Qué delicia de lectura. Esta edición de Galaxia Gutemberg no incluye una presentación bilingüe de los poemas pero tenemos dos grandes tesoros a cambio: una traducción magnífica y el epílogo soberbio de una de las traductoras, Monika Zgustova.
Leer a Ajmátova y Tsvetáieva y poderlas comparar tan fácilmente, aprendiendo además de la admiración mutua que se tenían, es como asistir a la poesía de sus coetáneas Karin Boye y Edith Södergran.
1892 nacen M. Tsvetáieva y E. Södergran
1889 nace Anna Ajmátova
1900 nace Karin Boye
Las cuatro son magníficas, inteligentes, se sobreponen a una época que ponía las cosas aún más difíciles a las mujeres de lo que sucede ahora (dos de ellas en Escandinavia, las otras dos en Rusia), su empeño por expresarse las pone en el punto de mira de la sociedad en la que viven pero aún así continúan su labor, incansables. En todas ellas vemos ecos del sufrimiento que acarrea el simple hecho de ser mujer y querer alzar la voz, el amor puro por la sabiduría, la ternura y el respeto hacia la Naturaleza y la búsqueda de la voz original e interior para explicar el sentir individual.
Sobre las dos escritoras escandinavas ya hablé por aquí hace tiempo, podéis consultar mis impresiones sobre la soberbia literatura de Södergran aquí y aquí, o sobre la deliciosa Karin Boye en este enlace.
Entre A. Ajmátova y M. Tsvetáieva, para mí destaca la oscuridad de la segunda, ante la que no me puedo resistir. Pero en ambas he encontrado decenas de versos que las deja instantáneamente en mi altar de la alta literatura. Qué refrescantes e inspiradoras sus voces en estos tiempos de miedo y represión, de mutilación de todas y cada una de las libertades, de la sociedad del absurdo.
Atended por favor a la sencillez con la que Anna Ajmátova teje con pocas palabras una preciosa oda a un árbol...
p.147
Sauce
Y el haz de árboles vetustos. PUSHKIN
Crecí en un silencio de arabescos,en una estancia fresca, de niños a principios de siglo.
No me interesaban las voces humanas,
pero comprendía bien la voz del viento.
Amaba cardos y ortigas,
y sobre todo mi sauce de plata.
Buen compañero toda la vida,
sus ramas llorosas
abanicaban mi insomnio con sueños.
Y, quién lo dijera, le he sobrevivido.
Allí queda su tronco, y con voces extrañas
hablan otros sauces
bajo el cielo nuestro. Y yo callo...
Como si se hubiera muerto un hermano.
(1940)
Vamos a explorar ahora las oscuridades de Marina Tsvetáieva:
p.211
—¡HÁGASE la luz!— y un triste día nuboso
cayó como una capa sobre el agua muerta.
Miró la tierra sonriendo extrañamente:
—¡Hágase la noche!— dijo el rostro pensativo,
siguió su camino más allá de las nubes.
Señor de la noche, es a ti a quien canto,
a ti que me dijiste a mí y a mis noches: seas.
(3 ó 4 de junio de 1917)
p.217
Oración
¡Cristo y Dios, quiero un milagro,
ahora, al comenzar el día!
Déjame morir mientras la vida
es como un libro para mí.
Tú, que eres sabio, no me dirás severo:
«espera, no has consumido tu tiempo todavía».
Tú mismo me has dado demasiado.
Yo quiero, ahora, todos los caminos.
Lo quiero todo: con alma gitana
ir cantando a robar,
sufrir por todos al escuchar el órgano,
como una amazona galopar al combate.
Leer las estrellas desde la negra torre,
guiar a los niños a través de la sombra...
para que sea leyenda el día de ayer,
que cada día sea prodigioso.
Me gustan la cruz y la seda y los cascos,
mi alma es huella del instante.
Me diste una niñez como un cuento de hadas,
y debes darme la muerte a los diecisiete años.
(Tarusa, 26 de septiembre de 1909)
En 1909 nació mi abuelo Julián, y leyendo este poema no he podido evitar recordarle, también la esencia del texto me ha recordado a Mary MacLane, tan joven, brillante y oscura como mal prologada (además, "Deseo que venga el diablo" fue escrito en 1902, qué bien entretejido está el mundo a veces).
Os invito a que las leáis y a que las disfrutéis, que buceéis en sus poemas. Me despido con este de Anna, dedicado a Marina:
p.95
Bocetos de Komarovo
Oh, musa del llanto... M. TSVETÁIEVA
... Y yo aquí renuncié a todo,
a todos los bienes terrenales;
el espíritu guardián de «ese lugar»
es ahora la corteza de los árboles.
Todos somos huéspedes de la vida,
vivir es sólo una costumbre.
Oigo en los caminos del aire
dos voces que dialogan.
¿Dos? Contra la pared del este,
junto a espesos arbustos de frambuesas,
hay una rama oscura, fresca, de saúco...
Es un mensaje de Marina.
En el puerto, noviembre de 1961 (delirando)