jueves, 30 de julio de 2015

En mi pradera - Frédéric Boyer

Tengo entre manos uno de esos casos en los que la influencia de los clásicos marca la diferencia. Descubro al poeta FrédéricBoyer a través de la cuidada traducción de Ernesto Kavi en edición bilingüe, y asisto a una muestra de verdadero talento, con una pieza poética única, que lejos de hacerse larga y repetitiva, resulta inspiradora y me cautiva. “En mi pradera” es el primero de sus libros que se traduce al español, y sinceramente espero que sea el primero de muchos.

Sigo impresionada con la altísima calidad de las apuestas poéticas del catálogo de Sexto Piso. Por primera vez se arriesgan con FrédéricBoyer (Francia, 1961), un novelista, ensayista, poeta, dramaturgo y traductor, que también ha impartido clases de literatura en la universidad y que actualmente es editor jefe de Humanidades en el Grupo Bayar.


La influencia de la literatura clásica
Según leo en la biografía de Boyer, ha dirigido una nueva traducción de la Biblia en el Grupo Bayard, y también traduce textos antiguos de forma paralela a su trabajo como editor y escritor. Hasta ahora se ha encargado de traducir obras como las “Confesiones de San Agustín”, “Fedra” y el “Cantar de Roldán”.

Este gusto por la literatura clásica y antigua nos da una clara idea de sus influencias. Si bien su estilo al escribir es actual, sí observamos un especial cuidado en la ejecución: simetría, repeticiones muy medidas y espaciadas, meticulosidad y orden, atemporalidad, etc. Los temas que trata son ancestrales (el propio yo, la búsqueda de un refugio, la añoranza, el desamparo, etc.)

También observamos que su dominio del lenguaje es total, y que sin duda se enriquece aún más gracias al amplio abanico de idiomas que conoce. Pongamos un ejemplo. 

Por la noche mi pradera duerme bajo la bóveda celeste como si los ojos la miraran fijamente y cuidaran de ella” / “La nuit ma prairie dort sous une voûte étoilée comme si des yeux la fixaient et veillaient sur elle

Quizá parezca un texto muy simple, pero creo que realmente es una pequeña virguería literaria que evoca de forma sutil una imagen sin nombrarla directamente: es decir, en ningún momento incluye la palabra “estrellas”.

También he querido ver referencias literarias actuales bastante evidentes, a Guy Debord y a Cormac McCarthy, en versos como: “No es un espectáculo mi pradera. No es un país para viejos. Ni monumentos por contemplar ni calles que atravesar. Sino la cabellera de un guerrero. Sino la piel tatuada de una mujer. Oh mi pradera, ¿dónde estás?”

¿Qué es la pradera?
La pradera es un término que se repite a menudo a lo largo de todo el poema, además de ser el que da título al libro. No debemos asimilarlo de forma literal, porque de ese modo perderíamos todos los matices y significados añadidos que Boyer consigue otorgarle.

Como bien indica la nota editorial en la solapa trasera del libro, «”En mi pradera” es un amuleto, una canción, una fórmula mágica que nos mantendrá a salvo, cada vez que lo leamos, de las ruinas del mundo que caen sobre nosotros».

No podría definirlo mejor. Efectivamente, en este largo poema se hace especial hincapié en la evocación de todo aquello que el autor añora en el mundo que conoce y le rodea, y que debe existir en ese otro universo paralelo donde aspira habitar.

En el fondo, y pese a la apariencia delicada y preciosista, este poema es un grito de socorro, la necesidad de respirar aire puro, debido a la angustia de vivir aquí: y es sorprendente la maestría que aplica para conseguir hacerlo tan fácil, tan hermoso: tan relajante y sugerente.

Podemos empezar a leer las primeras páginas del libro en este enlace.

Volver a casa
“La pradera” podría definirse también como el deseo del regreso a los orígenes; la necesidad de rodearnos solamente de aquello que nos identifica. Muchos artistas a lo largo de la Historia se han visto atormentados por esta necesidad imperiosa de un regreso que parece no llegar nunca, por la imposibilidad de recorrer un camino que no saben dónde empieza, si es que existe.

También, y quizá sea este el caso de Boyer, muchos autores han tenido la fuerte sensación de no pertenecer al siglo en el que han nacido, y ese sentimiento de desapego les ha llevado a clamar por un viaje imposible, que siempre es el de ir atrás en el tiempo. En literatura, este sentimiento de nostalgia lo han plasmado en sus obras autores como Lord Byron, Joris-Karl Huysmans, Walter Scott, Marcel Proust, Virginia Wolf, Borges u Oscar Wilde.

Quizá la respuesta sea esta: que libros exquisitos como “La pradera” sean el comienzo de ese camino, y que estos magníficos autores nos acompañen a recorrerlo para llegar a ese lugar que todos, aunque nos lo neguemos, echamos de menos.


Conclusiones...
Poesía culta de alta calidad, con ricas influencias literarias clásicas y tratamiento de la nostalgia como tema principal.



viernes, 10 de julio de 2015

La versión de Nelly - Eva Figes


¿Quién es Nelly, y sobre todo, qué le ha sucedido? No lo sabemos. La narración se desarrolla en un inquietante ambiente de bruma permanente, de hecho la sensación es haber entrado a curiosear en la cabecita extraña de la protagonista, la señora Dean. Pero por más que nos esforcemos, no conseguiremos desentrañar su pasado y explicarnos su presente, así que más nos vale dejar de intentarlo para centrarnos en disfrutar de la narración y, sobre todo, captar los mensajes que Eva Figes nos lanza a través de su personaje atormentado.

Eva Figes (1932-2012), escritora británico-judía, procedía de una familia de supervivientes del holocausto alemán: arrastró durante toda su vida el trauma infantil de tener que huir de Berlín con tan solo siete años, dejando atrás a sus abuelos, que fueron apresados y murieron en un campo de concentración. En España su obra es muy desconocida, esta novela es tan uno de los pocos libros que se han traducido al castellano, a pesar de que su obra es ingente y de gran calidad.

Registro con nombre falso en un hotel
Tenemos entre manos una rareza: se trata de una obra que contiene multitud de pinceladas de novela negra pero se trata de un híbrido, un ejercicio de creación rompedor por parte de su autora. Ante todo, se trata de una novela metafórica, porque juega desde el principio a poner a prueba nuestra inteligencia aportándonos datos que debemos procesar para saber a qué pieza del puzzle corresponden.

Si algo tiene este libro es un prólogo que, junto con una nota inicial de los editores, conforman una introducción magnífica a un libro que, debido a su rareza, requiere de, al menos, unas pequeñas aclaraciones previas para ayudar al lector a situar la obra en su contexto y ser capaz de comprenderla en todos sus significados.

Eva Figes tuvo una buena educación y pudo dedicarse a las letras, y llegó a recibir importantes premios literarios británicos, pero en castellano hay muy pocas obras suyas traducidas, además de “La versión de Nelly”:  “Actitudes Patriarcales” (Alianza Editorial, 1972), “Viaje a ninguna parte” (Edhasa, 2009), “La luz y Monet en Giverny” (Antonio Machado Libros, 2015).

Arrastró desde pequeña el trauma infantil de haber tenido que huir de Berlín, lugar en el que nació, por el odio salvaje de quienes hasta entonces habían sido sus vecinos. Nunca se perdonó haber perdido a sus abuelos por ese motivo, y como es habitual, volcó todas esas marcas personales en su obra literaria.


El cisne negro
Eva Figes demuestra con creces su gran inteligencia en esta novela, puesto que aunque al principio pueda resulta r un texto extraño y deslavazado, queda patente que nada está escrito al azar, y que cada frase ocupa su lugar preciso para que el lector consiga un enfoque final perfecto para entenderlo todo.

Sin ir más lejos, podemos centrarnos en un dato que no hay que pasar por alto, ya que realmente hay muy poca información, y cada pista es muy valiosa. Por ejemplo, el nombre del hotel no es en absoluto azaroso: Black Swan, el cisne negro, nos lleva a dos líneas de pensamiento.

Por un lado, se llama “Cisne negro” a todos aquellos inventos o acontecimientos que marcan un hito en la Historia debido a su rareza: hechos que hasta ese momento sólo existían en la ciencia ficción y que por tanto eran aún imposibles, pero suceden, dando al traste con las creencias mantenidas hasta el momento. La mente humana ha de adaptarse a esos hechos desprendiéndose de lo aprendido hasta el momento, o modificando la información que se tenía, y esto da lugar a procesos mentales complejos que dejan huella en la psique humana.

Esto puede compararse perfectamente, a nivel personal, con hechos y vivencias traumáticos en la vida de este personaje que le hayan dificultado, o incluso invalidado el poder seguir adelante con su vida normal. Esta teoría debe su nombre a un momento en el que aún no se habían descubierto cisnes de color negro, que por cierto, sí existen en la realidad: así pues, podemos decir que es algo así como una meta-teoría, o una teoría que se retroalimenta a sí misma.

Por otro lado, este mismo “cisne negro” lo encontramos en el ballet “El lago de los cisnes”, encarnado en un personaje que a su vez es el desdoblamiento de otro: a causa de un encantamiento, hay un cisne que se hace pasar por otro para engañar al príncipe y conseguir fraudulentamente su amor. Pues bien, Nelly lleva estos dos cisnes en su interior, el blanco y el negro luchando entre sí en una batalla por ver si vence su fuerte personalidad que le anima a luchar por vivir su propia vida, o bien, si finalmente es incapaz de hacer frente a la sociedad patriarcal y claudica a favor de los caprichos de un marido-dueño, autoritario y cruel. Y es en ese hotel (es en esa lucha) donde está alojada.

Eva Figes: literatura y feminismo
Figes formó parte del movimiento conocido como “Segunda ola del feminismo”, siguiendo los pasos de Simone de Beauvoir. En esas décadas de los 60 y los 70 se volvieron a reclamar todos aquellos derechos igualitarios por los que las mujeres habían empezado a luchar a finales del siglo XIX y principios del XX.

Para comprender mejor esta novela, he leído “Actitudes patriarcales”, un ensayo en el que Eva Figes expone claramente sus principios feministas. Se trata de un estudio magnífico, que va más allá del típico texto de protesta feminista que se centra tan solo en la experiencia personal de quien lo escribe: en este caso, se trata de un ensayo histórico y antropológico  perfectamente documentado, en el que Eva Figes aporta su visión personal con respecto a las actitudes patriarcales mientras explica situaciones machistas actuales basadas en la evolución de la sociedad, contextualizando perfectamente tiempo y lugar en cada caso. Esta edición de Alianza, procedente de 1972, ya es muy difícil de encontrar en librerías de segunda mano, y los ejemplares ya están amarillentos y envejecidos, por lo que convendría que se publicase una reedición actualizada.

En “La versión de Nelly”, asistimos a la evolución psicológica de una mujer que parte de cero tras haber perdido la memoria y no entender nada acerca de su entorno más cercano. Poco a poco nos percatamos de que existe una lucha en su interior: existe una Nelly domesticada y reducida casi a cero, con una personalidad sumisa y conformista, que no se atreve a luchar por su propia autonomía; por otro lado, y disociándose de ella en un esfuerzo que parece dejarla exhausta, hay otra Nelly que observa con incredulidad a su otro yo, desde un punto de vista mucho más potente y luchador, que se niega a aceptar ser moldeada por los caprichos de ningún hombre machista, esclavista y autoritario.

Es la lucha diaria a la que las mujeres seguimos estamos sometidas, en todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida, desde los más generales a los más íntimos. Por ese motivo, y por lo bien trazada que está, se puede afirmar que tenemos entre manos una novela magnífica cuya actualidad sigue vigente hoy en día.

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PUNTOS A FAVOR
La cuidada presentación estética del libro, que incluye un recortable de cartulina para construir el precioso hotel donde se desarrollan los hechos de la novela: un regalo magnífico e impecable.

PUNTOS EN CONTRA
He localizado más de veinte erratas diseminadas por todo el texto que, junto con expresiones que resultan extrañas en castellano, dan al traste con una edición tan cuidada en todos los demás aspectos.



jueves, 2 de julio de 2015

Salvar las apariencias - Owen Barfield


Tenemos entre manos una obra rara, curiosa y llamativa, escrita por un autor londinense que no debería ser tan desconocido en nuestra lengua: Owen Barfield (1898-1997). Quizá sí suene más el nombre de los Inklings, el grupo de sabios de Oxford que se reunía en la taberna oxoniense Eagle and Child… pues bien, Owen Barfield fue el fundador de dicho grupo, que se componía de personalidades tales como J. A. W. Bennett, Lord David Cecil, Adam Fox, C. S. Lewis, Warren Lewis (hermano mayor de C. S. Lewis), J. R. R. Tolkien, su hijo Christopher Tolkien y Charles Williams, entre otros.

Así pues, con la publicación de este libro se salva una carencia sin duda espantosa de la industria editorial española: es imposible encontrar libros de este autor traducidos al castellano: tenía que ser una editorial tan esmerada y cuidadosa como Atalanta la que pusiera fin a esta sequía imperdonable. Gran parte de la obra de Barfield está dedicada al estudio de Rudolf Steiner, pero también encontramos libros de creación literaria, poética y narrativa. Quizá este sea el primer avance de un esfuerzo editorial para recuperar sus obras y poco a poco podamos dar la bienvenida a nuevos libros en castellano de este autor.


El hombre y la Naturaleza

En esta obra, Barfield se encarga de buscar en la Historia los motivos por los cuales la relación entre el hombre y la Naturaleza es tan distinto actualmente en comparación con el momento en el que se comenzó a poblar el planeta. Y no sólo por qué ha variado, sino cómo influye en todos los demás aspectos de la vida el hecho de que ambos se hayan escindido de una forma tan marcada y artificial.

No resulta muy sencillo avanzar en la lectura de este libro si no se tienen ciertos conocimientos filosóficos y literarios, debido a las continuas referencias que se hacen a lo largo del texto, y también por el uso de una terminología compleja en ocasiones. Pero como bien explicó Barfield a C.S. Lewis en una conversación que aún hoy se recuerda: “la Filosofía no es una materia, sino un camino”. Así pues, cada uno puede recorrerlo adaptándolo a su velocidad y a sus necesidades.

Para aclarar un poco más el contenido de “Salvar las apariencias”, diremos que no se trata de un libro sobre metafísica, sino que se sitúa en paralelo a la evolución de las ciencias de los últimos siglos, y que trata de explicar las consecuencias que se desprenden de esa evolución que aún hoy se mantiene imparable.


Miremos un arcoíris

Cuando Barfield se refiere al hecho de “salvar las apariencias”, quiere decir (resumido de una forma excesivamente simple) que existen fenómenos (apariencias) que se nombran para explicarlos y acercarlos (salvarlos) al hombre: este libro trata de explicar cómo afecta el lenguaje a la relación que se tiene con los fenómenos: hasta qué punto el hombre interactúa o no con ellos. El arcoíris es el ejemplo que toma para comenzar a explicar sus teorías. (Para saber más, el libro se puede empezar a leer aquí).

Owen Barfield era católico, según se desprende de las notas biográficas que circulan por la red. Sin embargo, en este libro no lo manifiesta abiertamente, si bien cita numerosos extractos de la Biblia, y los últimos capítulos se centran en las religiones con el cristianismo a la cabeza. Pero no deja de resultar curioso que precisamente se encargase de estudiar, entre otros temas, el de la relación entre los hombres y los fenómenos, puesto que a este respecto la Iglesia da unas órdenes muy claras a sus fieles (quienes deben creer a ciegas sin cuestionar nada): que todo fue creado por su dios y que nadie debe ponerlo en duda, pues incurriría en pecado.

Así pues, resulta curioso, como decía, que Owen Barfield se abstraiga de su condición de humano por un instante y revise cuidadosamente la Historia para determinar en qué momento el hombre tomó conciencia de sí mismo como un ser (erróneamente) independiente de la Naturaleza. Esta perspectiva sería más lógica desde un punto de vista pagano, pero en todo caso nunca nos atreveríamos a poner en tela de juicio su validez. Sus referentes son brutales y su narrativa, muy convincente. Queda a juicio de cada uno aceptar o no sus conclusiones.


El lenguaje y los fenómenos

Hacia la mitad de “Salvar las apariencias”, Owen se centra en el estudio del lenguaje: en concreto, en cómo se explica la aparición del lenguaje en tanto en cuanto hacía alusión directa a los fenómenos que rodeaban al hombre, y cómo ese lenguaje le permitía interactuar con ellos.

Cuando se refiere a la sabiduría griega como cuna del pensamiento occidental, asegura que si atendemos a los matices de la lengua griega descubriremos signos incuestionables de una participación viva en la Naturaleza, y que es precisamente esa participación la que permitió a los griegos la creación de las obras escultóricas, que aún hoy conocemos, con esa calidad sobresaliente, y no solo por el hecho de tener una gran habilidad manual para crearlas. Esta participación en la Naturaleza, asegura, en el mundo actual se ha perdido totalmente, porque antiguamente el hombre formaba parte de la Naturaleza de una forma que hoy nos resulta difícil de concebir.

Se trata de una obra compleja pero que aporta un punto de vista que se aleja de las doctrinas actuales: resulta enriquecedor sobre todo porque nos obliga a intentar ponernos en la piel de los primeros hombres que poblaron la Tierra, en un ejercicio de empatía casi imposible a pesar de que pertenezcamos a la misma especie. Y es que ha pasado tanto, tantísimo tiempo, que a pesar de nuestros instintos, y nuestra supuesta memoria atávica, ya no podemos deducir fácilmente cómo pensaban. 

Pero este libro es un recorrido en la historia, y también tenemos ocasión de situarnos por ejemplo en la Edad Media, una época supuestamente oscura, para imaginar cómo veía el mundo alguien que sufría las influencias de esos siglos, tan distintos a los de ahora. Los esfuerzos se caracterizan porque acarrean satisfacciones, y la que se desprende de leer este libro no es pequeña. 


“ Las raíces [de las palabras] son el eco de la propia naturaleza resonando en el hombre. O, mejor dicho, el eco de lo que una vez sonó y se formó en ambos al mismo tiempo.


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