A finales de abril, Elena Medel publicó en su cuenta de Instagram una fotografía de este libro, que se acababa de publicar: automáticamente tuve un flechazo. Pasado un mes, tuve la suerte de recibirlo
como regalo de cumpleaños y lo disfruté muchísimo.
Es un viaje al París intelectual de los años 1920 a través
de la mirada y la pluma de Hope Mirrlees pero ese viaje viene acompañado además con las explicaciones y aclaraciones extremadamente prolijas y generosas de la
traductora María Isabel Porcel García. De modo que una inicia el recorrido y la
otra te acompaña guiándote de la mano por el mismo, poniendo el foco en todo
aquello que no puedes perderte, haciendo que el viaje sea apasionante y
precioso.
Esta mañana de insomnio, he tomado el café mientras me
llevaba la grata sorpresa de que Elena Medel había llevado este libro a su
sección poética en el programa de RNE “Jardines en el bolsillo”. Como siempre,
ha sido un gusto escucharla hablar pero además esta vez me interesaba
especialmente lo que tuviera que decir sobre este libro que ella misma me
descubrió.
Junto a la excelente presentadora Pilar Martín, que ha dado
pie a la idea de seguir el rastro de las grandes ciudades a través de los
testimonios escritos, Elena se ha sumergido en este precioso librito
(gigantesco en importancia pero breve en extensión, de ahí mi diminutivo: con
sus 147 páginas de las cuales la mayor parte la componen las anotaciones de
Porcel García). Hablaban de rastrear las grandes ciudades en la literatura
porque Hope Mirrlees consigue unir Londres y París, como ahora veremos.
“París. Un poema” se publicó originalmente en 1919 en
Hogarth Press, la editorial de Virginia y Leonard Woolf, anticipándose en su
contenido a libros tan claves como “La tierra baldía” de T.S. Eliot o el “Ulises”
de James Joyce. En cuanto a la unión de tertulias intelectuales de diferentes
ciudades, Mirrlees es el puente que hermana el Bloomsbury londinense con la
Rive Gauche parisina (de hecho, este libro fue originalmente escrito en
inglés), mientras de fondo resuenan las voces de artistas de todas las
nacionalidades, que se refugian en casas, bares y locales donde unos acogían a otros
y el mundo parecía que aún podría convertirse en una cosa mucho más bonita de
lo que, por desgracia, después fue.
“París. Un poema” no se parecía a nada de lo que se hubiera
publicado hasta entonces. Mirrlees experimenta con imágenes e ideas que tienen ciertas
similitudes con la poesía modernista en lengua inglesa que la había influido en
aquellos tiempos. Sin embargo, el resultado es tremendamente innovador y
enseguida se posiciona como un texto que va a inspirar a muchas otras plumas.
Hope Mirrlees nació en Inglaterra pero se educó en Escocia y
en Sudáfrica, y su fascinación por África también la encontramos entre las páginas
de este libro, que también tiene mucho de cinematográfico en su composición,
con poderosas imágenes en rápido movimiento.
Resulta interesantísimo ahondar en la relación que existe
entre París y la diosa egipcia Isis, y cómo la autora era consciente de ello y
dejó mil pistas entre sus versos con solapadas cuestiones de género y
referencias a su relación lésbica con su mentora y amante Jane Ellen Harrison. Da
escalofríos pensar en monjes de la Edad Media adorando la figura negra de Isis
amamantando a su hijo en el mismo lugar donde después se erigió Notre Dame… por
favor investigad sobre ello.
Vais a disculpar que me auto-cite, pero ser consciente del
contraste tan artificial del tratamiento del agua que se da en los aeropuertos,
me descorazonó y me llevó a escribir esto en un viaje hace unos años, y
mientras reflexionaba sobre estas antítesis lo he recordado: alane es un adjetivo en escocés, en inglés es muy similar alone, significa solo. Era uno de mis
viajes en solitario a Escocia.
Siguiendo con las discordancias, paseamos por un París entre
poderosas imágenes urbanas, carteles de anuncios, escaparates con maniquíes vestidos
con trajes de comunión como pequeñas vírgenes niñas fabricadas en serie. El descarado
expolio cristiano al paganismo es solo una de las tantas contraposiciones que podemos
encontrar: lo industrial se mezcla con lo animal, el pasado camina junto al
futuro.
El juego de contrastes es constante. Lo tecnológico mira de frente a lo
mitológico y el progreso resulta ser la decadencia contra-natura que tan magistralmente
nos mostró Huysmans, autor del que también encontramos referencias. La bajada al
metro como descenso alegórico al submundo de los muertos, al Hades y los
misterios eleusinos.
(pág. 97)
El Primero de Mayo
N
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Hubo una lucha ritual por su dulce cuerpo
Entre dos vírgenes –María y la Luna
La malvada luna de abril.
El silencio de la
grève
Lluvia
El Louvre se vislumbra entre la niebla
Pronto se volverá transparente
Y a través de él brillarán los misteriosos jardines como
isletas de la Place du Carrousel
El Seine, viejo egoísta, serpentea, imperturbable, hacia el
mar,
Rumiando sobre malezas y lluvia…
Si a través de su sueño acuoso y aletargado surgen sueños
Son los fantasmas azules de los reyes pescadores,
La torre Eiffel es bidimensional,
Dibujada en cartulina blanca.
Poilus con
uniformes celestes con petates de color de Terre
de Sienne acampados alrededor de la esfinge gris de las Tuileries. Parece
como si un artista de guerra fuera a hacerles un esbozo a carboncillo, para “venderlo”
en la Rue des Pyramides a 10 francs la copia.