferentes culturas, a la presión racista (eres mujer, eres negra: estás jodida). La referencia bibliográfica al respecto es la antología "Feminismos negros" que se encuentra disponible en la web de la estupenda editorial Traficantes de Sueños (se puede leer gratis on-line).

Siguiendo un poco esta idea, en "Querida Ijeawele...", Adichie comenta que sin duda se ha sentido arropada por su entorno en la lucha por los derechos humanos combatiendo el racismo, pero que, sin embargo, ha visto cómo otras mujeres no la apoyaban o, es más, la criticaban, en su lucha feminista. Precisamente, este hecho no es algo aislado y tampoco es contradicotorio, me explico: que las mujeres se sitúen en una posición contraria al feminismo, también es culpa del patriarcado. Estas mujeres tienen tan interiorizada la sumisión que son incapaces de desaprender todo lo que se les ha inculcado desde pequeñas, como para poder empezar a enfrentarse a todas las imposiciones que equivocadamente creen que han elegido libremente. Personalmente creo que ellas son el colectivo al que más urgentemente hay que explicar la necesidad de que se conviertan en seres humanos plenos, y nunca más sometidos. Un fragmento interesante al respecto, es el siguiente:

p. 38 "¿Recuerdas cuánto nos reímos hace unos años de un artículo atroz sobre mí? El autor me acusaba de estar <>, como si <> fuera algo de lo que debiera avergonzarme. Por supuesto que estoy enfadada. Estoy enfadada con el racismo. Estoy enfadada con el sexismo. Pero últimamente me he dado cuenta de que me enfada más el sexismo que el racismo.
Porque en mi enfado con el sexismo a menudo me siento sola. Porque quiero a mucha gente y convivo con mucha gente dispuesta a reconocer la injusticia racial pero no la de género.

No sabría decirte las veces que personas que aprecio, hombres y mujeres, han esperado que argumentara la causa del sexismo, que la <>, cuando nunca han esperado lo mismo para el racismo. (Obviamente en el ancho mundo, demasiadas personas siguen esperando que les <> el racismo, pero no en mi círculo inmediato). No sabría decirte cuántas veces personas que aprecio han quitado importancia o negado situaciones sexistas.

Como nuestro amigo Ikenga, siempre dispuesto a negar que algo sea producto de la misoginia, que jamás se muestra interesado en escuchar y conversar, y siempre parece ansioso por explicar cómo, en realidad, las mujeres somos las privilegiadas. Una vez llegó incluso a decirme que <>. Creía que estaba negando el sexismo cuando en realidad estaba dándome la razón. ¿Por qué <>? ¿Si una mujer tiene poder, por qué tiene que disimularlo?

La excusa para este manifiesto feminista con formato de carta extensa, es la pregunta que una de las mejores amigas de Adichie le planteó tras ser madre de una niña, Chizalum: ¿cómo educar a una niña para que sea feminista, cómo educar en y desde el feminismo? Desde que Adichie es reconocida como feminista, recibe consultas a las que no siempre sabe dar una respuesta rápida. Se trata de asuntos delicados y que requieren de un sólido argumentario, no vale con una respuesta corta y llamativa pero en el fondo vacía (algo tipo tweet).

El librito, de unas 90 páginas, está dividido en quince apartados, en cada uno de los cuales se trata un aspecto del feminismo aplicado a la educación de una pequeña: desde los roles de género a la independencia económica, pasando por la necesidad de adquirir un fuerte acervo cultural o los riesgos del amor romántico.

Adichie escribe transmitiendo calma, paz y amor: su activismo surge desde una perspectiva absolutamente humana que para mí, es tranquilizadora. Además de bondad, como ya comentaba antes, también desprende sabiduría, es maravillosa. Y no me resisto a señalar la fuerza y la luz de su mirada en las fotos.

Uno de mis apartados favoritos ha sido el sexto, que se centra en la cuestión del lenguaje:

p. 44 "Enséñale a cuestionar el lenguaje. El lenguaje es el depositario de nuestros prejuicios, creencias y presunciones. Pero para enseñárselo tendrás que cuestionar tu lenguaje. Una amiga mía asegura que nunca llamará <> a su hija. La gente lo dice con buena intención, pero <> es una palabra cargada de presunciones, de la delicadeza de ella, del príncipe que la rescatará, etcétera. Mi amiga prefiere <<ángel>> y <>.

De modo  que decide tú misma lo que no le dirás a tu hija. Porque lo que digas importa. Le enseña lo que debería valorar. Seguro que conoces esa broma igbo para reírse de las chicas que están siendo infantiles: <<¿Qué haces? ¿No sabes que ya tienes edad para buscar marido?>> Yo lo decía a menudo. Pero ahora he elegido no hacerlo. Prefiero decir <>. Porque no creo que debamos enseñar a nuestras hijas a aspirar al matrimonio.

Intenta no emplear demasiado a menudo palabras como <> y <> con Chizalum. En ocasiones las feministas tiramos demasiado de jerga y la jerga a veces resulta excesivamente abstracta. No te limites a etiquetar algo de misógino, explícale a tu hija por qué lo es y cuéntale cómo dejaría de serlo.

Enséñale que si criticas X en las mujeres pero no lo criticas en los hombres, tal vez no tengas problema con X, sino con las mujeres. Sustituye X por palabras como ira, ambición, brusquedad, tozudez, frialdad, crueldad.

Enséñale a plantearse preguntas como: ¿Qué cosas no pueden hacer las mujeres porque son mujeres? ¿Esas cosas gozan de prestigio cultural? En tal caso, ¿por qué solo se les permite a los hombres realizar las actividades que tienen prestigio cultural?

(...)

En lugar de limitarte a contárselo, muéstrale ejemplos de que la misoginia puede ser descarada o sutil y que ambas son aborrecibles.

Enséñale a cuestionarse a los hombres que solo empatizan con las mujeres si las ven como una posible relación en lugar de como a seres humanos iguales. Hombres que, al hablar de las violaciones, siempre dirán algo del estilo de <>. Sin embargo, los mismos hombres no necesitan imaginar a la víctima masculina de un crimen como su <> para empatizar. Enséñale también a cuestionarse la idea de que las mujeres son especiales. Una vez escuché a un político estadounidense, en un intento de apoyar a las mujeres, hablar de cómo deberíamos <> y <> a las mujeres, una opinión demasiado común.

Dile a Chizalum que las mujeres no necesitan que las reverencien ni las defiendan; solo necesitan que las traten como a seres humanos iguales. En la idea de que las mujeres necesitan ser <> y <> por el hecho de ser mujeres subyace una actitud de superioridad. Consigue que los hombres piensen en caballerosidad, y la premisa de la caballerosidad es la debilidad femenina.

lunes, 4 de septiembre de 2017

10 ingobernables: historias de transgresión y rebeldía - June Fernández


Llego a “10 ingobernables” gracias a las acertadas recomendaciones literarias de la actriz Amarna Miller. En este libro se cuentan diez historias recogidas por June Fernández entre 2012 y 2016 en diferentes lugares de España y América Latina. Todas ellas tienen en común una perspectiva feminista y un pasado de lucha y opresión machista y/o heteropatriarcal de mierda: historias feas de maltratos físicos y psicológicos sufridos por el colectivo oprimido formado por mujeres (agredidas por el hecho de ser mujeres), hombres gays (y hasta aquí los únicos cuya problemática tiene cierta visibilidad en la sociedad), lesbianas, bisexuales y personas no binarias, intersexuales y un largo etcétera.

p.7 Tiene barba porque su cuerpo de mujer es así. No le da la gana afeitársela.

Según avanzo en la lectura con los pelos de punta y el corazón encogido, me doy cuenta de que acercarme a estas historias es una necesidad para mí, suponen una fuerte dosis de cruda realidad y son un ejercicio de empatía en sí mismos. Recuerdan que hay muchas formas de ser humano, y que ser inhumano no es una opción válida.

p. 9 Cuando la escritora Jeanette Wintessen, recién cumplidos los dieciséis años, le contó a su madre que se había enamorado de una chica, esta le espetó: “¿Por qué ser feliz si puedes ser normal?”

“10 ingobernables” es uno de esos libros que da gusto sostener entre las manos, no sólo por su preciado contenido sino también por lo bien editado que está. Antes de cada capítulo nos ofrece una caricatura sencilla (todos los dibujos realizados por Susanna Martín) del personaje que va a protagonizar la siguiente historia, y es curioso verlo al principio sin que nos transmita casi ninguna información, y regresar a él después de conocer su odisea personal y haberle tomado cariño, algo así como ponerle cara a su historia a pesar de haberlo visto antes de tener datos.

p.42 Antar no nació en el cuerpo equivocado. La sociedad se equivoca cuando le exige que elija, que se posicione, que se identifique como mujer o como hombre, porque si no, es un monstruo.

p.45 Antar no quiere pedir permiso a la psiquiatría y tampoco quiere un cuerpo con cicatrices. No es su cuerpo el que hay que corregir.

Otra cosa que me gusta mucho de este libro, es que está plagado de referencias bibliográficas que enriquecen el contenido precisamente porque le añaden la posibilidad de seguir leyendo. Es palpable que su autora, June Fernández (Bilbao, 1984), creadora de Píkara magazine, es un gran referente en el feminismo español de los últimos años, cuyo trabajo visibiliza la realidad de mucha gente oprimida por un sistema social y político arcaico e inválido, que prioriza cuestiones políticas y económicas a las vidas humanas.

p.64 Como buenos okupas, no accedieron a la negociación. Juanita se recuerda abrazada a otras quince personas dentro del edificio, viendo cómo la pala de la excavadora se cernía sobre el techo de uralita. “Los policías nos cogieron una por una en brazos”, cuenta con coquetería, como si una parte de ella hubiera disfrutado de ese instante de película de Hollywood.

p.72 ―¿Cómo vas a pasar la Nochevieja, Juanita?
―Igual con las amigas del pueblo, pero tampoco me importa pasarla sola. Hago mis rituales.
―¿Qué rituales?
―Me los invento. Con el fuego es fácil. O hago como las brujas: me fumo un porro de más, y vuelo.

También me gusta de “10 ingobernables” la manera en que está escrito, con frases igual de descriptivas que emotivas, nos acercan a unas vivencias muy dolorosas pero con la dosis de humor necesaria para seguir luchando.

Leo historias de años de agresiones, de inexistencia o ineficacia de la justicia; historias en las que a la pobreza se unen gustos o formas de ser que se salen de lo normativo y que dificultan aún más el salir adelante mientras todo tu entorno te resulta hostil. Y sin embargo me siento incapaz de sentirme feliz por mis privilegios de mierda. Mi coeficiente intelectual, mis medidas corporales o el color de mi piel no me suponen conflicto alguno, no tengo carencias afectivas que me obliguen a entablar relaciones insanas, ni frustraciones internas que necesite desahogar con nadie. O bien establezco relaciones sanas y 100% libres, o hago planes a solas sin que nada ni nadie me impida disfrutar de mi libertad e independencia (home is wherever I’m with me).

Y sin embargo, salgo a las calles de Madrid, que se ha convertido en una selva de acoso sexual callejero, y lo más bonito que respondo a diario a los machitos de mierda, es que se mueran. Nunca una lesbiana me agredió por la calle, luego el problema no radica en el espacio que ocupo en el mundo o en la imagen que proyecto en público: el problema son los tíos. Nuestros privilegios como mujeres jóvenes, independientes, emancipadas, tatuadas y vestidas como nos da la gana, se transforman en un problema cuando tenemos miedo de volver solas a casa por la noche; o cuando incluso a plena luz del día y por el centro, se acerca de frente por la acera un tío y nos sorprendemos pensando “ojalá que no le guste, ojalá que no me diga nada”.

Tener inquietudes culturales e intelectuales no mejora mucho las cosas en según qué situaciones, una vez salimos de entre las estanterías: por ejemplo, la inmensa mayoría de nuestros ligues potenciales masculinos, sólo valoran unos cánones de belleza preestablecidos que a veces pueden ser matizados por filias personales (con las chicas funcionan otros códigos). En el caso de que nuestra materia gris les sirva como aliciente, lo hace en tanto en cuanto apuntarse el tanto cuenta doble, “Wow, he conseguido engañar a la sabihonda comelibros, +20”.

Leo otras realidades de la mano de June Fernnández y se reafirma mi capacidad para la empatía mientras pienso que a pesar de que mi vida no es perfecta, lo he tenido muy fácil. Pero también a veces siento que me ahogo y que me choco contra un techo invisible de cristal, soy humana y necesito desahogarme.

Mi absurdo privilegio por nacer en un lugar que no elegí, se acaba cuando viajo a algún lugar de fuerte tradición racista, o escucho según qué comentarios despectivos y de repente me siento guiri, paya, gallega, yuma, bárbara, extranjera; charnega en el ¿país? que inventó lo de sudaca y pan tumaca. Pero quién les ha metido qué coordenadas de qué fronteras a la gente. Tienen muchos motes para nombrarme todos aquellos a quienes yo solo veo humanos mientras sigo siendo incapaz de distinguir líneas raras en el suelo.

No soy tan pendeja (este término se usa en México y me hace gracia usarlo a veces) como para querer cambiarme la vida por la de quienes lo tienen absolutamente todo en contra, pero a la vez me siento incapaz de creerme superior a cualquier ser humano a causa de mis privilegios de mierda. Mis privilegios no me hacen feliz, o no soy feliz, en fin, a pesar de mis privilegios.

Este libro me ha hecho replantearme de nuevo muchas cuestiones y creo que es válido para una gran cantidad de tipos diferentes de lectores, así que lanzo mi recomendación para que a quien le apetezca la atrape al vuelo.

jueves, 29 de junio de 2017

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