sábado, 5 de diciembre de 2020

"Vulva: la revelación del sexo invisible" - Mithu M. Sanyal


p.18 Debido a que el lenguaje es el sistema con el que nos orientamos en el mundo y evaluamos las cosas, la desaparición de denominaciones que expresen aprecio o sean simplemente precisas va siempre acompañada de la desaparición de un contexto positivo de aprecio, la refleja o prepara su llegada.


p.28 En realidad, la situación para la mayor parte de las jóvenes es incluso más desoladora. «Las niñas tienen un “mumu”, una florecita, una pelusilla, un enchufecito, casi cualquier nombre que uno pudiera dar a una mascota pequeña y suave como un conejillo de Indias parece apropiado», constató la periodista Mimi Spencer en un artículo en The Guardian con el título, tomado de Eve Ensler, de «The vagina dialogues». Más allá de ello, lo que importa aquí es que estas palabras no sólo quitan importancia o establecen una distancia, sino también que son muy individuales.

(…)

Esto significa que las jóvenes no pueden hablar entre sí acerca de sus genitales. Cada referencia permanece reducida al ámbito de lo muy privado, generalmente al núcleo familiar, de forma que, sin importar cuán positivamente se expresen los padres, la vulva queda adherida más bien a un aura de secreto y ocultación: es aquello sobre lo que no se habla. «Si no podemos decirles a nuestras hijas cómo se ven realmente sus órganos sexuales, entonces animamos a cada nueva generación de mujeres a trabajar con engaños y a encubrir su lenguaje, sus pensamientos y sus sensaciones», criticó Harriet Lerner, quien, desde los comienzos de su confrontación con la palabra que empieza por «v» ha entrevistado literalmente a cientos de padres y les ha preguntado por qué no revelaban simplemente a sus hijas que su genital se llama vulva. Las respuestas aún la desconciertan treinta años después:


p.29 Muchos padres, por lo demás cultos, decían incluso que nunca habían oído la palabra. Aquellos que tenían conocimiento de los términos correctos daban las explicaciones más fantasiosas sobre por qué no las usaban. «Vulva es un término médico y yo no quisiera agobiar a mi hija con términos que sus amigas no conocen.» «Lo va a decir en su clase y entonces, ¿qué hacemos?» «Vulva y clítoris son términos técnicos.» (…) «No quiero que mi hija se convierta en una obsesa sexual o acabe creyendo que los hombres pueden ser reemplazados por un vibrador.»


p.228 “Al contemplar ese genital extraño e inexplicable me sentía como un alien, lo que es una descripción bastante precisa de la distancia entre las mujeres y sus genitales. Sí, los usamos, podemos incluso disfrutar de ellos, pero no hay sentimiento de pertenencia. Esos labios dobles en mi pubis no me pertenecían realmente ni siquiera a mí, sino que eran parte de un mundo ajeno de cuya existencia tenía una prueba en ese momento.”


p.232 La práctica generalizada de nombrar equivocadamente a los genitales femeninos es casi tan sorprendente en sus consecuencias como el silencio que rodea a este hecho. Es cierto que en los Estados Unidos no se cortan y extraen el clítoris y los labios vaginales como se hace en otras culturas a innumerables niñas y mujeres. Nosotros hacemos el trabajo no con el cuchillo sino con el lenguaje: el resultado es, si se quiere, una mutilación genital psíquica. El lenguaje puede ser tan afilado y veloz como un bisturí quirúrgico. Lo que no se nombra, no existe.


sábado, 21 de noviembre de 2020

"Cuando la sociedad es el tirano" - Javier Marías



Lo que tenemos aquí son noventa y seis artículos reunidos en un solo volumen; se publicaron por primera vez entre febrero de 2017 y enero de 2019 en el suplemento dominical El País Semanal: la recopilación es de mayo de 2019. Es decir, la ya clásica compilación de artículos de Javier Marías en Alfaguara, que se publica de forma más o menos bianual.

Antes, las compraba todas. Cada dos años tenía cita inapelable en la librería aun cuando a menudo fuera leyendo los artículos recién publicados por internet. Los que me seguís desde hace mucho tiempo u os habéis tomado la molestia de leer mis reseñas viejas (hoy en día es viejo todo lo que proceda de la semana pasada, sino aún menos tiempo) sabéis que desde aproximadamente los 15 años he sido una lectora aplicada y voraz de la obra de Javier Marías. He reseñado más de diez de sus libros y referencias a muchos otros han aparecido con frecuencia en mis artículos del blog. Le he escuchado en conferencias y presentaciones, he acudido a por su firma en muchas ferias del libro cuando vivía en Madrid, alguna vez he compartido en mis redes sociales fotografías de la apelotonada zona de la biblioteca de casa donde se amontonan sus libros. 

Pero nada dura eternamente y creo que está bien que así sea. Tras la decepción que sufrí con “El Quijote de Wellesley” (una obra que como ya expliqué, me pareció un oportunismo editorial y una tremenda tomadura de pelo, qué dinero malgastado) un buen día dejé de consumir sus artículos semanales porque empezaban a oler a chamusquina. 

Creo que el artículo-gota que colmó el vaso de mi paciencia fue precisamente uno de los que se incluyen en este recopilatorio, “Más daño que beneficio”. En él, el eterno candidato al Nobel se lamentaba de que se recomendase y alabase la obra de una autora que a su gusto no está a la altura de otras de su mismo género. Creo que la gente lee sin descanso pseudo-literatura de muchísima peor calidad y sin embargo esto no parece inquietarle. Me da mucha pena que la cargase contra la encantadora Fuertes porque su obra va mucho más allá de cuentos para niños o unos pocos poemas para adultos: Gloria Fuertes consiguió que la gente la quisiera (¿quizá esto le da rabia y cierta envidia a un autor que a medida que cumple años se hace más antipático a sus lectores?, me pregunto). Su capacidad de transmitir, su personalidad, traspasaban las páginas y las pantallas, era reconocible, original y única. 

Es más, en su caso, el hecho de que escribiera mejor o peor no es la cuestión: es el mensaje de su obra y el hecho de que durante toda su vida sufriera una múltiple represión por ser mujer, lesbiana, artista. Que Javier Marías carezca de la sensibilidad para ver más allá de la calidad objetiva de su obra, es otro tema. Como lo es el hecho de que deje que los demás recomendemos a quien nos dé la gana, al igual que él recomienda a Jane Austen y las hermanas Brontë sin que corramos a vociferar a la Plaza de la Villa hacia sus balcones lo cursi, mentecato, manido, rancio, arcaico y con olor a naftalina que resultan hoy en día estas recomendaciones. Personalmente, desconfío mucho de las personas que no toman café y leen a las hermanas Brontë.

Si a Fuertes se la reivindica ahora, como a muchas otras, es porque durante muchísimos años aciagos se las silenció, y no es porque hubiera una conspiración de hombres en su contra que no afectaron a las autoras que sí gozan de la aprobación de Marías y pudieron ver su obra publicada en vida. Creo que es aquí donde más se le ve el plumero, en esta frase fatídica: “En realidad son legión las mujeres llenas de inteligencia y talento, a las cuales ninguna «conspiración» de varones ha estado interesada en ningunear (pág. 77). Lo que le molesta a Marías, está claro, no es Gloria Fuertes: es el feminismo.

Y digo esto porque quizá noventa y seis son demasiados artículos para que en casi todos haya una mención directa o indirecta a las molestias que sufre Javier Marías a causa de las feministas vociferadoras. No sé sobre qué corrientes o qué autoras feministas ha leído, si es que lo ha hecho, y si se ha enterado de algo. Se centra mucho en las feministas “gritonas” o de redes sociales que poca gente con sentido común soporta, pero es que el mismo sentido común nos debe indicar que no las hagamos ni caso. Defiende Marías que en las “olas” previas a esta supuesta cuarta actual, las feministas eran seres de luz que consiguieron grandes logros, y me gustaría decirle que en todas las épocas hay gritones y mentecatos, al igual que obras sin ningún valor literario, pero que precisamente toda esa bazofia no trasciende, no pasa a la historia, por eso no nos llega. Solo sabemos de los logros que se consiguieron y de las obras que supervivieron durante generaciones y nos han llegado.

Creo que Javier Marías es lo suficiente inteligente y más para saber todo esto, pero hay algo que le molesta por una masculinidad, quizá, mal gestionada. Quizá no sea capaz de disimularlo porque le pueda la rabia. Y me da mucha pena que vaya a pasar a la historia por un viejo cascarrabias a causa de su incontinencia en estos artículos cargados de bilis y mala baba, después de las grandes obras que ha legado al mundo, la verdad. Diría que no le reconozco, pero es que todos cambiamos.

No hace falta tener las mismas opiniones en todo para llevarse bien e intercambiar puntos de vista. Quizá sí es imprescindible tener los mismos valores, no estoy segura. Pero es que precisamente eso es lo que propicia el crecimiento, la diferencia: si nos refugiamos en las voces que nos dan la razón en todo, jamás saldremos de nuestro pequeño caparazón de verdades absolutas y de profecías autocumplidas. 

Todo esto me ha recordado un episodio del pasado que en realidad sigo teniendo muy presente. Hace años una amiga me dejó por whatsapp. Este detalle mezquino me sirvió para amortiguar el golpe, que en su día fue fuerte. Aún a menudo la echo de menos y me gusta ver por redes que le sigue yendo muy bien con sus novelas. La he recordado estos días, una vez más, porque Marías menciona en uno de estos artículos el caso de “la Manada” que motivó que esta persona quisiera salir de mi vida. Marías argumenta en su artículo que no puede saber qué pasó exactamente en aquel portal y que por tanto sobraban las voces de miles de mujeres que durante un sinfín de manifestaciones gritaban “yo sí te creo”: que había que dejarlo en manos de la justicia.

En su día, ofrecí a mi antigua amiga mi punto de vista, ya que lo que pasó en ese portal de hecho estaba grabado en buena parte (por los mismos violadores: vídeos que más tarde les sirvieran para vanagloriarse de su funesta y cavernícola hazaña con el resto de salvajes colegas), así como el transcurso de la Manada con su víctima desde la plaza donde empezaron a hablar, hasta el portal donde finalmente sucedió la violación, pasando por los lugares donde fueron preguntando si había habitaciones libres (durante estas fiestas psicópatas y muy crueles, centradas en el maltrato animal, el ayuntamiento instala cámaras de vigilancia por las calles: es lógico, nada bueno puede salir de una concentración de bárbaros además, borrachos). Me leí en su día hasta las diferentes declaraciones que se filtraron a la red, no sé por qué me empapé tanto del caso, siendo tan repugnante todo. En fin, a mi amiga le molestó que yo dijera que creía que fue una violación aún a pesar de no haber presenciado los hechos en el portal y ser incapaz de saber, en fin, la realidad del caso. 

Marías aboga por dejar la resolución en manos de la justicia y creo que es aquí donde se equivoca. Fui a las manifestaciones precisamente para apoyar el movimiento con mi presencia y que se creara jurisprudencia a raíz de esta violación en grupo: me parece increíble que Marías no mencione la auténtica raíz de este asunto, que fue la diferencia existente entre las acepciones de los términos “abuso” y “violación” para la justicia de este país. Esas connotaciones hacen que una sentencia resulte muy diferente precisamente debido a esas importantes connotaciones.

Supongo que cuando algo no te afecta, es fácil mirar para otro lado y ser poco cauto alzando la voz sin una necesaria reflexión previa. Ya me he extendido suficiente como para continuar ahora reflexionando sobre la cosificación, la sexualización y el acoso que sufrimos las mujeres por el mero hecho de vivir con una asignación de género determinada desde que nacemos, en un sistema binarista y cruel donde el otro género goza de privilegios y hegemonía sobre el nuestro. Es que esto me llevaría a despotricar contra el binarismo y así no acabamos nunca. Creo que tardaré mucho, si lo hago, en volver a Marías.



jueves, 15 de octubre de 2020

"País de arena: relatos argelinos" - Isabelle Eberhardt


Isabelle Eberhardt fue una viajera y escritora nacida en Ginebra en 1877. Su vida es fascinante, todo gira en torno a sus exóticos viajes y a sus costumbres alejadas de los convencionalismos de la época. Desde muy joven, se dio cuenta de que vestirse con ropas típicamente masculinas ampliaba sus libertades de forma exponencial. Tuvo una sólida formación en idiomas y su curiosidad innata la llevó a realizar grandes viajes y a tomar buena nota de todos ellos. A veces escribía en forma de diario y otras en forma de relatos basados en sus experiencias, como el libro que hoy nos trae hasta aquí: “País de arena: relatos argelinos”.

Eberhardt escribía principalmente porque disfrutaba del proceso de creación literaria, nunca lo consideró un oficio, consideraba inalcanzable la posibilidad de hacerse un nombre en el panorama literario de su época o pasar a la historia por sus textos. Escribía porque no entendía otra manera de canalizar sus vivencias. En estos relatos, así como en “Los diarios de una nómada apasionada”, podemos conocer a una mujer profundamente anticolonialista, que opinaba que una modernización al estilo occidental no depararía nada bueno a los musulmanes. Desde 2020 ya tenemos perspectiva suficiente como para determinar si la historia le ha dado la razón.

Sentía una pasión desmedida por el desierto, el vagabundeo, la vida nómada. La suya es una voz que clama por la pureza y la naturaleza contra la imposición de lo moderno. En sus relatos encontramos también críticas a las costumbres de las mujeres musulmanas y una llamada continua a alejarse de las ciudades y de todo lo que suponga civilización.


Entonces Jacques se replegó sobre sí mismo aún más, y la ruinosa casita se le hizo más querida. Allí, en aquel decorado amado, descansaba; allí, estaba lejos de todo lo que le hacía la vida intolerable en el borch. Embarka no le preguntaba por el motivo de su tristeza, pero, sentada a sus pies, le cantaba sus coplas favoritas o le sonreía…

¿Lo amaba? Jacques no hubiera podido precisarlo. Pero no sufría por aquella incertidumbre, ya que lo que más le atraía y seducía de ella era el misterio que planeaba sobre todo su ser. Para él, era como la encarnación de aquel país y su raza, con su tristeza, su silencio y su incapacidad absoluta para la alegría y la risa… Pues Embarka no reía nunca.


Este pasaje refleja muy bien ese sentimiento de tristeza que parece encarnar al país y, de alguna manera, recorre todos los relatos. Representa al pueblo argelino con un halo mágico que nunca termina de hacerse patente pero de alguna manera siempre está ahí. Se integra tanto en su forma de ser y sus costumbres que hoy la habrían acusado de apropiación cultural: no deja de ser una mujer de clase alta disfrutando de un periplo exótico en una época y lugar donde aún no existía el turismo como concepto, ni por supuesto la masificación.

Algo a destacar son las minuciosas y abundantes descripciones del paisaje argelino, las grandes extensiones de arena que tanto le fascinaban. Al final, la reflexión que más me he hecho tras leer el diario y estos relatos es que transmite constantemente un mensaje muy fúnebre: los relatos son oscuros, de penuria y muerte, magia y hechicería. Entonces, ¿qué le atraería de ese lugar? Quizá era precisamente eso.


miércoles, 14 de octubre de 2020

"Yo soy el monstruo que os habla" - Paul B. Preciado


Hace menos de un año, Paul B. Preciado se encontraba en un escenario frente a un público compuesto por tres mil quinientos psicoanalistas reunidos para las jornadas de l’École de la Cause freudienne en París. Su discurso, compuesto en base a su experiencia personal como hombre trans no binario, incluía en un momento dado una pregunta que interpelaba al público, donde Paul invitaba a levantar la mano a todas aquellas personas que se definieran públicamente como homosexuales: le abuchearon y se rieron. Una mujer que se encontraba en las primeras filas dijo que Paul era Hitler y que tenían que hacerle callar, mientras el resto aplaudía y silbaba. Los organizadores intervinieron para indicarle que su tiempo se agotaba y no pudo terminar el discurso completo tal y como lo llevaba preparado. Repito: hace menos de un año.

¿Qué había pasado para que esto sucediera así? Lo mismo que pasa cada día en pleno siglo XXI cuando alguien acude en busca de atención y no encuentra personal psicológico feminista, o cuando una persona trans o no binaria se topa una y otra vez contra las estrictas reglas médicas que lo diagnostican como enfermo mental en mayor o menor grado, como disfóricos de género, neuróticos o seres que, en fin, no han sabido resolver satisfactoriamente un complejo de Edipo o una envidia de pene. Se convierten en monstruos. La sanidad cataloga a estas personas como monstruos y les llena el camino de baches. ¿Qué pasa cuando uno de esos monstruos es una persona con una sólida formación y señala con el dedo todo lo que está mal en las terapias del psicoanálisis? ¿Qué pasa cuando alguien se atreve a decir que quienes deben deconstruir su forma de trabajar son los profesionales que están alimentando una inercia que produce un profundo sufrimiento a un sector importantísimo de la sociedad, que en muchas ocasiones termina en suicidio?

Lo que encontramos en en este pequeño libro-joya es la transcripción del discurso completo tal y como Preciado lo concibió y jamás pudo terminar de leer en público. Me resulta muy inteligente y curioso que eligiera "Informe para una academia" de Kafka como excusa o punto de partida: el narrador de ese texto es un simio que tras aprender el lenguaje humano se dirige a una academia de altas autoridades científicas para explicarles qué ha supuesto para él transicionar de simio a humano tras su caza y posterior instrucción, pasando por un circo de animales. Es así como se siente Preciado dirigiéndose a su audiencia: como un monstruo encerrado en una celda de hombre trans.

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Pues bien, es desde esa posición de enfermo mental en la que ustedes me colocan desde donde me dirijo a ustedes, señores académios, permítanme que les tutee por un segundo, como un simio humano de una nueva era. Yo soy el monstruo que os habla. El monstruo que vosotros mismos habéis construido con vuestro discurso y vuestras prácticas clínicas. Yo soy el monstruo que se levanta del diván y toma la palabra, no como paciente, sino como ciudadano y como vuestro semejante monstruoso.

Hace unos días escuchaba una entrevista a una actriz trans donde, lejos de responder preguntas sobre su trabajo, toda la inquietud del entrevistador giraba en torno a cuestiones sobre sus traumas infantiles, las anécdotas de su transición, sus operaciones o cómo gestionaba el hecho de que todo el rato le preguntaran si se había operado los genitales: porque a estas alturas, parece que ya sabemos que esta pregunta no debe hacerse, pero aun así, se sigue preguntando de forma indirecta (de una forma pasivo-agresiva), de una manera que deja entrever sin lugar a dudas cómo la duda le corroe al entrevistador. ¿Eso qué importa, por qué a ti te importa? Lamentablemente, es súper habitual que, cuando se trata de entrevistar a personas trans, apenas se hable de otra cosa que de su condición de trans: ya puede haberse hecho súper famosa por su trabajo en una serie de televisión, haber descubierto la cura del cáncer o haber viajado a la luna en globo: siempre le seguirán preguntando cómo se sentía en la infancia, qué opina su familia de todo esto y qué demonios tiene entre las piernas.

En este discurso, Paul B. Preciado insiste de una forma directa y sin pelos en la lengua, en hacer ver a los profesionales del psicoanálisis la complicidad de sus terapias con la epistemología de la diferencia sexual heteronormativa. Me encanta la caña que les da, me encanta cuando les invita a poner en el diván por una vez a su propia institución. Para explicar el aparato psíquico, los psicoanalistas se basan en la diferencia sexual, sin tener en cuenta que es necesario eliminar de una vez por todas el binarismo de género, algo por lo que Preciado lleva luchando desde que se publicara ese maravilloso “Manifiesto contrasexual” que nos abrió los ojos a tantas. 

Nos recuerda que la Organización Mundial de la Salud (que, a pesar de todo, está muy lejos de ser una institución anarcoqueer) afirma que “el género típicamente descrito como masculino y femenino es una construcción social que varía según las culturas y las épocas”. Nos recuerda también que culturas antiguas y modernas utilizan taxonomías sexuales y de género no binarias, más fluidas y complejas que la taxonomía moderna occidental y globalizada (Samoa en el Pacífico, los primeros pueblos de América, la tailandesa tradicional, etc.) Uno de cada 1000-1500 bebés que nacen son intersexuales, pero no se les reconoce como no binarios y se les opera contra su voluntad según la opinión del médico de turno. En entrevistas a personas trans como la que comentaba antes, hay miles de testimonios donde explican otras aberraciones terroríficas como esta, por ejemplo, el momento en el que tuvieron que mostrar sus genitales a un “profesional cualificado” durante un juicio como única vía para conseguir el reconocimiento de su género en el documento oficial de identidad, pasaporte, etc.

Si no conocéis la historia de Paul, os invito fervientemente a descubrirla. Desde el ya citado “Manifiesto…” pasando obligatoriamente por “Testo yonqui” y uno de los más recientes “Un apartamento en Urano”. Derriba barreras, abre camino, inspira, es increíble. Se declara un disidente del sistema sexo-género. Experimentó con su propio cuerpo administrándose testosterona que adquiría en el mercado negro; aceptó identificarse como transexual y enfermo mental para que el sistema médico-legal pudiera reconocerle como un cuerpo vivo humano. No os perdáis la historia de su cambio de nombre, donde mantuvo el “Beatriz” que se le adjudicó al nacer tras el “Paul” de su elección a pesar de las reiteradas negativas de los guardianes del sistema heteronormativo institucional, que tuvieron que claudicar cuando Paul les preguntó por qué “José María” sí, y “Paul Beatriz” no.

Ahora que está en boca de todos el feminismo, las terf, la transexualidad y a muchos todo esto les pilla sin tener aún una perspectiva propia, es necesario formarse. Las opiniones al respecto que suelo escuchar por ahí solo están basadas en comentarios breves leídos al azar en redes sociales, o cuñadismos similares. Nunca suelo decir que un libro o un autor son necesarios: Preciado y sus libros sí lo son, necesarios e imprescindibles. Es más, creo que la sociedad nunca le agradecerá lo suficiente su aportación a la causa.


" 

No pueden seguir afirmando la universalidad de la diferencia sexual y la estabilidad de las identificaciones heterosexuales y homosexuales en una sociedad en la que es legal cambiarse de sexo o identificarse como persona de sexo no-binario, en una sociedad donde hay ya miles de niños que han nacido de familias no heterosexuales y no-binarias. Seguir practicando el psicoanálisis con nociones de diferencia sexual y con instrumentos clínicos como el complejo de Edipo sería hoy tan aberrante como pretender seguir navegando por el universo con un mapa geocéntrico ptolemaico, o como negar el cambio climático o afirmar que la Tierra es plana.

Hoy, es más importante para ustedes, señoras y señores psicoanalistas, escuchar las voces y los lenguajes de los cuerpos que el régimen patriarco-colonial ha excluido que leer a Freud y a Lacan. Por favor, no busquen refugio en los padres del psicoanálisis. Su obligación política es cuidar de los hijos, de las hijas, de les hijes, no legitimizar la violencia de los padres. Ha llegado el tiempo de sacar los divanes a las plazas y de colectivizar la palabra, de politizar el inconsciente.

Liberen a Edipo, únanse a los monstruos, no escondan la violencia patriarcal detrás de los deseos aparentemente incestuosos de los hijos, y pongan en el centro de su práctica clínica los cuerpos y las palabras de los que han sobrevivido a la violación y a la violencia patriarcal, de los que ya viven más allá del núcleo familiar patriarcal, más allá de la heterosexualidad y de la diferencia sexual, de los, las y les que buscan y fabrican una salida.


domingo, 11 de octubre de 2020

"El valle de las mariposas" - Inger Christensen


Desde que se publicara “Alfabeto” en 2014, la editorial Sexto Piso ha seguido apostando por una de las eternas candidatas al Nobel de Literatura, Inger Christensen, introduciéndola en el panorama literario español con fabulosas traducciones y una inmejorable presentación, como nos tienen acostumbrados. Hace tan solo unas semanas, se ha publicado “El valle de las mariposas”, que supone la tercera de sus obras que Sexto Piso incorpora a su catálogo.

La originalidad de la poesía de Christensen es debida sobre todo a las estructuras en las que se enmarcan o que vertebran sus poemas: para ello, utiliza sistemas que pueden provenir de cualquier campo (artístico, científico). Para la composición de “Alfabeto” se basó en la sucesión de Fibonacci y “Eso” está relacionado con la teoría de las preposiciones del lingüista danés Viggo Brondal.

En “El valle de las mariposas”, si leemos con atención y recordamos pasajes de sus libros anteriores, encontraremos ecos de versos que ya conocemos y que, con pocas variaciones o ninguna, aterrizan de nuevo entre estas páginas para aportar consistencia al conjunto de la obra y servir de hilo conductor, en una suerte de intertextualidad que suele ser muy bien recibida por el público más fiel.

“El valle de las mariposas” se compone a su vez de varios libros, cada uno de ellos tiene su propia personalidad y razón de ser, pero empecemos por el principio. El primero de ellos, “Escaleras de agua”, se construye en torno a las fuentes de las plazas de Roma y utiliza estructuras repetitivas. Hay un “modelo” de poema que se va retorciendo y exprimiendo, del que se quita y se pone, que se pervierte al antojo de la autora, hasta que, vertiginosamente, se va convirtiendo en muchos otros derivados o ecos de sí mismo. 

Personalmente, los primeros poemas sí me conquistaron porque me trasladaron automáticamente a las desordenadas callejuelas romanas, a mis paseos hasta la tumba de Keats y a la sensación de no aburrirme nunca viajando sola que en buena parte le debo a Italia. Sin embargo, este primer libro me terminó pareciendo un ejercicio literario que tras la buena impresión inicial, me sacaba del texto a fuerza de repetir la misma información presentada de diferentes formas. Quizá es demasiado experimental para mi gusto y por eso terminó haciéndoseme largo, aunque por supuesto le reconozco el mérito, la originalidad y la capacidad de transmisión a nivel visual, de una forma casi plástica y palpable.

El segundo libro, “Carta en abril”, se construye a partir de un juego artístico y matemático creado cuando su hijo tenía 6 años. Esta estructura permite varias formas de organizar las estrofas y leerlas en diferente orden. En cuanto al contenido, se inspira en los paisajes que atravesaron al viajar y a las observaciones de detalles muy pequeños que la autora recogió de ese viaje (el momento de deshacer la maleta, su hijo dibujando sobre los mapas, las preguntas infantiles de su hijo acerca del mundo que les rodea…), las reflexiones de una madre durante los días en los que de alguna manera el tiempo se detiene solo para ellos de modo que puedan explorar lugares desconocidos que les permitan encontrarse a sí mismos (para qué viajar, si no es de esa manera).

El siguiente libro, “Poema sobre la muerte” es el más corto de los cuatro y se estructura en estrofas de cuatro versos. Leyéndolo, me ha dado la impresión de que se trataba de otro ejercicio donde la autora de alguna manera se obligaba a sí misma a reflexionar sobre la muerte plasmando pensamientos de aquí y de allá, casi cotidianos, sin que haya sucedido en su vida ningún episodio reciente directamente relacionado con la muerte, como podría ser la pérdida de un ser querido


por eso cada vez

que me miro en el espejo

miro a la muerte a los ojos

sin llorar

 

(…)

 

toma a la muerte de la mano

dale una manzana

ve a su tumba

y muerde la manzana tú primero


Puede que sea el libro que más me ha gustado de los cuatro. Me ha parecido precisamente eso, que solo con fijarnos un poco nos damos cuenta de que estamos rodeados de muerte y que, lejos de sumirnos en la desolación, debería hacernos reflexionar para apreciar y sentirnos más vivos. En estos poemas la hace presente y parecen una invitación a no mirar hacia otro lado (vivimos en una sociedad que vive de espaldas a la muerte y nuestra relación con ella está muy condicionada por ese motivo), sino mirarla de frente pero desde la serenidad y quizá, de alguna manera también, la alegría.

El cuarto y último, “El valle de las mariposas. Un réquiem” da nombre al poemario y supone una rareza para la poesía danesa (idioma original de este poemario) ya que utiliza el soneto, una forma poco experimentada en la tradición literaria danesa (sí en la española e italiana). La idea surgió del último soneto o soneto maestro, que fue escrito por el aniversario de una editorial danesa y durante un debate con sus alumnos, Christensen se preguntó si podría ser el punto de partida para crear una corona de sonetos. La versión en español es una auténtica virguería de la traducción, porque mantiene la forma de soneto procurando transmitir a la vez el sentido original del texto de la forma más fiel posible.

Por el momento, ni “Alfabeto” ni “El valle de las mariposas” superan a “Eso”. Y ya sé que no se trata de comparar, y que cada libro tiene su por qué y su propia idiosincrasia. Pero es que “Eso”, para mí, fue un puñetazo en la barriga, una sacudida por los hombros, una lectura que me inspiraba constantemente según avanzaba y que me traía referencias personales de muchas otras lecturas: era literatura, en una palabra. Una obra de la que no sales siendo la misma persona que eras antes de leerlo. Por eso hablaba de ella así en 2015: “Dejemos la mediocridad a un lado. Poesía es lo que hace Inger Christensen.” Estoy segura de que no me perderé nada que se publique en el futuro y que lleve su sello.


sábado, 29 de agosto de 2020

"Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas" - Irene Liberia Vayá & Bianca Sánchez-Gutiérrez



Muchas veces, un buen diseño de cubierta está directamente relacionado con un contenido igualmente cuidado y de calidad. Por eso, soy de la opinión de que la primera impresión sí es válida (al menos en lo referente a literatura) siempre y cuando, eso sí, no se llame “portada” a lo que no lo es. En mi primera visita a la librería feminista La Rossa curioseo el escaparate mientras termino una llamada telefónica antes de entrar, y “Aquelarre” sin duda capta mi atención.

Es el primer día tras la vuelta de vacaciones y Alodia, la librera, se afana en registrar pedidos que van llegando: los estantes están casi vacíos. Como parece que en esta primera visita la cosa va de brujas, me voy con “Aquelarre” y un fanzine sobre brujas, parteras, enfermeras y sanadoras que tiene una cantidad tan desproporcionada de erratas en su interior que ni siquiera merece la pena comentarlo.

“Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas” es un breve ensayo que realiza un recorrido por el papel de las mujeres en los medios y la cultura de masas: cine, televisión, literatura, radio, prensa, música, publicidad, videojuegos, redes sociales, etc.: de entrada, una temática demasiado amplia y compleja para las escasas 250 páginas que lo componen. Pero la bibliografía tras cada artículo me convence en general y el diseño, insisto, es tan atrayente y delicado, que me lo llevo.



En efecto, no se puede esperar una gran profundidad en los temas porque no hay espacio para ello. Las autoras se han ajustado a un espacio limitado para escribir sus artículos y aunque algunas han hecho virguerías y han conseguido profundizar y transmitir una visión amplia sobre su tema, otras se han ceñido a unas pocas generalidades superficiales que distan mucho de la realidad del ámbito que es el objeto de su estudio.

Por ejemplo, me ha gustado mucho el artículo sobre la historia de las revistas para mujeres, que se crearon para transmitir el modelo ideal al que las mujeres debían aspirar (esposa y madre ejemplar) y que se han convertido en artículos que fomentan el consumo y el hedonismo girando en torno al culto al cuerpo normativo. El “quiérete y siéntete guapa” siempre y cuando te mantengas delgada y seas percha de ciertas marcas y tendencias que te harán estar en el mercado. Una reflexión que me ha encantado de este artículo es la siguiente:

He sostenido desde el principio de mis reflexiones que si han existido internacionalmente unas publicaciones especialmente dirigidas a las mujeres, es porque se oponían a otro sector de publicaciones que fundamentalmente se dirigían a los hombres, aunque en este caso se entendiese que no había un destinatario específico por ser el discurso universal. En este sentido hay que insistir en que el hombre ha sido considerado el todo (es decir, el género humano), mientras la mujer ha sido considerada la parte. Es por ello que cuando se informa de fútbol se sobreentiende que es fútbol masculino, y si hace falta referirse al fútbol practicado por mujeres se añade “fútbol femenino”, como en todas las demás disciplinas deportivas que establecen categorías masculinas y femeninas.

También es muy completo el apartado dedicado a la historia de la radio realizada por mujeres, o el del papel de la mujer en la televisión, donde se critica que se haga espectáculo de asuntos tan sensibles como la cirugía estética en esos programas de cambio radical donde se venden los sentimientos y complejos de las personas que participan en ellos (en gran medida, mujeres: mujeres “defectuosas” a las que hay que pasar por chapa y pintura para que sean válidas), pero es que cuando has leído a Guy Debord sabes que todo es espectáculo, en esta sociedad la ética apenas tiene cabida. La televisión se entiende aquí como una potente fábrica de estereotipos y tristemente, es cierto.



El sexismo en publicidad, donde las propias marcas anunciantes son agentes de violencia contra las mujeres, es un artículo que podría ser casi infinito citando ejemplos de casos flagrantes donde se hace un uso abusivo y violento de la figura de la mujer con el fin de vender productos y servicios de todo tipo. De hecho, el sexismo nos cuesta dinero a todos puesto que, con nuestros impuestos, se mantiene el Observatorio de la Publicidad, dependiente del Instituto de la Mujer y a su vez del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Recibe cantidades ingentes de denuncias por publicidad sexista que reproduce estereotipos de mujer reproductora, objeto sexual pasivo, propiedad del varón, cuidadora, etc.

Me ha decepcionado, sobre todo, el artículo dedicado a la industria musical. Con la gran cantidad de obstáculos e impedimentos que las mujeres deben superar para acceder a un sector (una vez más) controlado por los hombres, la autora se centra en los casos de Madonna y Rosalía, dos casos de éxito para nada representativos de la realidad que oculta la industria musical: ni para cantantes, bailarinas, ni mucho menos para músicas o técnicas.

Sin embargo, en general es un libro muy agradable de leer y del que se puede tomar buena nota para próximas lecturas, gracias a los listados bibliográficos que incluye. Está bastante actualizado en general y supone una visión muy completa de la relación de las mujeres con la cultura de masas a lo largo de la Historia, tomando como hilo conductor un diseño basado en la estética de las brujas que ilustra perfectamente el sobreesfuerzo que las mujeres decididas, inteligentes e inquietas debemos hacer para escapar de los límites que las sociedades patriarcales quieren imponernos.



sábado, 8 de agosto de 2020

"París era mujer" - Andrea Weiss



Hace algún tiempo, comentaba por aquí una lectura estupenda, la biografía de la fotógrafa Gisèle Freund. Su paso por París fue muy relevante en cuanto a su aportación artística dentro del grupo formado por mujeres intelectuales en la Orilla Izquierda del Sena. Además del libro sobre Freund ("El mundo y mi cámara"), la editorial Ariel publicó otro libro relacionado que leí hace unos meses: "Shakespeare & Company", de Sylvia Beach. La lectura de ambos amplía la visión acerca de este artístico grupo de mujeres de diferentes procedencias que se reunían en torno a las librerías que ellas mismas fundaron y regentaron. La invasión alemana supuso el fin de esta feliz etapa: a pesar de todo, la librería Shakespeare & Company sigue abierta y se puede visitar en París. Además de poseer una maravillosa y larga historia, es preciosa.



"París era mujer" fue película antes que libro. Su autora, Andrea Weiss, es una cineasta y escritora que ha dedicado buena parte de su obra a la divulgación LGTBI. En este caso, Weiss y su socia Greta Schiller se documentaron muy bien para realizar un proyecto cinematográfico que incluyera al completo a las mujeres que formaron parte del movimiento de la Orilla Izquierda del Sena. Visitaron París y Bilignin, el pueblo de la región del Ródano en el que se encontraba la casa de campo de Gertrude y Alice. Además, se documentaron en archivos, universidades y bibliotecas francesas y estadounidenses.

La idea de vicio y desenfreno que se ha transmitido a lo largo del tiempo sobre el París de los años veinte, dista mucho de la realidad que vivían este grupo de mujeres en el día a día. Sylvia Beach era abstemia, a pesar de que fue quien presentó a los míticos James Joyce y Valery Larbaud (pero no les acompañaba en sus conocidos encuentros alcohólicos); Gertrude Stein y Alice Toklas no toleraban a los borrachos, no les invitaban nunca más cuando los detectaban; Natalie Barney decía: "como nací embriagada, solo bebo agua", y así sucesivamente. 

Todas ellas se veían atraídas por París debido a una libertad importantísima que ofrecía a las mujeres: la libertad para trabajar. Sin la intervención de Sylvia Beach, qué hubiera sido de James Joyce. Sin la de Stein, qué hubiera sido de Picasso. Solo por citar los casos más relevantes y que más han trascendido a la historia del arte. París les permitía vivir libremente siendo ellas mismas, puesto que, en general, en otros lugares no podían dar rienda suelta a sus gustos intelectuales ni a su orientación sexual no heteronormativa. Juntas se enriquecían mutuamente dando lugar a un grupo inteligente, creativo y fascinante.

Por el momento, no he conseguido encontrar la manera de ver el documental "París era mujer", por lo que os dejo el enlace al vídeo de la presentación del libro en Madrid (2015). Si alguien sabe dónde encontrarlo... please.



Había algo en ser extranjera que ampliaba aún más las posibilidades de ser una misma en París. Por ese motivo, hubo algunas mujeres como Djuna Barnes que, aún formando parte de los movimientos bohemios e intelectuales norteamericanos, también quisieron viajar a París. Todas ellas acababan hartas de que en las entrevistas siempre les preguntaran por Hemingway o Picasso, y buscaban la manera de hablar también de sus compañeras, no solo porque indudablemente supusieran el núcleo vital del movimiento, sino porque sabían que por el hecho de ser mujer no se las tomaba tan en serio y que, si no eran ellas las que se pusieran de relieve unas a otras, nadie lo haría.

Escritoras, fotógrafas, actrices, editoras, pintoras y libreras. Según Andrea Weiss, además de mujeres e intelectuales, eran lesbianas o bisexuales en su mayor parte y no se promocionaron a sí mismas como hicieran los hombres (no sentían esa ambición desmedida por destacar a toda costa), y esto supuso que a pesar de su enorme aportación, hayan quedado relegadas de la historia más mainstream o convencional. Quienes vivieron más, siguieron documentando y reivindicando la obra de todas. Como recuerda Weiss, Freund insistía en que Beach y Monier (libreras y editoras) posaran junto a James Joyce en las fotografías que les realizaba, porque si no aparecían en las fotos, nadie las recordaría. Todas ellas crearon su propia obra y fueron pieza clave en las relaciones de otros artistas, que a su vez se enriquecieron con sus influencias unos a otros. No deben caer en el olvido.

Recordando a Gertrude Stein en Père-Lachaise, París

lunes, 3 de agosto de 2020

"Borderlands: la frontera" - Gloria Anzaldúa



Varias personas cuyo criterio respeto, me habían recomendado mucho “Borderlands”, un ensayo de los 80 de Gloria Anzaldúa (1942-2004), que sigue vigente y aún contiene enseñanzas muy valiosas. Desde que leí la información sobre la autora que aparece en la solapa del libro, me encantó y pasé un poco en diagonal las introducciones iniciales en busca de sus palabras. Vi por ejemplo que se define a la frontera como un “confín contra natura”: no puedo estar más de acuerdo. ¿Qué os pasa con las rayitas imaginarias en el suelo? La tierra no nos pertenece, en cualquier caso, nosotros le pertenecemos a ella, ¿quiénes nos creemos para repartírnosla, prohibírnosla unos a otros, etc.?
Sigo leyendo y descubro que este ensayo es un conjunto de textos de diversas naturalezas, que recogen influencias de la historia mexicana, así como familiar y personal de Anzaldúa.

Originalmente, es un libro escrito sobre todo en inglés, con amplios fragmentos en español y términos en náhuatl: la traducción tuvo que ser entretenida. Es importante no leer solo feminismos de nuestro país o que persiga exactamente nuestros intereses: esto desvirtúa la naturaleza del movimiento y es peligroso, porque hace pensar que no existe mucho más allá de la realidad personal que ya se conoce, y todo lo demás que existe no tiene que ser ni por asomo igual o parecido: cada realidad tiene su propio caleidoscopio de enfoques y circunstancias.

Para mí, en el feminismo hace falta incluirlas a todas; y digo todas desde una perspectiva antiespecista. Cuando se escribió este libro, la necesidad de nombrar la diversidad se hallaba aún en estado incipiente. Hoy aún cuesta muchas discusiones hacer entender que hay mucho más allá de las narices y la mente cerrada de las personas con quienes se discute. Casi siempre es agotador.

p. 42  La frontera entre Estados Unidos y México es una herida abierta donde el Tercer Mundo se araña contra el primero y sangra. Y antes de que se forme costra, vuelve la hemorragia, la savia vital de dos mundos que se funde para formar un tercer país, una cultura de frontera. Las fronteras están diseñadas para definir los lugares que son seguros y los que no lo son, para distinguir el us (nosotros) del them (ellos). Una frontera es una línea divisoria, una fina raya a lo largo de un borde empinado. Un territorio fronterizo es un lugar vago e indefinido creado por el residuo emocional de una linde contra natura. Está en un estado constante de transición. Sus habitantes son los prohibidos y los baneados. Ahí viven los atravesados: los bizcos, los perversos, los queer, los problemáticos, los chuchos callejeros, los mulatos, los de raza mezclada, los medio muertos; en resumen, quienes cruzan, quienes pasan por encima o atraviesan los confines de lo “normal”. Los gringos del suroeste de Estados Unidos consideran a los habitantes de las tierras fronterizas transgresores, extranjeros –tanto si tienen documents como si no, tanto si son Chicanos como si son Indios o Negros–. Prohibida la entrada, los trespassers serán violados, mutilados, estrangulados, atacados con gas, shot. Los únicos habitantes legítimos son quienes tienen el poder, los blancos y quienes se alían con los blancos. La tensión se apodera de los habitantes de las tierras fronterizas como un virus. La ambivalencia y el malestar residen allí y la muerte no es una extraña.
p. 44  En 1521 nació una nueva raza, el mestizo, el mexicano (gente cuya sangre era mezcla de española e india), una raza que no había existido con anterioridad. Los Chicanos, los mexicano-americanos, son los descendientes de aquellos primeros emparejamientos.

Me ha gustado mucho una reflexión sobre la ignorancia y lo sobrenatural. Según Anzaldúa, los seres humanos generalmente temen lo sobrenatural, tanto lo antidivino (impulsos animales como la sexualidad, el inconsciente, lo desconocido, lo extraño) como lo divino (lo suprahumano, el dios en nosotros). Mientras la cultura y la religión nos "protegen" de estas dos fuerzas, la hembra es temida por ser capaz de crear entidades, por sangrar cada mes y no por ello morir, por estar en sintonía con los ciclos de la naturaleza. Y así, se teme todo lo que es diferente o no se consigue entender (lo extraño, lo raro, lo que no se ajusta a lo hetero-establecido), se ataca por pura ignorancia, porque no se nos educa en respetar lo que no entendemos, sino a protegernos de ello.

p. 61  En una universidad de Nueva Inglaterra donde daba clases, la presencia de unas pocas lesbianas hacía que los alumnos y profesores heterosexuales más conservadores entraran en pánico. Las dos alumnas lesbianas y las dos profesoras que éramos lesbianas nos reunimos con ellos para comentar sus temores. Uno de los alumnos comentó: “Yo pensaba que homofobia significaba miedo de ir a casa después de un periodo de residir en otro lugar”.
Y yo pensé: qué apropiado. Miedo de ir a casa. Y de que no te acepten.

También me gusta mucho la reflexión que muestra cómo la cultura occidental ha convertido en objetos a las cosas y a las personas al distanciarse de ellas, con lo que han perdido el contacto. La mente mágica o abstraída es patologizada o menospreciada por salvaje. Según Anzaldúa, en esa dicotomía se halla la raíz de toda violencia. Y no puedo estar más de acuerdo, porque cuando te das cuenta de que vives en una sociedad donde la vida es mercancía, ya solo puedes vivir permanentemente espantada. Es terroríficamente sencillo acceder a los cuerpos de mujeres y animales. Me refiero a cuerpos como unidades políticas, a cuerpos sintientes con respecto al dolor y a las emociones: cuerpos que quieren vivir. Las mujeres que, esclavizadas, trabajan con su cuerpo, realmente no lo hacen con sino en su cuerpo. En cuanto al cuerpo de los animales, son piezas fabricadas artificialmente para poner a la venta descuartizadas. En ambos casos se trata de cuerpos explotados de modo que unos señores que no ponen su cuerpo y sí tienen todos los privilegios, se enriquecen con el sufrimiento, explotación y asesinato ajeno. No busquéis abolicionismo o antiespecismo en Anzaldúa porque no lo vais a encontrar, esas reflexiones son mías porque no puedo pensarlas aisladas del feminismo, pero no son el objeto de este libro.

La primera mitad de Borderlands me ha gustado mucho, pero los poemas y las entrevistas que se incluyen después, no los he encontrado tan informativos, ricos en matices y bien redactados, o por algún motivo no he conectado con ellos. Sin embargo, en general es una lectura muy recomendable que una vez se contextualiza, puede servir para derribarnos algunas barreras mentales molestas que aún tengamos en pie.

jueves, 30 de julio de 2020

"El último hombre" - Mary Shelley



Mi curiosidad por este grupo de artistas crece al mismo ritmo que el estante de la biblioteca donde están sus libros, llamada sección Villa Diodati, como ya he comentado por aquí algunas veces. Ahí están las obras de Mary y Percy Shelley, Byron y Polidori (qué remedio), también por extensión las obras de Keats, algo de Wordsworth y Coleridge, así como biografías de algunos de ellos (la mejor sin duda es la de Mary escrita por Fiona Sampson) y otros libros relacionados.

Hace unas semanas, en mi búsqueda incansable de rarezas, conseguí un ejemplar de “El último hombre”, una novela que Mary Shelley empezó a escribir en febrero de 1824 y que se publicó en enero de 1826. Mi edición es española, publicada en 2007 por El Cobre Ediciones. Publicaron otras rarezas de Kipling, Chesterton y otros, pero parece que el proyecto no tuvo mucha aceptación. Hace días he sabido que Akal publicaba este mismo mes “El último hombre” en una edición, por cierto, carísima. Casualidades. Esto me confirma que Mary Shelley sigue despertando interés y que hay mucho más allá de Frankenstein.

Sobre “El último hombre” se dice que es de tipo futurista y que refleja la turbación de la autora por la pérdida de sus seres queridos. Teniendo en cuenta que Percy había muerto en el verano de 1822 y todos los hijos de ambos que también perdieron en esos años, se puede imaginar el estado de ánimo de Mary durante el desarrollo de este proyecto: es más, lo verdaderamente sorprendente es que reuniera las fuerzas para continuar trabajando y sacar adelante a su único hijo vivo con el dinero que ganaba escribiendo.

Es cierto que sobre la novela planea una sombra continua de desdicha. También, que durante la primera mitad no encontramos nada de futurista y en la segunda hay que buscar con lupa estas referencias. Personalmente, considero que se trata de dos novelas independientes que se lanzaron como una sola, unidas por un débil hilo argumental. La primera parte habla de las peripecias bélicas de un tal Raymond en Grecia (es decir, prácticamente la historia real de su amigo Lord Byron, pero cambiando los nombres propios) y es ya en la segunda parte cuando la población mundial se va diezmando a causa de una pandemia. ¡Es perfecto para leerlo en 2020!

Si se lee “El último hombre” conociendo mínimamente a su autora y el resto de su obra, se comprueba que otras referencias también tienen conexión con su propia vida: los viajes a través de la vieja Europa, el gusto por la descripción de los paisajes y la apreciación por la naturaleza, similitudes de ella y de su entorno con la clase social, temas de interés y gustos de los protagonistas, la ambición política y de poder en contraposición con las emociones y los valores éticos, etc. Resulta sorprendente comprobar que la novela está repleta de referencias a obras clásicas de Ovidio, Shakespeare, Calderón de la Barca y otros muchos, lo que demuestra la sólida formación de Mary y la pasión por su oficio.

Sobre el supuesto futurismo en esta novela: de vez en cuando se van indicando los años en los que transcurre la trama: 2073, 2092… pero viajan en calesas y carruajes tirados por caballos y se siguen matando con bayonetas. Algo falla. No hay ninguna referencia más a cómo han evolucionado los enseres cotidianos después de tantos años, o cómo la transformación tecnológica ha influido en sus vidas. Nada. Hay un momento en el que los supervivientes recuerdan la peste de 1348, pero por supuesto no saben nada de la gripe española de 1918 o del covid de 2020, esto resulta enternecedor sabiendo en qué momento fue escrita. Sí es profética en algunos aspectos, por ejemplo, muestra a unos supervivientes que se dedican a montar fiestas con el dinero que heredan de los caídos, y grupos que se enfrentan entre sí como auténticos salvajes cuando la población está ya muy diezmada: la naturaleza hostil del ser humano (que de humano tiene poco) en estado puro, miserable hasta el final. Esto no ha cambiado, o lo predijo muy atinadamente.

Me sobra, en fin, la primera parte, teniendo en cuenta que me apetecía mucho saber cómo imaginaba Mary en 1824 el siglo en el que me ha tocado vivir y desde donde la evoco. Y en cuanto a esto, encuentro nada de futuro y poco de pandemia. Parece una obra escrita a oleadas, hilada de forma frágil y que se sostiene apenas sobre un esqueleto un poco débil. No obstante y teniendo en cuenta el contexto, es enternecedora y muy valiosa como pieza fundamental en la bibliografía de Mary Shelley.


domingo, 5 de julio de 2020

"Londres" - Virginia Woolf



Estos seis artículos sobre Londres fueron publicados originalmente en 1931 para la revista Good Housekeeping, por entregas. El primero de ellos se creía perdido, hasta que se localizó en una hemeroteca y por fin pudo publicarse la colección completa. Precisamente ese primer artículo, "Retrato de una londinense" es el que a mi juicio condensa a la perfección la esencia del libro. Puede que lo haya releído unas diez veces, es sencillamente encantador. En él se habla de la señora Crowe, que vive en una perfecta casa típicamente londinense y reúne cada tarde a una variopinta colección de invitados que acuden a tomar el té. Empieza así, y el resto no defrauda:

" Quien no conozca a un auténtico cockney, quien no pueda alejarse de las tiendas y los teatros para torcer por una callejuela lateral y llamar a la puerta de una casa particular, no puede jactarse de conocer Londres.
Me encanta cuando explica de esta forma tan sutil el carácter londinense, las maneras en general inglesas, esa forma de proceder en sociedad que tanto difiere de la española:

Lo cierto es que no buscaba intimidad, sino conversación. La intimidad tiende a engendrar silencio, y la señora Crowe detestaba el silencio. Necesitaba sentirse rodeada de una conversación amplia y general. No debía ser demasiado profunda ni demasiado ingeniosa, pues si se adentraba excesivamente en cualquiera de aquellos derroteros, sin lugar a dudas alguien se sentiría excluido y acabaría sentado con su taza de té sin decir esta boca es mía.
Al parecer, Virginia Woolf se documentó bien antes de la redacción de cada artículo, visitando los lugares de los que debía hablar, de modo que captase su esencia de la forma más precisa posible. Está escrito de una forma tan delicada, minuciosa y elegante que, además de transportar al lector rápidamente a todos esos lugares, la lectura supone un paseo por una forma de escribir que ya parece haberse perdido.

He disfrutado mucho de la breve descripción de la casa de Keats en Hampstead ("es preciso concluir que en Hampstead siempre es primavera"), un lugar que aún no he visitado pero algún día lo haré, a pesar de conocer bien los escenarios en los que transcurrieron sus últimos meses de vida en Roma. 

Es curioso que sea Virginia Woolf quien haga de cicerone por Londres cuando, precisamente, su nombre es sinónimo de Londres. De quién si no es el carácter que se respira al pasear por Bloomsbury, donde todo gira en torno al maravilloso grupo de intelectuales entre los que Virginia Woolf era el epicentro sin lugar a dudas: una zona donde además podemos dejarnos llevar muchos más años atrás y sugestionarnos con los vestigios de Mary Shelley en St. Pancras.

Y mirad qué hermosa explicación sobre "Londres" a cargo de sus editores: "Londres fluye en sentido contrario a la corriente del Támesis, arrastrando al lector a lo largo de la ciudad hacia el oeste, desde el bullicio de los muelles en su límite oriental hasta las oleadas de los compradores de Oxford Street, en Chelsea, en su parte occidental."

Hay muchos Londres, tantos como cada época, zona y mirada han dibujado. Yo creo que es inabarcable. A veces me ha fascinado y otras me ha dado la espalda, como sin ganas de ofrecerme gran cosa. Hay un Londres para cada uno en cada momento, y sin duda el de Virginia es digno de tener en cuenta y, a partir de él, perfilar el nuestro.

sábado, 27 de junio de 2020

Adiós a Belén Bermejo



Descanse en paz esta maravillosa mujer, Belén Bermejo. 

Seguía sus publicaciones casi diarias en redes sociales desde hace años y me doy cuenta de repente, una vez más, de qué frágil es todo lo que damos por hecho. Hoy se ha ido, pero su increíble sensibilidad tras la cámara queda patente en sus redes sociales, donde acompañaba las imágenes con textos a pie cargados de sensibilidad, donde compartía reflexiones o nos contaba sus pequeñas manías cotidianas desde su fina ironía y esa manera tan grata y original que tenía al escribir. También publicó un pequeño libro recopilatorio de sus mejores imágenes, "Microgreografías de Madrid", cuyos beneficios destinaba a la unidad de oncología del hospital La Princesa de Madrid, donde acudía a tratarse el cáncer que padecía. 

Es difícil contaros la vitalidad que transmitía a pesar de su dura situación, y lo increíblemente inspiradora que era. He querido compartir algunas de sus imágenes que son mis favoritas, casi todas por supuesto con el agua como protagonista, y aquella tan divertida del misterioso hilo de pintura que efectivamente aún recorre los escalones del Museo Reina Sofía de Madrid, y que gracias a ella supe que eran los vestigios de una obra de Francis Alys. También, la última que compartió tan enigmática, con su imagen reflejada en un escaparate, que ni siquiera incluía texto a pie, casi adivinando el posterior silencio definitivo que ya acechaba. 

Belén Bermejo era editora de Espasa y sé que se hacía querer por su entorno de una manera muy especial. Nadie mirará igual los pequeños detalles de Madrid como ella. Que la tierra te sea leve, Belén.







viernes, 29 de mayo de 2020

"Días en blanco" - José Luis Sampedro


Cuando supe que Plaza & Janés iba a publicar un volumen con la poesía completa de José Luis Sampedro, no me lo podía creer. Es uno de esos regalos de vida que una ya no espera: el maestro murió en abril de 2013 y de eso han pasado ya siete años (quién lo diría: es verdad que el tiempo vuela). ¿Por qué ahora? Y, sobre todo: ¿por qué no en vida? Las fechas que acompañan a los poemas indican que los más recientes fueron escritos en el ya lejano 1985. Hasta 2013, ¿acaso no hubo tiempo y oportunidades de publicarlas? Es obvio que sí, lo que también parece indudable es que el autor nunca las consideró dignas de ser publicadas. Entonces, ¿por qué los herederos de su obra deciden ahora sacarlas a la luz, a pesar de que esto contradiga visiblemente la voluntad de su legítimo autor? Según Olga Lucas, porque de lo contrario las habría destruido en vida:

"Las obras que de verdad no se desean [sic] que vean la luz tras el fallecimiento, no se dejan ahí, al albur de lo que decidan los demás. Salvo en caso de muerte repentina en edad temprana, resulta difícil entender que un autor conserve manuscritos hasta el final de sus días, si está seguro de que no deben ser publicados. (...) Los estudiosos y seguidores de la obra de José Luis Sampedro deben conocerla".

Es cierto que me siento afortunada de tener este libro entre las manos. Pero a la vez me sobrevuela la duda del oportunismo editorial y el dilema ético me reconcome. La excusa de que el autor las guardó con demasiado cuidado para no querer publicarlas me parece floja, más aún cuando se contradice explicando que tuvo ofertas editoriales firmes "cuando ya era conocido y admirado...". A pesar de mis reticencias, el libro ya está conmigo y no voy a evitar perderme entre sus páginas.

José Luis Sampedro era un hombre muy sencillo a pesar de ser una eminencia en áreas muy diversas del conocimiento, así como una mente adelantada a su época y profundamente bondadosa y libre. Así son sus textos poéticos: naturales, sinceros, inocentes. Extasiados ante una naturaleza que observa sin descanso y con reverencia. También anota pensamientos recurrentes acerca del amor (casi siempre ensoñado, no vivido), en general encontramos grandes celebraciones por la existencia de cosas muy pequeñas. Contemplación y recuerdo de caricias, el susurro de voces revividas, un adiós entre las manos, niños jugando, la primera sonrisa, etc.

He tenido la sensación de que la primera parte (que corresponde al ciclo de la Guerra Civil española) es un poco más débil, literariamente hablando. Probablemente esté condicionada por la ordenación cronológica de los textos, que en este caso me han parecido pruebas de escritura, desahogos muy sencillos, quizá incluso el resultado de una técnica de "calentamiento" antes de ponerse a escribir prosa, que es el formato en el que se sentía cómodo y se había profesionalizado. También, pareciera a veces cuaderno de viajes e impresiones a vuela pluma, da la impresión de ser escritos in situ cuando la inspiración desencadena un pensamiento, o viceversa.

Hay una obsesión por la primavera durante todas sus fases vitales. El inverno es observado como una opresión, un enemigo al que hay que soportar inevitablemente, a disgusto. La primavera, en cambio, es la plenitud, la felicidad.

Se trata en general de poemas muy descriptivos, prosa poética del instante, en ocasiones. Personalmente prefiero una poesía que comience con versos llanos y de pronto se transforme en palabras vertiginosas, casi surrealistas, oníricas, con tintes épicos. Pero estos poemas no parece que traten de impresionar a nadie, simplemente son el testimonio de la palabra sincera de su autor, diría incluso la prueba de su nobleza. En esa sencillez he encontrado pruebas de su buen hacer literario, con perlas como este fascinante "yo no le digo al mar que el viento es siempre verde en la rama del sauce" (p.133):


[A veces]

A veces,
quisiera ser humilde: solo cosa pequeña.
Pluma de golondrina o caracola.
Algo limpio y menudo, para toda una vida
sin dolor, sin problemas.

Por eso, yo no le digo al mar
que el viento es siempre verde en la rama del sauce.
Yo no le digo al mar
que hay ríos entre árboles.

No le digo que el agua
es a veces espejo
de unos seres tan tiernos, tan sencillos,
como ala de paloma, como mano de niño.


Quizá sea casualidad, no lo sé, pero el poema de la página 128, por donde abrí por casualidad el libro la primera vez, se ha convertido en mi favorito de lejos. Pertenece al ciclo de Melilla en 1938, un año en plena Guerra Civil española, y sin duda evoca los horrores de la guerra y es una profunda, terrible y hermosa reflexión sobre la muerte. "Has muerto, niño, como lo querías. Ya pueden apagarse las estrellas..."


[Niño. La muerte prematura]

1.
¿Qué visiones terribles presenciaste en el mundo
que te quedó la boca tan llena de ceniza,
niño?

Viste de pronto
                      ¿qué?
¿La espalda de la luna?
¿Tu alma entre las manos de los hombres?
¿Viste la decadencia de tus alas?
¿Por qué esa prisa, di, por qué esa prisa
de quererte morir?

Solamente querías
morir, morir. Igual que si temieras
que todo fuera próximo a caerse
sin que tuvieras tiempo de morir.
¡Morir aprisa, aprisa! Que se muere
lo bello antes que yo.

Has muerto, niño, como lo querías.
Ya pueden apagarse las estrellas.
¡Y gracias por haber brillado tanto
y tan bien, mientras él
vivía y las contaba!

2.
¿Qué ángel te reveló todo el secreto?
¿Tenías alas más blancas que los otros?
¡Tan blancas, sí, sin duda,
que al conocer de pronto los reveses,
te quisiste morir!
Tan blancas, que no pudo ser posible
el verlas marchitarse y caer sus plumas
como pétalos viejos.
Tan blancas que por eso fue preciso
enseñarte de golpe como una desgarradurael secreto mortal.

Y, ¿para qué vivir, si lo sabías?
Si sabías que tan solo se vive
para morir, y todo lo demás
es una interrupción, es un obstáculo.
Perdiste
la fuerza de vivir, que es el querer
vivir.

Pero aún me maravilla
cómo pudiste verlo así: tan fácil,
tan claro. Inapelable.

Solo así pudo ser. Toda tu vida
se volvió contra ti.
Y tu pulso latió para morir
solamente. Y tus músculos
le decían un sí, con sus esfuerzos
a la próxima muerte.
Tus labios se secaban, en la angustia
de repetir tu profesión de muerte.
Yo me quiero morirSin llegar a morir tan deprisa
como querías.

3.
Ya has muerto, niño, como querías.
Como querías, sí. Pero
                                   ¿Acertaste?
Ese mismo secreto que tú sabes
lo aprendí yo también, pero despacio.
Rompiendo con los dientes la amargura
de esa sabiduría.

Tú no me entenderías. Pero el mundo
no es nada solamente hecho de blanco.
No es nada, si no sabes
que solo en el dolor somos hermanos
los hombres con los vientos y los mundos.
No es nada si no sabes
que nada es tan igual como un pájaro muerto
al puñito crispado de tu afán de morir.

¿Acertaste? Es posible que la vida no sea
sino compensación a los que no tenemos
las alas tan excelsas.
Y así no somos dignos de morir enseguida.

Dejando a cada cual el dilema moral por la conveniencia o no de esta obra póstuma, cualquier lector incondicional de Sampedro puede estar de enhorabuena, si deja a un lado los prejuicios éticos y se decide por la lectura. Personalmente, considero que incorporo una pequeña joya atemporal a mi biblioteca, mientras me permito emocionarme una vez más recordando el instante en que tan cariñosamente cogió mis manos entre las suyas aquella feria del libro de hace ya tantos años, en otra vida.

domingo, 17 de mayo de 2020

"El mundo y mi cámara" - Gisèle Freund


Gisèle Freund tuvo una larga y muy azarosa vida. Nació en Berlín en diciembre de 1908 y antes de terminar sus estudios de Sociología, jovencísima, en 1933 tuvo que huir a París para evitar ser asesinada a manos de los nazis. Tenía 25 años pero ya disponía de una cámara de fotos, su futuro entre las manos.

En París continuó sus estudios hasta finalizarlos, y comenzó a obtener dinero a cambio de sus fotografías. También se hizo un hueco entre los círculos intelectuales que se movían en torno a la calle Odéon, entre las librerías de Adrienne Monnier y Sylvia Beach (de esta última, también se publicaron sus memorias en la misma colección de Ariel, y es otra joya de libro).

Destruyeron su pasaporte y estuvo perseguida por la policía debido a su origen alemán y a unas sospechas sobre el tipo de fotografías que realizaba: su vida pendió de un hilo durante años, y sin la ayuda de Monnier, sus profesores universitarios y demás personas influyentes de su entorno, lo más probable es que hubiera sido encarcelada, deportada, o asesinada. Durante aquella época en París, conoció al inmortal círculo de artistas que al poco tiempo se diluyó por culpa de la guerra (huyeron, les deportaron, se suicidaron, les mataron…): Walter Benjamin, Alix Guillain, Bernard Groethuysen, Jean Paulhan, André Gide, Paul Valéry, André Malraux, T.S. Eliot, Ernest Hemingway, James Joyce, Sartre y Simone de Beauvoir, Léon-Paul Fargue, Colette, Giacometti, Le Corbusier, Jean Cocteau, Leonard y Virginia Woolf… ¡qué privilegio de modelos, y qué lujo también el de ellos ser retratados por la cámara de la gran Freund! 

Resultan interesantísimas las frecuentes reflexiones de la autora al respecto de la imagen que de sí mismas tienen las personas (a todas les gustaban los retratos ajenos y nunca los propios, llenos de defectos), y en concreto las reticencias de ser retratados quienes se dedicaban a la literatura, que solían preferir que su rostro quedase en las sombras y que fuera solo su obra la que trascendiera: como si dejarse retratar fuera una invasión, como si cedieran esa parcela de su vida privada para que, al igual que su obra, también fuera consumida. Qué habrían opinado todos estos grandes pensadores de la exposición actual en redes sociales, donde la tendencia es que el principal objeto de consumo sea el/la propio/a artista, su modo de vida, su familia y las marcas a las que publicitan más o menos directamente. 

Freund, además, durante aquel tiempo terminó una tesis sobre un tema hasta entonces inexplorado, la historia de la fotografía en el siglo XIX. Solamente existían publicaciones técnicas, y nadie aún se había preguntado sobre la influencia de este nuevo arte en las vidas de las personas, “su relación con los rasgos sociales de la época que la había visto nacer, es decir, con el ascenso de la mediana burguesía en la Francia del siglo XIX. Dicha clase ascendente necesitaba nuevas formas de expresión ligadas a sus gustos y sus medios. La invención de la fotografía les permitió poseer y transmitir su propio rostro de forma barata”.

La Segunda Guerra Mundial determinó una nueva etapa en la vida de la fotógrafa: en la vida de millones de personas. “El 10 de junio de 1940, el Gobierno abandonaba París. Tres días más tarde, la víspera de la llegada de las tropas alemanas, partí al alba en bicicleta, porque los trenes ya no circulaban. Até a la bicicleta mi pequeña maleta, la misma que traje a mi llegada a París siete años antes. Me refugié en un pueblecito de la Dordoña. Cuando me enteré de las cláusulas del armisticio, que entregaba los refugiados alemanes a la Gestapo, supe que debía irme de Francia como fuera. Victoria Ocampo me consiguió un visado argentino, pero todavía tardé más de un año en obtener los papeles necesarios para llegar a la ribera de Río de la Plata. Era la segunda vez en mi vida que debía iniciar una nueva existencia, aunque esa vez estaba armada: tenía un oficio.”

Esta última parte de la biografía narra las peripecias de la autora como reportera fotográfica. Ella había sido testigo del poder de la manipulación de las imágenes cuando el mundo, en ese sentido, era mucho más inocente de lo que al poco tiempo se convirtió, ahora ya sin duda completamente corrompido. Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador… multitud de países fueron objeto de sus fotografías. Su popularidad fue en aumento y ante su cámara desfilaron personajes como Evita Perón (de quien no titubea al mostrar un recuerdo muy controvertido en sus memorias), Frida Kahlo, Diego Rivera, Eisenhower o Vladimir Nabokov. En 1948 firmó un contrato con la agencia Magnum Photos y trabajó junto a Robert Capa o David Seymour. 

Llegados a este punto, ¿es necesario aportar más datos para estallar de indignación? Todos los nombres de los artistas varones nos suenan, nos han llegado: ¡pero el de la mismísima Gisèle Freund permanece en el olvido! ¿Quizá (ojalá) sea que a mí no me ha llegado, pero que sí sea conocida?, pensaba mientras alucinaba leyendo su biografía: el de Freund es uno de tantos nombres que permanecen bajo la alfombra del olvido patriarcal. ¡Qué rabia!

Gisèle Freund posa junto a algunos de sus retratados. Fotografía tomada de GettyImages, link aquí

Las últimas páginas de la biografía terminan explicando la rápida evolución de la fotografía en pocos años, la digitalización e informatización de los archivos, la irrupción de nuevos soportes más duraderos, así como la “democratización” de la fotografía a medida que los precios se abarataban y las cámaras fotográficas eran accesibles a mucha gente de diferentes clases sociales alrededor del mundo. También denuncia la cantidad de robos que sufrió y las consecuentes pérdidas económicas por infringirse la propiedad intelectual de sus fotografías.

La biografía, escrita por la misma Freund en 1970, es breve y evita referencias a su vida personal: en muy pocas ocasiones se hace referencia a un hermano, y no se sabe mucho más de su familia, parejas, etc. Se centra por completo en su historia profesional y su maravillosa visión del mundo desde esa perspectiva. Gisèle Freund murió de un ataque al corazón en París el 30 de marzo del 2000, hace exactamente 20 años y poco más de un mes. Sirva esta humilde reseña para reivindicar su nombre y asociarlo al resto de artistas de su generación que no cayeron en el olvido.


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