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martes, 25 de diciembre de 2018

Cenar con Diotima: filosofía y feminidad - Anna Pagés


Tenía algunas dudas acerca del objeto de estudio de este ensayo, cuando empecé a verlo muy recomendado por ahí. Como no sé qué es una mujer, qué lo femenino ni qué la feminidad (aparte de conceptos socialmente aceptados que sin embargo nadie sabe definir con exactitud), me temía un contenido poco fiel o, aún peor, contradictorio, a mis lecturas habituales sobre feminismo, género y teoría queer

Sin embargo, el objeto del libro no es discernir el mito de la feminidad, sino deconstruir la feminidad como mito (podéis leer las primeras páginas en este enlace), no trata de definir la feminidad  sino que se hace preguntas en torno a ella para acotarla, recurriendo a fuentes que van desde Platón a Simone de Beauvoir.

p.13 Como el género, la feminidad es un performativo: se declina. Es un hábito: se incorpora. Es una tradición: se hereda.

En Filosofía, las mujeres, como en todo, van a la cola. A pesar de que hay filósofas, pocas son las que se identifican a sí mismas como tal (en contraposición a la facilidad de los hombres a hacer lo propio como filósofos), y utilizan eufemismos o similitudes tales como "enseño Filosofía" o "doy clases de Filosofía".

p.54 La feminidad: ruta indómita desprovista de conceptos abstractos al mundo concreto de las cosas que pasan. He aquí un tejido palpitante que ahuyenta cualquier metafísica. Dado que la abstracción no consigue atraparla, se hace complicado proponer una teoría general sobre el genio femenino o sobre el lugar de la feminidad. Sin embargo, se puede abordar desde una perspectiva narrativa, desde la discursividad del texto en sus múltiples acepciones y figuras.

Tradicionalmente, la filosofía ha sido un campo misógino, con grandes referentes como Nietzsche, Kant o Schopenhauer, cuyas sentencias violentas y desairadas en contra de la mujer pueblan las redes, podéis comprobarlo haciendo una búsqueda rápida en Google.

"Cenar con Diotima" contiene diez capítulos, un prólogo y un epílogo, pero, ¿dónde está la bibliografía? La echo en falta en un ensayo de esta enjundia, así como un glosario de palabras clave... ay. En cualquir caso, a continuación transcribo un parrafón estupendo para que os entren ganas de leerlo.

p.185 Toda la filosofía contemporánea puede ser definida por la feminidad que la entreteje, aunque, ateniéndonos a los datos, en la mayoría de las universidades no se estudian los textos escritos por mujeres en el sentido de lo que Warren llamó una inclusión más allá del suma y sigue. Liderar esta cuestión se ha convertido hoy en un desafío fundamental: han proliferado en todo el mundo grupos de investigadoras, mujeres que se proponen estudiar el patrimonio perdido del pensamiento femenino a lo largo de la historia, con la finalidad de revertir un canon demasiado establecido.
¿Cómo incide en la práctica de la filosofía encontrarse en la posición históricamente condicionada de ser una mujer que escribe filosofía? Este problema, que podríamos definir como el problema de los márgenes de la tradición filosófica, ha entrado en la especulación filosófica actual pero únicamente del lado de las mujeres. Literalmente y como tal pregunta no queda formulada en el contexto de la enseñanza de la filosofía. ¿Cómo impacta al cuerpo que especula la verdad que le falta? Sin embargo, la ausencia de preguntas sobre el peso de la feminidad en un entorno constitutivamente orientado a formular interrogantes, es decir nacido para ello, resulta paradójico e inexplicable. Los filósofos no saben de las mujeres-filósofas, pero, además, dejan su pregunta sin atacar, en el aire. Algo no se sabe sobre ellas y encima (eso es lo más preocupante) no puede saberse. El enigma de las mujeres filósofas atraviesa la cabeza de los pensadores sin afectarle en un ápice. O más bien inhabilitando su habitual capacidad para pensar.

Busto de Diotima en el patio de la Universidad de Australia Occidental (UWA)
Foto original, aquí

domingo, 24 de diciembre de 2017

Foucault para encapuchadas - Manada de Lobxs


"Foucault para encapuchadas" no es un libro que espere ser reseñado. Es una herramienta para la lucha diaria, un manual terminológico básico para todo aquel que detecte la heteronorma imperante en la sociedad, y renuncie a formar parte de ella, así como del binarismo que embrutece a las masas, y al capitalismo hostil.

Lejos de conformarse con migajas, "Foucault para encapuchadas" no pretende que se incluya a las minorías para que pasen a formar parte del sistema haciéndoles un favor, no quiere bodas de gays ni lesbianas paridoras: quiere destruir el sistema. Aquí se denuncia lo que hay tras la máscara de lo gay friendly, la sociedad que a diario humilla, segrega y nos ataca con violencia física y verbal. La farsa detrás de la supuesta inclusión de todo aquel que no cumpla los requisitos para ser admitido.

Todos los textos se basan en la obra de Michel Foucault, Judith Butler, Gilles Deleuze, Felix Guattari, Tiqqun, Beatriz Preciado, Paco Vidarte, Monique Witting y muchos más. El enfoque parece claro, y personalmente me parece absolutamente correcto.



p. 11
La mujer es el artefacto político que no consigue asumir la soledad, siempre en busca de quién la complete, de quién la ampare, la proteja, la cobije, la resguarde, siempre esperando al príncipe o -la princesa- azul, siempre aguardando algo que estimule su abúlico tedio existencial femenino hegemónico de ángel del hogar sin más afirmación que su melancolía. La soledad en el desierto es la forma que reviste el medio de encuentro de quien procura desertar de las formas del yo-soy- mujer, llevándose en la retirada y el éxodo las armas y los afectos necesarios.

Nos borramos, difuminamos el universal que en nuestra especie humana heterocentrada propaga la muerte de todos los existentes para emprender la fuga, el exilio, fuera de los estratos del control, fuera de las lógicas binarias varón- mujer/humano-animal/heterosexual-homosexual, combatimos para devenir múltiples. No más lágrimas.

p. 25
Es decir, los malos e indóciles sujetos de las políticas sexuales que no dejan dormir en paz al bebé concebido con la costosa inseminación artificial de la amorosa pareja lésbica profesional blanca y exitosa, que se ha casado por civil para poder heredarse los bienes de la propiedad privada obtenidos en cargos gerenciales como periodistas clasificadas. Cualquier parecido con tu jefa no es pura coincidencia.

p. 32
El devenir no constituye un punto de llegada, ni una evolución ni algo en lo que hay que transformarse. Tampoco se trataría de una identidad disidente o una mera alteridad opuesta a la hetero-norma, como la de los homosexuales. No es algo que se produzca al nivel de la imaginación o del sueño, ni una imitación que responda al orden de la identificación, ni al de la asimilación, no tiene que ver ni con ser, ni con parecer, ni con producir, ni con equivaler...

Por el contrario, el devenir es una expresión relativa a la economía del deseo, cuyos flujos proceden mediante afectos, el contenido propio del deseo, ya que desear es pasar por devenires. Todo devenir forma un bloque que supone el encuentro o relación de dos términos heterogéneos que se desterritorializan mutuamente. Molecular, minoritario, nómade, opera mediante la disolución del orden molar de las identidades. El devenir pertenece al orden de la alianza (no de la filiación) y del rizoma (distinto de un árbol genealógico); siempre una multiplicidad (a diferencia de las identidades que suponen individuos que las encarnan) en vinculación con una micro-política de contagio y de afectación (la epidemia es anti-herencia: no heredamos la disidencia del movimiento LGTB), entendiendo los afectos no como sentimientos personales sino como potencias de manadas que hacen vacilar el yo.

p. 34
De hecho, el cuerpo heterosexual es uno de los artefactos del Capitalismo Global Integrado Heterosexual más exitoso en el arte de gobernar con los que cuenta la sexopolítica decimonónica, producto de una división del trabajo de la carne según la cual cada parte del cuerpo se define respecto a su función reproductora y productora de feminidad o masculinidad (es decir, la estratificación). En tanto régimen político, el CGIH opera desde la heterosexualidad para asegurar la relación estructural entre producción de identidad de género (femenino/ masculino) y la distribución sexuada de ciertos órganos (llamados “genitales” u “órganos sexuales o reproductivos”) y no otros, según un orden binario que se pretende estable y definitivo. El régimen otorga a cada parte de nuestro cuerpo una función única y por supuesto heterosexuada, convirtiendo -subrepticiamente- los órganos de reproducción en órganos sexuales. Lo que estamos queriendo decir es que si por casualidad tu placer sexual adulto pasa por chuparte el dedo gordo, este sistema de ordenamiento de los hechos humanos y no humanos, conscientes y no conscientes, te establecería como perverso, y luego pasarás a ser objeto de control, corrección y normalización dentro de las lógicas heteronormativas. Pero no nos quejamos, no queremos que nuestra perversión sea aceptada, lo que deseamos es destruir este régimen.

p. 43
Heterosexuales paridoras de misóginos, criadores de fascistas, novias románticas encubridoras, madres que piden perdón por lo que ustedes mismas les inculcaron a sus hijos, padres amedrentadores homofóbicos futboleros, caeremos sobre ustedes como Furias, con la alegría descomunal de travestis cuchilleras, de tortas camionabomberamotoquera asesinas, de maricas emplumadas armadas con su sangre. No tenemos miedo de morir como Daniel, ni como Pepa ni como ninguna otra de nuestras amigas, tenemos miedo de vivir como ustedes.


lunes, 16 de octubre de 2017

Los sentidos del sujeto_Judith Butler


"Los sentidos del sujeto" (Herder: Barcelona, 2016), es una colección de ensayos cortos que giran en torno a la función de las pasiones en la formación del sujeto desde un punto de vista fundamentalmente filosófico. Se trata de siete textos escritos entre 1993 y 2012 (bastante desactualizados por tanto, en la introducción se indica que la autora ha modificado, para esta edición, aquellas partes en las que actualmente ya no estaba de acuerdo con lo que había expresado) en los que Judith Butler (Cleveland, EEUU, 1956) critica los aspectos de varios autores con los que no está de acuerdo (Descartes, Marleau-Ponty, Spinoza, etc.), pero va más allá y también hace críticas de otras críticas (de Irigaray sobre Marleau-Ponty, de Kierkegaard contra Hegel, etc.). Entretenido, cuanto menos. No es una lectura fácil (a lo largo de párrafos y párrafos le da vueltas y más vueltas a conceptos muy concretos aportando pequeños cambios de puntos de vista y el lenguaje es muy académico) pero resulta enriquecedora y nos invita a pensar hasta qué punto el exterior afecta en la formación del sujeto, que es impresionable y vulnerable.

Judith Butler es autora de referencia en estudios de género, estableció las bases en sus libros más conocidos como "El género en disputa" (Paidós, 2001), "Cuerpos que importan" (Paidós, 2008), "Cuerpos aliados y lucha política" (Paidós, 2017) ó "Deshacer el género" (Paidós, 2008), pocos ensayos feministas actuales no la citan en algún momento. Algunos fragmentos brillantes de "Los sentidos del sujeto":

p.88 (...) los más variados actos de aparente autodestrucción tienen algo de persistente y de potencial autoafirmador de vida.

*

p.99 Mientras que el duelo parece versar sobre la pérdida de un objeto —la pérdida consciente de un objeto—, los melancólicos no saben qué lamentan. Y en algún punto se resisten a reconocer esta pérdida. Como resultado, padecen la pérdida como una pérdida de conciencia, es decir, de un yo cognoscente. Si este conocimiento es el que afianza al yo, este yo también se pierde, y la melancolía se convierte en un lento desfallecimiento, un deterioro potencialmente suicida. Este deterioro tiene lugar por medio del autorreproche y la autocrítica, y puede tomar la forma del suicidio, es decir, del intento de anular la propia vida debido al desprecio que se siente por esta.

*

p.161 Nos podríamos preguntar si no hay más alternativa que la fe o la desesperación. Según Kierkegaard, así es. La mayoría de los seres humanos viven en la desesperación, y ni siquiera saben que están desesperados. En realidad, el hecho de ignorar la propia desesperación es un síntoma de desesperación. La persona que ignora que tiene ante sí una tarea, que debe librar una batalla por afirmar su yo de este modo tan paradójico, se basa en una serie de suposiciones sobre la solidez de su propia existencia que permanecen sin cuestionar y, por lo tanto, al margen de la dificultad de la fe. Así que parece que existe otro camino hacia la fe que no es el de la desesperación. Pero para Kierkegaard, la fe no provee una solución a la paradoja del yo. De hecho, no hay nada que pueda proporcionar tal solución. El yo es una alteración, un constante ir de aquí para allí, una paradoja viva, y la fe no detiene ni resuelve esa alteración convirtiéndola en un todo armónico o sintético. Al contrario, la fe es precisamente la afirmación de que no puede haber solución. Y puesto que la "síntesis" representa la solución racional de la paradoja, y esta no se puede resolver, de ahí se sigue que la fe emerge precisamente en el momento en que la "síntesis" se demuestra una solución engañosa. Digamos que esta sería la última de las burlas de Kierkegaard a costa de Hegel.

*

p.193 ¿Y cómo funciona en la relación ética entre los sexos que Irigaray imagina y promueve y que entiende como el eje del proyecto de la filosofía feminista? Recordemos que, según ella, universalizar una norma, o sustituir una por otra, serían ejemplos de un procedimiento ético que presupone una posición simétrica de hombres y mujeres en el lenguaje. De hecho, si las mujeres y los hombres se ubicaran simétrica o recíprocamente en el lenguaje, entonces la reflexión ética consistiría en imaginarse a uno mismo en el lugar del otro y en extraer un conjunto de reglas o prácticas a partir de esa sustitución imaginada o imaginable. Pero en el caso de que hombres y mujeres se ubiquen asimétricamente, el acto de un hombre de sustituirse por una mujer en un esfuerzo por lograr una igualdad imaginada se convierte en un acto por el cual el hombre extrapola su propia experiencia a expensas de la propia de cada mujer. En este escenario, según Irigaray, el acto por el cual un hombre se sustituye por una mujer se convierte en un acto de apropiación y borrado; el procedimiento ético de la sustitución, pues, queda reducido, paradójicamente, a un acto de dominación. Por otro lado, si una mujer, desde su posición subordinada en el lenguaje, se sustituye por un hombre, esta se imagina a sí misma en una posición dominante y sacrifica su sentido de la diferencia respecto a la norma. En tal caso, el acto de sustitución se convierte en un acto de autoborradura o autosacrificio.
Podríamos concluir que, para Irigaray, dada su perspectiva, según la cual hombres y mujeres ocupan una posición asimétrica en el lenguaje, no puede haber relación ética.

*

p. 246 El "tú´" es anterior al nosotros, anterior al vosotros y anterior al ellos. Es sintomático que el "tú" sea un término que no encuentre un lugar en los desarrollos modernos y contemporáneos de la ética y la política. Las doctrinas individualistas ignoran al "tú", porque están demasiado preocupadas por enaltecer los derechos del yo, y el tú queda oculto en una forma de ética kantiana que solo es capaz de poner en escena un yo que se dirige a sí mismo como un "tú" conocido. El "tú" tampoco encuentra su lugar en las escuelas de pensamiento a las que se opone el individualismo, escuelas que, en su mayor parte, se ven afectadas por un vicio moral, que, para evitar caer en la decadencia del yo, evita la contigüidad del tú, y privilegia lo colectivo, los pronombres en plural. De hecho, muchos movimientos revolucionarios (que van del comunismo tradicional al feminismo de la sororidad) parecen compartir este curioso código lingüístico basado en una moralidad intrínseca de los pronombres. El nosotros siempre es positivo, el vosotros es un posible aliado, el ellos muestra el rostro del enemigo, el yo es indecoroso, y el tú, por supuesto, es superfluo.


jueves, 2 de julio de 2015

Salvar las apariencias - Owen Barfield


Tenemos entre manos una obra rara, curiosa y llamativa, escrita por un autor londinense que no debería ser tan desconocido en nuestra lengua: Owen Barfield (1898-1997). Quizá sí suene más el nombre de los Inklings, el grupo de sabios de Oxford que se reunía en la taberna oxoniense Eagle and Child… pues bien, Owen Barfield fue el fundador de dicho grupo, que se componía de personalidades tales como J. A. W. Bennett, Lord David Cecil, Adam Fox, C. S. Lewis, Warren Lewis (hermano mayor de C. S. Lewis), J. R. R. Tolkien, su hijo Christopher Tolkien y Charles Williams, entre otros.

Así pues, con la publicación de este libro se salva una carencia sin duda espantosa de la industria editorial española: es imposible encontrar libros de este autor traducidos al castellano: tenía que ser una editorial tan esmerada y cuidadosa como Atalanta la que pusiera fin a esta sequía imperdonable. Gran parte de la obra de Barfield está dedicada al estudio de Rudolf Steiner, pero también encontramos libros de creación literaria, poética y narrativa. Quizá este sea el primer avance de un esfuerzo editorial para recuperar sus obras y poco a poco podamos dar la bienvenida a nuevos libros en castellano de este autor.


El hombre y la Naturaleza

En esta obra, Barfield se encarga de buscar en la Historia los motivos por los cuales la relación entre el hombre y la Naturaleza es tan distinto actualmente en comparación con el momento en el que se comenzó a poblar el planeta. Y no sólo por qué ha variado, sino cómo influye en todos los demás aspectos de la vida el hecho de que ambos se hayan escindido de una forma tan marcada y artificial.

No resulta muy sencillo avanzar en la lectura de este libro si no se tienen ciertos conocimientos filosóficos y literarios, debido a las continuas referencias que se hacen a lo largo del texto, y también por el uso de una terminología compleja en ocasiones. Pero como bien explicó Barfield a C.S. Lewis en una conversación que aún hoy se recuerda: “la Filosofía no es una materia, sino un camino”. Así pues, cada uno puede recorrerlo adaptándolo a su velocidad y a sus necesidades.

Para aclarar un poco más el contenido de “Salvar las apariencias”, diremos que no se trata de un libro sobre metafísica, sino que se sitúa en paralelo a la evolución de las ciencias de los últimos siglos, y que trata de explicar las consecuencias que se desprenden de esa evolución que aún hoy se mantiene imparable.


Miremos un arcoíris

Cuando Barfield se refiere al hecho de “salvar las apariencias”, quiere decir (resumido de una forma excesivamente simple) que existen fenómenos (apariencias) que se nombran para explicarlos y acercarlos (salvarlos) al hombre: este libro trata de explicar cómo afecta el lenguaje a la relación que se tiene con los fenómenos: hasta qué punto el hombre interactúa o no con ellos. El arcoíris es el ejemplo que toma para comenzar a explicar sus teorías. (Para saber más, el libro se puede empezar a leer aquí).

Owen Barfield era católico, según se desprende de las notas biográficas que circulan por la red. Sin embargo, en este libro no lo manifiesta abiertamente, si bien cita numerosos extractos de la Biblia, y los últimos capítulos se centran en las religiones con el cristianismo a la cabeza. Pero no deja de resultar curioso que precisamente se encargase de estudiar, entre otros temas, el de la relación entre los hombres y los fenómenos, puesto que a este respecto la Iglesia da unas órdenes muy claras a sus fieles (quienes deben creer a ciegas sin cuestionar nada): que todo fue creado por su dios y que nadie debe ponerlo en duda, pues incurriría en pecado.

Así pues, resulta curioso, como decía, que Owen Barfield se abstraiga de su condición de humano por un instante y revise cuidadosamente la Historia para determinar en qué momento el hombre tomó conciencia de sí mismo como un ser (erróneamente) independiente de la Naturaleza. Esta perspectiva sería más lógica desde un punto de vista pagano, pero en todo caso nunca nos atreveríamos a poner en tela de juicio su validez. Sus referentes son brutales y su narrativa, muy convincente. Queda a juicio de cada uno aceptar o no sus conclusiones.


El lenguaje y los fenómenos

Hacia la mitad de “Salvar las apariencias”, Owen se centra en el estudio del lenguaje: en concreto, en cómo se explica la aparición del lenguaje en tanto en cuanto hacía alusión directa a los fenómenos que rodeaban al hombre, y cómo ese lenguaje le permitía interactuar con ellos.

Cuando se refiere a la sabiduría griega como cuna del pensamiento occidental, asegura que si atendemos a los matices de la lengua griega descubriremos signos incuestionables de una participación viva en la Naturaleza, y que es precisamente esa participación la que permitió a los griegos la creación de las obras escultóricas, que aún hoy conocemos, con esa calidad sobresaliente, y no solo por el hecho de tener una gran habilidad manual para crearlas. Esta participación en la Naturaleza, asegura, en el mundo actual se ha perdido totalmente, porque antiguamente el hombre formaba parte de la Naturaleza de una forma que hoy nos resulta difícil de concebir.

Se trata de una obra compleja pero que aporta un punto de vista que se aleja de las doctrinas actuales: resulta enriquecedor sobre todo porque nos obliga a intentar ponernos en la piel de los primeros hombres que poblaron la Tierra, en un ejercicio de empatía casi imposible a pesar de que pertenezcamos a la misma especie. Y es que ha pasado tanto, tantísimo tiempo, que a pesar de nuestros instintos, y nuestra supuesta memoria atávica, ya no podemos deducir fácilmente cómo pensaban. 

Pero este libro es un recorrido en la historia, y también tenemos ocasión de situarnos por ejemplo en la Edad Media, una época supuestamente oscura, para imaginar cómo veía el mundo alguien que sufría las influencias de esos siglos, tan distintos a los de ahora. Los esfuerzos se caracterizan porque acarrean satisfacciones, y la que se desprende de leer este libro no es pequeña. 


“ Las raíces [de las palabras] son el eco de la propia naturaleza resonando en el hombre. O, mejor dicho, el eco de lo que una vez sonó y se formó en ambos al mismo tiempo.


sábado, 22 de marzo de 2014

"Desnudez" - Giorgio Agamben


“Desnudez” es un libro que recopila diez textos de diferentes temáticas, escritos por Giorgio Agamben en el curso de sus investigaciones. Al igual que sucede en su libro “Profanaciones”, también publicado en España por Anagrama, Agamben reflexiona aquí sobre diferentes aspectos de la existencia humana, con su particular estilo y su punto de vista tan deudor de la escuela foucaltiana.

Giorgio Agamben (Roma, 1942) es ya un referente entre los filósofos contemporáneos. Se caracteriza por su particular forma de dirigirse al público (no precisamente mucho más sencillo de entender que otros, aunque no es particularmente denso). Imparte clases en el Instituto Universitario de Venecia y es el editor de las obra de Walter Benjamin en italiano. Fue alumno de Martín Heidegger y actualmente sigue la estela de las huellas de Gilles Deleuze, con quien comparte autoría en algunos ensayos.


Convivir con un espectro

Aunque el texto que da título a este libro es el de “Desnudez”, suponemos que por ser tan llamativo y capaz de captar la rápida atención de cualquier comprador potencial, el mejor título de estos breves ensayos es “De la utilidad y los inconvenientes de vivir entre espectros”, sin ninguna duda. En este texto Agamben reflexiona sobre el hecho de que la ciudad de Venecia es comparable a un muerto, al que se maquilla y expone para poder así seguir sacándole partido, o también, para que los que vienen de fuera e ignoran que ya murió, continúen en la creencia de que sigue viva y por tanto pueden seguir haciéndole visitas. Así pues, al continuar Venecia existiendo, (como de hecho lo hace, aún a pesar de haber muerto) sólo cabe pensar, concluye el autor, que se ha convertido en un espectro, puesto que de alguna tenebrosa manera vive, estando muerta.

En un pasaje especialmente inspirado, Agamben afirma que Venecia, al igual que otras ciudades, se parece a los sueños. Al igual que “en el sueño cada cosa le guiña el ojo a quien la sueña”, Venecia le guiña el ojo a sus visitantes, e intentar descifrarla es tarea inútil. Como todo el mundo sabe, guiñar el ojo a otros seres es un rasgo muy común entre los espectros, de esta forma camelan y pueden incluso inducir a pensar que siguen vivos. Agamben continúa reflexionando sobre la imposibilidad que experimentan los venecianos al intentar amar a su ciudad: no saben ni pueden hacerlo, puesto que “amar a una difunta es difícil”. 

Y sigue: “la espectralidad es una forma de vida, una vida póstuma o complementaria, que comienza sólo cuando todo ha terminado...” Afirma que existe otro tipo de  espectralidad que sucede ante la negación de lo que somos. Este pasaje es terriblemente cierto, y seamos conscientes o no, hay mucha gente que vive de esta espantosa manera. Sin recurrir a la magia o a la fantasía, no hace falta haber nacido igual que Frankenstein, pero puede que en algún momento a alguien le tocase morir y por alguna razón no lo hiciera, o que algo lo matase y aún así continuara vivo: ese ser, esa persona, es ya un espectro, y por eso mismo su forma de proceder será siempre distinta, porque, en realidad, todo lo humano, en cuanto vivo, le es ya ajeno.


Desnudez

Este ensayo trata sobre la extrañeza que causa al hombre toparse con otro cuerpo desnudo, y sobre sus porqués. Se han hecho multitud de experimentos al respecto y Agamben cita algunos, como por ejemplo, exposiciones en museos de cuerpos vivos desnudos (o cubiertos por trajes trasparentes) que los turistas y curiosos podían contemplar ataviados con sus ropas de calle y abrigos: miradas primero huidizas, casi de soslayo, luego más confiadas, curiosas e inquisitivas. 

“La desnudez es algo de lo que nos percatamos, mientras que la ausencia de vestidos pasa inadvertida”. Aunque no se cita aquí el maravilloso cuento del rey desnudo ¿?, es imposible evitar que acuda al pensamiento. La conclusión más sensata que se extrae aquí sobre la desnude y el pudor (aunque de ningún modo novedosa: es más bien ancestral, pero siempre es buen momento para recordarla) se basa en la desnudez infantil, que no es pudorosa por ser aún inocente, y que se transforma con la irrupción de la libido.

Este ensayo introduce ya bastantes ideas procedentes de la desnudez de Adán y Eva (debido, afirma el autor, a la herencia teológica tan pesada que arrastramos, nos guste o no) y esto continúa luego en el siguiente artículo, “El cuerpo glorioso”, donde el autor se centra en el estudio del cómo se resucita en la religión cristiana, y esto en realidad se hace bastante pesado, por lo absurdo. Multitud de teólogos gastan su tiempo en decidir o peor, dictaminar si al resucitar le crecen a uno o no las uñas, si se resucita con un minuto de vida si uno murió con un minuto de vida, etc. Este es quizá el ensayo más prescindible de todos.


Reflexiones

Otro de los minúsculos artículos o ensayos que resulta especialmente interesante es “¿Qué es lo contemporáneo?”, en el que Agamben afirma que “contemporáneo es aquel que mantiene su mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad” y profundiza tanto en este concepto que termina por concluir que contiene prácticamente su sentido justamente contrario, como si para poder observar el tiempo contemporáneo hubiese que posicionarse de algún modo lejos de él, es decir, antes o después, convirtiéndose por tanto en algo no contemporáneo (aún así, no es tan sencillo).

Algunas reflexiones aisladas pueden dar sentido a todo un libro; en este caso, en las primeras páginas de este libro, dentro del brevísimo ensayo “Creación y salvación”, Agamben recuerda una cita de Hölderlin que afirmaban que la filosofía era “un hospital donde el poeta desgraciado puede refugiarse con honor”. Y sólo por este pensamiento ya todo el libro merece la pena.

Dice Javier Marías, a través de un personaje homónimo, en su magistral obra “Los enamoramientos” que lo importante de las novelas no es la trama, no es lo que ellas nos cuenten, sino lo que a través de los sucesos y reflexiones que en ellas se narran nosotros reflexionemos, es decir, aquello que nos da qué pensar a través de lo leído, lo que extraemos, (esté esto en mayor o menor relación con lo leído). Con los libros de filosofía pasa lo mismo. Son los mecanismos que ponen en marcha, los pensamientos que nos sugieren, lo que realmente cuenta o nos enriquece tras la lectura.

Agamben plantea algunos temas y sus propias opiniones y conclusiones al respecto: lo que nosotros decidamos y opinemos a través de sus palabras, es ya sólo cosa nuestra. O de nuestras circunstancias.

domingo, 19 de enero de 2014

"Vindicación de los derechos de la mujer" - Mary Wollstonecraft


“Espero que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de halagar sus encantos fascinantes y considerarlas como si estuvieran en un estado de eterna infancia, incapaces de valerse por sí mismas. Deseo de veras mostrar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que intenten adquirir fortaleza, tanto de mente como de cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la sensibilidad de corazón, la delicadeza de sentimientos y el gusto refinado son casi sinónimos de epítetos de la debilidad, y que aquellos seres que son sólo objetos de piedad, y de esa clase de amor que ha sido denominada como su hermana, pronto se convertirán en objetos de desprecio.”

Existen muchos motivos para descubrir y admirarse con el pensamiento de esta gran mujer, si uno todavía no tiene la suerte de conocerla. No sólo fue una luchadora por la igualdad de géneros, sino que lo fue en una época absolutamente aciaga: nació en 1759 y murió en 1797. 

Se trata por tanto de una de las pioneras del movimiento feminista, que escribió una serie de textos exponiendo sus opiniones sobre este tema de la forma más honesta y sencilla que uno pueda imaginarse, argumentando con sinceridad y muy buen tino cada una de sus posturas. 

“Deseo persuadir por la fuerza de mis argumentos en vez de deslumbrar por la elegancia de mi lenguaje.”

Su método consiste en elaborar sus teorías girando en torno a aquellas otras con las que está en desacuerdo, y así, da al traste con multitud de afirmaciones de autores a los que había leído y que a lo largo del tiempo se habían esforzado en explicar por qué la mujer era naturalmente inferior al hombre y debía servirle siempre.

"Se me puede acusar de arrogante, pero, pese a ello, debo declarar que estoy firmemente convencida de que todos los escritores que han abordado el tema de la educación y la conducta femeninas, desde Rousseau hasta el doctor Gregory, han contribuido a hacer de las mujeres los caracteres más débiles y artificiales que existen y, como consecuencia, los miembros más inútiles de la sociedad. Podría haber expresado esta convicción en un tono más comedido, pero me temo que habría parecido un fingido lloriqueo, no la ferviente expresión de mis sentimientos, extraídos del resultado evidente de la experiencia y la reflexión.”

Wollstonecraft establece que el gravísimo problema de desigualdad entre géneros radica en la base, que es la educación, puesto que desde que nacen, las niñas (o mejor: las bio-mujeres, como diría Beatriz Preciado) son tratadas como seres débiles y frágiles, y en ellas se suelen acentuar supuestas virtudes (que para Wollstonecraft son defectos) como la delicadeza y el postureo, haciendo de ellas seres dóciles e inútiles, enseñados desde el principio a situarse por debajo del yugo masculino: por ello crecen precisamente de ese modo: no han nacido así, han sido enseñadas. Hay que destacar que estas ideas proceden del siglo XVIII, y que después de doscientos años seguimos igual, si no peor.

Sin ir más lejos, sigo soportando a diario que a la feliz pareja que espera un retoño del género femenino, su círculo bombardea con exclamaciones del tipo: “Oh, qué bien, una princesita, para peinarla y ponerle vestiditos”; “Id comprando ropita rosa”; “Os regalaremos muñequitas para que juegue”. O la resignación de mujeres adultas que, conviviendo con un hombre, buscan pequeños refugios de ocio en los momentos en que él está trabajando, o ha hecho planes previamente por su cuenta. Así, hay millones de ejemplos a cual más estúpido y deshonroso para con el género femenino.

De este modo jamás se conseguirá la igualdad, mientras la mayoría de mujeres vivan cómodas en su aceptada inferioridad. Siendo mujer menor de 30 años, aún no me he acostumbrado (y me temo que ya nunca lo haré) a los comentarios extrañados de quienes se asombran de que me guste vivir libre e independiente. Incluso he tenido que soportar el juicio de bio-mujeres pseudo-feministas que decían valorar la valentía de las luchadoras pero se escudaban en su debilidad para evitar volar del nido, aún teniendo medios para poder permitirse escapar y vivir su propia vida; o, teniendo la posibilidad de trabajar y vivir por su propia cuenta, escudarse asimismo en su debilidad o en mil otras excusas y permanecer viviendo mantenidas.

Mary Wollstonecraft era una mujer sabia, y entre otras muchas cosas dejó escrito que a las niñas se les debe decir siempre la verdad, puesto que las eternas mentiras disfrazadas de recato o de mentiras piadosas son mucho más dañinas siempre: es una lástima que sus dos hijas no fueran educadas bajo su filosofía, ya que murió tras el segundo parto y fue el padre de las niñas quien se encargó de su educación, bajo otros métodos. 

Sobre la mentira, enfocada en este caso a la traición de pareja, opinaba lo siguiente: “Las artes que debe practicar para engañarlo la convertirán en el más despreciable de los seres humanos; y, en cualquier caso, las estratagemas necesarias para preservar las apariencias mantendrán su mente en aquel trajín infantil o vicioso que destruye toda su energía”. Luego queda claro que la mentira queda erradicada de la personalidad de quien queramos educar, siguiendo sus pautas.

Mary Wollstonecraft
Su redacción es impecable y clara, y despojada de todo adorno, como ella misma aclara al principio del texto. Sin embargo, en unos pocos fragmentos nos podemos topar con tesoros como este: “Pero me he adentrado desprevenida en tierra de hadas, sintiendo la brisa perfumada de la primavera acariciándome sigilosamente, aunque noviembre frunce el entrecejo.”

Este libro está enriquecido con multitud de citas extraídas de obras de Shakespeare; además, captada al azar, una frase del capítulo en que censura a los escritores que han hecho de las mujeres objetos de piedad, sienta la base fundamental sobre la que varias decenas de años después Guy Debord nos deslumbrara con sus teorías sobre “La sociedad del espectáculo”, y que otros pocos años después Vargas Llosa plagió descaradamente en “La civilización del espectáculo”. El fragmento en cuestión comienza a lo Ginsberg y termina, como decíamos, a lo Debord:

“Veo a los hijos y a las hijas de los hombres persiguiendo sombras y gastando ansiosamente sus poderes para alimentar las pasiones que no tienen adecuado objeto –si el mismo exceso de estos impulsos ciegos, mimados por esta mentirosa pero constantemente confiada guía, la imaginación, no hiciera, preparándoles para otro estado, a los miopes mortales más sabios sin su propia concurrencia, o, lo que viene a ser lo mismo, cuando estaban persiguiendo algún imaginario bien presente.
Tras ver los objetos bajo esta luz, no sería muy caprichoso imaginar que este mundo era un escenario en el que se representa cada día una pantomima para el entretenimiento de seres superiores. Cómo se distraerían al ver al hombre ambicioso consumirse a sí mismo persiguiendo a un fantasma y “buscando la engañosa reputación en la boca del cañón que le iba a reducir a la nada”: pues cuando la conciencia se pierde, no importa si montamos en un torbellino de aire o descendemos en la lluvia.”

La idea del mundo como escenario procede de “As You Like It” (“Como gustéis”), de Shakespeare, autor a quien Wollstonecraft cita a menudo de una forma muy inteligente y apropiada a cada ocasión.

Una de las primeras ideas que se expone en este libro es la de que las mujeres procedentes de círculos enriquecidos son educadas con mayores dificultades, lo cual en principio sorprende puesto que debería ser al contrario, ya que, se da por hecho, cuentan con los medios materiales para proporcionarse educación de calidad, si así lo desean. Pues bien, precisamente al proceder de familias acomodadas, han sido criadas con todos los lujos y están corrompidas por la riqueza, los títulos y la propiedad, por lo que ya no se encuentran en un estado natural que facilite una educación basada en unos pilares básicos de humildad y humanidad.

Hay que tener en cuenta que cuando uno lee a Wollstonecraft hay muchos años de tiempo entre medias, por lo que es necesario evadirse a pesar de que se trate de un texto excepcionalmente actual (precisamente porque en este ámbito no se ha evolucionado apenas nada) y con un lenguaje perfectamente comprensible hoy día: pero, por ejemplo, recomendaría obviar las referencias al catolicismo a los lectores ateos, tal y como yo he hecho (y no por ello he disfrutado menos del texto, lo aseguro), o, sobre todo, establecer en aquellos lugares donde sea necesario el término “sexo”, que ella sin distinción utiliza, por “género”, muchas veces más preciso y adecuado.

Por todo esto y por todo lo demás que queda a la espera en las páginas del libro para quienes deseen saber más, pienso y afirmo que, sin lugar a dudas, Mary Wollstonecraft es rock’n’roll, auténtico y genuino.

sábado, 10 de agosto de 2013

"Profanaciones" - Giorgio Agamben


"Profanaciones" recoge diez pequeñísimos ensayos de Giorgio Agamben, quien basa su línea filosófica en las enseñanzas de Michel Foucault, Martin Heidegger y Walter Benjamin, entre otros.

Con una maravillosa precisión ligüística a la hora de plasmar sus ideas, trata diferentes asuntos, desde las etimologías contradictorias del término "profano" hasta (siguiendo a Walter Benjamin) el fanatismo religioso aplicado al capitalismo, la relación magia/felicidad, etc.

El primer e hipnótico capítulo, "Genius", aborda la relación que cada hombre establece con su propio "genio", algo ajeno al Yo que no puede elegirse y nos viene dado, y que sin formar parte de nosotros mismos, nos acompaña (en la ideología cristiana, el genius se representa con un ángel bueno y uno malo; en la angelología iraní, con Daena, una preciosa niña que asiste a cada nacimiento y que después se presenta a la hora de la muerte con la imagen que los actos -buenos o malos- del moribundo la hayan modelado a lo largo de su vida).

Son especialmente brillantes las reflexiones sobre cuestiones literarias: Agamben cita a Robert Walser en varias ocasiones, también a Kafka, Becket... A propósito de Foucault, reflexiona acerca de qué engloba exactamente el término "autor". También define la línea del tiempo del concepto de "parodia", asistimos a su concepción literaria y observamos cómo ha evolucionado hasta convertirse en lo que por ese término conocemos hoy (lo contrario a "sagrado").

Debido a la brevedad de los textos, me he encontrado con que cada uno de los capítulos o temas tratados terminaba demasiado pronto, y en todos los casos me he quedado con las ganas de leer más: esta sería la única nota negativa del libro...

Quizá porque el niño es un ser incompleto, la literatura infantil está llena de ayudantes, seres paralelos y aproximativos, demasiado pequeños o demasiado grandes, gnomos, larvas, gigantes buenos, genios y hadas caprichosas, grillos y luciérnagas parlantes, asnos minúsculos que cagan monedas y otras criaturas encantadas que, en el momento peligroso, consiguen, como por milagro, salvar a la buena princesita o a Juan Sin Miedo. Son los personajes que el narrador olvida en el desenlace de la historia, cuando los protagonistas viven felices y contentos hasta el fin de sus días. De ellos, de esa "gentuza" inclasificable a la que, en el fondo, le deben todo, no se vuelve a tener noticia. Pero probad a preguntar a Próspero, cuando ha renunciado a todos sus encantos y vuelve, junto con los otros humanos, a su ducado, qué es la vida sin Ariel.

Un tipo perfecto de ayudante es Pinocho, la maravillosa marioneta que Geppetto quiere fabricarse para dar la vuelta al mundo con él y ganar así "un pedazo de pan y un vaso de vino". Ni muerto ni vivo, medio golem y medio robot, siempre a punto de ceder a todas las tentaciones y a prometer, un instante después, que "de hoy en adelante seré bueno". En la primera versión de la novela, antes de que el autor pensara en añadir un final edificante, este arquetipo eterno de la seriedad y de la gracia de lo inhumano, en cierto momento "estira la pata" y muere de la manera más vergonzosa, sin convertirse en un niño. También Mecha es un ayudante, con su "personita seca, enjuta y larguirucha, tal como la mecha nueva de un farol de noche", que anuncia a los compañeros el País de los Juguetes y ríe con estridencia cuando se da cuenta de que le han salido orejas de burro. De la misma pasta están hechos los "asistentes" de Walser, irreparable y tercamente ocupados en colaborar en una obra del todo superflua, por no decir incalificable. Si estudian -y parecen estudiar duro- es sólo para volverse un completo cero a la izquierda. ¿Por qué deberían ayudar a aquello que el mundo considera serio, visto que, en realidad, no es más que locura? Prefieren pasear. Y si, caminando, encuentran un perro u otro ser viviente, le susurran: "No tengo nada que darte, querido animal; te daría con gusto algo, si lo tuviera." Y, al final, se echan en un prado para llorar amargamente su "estúpida existencia de imberbes".

domingo, 4 de agosto de 2013

"Walden" - Henry David Thoreau


H. D. Thoreau, padre de la teoría de la "Desobediencia civil", desarrolla en "Walden" con todo lujo de detalles la forma en que llevó a la práctica sus propias teorías, materializadas en una forma de vida ya esbozada en "Cartas a un buscador de sí mismo", un libro también editado por Errata Naturae.

¿Por qué no escapar de las leyes de la sociedad que nos son impuestas por el mero hecho de haber nacido en su seno?¿Por qué no construir una existencia paralela con la que nos sintamos más cómodos e identificados? Thoreau quiso llevar a cabo este planteamiento escapando de impuestos, leyes y estructuras jerárquicas, en fin, tan rancias como inamovibles. Evaluó diferentes localizaciones y se estableció finalmente en un terreno junto a la laguna de Walden, cerca de Concord (Middlesex, Massachusetts), donde construyó una pequeña cabaña con sus propias manos, economizando al máximo los recursos y proporcionándose tan solo los útiles esenciales para su día a día. Hoy día, ese lugar es un atractivo turístico de la zona. En él se ha construido una réplica de la cabaña original (ya desaparecida). Este es el aspecto que presenta:


Y, en el interior...


Este libro, pues, es el resultado de aquella experiencia, que duró dos años (después, Thoreau volvió a vivir en sociedad). En él, no sólo queda plasmada la parte práctica de su huida a los bosques, sino también sus reflexiones filosóficas, producto de las meditaciones llevadas a cabo en el seno de la Naturaleza durante su estancia en Walden: interesantísimos puntos de vista sobre la inconveniencia de vivir en sociedad, apuntes medioambientales sobre el aprendizaje que le reportaba la observación diaria del bosque, su profundo amor por cualquier manifestación natural, tanto vegetal como animal (la afinidad que siento con las palpitantes hojas de alisos y álamos casi me corta la respiración), reflexiones sobre literatura, etc. Delicado, reflexivo y muy bien argumentado: en suma, una delicia.

Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentándome solo a los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, no fuera que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido.

Leyendo Walden se es aún un poco más consciente de hasta qué punto el hombre es incapaz de dejar algo sin manipular, legislar, cuantificar o tasar. Todo está registrado y normalizado, vivimos una vida artificial y monótona, y lo peor, somos nosotros mismos los que nos hemos vetado la posibilidad de escapar de ella.

Llenamos de objetos inútiles el vacío de nuestro interior, provocado precisamente por habernos arrancado de lo esencial, teniendo cerrada la puerta de regreso a los orígenes desde antes, incluso, de haber nacido. Cuando uno de nosotros intenta escapar de este juego cruel, tal y como hizo Thoreau, se le toma por loco y se le convierte en objeto de museo, cuando realmente, regresar a la Naturaleza, debería ser la pulsión primordial e innata de todo ser humano... de todo ser vivo.

Observar la vida del bosque, navegar por Walden en una pequeña canoa de madera hecha con nuestras propias manos, leer, escribir y meditar rodeados de millas de silencio y paz, recibir amigos y charlar hasta el anochecer (o aún mejor, durante el anochecer) junto a la puerta de la cabaña... algo tan sencillo y tan inalcanzable a la vez. En un mundo feo, superpoblado y exageradamente mercantilizado, donde hasta la amistad tiene fecha de caducidad y etiqueta con el precio.


Laguna de Walden
O algo muy parecido a la felicidad

Con mi experimento aprendí al menos que quien avance confiado en la dirección de sus sueños y acometa la vida tal y como la ha imaginado recibirá a cambio una gratificación que no le otorgará el tiempo ordinario. Dejará atrás algunas cosas, cruzará una frontera invisible; leyes nuevas, universales y más tolerantes comenzarán a regir en su interior y a su alrededor; o se modificarán las antiguas, interpretadas en su beneficio, en un sentido más generoso, y vivirá con la libertad de la que gozan seres más elevados. Conforme simplifique su vida, las leyes del universo parecerán menos complicadas y la soledad ya no será soledad, ni la pobreza tal pobreza, ni la debilidad tal debilidad.

Que quienes se enorgullecen de vivir mantenidos y sin esfuerzo se queden muy lejos; que el falso amor y la falsa amistad permanezcan en sus barrios contaminados y mediocres; que el bosque impida la entra de todo aquello que sea impuro e indigno de él... ah, Thoreau, ¡cómo me gustaría poder irme contigo!

La luz que nos ciega es nuestra oscuridad. Sólo amanece el día para el que estamos despiertos. El amanecer sigue aún su curso. El sol no es sino una estrella de la mañana.

domingo, 23 de junio de 2013

"Rizoma" - Gilles Deleuze


Quizá no sea yo quien (desde luego no todavía) para comentar ninguna obra de Gilles Deleuze. Pero algunos de los conceptos que él propone en sus libros me parecen tan increíbles y hermosos, que quiero darle voz en este espacio para extender su obra como un virus, para que este blog haga rizoma con el concepto de rizoma, para que lo haga con Deleuze.

Hablaré sólo del concepto de rizoma. Rizoma como planta que se extiende y se extiende... ocupando espacios de terreno favorables, contra la idea de árbol que enraíza profundamente en la tierra, un punto estático que crece tan solo hacia arriba, sin abarcar ningún otro espacio a su alrededor.

¡Haced rizoma y no raíz, no plantéis nunca! ¡No sembréis, horadad! ¡No seáis uno ni múltiple, sed multiplicidades! ¡Haced la línea, no el punto! La velocidad transforma el punto en línea. ¡Sed rápidos, incluso sin moveros! Línea de suerte, línea de cadera, línea de fuga. ¡No suscitéis un general en vosotros! Nada de ideas justas, justo una idea (Godard). Tened ideas cortas. Haced mapas, y no fotos ni dibujos. Sed la Pantera Rosa, y que vuestros amores sean como los de la avispa y la orquídea, el gato y el babuino.

El concepto línea de fuga aparece cuando una de las extensiones del rizoma ocupa un espacio de terreno que resulta no ser favorable. En ese momento, esa extensión se corta, lo que no significa que el rizoma al completo, ni ninguna otra de sus partes, se vea afectado. Supongo que esto tiene mucho que ver con alejarse de aquello que hace daño, o lo que es lo mismo, con el más puro instinto animal (...habrá que apoyarse directamente en una línea de fuga que permite fragmentar los estratos, romper las raíces y efectuar nuevas conexiones. Un rizoma puede ser roto, interrumpido en cualquier parte, pero siempre recomienza según ésta o aquella de sus líneas, y según otras).

En “Rizoma” (Pre-Textos, 2013), Gilles Deleuze y Félix Guattari introducen a dos voces intercaladas (rizomáticas) el concepto de rizoma que se completa en el libro “Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia” (Pre-Textos, 2010). Sin embargo, para disfrutar de una primera toma de contacto con las teorías de Deleuze, para los no iniciados, es muy recomendable el libro de Maite Larrauri, titulado “El deseo según Gilles Deleuze”, publicado en la colección “Filosofía para profanos” de Ediciones Tándem. En este libro, además del concepto de rizoma, también tenemos a los huracanes gozosos contra los huracanes resentidos, la desterritorialización (línea de fuga), la orquídea y la avispa...

El rizoma es una multiplicidad que cambia a medida que aumentan sus conexiones.

Libros que, ciertamente, son muy baratos: sirven para toda la vida.

domingo, 28 de abril de 2013

"La sociedad del espectáculo" - Guy Debord


Esta obra maestra de la situación política y social del siglo XX fue publicada por primera vez en 1967 y posee total vigencia hoy día. Aunque pueda parecer muy teórica y de difícil aplicación y comprensión para el lector medio, por su componente filosófico y su forma de presentación poco convencional, muchos reticentes se llevarían una grata sorpresa al aventurarse entre sus páginas, porque descubrirían que no es tan difícil de desentrañar como parece a primera vista. A la hora de exponer algunos postulados es un tanto críptico, pero no desarrolla el contenido de todo el libro de una forma abstracta e, incluso, llega a presentar en ocasiones sus teorías de una forma muy gráfica acompañada de ejemplos concretos.

Pero es precisamente esa capacidad de abstracción (además de por su clarividencia ideológica y su talento para observar con la perspectiva adecuada los porqués de los vaivenes sociales y políticos a nivel mundial) lo que hace de este libro algo tan especial. Leerlo es un placer para los sentidos, un pulso con nuestra propia capacidad de abstracción y de comprensión: agudiza el ingenio, aclara aún más los conceptos propios y renueva las ideas ya caducas.

La mayor parte de la sociedad ha regalado su existencia, su vida social y también la privada a través de una sumisión informativa y social que nos es presentada artificialmente con la apariencia de la normalidad y de lo cotidiano. Precisamente, Guy Debord arranca de un tirón esos ropajes descubriendo al gran público la vergüenza desnuda de los tejemanejes del poder, que juega con hilos de hierro a la segregación forzando los mecanismos de las cada vez más máquinas. Y lo hace, incomprensiblemente, sin que la sociedad en bloque se una para escapar a esa forma de esclavismo, sino que sigue participando, cobarde e idiotizada, de esa paupérrima forma de vivir, para su propio perjucio.

Sin embargo, nada como los propios postulados de Debord para ayudarles a abrir (aún más) los ojos.
La traducción de José Luis Pardo, por cierto, es estupenda.

«La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social comportó una evidente degradación del ser en tener en lo que respecta a toda valoración humana. La fase actual de ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un desplazamiento generalizado del tener al parecer, del cual extrae todo "tener" efectivo su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo, toda realidad individual se ha hecho social, directamente dependiente del poder social, elaborada por él. Sólo se le permite aparecer en la medida en que no es

«Cuando la necesidad es soñada socialmente, el sueño se hace necesario. El espectáculo es el mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en última instancia más que su deseo de dormir. El espectáculo vela ese sueño.»

«Con la separación generalizada del trabajador y su producto, se pierden todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada y toda comunicación personal directa entre los productores. Conforme progresan la acumulación de productos separados y la concentración del proceso productivo, la unidad y la comunicación se convierten en atributo exclusivo de la dirección del sistema. El triunfo del sistema económico de la separación es la proletarización del mundo.»

«El sistema económico basado en el aislamiento es una producción circular de aislamiento. El aislamiento funda la técnica y, en consecuencia, el proceso técnico aísla. Desde el automóvil hasta la televisión, todos los bienes seleccionados por el sistema espectacular constituyen asimismo sus armas para el refuerzo constante de las condiciones de aislamiento de las "muchedumbres solitarias". El espectáculo reproduce siempre sus presupuestos, cada vez de un modo más concreto.»

«La victoria de la burguesía es la victoria del tiempo histórico profundo, el tiempo de la producción económica, que transforma constantemente y de parte a parte la sociedad. Mientras la producción agraria siguió siendo el trabajo primario, el tiempo cíclico, que seguía presente en el fondo de la sociedad, alimentaba las fuerzas concentradas en la tradición, que intentaban frenar el movimiento. Pero el tiempo irreversible de la economía burguesa extirpó en todo el mundo estas resistencias. La historia, que hasta entonces se había presentado como un movimiento exclusivo de los individuos de la clase dominante, y que por tanto se había escrito como historia de los grandes acontecimientos, se comprende a partir de este momento como el movimiento general, un movimiento a cuya importancia se sacrifican incluso los individuos. La historia, al descubrir que su base es la economía política, descubre la existencia de lo que hasta entonces era su inconsciente, pero que no obstante sigue siendo aún inconsciente, sigue siendo algo que no puede sacar a la luz. Esta prehistoria ciega una fatalidad que nadie domina es lo único que ha democratizado la economía mercantil.»


«El tiempo seudocíclico consumible es el tiempo espectacular, a la vez como tiempo de consumo de imágenes en sentido restringido, y como imagen del consumo del tiempo en toda su extensión. El tiempo del consumo de imágenes, medium de todas las mercancías, es, inseparablemente, el terreno en donde se ejercen plenamente los instrumentos del espectáculo y el objetivo que éstos presentan globalmente como lugar y figura de todos los consumos particulares: se sabe que el ahorro de tiempo que la sociedad moderna persigue constantemente 
ya se trate de la velocidad de los medios de transporte como de las sopas instantáneas se traduce positivamente, para la población de los Estados Unidos, en el hecho de que sólo la contemplación de la televisión ocupa una media de entre tres y seis horas diarias. La imagen social del consumo del tiempo, por su parte, está exclusivamente dominada por los momentos de ocio y vacaciones, momentos representables a distancia y postulados como deseables, como toda mercancía espectacular. Esta mercancía se ofrece aquí, explícitamente, como el momento de la vida real cuyo retorno cíclico hay que esperar. Pero incluso en estos momentos reservados para la vida, lo que se reproduce y se ofrece a la vista no es más que el espectáculo, que alcanza así un grado más intenso. Lo que se representa como la vida real se revela simplemente como la vida más realmente espectacular

«Bajo las aparentes modas, que se anulan y recomponen en la fútil superficie del tiempo seudocíclico contemplativo, el gran estilo de la época reside siempre en aquello que se orienta por la secreta y evidente necesidad de la revolución.»

«El mundo posee ya el sueño de un tiempo del que ha de alcanzar ahora la conciencia, para vivirlo realmente.»

«El espectáculo es la ideología por excelencia, porque expone y manifiesta plenamente la esencia de todo sistema ideológico: empobrecimiento, servidumbre y negación de la vida real. El espectáculo es, materialmente, "la expresión de la separación y del alejamiento de los hombres entre sí". La "nueva potencia del engaño", concentrada en su base, en torno a esta producción mediante la cual "con la masa de objetos, crece también el nuevo dominio de los seres extraños a los que el hombre está sometido", es la fase superior de una expansión que ha vuelto la necesidad contra la vida. "La necesidad de dinero es, pues, la verdadera necesidad producida por la economía política, y la única necesidad que ella sola produce" (Manuscritos de economía y filosofía). El espectáculo extiende a toda la vida social el principio que Hegel, en la Realphilosophie de Jena, concibe como el principio del dinero: es "la vida de lo muerto que se mueve a sí mismo".»


La sociedad del espectáculo, Guy Debord, editorial Pre-Textos, 2007.

domingo, 18 de noviembre de 2012

"Cartas a un buscador de sí mismo" - Henry David Thoreau


En 1848, Henry David Thoreau y Harrison G. O. Blake iniciaron una correspondencia que se mantendría hasta 1861, poco antes de la muerte de Thoreau. Blake recibió parte de la obra de su amigo tras su desaparición y se encargó de prepararla para su publicación.

En éste volumen encontramos las misivas que Thoreau dirigía a su amigo: solamente la que inicia el volumen fue escrita por Blake. Entre los temas principales encontramos la pérdida de bienes materiales en pos de una mayor riqueza espiritual, la búsqueda de lo esencial en la Naturaleza y la mejora de uno mismo como base para modificar el comportamiento ajeno, todos ellos temas recurrentes en la obra de Thoreau.

Sabemos que nos encontramos ante una obra o un autor excepcionales cuando tras su primera lectura sentimos el deseo irrefrenable de buscar más bibliografía al respecto, y es lo que ocurre en este caso. La satisfacción que se siente tras leer estas cartas animan a buscar más textos de Thoreau, como su Desobediencia civil, tan necesaria en estos días inestables.

Antes de empezar a cartearse con Thoreau, G.O. Blake lo hacía con el filósofo Emerson, cuyo estilo de vida y pensamiento difieren bastante de los de Thoreau, a pesar de haber sido amigos en su tiempo. No en vano, Blake conoció a Thoreau a través de Emerson.

En estas cartas, Thoreau responde a Blake instruyéndole sobre aspectos concretos de la vida sobre los que su amigo le había pedido consejo. Por ello, son un fabuloso compendio de recomendaciones vitales para un día a día más enriquecedor, puro y descontaminado. La idea de tener un filósofo de cabecera que responda tus dudas existenciales, por sí sola, me parece maravillosa.

El asunto central sobre el que Thoreau construyó sus teorías es qué ocurre cuando un hombre se enriquece materialmente a cambio de perder su alma. Lo que trata de hacer ver es la importancia de una vida espiritual plena en detrimento de la riqueza material, tan innecesaria en esencia. Busca desprenderse a toda costa de cualquier propiedad inútil para vivir una vida mejor en todos los demás aspectos. Por ese motivo se retiró a vivir al campo, dando la espalda a la sociedad que no le identificaba y negándose a pagar impuestos ni a participar de ninguna otra manera en esa farsa que el hombre había hecho del mundo, y con la que estaba tan en desacuerdo. Esa retirada a la naturaleza es la mayor muestra de compromiso y, sobre todo, de coherencia con respecto a sus propias ideas y teorías. Su amor por la naturaleza se intensificó cuando Thoreau profundizó en el conocimiento de la cultura india norteamericana.

Con respecto a esta huida a los bosques, mientras uno lee estas cartas, a veces, entre los espacios en blanco que hay entre renglón y renglón se puede respirar el olor a tierra mojada, y si se presta atención se pueden escuchar también los sonidos del bosque.

Estas cartas también sirven para reconstruir el día a día de la vida de Thoreau, con retazos de información relativa a los personajes con los que se relacionaba (otros escritores y filósofos, e intelectuales en general), los libros que leía, y sus autores predilectos, que recomendaba continuamente a Blake. Una suerte de diario personal a fragmentos que nos acerca un poco más a este increíble pensador de mediados del XIX cuya obra, hoy se mantiene vigente.

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