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miércoles, 28 de febrero de 2018

El arte del placer - Goliarda Sapienza


Goliarda Sapienza (1924-1996), ignorada toda su vida por crítica y público, murió anónima y ahora, dos décadas después de su muerte, se publica su obra con todos los honores, con los editores casi a sus pies pidiéndole disculpas. La autora estuvo en la cárcel y esta novela parecía destinada a ser un libro maldito.

Sapienza fue niña de colegio en casa, sin oportunidades reales para formarse. Una víctima más del heteropatriarcado hostil. Con 16 años hizo un curso de arte dramático en Roma, fue actriz de teatro e hizo alguna aparición en el cine con Visconti.

“El arte del placer” es una novela donde lo erótico tiene cabida pero no es la temática predominante, también hay lugar para la vida y el transcurso natural del tiempo, para la historia y para la política a través de una atípica biografía familiar.

Empieza fuerte, con un festín del horror literariamente maravilloso. Es profundamente lírica y es también un ejemplo de que la sensibilidad, el oído musical o el ritmo narrativo no son técnicas literarias que se puedan aprender tan fácilmente si no se escribe desde la ternura, volcando las vísceras sin miedo sobre el papel.

p.22 (…) ¿me dejas mirarte a los ojos? Si los miro fijamente comprendo mejor cómo es el mar.

Llego a este libro a través de la recomendación de una chica italiana que apenas sabía unas pocas palabras en español, y se negaba a que nos comunicásemos en inglés porque quería aprender mi idioma. Así que todo lo que me decía era italiano con alguna palabra española aquí y allí. Ella escribía, su vida era la literatura, creo sin duda que por ahí nos entendimos.

p.39 (…) los aparadores de la madre Leonora estaban llenos de libros. Y los libros estaban llenos de todas esas palabras e historias que me enseñaba la madre Leonora. Quién sabe si los había leído todos.
―¡Cuántos libros, madre! ¿Los ha leído todos?
―¡Pero qué dices, locuela! Sí, he estudiado, algo sé, pero no soy una persona culta. Sólo los doctores de la Iglesia reúnen todo el saber del mundo.
―¿También yo seré culta?
―¡Una locuela es lo que serás! ¿Y de qué te serviría serlo si eres mujer? La mujer no puede alcanzar nunca la sabiduría del hombre.

La primera parte de la novela plasma la paz enfermiza de un convento de monjas, con sus costumbres atrofiadas y contranaturales, que dan la espalda a la vida y renuncian a todo lo placentero por la promesa de una vida post-mortem sin mácula en el más allá.

p.70 Apenas me sentí más calmada, dije tímidamente en voz baja: «La odio», para ver si el efecto se repetía o me partía un rayo. Fuera llovía. Mi voz me embistió como un viento fresco que me liberase la cabeza y el pecho del temor y de la melancolía. ¿Cómo podía ser que aquella palabra prohibida me infundiera tanta energía? Ya pensaría luego en ello. Ahora sólo tenía que repetirla en voz alta, para que ya no se me escapara, y «La odio, la odio», grité después de haberme asegurado de que la puerta estuviera bien cerrada. La coraza de melancolía se separaba a pedazos de mi cuerpo, el tórax se ensanchaba sacudido por la energía de aquel sentimiento. Encerrada en el delantal ya no respiro. 
¿Qué me pesa aún en el pecho?
Arrancándome el delantal y la sayuela, mis manos encuentran esas fajas apretadas «para que no se notara el pecho», que hasta aquel momento habían sido como una segunda piel para mí. Una piel de suave apariencia que me ataba con su blancura tranquilizadora. Cogí las tijeras y las corté a pedazos. Tenía que respirar. Y finalmente desnuda ―¿cuánto hacía que no sentía mi cuerpo desnudo?, pues hasta el baño había que dárselo con la sayuela― reencuentro mi carne. El pecho libre estalla bajo mis palmas y me acaricio allí en el suelo disfrutando de mis caricias que aquella palabra mágica había liberado.

Goliarda Sapienza es un tesoro desconocido. Esta novela alza la voz por la libertad de las mujeres, denuncia los abusos y padecimientos que a lo largo de los siglos las mujeres han sufrido por culpa de su género. El lesbianismo y la bisexualidad están presentes de forma natural y fluida, a través de la protagonista Modesta, una persona muy especial que desde niña parecía destinada a influir en muchas vidas.

p. 253 
―¡Excusas, todo excusas! ¡Estás todavía enamorada de ese hombre!
―Del hombre no, Carlo, sino del entendimiento físico que existía entre nosotros cuando hacíamos el amor.
―Te pones vulgar, Modesta.
―Para ti todo lo que es verdad es vulgar.
―¡Oh, Dios, no puedo más! ¡Me voy o te mato! ¡Te mato! Pero ya hablaremos de nuevo de eso.

A medida que avanza la novela, los protagonistas crecen, maduran, se incorporan nuevos personajes, y de repente es un poco un folletín: líos y enredos que hacen que se pierda la magia del comienzo, como si fuera una novela por entregas y los lectores, aburridos de la lírica, estuvieran exigiendo salseo entre los protagonistas.

p.397
―Pero, ¿qué pasa, Stella, Elena? ¿Por qué les separáis?
―¡Porque corría como un muchachote, princesa! Se ensucia el vestidito.
He aquí cómo comienza la separación. Según ellas, Bambolina, de sólo cinco años, debería comportarse ya de modo distinto, tener una actitud comedida, estar con los ojos bajos para ir cultivando en sí a la señorita de mañana. Como en un convento, leyes, cárceles, Historia hecha por los hombres. Pero es la mujer la que ha aceptado conservar las llaves, guardiana inflexible del verbo masculino. En el convento Modesta odió a sus carceleras con odio de esclava, un odio humillante pero necesario. Hoy es con distanciamiento y seguridad como defiende a Bambolin de los chicos y chicas, sólo ella le importa, pues se defiende a sí misma en ella, su pasado, una hija que podría tener con el tiempo… ¿Te acuerdas, Carlo, te acuerdas de cuando te dije que sólo la mujer puede ayudar a la mujer, y tú, en tu orgullo de hombre, no lo entendías? ¿Entiendes ahora?, ahora que has tenido una niña, ¿entiendes?

Se abordan temas muy modernos para la época como el cambio generacional, las creencias políticas, los apegos interfamiliares, la comunicación de los sentimientos, las relaciones atípicas, etc. Nos muestra que hay otras formas de relacionarnos que no por poco convencionales son malas. De alguna manera estaba dejando plasmada la importancia de la educación sentimental o desarrollo emocional que aún a día de hoy sigue siendo una materia pendiente en la sociedad.

p. 690
―¡Oh, Nina, me devuelves la alegría! En cambio, ¿sabes qué haría yo si estuviera en el gobierno?
―¿Qué harías?
―Les asignaría un sueldo vitalicio a todas las personas que, como tú, tienen el talento de alegrarles la vida a los demás.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Anna - Niccolò Ammaniti


En sus trabajos anteriores, Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) ya había utilizado personajes adolescentes, y en este caso coge un puñado de ellos y los sitúa ante sus propios límites. Cualquier lector encontrará aquí alusiones, como retazos de herencia literaria, a la genial “El señor de las moscas” de William Golding. También existen entre ambas grandes diferencias, pero la asociación resulta inevitable.

Estamos en 2020 y una extraña enfermedad asola el planeta: los adultos se contagian y mueren de manera fulminante por un virus conocido popularmente como “La roja”, al que los científicos nos tienen tiempo de encontrar cura y ante el cual sólo los niños parecen ser inmunes. Seguimos los pasos a dos jovencísimos hermanos, Anna y Astor, desde una pequeña localidad siciliana, en busca de la supervivencia.

La vida no nos pertenece, nos atraviesa
Con esta cita, que se encuentra en la recta final, se podría definir “Anna”: esta novela se aferra a la vida con uñas y dientes, lucha con los últimos rescoldos de energía y siempre sorprende con un gesto de empatía y ternura hacia los seres vivos, a pesar de desarrollarse en un escenario desolado y terrible.

Anna, la mayor de los dos hermanos, es la encargada de mantener con vida a ambos. Astor es demasiado pequeño y no recuerda cómo era la vida antes de la desaparición definitiva de los adultos, carece de recursos y ni siquiera su instinto parece ser tan poderoso como el de su hermana mayor. En una de las preciosas reflexiones del libro, Anna se pregunta por qué nunca, en los cuatro años de supervivencia, se le ha pasado ni una sola vez por la cabeza acabar con todo, porque de alguna manera siente que la vida es más fuerte y que tiene el deber de sobrevivir protegiendo a su hermano.

Mientras dura el recorrido por el que les acompañamos, Anna y Astor se encuentran con muchos enemigos y tan solo con dos aliados, que resultan claves para que esta novela concentre los lazos de afecto más arcanos e indestructibles: de alguna manera, ahí está el amor animal, el amor romántico y el amor fraternal.
Se trata de una obra de ficción distópica, en la que el autor fuerza las tuercas de todos los límites para manejar a placer a sus personajes por un escenario devastado y, ahí, hacer crecer los brotes de todo lo que se le antoje.

Estómagos sensibles, abstenerse
Tenemos aquí representado lo mejor y lo peor del ser humano, ligeramente desdibujado por la inocencia de unos personajes demasiado jóvenes para que la madurez los haya corrompido, pero a los que sin embargo acucian las necesidades fisiológicas más inmediatas: tienen hambre y van a hacer cualquier cosa para comer, los niños también albergan un salvaje en su interior.

Esta no es una novela ante la que quepa hacer remilgos. Ya aviso de que, a pesar de contener un sinfín de escenas muy tiernas, todas ellas están teñidas de aridez, suciedad e instinto. Además, Niccolò Ammaniti no vacila al incluir fragmentos absolutamente sórdidos, y se regodea al describir escenas tan desagradables como la descomposición de cadáveres o los estados en los que se encuentran los enfermos desahuciados. La preciosa imagen de cubierta puede llevar a engaño, ya que se centra en representar la esperanza con esa mariposa que es un símbolo de vida dentro de la novela, pero esconde toda la crueldad que espera entre las páginas a los lectores desprevenidos.

Todo estaba envuelto en un halo borroso en el que se producían fogonazos que iluminaban dos Annas, una que se agitaba desesperada y otra que la observaba en silencio.

Como decía, los niños son crueles. El mundo de repente es un patio de colegio sin barreras, sin adultos y sin normas. Las peleas se suceden y no hay lugar para la delicadeza. Algunos pequeños como Anna y Astor siguen su camino solitarios, pero otros se unen en complicados clanes de organización piramidal, y protagonizan algunos de los fragmentos más impactantes y apocalípticos del libro, a pesar de que la credibilidad se sostenga en ocasiones sobre gigantes construidos con restos de esqueletos humanos y dotados de movimiento por enjambres de pequeños desnudos y pintados de azul.

Los límites de la supervivencia
Anna se encuentra en situaciones límite en muchas ocasiones: tantas, que llega un momento en el que hasta el lector más fácil de introducir en una trama, puede llegar a plantearse algunas dudas. Y es que un mundo sin luz ni agua corriente, sin nadie que provea a los niños de los alimentos y medicinas adecuadas y, lo que es peor, infestado de cadáveres en descomposición y de animales salvajes desesperados en busca de comida, no es el escenario ideal para que los niños sobrevivan: no al menos durante demasiado tiempo.

No se dice, pero se puede dar por hecho que muchos niños también han muerto, si no por el virus ante el que son inmunes, sí por inanición o asaltados por otras mil enfermedades. Las historias fantásticas que Anna inventa para que su hermano no sufra, pronto dejan de tener la capacidad de protegerle ante una realidad que se les impone.

Aunque se trata de una ficción futurista, no hay elementos fantásticos y por tanto el lector se cuestiona todo: los kilómetros recorridos en esas circunstancias, la exagerada escasez de alimentos que los protagonistas ingieren… la credibilidad se tambalea en ocasiones, pero a la vez que Anna y Astor siguen su camino tan errante como incierto, el lector se ve atrapado en una trama que poco a poco le deja de provocar suspicacias: la narración es lo suficientemente fluida e intrigante como para que las dejemos a un lado y queramos seguir leyendo, y esa es una de las grandes proezas de esta novela.

sábado, 11 de octubre de 2014

"La muchacha indecible" - Giorgio Agamben y Monica Ferrando


Sexto piso edita “La muchacha indecible” con un cuidado y un gusto también indecibles. Se trata de una obra original de 2010 que ha sido traducida del italiano para esta ocasión por Ernesto Kavi. Agamben, autor de multitud de tratados filosóficos, lingüísticos y otros, se recrea esta vez en los misterios de la mitología griega, en busca de la figura de Kore y de los detalles que conforman su naturaleza.

Para la artista Monica Ferrando la figura de Kore no supone ningún misterio. Ya en 1992 había debutado con una serie de pinturas titulada “Kore”. Es a ella y no a Agamben a quien se atribuye la selección de textos clásicos. Además, colabora en este volumen con un brevísimo texto de dos páginas que sin embargo le da un baño de síntesis y estética a las cincuenta que ocupa (salpicado de imágenes) el texto de Agamben.

Asir el aire

Giorgio Agamben (Roma, 1942) y Monica Ferrando (Novi Ligure) consiguen en esta rareza retratar a Kore, en su indecibilidad y cripticidad. Con palabras Agamben, con ilustraciones Ferrando (que también escribe sobre ella estableciendo su figura como musa de los pintores, en uno de los fragmentos estilísticamente más logrados de todo el libro) la presentan al lector enmarcada en el halo de misterio y leyenda que le es propio.
Se trata de un delicioso y delicado paseo por la mitología griega, a pinceladas como susurros de viento sobre la piel. Si querían homenajear y dar a conocer a figura de Kore al público, lo han logrado de la forma más hermosa posible. En este mundo absurdo del siglo XXI, es más necesaria que nunca una pausa para volver la mirada y dirigirla a los ancestros, a todo aquello que nos enseñaron y que ya se nos ha olvidado.


Kore en imágenes

Las ilustraciones que adornan y complementan al texto en este libro aportan calidad y frescura en el mediocre mundo actual de los libros ilustrados. No sigue la corriente de los imitadores de Lacombe ni realiza bocetos pueriles como trabajos terminados, lo cual ya es mucho decir. Pero es que además sus ilustraciones transmiten emociones y conforman el complemento perfecto al texto. Por tanto, el lector que goce de un buen gusto estético y aprecie el arte en todas sus expresiones, disfrutará doblemente con este ejemplo de buen hacer estético: pictórico y literario.



Se trata de más de cuarenta imágenes realizadas con diversas técnicas y sobre distintos tipos de soporte. Esto hace que la colección sea madura, diversa, original, llamativa y de gran calidad. El lector que se detenga a reflexionar sobre ellas será capaz de realizar un viaje a las llanuras del Etna y galopar por el aire a lomos de caballos inmortales.

Para todos aquellos que quieran saber un poco más de mitología pero les dé pereza acudir a los textos clásicos, o no sepan cómo enfrentarse a ellos, tienen en este libro la manera perfecta de adentrarse en los mitos y disfrutar de una experiencia estética del más alto nivel.


El mito de la muchacha indecible

Lo que se desprende la multitud de fragmentos seleccionados de obras clásicas, es que Kore (Perséfone), hija de Deméter y Zeus, raptada por Hades (Plutón), conducida al inframundo. Deméter se desesperó buscando a su hija perdida y durante ese tiempo la vegetación dejó de crecer, y es así como se explicaba el proceso de las cuatro estaciones, por el descenso y el regreso de esta figura femenina, aunque los detalles, como siempre sucede en los mitos, cambian según las fuentes que se consulten.

Cuando Zeus ordenó que se dejara en libertad a Kore, la condición fue que durante su regreso la muchacha no comiera nada, pero fue tentada con granos de granada (que también están representados en algunas de las ilustraciones de Monica Ferrando en este libro) y por ese motivo obligada a regresar a los infiernos a por semillas cada cierto tiempo (dependiendo de la duración de las estaciones en las diversas regiones del mundo donde se relatase este mito), provocando así la desesperación o la alegría de Deméter y por tanto el paso de las estaciones en la faz de la tierra: el brote de la vida con el calor y la muerte en los meses más fríos.




Kore se sitúa en la línea que separa las dos caras de una contradicción, en la falta de certeza. Como se sitúa entre la vida y la muerte, la artista Monica Ferrando la nombra musa de la pintura, puesto que esta es la representación gráfica de lo que está vivo, mientras que la pintura se aprecia y el ojo es capaz de verla, pero no de asirla, está viva y está muerta. Es la contradicción maravillosa que estos dos cuidadosos autores han querido plasmar, y lo han hecho así de bien: sirvan estas palabras como enhorabuena.

martes, 8 de julio de 2014

"Profecía" - Sandro Veronesi


“Profecía” es una pequeña colección de tres relatos que tratan un tema muy triste desde una perspectiva muy lúcida: la convalecencia de los padres al cuidado de sus propios hijos, con las complicaciones prácticas y psicológicas que ese asunto implica en las mentes de los habitantes del siglo XXI en un país civilizado. Es decir: que los padres se hagan mayores y lleguen a depender de los hijos no es ninguna tragedia, sino el devenir de la propia vida. La tragedia sería lo contrario. Pero sucede, y Veronesi lo plasma perfectamente en este libro.

El primer relato, que da título al volumen, supera con gran diferencia a los otros dos, que son estupendos… pero es que “Profecía” es una auténtica proeza literaria, un ejercicio de estilo de sobresaliente. Está redactado sin apenas utilizar puntos (ni aparte ni seguidos) y se trata de un monólogo profético dirigido a alguien que en el futuro tendrá que cuidar de su padre enfermo. Una reflexión del propio autor sobre su propia vida, si nos guiamos por el nombre de quien emite el monólogo:

“Yo sé quién eres, Alessandro Veronesi, conozco tu intención, y te digo que te las ingeniarás y te las apañarás para que tu padre no muera en una cama del hospital sino, según su voluntad, en la suya, en el corazón de su morada…”

Es un comienzo grandilocuente que no pierde el tono ni el ritmo en ningún momento. La cadencia recuerda a la de autores del siglo pasado, más cuidadosos siempre con los textos que escribían y sobre todo más respetuosos con la Literatura.

Solamente por este cuento el libro ya merece la pena. Sobre todo en un mundo en el que los best-seller para masas se escriben a golpe de frases cortas y facilonas, puesto que ya pocos lectores quieren hacer el ejercicio de pensar y les pone los ojos bizcos enfrentarse a una subordinada.

Gracias a Veronesi, por tanto, una ráfaga de buen gusto ilumina las mesas de novedades este mes de julio en el que esforzarse en no dejar de creer en la magia supone que la magia se convenza de creer para siempre en ti y acuda por fin en tu busca, y entonces aprendas a volar.

sábado, 22 de marzo de 2014

"Desnudez" - Giorgio Agamben


“Desnudez” es un libro que recopila diez textos de diferentes temáticas, escritos por Giorgio Agamben en el curso de sus investigaciones. Al igual que sucede en su libro “Profanaciones”, también publicado en España por Anagrama, Agamben reflexiona aquí sobre diferentes aspectos de la existencia humana, con su particular estilo y su punto de vista tan deudor de la escuela foucaltiana.

Giorgio Agamben (Roma, 1942) es ya un referente entre los filósofos contemporáneos. Se caracteriza por su particular forma de dirigirse al público (no precisamente mucho más sencillo de entender que otros, aunque no es particularmente denso). Imparte clases en el Instituto Universitario de Venecia y es el editor de las obra de Walter Benjamin en italiano. Fue alumno de Martín Heidegger y actualmente sigue la estela de las huellas de Gilles Deleuze, con quien comparte autoría en algunos ensayos.


Convivir con un espectro

Aunque el texto que da título a este libro es el de “Desnudez”, suponemos que por ser tan llamativo y capaz de captar la rápida atención de cualquier comprador potencial, el mejor título de estos breves ensayos es “De la utilidad y los inconvenientes de vivir entre espectros”, sin ninguna duda. En este texto Agamben reflexiona sobre el hecho de que la ciudad de Venecia es comparable a un muerto, al que se maquilla y expone para poder así seguir sacándole partido, o también, para que los que vienen de fuera e ignoran que ya murió, continúen en la creencia de que sigue viva y por tanto pueden seguir haciéndole visitas. Así pues, al continuar Venecia existiendo, (como de hecho lo hace, aún a pesar de haber muerto) sólo cabe pensar, concluye el autor, que se ha convertido en un espectro, puesto que de alguna tenebrosa manera vive, estando muerta.

En un pasaje especialmente inspirado, Agamben afirma que Venecia, al igual que otras ciudades, se parece a los sueños. Al igual que “en el sueño cada cosa le guiña el ojo a quien la sueña”, Venecia le guiña el ojo a sus visitantes, e intentar descifrarla es tarea inútil. Como todo el mundo sabe, guiñar el ojo a otros seres es un rasgo muy común entre los espectros, de esta forma camelan y pueden incluso inducir a pensar que siguen vivos. Agamben continúa reflexionando sobre la imposibilidad que experimentan los venecianos al intentar amar a su ciudad: no saben ni pueden hacerlo, puesto que “amar a una difunta es difícil”. 

Y sigue: “la espectralidad es una forma de vida, una vida póstuma o complementaria, que comienza sólo cuando todo ha terminado...” Afirma que existe otro tipo de  espectralidad que sucede ante la negación de lo que somos. Este pasaje es terriblemente cierto, y seamos conscientes o no, hay mucha gente que vive de esta espantosa manera. Sin recurrir a la magia o a la fantasía, no hace falta haber nacido igual que Frankenstein, pero puede que en algún momento a alguien le tocase morir y por alguna razón no lo hiciera, o que algo lo matase y aún así continuara vivo: ese ser, esa persona, es ya un espectro, y por eso mismo su forma de proceder será siempre distinta, porque, en realidad, todo lo humano, en cuanto vivo, le es ya ajeno.


Desnudez

Este ensayo trata sobre la extrañeza que causa al hombre toparse con otro cuerpo desnudo, y sobre sus porqués. Se han hecho multitud de experimentos al respecto y Agamben cita algunos, como por ejemplo, exposiciones en museos de cuerpos vivos desnudos (o cubiertos por trajes trasparentes) que los turistas y curiosos podían contemplar ataviados con sus ropas de calle y abrigos: miradas primero huidizas, casi de soslayo, luego más confiadas, curiosas e inquisitivas. 

“La desnudez es algo de lo que nos percatamos, mientras que la ausencia de vestidos pasa inadvertida”. Aunque no se cita aquí el maravilloso cuento del rey desnudo ¿?, es imposible evitar que acuda al pensamiento. La conclusión más sensata que se extrae aquí sobre la desnude y el pudor (aunque de ningún modo novedosa: es más bien ancestral, pero siempre es buen momento para recordarla) se basa en la desnudez infantil, que no es pudorosa por ser aún inocente, y que se transforma con la irrupción de la libido.

Este ensayo introduce ya bastantes ideas procedentes de la desnudez de Adán y Eva (debido, afirma el autor, a la herencia teológica tan pesada que arrastramos, nos guste o no) y esto continúa luego en el siguiente artículo, “El cuerpo glorioso”, donde el autor se centra en el estudio del cómo se resucita en la religión cristiana, y esto en realidad se hace bastante pesado, por lo absurdo. Multitud de teólogos gastan su tiempo en decidir o peor, dictaminar si al resucitar le crecen a uno o no las uñas, si se resucita con un minuto de vida si uno murió con un minuto de vida, etc. Este es quizá el ensayo más prescindible de todos.


Reflexiones

Otro de los minúsculos artículos o ensayos que resulta especialmente interesante es “¿Qué es lo contemporáneo?”, en el que Agamben afirma que “contemporáneo es aquel que mantiene su mirada fija en su tiempo, para percibir, no sus luces, sino su oscuridad” y profundiza tanto en este concepto que termina por concluir que contiene prácticamente su sentido justamente contrario, como si para poder observar el tiempo contemporáneo hubiese que posicionarse de algún modo lejos de él, es decir, antes o después, convirtiéndose por tanto en algo no contemporáneo (aún así, no es tan sencillo).

Algunas reflexiones aisladas pueden dar sentido a todo un libro; en este caso, en las primeras páginas de este libro, dentro del brevísimo ensayo “Creación y salvación”, Agamben recuerda una cita de Hölderlin que afirmaban que la filosofía era “un hospital donde el poeta desgraciado puede refugiarse con honor”. Y sólo por este pensamiento ya todo el libro merece la pena.

Dice Javier Marías, a través de un personaje homónimo, en su magistral obra “Los enamoramientos” que lo importante de las novelas no es la trama, no es lo que ellas nos cuenten, sino lo que a través de los sucesos y reflexiones que en ellas se narran nosotros reflexionemos, es decir, aquello que nos da qué pensar a través de lo leído, lo que extraemos, (esté esto en mayor o menor relación con lo leído). Con los libros de filosofía pasa lo mismo. Son los mecanismos que ponen en marcha, los pensamientos que nos sugieren, lo que realmente cuenta o nos enriquece tras la lectura.

Agamben plantea algunos temas y sus propias opiniones y conclusiones al respecto: lo que nosotros decidamos y opinemos a través de sus palabras, es ya sólo cosa nuestra. O de nuestras circunstancias.

sábado, 10 de agosto de 2013

"Profanaciones" - Giorgio Agamben


"Profanaciones" recoge diez pequeñísimos ensayos de Giorgio Agamben, quien basa su línea filosófica en las enseñanzas de Michel Foucault, Martin Heidegger y Walter Benjamin, entre otros.

Con una maravillosa precisión ligüística a la hora de plasmar sus ideas, trata diferentes asuntos, desde las etimologías contradictorias del término "profano" hasta (siguiendo a Walter Benjamin) el fanatismo religioso aplicado al capitalismo, la relación magia/felicidad, etc.

El primer e hipnótico capítulo, "Genius", aborda la relación que cada hombre establece con su propio "genio", algo ajeno al Yo que no puede elegirse y nos viene dado, y que sin formar parte de nosotros mismos, nos acompaña (en la ideología cristiana, el genius se representa con un ángel bueno y uno malo; en la angelología iraní, con Daena, una preciosa niña que asiste a cada nacimiento y que después se presenta a la hora de la muerte con la imagen que los actos -buenos o malos- del moribundo la hayan modelado a lo largo de su vida).

Son especialmente brillantes las reflexiones sobre cuestiones literarias: Agamben cita a Robert Walser en varias ocasiones, también a Kafka, Becket... A propósito de Foucault, reflexiona acerca de qué engloba exactamente el término "autor". También define la línea del tiempo del concepto de "parodia", asistimos a su concepción literaria y observamos cómo ha evolucionado hasta convertirse en lo que por ese término conocemos hoy (lo contrario a "sagrado").

Debido a la brevedad de los textos, me he encontrado con que cada uno de los capítulos o temas tratados terminaba demasiado pronto, y en todos los casos me he quedado con las ganas de leer más: esta sería la única nota negativa del libro...

Quizá porque el niño es un ser incompleto, la literatura infantil está llena de ayudantes, seres paralelos y aproximativos, demasiado pequeños o demasiado grandes, gnomos, larvas, gigantes buenos, genios y hadas caprichosas, grillos y luciérnagas parlantes, asnos minúsculos que cagan monedas y otras criaturas encantadas que, en el momento peligroso, consiguen, como por milagro, salvar a la buena princesita o a Juan Sin Miedo. Son los personajes que el narrador olvida en el desenlace de la historia, cuando los protagonistas viven felices y contentos hasta el fin de sus días. De ellos, de esa "gentuza" inclasificable a la que, en el fondo, le deben todo, no se vuelve a tener noticia. Pero probad a preguntar a Próspero, cuando ha renunciado a todos sus encantos y vuelve, junto con los otros humanos, a su ducado, qué es la vida sin Ariel.

Un tipo perfecto de ayudante es Pinocho, la maravillosa marioneta que Geppetto quiere fabricarse para dar la vuelta al mundo con él y ganar así "un pedazo de pan y un vaso de vino". Ni muerto ni vivo, medio golem y medio robot, siempre a punto de ceder a todas las tentaciones y a prometer, un instante después, que "de hoy en adelante seré bueno". En la primera versión de la novela, antes de que el autor pensara en añadir un final edificante, este arquetipo eterno de la seriedad y de la gracia de lo inhumano, en cierto momento "estira la pata" y muere de la manera más vergonzosa, sin convertirse en un niño. También Mecha es un ayudante, con su "personita seca, enjuta y larguirucha, tal como la mecha nueva de un farol de noche", que anuncia a los compañeros el País de los Juguetes y ríe con estridencia cuando se da cuenta de que le han salido orejas de burro. De la misma pasta están hechos los "asistentes" de Walser, irreparable y tercamente ocupados en colaborar en una obra del todo superflua, por no decir incalificable. Si estudian -y parecen estudiar duro- es sólo para volverse un completo cero a la izquierda. ¿Por qué deberían ayudar a aquello que el mundo considera serio, visto que, en realidad, no es más que locura? Prefieren pasear. Y si, caminando, encuentran un perro u otro ser viviente, le susurran: "No tengo nada que darte, querido animal; te daría con gusto algo, si lo tuviera." Y, al final, se echan en un prado para llorar amargamente su "estúpida existencia de imberbes".

domingo, 29 de julio de 2012

"El último viaje del capitán Salgari" - Ernesto Ferrero


Dibujar el viento

La de Emilio Salgari dista mucho de haber sido una vida fácil. Antes de conocer sus circunstancias reales podemos imaginar que sus días eran apacibles y serenos, puesto que su escritura gozó de un gran reconocimiento desde el principio y él conoció ese enorme éxito en vida. Sin embargo, la realidad es muy diferente.

Salgari estudió en el Instituto Náutico de Venecia para aprender todo lo necesario antes de hacerse a la mar, que era su sueño desde la infancia. Con tan sólo diecisiete años abandonó esta escuela para comenzar a navegar, enrolándose en multitud de viajes que le llevarían a dar prácticamente la vuelta al mundo. Durante este tiempo, acumulaba notas, impresiones y datos en sus cuadernos, fijándose en los usos y las costumbres de cada uno de los lugares por donde pasaba. Su intención, desde el principio, había sido la de acumular vivencias y conocimiento para después darles forma sobre el papel: quería dotar a la literatura italiana del mismo prestigio que le dieron a sus países algunos de sus autores de cabecera como Julio Verne y Aimard habían hecho en Francia, Mayne Reid en Reino Unido y Cooper en Estados Unidos. Cuando cumplió veinticinco años, decidió que ya era hora de establecerse en un lugar y  probó suerte trabajando como periodista, que era la profesión que más le acercaba a la escritura.

Emilio Salgari escribía sin descanso. La necesidad de plasmar todas sus vivencias sobre el papel dándoles forma de novela de aventuras era mayor que la de cuidar de los asuntos cotidianos de su vida. Desde el principio, encontró fácilmente editores para publicar sus obras, y su prisa por desprenderse de ellas en cuanto las terminaba le impedía fijarse en los detalles de los contratos de cesión de derechos o para discutir sus cláusulas. Los editores aprovecharon su despiste para incluir condiciones abusivas y enriquecerse a su costa: dentro de la legalidad, pero ruinmente. Poco a poco, sus libros se hacían más conocidos: los lectores demandaban sus aventuras con avidez y en los países donde se ponían a la venta traducidas tenían el mismo éxito. Sin embargo, Salgari malvivía en una casa ruinosa donde permanecía siempre encerrado y escribiendo. Solamente sus editores se hacían cada vez más ricos.

Aunque parezca difícil de creer, este abuso por parte de las editoriales no es un caso aislado, los hay a cientos. No se trata de que los autores no se fijen en las cláusulas antes de firmar, sino que muchas veces no les queda otro remedio que aceptarlas si quieren ver al menos sus obras publicadas, o ganar un poco de dinero con ellas. Estos casos son tristemente frecuentes, así como los de editores que no pagan la parte correspondiente a los autores (ya de por sí miserable, un 10% para la persona que ha creado la obra desde la nada es una injusticia atroz), o que modifican a su favor el número de ventas para hacer creer al autor que han vendido menos libros y pagarle así una cantidad más baja. En resumen, salvo algunos súper ventas, es muy difícil que un escritor pueda llegar a ganarse la vida sin tener que realizar también otros trabajos paralelos.

Como era de esperar, la situación de Salgari pronto se hizo insostenible al no poder mantener a su familia, y la falta de ingresos suficientes junto con la inestabilidad psíquica de su esposa derivó en el suicidio, sangriento y doloroso, del grandísimo escritor. En su carta de despedida hacía responsables a sus editores de su desgracia, y les pedía que al menos se hicieran cargo de los gastos de su entierro. Parece una broma macabra, pero su vida, que comenzó siendo alegre y aventurera y terminó recluyéndole en una habitación en condiciones miserables, parece haber sido diseñada por él mismo, puesto que es muy similar a la de los protagonistas de sus novelas.

Emilio Ferrero, autor de esta estupenda biografía, es un importante escritor y crítico literario italiano que trabaja en el sector editorial desde 1963. Una de sus obras más relevantes, hasta la aparición de esta biografía de Salgari, era N. (Premio Strego en el año 2000), una novela basada en los días de exilio de Napoleón en la isla de Elba, narrada por su bibliotecario. Napoleón y Salgari son los dos personajes por quienes Emilio Ferrero siente más admiración, y por ello ha dedicado mucho esfuerzo en documentarse para reconstruir sus historias aunando datos objetivos y literatura a partes iguales. En el caso de Salgari, la fascinación llega hasta el punto de que, a día de hoy, Ernesto Ferrero vive en la misma casa donde residió el mítico capitán. Era uno de sus mayores sueños y, en cuanto pudo, la adquirió para sí: un verdadero lujo que muy pocos podrían permitirse. No hay un lugar más adecuado en el mundo para captar el espíritu de Salgari y plasmarlo en el papel de la forma magistral que merece.

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