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domingo, 27 de noviembre de 2022

"84, Charing Cross Road" - Helene Hanff

 


Supongo que corría el año 2008 o 2009 cuando leí por primera vez “84, Charing Cross Road” porque hacía poco tiempo de mi estreno en la carrera de Biblioteconomía. Las lecturas que nos pautaban solían estar relacionadas con los libros, no exactamente metaliteratura sino más bien libros para bibliófilos. En general las recomendaciones eran muy buenas y esta fue una de las mejores. Hay libros que he leído que no recuerdo, pero este se quedó conmigo para siempre, contiene demasiados ingredientes maravillosos como para olvidarlo. Reviso ahora con benevolencia los títulos de los libros sobre los que escribía en los inicios de este blog, hace ya tantos años, y no encuentro a Helene Hanff, nunca es tarde.

Desde que mi querida amiga Ana me recomendó escuchar “Jardines en el bolsillo” no hay sábado que falle al desayuno con auriculares. Disfruto especialmente escuchando la sección de Elena Medel, siempre tan delicada, exacta y sabia. Hace un par de programas, Ana Rossetti, otra de las colaboradoras, recuperaba esta preciosa historia y me faltó tiempo para correr a la estantería en busca de este librito para releerlo estos días. Qué delicia me sigue pareciendo. 


Placa conmemorativa en 84, Charing Cross Rd., Londres


El título de este librito “84, Charing Cross Road” hace referencia a la ubicación que en Londres tenía una librería muy especial, Marks & Co. Hace años que cerró, pero existe una placa en la fachada que la recuerda (por si pasáis por allí y “queréis depositar un beso en mi nombre”). Asimismo, uno de los edificios de apartamentos donde Hanff vivió en Nueva York se renombró como Charing Cross House con su consiguiente placa, manteniendo unidos de algún modo esos dos puntitos del globo terráqueo, aunque su tiempo ya haya pasado. ¿La razón? Este libro es la colección de cartas que Hanff cruzó desde 1949 y durante unos veinte años con los libreros de Marks & Co., pidiéndoles que le consiguieran ejemplares de libros que para ella eran difíciles de encontrar. Esta correspondencia y la peculiar forma de ser de sus protagonistas, hizo que se forjara una bonita y también peculiar amistad entre ellos.

Tiene gracia que Rossetti hablase de este librito porque la Helene Hanff que se aprecia en las cartas tiene algunos paralelismos con su forma de ser, o eso me parece a mí. Las dos escriben, son muy cultas y tienen un arranque y una mala leche contenida que no podía dejar de remarcar, la imagino igual de exigente escribiendo a un librero del otro lado del charco, y también haciéndose amiga de él.


Placa conmemorativa en Charing Cross House, 305 East 72nd St., Nueva York


Ahora que ya no se escriben cartas, se llama poco por teléfono y lo que es peor, las formas y la educación están cayendo en el olvido, esta lectura acude en rescate de la nostalgia y nos trae de vuelta algunas cosas que en el pasado fueron mejores. Una historia que difícilmente podría repetirse hoy en día. Compramos por internet, en las librerías ya casi no quedan libreros, solo a veces es buena idea hacerse amiga de ellos.

Helene Hanff malvivió escribiendo por encargo, sus obras literarias nunca tuvieron éxito y con unos cincuenta años decidió recuperar aquella colección epistolar para intentar darle forma y convertirlo en una obra literaria, adivinando que contenía una historia que el público podría apreciar. En su mente no estaba la idea de publicar un epistolario sin más, pero así es como quiso publicarlas el editor a cuyas manos fueron a parar, y así es como han llegado hasta nosotros. El éxito inmediato hizo que por fin Hanff pudiese viajar hasta Londres, si bien la librería ya había cerrado y los libreros también poco a poco habían ido desapareciendo. Su ubicación, tan céntrica, por desgracia ha producido grandes cambios en los edificios y ya es imposible respirar aquel lugar de modo que nos haga soñar con aquel tiempo pasado, por muy sugestionada que una pasee por allí. Recuerdo lo frío e impersonal que me pareció aquel tramo de Charing Cross Rd. la primera vez que fui a Londres, por suerte hay otros miles de rincones por los que poder seguir rastros literarios, que es la mejor manera de viajar que se me puede ocurrir.

No tiene nada que ver con la navidad pero creo que es una historia muy navideña a su modo, por aquello de la ilusión, la ternura, los seres queridos en la distancia, el intercambio de paquetes, las extrañas coincidencias con otras personas, la magia de las historias reales…

11 abril 1969
Querida Katherine:

Interrumpo la tarea de limpiar mis estanterías y me siento en la alfombra, rodeada de libros por todas partes, para escribirte unas letras y desearos un buen viaje. Espero que tú y Brian lo paséis muy bien en Londres. El otro día me preguntó por teléfono: "¿Vendrías con nosotros si tuvieras dinero para el viaje?", y a mí se me saltaron las lágrimas.

Pero... no sé..., tal vez sea mejor que nunca haya estado allí. Soñé tanto con ello y durante tantísimos años... Solía ir a ver películas inglesas sólo para familiarizarme con las calles. Recuerdo que años atrás un muchacho al que conocía me dijo que las personas que viajaban a Inglaterra encontraban exactamente lo que buscaban. Yo le dije que buscaría la Inglaterra de la literatura inglesa, y él asintió y me dijo: "Está allí."

Tal vez sea cierto, o tal vez no. Porque ahora, al mirar a mi alrededor en la alfombra, siento una certeza: está aquí.

El hombre, ¡dios lo bendiga!, que me vendió todos mis libros murió hace pocos meses. Y el dueño de la tienda, el señor Marks, ha muerto también. Pero Marks & Co. sigue allí todavía. Si por casualidad pasas por el 84 de Charing Cross Road, ¿querrás depositar un beso en mi nombre? ¡Le debo tantísimo...!

Helene

Helene Hanff en 84 Charing Cross Road, en 1971 (1)

Helene Hanff en 84 Charing Cross Road, en 1971 (2)


Marks & Co. en la película de 1987 con Anne Bancroft como la escritora Helene Hanff y Anthony Hopkins como el librero Frank Doel



sábado, 16 de julio de 2022

“París. Un poema” – Hope Mirrlees

A finales de abril, Elena Medel publicó en su cuenta de Instagram una fotografía de este libro, que se acababa de publicar: automáticamente tuve un flechazo. Pasado un mes, tuve la suerte de recibirlo como regalo de cumpleaños y lo disfruté muchísimo.

Es un viaje al París intelectual de los años 1920 a través de la mirada y la pluma de Hope Mirrlees pero ese viaje viene acompañado además con las explicaciones y aclaraciones extremadamente prolijas y generosas de la traductora María Isabel Porcel García. De modo que una inicia el recorrido y la otra te acompaña guiándote de la mano por el mismo, poniendo el foco en todo aquello que no puedes perderte, haciendo que el viaje sea apasionante y precioso.

Esta mañana de insomnio, he tomado el café mientras me llevaba la grata sorpresa de que Elena Medel había llevado este libro a su sección poética en el programa de RNE “Jardines en el bolsillo”. Como siempre, ha sido un gusto escucharla hablar pero además esta vez me interesaba especialmente lo que tuviera que decir sobre este libro que ella misma me descubrió.

Junto a la excelente presentadora Pilar Martín, que ha dado pie a la idea de seguir el rastro de las grandes ciudades a través de los testimonios escritos, Elena se ha sumergido en este precioso librito (gigantesco en importancia pero breve en extensión, de ahí mi diminutivo: con sus 147 páginas de las cuales la mayor parte la componen las anotaciones de Porcel García). Hablaban de rastrear las grandes ciudades en la literatura porque Hope Mirrlees consigue unir Londres y París, como ahora veremos.

“París. Un poema” se publicó originalmente en 1919 en Hogarth Press, la editorial de Virginia y Leonard Woolf, anticipándose en su contenido a libros tan claves como “La tierra baldía” de T.S. Eliot o el “Ulises” de James Joyce. En cuanto a la unión de tertulias intelectuales de diferentes ciudades, Mirrlees es el puente que hermana el Bloomsbury londinense con la Rive Gauche parisina (de hecho, este libro fue originalmente escrito en inglés), mientras de fondo resuenan las voces de artistas de todas las nacionalidades, que se refugian en casas, bares y locales donde unos acogían a otros y el mundo parecía que aún podría convertirse en una cosa mucho más bonita de lo que, por desgracia, después fue.

“París. Un poema” no se parecía a nada de lo que se hubiera publicado hasta entonces. Mirrlees experimenta con imágenes e ideas que tienen ciertas similitudes con la poesía modernista en lengua inglesa que la había influido en aquellos tiempos. Sin embargo, el resultado es tremendamente innovador y enseguida se posiciona como un texto que va a inspirar a muchas otras plumas.

Hope Mirrlees nació en Inglaterra pero se educó en Escocia y en Sudáfrica, y su fascinación por África también la encontramos entre las páginas de este libro, que también tiene mucho de cinematográfico en su composición, con poderosas imágenes en rápido movimiento.

Resulta interesantísimo ahondar en la relación que existe entre París y la diosa egipcia Isis, y cómo la autora era consciente de ello y dejó mil pistas entre sus versos con solapadas cuestiones de género y referencias a su relación lésbica con su mentora y amante Jane Ellen Harrison. Da escalofríos pensar en monjes de la Edad Media adorando la figura negra de Isis amamantando a su hijo en el mismo lugar donde después se erigió Notre Dame… por favor investigad sobre ello.

Vais a disculpar que me auto-cite, pero ser consciente del contraste tan artificial del tratamiento del agua que se da en los aeropuertos, me descorazonó y me llevó a escribir esto en un viaje hace unos años, y mientras reflexionaba sobre estas antítesis lo he recordado: alane es un adjetivo en escocés, en inglés es muy similar alone, significa solo. Era uno de mis viajes en solitario a Escocia.

Siguiendo con las discordancias, paseamos por un París entre poderosas imágenes urbanas, carteles de anuncios, escaparates con maniquíes vestidos con trajes de comunión como pequeñas vírgenes niñas fabricadas en serie. El descarado expolio cristiano al paganismo es solo una de las tantas contraposiciones que podemos encontrar: lo industrial se mezcla con lo animal, el pasado camina junto al futuro. 

El juego de contrastes es constante. Lo tecnológico mira de frente a lo mitológico y el progreso resulta ser la decadencia contra-natura que tan magistralmente nos mostró Huysmans, autor del que también encontramos referencias. La bajada al metro como descenso alegórico al submundo de los muertos, al Hades y los misterios eleusinos.

 

(pág. 97)

 El Primero de Mayo

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Hubo una lucha ritual por su dulce cuerpo

Entre dos vírgenes –María y la Luna

 

La malvada luna de abril.

 

El silencio de la grève

 

Lluvia

 

El Louvre se vislumbra entre la niebla

 

Pronto se volverá transparente

Y a través de él brillarán los misteriosos jardines como isletas de la Place du Carrousel

 

El Seine, viejo egoísta, serpentea, imperturbable, hacia el mar,

 

Rumiando sobre malezas y lluvia…

Si a través de su sueño acuoso y aletargado surgen sueños

Son los fantasmas azules de los reyes pescadores,

La torre Eiffel es bidimensional,

Dibujada en cartulina blanca.

 

Poilus con uniformes celestes con petates de color de Terre de Sienne acampados alrededor de la esfinge gris de las Tuileries. Parece como si un artista de guerra fuera a hacerles un esbozo a carboncillo, para “venderlo” en la Rue des Pyramides a 10 francs la copia.


 

domingo, 5 de julio de 2020

"Londres" - Virginia Woolf



Estos seis artículos sobre Londres fueron publicados originalmente en 1931 para la revista Good Housekeeping, por entregas. El primero de ellos se creía perdido, hasta que se localizó en una hemeroteca y por fin pudo publicarse la colección completa. Precisamente ese primer artículo, "Retrato de una londinense" es el que a mi juicio condensa a la perfección la esencia del libro. Puede que lo haya releído unas diez veces, es sencillamente encantador. En él se habla de la señora Crowe, que vive en una perfecta casa típicamente londinense y reúne cada tarde a una variopinta colección de invitados que acuden a tomar el té. Empieza así, y el resto no defrauda:

" Quien no conozca a un auténtico cockney, quien no pueda alejarse de las tiendas y los teatros para torcer por una callejuela lateral y llamar a la puerta de una casa particular, no puede jactarse de conocer Londres.
Me encanta cuando explica de esta forma tan sutil el carácter londinense, las maneras en general inglesas, esa forma de proceder en sociedad que tanto difiere de la española:

Lo cierto es que no buscaba intimidad, sino conversación. La intimidad tiende a engendrar silencio, y la señora Crowe detestaba el silencio. Necesitaba sentirse rodeada de una conversación amplia y general. No debía ser demasiado profunda ni demasiado ingeniosa, pues si se adentraba excesivamente en cualquiera de aquellos derroteros, sin lugar a dudas alguien se sentiría excluido y acabaría sentado con su taza de té sin decir esta boca es mía.
Al parecer, Virginia Woolf se documentó bien antes de la redacción de cada artículo, visitando los lugares de los que debía hablar, de modo que captase su esencia de la forma más precisa posible. Está escrito de una forma tan delicada, minuciosa y elegante que, además de transportar al lector rápidamente a todos esos lugares, la lectura supone un paseo por una forma de escribir que ya parece haberse perdido.

He disfrutado mucho de la breve descripción de la casa de Keats en Hampstead ("es preciso concluir que en Hampstead siempre es primavera"), un lugar que aún no he visitado pero algún día lo haré, a pesar de conocer bien los escenarios en los que transcurrieron sus últimos meses de vida en Roma. 

Es curioso que sea Virginia Woolf quien haga de cicerone por Londres cuando, precisamente, su nombre es sinónimo de Londres. De quién si no es el carácter que se respira al pasear por Bloomsbury, donde todo gira en torno al maravilloso grupo de intelectuales entre los que Virginia Woolf era el epicentro sin lugar a dudas: una zona donde además podemos dejarnos llevar muchos más años atrás y sugestionarnos con los vestigios de Mary Shelley en St. Pancras.

Y mirad qué hermosa explicación sobre "Londres" a cargo de sus editores: "Londres fluye en sentido contrario a la corriente del Támesis, arrastrando al lector a lo largo de la ciudad hacia el oeste, desde el bullicio de los muelles en su límite oriental hasta las oleadas de los compradores de Oxford Street, en Chelsea, en su parte occidental."

Hay muchos Londres, tantos como cada época, zona y mirada han dibujado. Yo creo que es inabarcable. A veces me ha fascinado y otras me ha dado la espalda, como sin ganas de ofrecerme gran cosa. Hay un Londres para cada uno en cada momento, y sin duda el de Virginia es digno de tener en cuenta y, a partir de él, perfilar el nuestro.

jueves, 24 de agosto de 2017

Cuando la vida te da un martillo - Kate Tempest


Kate Tempest es una joven promesa de las letras británicas, con 32 años posee una carrera que comenzó en el mundo del rap, continuó con la poesía y actualmente se centra en la composición de obras de teatro y novelas.

En este caso tenemos una novela que se desarrolla en un Londres bastante hostil, ya que los escenarios elegidos para el desarrollo de la trama son tugurios de mala reputación, callejones en barrios de las afueras y un ritmo de vida poco saludable, por decirlo de alguna manera.

Harry y Becky
En la línea de la normalización y visibilidad del colectivo oprimido LGTBI, Kate Tempest elige en este caso a dos chicas y dos chicos cuyas vidas se cruzan por casualidad, de modo que seguimos desde los inicios las diferentes relaciones entre los cuatro y, más concretamente, la evolución de la química que surge entre las dos chicas, Harry y Becky, que a pesar de las circunstancias que les ha tocado vivir, literariamente son unos personajes bastante potentes, de modo que mantienen casi por sí solas una trama que por lo demás no es muy interesante (drogas, palizas, prostitución, etc.)

“Cuando la vida te da un martillo” es una novela con una temática controvertida, que por un lado nos presenta un puñado de jóvenes atrayentes, interesantes y llenos de vida, pero que por otro lado la viven pisoteándola. Es el reflejo de una realidad que existe pero también puede funcionar como consejo de lo que no debería de hacerse, o también, asimilarse como una influencia bastante negativa. Las conclusiones en todo caso las tendrá que extraer el lector que se acerque a estas páginas.

Becky tiene veintiséis años, pero se siente en las últimas. Está apoyada contra la barra, a su alrededor todo son monstruos, gilipollas y putillas chillando y gritando para hacerse notar. Tiene los hombros firmes y echados hacia atrás. Su aspecto es desafiante, pero no lo hace adrede: es su pose natural. Tiene el don de poseer esa clase de postura erguida y de relajación de las extremidades que dan como resultado un amor por el movimiento, una fluidez física que convierte la danza en su goce primordial. Es intimidante, sarcástica y, en ocasiones, malintencionada. Un cuchillo en medio de toda esa carne. La clase de mujer que siempre desata el caos entre desconocidos.

Más allá de la primera impresión

Algo que sin duda puede extraerse leyendo entre líneas, y que es aplicable a la vida de cualquier lector, es que hay que entender a los demás teniendo siempre en cuenta sus circunstancias, en el caso concreto de los personajes de esta novela les influye poderosamente su entorno familiar más cercano, y sólo conociendo esos detalles pueden explicarse sus formas de enfrentarse a la vida. Aunque el día a día de estos protagonistas es muy superficial y sólo se centra en la fiesta y las drogas, con la reconstrucción en parte de su árbol genealógico y algunas anécdotas esclarecedoras, podemos atisbar un poco más allá en qué les pasa por la cabeza y por qué lo hace.

Cuando ella le contó lo que hacía para ganar dinero, a él le costó asimilarlo. Pero, teniendo en cuenta todo su pasado, había que comprender que el sistema de valores de Becky fuera distinto al suyo. (…) Es como dice mi tía Linda ―le contaba―. Lo que para un hombre es el destello de un relámpago que desgarra el cielo a su paso, para otro es una estrella fugaz que apenas alumbra.

La pareja de amigos Harry y Leon, se conocen desde la infancia y en la novela se van desgranando muchas de las situaciones que han vivido juntos y que han forjado esa confianza irrompible que los une ahora: conociendo solamente su presente difícilmente podría entenderse cómo son capaces de confiar a ciegas el uno en el otro en violentas situaciones con camellos y todo tipo de personajes del underground con quienes se juegan literalmente la vida.

La noche pasada se resiste a abandonarlos. Se sienta con ellos, les pasa el brazo por encima y apoya sobre sus hombros su cabeza ensangrentada.

Son los tres personajes que he citado, Becky, Harry y Leon quienes dan un poco de brillo y mantienen el interés dentro de una trama que por lo demás resulta bastante gris e insípida. La redacción, siendo formalmente correcta, no llega en ningún momento a llamar demasiado la atención del lector. Sólo he leído esta obra de Tempest, por lo que no puedo juzgarla más allá, pero mi impresión es que se trata de una novela que parece salida de una de esas fábricas de libros o talleres literarios que son tan populares desde hace unos años. Que a partir de la segunda mitad las tildes se hayan puesto en huelga dando lugar a una cantidad ingente de erratas tipográficas tampoco me ha gustado nada. No trasgrede, no emociona (dudo que se convierta en el libro de cabecera de nadie). Solamente entretiene, que en todo caso ya es mucho más de lo que se puede decir de muchos libros.


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