viernes, 20 de marzo de 2009

"Diario" - Ana Frank

Un grupo de judíos huye de su casa ante la amenaza nazi. Se esconden y pasan años de su vida sin salir a la calle. Horrible.

Llevaba un puñado de años con este título apuntado en la lista de libros pendientes, hasta que una visita breve y reciente a Berlín hizo que me entrasen ganas de investigar más acerca del holocausto, ya que allí hay muchas (quizá demasiadas) cosas que lo recuerdan por todas partes.

Bueno, el diario de una niña nunca puede ser muy interesante, lo cierto es que el de Ana Frank destaca por las descripciones del refugio y la forma de vida de los escondidos. Y sobre todo, que ya sabe uno el final, que por lo demás no aparece en el libro (como nota añadida sí, pero la niña, claro, no lo pudo contar). Aun así todo (conociendo cómo va a terminar la historia) el diario termina demasiado pronto, de forma muy tajante. Da la impresión de que la niña te ha abandonado de repente, por lo que resulta muy triste…








jueves, 19 de marzo de 2009

"El planeta americano" - Vicente Verdú


Cifras, cifras y más cifras. ¡No hay comentario que no se ilustre con un número! Hectáreas, dinero, restaurantes de comida rápida, gente por razas, embarazos no deseados... También, en ocasiones, las apreciaciones se repiten un poco.

Pero me gusta averiguar más sobre los EE.UU., aunque las cosas que de allí se cuentan son siempre las mismas y ya se han convertido en tópicos (véase las hamburguesas, la falta de comunicación en las familias, la tenencia de armas por población civil, la obesidad y un largo etcétera).

Vicente Verdú prefiere España, eso queda claro. O cualquier país europeo, antes que EE.UU. No mira con alegría los cambios que se van produciendo desde hace años en la sociedad europea (y, por extensión, en todo el mundo, con las consabidas diferencias entre países): el mundo se está americanizando. El problema es que no todas las costumbres americanas son saludables.

La población se caracteriza, cada vez más, por un comportamiento marcadamente infantil. Pero eso se aprecia en España, también.

Uno de los capítulos más interesantes es, probablemente, "El odio a los intelectuales". En él, se dan muchas pistas acerca de la forma que tienen de entender el mundo de los americanos y, en consecuencia, de actuar en él. "...aman la sencillez y los discursos que van directo al grano". Y, hasta el tema más sensible ha de ser tratado con una pizca de humor. "En las conferencias universitarias, en los diarios, en los reportajes televisivos, en los juicios, en los discursos políticos o en las alocuciones religiosas existe al menos un momento en el que la concurrencia se ríe".

Es posible que de esta forma de ver las cosas, se derive el comportamiento tan infantil del que hablaba antes. En cualquier caso, esto me parece peligroso, ya que con esa forma de actuar se consigue que la gente no piense, con lo que esto conlleva; además, y aunque ya de por sí no se tengan ideas "profundas" propias, la sociedad no deja que se puedan ni siquiera llegar a desarrollarse. Un ejemplo: en la Universidad, se satura a los estudiantes de trabajo, de una forma ni siquiera comparable a lo que ocurre en España. Y esa sociedad es muy competitiva, por lo que el personal se obceca de tal forma en sobresalir que muchas veces al final explota: la tenencia de armas facilita que el resultado de esas "explosiones" salgan tan a menudo por tv (homicidios, suicidios, masacres en las escuelas). Este no es, desde luego, un buen dato y, por desgracia, se está extendiendo.

Si es verdad que el mundo se americaniza cada día más, solo espero que no todo lo que exporten sea malo. Se supone que uno solo copia lo que admira...

jueves, 12 de marzo de 2009

"La hierba amarga" - Marga Minco

Es la triste historia de una judía que sobrevivió a la persecución nazi en Holanda pero perdió a toda su familia en esos mismos años. El libro se compone de varias escenas muy breves pero identificativas para resumirlo todo. De hecho, al terminar (enseguida) la lectura, queda esa sensación de haberse perdido algo, como si no hubiera contado muchas cosas que es obvio que sabe, pero por algún motivo no quiere contar: es el vacío. El mismo que le quedó a la autora tras la guerra.

Cuenta las cosas como si fueran tan lejanas como para no poder recordar más datos pero, a la vez, recuerda detalles nimios (haber visto un guante abandonado en una escalera, por ejemplo, tras la huída de la casa de sus habitantes judíos) que son los que van transmitiendo esa sensación de vacío y desesperanza.

Adoro las historias cortas porque suelen tener mayor calidad, queda todo reducido a lo esencial y no incluyen ningún párrafo prescindible. Hay excepciones, claro. En este caso, el libro podría haber tenido cientos de páginas llenas de detalles morbosos que darían mayor idea del horror de aquella época, pero tal y como es, breve, es más que suficiente.
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