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miércoles, 10 de julio de 2019

"Lo que se puede contar" - David González


Hay un espacio en uno de los estantes de mi biblioteca con más de diez libros de David González. Le he leído desde que era una adolescente que apenas empezaba la universidad, he acudido a muchos de sus recitales, a presentaciones de sus libros, nos hemos cruzado e-mails desde 2009, he reseñado sus libros sin descanso*, le he seguido de cerca a través de amigos y conocidos, incluso fui mecenas durante una temporada que habilitó un blog de pago, “Todo lo demás son palabras”. Recordar a David González es para mí, también, recordar una época de mi vida, ya que le conocí a través de una persona que también, y sin querer, me llevó a otras y después pasaron muchas cosas (que llegan al día de hoy). Pero le había perdido la pista en estos últimos años.

Se ha escrito mucho sobre la poesía maldita de David González. Compruebo que sigue siendo el mismo y que su poesía sigue también siendo la misma, no sé si esto me reconforta o me decepciona. Me gustaría explicarme bien. De alguna manera siento que se agotan todas esas anécdotas de vida que nutren su maravillosa poesía de no ficción (como él mismo la define). Y que en este libro sus textos contienen lo que fue, es decir, lo que ya sabemos unido a su día a día en el presente, que es un tanto desolador: la pobreza se empeña en perseguirle de cerca a dentelladas, la relación con su familia sigue siendo un desastre y su vida amorosa es devastadora. Pero crece el número de lectores que reivindican su obra y que le dan voz a través de la radio, en reseñas de blogs literarios, en tesis doctorales en la universidad, también hay un documental sobre su figura, se puede ver aquí:


“Para mí la poesía, y voy a decirlo claramente, es como un sol que sale de noche. La poesía debe iluminar los rincones oscuros del alma.”

Me pregunto si habría preferido encontrarme a un David González reinventándose a sí mismo y explorando nuevas formas de utilizar su talento, que es mucho. Creo que su capacidad de transmitir es algo innato, así como la facultad para denunciar lo injusto. De lo que nadie puede acusarle es de no haber compuesto una obra original, porque personalidad le sobra, a él y a sus libros. Si habéis tenido la oportunidad de escucharle alguna vez en vivo, sabréis de qué hablo.

Reivindicar la poesía de David González en estos tiempos en que la poesía se ahoga, es quitarle un poco del lastre de la pseudo-poesía de la apariencia, de poetas con morritos, de sombreritos de ala estrecha, de juegos de palabras que no son poesía, de frases (que no son versos) impresas en los pasos de cebra de Madrid: la pseudo-poesía de la Generación Encantada que ya señalaba con desencanto David allá por 2015, y que cada vez es más ruidosa y sinvergüenza. La poesía es cuando no tienes miedo, y cuando no tienes miedo dices la verdad: verdad y David González van de la mano.

Si en la tapa del primer volumen de El lenguaje de los puños aparece Joe Louis, el boxeador predilecto de mi abuelo Luis, la idea que tenía pensada, una idea creativa que me hacía muchísima ilusión poder llevarla a cabo, era que en el segundo volumen fuese Cassius Clay, púgil favorito de mi padre, quien diera la cara desde la portada, lugar que ocuparía en el tercero Evander Holyfield, mi campeón, mientras que en el cuarto y último volumen, mis propios puños te machacarían el rostro desde la cubierta. Esta era la idea, sí, pero como con tantas otras cosas en mi vida tengo que joderme y renunciar a ella por razones técnicas y económicas, y juntar los volúmenes 2, 3 y 4 en un solo libro que reúne los artículos críticos, y los poemas que en ellos se mencionan, que se han escrito sobre mi poesía en prensa e internet durante el periodo comprendido entre los años 2001 y 2013. De este modo, los críticos son también, sin ellos saberlo, los antólogos de este tocho de más de quinientas páginas, en una edición limitada a tan solo 78 ejemplares.

“Lo que se puede contar” es una colección de poemas autobiográficos y narrativos, que dejan poco lugar a la imaginación. Se trata de la séptima entrega del ciclo “Los que viven conmigo”. Es lo más cercano a diario personal con forma de poesía que he leído en mucho tiempo, pero este siempre fue el estilo de David. Su poesía es dura y cruda, dolorosa y auténtica, sucia y cruel de tan realista.

Sin embargo, David es alguien que parece escurrírsenos entre los dedos. Lleva mucho tiempo molestándose cada vez que alguien le pide que se cuide y después de tantos años esa maldición no parece ser ninguna broma: no es un artificio para vender, un aura de misterio o una excusa para ir de duro: es real. Mientras escribo esto, leo un artículo on-line de 2016 donde hablaba de un suicidio pasivo, de dejarse morir, de muchas drogas y de problemas con las autoridades: se quejaba de tener pocos lectores a pesar de tener decenas de libros en el mercado y haber sido traducido a varios idiomas.

Su obra está exageradamente dispersa en multitud de editoriales y algunos de sus títulos ya son imposibles o casi imposibles de conseguir. No sé. Tenía una amiga que ironizaba con el hecho de perderle la pista a alguien y encontrarle después de los años “debajo de la misma farola”. Criticaba duramente la falta de ambición, el estancarse, la mediocridad. Y estoy de acuerdo sólo en el sentido de que es cierto que nadie regala nada… pero también lo es que poner toda la energía en una sola cosa que nunca funciona, o no como a ti te gustaría, definitivamente no es una buena opción. Pero es que hay gente que literalmente no sabe cómo hacer, o no puede hacer las cosas de otra manera.

Creo que lo que me ha pasado con este poemario es que he percibido que más allá del mensaje vitalista que siempre transmitía David (y que, de alguna manera, también está aquí), me ha dado la sensación de que son los poemas de alguien que ha tirado la toalla, y por eso me ha dejado descorazonada leerlos. Quizá había olvidado que la poesía de David te rompe literariamente la nariz de un derechazo cada vez que abres alguno de sus libros por cualquier página.

Uno de los recuerdos más bonitos que atesoro es que, en sus e-mails, David siempre se despedía así:

Tu amigo, David González, con un abrazo fuerte y solidario, agradecido.



*Haciendo click sobre la etiqueta “David González” que aparece justamente aquí debajo, se puede acceder directamente a todos los textos sobre David que hay en este blog, desde el año 2008. Ha llovido desde entonces…

Estaré sorteando un ejemplar de este libro en mi perfil de Instagram (@marapsara) hasta el 15 de julio, ¡participa!

martes, 2 de julio de 2019

"Mejor la ausencia" - Edurne Portela


Esta es la primera vez que me enfrento a un libro de Edurne Portela y me ha llevado directa a su mundo, sin explicaciones ni transición. "Mejor la ausencia" es una de esas novelas que no tienen prólogo ni lo necesitan. Tiene un hilo argumental claro y se puede decir que es un libro sin pretensiones, esto es algo que dice mucho a su favor. Personalmente, me molestan las ínfulas y los engolamientos, en este sentido este libro es perfecto, si bien es verdad que he echado en falta quizá algunos toques de lirismo, luego explico por qué.

Portela se centra en describir los hechos, de una forma más o menos clara: algunas veces las escenas de violencia son muy cruentas, otras se describen de forma más escueta, que no poética: con pocas palabras y obviando fragmentos que perfectamente el lector se puede imaginar. Es decir, en estos casos la narración se presenta como una escena a fogonazos, con ráfagas de luz seguidas de momentos de oscuridad que activan la imaginación del espectador. Sabemos que lo más terrible es precisamente lo que no se ve y que la mente de quien observa es capaz de figurarse horrores mucho más terribles de los que la ficción sugiere.

En cuanto al lirismo: Portela ha elegido un modo directo y descriptivo para presentar una historia que gira en torno a la violencia (familiar, social, institucional). Es un modo tan válido como cualquier otro, si se hace bien. Personalmente, valoro mucho el esfuerzo narrativo cuando la narración describe sucesos espantosos y sin embargo la forma elegida es lírica, como en el caso de “Del color de la leche” de Nell Leyshon o “Tu amor es infinito” de Maria Peura. Me parece que, en estos casos, la finura y la delicadeza convierte al escritor en un artesano de las palabras, puesto que construir una narración hermosa con un argumento espeluznante es algo así como fabricar una obra de arte con el barro.

Algo a destacar es la evolución del lenguaje de la protagonista, que habla en primera persona y su forma de expresarse evoluciona a medida que ella crece. Desde que es una niña y empieza a asistir a escenas de violencia familiar y de terrorismo etarra, hasta que es una mujer cuya vida, en todos y cada uno de los aspectos, se ha visto afectada por ese entorno de violencia y miedo en el que viene a nacer y del que el lector comprobará si es capaz de escapar en algún momento.

Hace poco leí a Alice Miller en un ensayo que enlaza muy bien con esta historia, “El cuerpo nunca miente”. En ese texto Miller analiza hasta qué punto está aceptado e interiorizado el cuarto mandamiento católico en la cultura popular, y de qué manera lo hemos asimilado. En general, las personas que componen nuestro entorno (amigos, familia, compañeros de clase y trabajo, etc.) siempre nos van a incitar a perdonar y amar a nuestros padres aunque se compruebe que nos están tratando mal, de una forma violenta y dañina.

Muchas veces, los padres parecen creerse el cuento de la cigüeña y le encargan niños perfectos, pero perfectos según sus ideales, claro. Luego, no reciben de la cigüeña los hijos que soñaban, y rechazan y quieren modificar las formas de ser de hijos sensibles y amanerados, o de hijas asertivas y fuertes que rechazan el rosa, hijos que resultan ser hijas, hijas que resultan ser hijos, hijos e hijas con sexualidades no normativas, tatuados, o que desean carreras profesionales distintas a las que habían diseñado para ellos.

En mi opinión, los padres que no te quieren como eres, no te quieren. Quieren (si es que ser tan salvajes no les incapacita para el amor) al ideal que soñaron, y que por supuesto no existe. Y si no hay lugar para el diálogo y el entendimiento (teniendo en cuenta que su rechazo puede provenir de la ignorancia y ser reversible a través de explicaciones y educación), hay que huir de ahí. Quedarse nunca da lugar a nada bueno: los principios determinan los finales, como sucede en esta novela de comienzo premonitorio.


lunes, 20 de mayo de 2019

"El cuerpo nunca miente" - Alice Miller


Me produjo mucha curiosidad este título de Alice Miller, “El cuerpo nunca miente”. Relacionaba las malas experiencias sufridas en los primeros años con las enfermedades sobrevenidas posteriormente, en la edad adulta. Miller (1923-2010) fue una psicóloga especializada en el maltrato infantil y dedicó su vida a estudiar los efectos que estos traumas tenían sobre las víctimas con el paso de los años. Ella misma sufrió la persecución nazi en Polonia durante los primeros años de su vida. Tras formarse en filosofía, psicología y sociología y practicar el psicoanálisis durante muchos años de su carrera profesional, finalmente se desencantó de él, debido a que arrebataba a las víctimas la veracidad de sus recuerdos y los atribuía a fantasías infantiles.

Con apenas 200 páginas en su edición de bolsillo, este ensayito es demasiado breve como para ser capaz de establecer sin lugar a dudas la teoría que defiende. Todo gira en torno a desmontar el cuarto mandamiento “honrarás a tu padre y a tu madre” que, según Miller, tanto daño ha hecho (y sigue), provocando que se enquisten en las mentes de los niños maltratados los traumas sufridos. Según Miller, es muy importante desmitificar las figuras paternas y/o maternas en tanto en cuanto son humanas y también se equivocan. Es decir, no por ser tus padres/madres son instantáneamente seres angelicales libres de errores, deslices y garrafales tropezones pedagógicos.

¿Cómo se puede querer a un niño que uno desea que sea diferente de como es?

Esto me recuerda a todas aquellas ocasiones en las que alguien es rechazado en casa porque su naturaleza conlleva una orientación sexual no heteronormativa, y se queda y se queda y aguanta y sufre y calla en el domicilio familiar porque, bueno, si no lo aceptan todo puede explicarse por la ignorancia, la desinformación, la incultura, los otros tiempos y demás: pues resulta que no. Que si no te quieren como eres, no te quieren en absoluto: quieren a alguien que se parece pero que no cumplió con sus expectativas. Pero como es la familia, en muchas ocasiones se acepta ese maltrato sostenido, porque está feo romper con la familia aunque no hacerlo signifique romperse uno mismo. Por esto tengo que estar de acuerdo con Miller, la salud mental depende de un entorno afectivo saludable y este escenario no lo es, en absoluto.

Algo que no me ha gustado demasiado es que mencione página sí – página también, esta idea, sin apenas variar el enfoque. Como si su audiencia no fuera lo suficiente perspicaz como para pillarlo a la primera. Esto también hace que se avance poco, o muy lento, en la teoría que pretende establecer.

Cuando una persona cree que siente lo que debe sentir y constantemente trata de no sentir lo que se prohíbe sentir, cae enferma, a no ser que les pase la papeleta a sus hijos, utilizándolos para proyectar sobre ellos inconfesadas emociones.

Miller ataca directamente a todas esas terapias, anticuadas y dañinas, que se centran en forzar al paciente a perdonar a las madres/padres a toda costa, aunque realmente lo hicieran mal y se equivocaran, adrede o no: dando lugar a contradicciones internas que poco ayudan a la mejora del paciente. Normalizar la rabia e interiorizarla, no tiene ninguna lógica ni puede llevar a ningún buen puerto. La disociación solo invoca fantasmas y los fantasmas nunca traen consigo nada bueno.

Pero me encanta que tenga tan en cuenta en todo momento a nuestro innerchild o niña interior que todos llevamos dentro, y que personalmente me esfuerzo tanto en dejar que asome y, es más, que me guíe.

Algo muy interesante de este librito, es el recorrido que hace por la trayectoria vital de algunos autores, buscando precisamente el rastro de antiguos dolores infantiles en la literatura del adulto. Así, buceamos por momentos por las más o menos trágicas vidas de genios como Dostoievski, Chéjov, Kafka, Neietzsche, Schiller, Virginia Woolf, Rimbaud, Mishima, Proust y Joyce.

No tienes que honrar a tu padre. Las personas que te han hecho daño no necesitan ni tu amor ni tu respeto, aunque sean tus padres. Has pagado el tributo de ese respeto con el tremendo suplicio de tu cuerpo. Si dejas de someterte al cuarto mandamiento, podrás liberarte.

También es interesante que reflexione sobre el hecho de que son esos dolores los que hacen a muchos artistas producir sus obras, y que precisamente a veces se niegan a enfrentarse a los fantasmas y despejarlos de sus mentes por si eso acabase también con su inspiración.

(…) predicar el perdón no solo es hipócrita e inútil, sino también peligroso. Encubre la compulsión a la repetición. Lo que nos protege de la repetición es únicamente la aceptación de nuestra verdad, de toda la verdad, en todos sus aspectos. Cuando sepamos con la mayor exactitud posible lo que nuestros padres nos hicieron, ya no correremos el peligro de repetir sus abusos; de lo contrario, los cometeremos de manera automática y opondremos la mayor de las resistencias a la idea de que uno puede y debe romper el vínculo infantil con los padres que lo maltrataron si quiere hacerse adulto y construir su propia vida en paz.

Hasta aquí todo bien. Pero: Alice Miller… hay un elefante en el garaje.
“Todo aquel al que de pequeño pegaron es vulnerable al miedo”: ok, ¿y si lo es, sin que le hicieran ningún daño de pequeño?

¿Qué pasa con todas las personas que enferman sin haber sufrido ningún tipo de maltrato en su infancia? ¿Y qué, con todas aquellas que sufrieron y sin embargo no desarrollaron con el tiempo ninguna patología? En todo el libro no se hace ninguna mención a esto. Además, a pocas páginas del final establece que “no es raro” que se somatice la negación del afecto en la infancia, derivando en patologías de todo tipo. Es decir, acota a solo algunos casos su teoría, cuando se ha dedicado todo el libro a generalizar, dando por hecho que sufrimiento infantil deriva sí o sí en patología adulta, como un silogismo que se mantiene durante todo el ensayo como una retahíla, o como una constante invariable.

Muy recomendable en cualquier caso, ya que también hay que tener en cuenta el desajuste generacional. Corramos un tupido velo sobre el hecho de que la pequeña bibliografía no incluye ningún estudio científico que ratifique su teoría.

jueves, 31 de enero de 2019

"Introducción al límite" - María Alcantarilla


Cuando hace tiempo leí “La edad de la ignorancia” y descubrí a María Alcantarilla, supe que se trataba de una de las grandes.

La recomendé muy seriamente entonces. Me impactó la manera en que hablaba de la necesidad de recuperar el instinto y la inocencia, como una filosofía de vida para sobrevivir en el mundo adulto o, mejor dicho, para ser más feliz y más real en él.

Si os acordáis, os contaba que en “La edad…” había un vaivén de géneros cuando la poeta hablaba en primera persona. Quienes me seguís sabéis que me parece importantísimo utilizar un lenguaje inclusivo no binario, ya que el lenguaje es realmente nuestra única arma para acabar con la lacra patriarcal. Además, mis lecturas siempre incluyen algún tratado sobre teoría de género. Pues bien, en esta ocasión los primeros versos ya nos hablan en un masculino “descarado”. ¿Estamos ante poesía queer? ¿Poesía que no entiende de géneros? ¿O que los entiende tan bien que los utiliza en cada momento según corresponda? Porque si hay algo de esto, me encanta: es algo que se añade a lo genial que ya me parecía la poesía de María antes.

Lo que aquí tenemos son poemas que tratan de la manera de explicarse las ausencias, de dar otra forma a la idea de la muerte, del no-retorno. Habla de lo que nos cuentan acerca de la pérdida, en contraposición a lo que sentimos llegado el caso.

p. 83 
Pero ¿no es el dolor otra fisura,
otro modo de estar y de entender
que quienes viven
aún deben darle al mar todas sus olas?

En una entrevista concedida por la autora, explica que este poemario gira también en torno al “lenguaje como forma de construir, en primer lugar, una identidad y, en segundo lugar, un marco relacional con el resto de personas”. Esa forma de enfrentarse a la literatura me parece hermosa y muy necesaria. Así, la escritura es la manera de dar forma física a los pensamientos y conseguir hacer de todo eso algo útil, que parta desde dentro hacia fuera, y que sea verdad. “Introducción al límite” es, un poco, una manera de purgar (o de sanar) todo aquello que no digo porque fuera del marco poético, además de inentendible, perdería sentido (…) sigo siendo un poco abstracta, me parece que en este libro hay un esfuerzo por traer la idea a tierra".

El poemario se distribuye en cuatro apartados: “Umbral” hace las veces de bienvenida o declaración de intenciones; “Proyección de perspectiva” habla de cuestiones tan dispares y cercanas a la vez como son la maternidad, el odio entre los hombres, el mundo hostil en el que se desarrolla todo, los hijos no deseados, los recuerdos de la infancia, etc. En este apartado hay siete poemas cortos, mas uno largo y denso al más puro estilo Juan Carlos Mestre que brilla y roba el protagonismo al resto. “Punto de fuga” se divide en poemas cortos o muy cortos y lo que más encontramos son pequeñas reflexiones en torno a la muerte.

p.62 Sospecho que no nos conocemos, que existe entre nosotros una sombra parecida a la que el cielo proyecta en las tormentas

No tiene miedo a volver la mirada hacia las cosas menos amables. Por último “Un segundo después” analiza la forma en que morimos y sí, es un tanto tétrico y cruel, pero también realista al mismo tiempo.

p.69 
Quizá la enfermedad sea otro lenguaje.
Quizá aquel hombre sepa
que ha llegado el momento
de intentar aprender un nuevo idioma.

Me sigue alucinando su control sobre el ritmo interno de los versos, su gusto en la elección de las palabras, el modo en que las encadena, como un baile. Cada vez veo que hay más defensores de esa pseudo-poesía que en realidad es un montón de juegos de palabras enlazados, afirman que como les conmueve, es poesía, y me pregunto si todos son filólogos o qué demonios pensarán entonces cuando se enfrenten a poesía de verdad. A un libro como este. En fin.

Sin duda, “Introducción al límite” supone una evolución con respecto a “La edad…”, aunque os prometo que ese poemario ocupa un espacio muy especial en mis estantes. “Introducción…” quizá sea una proeza técnica, una colección de textos más oscuros y maduros, en los que esa destreza de la que os hablaba, se hace más patente.

Además, aunque principalmente nos hable de muerte y enfermedad, que son lugares a los que habitualmente preferimos no mirar, también hay espacio para la ternura y la belleza en este poemario.

p.87 
El milagro y su discreta persistencia
también es invisible.
Hay un hombre observando cómo un mirlo
defiende su terreno
mientras él se pregunta por la vida;
una anciana limpiándole la flema
a un marido lejano
que olvida cada día
hablar con su memoria
pero sabe a quién ama
y acaricia la sombra compartida
como un niño regala la torpeza.
Hay un perro lamiendo
la herida de su dueño, entre basuras,
y alguien mira con celo
la pericia animal y los afectos
como si esto pudiera consolarlo
mientras calla su voz y vuelve a casa.
Porque el milagro y su impúdico tamiz
de gallinita ciega
que nos muestra los pasos acertados,
mientras los desoímos,
inunda cualquier calle.
No es ciego aquel milagro que sucede:
también el corazón cierra los ojos.


miércoles, 11 de octubre de 2017

QUIÉRETE UN POCO, JODER


Te quiero no nos compromete a nada,

pero calienta el corazón y tira hacia arriba

de los hilos que sostienen las comisuras de los labios.

Simplemente informa de una realidad,

como haría el periodismo objetivo si existiera.

Hace que le pongamos un plato a la belleza en la mesa

y que nos sintamos abrazados a distancia.

Te quiero jamás debería implicar

arrojar todo Disney sobre la cabeza de nadie.

Te quiero no debería ser tabú.

Amar tu identidad no debería ser tabú.

Amar a otre independientemente de su identidad,

no debería ser tabú.

Amar y no follar no debería ser tabú

y follar sin amar no debería ser tabú.

Ya sé que el amor no tiene nada que ver con este insomnio.

Conozco mi lugar en la lista de prioridades,

lo sé todo sobre el egoísmo y las verdades a medias,

tengo la mano sobre el picaporte de la puerta de atrás.

Me enjuago los ojos y leo en el espejo:

quiérete un poco, joder, quiérete un poco.


Del texto: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2017

lunes, 4 de septiembre de 2017

10 ingobernables: historias de transgresión y rebeldía - June Fernández


Llego a “10 ingobernables” gracias a las acertadas recomendaciones literarias de la actriz Amarna Miller. En este libro se cuentan diez historias recogidas por June Fernández entre 2012 y 2016 en diferentes lugares de España y América Latina. Todas ellas tienen en común una perspectiva feminista y un pasado de lucha y opresión machista y/o heteropatriarcal de mierda: historias feas de maltratos físicos y psicológicos sufridos por el colectivo oprimido formado por mujeres (agredidas por el hecho de ser mujeres), hombres gays (y hasta aquí los únicos cuya problemática tiene cierta visibilidad en la sociedad), lesbianas, bisexuales y personas no binarias, intersexuales y un largo etcétera.

p.7 Tiene barba porque su cuerpo de mujer es así. No le da la gana afeitársela.

Según avanzo en la lectura con los pelos de punta y el corazón encogido, me doy cuenta de que acercarme a estas historias es una necesidad para mí, suponen una fuerte dosis de cruda realidad y son un ejercicio de empatía en sí mismos. Recuerdan que hay muchas formas de ser humano, y que ser inhumano no es una opción válida.

p. 9 Cuando la escritora Jeanette Wintessen, recién cumplidos los dieciséis años, le contó a su madre que se había enamorado de una chica, esta le espetó: “¿Por qué ser feliz si puedes ser normal?”

“10 ingobernables” es uno de esos libros que da gusto sostener entre las manos, no sólo por su preciado contenido sino también por lo bien editado que está. Antes de cada capítulo nos ofrece una caricatura sencilla (todos los dibujos realizados por Susanna Martín) del personaje que va a protagonizar la siguiente historia, y es curioso verlo al principio sin que nos transmita casi ninguna información, y regresar a él después de conocer su odisea personal y haberle tomado cariño, algo así como ponerle cara a su historia a pesar de haberlo visto antes de tener datos.

p.42 Antar no nació en el cuerpo equivocado. La sociedad se equivoca cuando le exige que elija, que se posicione, que se identifique como mujer o como hombre, porque si no, es un monstruo.

p.45 Antar no quiere pedir permiso a la psiquiatría y tampoco quiere un cuerpo con cicatrices. No es su cuerpo el que hay que corregir.

Otra cosa que me gusta mucho de este libro, es que está plagado de referencias bibliográficas que enriquecen el contenido precisamente porque le añaden la posibilidad de seguir leyendo. Es palpable que su autora, June Fernández (Bilbao, 1984), creadora de Píkara magazine, es un gran referente en el feminismo español de los últimos años, cuyo trabajo visibiliza la realidad de mucha gente oprimida por un sistema social y político arcaico e inválido, que prioriza cuestiones políticas y económicas a las vidas humanas.

p.64 Como buenos okupas, no accedieron a la negociación. Juanita se recuerda abrazada a otras quince personas dentro del edificio, viendo cómo la pala de la excavadora se cernía sobre el techo de uralita. “Los policías nos cogieron una por una en brazos”, cuenta con coquetería, como si una parte de ella hubiera disfrutado de ese instante de película de Hollywood.

p.72 ―¿Cómo vas a pasar la Nochevieja, Juanita?
―Igual con las amigas del pueblo, pero tampoco me importa pasarla sola. Hago mis rituales.
―¿Qué rituales?
―Me los invento. Con el fuego es fácil. O hago como las brujas: me fumo un porro de más, y vuelo.

También me gusta de “10 ingobernables” la manera en que está escrito, con frases igual de descriptivas que emotivas, nos acercan a unas vivencias muy dolorosas pero con la dosis de humor necesaria para seguir luchando.

Leo historias de años de agresiones, de inexistencia o ineficacia de la justicia; historias en las que a la pobreza se unen gustos o formas de ser que se salen de lo normativo y que dificultan aún más el salir adelante mientras todo tu entorno te resulta hostil. Y sin embargo me siento incapaz de sentirme feliz por mis privilegios de mierda. Mi coeficiente intelectual, mis medidas corporales o el color de mi piel no me suponen conflicto alguno, no tengo carencias afectivas que me obliguen a entablar relaciones insanas, ni frustraciones internas que necesite desahogar con nadie. O bien establezco relaciones sanas y 100% libres, o hago planes a solas sin que nada ni nadie me impida disfrutar de mi libertad e independencia (home is wherever I’m with me).

Y sin embargo, salgo a las calles de Madrid, que se ha convertido en una selva de acoso sexual callejero, y lo más bonito que respondo a diario a los machitos de mierda, es que se mueran. Nunca una lesbiana me agredió por la calle, luego el problema no radica en el espacio que ocupo en el mundo o en la imagen que proyecto en público: el problema son los tíos. Nuestros privilegios como mujeres jóvenes, independientes, emancipadas, tatuadas y vestidas como nos da la gana, se transforman en un problema cuando tenemos miedo de volver solas a casa por la noche; o cuando incluso a plena luz del día y por el centro, se acerca de frente por la acera un tío y nos sorprendemos pensando “ojalá que no le guste, ojalá que no me diga nada”.

Tener inquietudes culturales e intelectuales no mejora mucho las cosas en según qué situaciones, una vez salimos de entre las estanterías: por ejemplo, la inmensa mayoría de nuestros ligues potenciales masculinos, sólo valoran unos cánones de belleza preestablecidos que a veces pueden ser matizados por filias personales (con las chicas funcionan otros códigos). En el caso de que nuestra materia gris les sirva como aliciente, lo hace en tanto en cuanto apuntarse el tanto cuenta doble, “Wow, he conseguido engañar a la sabihonda comelibros, +20”.

Leo otras realidades de la mano de June Fernnández y se reafirma mi capacidad para la empatía mientras pienso que a pesar de que mi vida no es perfecta, lo he tenido muy fácil. Pero también a veces siento que me ahogo y que me choco contra un techo invisible de cristal, soy humana y necesito desahogarme.

Mi absurdo privilegio por nacer en un lugar que no elegí, se acaba cuando viajo a algún lugar de fuerte tradición racista, o escucho según qué comentarios despectivos y de repente me siento guiri, paya, gallega, yuma, bárbara, extranjera; charnega en el ¿país? que inventó lo de sudaca y pan tumaca. Pero quién les ha metido qué coordenadas de qué fronteras a la gente. Tienen muchos motes para nombrarme todos aquellos a quienes yo solo veo humanos mientras sigo siendo incapaz de distinguir líneas raras en el suelo.

No soy tan pendeja (este término se usa en México y me hace gracia usarlo a veces) como para querer cambiarme la vida por la de quienes lo tienen absolutamente todo en contra, pero a la vez me siento incapaz de creerme superior a cualquier ser humano a causa de mis privilegios de mierda. Mis privilegios no me hacen feliz, o no soy feliz, en fin, a pesar de mis privilegios.

Este libro me ha hecho replantearme de nuevo muchas cuestiones y creo que es válido para una gran cantidad de tipos diferentes de lectores, así que lanzo mi recomendación para que a quien le apetezca la atrape al vuelo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

La célula de oro - Sharon Olds


Sharon Olds es una bestia, y llego muy tarde a ella (debería haberla descubierto mucho antes), pero llego. Actualmente es una de las poetas norteamericanas más punteras, trabaja como profesora de Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York y ha ganado numerosos premios de poesía.

“La célula de oro” tiene un prólogo introductorio muy pertinente (es algo que no sucede habitualmente con los prólogos), escrito por el mismo traductor del libro, Óscar Curieses. En él nos explica las dificultades a las que se ha enfrentado en su trabajo y de qué manera las ha ido solventando. Pero también nos da pistas a los novatos sobre algunas cuestiones curiosas de la poética de Olds, como por ejemplo, el hecho de que afirme usar comparaciones en lugar de metáforas. Esto es algo que ella ha explicado en entrevistas y sintetiza muy bien su esfuerzo por no maquillar la realidad sino de plasmarla de forma cruda (nunca sustituyéndola por algo representativo que le reste autenticidad).

En los poemas de Olds muchas veces no sabemos si ama u odia, y es que ama y odia brutalmente y a partes iguales, ya dije al principio que era una fiera, cada verso es una dentellada y el libro una selva por la que adentrarse con el corazón en un puño.
AMOR EN TIEMPO DE SANGRE
Cuando vi mi sangre en tu pierna, las gotas tan
oscuras y limpias, ese rojo arterial verdadero,
ni siquiera podía pensar en la muerte, te
quedaste allí sonriéndome,
en cuclillas en la bañera sobre tus patas
largas y te limpiaste.
El enorme y duro capullo de tu glande en mi boca,
los pétalos oscuros de mi sexo en tu boca.
Podía sentir que la muerte se alejaba, se alejaba cada vez más,
y me olvidaba, perdiendo mi dirección, su
palma olvidaba la curva de mi mejilla en la mano.
Luego cuando nos tumbamos bajo el resplandor pequeño de la
lámpara y vi tu labio inferior
glaseado con una luz como fuego líquido
te miré y te dije que sabía que eras Dios
 y que yo era Dios y nos tumbamos en la cama
sobre una nube oscura, y en algún lugar bajo nosotros
estaba la tierra, y de algún modo todo lo que hicimos, la
sangre, el punteado rosa de la cabeza,
el nácar líquido que sale de la hendidura, la
bondad de todo lo que hicimos llegaría
hasta aquí mismo, encontraría su floración en el mundo.
Me gusta mucho de los poemas de Olds, el hecho de que nunca deje a un lado las raíces de lo humano, encontrar vestigios de prehistoria en las situaciones más mundanas de la vida en el siglo XXI. Por ejemplo, en el poema genial que abre este libro cuenta la historia de una tentativa de suicidio: un tipo sube a la azotea de un edificio y amenaza con arrojarse al vacío. Los cuerpos de seguridad acuden al lugar y despliegan el dispositivo para salvarle la vida. Cuando todo termina, los agentes encienden unos cigarrillos y entonces el poema da un giro que te transporta directamente al pasado e inunda de humanidad toda la escena:
(…) el policía alto se encendió
un cigarrillo, y le ofreció, y
luego todos encendieron cigarrillos, y el
rojo refulgente de los extremos ardía como las
hogueras pequeñas que encendimos en la noche,
al principio, en el origen del mundo.
De pronto encuentra la manera no sólo de situar al lector en una posición totalmente cercana a los personajes del poema, sino de transmitir esa sensación de unión con toda la humanidad por el simple hecho de compartir con ellos el momento y el hecho de estar vivos. Hay un amor, una serenidad, una fuerza y una energía brutales detrás de esas palabras.

Me gusta que nunca resulte pretenciosa, y que nunca juegue con la crudeza de sus recuerdos con el objetivo de dar pena, se limita a narrar con una voz original, propia.

Y por supuesto hay que detenerse en los poemas de la parte final del libro, que dedica a su experiencia como madre.
(…) Cuando el amor viene a mí y me pregunta
¿Qué sabes? Respondo Esta niña, este niño.
Son poemas desgarradores de ternura y cicatrices, que utilizan la perspectiva más física para dar a conocer al mundo sus pensamientos íntimos en relación a los hijos. Me ha encantado que fueran tan atemporales y animales, austeros, sin adornos: la maternidad carnal con sus partos, fiebres, miedos y gruñidos… nada que ver con la idealización pastel de un anuncio de pañales.

ESE MOMENTO
Casi hace demasiado tiempo para recordarlo,
sucedió cuando era una mujer sin hijos,
una persona de verdad, como una figura en pie en el campo,
solitaria, oscura frente a la cosecha tenue.
Los niños estaban allí, eran figuras sombrías
fuera de la valla, indistinguibles como
masas informes y lejanas con rostros en el crepúsculo.
No recuerdo, una vez más,
el momento en que me giré para llevármelos, el talón
que gira en la tierra, aplastando las cabezas de los
tallos de trigo bajo el pie, el
cuerpo que oscila súbitamente alrededor como la
figura plana de una veleta al
girar cuando el viento cambia. No
recuerdo el viaje desde el centro del campo hasta el límite
o el chasquido de la valla como la rotura de las
fronteras del mundo, o mi salida por
completo del campo roturado y el llevármelos
en los brazos como tú te llevarías
las claras y las yemas de los huevos en los brazos cayendo
pegajosas sobre ti, con manchas, limosas,
glaseándote. No puedo recordar ese
instante en el que les entregué mi vida
como alguien que de pronto entregara su vida a Dios
y permanecí con ellos fuera del universo
y después como un dios me di la vuelta y los traje al mundo.

lunes, 10 de abril de 2017

El ocaso del discernimiento electivo



Procuro mantenerme al margen de las tendencias consumistas, tengo una predisposición clara hacia lo underground y/o subversivo. En el terreno literario sé desde que era una cría que un libro siempre te lleva a otro libro, y me encanta que lectores insaciables en cuyo criterio confío, me recomienden los textos que más les han emocionado. Por eso, entre otras cosas, hago este blog desde hace ocho años, sencillamente para hablar de los libros que me da la gana, excluyendo las malas críticas porque sé que la publicidad negativa es incluso más ruidosa por el morbo que genera.

En el lateral derecho de estas líneas, hay un icono de un búho con un letrero que reza “Ad-free blog”, que significa “advertisement free blog” o “blog libre de publicidad”. Es decir, nada de lo que aparece aquí me revierte a mí un solo céntimo por incluir espacios de publicidad comprada. Pero igualmente recibo emails con invitaciones de empresas relacionadas con la industria editorial, que me invitan a escribir posts sobre sus productos o servicios, que en cada caso me reportarían supuestos ingresos o descuentos. Nunca los acepto: ni creo en la utilidad de sus servicios ni me apetece trabajar para otros por una miseria.

Muchos blogs, canales de Youtube, etc., aceptan y cobran por incluir publicidad en sus publicaciones, las personas que están detrás se definen a veces con el rimbombante “creador de contenido” aunque en muchas ocasiones ese contenido es su vida privada en vídeos que captan rápidamente seguidores morbosos. Contactan con marcas para publicitar productos que de otra forma jamás hubieran utilizado y el dinero entra rápida y fácilmente, personalmente me parece de un mal gusto exagerado.

En esta línea de despropósitos, hace poco vi un vídeo en el que una chica anunciaba que por fin había encontrado el servicio on-line definitivo, el que había esperado durante mucho tiempo: era una suscripción de moda en la que pagabas para que otra persona eligiera algunas prendas y accesorios y te las enviara a domicilio, es decir, una especie de cita a ciegas con tu armario, o un personal shopper virtual. Me pareció espeluznante, incluso entré en la web para leer más información y confirmar mis sospechas, era extremadamente poco personalizado, todo se hacía mediante un pequeño test que excluía todo tipo de tendencias estilísticas subculturales, como era de esperar. Se suponía que podías devolver las prendas que no te habían gustado o que no te valían, pero ya habías pagado por ellas por adelantado, había toda una política de cambios y devoluciones, en fin: qué mal gusto y qué pereza. Creo que la imagen personal es una herramienta de expresión tan buena como cualquier otra, ¿por qué no hacer uso de ella, o lo que es peor, por qué permitir que un desconocido lo haga por nosotros?

Pero es que hace poco descubrí que existía el mismo servicio para lectores sin alma, es decir, una empresa que elige un libro por ti, lo empaqueta y te lo manda a domicilio. ¡Bum! Se acabaron las charlas tan enriquecedoras con bibliotecarios y libreros, los paseos entre estanterías, incluso las búsquedas en catálogos on-line. También, por descontado, las recomendaciones de amigos y críticos de confianza, se acabó que un libro te lleve a otro libro, fin a eso de elegir por ti mismo: llegó el ocaso del discernimiento electivo. Me pareció descorazonador, llámenme exagerada, no puedo explicarlo de otro modo.

Para colmo, en esa empresa utilizan como reclamo definitivo un envoltorio feliz y lleno de detalles, del tipo marcapáginas que nadie usa, la nota de prensa de turno impresa en un papel muy bonito y tonterías de ese tipo al más puro estilo Mr Wonderful (el regalo que nadie con dos dedos de frente quiere recibir). Puag.

También existe ya el servicio previo pago de viajes por sorpresa: para qué elegir el destino, para qué informarse sobre él, para qué organizar con mimo el viaje a ese sitio que siempre soñamos, si un desconocido puede decidirlo por nosotros, o si ya hemos dejado de soñar con algún lugar en el mundo porque hemos frito nuestro cerebro delante de mil pantallas y ya no nos funciona.

No sé, a mí todo esto me activa las alarmas e imagino un mundo no muy lejano en el que una empresa, bajo suscripción previa, te haga llegar puntualmente la comida a mediodía, un menú sorpresa, para que no tengas que pensar qué comes. O por qué no, una red social de citas en la que no tengas que molestarte en hacer ningún tipo de criba, a la hora acordada llamará a tu puerta el ser humano con el que tendrás sexo ese día (qué demonios, ya existe ese monstruo llamado First Dates, me rindo). Qué puedo decir, me imagino a los emprendedores que están detrás de este tipo de iniciativas, riéndose a carcajada limpia de todos aquellos que compran sus servicios, pienso en cómo hemos llegado a este punto, y me da pena.

jueves, 26 de enero de 2017

Cinco expresiones que odio



1.- Salir/permanecer en la zona de confort
Creo que no necesita demasiada explicación. Apesta a manual de autoayuda y al escucharlo da la impresión de que quien lo usa no ha viajado demasiado y/o tiene miedo a hacerlo.

2.- (Adjetivo) no, lo siguiente
Alguien que utiliza esta expresión denota un léxico pobre y/o lentitud mental para escoger un término apropiado. A veces incluso se utiliza de forma encadenada (lo siguiente, no: lo siguiente, no: lo siguiente, etc.) y es entonces cuando definitivamente debería ser delito.

3.- “La dije que”, “te le mando”
Los laísmos y leísmos son tan dolorosos para el oído como el grito de una banshee. Tan fácil como identificar qué funciona como complemento directo o indirecto en la frase, para elegir así el pronombre adecuado en cada caso.

4.- “Tienes mala cara, ¿te pasa algo?”
Y tú, ¿tienes algún problema con las habilidades sociales? En serio, los comentarios negativos o las opiniones no solicitadas… ¡guárdatelas! ¡No las digas en voz alta! Es muy desagradable. Estas situaciones suelen traerme a la mente esta frase: “Please don’t disturb, I’m disturbed enough already”, algo así como “por favor, no me molestes, ya estoy lo suficientemente molesto”.
Esto sería extensible a los comentarios (supuestamente) positivos pero provenientes de personas desconocidas, esto es, acoso sexual callejero. Simplemente, NO lo hagas. No hay discusión posible sobre esto. No, nunca, en ningún caso.

5.- “Les quiero compartir; les comparto”
¿Que me compartes a mí...? ¿¡Con quién, con qué!? Una de tantas incorrecciones sudamericanas que se está asentando cada vez más, muy habitual entre bloguers, video bloguers y youtubers. Con lo fácil que es un sencillo “me gustaría compartir con vosotros algo; quiero compartir contigo algo”, etc.

Hay muchas más; por hoy es suficiente.


viernes, 8 de julio de 2016

Vernon Subutex I - Virginie Despentes



Virginie Despentes es escritora y cineasta, muy conocida en la cultura underground. Nació en Nancy, una localidad francesa, en el año 1969. Uno de sus obras más conocidas es “Fóllame”, una novela que fue llevada al cine, y “Teoría King Kong”, un brillante manifiesto feminista, entre otros títulos. Su falta de inhibición y su calidad literaria son dos de sus puntos fuertes.

“Vernon Subutex I” es la primera parte de una trilogía cuyas segunda y tercera partes aún permanecen sin entregarse a imprenta, según ha declarado la autora. Durante la pasada Feria del Libro de Madrid, en la que Francia fue el país invitado, Virginie Despentes presentó este libro, así que pude conocer algunos datos nuevos sobre su obra y ser víctima de su intensa mirada azul.

Viaje a los bajos fondos
“Vernon Subutex I” es sobre todo un ejercicio de empatía brutal. Virginie Despentes no tuvo un comienzo fácil, muy pronto tuvo que dejar el instituto y buscar un trabajo, y fue víctima de la violencia de la sociedad heteropatriarcal como bien ha narrado en sus ensayos y novelas. Sin embargo, se ha labrado un nombre importante en la literatura y el cine, y vive de ello. Pero no olvida a ese gigantesco segmento de la población para quienes cada día es un ejercicio de supervivencia. Verse atrapado en las calles sin un lugar a donde ir es más fácil de lo que parece, y ser conscientes de esta realidad y no mirar hacia otro lado, nos hace mejores personas.

París es una de esas grandes capitales donde los contrastes sociales se aprecian con mayor virulencia. Es una ciudad rica y ostentosa con un nivel de vida muy alto… para quienes se lo pueden permitir. También es el lugar donde miles de inmigrantes acuden a recoger las migajas de la promesa europea, donde también más se les invisibiliza y conmina en guetos, y donde las incompatibilidades fanáticas y las trifulcas raciales alcanzan cotas de violencia difíciles de digerir.

En París y en muchos otros sitios es muy fácil verse envuelto en la miseria, casi de la noche a la mañana: esto es lo que le sucede al protagonista, Vernon Subutex, quien se ve acosado por las deudas y obligado a cerrar su negocio, mientras poco a poco la miseria le engulle como si de una ciénaga voraz se tratase.

Narración en fotogramas
Con “Vernon Subutex I” no valen excusas: quienes prefieren ver la película antes que leer el libro se darán cuenta de que en esta novela el ritmo es trepidante y las escenas son poderosamente visuales, de modo que parece haber sido escrita para llevarla al cine. Al menos, no cabe la menor duda de que su autora también trabaja para la industria cinematográfica. En cualquier caso, el libro se lee muy deprisa, a pesar de sus más de 300 páginas.

Ve la persiana bajada de la floristería, los tres chavales mamados que avanzan dando tumbos, una silueta tumbada en el banco de una parada de autobús. Los acontecimientos de la noche anterior desfilan por debajo de su cráneo sin suscitar en él la menor reacción. Está apagado. Es un espectador, alguien que se ha colado dentro de sí mismo, un clandestino. Porque al final ha sucedido: el vacío lo ha engullido.

Durante la presentación del libro en Madrid, el público estaba conformado casi exclusivamente por mujeres miembros del colectivo LGTBI, pero un señor mayor con aspecto de estar ahí por casualidad intervino en el turno de preguntas, muy asombrado porque la trama del libro coincidía punto por punto con su vida: también él había tenido en el pasado una tienda de discos que quebró. Lo curioso es que nadie se interesó por saber los detalles, al fin y al cabo el público se había reunido allí para hablar del libro y escuchar a la maravillosa Virginie, a nadie le interesaba ese señor, menos aún si era un mendigo.  Una vez más, la ficción captó el interés por encima del mundo real. La ceguera social que transmite la novela se hizo realidad allí sin ensayarlo.

Despentes prometió mantener el ritmo frenético en las siguientes entregas de la novela, que contará entre sus nuevos personajes con un protagonista femenino arrollador: una motera tatuada. Espero leerlo muy pronto.

jueves, 7 de julio de 2016

"A orillas de la Estigia"


Esto es la Estigia, pequeña alma individual,
la Estigia, pequeña alma sorprendida.
Oirás la baja voz de Caronte en la megafonía,
te empujará hasta el embarcadero la invisible mano
de una ninfa huida del bosque terrenal
(aquí todos trabajan desde antaño).
En los pestañeantes reflectores verás cualquier marca
del revestimiento de hormigón armado de la orilla
y cientos de motoras en vez de aquella barca
desde hace tantos siglos de madera podrida.
La humanidad se ha multiplicado varias veces y ya ves lo que pasa
mi pequeña y nostálgica alma.
Con gran daño del paisaje
los edificios se han acumulado junto al lago.
El transporte fluido de las almas
(millones de pasajeros año tras año)
es ya inimaginable
sin almacenes, diques y salas.
Hermes, mi pequeña alma pintoresca,
debe prever con antelación para otros días
qué guerras y dónde, y qué tiranías,
para después contar las barcas de reserva.
Gratis pasarás a la otra orilla
y sólo por nostalgia hacia otros tiempos
hay unas huchas en las que leemos:
se ruega no depositar la calderilla.
Subirás en el ascensor siete gamma
a la barca tau once.
Cabrás, cabrás apretujada entre otras muchas almas,
así lo quieren la necesidad y los ordenadores.
En el Tártaro te espera también una estrechez terrible
porque no es, como debería, flexible.
Movimientos reprimidos, arrugadas ropas,
en la cápsula de Leteo apenas una gota.
Mi pequeña alma, sólo si dudas de la otra vida
tienes una más amplia perspectiva.













"El gran número / Fin y principio y otros poemas"
Wisława Szymborska
Madrid, 1998, Editorial Hiperión

miércoles, 27 de enero de 2016

Echar de menos duele


Rápidamente se escapa el tiempo, sádicamente inclemente, terriblemente inaprensible, y al mismo ritmo se van acumulando ausencias.

Quién te lo iba a decir a ti, ¿verdad? Y sin embargo ahora ahí estás, sintiendo la sangre circular suicida en dirección contraria, el nudo férreo invadiendo la garganta, la emoción a flor de piel a cada instante. “Te echo de menos” es solo un mensaje de whatsapp entre millones, mil otros lo conminarán al olvido digital en breve, y sin embargo…

Sin embargo ahí está, brillando incansable entre tus ojos mucho después de apagar la pantalla. Obligándote a repetirlo en bucle hasta alcanzar el insomnio.

And here it comes again

¿Será te echo de menos y nada más?¿Te echo de menos y también hay algunas cosas que no fui capaz de decirte? ¿Te echo de menos porque es lo que se espera que digas en esas ocasiones? Pero siempre te ha dado igual lo políticamente correcto, y entonces piensas que quizá es un te echo de menos y la sangre ha decidido circular en dirección contraria, igual que la tuya, y que quizá no hayamos sabido gestionar convenientemente nuestro tiempo, y ahora ya se ha acabado.

I miss you like a phantom limb

Decides que no te puedes quedar ahí, al fin y al cabo no hay mucho que puedas hacer, o eso crees, y ya aprendiste por la vía áspera que vale más cortarse un brazo a tiempo y huir, que perder la vida intentando abrazar lo inaprensible.

I don’t need you but I’m still craving

Echar de menos duele más aún cuando todos los presagios indicaban lo contrario y tú juzgaste inútil rescatar la vieja coraza azul que, al fin y al cabo, tampoco obraba milagros.

Milenrama, eucalipto, pasiflora, ruda. Un puñado de noches después.

I needed more, I had to go

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

jueves, 20 de agosto de 2015

Ágatha


Ágatha tiene el pelo azul y el universo en los ojos, que miran al infinito. Por el momento no voy a deciros dónde vive pero, si por casualidad os topáis con ella dentro o fuera de los túneles, decidle por favor que la estoy buscando.




Cold you felt
Like a wooden doll went through his hell
But I found you ran away with you
Talked to you
Saved you too
Day by day
More veils disappeared
And turned to grey
Fell to ashes
Took away your fears
Smiles came back
No more tears
Leave behind dusty backyards
Come with me come with me
For you and me
For heaven's sake
Blue Heart
Take away those lost and poors years' sorrows
Blue Heart
Face these joyful eyes of your tomorrow
Blue Heart
Run with me uphill where summits touch the sky
Blue Heart
Take away those lost and poors years' sorrows
Blue Heart
Face these joyful eyes of your tomorrow
Blue Heart
Fly with me and we will never say goodbye
Deep dark eyes
Taste your ruby blood
You hypnotized
Made me risk all what seemed worth to me
Golden leaves
Got the key
From then on
Sand could feed
No rose will lose it's thorn
All the valleys
Of this unknown land
Will stay green
Take my hand
Leave behind dusty backyards
Come with me come with me
For you and me
For heaven's sake
Blue Heart
Take away those lost and poors years' sorrows
Blue Heart
Face these joyful eyes of your tomorrow
Blue Heart
Run with me uphill where summits touch the sky
Blue Heart
Take away those lost and poors years' sorrows
Blue Heart
Face these joyful eyes of your tomorrow
Blue Heart
Fly with me and we will never say
goodbye

martes, 18 de agosto de 2015

"Ser grieta" - Sor Kampana


Madrid, agosto, un verano agridulce; y solo han pasado unas semanas desde que la Editorial Alba me arrebatara de golpe las ganas de v̶i̶v̶i̶r̶ leer (ya os hablaré sobre ello).
El azar me lleva de la mano hasta una biblioteca pública y me quita la venda de los ojos delante del típico expositor de libros recomendados.
Entre otros libros anodinos que no sacuden mi abulia veraniega, enseguida me sorprende "Ser grieta" con un diseño b/n bastante sofisticado, una presentación editorial que promete al menos cierta calidad de contenido, y sigo detectando señales...: Sor Kampana, no me suena nada, pero esa K junto a esas connotaciones religiosas me está indicando protesta, lucha activa, insumisión, me gusta; las campanas me evocan rápidamente ese aviso al que se refería mi admirado David González en el vídeo promocional de su poemario "Campanas de Etiopía": La poesía es como una campana. Y yo soy el que la toco. Avisando del peligro. No me equivoco en absoluto. Por otro lado, al coger el libro había pensado que el pseudónimo correspondía a una escritora, por aquello de estar en femenino, y cuando lo abrí me di cuenta de que el autor era un tipo, un valenciano nacido en el 63, y entonces me gustó aún más. ¡Qué cañero!, pensé (y qué atrevido), y tampoco me equivocaba.

¿Dónde he estado encerrada para no haber conocido hasta ahora a este autor? Me pregunto. Nadie lo sabe. Lo importante es que ya lo conocí y que se encuentra a salvo y en remojo en este mar de letras saladas.

Dice el prólogo de David Trashumante, entre otras verdades:

Y es que ser grieta es luchar por recuperar la vida libre de convencionalismos sociales, escapar de la retórica rutina del engranaje y posicionarse del lado de los desheredados, de los inadaptados y los declarados dementes por el sistema uniformizador capitalista. Es posicionarse del lado de Los Despojos del Espectáculo y con ellos, El Alimaña, Alex Badal y cía..., hacer la gira más larga y patética de la historia de las promociones editoriales. Como recién cagaditos de Guy Debord, hijos bastardos de La Sociedad del Espectáculo que ya treinta y tantos años antes vaticinaba que nos íbamos a dar la gran hostia como especie. 

Pienso en el gesto bobino que recibo cada vez que recomiendo a Guy Debord a gente que lee mal o que no lee nada, pienso en el escalofrío que me recorre el espinazo tras darme de bruces contra un muro de cemento una vez más por haberlo intentado..., y cierro los ojos mientras exhalo el aire despacio por haber encontrado, una vez más, alguien con quien entenderme eso sí (cómo no), entre las páginas.

Sor Kampana, a quien da vida Antonio Belarte Aliaga, es creador de poesía social de buena calidad. No tiene nada que ver con los poetas a los que admiran últimamente las adolescentes, y que tras versos coquetos que aluden directamente a la emoción facilona y rápida, no transmiten nada. Al menos nada que sea cierto.

Aquí encuentro versos que me gustan mucho, de esos cargados de contenido, que no desperdician ni una sola de las sílabas de los que están compuestos, y que siguen transmitiendo más mensajes agazapados cuando el lector se toma un momento para leer entre líneas.

Ser grieta es ser el objeto punzante que rasga el muro de lo impuesto, ser el primer pinchazo que inicia la fisura, o ser uno más en un montón de granos de arena, ser uno de esos pececitos enanos que un buen día se agrupa con el resto y todos juntos se comen al pez grande; es atreverse y gritar hasta hacer desaparecer la injusticia, es no permitir que los convencionalismos tradicionalistas sigan provocando ni un segundo más de dolor a los más débiles.

(...) no les miréis a los ojos,
podríais veros reflejados
y morir de culpa o de asco.

Leo como un sediento emocionado, encontrando entre las páginas aquello que quiero leer |*que me lea por dentro, y así es como llega sin avisar EL poema (que me destroza).

Si caes destrozado junto a un portal
y el horizonte es un adoquín;
si el pavimento te parte la cara
y los sueños reptan
buscando sumideros
en los que gotear su desencanto;
si el cielo es una pálida utopía,
desgarrada,
y el amor pasa de largo
y escupe al espantajo desparramado;
entonces,
y sólo entonces,
eres el poema,
un sucio poema
a punto de manchar el asfalto
y salpicar a los viandantes.

La cursiva, la negrita y las cicatrices, son mías.

Los versos de Sor Kampana han sido musicalizados por Extremoduro, Kutxi Romero, Marea y otros muchos. Comenzó su andadura en plena década ochentera valenciana y al parecer tiene un largo historial de literatura de combate que estoy deseando investigar en breve. Los aires punk, la pérdida de modales causada por el hartazgo, la protesta sin ambages contra la injusticia... me recuerdan al canal de YouTube de Koala Rabioso y por afinidad al grupo de punk-rock Penadas por la Ley; a las granadinas A.C.A.B.A.D.A.S. y a todos esos agitadores culturales de conciencias que cada día luchan, en fin, para abrirnos los ojos a todos.

(...) Mañana volveré a salir de mi infierno
para perturbar vuestra paz,
y os recuerdo que también caeréis,
ahogados en vuestro propio caos,
que la suerte se acaba,
que no espero permiso ni perdón,
que no pienso parar,
que nadie me detendrá.

Este libro es capaz de traerme incluso fantasmas como el de Percy Shelley y los tatuajes de botellas con mensaje dentro, a través de este poema (maldita sea) intergaláctico.

Toma unos poemas incendiarios,
introduce tus entrañas en una botella,
ponle una mecha de voz
y ya tienes dispuesto tu particular cóctel molotov;
sal recitando a la calle sin pasamontañas,
vuelca vehículos de prestigiosa estupidez
y levanta barricadas de desnudez,
enciende tu artefacto poético
y que arda el desamparo en los autobuses
y la soledad en cada esquina,
y que ardan los contenedores
de basura emocional.

Que resplandezca en las calles
al fin
la conciencia de saberse vivo,
las implicaciones del colapso necesario
y la risa
rebosando sumideros,
para que la empatía sustente nuestras vidas
y guíe nuestros actos
más allá de los sueños.

Este magnífico poemario está dividido en tres secciones, a saber: "Desde mundos resquebrajados", "Fisura a fisura" y "Abriendo grietas en el muro". Es en este último apartado donde el autor definitivamente se deja llevar y es más directo, artístico y cargado de contenido. De verdad que me entusiasma, podría seguir copiando poemas y poemas hasta transcribirlo entero; sólo unos versos más (a favor de los derechos LGTB), y adiós.

(...) Desde su cielo paternal
un ojo viril nos mira,
abrasador,
horrorizado,
beligerante;
y maldicen nuestros cuerpos desnudos,
y aborrecen los sexos indefinidos,
y condenan los roles descarriados,
somos y seremos humanos libres
gozando
las grandezas del instinto.


P.D.: La cursiva, la negrita y el escalofrío emocionado, una vez más, son míos.

lunes, 16 de junio de 2014

Las ratas del Retiro


Termina un año más la FLM sin que esta vez haya tenido que trabajar en ella (nunca más, te lo prometo, nunca más, me repito como una letanía, una nana apaciguadora). El recuerdo del frío de la interminable edición de 2013 me hace temblar sólo un instante y olvido que la feria existe. Tuvo que llegar la promesa de las firmas de gigantes como Pilar Pedraza, Neil Gaiman, Javier Marías... y una compañía inmejorable para que cediera a abandonar mi refugio en el norte y poner rumbo a ese lugar de recuerdos y perdición, aparcar el corcel en la tantas veces atravesada puerta del parque frente a la boca del metro de Ibiza y... ratas.

Las mismas caras, los mismos estantes combados, el mismo mal olor, el mismo calor, los mismos libros en la mayoría de expositores, el mismo polvo de siglos sobre las cubiertas, el mismo sopor negro apagado y mate, las mismas actividades sin imaginación, algunos kilos de más y la sombra de unas ojeras que antes no estaban, o acaso es que el año pasado no las supimos ver.

Los busco, pero no encuentro ni un solo segundo de la vida que perdí entre esas paredes de contrachapado. El revuelo se centra como siempre en las casetas donde firman los que no saben hacer la o con un canuto. Concursantes de programas de televisión, presentadores trasnochados, farsantes disfrazados. 

Miro al pasar a los escritores desconocidos que esperan el primer libro para firmar: el brillo desesperado de sus ojos contrasta con su gesto despreocupado ensayado frente al espejo. Sigo caminando y veo también los rostros-máscara de los habituales del underground literario... y ratas por doquier.

Por suerte, un tic-tac, toc-toc de color rosa que ondea sujeto con pinzas, golpea suavemente en mi contradictoria cabeza, me despierta de la ensoñación y vuelvo a sonreír, esquivando curiosos y lectores.

Caminando de puntillas con cuidado... con brújula pero sin mapa conseguimos charlar con las chicas de las librerías feministas, aprendemos, intercambiamos direcciones de contacto, compartimos y llenamos la mochila de energía (cada día que pasa me reafirma más en que la vida es un maldito videojuego).

Mestre, mágico y multicolor
Las pinceladas de Juan Carlos Mestre se elevan y vuelan sobre los techos de las casetas y bañan el parque entero de destellos y luces multicolores; el increíble e inigualable Frank G. Rubio me consigue una camiseta de Valdemar mientras ante su regocijo prometo erigirle una estatua junto a la del Ángel Caído del Retiro; el barquillero grita; un niño deja caer para siempre la bola de su helado al suelo; alguien compra por casualidad un libro de Deleuze en Traficantes de Sueños sin saber que en ese instante algo enorme en su vida cambia; el cuarteto de cuerda interpreta Nothing else matters a la sombra; en Huerga y Fierro ya no hay latas de cola para Leopoldo María Panero (DEP, maestro de tinieblas); alguien sonríe de medio lado mientras lee un libro de Tiqqun apoyado contra un árbol; una historia antigua que habita dentro de un poema (como los fantasmas de Morey, lanzándose desde el futuro al pasado) me guiña al pasar un ojo; el gato de Gaiman sigue protegiendo el brazo de las cosas buenas; en el lago del Retiro un remo golpea una botella con un mensaje dentro... 

...y en ese mensaje...
Está escrito tu nombre.

Gracias, Frank.

viernes, 2 de mayo de 2014

Epitafio

Apuesto a que nadie, nunca, ha escrito el nombre de John Keats en el agua.

lunes, 17 de febrero de 2014

"La habitación oscura" - Isaac Rosa


Este no es el libro del año, ni Isaac Rosa el mejor escritor del mundo, pero en “La habitación oscura” trata una serie de cuestiones sobre las que conviene detenerse un poco.

¿De qué se alimenta el deseo? La excusa para iniciar esta locura de novela surge de un grupo de amigos que se quedan de repente a oscuras durante un apagón, y que comienzan a enrollarse entre ellos sin saber quién es quién. La experiencia les resulta tan sorprendentemente gratificante que deciden construir un cuarto oscuro privado en un local. Parejas y solteros, todos a ciegas participan y a pesar de la tiniebla nos van siendo presentados, sus rasgos definidos y sus miserias descubiertas. 

¿Por qué mirar a los ojos a la oscuridad? A tientas, sus historias encajan en la de seres infelices que utilizan ese espacio como refugio donde abstraerse del mundo que les es hostil, una vuelta al origen, al vientre materno, un lugar en el que quitarse la careta, donde no-ser.

¿Por qué buscar placer en lo desconocido? Un disfraz, un nick, una mentira detrás de otra... todas son excusas válidas para abstraerse de sí mismo y dar rienda suelta al instinto primitivo de conquista. Los personajes de Isaac Rosa son unos perdedores sin ambiciones, pero desprenderse de los prejuicios y buscar a tientas, con instinto animal, a alguien que anhele lo mismo, no tiene por qué surgir siempre de una cabeza mal amueblada. Cualquiera que comience a leer esta novela puede pensar que se trata de una propuesta atrevida que evolucionará de una forma feliz, y que nunca se convertirá en un nido de problemas, pero precisamente la reflexión estriba en el hecho de que cualquier experimento a este nivel, si está mal gestionado, puede resultar un fracaso. Del mismo modo que en manos de personas adultas y mentalmente sanas puede convertirse en un plan perfecto.

¿Cómo olvidar la mirada escrutadora de quien hasta ahora sólo te había visto a ciegas? Mientras sus vidas se desmoronan como un castillo de naipes, los miembros del grupo acuden al cuarto oscuro a lamerse las heridas. Así pues, un juego privado que surgió como fuente de diversión, placer y locura se convierte poco a poco en una evasión, la oscuridad como desconexión: cuando cualquiera de ellos traspasa la puerta, el mundo se apaga ahí fuera.

¿Por qué dejarse arrastrar por unos ojos de luz, unos ojos de mar? La rabia crece como una bola de nieve que rueda en el interior de cada uno de los miembros del grupo, alimentada por una serie de injusticias sociales que Isaac Rosa introduce (de una forma un tanto forzada, por cierto) como excusa para hacer una crítica feroz al sistema capitalista. Así, de ese pozo de tinieblas salen a la luz espionajes internautas (a nivel casero pero también político y empresarial), protestas callejeras, desahucios, bancarrotas y un largo etcétera de miserias que dejan al descubierto la parte más inhumana del ser humano. El libro, que data de 2013, gracias a esas pinceladas adquiere actualidad: lo que narra está sucediendo hoy mismo. Sin embargo, el hilo argumental en torno al cuarto oscuro podría ajustarse a cualquier época. De hecho, es inevitable no evocar la caverna de Platón cuando quienes desean permanecer en silencio y a solas se colocan contra la pared y quienes buscan sexo se sitúan en el centro mientras palpan torpes alrededor en busca de alguien con quien compartir ese deseo: así, ellos no ven sombras ni tampoco están atados, pero componen una escena de seres que se reúnen en torno a un fuego que no ilumina, pero que está ardiendo.   

¿Por qué no cometer una locura? Sólo disponemos de una vida y no podemos dejar de vivirla intensamente, parece querer decirnos cada uno de los personajes en un grito ahogado. La habitación oscura se transforma en un ente que es todos ellos en uno solo, que asume sus gritos y gemidos y los emite con una voz propia. Resulta aterrador mirar al vacío y que el vacío te devuelva la mirada, te absorba, te succione. En esta novela se nos da una única oportunidad de asomarnos y mirar, agarrados a una barandilla con las palmas de las manos humedecidas.

domingo, 19 de enero de 2014

"Vindicación de los derechos de la mujer" - Mary Wollstonecraft


“Espero que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de halagar sus encantos fascinantes y considerarlas como si estuvieran en un estado de eterna infancia, incapaces de valerse por sí mismas. Deseo de veras mostrar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que intenten adquirir fortaleza, tanto de mente como de cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la sensibilidad de corazón, la delicadeza de sentimientos y el gusto refinado son casi sinónimos de epítetos de la debilidad, y que aquellos seres que son sólo objetos de piedad, y de esa clase de amor que ha sido denominada como su hermana, pronto se convertirán en objetos de desprecio.”

Existen muchos motivos para descubrir y admirarse con el pensamiento de esta gran mujer, si uno todavía no tiene la suerte de conocerla. No sólo fue una luchadora por la igualdad de géneros, sino que lo fue en una época absolutamente aciaga: nació en 1759 y murió en 1797. 

Se trata por tanto de una de las pioneras del movimiento feminista, que escribió una serie de textos exponiendo sus opiniones sobre este tema de la forma más honesta y sencilla que uno pueda imaginarse, argumentando con sinceridad y muy buen tino cada una de sus posturas. 

“Deseo persuadir por la fuerza de mis argumentos en vez de deslumbrar por la elegancia de mi lenguaje.”

Su método consiste en elaborar sus teorías girando en torno a aquellas otras con las que está en desacuerdo, y así, da al traste con multitud de afirmaciones de autores a los que había leído y que a lo largo del tiempo se habían esforzado en explicar por qué la mujer era naturalmente inferior al hombre y debía servirle siempre.

"Se me puede acusar de arrogante, pero, pese a ello, debo declarar que estoy firmemente convencida de que todos los escritores que han abordado el tema de la educación y la conducta femeninas, desde Rousseau hasta el doctor Gregory, han contribuido a hacer de las mujeres los caracteres más débiles y artificiales que existen y, como consecuencia, los miembros más inútiles de la sociedad. Podría haber expresado esta convicción en un tono más comedido, pero me temo que habría parecido un fingido lloriqueo, no la ferviente expresión de mis sentimientos, extraídos del resultado evidente de la experiencia y la reflexión.”

Wollstonecraft establece que el gravísimo problema de desigualdad entre géneros radica en la base, que es la educación, puesto que desde que nacen, las niñas (o mejor: las bio-mujeres, como diría Beatriz Preciado) son tratadas como seres débiles y frágiles, y en ellas se suelen acentuar supuestas virtudes (que para Wollstonecraft son defectos) como la delicadeza y el postureo, haciendo de ellas seres dóciles e inútiles, enseñados desde el principio a situarse por debajo del yugo masculino: por ello crecen precisamente de ese modo: no han nacido así, han sido enseñadas. Hay que destacar que estas ideas proceden del siglo XVIII, y que después de doscientos años seguimos igual, si no peor.

Sin ir más lejos, sigo soportando a diario que a la feliz pareja que espera un retoño del género femenino, su círculo bombardea con exclamaciones del tipo: “Oh, qué bien, una princesita, para peinarla y ponerle vestiditos”; “Id comprando ropita rosa”; “Os regalaremos muñequitas para que juegue”. O la resignación de mujeres adultas que, conviviendo con un hombre, buscan pequeños refugios de ocio en los momentos en que él está trabajando, o ha hecho planes previamente por su cuenta. Así, hay millones de ejemplos a cual más estúpido y deshonroso para con el género femenino.

De este modo jamás se conseguirá la igualdad, mientras la mayoría de mujeres vivan cómodas en su aceptada inferioridad. Siendo mujer menor de 30 años, aún no me he acostumbrado (y me temo que ya nunca lo haré) a los comentarios extrañados de quienes se asombran de que me guste vivir libre e independiente. Incluso he tenido que soportar el juicio de bio-mujeres pseudo-feministas que decían valorar la valentía de las luchadoras pero se escudaban en su debilidad para evitar volar del nido, aún teniendo medios para poder permitirse escapar y vivir su propia vida; o, teniendo la posibilidad de trabajar y vivir por su propia cuenta, escudarse asimismo en su debilidad o en mil otras excusas y permanecer viviendo mantenidas.

Mary Wollstonecraft era una mujer sabia, y entre otras muchas cosas dejó escrito que a las niñas se les debe decir siempre la verdad, puesto que las eternas mentiras disfrazadas de recato o de mentiras piadosas son mucho más dañinas siempre: es una lástima que sus dos hijas no fueran educadas bajo su filosofía, ya que murió tras el segundo parto y fue el padre de las niñas quien se encargó de su educación, bajo otros métodos. 

Sobre la mentira, enfocada en este caso a la traición de pareja, opinaba lo siguiente: “Las artes que debe practicar para engañarlo la convertirán en el más despreciable de los seres humanos; y, en cualquier caso, las estratagemas necesarias para preservar las apariencias mantendrán su mente en aquel trajín infantil o vicioso que destruye toda su energía”. Luego queda claro que la mentira queda erradicada de la personalidad de quien queramos educar, siguiendo sus pautas.

Mary Wollstonecraft
Su redacción es impecable y clara, y despojada de todo adorno, como ella misma aclara al principio del texto. Sin embargo, en unos pocos fragmentos nos podemos topar con tesoros como este: “Pero me he adentrado desprevenida en tierra de hadas, sintiendo la brisa perfumada de la primavera acariciándome sigilosamente, aunque noviembre frunce el entrecejo.”

Este libro está enriquecido con multitud de citas extraídas de obras de Shakespeare; además, captada al azar, una frase del capítulo en que censura a los escritores que han hecho de las mujeres objetos de piedad, sienta la base fundamental sobre la que varias decenas de años después Guy Debord nos deslumbrara con sus teorías sobre “La sociedad del espectáculo”, y que otros pocos años después Vargas Llosa plagió descaradamente en “La civilización del espectáculo”. El fragmento en cuestión comienza a lo Ginsberg y termina, como decíamos, a lo Debord:

“Veo a los hijos y a las hijas de los hombres persiguiendo sombras y gastando ansiosamente sus poderes para alimentar las pasiones que no tienen adecuado objeto –si el mismo exceso de estos impulsos ciegos, mimados por esta mentirosa pero constantemente confiada guía, la imaginación, no hiciera, preparándoles para otro estado, a los miopes mortales más sabios sin su propia concurrencia, o, lo que viene a ser lo mismo, cuando estaban persiguiendo algún imaginario bien presente.
Tras ver los objetos bajo esta luz, no sería muy caprichoso imaginar que este mundo era un escenario en el que se representa cada día una pantomima para el entretenimiento de seres superiores. Cómo se distraerían al ver al hombre ambicioso consumirse a sí mismo persiguiendo a un fantasma y “buscando la engañosa reputación en la boca del cañón que le iba a reducir a la nada”: pues cuando la conciencia se pierde, no importa si montamos en un torbellino de aire o descendemos en la lluvia.”

La idea del mundo como escenario procede de “As You Like It” (“Como gustéis”), de Shakespeare, autor a quien Wollstonecraft cita a menudo de una forma muy inteligente y apropiada a cada ocasión.

Una de las primeras ideas que se expone en este libro es la de que las mujeres procedentes de círculos enriquecidos son educadas con mayores dificultades, lo cual en principio sorprende puesto que debería ser al contrario, ya que, se da por hecho, cuentan con los medios materiales para proporcionarse educación de calidad, si así lo desean. Pues bien, precisamente al proceder de familias acomodadas, han sido criadas con todos los lujos y están corrompidas por la riqueza, los títulos y la propiedad, por lo que ya no se encuentran en un estado natural que facilite una educación basada en unos pilares básicos de humildad y humanidad.

Hay que tener en cuenta que cuando uno lee a Wollstonecraft hay muchos años de tiempo entre medias, por lo que es necesario evadirse a pesar de que se trate de un texto excepcionalmente actual (precisamente porque en este ámbito no se ha evolucionado apenas nada) y con un lenguaje perfectamente comprensible hoy día: pero, por ejemplo, recomendaría obviar las referencias al catolicismo a los lectores ateos, tal y como yo he hecho (y no por ello he disfrutado menos del texto, lo aseguro), o, sobre todo, establecer en aquellos lugares donde sea necesario el término “sexo”, que ella sin distinción utiliza, por “género”, muchas veces más preciso y adecuado.

Por todo esto y por todo lo demás que queda a la espera en las páginas del libro para quienes deseen saber más, pienso y afirmo que, sin lugar a dudas, Mary Wollstonecraft es rock’n’roll, auténtico y genuino.

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