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domingo, 20 de octubre de 2024

"Dejadme salir, dejadme entrar" - Elise Cowen

 


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Death, I`m coming

wait for me.

I know you’ll be

at  the subway station

loaded with galoshes, raincoat, umbrella, babushka

and your single simple answer

                to every meaning.

Incorruptible institution,

Thoughtful killjoy of fingerprints

Listen to what she said

<<There’s a passage through the white cabbages.>>

 *

Muerte, ya llego

espérame.

Sé que estarás

en la estación de metro

con tus botas, gabardina, paraguas, pañuelo en la cabeza

y tu única respuesta simple

                a cualquier significado.

Institución incorruptible,

Atenta aguafiestas de huellas dactilares

Escucha lo que ella dijo

<<Hay un pasadizo entre las coles blancas>>.


Elise Cowen nació en 1933 en Nueva York, formó parte del grupo cultural literario Beat, publicó un pequeño puñado de poemas en algunas revistas y se suicidó a los 28 años saltando por una ventana de un séptimo piso: la casa de sus padres. Su familia destruyó su obra por considerarla obscena ya que hacía referencia a drogas y experiencias lésbicas, por lo que en la actualidad solamente se dispone de un cuaderno de poemas que uno de sus amigos conservó (al parecer, tras robarlo a escondidas de casa de los padres de Elise cuando fue a darles el pésame tras el suicidio) y que se publicó muchos años después de la muerte de su autora: son estos poemas los que se recogen en este libro con título enigmático.

La poesía de Cowen camina por lugares liminales, en una constante ambivalencia entre el deseo y la insatisfacción. Estos poemas transmiten una dicotomía: la poeta se siente atrapada pero al mismo tiempo busca acceder a un espacio prohibido o inaccesible.


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Dear God of the bent trees of Fifth Avenue

Only pour my willful dust up your veins

And I’ll pound through your belly-flat worlds

In praise of small agonies

Suck sea monsters off Tierra del Fuego

Fuck your only begotten cobalt dream

To filter golden pleasure through your apple-glutted heaven

Filter through the uncircumcized sin of my heart.

 *

Querido Dios de los árboles inclinados de la Quinta Avenida

Tan solo vierte mi polvo obstinado hasta saciar tus venas

Y yo apisonaré tus mundos de vientre plano

Alabando pequeñas agonías

Succiona monstruos marinos de la Tierra del Fuego

Jode tu único sueño de cobalto engendrado

Para que se filtre placer dorado por el cielo ahíto de manzana

Que se filtre a través del pecado sin circuncidar de mi corazón. 


Podemos sentir cómo se debate entre el vacío existencial y la búsqueda desesperada de un significado al que agarrarse para sentir que la vida vale la pena. Hay una lucha personal por ser vista, comprendida, aceptada: ¿el hecho de que nos haya llegado una producción mucho menor de textos de chicas Beat que de chicos de su misma generación, quizá tiene algo que ver con esta invisibilización que ella sufría?

Desea ser invitada a la vida de los demás pero también siente un deseo de liberación personal.

Siente/pero no puede expresar. Lo que está atrapado dentro de ella/pero la sociedad no permite.

Los poemas de Cowen cruzan umbrales solo para descubrir que no hay un lugar de descanso verdadero ni satisfacción completa. Como los gatos atrapados en una constante ambivalencia entre querer salir y buscar libertad y luego querer volver a la seguridad del interior. Deseo profundo y contradictorio.

Cowen parece querer salir de algo que la confina y entrar en algo nuevo. El límite se convierte en un espacio cargado de significado. Pero nunca estará satisfecha en ninguno de los lados a causa de su lucha interna, fragmentando su identidad.


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(…) And practice falling

That’s my pleasure.

No people for it to fallo n

It is difficult to say more about

How the snow falls

*

(…) Y practicando el caer

Ese es mi placer.

No hay personas sobre las que caer

Es difícil decir más sobre

Cómo cae la nieve


En la tradición literaria gótica se establecen algunas normas que rigen la conducta de la figura del vampiro. Una de estas normas establece que los vampiros no pueden entrar en una casa sin ser invitados. Esto genera un poderoso y peligroso juego de roles y abuso de poder, vulnerabilidad y normas sociales.

El espacio liminal, el umbral en este caso simboliza la barrera entre lo civilizado y lo salvaje (incontrolable, sobrenatural). La fractura de esta barrera permitirá que el caos y la muerte entren en la vida cotidiana: esto es lo que se utilizaba tradicionalmente como metáfora al relatar cuentos didácticos y moralizantes, utilizando la figura del vampiro como el Mal y explicando que no puede entrar a nuestras vidas a menos que, de alguna manera, lo permitamos (conscientemente o no). Permitirlo dictará nuestra sentencia ya que, al invitarlo, hemos sellado nuestro destino, como lo hizo Mina, como lo hice yo.

Cowen se sitúa en una posición de vulnerabilidad cuando necesita ser invitada, algo que se refuerza con ese doloroso por favor que añade a su petición:

 

Dejadme salir –

–Por favor, dejadme entrar

 

Al igual que invitar al vampiro a entrar es una forma simbólica de caer en la tentación, también podríamos entenderlo como una metáfora de consentimiento sexual.

La invitación, sea como sea, es crucial para que ocurra la transformación: un cruce de límites que puede traer tanto liberación como destrucción. Nunca sabremos exactamente qué umbrales atravesó Cowen para sellar de forma definitiva su destino de una forma tan trágica siendo tan joven, o cuáles no le permitieron atravesar, si fue ese el caso.

“No le importaba ser guapa. Era brillante y excéntrica. Seguía yendo a terapeutas, pero ellos la ‘despedían’, diciendo que no la podían ayudar. […] Estaba realmente fuera de –no en la época adecuada. […] ¡Ay!, si Elise hubiera nacido diez años más tarde habría sido totalmente distinto. El mundo la trató cruelmente porque era tan diferente.

Siempre que hablo de mujeres Beat me vuelvo a referir a ese libro fundacional y exquisito que en 2015 publicó acertadamente muchos de los mejores poemas de todas ellas, “Beat Attitude” traducido, seleccionado y prologado maravillosamente por Annalisa Marí Pegrum.

Hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerraron en manicomios, se les sometía a tratamientos por electrochoque. En los años 50 si eras hombre podías ser un rebelde, pero si eras una mujer tu familia te encerraba. Hubo casos, yo las conocí. Algún día alguien escribirá sobre ellas.


sábado, 16 de julio de 2022

“París. Un poema” – Hope Mirrlees

A finales de abril, Elena Medel publicó en su cuenta de Instagram una fotografía de este libro, que se acababa de publicar: automáticamente tuve un flechazo. Pasado un mes, tuve la suerte de recibirlo como regalo de cumpleaños y lo disfruté muchísimo.

Es un viaje al París intelectual de los años 1920 a través de la mirada y la pluma de Hope Mirrlees pero ese viaje viene acompañado además con las explicaciones y aclaraciones extremadamente prolijas y generosas de la traductora María Isabel Porcel García. De modo que una inicia el recorrido y la otra te acompaña guiándote de la mano por el mismo, poniendo el foco en todo aquello que no puedes perderte, haciendo que el viaje sea apasionante y precioso.

Esta mañana de insomnio, he tomado el café mientras me llevaba la grata sorpresa de que Elena Medel había llevado este libro a su sección poética en el programa de RNE “Jardines en el bolsillo”. Como siempre, ha sido un gusto escucharla hablar pero además esta vez me interesaba especialmente lo que tuviera que decir sobre este libro que ella misma me descubrió.

Junto a la excelente presentadora Pilar Martín, que ha dado pie a la idea de seguir el rastro de las grandes ciudades a través de los testimonios escritos, Elena se ha sumergido en este precioso librito (gigantesco en importancia pero breve en extensión, de ahí mi diminutivo: con sus 147 páginas de las cuales la mayor parte la componen las anotaciones de Porcel García). Hablaban de rastrear las grandes ciudades en la literatura porque Hope Mirrlees consigue unir Londres y París, como ahora veremos.

“París. Un poema” se publicó originalmente en 1919 en Hogarth Press, la editorial de Virginia y Leonard Woolf, anticipándose en su contenido a libros tan claves como “La tierra baldía” de T.S. Eliot o el “Ulises” de James Joyce. En cuanto a la unión de tertulias intelectuales de diferentes ciudades, Mirrlees es el puente que hermana el Bloomsbury londinense con la Rive Gauche parisina (de hecho, este libro fue originalmente escrito en inglés), mientras de fondo resuenan las voces de artistas de todas las nacionalidades, que se refugian en casas, bares y locales donde unos acogían a otros y el mundo parecía que aún podría convertirse en una cosa mucho más bonita de lo que, por desgracia, después fue.

“París. Un poema” no se parecía a nada de lo que se hubiera publicado hasta entonces. Mirrlees experimenta con imágenes e ideas que tienen ciertas similitudes con la poesía modernista en lengua inglesa que la había influido en aquellos tiempos. Sin embargo, el resultado es tremendamente innovador y enseguida se posiciona como un texto que va a inspirar a muchas otras plumas.

Hope Mirrlees nació en Inglaterra pero se educó en Escocia y en Sudáfrica, y su fascinación por África también la encontramos entre las páginas de este libro, que también tiene mucho de cinematográfico en su composición, con poderosas imágenes en rápido movimiento.

Resulta interesantísimo ahondar en la relación que existe entre París y la diosa egipcia Isis, y cómo la autora era consciente de ello y dejó mil pistas entre sus versos con solapadas cuestiones de género y referencias a su relación lésbica con su mentora y amante Jane Ellen Harrison. Da escalofríos pensar en monjes de la Edad Media adorando la figura negra de Isis amamantando a su hijo en el mismo lugar donde después se erigió Notre Dame… por favor investigad sobre ello.

Vais a disculpar que me auto-cite, pero ser consciente del contraste tan artificial del tratamiento del agua que se da en los aeropuertos, me descorazonó y me llevó a escribir esto en un viaje hace unos años, y mientras reflexionaba sobre estas antítesis lo he recordado: alane es un adjetivo en escocés, en inglés es muy similar alone, significa solo. Era uno de mis viajes en solitario a Escocia.

Siguiendo con las discordancias, paseamos por un París entre poderosas imágenes urbanas, carteles de anuncios, escaparates con maniquíes vestidos con trajes de comunión como pequeñas vírgenes niñas fabricadas en serie. El descarado expolio cristiano al paganismo es solo una de las tantas contraposiciones que podemos encontrar: lo industrial se mezcla con lo animal, el pasado camina junto al futuro. 

El juego de contrastes es constante. Lo tecnológico mira de frente a lo mitológico y el progreso resulta ser la decadencia contra-natura que tan magistralmente nos mostró Huysmans, autor del que también encontramos referencias. La bajada al metro como descenso alegórico al submundo de los muertos, al Hades y los misterios eleusinos.

 

(pág. 97)

 El Primero de Mayo

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Hubo una lucha ritual por su dulce cuerpo

Entre dos vírgenes –María y la Luna

 

La malvada luna de abril.

 

El silencio de la grève

 

Lluvia

 

El Louvre se vislumbra entre la niebla

 

Pronto se volverá transparente

Y a través de él brillarán los misteriosos jardines como isletas de la Place du Carrousel

 

El Seine, viejo egoísta, serpentea, imperturbable, hacia el mar,

 

Rumiando sobre malezas y lluvia…

Si a través de su sueño acuoso y aletargado surgen sueños

Son los fantasmas azules de los reyes pescadores,

La torre Eiffel es bidimensional,

Dibujada en cartulina blanca.

 

Poilus con uniformes celestes con petates de color de Terre de Sienne acampados alrededor de la esfinge gris de las Tuileries. Parece como si un artista de guerra fuera a hacerles un esbozo a carboncillo, para “venderlo” en la Rue des Pyramides a 10 francs la copia.


 

miércoles, 6 de julio de 2022

"Recuerdo de un sueño" - Danila Stoyánova

 


Buscaba un libro muy especial: quería sorprender a alguien que lee mucho, agasajar a esa persona y también, por qué no, marcarme un tanto encontrando una joya inesperada. Lo que no estaba en el plan inicial es que la destinataria de ese regalo también sería yo misma. Pero tras unos momentos de desconcierto me alegré muchísimo, porque habría sido difícil desprenderse de Danila Stoyánova tras haber hecho una lectura tan rápida la tarde antes de viajar: así, tendría todo el tiempo del mundo para leerla con calma.

Danila Stoyánova nació en 1961 en Sofía, Bulgaria. Con trece años fue diagnosticada con una leucemia fatal y poco después, en 1984, murió con tan solo veintitrés años. A través de un par de pinceladas biográficas leo que creció en un ambiente culto y literario, lo que, independientemente de la enfermedad, habría fomentado igualmente sus escritos tan precoces. Quizá no los temas, un tanto oscuros para esa edad pero los caminos de la intensidad son inescrutables, sobre todo en la adolescencia. La conciencia de su propia mortalidad, tan precoz a la fuerza, sin duda influyó en sus reflexiones naturales y espirituales. Y en esa madurez prematura que subraya cada verso con una solemnidad para nada pretenciosa.

Hay una despersonificación latente en su mirada a lo largo de todas las páginas: la autora parece elevarse y flotar sobre todas las cosas mientras juega con la vida o la muerte de pequeños animales, se disocia de sí misma para devenir diosa y ver el mundo desde arriba. Observa el paso del tiempo y juega con él, contrayéndolo, expandiéndolo, mirándolo todo a su antojo, mirando todo lo que le han arrebatado.


(pág. 127) Pero al final me sentaré

a la orilla del mundo,

las pesadillas pasajeras

del pasado

diluiré con una ramita,

—como las irisaciones nocturnas de un río,

despacio—

en diminutas esquirlas sin sentido

con la mirada inerte

en una sonrisa.


La naturaleza tiene un fuerte impacto en sus estados de ánimo y forma parte del relato en casi todas las descripciones: como en un haiku, Stoyánova incorpora pinceladas referentes a las estaciones o al paisaje de modo que sirvan de marco y detalle de aquello de lo que se está hablando. A veces, la naturaleza lo invade todo de modo que cobra más protagonismo que el sentimiento al que aparentemente solo está dando color:


(pág. 157) Te anhelaba como la humedad,

como a los sonidos de la tormenta

que desatan el miedo

y barren el entumecimiento;

en el silencio —relámpago lejano

con el que penetran lluvia y fresco viento—

quisiera estar mojada, destrozada,

ser la fuerza de la armonía

y del caos.


Te mezclaste con las nubes suspendidas,

viniste

y pasaste tan sólo

con unas pesadas, grávidas gotas

que cayeron dispersas y

dejaron suspendidas la esperanza,

ahogaron el polvo y

levantaron ahogo;

de nuevo respiro agobio y sofocante calima,

tormenta sin descargar.


Los poemas vienen acompañados de los textos originales en alfabeto cirílico, por lo que soy incapaz de transcribirlos. Es la primera vez que la voz de esta poeta se traduce al castellano: aunque el libro es de 2019, lo estoy descubriendo ahora y ha resultado perfecto para estas extrañas vacaciones de verano, donde las manifestaciones naturales no han resultado tan protagonistas pero sí las voces, como en ecos, procedentes del pasado.


sábado, 19 de febrero de 2022

"Memorias de una beatnik" - Diane di Prima




Origen y contexto. Las mujeres beat

Resulta imprescindible conocer bien el contexto de este libro para leer a di Prima de una forma justa. 

"Memorias de una beatnik" recoge los años previos a la Generación Beat, que fue un movimiento contracultural en la costa oeste de Norteamérica definido por la libertad sexual, la experimentación con las drogas, una postura ideológica de izquierdas, filosóficamente existencialistas y musicalmente admiradores del jazz de Charlie "Bird" Parker y John Coltrane. Era una patada a la american way of life del Eisenhower al que votaban sus padres, a la vida ordenada de las sitcom televisivas. Un rechazo al belicismo en los comienzos de la guerra fría contra la amenaza comunista. La aventura del individualismo con libros escritos en primera persona (si no te pasa, lo provocas), un viaje al corazón de América en la carretera. Los artistas envueltos en este movimiento pueden considerarse herederos directos, con muchos paralelismos pero más radicales, a aquella "Generación Perdida" del París de entreguerras.

Hace unos años era casi anecdótico hablar de las mujeres de la Generación Beat. Teniendo en cuenta que el fenómeno beatnik surge en los 50, durante décadas los nombres que se han asociado al mismo han sido los que todas conocemos: Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William S. Burroughs, principalmente. 

Los libros de ellos han sido editados de forma incansable, bien distribuidos y leídos por millones de personas. Tímidamente algunas antologías poéticas incluían también algunos nombres de mujer (que claro, siempre eran las novias, amigas o amantes de ellos). Nunca se trataba de autoras que brillaran con luz propia, si acaso y dando gracias rebotaba sobre ellas la luz de las verdaderas estrellas, que se consideraba que eran ellos.

En 2015 se publicó en España un libro que me sacudió y me emocionó profundamente, “Beat attitude” de Bartleby Editores. Para mí llegó en un momento perfecto porque entonces ya se editaban muchos ensayos feministas y era una temática de debate habitual en redes sociales (cuando todavía era un movimiento sin tantos forcejeos internos, me temo). Me fascinaron los poemas de Lenore Kandel, Elise Cowen, Diane di Prima o Mary Norbert Körte, según las anotaciones que hice en mi ejemplar, que por supuesto todavía conservo. Pero de todas ellas ya hablé en su momento.


Memorias de una beatnik

Diane di Prima se buscó la vida desde muy joven, siendo aún menor de edad. Durante un tiempo se ganaba la vida escribiendo escenas de sexo para novelas de otros autores. De hecho, así es como empezó a colaborar con el editor Maurice Girodias (cuya editorial Olympia Press publicó “Lolita” de Nabokov, para que os hagáis una idea). A veces Girodias adquiría novelas sosas e inocuas simplemente para aprovechar su trama básica y di Prima se encargaba de aderezarlas con escenas sexuales muy explícitas. Según sus palabras había que añadirles unos toques lascivos para aumentar su interés, como el orégano a una salsa de tomate. Girodias fue quien le encargó un libro de sus propias memorias y por cada tanda de páginas nuevas que di Prima le entregaba, él se las devolvía con la anotación “MÁS SEXO” bien visible y en la primera página.

Por eso este libro resulta un tanto extraño. Las dos primeras partes son una sucesión de amantes de cualquier género donde la relación espacio-tiempo se pierde entre fluidos y posturas imposibles. Claro, en el epílogo ella explica cómo durante el proceso de escritura pedía a las personas que vivían en su casa que se echaran y, vestidos y de forma amistosa probaban si ciertas contorsiones eran o no factibles. Y es que al principio apenas hay un argumento y no es hasta la tercera parte, aproximadamente, donde encontramos lo que realmente íbamos a buscar: sus vivencias como artista creadora en la incipiente escena beat. Es comprensible que muchos lectores, descontextualizados, apenas hayan llegado a la mitad del libro.


Por supuesto que hubo mujeres

En España hubo una edición de este libro a manos de la editorial Muchnik (1999) que se agotó rápido y que ya es casi inencontrable, o a precios desorbitados. Si echamos un vistazo a las opiniones de muchas personas que lo han leído en cualquier idioma, comprobamos que en general "Memorias de una beatnik" no goza de mucha popularidad. Esto es porque lo leyeron desconociendo su contexto que, como ya he comentado, resulta imprescindible antes de sumergirse en la lectura. 

La autora murió recientemente, en octubre de 2020 y curiosamente es ahora cuando podemos encontrar sus libros de forma cada vez más accesible.

Hay un pasaje hacia el final de este libro que me ha parecido emocionante y esclarecedor. En él, di Prima narra cómo fue el momento en que leyó "Aullido" por primera vez. 

Ese poemario (y en concreto el poema que le da título) fue uno de los detonantes de lo que hoy conocemos como Generación Beat y es profundamente representativo del mismo, pero hay que tener en cuenta que al principio no había una denominación de grupo ni una consciencia de que lo que hacían estaba dando lugar a una vanguardia, eso vendría después. Tampoco por sí solos "Aullido" o "En la carretera" habrían sido capaces de generar algo tan grande como lo que ha traspasado hasta nuestros días. Había una nueva forma de sentir y por tanto una nueva necesidad de expresar, y poco a poco estos artistas multidisciplinarios se fueron reconociendo entre ellos. También el público demandaba otro tipo de arte. Las cosas no surgen porque sí, quiero decir. Tampoco todo pasa a la historia aunque en su época sea popular. El fragmento al que me refería, es este:

" (…) me dio un librillo en blanco y negro, diciendo: “Creo que esto podría interesarte”. Lo cogí y lo abrí con desgana, pues estaba concentrada en el guiso (…). Me encontré en medio de Aullido, de Allen Ginsberg. Dejé el cucharón y abrí el libro por el principio. su poderoso comienzo me atrapó de inmediato: “He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura…”.

Estaba demasiado excitada para preocuparme del guiso. Lo dejé en manos de Beatrice y sin siquiera darle las gracias a Bradley salí por la puerta con su nuevo libro. Anduve unas cuantas manzanas hasta el muelle de la calle Sesenta y me senté frente al río Hudson para leer y asimilar lo que estaba ocurriendo. No se me iban de la cabeza las palabras “abriendo nuevos caminos”. Sabía que el tal Allen Ginsberg, quien quiera que fuese, nos había abierto nuevos caminos a todos nosotros por el mero hecho de publicar aquello. Todavía no sabía lo que significaba, ni hasta dónde nos llevaría.

El poema también me produjo cierta pesadumbre. Se suponía que, si había una persona como Allen, tenía que haber más aparte de mis colegas, otros que también escribían lo que oían, escribían como hablaban, que vivían ocultos y marginados, escondiéndose aquí y allá, y que ahora, de repente, estaban a punto de hablar en voz alta. Tenía la impresión de que Allen solo era, solo podía ser, la vanguardia de algo mucho más grande. (…) No muchos los escucharían, pero ellos por fin podrían escucharse los unos a los otros. Estaba a punto de encontrar a mis hermanos y hermanas.

Diane di Prima_Recital en el Gaslight Cafe, Nueva York, 1959



Web de la editorial


jueves, 15 de octubre de 2020

"País de arena: relatos argelinos" - Isabelle Eberhardt


Isabelle Eberhardt fue una viajera y escritora nacida en Ginebra en 1877. Su vida es fascinante, todo gira en torno a sus exóticos viajes y a sus costumbres alejadas de los convencionalismos de la época. Desde muy joven, se dio cuenta de que vestirse con ropas típicamente masculinas ampliaba sus libertades de forma exponencial. Tuvo una sólida formación en idiomas y su curiosidad innata la llevó a realizar grandes viajes y a tomar buena nota de todos ellos. A veces escribía en forma de diario y otras en forma de relatos basados en sus experiencias, como el libro que hoy nos trae hasta aquí: “País de arena: relatos argelinos”.

Eberhardt escribía principalmente porque disfrutaba del proceso de creación literaria, nunca lo consideró un oficio, consideraba inalcanzable la posibilidad de hacerse un nombre en el panorama literario de su época o pasar a la historia por sus textos. Escribía porque no entendía otra manera de canalizar sus vivencias. En estos relatos, así como en “Los diarios de una nómada apasionada”, podemos conocer a una mujer profundamente anticolonialista, que opinaba que una modernización al estilo occidental no depararía nada bueno a los musulmanes. Desde 2020 ya tenemos perspectiva suficiente como para determinar si la historia le ha dado la razón.

Sentía una pasión desmedida por el desierto, el vagabundeo, la vida nómada. La suya es una voz que clama por la pureza y la naturaleza contra la imposición de lo moderno. En sus relatos encontramos también críticas a las costumbres de las mujeres musulmanas y una llamada continua a alejarse de las ciudades y de todo lo que suponga civilización.


Entonces Jacques se replegó sobre sí mismo aún más, y la ruinosa casita se le hizo más querida. Allí, en aquel decorado amado, descansaba; allí, estaba lejos de todo lo que le hacía la vida intolerable en el borch. Embarka no le preguntaba por el motivo de su tristeza, pero, sentada a sus pies, le cantaba sus coplas favoritas o le sonreía…

¿Lo amaba? Jacques no hubiera podido precisarlo. Pero no sufría por aquella incertidumbre, ya que lo que más le atraía y seducía de ella era el misterio que planeaba sobre todo su ser. Para él, era como la encarnación de aquel país y su raza, con su tristeza, su silencio y su incapacidad absoluta para la alegría y la risa… Pues Embarka no reía nunca.


Este pasaje refleja muy bien ese sentimiento de tristeza que parece encarnar al país y, de alguna manera, recorre todos los relatos. Representa al pueblo argelino con un halo mágico que nunca termina de hacerse patente pero de alguna manera siempre está ahí. Se integra tanto en su forma de ser y sus costumbres que hoy la habrían acusado de apropiación cultural: no deja de ser una mujer de clase alta disfrutando de un periplo exótico en una época y lugar donde aún no existía el turismo como concepto, ni por supuesto la masificación.

Algo a destacar son las minuciosas y abundantes descripciones del paisaje argelino, las grandes extensiones de arena que tanto le fascinaban. Al final, la reflexión que más me he hecho tras leer el diario y estos relatos es que transmite constantemente un mensaje muy fúnebre: los relatos son oscuros, de penuria y muerte, magia y hechicería. Entonces, ¿qué le atraería de ese lugar? Quizá era precisamente eso.


sábado, 29 de agosto de 2020

"Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas" - Irene Liberia Vayá & Bianca Sánchez-Gutiérrez



Muchas veces, un buen diseño de cubierta está directamente relacionado con un contenido igualmente cuidado y de calidad. Por eso, soy de la opinión de que la primera impresión sí es válida (al menos en lo referente a literatura) siempre y cuando, eso sí, no se llame “portada” a lo que no lo es. En mi primera visita a la librería feminista La Rossa curioseo el escaparate mientras termino una llamada telefónica antes de entrar, y “Aquelarre” sin duda capta mi atención.

Es el primer día tras la vuelta de vacaciones y Alodia, la librera, se afana en registrar pedidos que van llegando: los estantes están casi vacíos. Como parece que en esta primera visita la cosa va de brujas, me voy con “Aquelarre” y un fanzine sobre brujas, parteras, enfermeras y sanadoras que tiene una cantidad tan desproporcionada de erratas en su interior que ni siquiera merece la pena comentarlo.

“Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas” es un breve ensayo que realiza un recorrido por el papel de las mujeres en los medios y la cultura de masas: cine, televisión, literatura, radio, prensa, música, publicidad, videojuegos, redes sociales, etc.: de entrada, una temática demasiado amplia y compleja para las escasas 250 páginas que lo componen. Pero la bibliografía tras cada artículo me convence en general y el diseño, insisto, es tan atrayente y delicado, que me lo llevo.



En efecto, no se puede esperar una gran profundidad en los temas porque no hay espacio para ello. Las autoras se han ajustado a un espacio limitado para escribir sus artículos y aunque algunas han hecho virguerías y han conseguido profundizar y transmitir una visión amplia sobre su tema, otras se han ceñido a unas pocas generalidades superficiales que distan mucho de la realidad del ámbito que es el objeto de su estudio.

Por ejemplo, me ha gustado mucho el artículo sobre la historia de las revistas para mujeres, que se crearon para transmitir el modelo ideal al que las mujeres debían aspirar (esposa y madre ejemplar) y que se han convertido en artículos que fomentan el consumo y el hedonismo girando en torno al culto al cuerpo normativo. El “quiérete y siéntete guapa” siempre y cuando te mantengas delgada y seas percha de ciertas marcas y tendencias que te harán estar en el mercado. Una reflexión que me ha encantado de este artículo es la siguiente:

He sostenido desde el principio de mis reflexiones que si han existido internacionalmente unas publicaciones especialmente dirigidas a las mujeres, es porque se oponían a otro sector de publicaciones que fundamentalmente se dirigían a los hombres, aunque en este caso se entendiese que no había un destinatario específico por ser el discurso universal. En este sentido hay que insistir en que el hombre ha sido considerado el todo (es decir, el género humano), mientras la mujer ha sido considerada la parte. Es por ello que cuando se informa de fútbol se sobreentiende que es fútbol masculino, y si hace falta referirse al fútbol practicado por mujeres se añade “fútbol femenino”, como en todas las demás disciplinas deportivas que establecen categorías masculinas y femeninas.

También es muy completo el apartado dedicado a la historia de la radio realizada por mujeres, o el del papel de la mujer en la televisión, donde se critica que se haga espectáculo de asuntos tan sensibles como la cirugía estética en esos programas de cambio radical donde se venden los sentimientos y complejos de las personas que participan en ellos (en gran medida, mujeres: mujeres “defectuosas” a las que hay que pasar por chapa y pintura para que sean válidas), pero es que cuando has leído a Guy Debord sabes que todo es espectáculo, en esta sociedad la ética apenas tiene cabida. La televisión se entiende aquí como una potente fábrica de estereotipos y tristemente, es cierto.



El sexismo en publicidad, donde las propias marcas anunciantes son agentes de violencia contra las mujeres, es un artículo que podría ser casi infinito citando ejemplos de casos flagrantes donde se hace un uso abusivo y violento de la figura de la mujer con el fin de vender productos y servicios de todo tipo. De hecho, el sexismo nos cuesta dinero a todos puesto que, con nuestros impuestos, se mantiene el Observatorio de la Publicidad, dependiente del Instituto de la Mujer y a su vez del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Recibe cantidades ingentes de denuncias por publicidad sexista que reproduce estereotipos de mujer reproductora, objeto sexual pasivo, propiedad del varón, cuidadora, etc.

Me ha decepcionado, sobre todo, el artículo dedicado a la industria musical. Con la gran cantidad de obstáculos e impedimentos que las mujeres deben superar para acceder a un sector (una vez más) controlado por los hombres, la autora se centra en los casos de Madonna y Rosalía, dos casos de éxito para nada representativos de la realidad que oculta la industria musical: ni para cantantes, bailarinas, ni mucho menos para músicas o técnicas.

Sin embargo, en general es un libro muy agradable de leer y del que se puede tomar buena nota para próximas lecturas, gracias a los listados bibliográficos que incluye. Está bastante actualizado en general y supone una visión muy completa de la relación de las mujeres con la cultura de masas a lo largo de la Historia, tomando como hilo conductor un diseño basado en la estética de las brujas que ilustra perfectamente el sobreesfuerzo que las mujeres decididas, inteligentes e inquietas debemos hacer para escapar de los límites que las sociedades patriarcales quieren imponernos.



sábado, 8 de agosto de 2020

"París era mujer" - Andrea Weiss



Hace algún tiempo, comentaba por aquí una lectura estupenda, la biografía de la fotógrafa Gisèle Freund. Su paso por París fue muy relevante en cuanto a su aportación artística dentro del grupo formado por mujeres intelectuales en la Orilla Izquierda del Sena. Además del libro sobre Freund ("El mundo y mi cámara"), la editorial Ariel publicó otro libro relacionado que leí hace unos meses: "Shakespeare & Company", de Sylvia Beach. La lectura de ambos amplía la visión acerca de este artístico grupo de mujeres de diferentes procedencias que se reunían en torno a las librerías que ellas mismas fundaron y regentaron. La invasión alemana supuso el fin de esta feliz etapa: a pesar de todo, la librería Shakespeare & Company sigue abierta y se puede visitar en París. Además de poseer una maravillosa y larga historia, es preciosa.



"París era mujer" fue película antes que libro. Su autora, Andrea Weiss, es una cineasta y escritora que ha dedicado buena parte de su obra a la divulgación LGTBI. En este caso, Weiss y su socia Greta Schiller se documentaron muy bien para realizar un proyecto cinematográfico que incluyera al completo a las mujeres que formaron parte del movimiento de la Orilla Izquierda del Sena. Visitaron París y Bilignin, el pueblo de la región del Ródano en el que se encontraba la casa de campo de Gertrude y Alice. Además, se documentaron en archivos, universidades y bibliotecas francesas y estadounidenses.

La idea de vicio y desenfreno que se ha transmitido a lo largo del tiempo sobre el París de los años veinte, dista mucho de la realidad que vivían este grupo de mujeres en el día a día. Sylvia Beach era abstemia, a pesar de que fue quien presentó a los míticos James Joyce y Valery Larbaud (pero no les acompañaba en sus conocidos encuentros alcohólicos); Gertrude Stein y Alice Toklas no toleraban a los borrachos, no les invitaban nunca más cuando los detectaban; Natalie Barney decía: "como nací embriagada, solo bebo agua", y así sucesivamente. 

Todas ellas se veían atraídas por París debido a una libertad importantísima que ofrecía a las mujeres: la libertad para trabajar. Sin la intervención de Sylvia Beach, qué hubiera sido de James Joyce. Sin la de Stein, qué hubiera sido de Picasso. Solo por citar los casos más relevantes y que más han trascendido a la historia del arte. París les permitía vivir libremente siendo ellas mismas, puesto que, en general, en otros lugares no podían dar rienda suelta a sus gustos intelectuales ni a su orientación sexual no heteronormativa. Juntas se enriquecían mutuamente dando lugar a un grupo inteligente, creativo y fascinante.

Por el momento, no he conseguido encontrar la manera de ver el documental "París era mujer", por lo que os dejo el enlace al vídeo de la presentación del libro en Madrid (2015). Si alguien sabe dónde encontrarlo... please.



Había algo en ser extranjera que ampliaba aún más las posibilidades de ser una misma en París. Por ese motivo, hubo algunas mujeres como Djuna Barnes que, aún formando parte de los movimientos bohemios e intelectuales norteamericanos, también quisieron viajar a París. Todas ellas acababan hartas de que en las entrevistas siempre les preguntaran por Hemingway o Picasso, y buscaban la manera de hablar también de sus compañeras, no solo porque indudablemente supusieran el núcleo vital del movimiento, sino porque sabían que por el hecho de ser mujer no se las tomaba tan en serio y que, si no eran ellas las que se pusieran de relieve unas a otras, nadie lo haría.

Escritoras, fotógrafas, actrices, editoras, pintoras y libreras. Según Andrea Weiss, además de mujeres e intelectuales, eran lesbianas o bisexuales en su mayor parte y no se promocionaron a sí mismas como hicieran los hombres (no sentían esa ambición desmedida por destacar a toda costa), y esto supuso que a pesar de su enorme aportación, hayan quedado relegadas de la historia más mainstream o convencional. Quienes vivieron más, siguieron documentando y reivindicando la obra de todas. Como recuerda Weiss, Freund insistía en que Beach y Monier (libreras y editoras) posaran junto a James Joyce en las fotografías que les realizaba, porque si no aparecían en las fotos, nadie las recordaría. Todas ellas crearon su propia obra y fueron pieza clave en las relaciones de otros artistas, que a su vez se enriquecieron con sus influencias unos a otros. No deben caer en el olvido.

Recordando a Gertrude Stein en Père-Lachaise, París

domingo, 17 de mayo de 2020

"El mundo y mi cámara" - Gisèle Freund


Gisèle Freund tuvo una larga y muy azarosa vida. Nació en Berlín en diciembre de 1908 y antes de terminar sus estudios de Sociología, jovencísima, en 1933 tuvo que huir a París para evitar ser asesinada a manos de los nazis. Tenía 25 años pero ya disponía de una cámara de fotos, su futuro entre las manos.

En París continuó sus estudios hasta finalizarlos, y comenzó a obtener dinero a cambio de sus fotografías. También se hizo un hueco entre los círculos intelectuales que se movían en torno a la calle Odéon, entre las librerías de Adrienne Monnier y Sylvia Beach (de esta última, también se publicaron sus memorias en la misma colección de Ariel, y es otra joya de libro).

Destruyeron su pasaporte y estuvo perseguida por la policía debido a su origen alemán y a unas sospechas sobre el tipo de fotografías que realizaba: su vida pendió de un hilo durante años, y sin la ayuda de Monnier, sus profesores universitarios y demás personas influyentes de su entorno, lo más probable es que hubiera sido encarcelada, deportada, o asesinada. Durante aquella época en París, conoció al inmortal círculo de artistas que al poco tiempo se diluyó por culpa de la guerra (huyeron, les deportaron, se suicidaron, les mataron…): Walter Benjamin, Alix Guillain, Bernard Groethuysen, Jean Paulhan, André Gide, Paul Valéry, André Malraux, T.S. Eliot, Ernest Hemingway, James Joyce, Sartre y Simone de Beauvoir, Léon-Paul Fargue, Colette, Giacometti, Le Corbusier, Jean Cocteau, Leonard y Virginia Woolf… ¡qué privilegio de modelos, y qué lujo también el de ellos ser retratados por la cámara de la gran Freund! 

Resultan interesantísimas las frecuentes reflexiones de la autora al respecto de la imagen que de sí mismas tienen las personas (a todas les gustaban los retratos ajenos y nunca los propios, llenos de defectos), y en concreto las reticencias de ser retratados quienes se dedicaban a la literatura, que solían preferir que su rostro quedase en las sombras y que fuera solo su obra la que trascendiera: como si dejarse retratar fuera una invasión, como si cedieran esa parcela de su vida privada para que, al igual que su obra, también fuera consumida. Qué habrían opinado todos estos grandes pensadores de la exposición actual en redes sociales, donde la tendencia es que el principal objeto de consumo sea el/la propio/a artista, su modo de vida, su familia y las marcas a las que publicitan más o menos directamente. 

Freund, además, durante aquel tiempo terminó una tesis sobre un tema hasta entonces inexplorado, la historia de la fotografía en el siglo XIX. Solamente existían publicaciones técnicas, y nadie aún se había preguntado sobre la influencia de este nuevo arte en las vidas de las personas, “su relación con los rasgos sociales de la época que la había visto nacer, es decir, con el ascenso de la mediana burguesía en la Francia del siglo XIX. Dicha clase ascendente necesitaba nuevas formas de expresión ligadas a sus gustos y sus medios. La invención de la fotografía les permitió poseer y transmitir su propio rostro de forma barata”.

La Segunda Guerra Mundial determinó una nueva etapa en la vida de la fotógrafa: en la vida de millones de personas. “El 10 de junio de 1940, el Gobierno abandonaba París. Tres días más tarde, la víspera de la llegada de las tropas alemanas, partí al alba en bicicleta, porque los trenes ya no circulaban. Até a la bicicleta mi pequeña maleta, la misma que traje a mi llegada a París siete años antes. Me refugié en un pueblecito de la Dordoña. Cuando me enteré de las cláusulas del armisticio, que entregaba los refugiados alemanes a la Gestapo, supe que debía irme de Francia como fuera. Victoria Ocampo me consiguió un visado argentino, pero todavía tardé más de un año en obtener los papeles necesarios para llegar a la ribera de Río de la Plata. Era la segunda vez en mi vida que debía iniciar una nueva existencia, aunque esa vez estaba armada: tenía un oficio.”

Esta última parte de la biografía narra las peripecias de la autora como reportera fotográfica. Ella había sido testigo del poder de la manipulación de las imágenes cuando el mundo, en ese sentido, era mucho más inocente de lo que al poco tiempo se convirtió, ahora ya sin duda completamente corrompido. Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador… multitud de países fueron objeto de sus fotografías. Su popularidad fue en aumento y ante su cámara desfilaron personajes como Evita Perón (de quien no titubea al mostrar un recuerdo muy controvertido en sus memorias), Frida Kahlo, Diego Rivera, Eisenhower o Vladimir Nabokov. En 1948 firmó un contrato con la agencia Magnum Photos y trabajó junto a Robert Capa o David Seymour. 

Llegados a este punto, ¿es necesario aportar más datos para estallar de indignación? Todos los nombres de los artistas varones nos suenan, nos han llegado: ¡pero el de la mismísima Gisèle Freund permanece en el olvido! ¿Quizá (ojalá) sea que a mí no me ha llegado, pero que sí sea conocida?, pensaba mientras alucinaba leyendo su biografía: el de Freund es uno de tantos nombres que permanecen bajo la alfombra del olvido patriarcal. ¡Qué rabia!

Gisèle Freund posa junto a algunos de sus retratados. Fotografía tomada de GettyImages, link aquí

Las últimas páginas de la biografía terminan explicando la rápida evolución de la fotografía en pocos años, la digitalización e informatización de los archivos, la irrupción de nuevos soportes más duraderos, así como la “democratización” de la fotografía a medida que los precios se abarataban y las cámaras fotográficas eran accesibles a mucha gente de diferentes clases sociales alrededor del mundo. También denuncia la cantidad de robos que sufrió y las consecuentes pérdidas económicas por infringirse la propiedad intelectual de sus fotografías.

La biografía, escrita por la misma Freund en 1970, es breve y evita referencias a su vida personal: en muy pocas ocasiones se hace referencia a un hermano, y no se sabe mucho más de su familia, parejas, etc. Se centra por completo en su historia profesional y su maravillosa visión del mundo desde esa perspectiva. Gisèle Freund murió de un ataque al corazón en París el 30 de marzo del 2000, hace exactamente 20 años y poco más de un mes. Sirva esta humilde reseña para reivindicar su nombre y asociarlo al resto de artistas de su generación que no cayeron en el olvido.


lunes, 6 de abril de 2020

"El canto y la ceniza" - Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva


Qué delicia de lectura. Esta edición de Galaxia Gutemberg no incluye una presentación bilingüe de los poemas pero tenemos dos grandes tesoros a cambio: una traducción magnífica y el epílogo soberbio de una de las traductoras, Monika Zgustova.

Leer a Ajmátova y Tsvetáieva y poderlas comparar tan fácilmente, aprendiendo además de la admiración mutua que se tenían, es como asistir a la poesía de sus coetáneas Karin Boye y Edith Södergran.

1892 nacen M. Tsvetáieva y E. Södergran
1889 nace Anna Ajmátova
1900 nace Karin Boye

Las cuatro son magníficas, inteligentes, se sobreponen a una época que ponía las cosas aún más difíciles a las mujeres de lo que sucede ahora (dos de ellas en Escandinavia, las otras dos en Rusia), su empeño por expresarse las pone en el punto de mira de la sociedad en la que viven pero aún así continúan su labor, incansables. En todas ellas vemos ecos del sufrimiento que acarrea el simple hecho de ser mujer y querer alzar la voz, el amor puro por la sabiduría, la ternura y el respeto hacia la Naturaleza y la búsqueda de la voz original e interior para explicar el sentir individual.

Sobre las dos escritoras escandinavas ya hablé por aquí hace tiempo, podéis consultar mis impresiones sobre la soberbia literatura de Södergran aquí y aquí, o sobre la deliciosa Karin Boye en este enlace.

Entre A. Ajmátova y M. Tsvetáieva, para mí destaca la oscuridad de la segunda, ante la que no me puedo resistir. Pero en ambas he encontrado decenas de versos que las deja instantáneamente en mi altar de la alta literatura. Qué refrescantes e inspiradoras sus voces en estos tiempos de miedo y represión, de mutilación de todas y cada una de las libertades, de la sociedad del absurdo.

Atended por favor a la sencillez con la que Anna Ajmátova teje con pocas palabras una preciosa oda a un árbol...

p.147
Sauce
Y el haz de árboles vetustos. PUSHKIN
Crecí en un silencio de arabescos,
en una estancia fresca, de niños a principios de siglo.
No me interesaban las voces humanas,
pero comprendía bien la voz del viento.
Amaba cardos y ortigas,
y sobre todo mi sauce de plata.
Buen compañero toda la vida,
sus ramas llorosas
abanicaban mi insomnio con sueños.
Y, quién lo dijera, le he sobrevivido.
Allí queda su tronco, y con voces extrañas
hablan otros sauces
bajo el cielo nuestro. Y yo callo...
Como si se hubiera muerto un hermano.

(1940)


Vamos a explorar ahora las oscuridades de Marina Tsvetáieva:

p.211
¡HÁGASE la luz! y un triste día nuboso
cayó como una capa sobre el agua muerta.
Miró la tierra sonriendo extrañamente:
¡Hágase la noche! dijo el rostro pensativo,
siguió su camino más allá de las nubes.
Señor de la noche, es a ti a quien canto,
a ti que me dijiste a mí y a mis noches: seas.

(3 ó 4 de junio de 1917)


p.217

Oración

¡Cristo y Dios, quiero un milagro,

ahora, al comenzar el día!
Déjame morir mientras la vida
es como un libro para mí.

Tú, que eres sabio, no me dirás severo:

«espera, no has consumido tu tiempo todavía».
Tú mismo me has dado demasiado.
Yo quiero, ahora, todos los caminos.

Lo quiero todo: con alma gitana

ir cantando a robar,
sufrir por todos al escuchar el órgano,
como una amazona galopar al combate.

Leer las estrellas desde la negra torre,

guiar a los niños a través de la sombra...
para que sea leyenda el día de ayer,
que cada día sea prodigioso.

Me gustan la cruz y la seda y los cascos,

mi alma es huella del instante.
Me diste una niñez como un cuento de hadas,
y debes darme la muerte a los diecisiete años.

(Tarusa, 26 de septiembre de 1909)


En 1909 nació mi abuelo Julián, y leyendo este poema no he podido evitar recordarle, también la esencia del texto me ha recordado a Mary MacLane, tan joven, brillante y oscura como mal prologada (además, "Deseo que venga el diablo" fue escrito en 1902, qué bien entretejido está el mundo a veces).

Os invito a que las leáis y a que las disfrutéis, que buceéis en sus poemas. Me despido con este de Anna, dedicado a Marina:

p.95
Bocetos de Komarovo


Oh, musa del llanto... M. TSVETÁIEVA
... Y yo aquí renuncié a todo,
a todos los bienes terrenales;
el espíritu guardián de «ese lugar»
es ahora la corteza de los árboles.

Todos somos huéspedes de la vida,
vivir es sólo una costumbre.
Oigo en los caminos del aire
dos voces que dialogan.

¿Dos? Contra la pared del este,
junto a espesos arbustos de frambuesas,
hay una rama oscura, fresca, de saúco...
Es un mensaje de Marina.

En el puerto, noviembre de 1961 (delirando)

sábado, 15 de febrero de 2020

"Microfísica sexista del poder: el caso Alcàsser y la construcción del terror sexual" - Nerea Barjola




p. 164 “En un artículo de opinión titulado «¿Quién viola a quién?», se habla de Golda Meir, primera ministra israelí entre 1969 y 1974. Según cuenta el periódico, en una reunión, se le solicitó que ordenara el toque de queda a las mujeres para evitar, así, que fueran agredidas sexualmente. A lo que ella contestó: «Pero, ¿quién viola a quién? “Los hombres a las mujeres”, le respondieron con naturalidad. Pues entonces, que se decrete toque de queda solo para los hombres a partir de las 22.00, propuso la primera ministra».

Hace ya casi dos años, cuando se publicó este libro, fue muy recomendado por la red de mujeres cuyas recomendaciones literarias, feministas y filosóficas sigo a través de Internet. Su criterio nunca falla y nuestros intereses y enfoques siempre concuerdan. Sin embargo, supe que trataba en profundidad un tema espeluznante con el objetivo, eso sí, de denuncia y con un enfoque con el que de entrada estaba muy de acuerdo. Pero decidí no leerlo entonces. Hace un par de semanas, por cosas de la vida, fui a comprarlo y, sí, la lectura ha sido tan dura y tan lúcida como esperaba.

Nací en 1985 y el secuestro de las chicas (lo que Barjola denomina “desaparición forzada”) tuvo lugar en noviembre de 1992, yo tenía 7 años y no me enteré de nada, los pocos detalles que inevitablemente he ido conociendo a lo largo de los años, sin buscarlos, me llegaron después. Recuerdo que el ambiente en casa se tornaba silencioso, lúgubre y pesado (como de espera tensa con un peso en el pecho impidiendo respirar) cada vez que se conocía una noticia terrible sobre terrorismo, acoso machista, asesinatos, accidentes, etc.

Sí sabía que el tratamiento de la noticia por parte de los medios de comunicación fue amarillista y vergonzoso, y que fue un antes y un después en el uso y enfoque de las emociones de las víctimas, que de repente se vieron rodeados de cámaras que, con la excusa de ayudarles con la difusión, exigían a cambio un zoom sin escrúpulos de su temblor y sus lágrimas, con el único afán de conseguir más audiencia. Ignoro si alguna vez se le pidió perdón al círculo íntimo de las víctimas, aunque nada puede eliminar la infamia que se cometió con ellos.

La lectura que aporta Barjola revela otro daño irreparable ya no solo hacia las personas cercanas a las víctimas, sino al resto de la sociedad, en concreto a todas las mujeres de esa España de principios de los 90: cuando la movida y el destape de los años previos habían dado lugar a un pequeño cambio de mentalidad y las mujeres gozaban poco a poco de pequeñas libertades, el secuestro y tortura de las chicas de Alcàsser fue utilizado como un portazo que puso fin a cualquier soplo de aire fresco que pudiera circular por la península.

Se insistió una y otra vez en el peligro al que se exponían (voluntaria y conscientemente) las mujeres que salían de noche (sin protección masculina de padres o hermanos) y que tenían contacto con desconocidos. Como si se lo buscaran, como si de hecho se lo tuvieran bien ganado (por putas). Como si fuera normal que el peligro acechara ahí fuera y hubiera que resignarse a vivir con miedo. Es decir, en lugar de poner el foco en qué estaba sucediendo con los hombres que violaban, se apuntaba hacia las mujeres que parecían estar queriendo ser violadas. Los grupos feministas que alzaron la voz denunciando esta monstruosidad, fueron silenciados. Han tenido que pasar décadas para que a base de insistir se empiece a inocular en el imaginario colectivo el hecho de que el cuerpo de la mujer no es sinónimo de provocación, y que la infección está en la educación machista, sexista y patriarcal que se nos inculca desde que nacemos.

La idea que se transmitió a la población fue que, una vez que la mujer traspasaba al ámbito de lo público, ella era también pública. Es decir, de todos, no dueña de su cuerpo ni de su libertad (para decidir, para viajar, para consumir, para vestir, para divertirse, para trabajar, para todo).
Esto, relacionado inevitablemente con la prostitución, hace deducir que, mientras haya mujeres apostadas en esquinas (sin un letrero en la frente necesariamente, que diga que son prostitutas) que se puedan alquilar por una miserable suma de dinero que cualquiera puede conseguir, por ende, todas las mujeres, por el hecho de habitar el espacio público son prostitutas en potencia, y por tanto, tratadas como tal (mercancía, carne, objeto) por todos aquellos seres in-humanos que normalizan el hecho de que cualquier criatura sintiente que no sea un hombre con apariencia típicamente masculina tienen unos derechos y sentimientos que pueden vulnerarse en cualquier momento y sin represalias. Todo lo que escapa al feminismo antiespecista se engloba en la cultura de la violación y consumo hostil (hembras violadas, hembras acosadas, hembras asesinadas, hembras esclavizadas, hembras o sus crías descuartizadas y envasadas en los refrigeradores de cualquier supermercado).

Con Alcàsser, el terror sexual llegó a España para quedarse. Se vio reforzado el concepto de familia patriarcal, beato y casposo que tanto estaba costando hacer desaparecer. Que lamentablemente está repuntando ahora, sin ir más lejos. Alcàsser fue un espectáculo, la violencia sexual fue un espectáculo. Se impuso el toque de queda y se recortaron sin contemplaciones las libertades de las mujeres: las de los acosadores sin embargo se dejaron intactas, o se vieron reforzadas. La gente veía los programas por el morbo, asistía a los juicios por el morbo. Quizá la frialdad y lejanía que implica la pantalla de la televisión tuvo que ver con la deshumanización, puede ser la raíz de que asistas a un suceso dramático (como que veas a una persona desamayada o muerta en cualquier calle de cualquier ciudad) y pases de largo.

Barjola denuncia que se dieran tantos, tantísimos detalles íntimos de las víctimas y familias tanto en los programas de televisión como en los libros que se publicaron al caso, y que se usara como figura ejemplificadora a la amiga que ese día estaba mala y no llegó a salir con el resto: le podía haber pasado lo mismo y fue usada como la personificación de que sólo salvas la vida si obedeces, te quedas en casa, cierras las piernas, agachas la cabeza y te callas la boca. De hecho, yo no sabía detalles de qué pasó exactamente con los cuerpos ni por supuesto lo he googleado, y con 7 años no me enteré de nada, y de lo que me pude llegar a enterar no me acuerdo. Sin embargo, después de leer este libro sé los nombres de las víctimas, familiares y amigos, sé qué parte del cuerpo se le arrancó a alguna de ellas, o qué objeto junto a qué miembro sobresalía del enterramiento apresurado que le dieron sus torturadores. Esto me ha dado que pensar porque precisamente es uno de los aspectos que la autora denuncia, y he pensado que también en su caso (pese al objetivo encomiable que persigue con su trabajo) estos detalles serían también accesorios. Es la única pega que le pongo, eso y que algunas ideas se repiten mucho.

Tras el hallazgo de los cuerpos sin vida, se acusó a dos chivos expiatorios, dos hombres de la zona que al parecer eran muy brutos y silvestres, pero que no tenían suficientes motivaciones ni el perfil para dejar los cuerpos como los dejaron. Además, otros crímenes similares que no tuvieron la misma repercusión mediática estarían relacionados a este. Esto no forma parte del libro de Barjola, pero el caso es que otra hipótesis corrió de boca en boca pero como nunca se hizo oficial y tiene ingredientes conspiranoicos, no trascendió a los medios: al parecer, un grupo de hombres poderosos habría ordenado el secuestro de chicas con las características de las víctimas para rodar una snuff movie que se movería por los circuitos privados y secretos de esa agrupación de hombres tan poderosos que pueden comprar todo y ya nada les satisface, desprovistos de toda humanidad y empatía y dispuestos a pagar para recrearse con el sufrimiento ajeno. Hay quien da nombres y apellidos, todos les conocemos.

¿Vivimos rodeadas de violadores en potencia? Sí, vivimos en una sociedad patriarcal que permite que esto suceda, lo alienta y lo facilita. Estamos a merced de cualquier hombre en el espacio público y a merced de los hombres allegados en el espacio privado (hubo una mujer asesinada a manos de su pareja o su expareja cada semana durante 2019, y más de 1.000 asesinadas desde que empezaron a contabilizarse en el año 2003). Al igual que hay un sistema que quiere a las mujeres sumisas cuyo cuerpo es público, hace a los hombres dominadores cuya voluntad es inviolable. Esto da mucho miedo, ¿y acaso está cambiando ahora? Demasiado lentamente y sin parar de tropezar para retroceder los pocos pasos que avanza.


domingo, 2 de junio de 2019

"Mujeres bibliófilas en España" - Nieves Baranda



El tamaño de este minúsculo librito no está en absoluto proporcionado con la calidad del contenido magnífico que aguarda en su interior. Se trata de un recorrido por las bibliotecas de mujeres de la nobleza y la realeza desde finales de la Edad Media hasta el siglo XIX, paseando por los estantes de quienes en aquel momento se podían permitir el lujo de poseer libros, a saber: Isabel la Católica, Juana de Austria, María de Hungría, Isabel de Farnesio, Juana Inés de la Cruz o Bárbara de Braganza, entre otras.

Desde el comienzo es estupendo: de forma muy breve, Baranda explica que este libro es fruto de un antiguo encargo y que su reducida extensión se deriva de la idea de quienes diseñaron esta colección, por lo tanto, tema y número de páginas han sido condicionados. Al parecer, quisieron hacer una colección de ensayos breves porque “enrollarse es de alfombreros”. Me hizo tanta gracia esta expresión que me prometí adoptarla en mi lenguaje cotidiano. Además, detesto que los escritores añadan páginas innecesarias a veces, así que lo breve, si bueno, ya saben.

Según Baranda, la limitación de espacio deja fuera tanta información interesantísima, que su pretensión con este libro no es más que abrir la puerta a las investigaciones de aquellos lectores que quieran ampliar información. Además, la bibliografía es nutrida y extensa, ya la quisieran para sí muchos ensayitos que se publican con ínfulas y una bibliografía vergonzante, o peor aún, inexistente.

Me gusta mucho que indique la cantidad precisa de ejemplares que poseían las bibliófilas a quienes cita, y que aclare que es imposible establecer las diferencias entre las bibliotecas de hombres y mujeres en un tiempo donde la mujer ni siquiera podía ser independiente para administrar su patrimonio: tan hostiles eran esos tiempos (no han dejado de serlo del todo ahora) que incluso estaba mal visto que una mujer se interesara por la intelectualidad, por tanto era consideradas unas intrusas en un terreno exclusivo de hombres y carecían de tradición, modelos o referentes, vivían su pasión aisladas.

En apenas cien páginas desfilan un buen puñado de mujeres españolas que atesoraron libros y de alguna manera tuvieron parte en la escena cultural de su tiempo. Bien merecen un homenaje a través del tiempo.

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