lunes, 31 de enero de 2011

"Cosas que los nietos deberían saber" - Mark Oliver Everett

Se trata de una original biografía del líder de la banda EELS, escrita en tono de humor con un trasfondo trascendental que al principio pasa desapercibido pero que va ganando importancia a medida que se suceden las anécdotas que conforman sus recuerdos.

Mark se presenta a sí mismo como el típico niño rebelde que detesta ir a clase y pasa su juventud rodeado de drogas y malas compañías, hasta que consigue hacerse un hueco en la industria musical y grabar algunos discos.


Su discurso lo conforman frases cortas y muy rápidas, directas al grano y exentas de eufemismos, por lo que se trata de una lectura cómoda y muy dinámica.

Para mi gusto, el libro mejora a partir de la mitad aproximadamente, cuando una serie de tragedias familiares cambian por completo la forma que tiene Mark de vivir y de ver la vida; realmente, en esos capítulos da una lección sobre la posibilidad de sobreponerse a la desgracia y seguir adelante pese a todo buscando la parte buena en cada detalle de nuestra existencia.

Personalmente, prefiero sin duda el libro a su música, pero resulta muy curioso escuchar sus discos tras leer el por qué de cada uno de ellos y las anécdotas que se ocultan detrás de las letras de sus canciones.

Como muestra, un fragmento de uno de los acontecimientos más devastadores:

(...) Debía yo de tener doce años cuando un avión se estrelló en nuestro vecindario. Aquella noche estaba solo en casa, sentado en la alfombra de color vómito del salón viendo What's Happening en la tele. A través de las cortinas empezó a relumbrar una luz anaranjada. Luego oí una especie de aullido cada vez más cercano y ensordecedor. De repente hubo una enorme explosión de sonido. La casa tembló como si la hubiese sacudido un terremoto (experiencia que he tenido años más tarde). Las ventanas temblaron y Tut chillaba sin parar. Como vivíamos tan cerca de Washington DC, pensé que estábamos siendo bombardeados.

Tut subió corriendo las escaleras para esconderse y yo fui tras él con el corazón en la boca, sin saber muy bien qué estaba haciendo. Volví a bajar las escaleras y encendí la radio de radioaficionado que mi padre tenía en la repisa de la cocina, pero entonces se me ocurrió que quizá la casa estuviese ardiendo y que mejor sería salir a la calle.

Salí descalzo a la calle intentando entender qué estaba sucediendo, lo mismito que el programa que había estado viendo por la tele. Me acerqué corriendo a la enorme columna de humo recortada por las llamas y las luces de emergencia contra el cielo nocturno, y a mi paso vi asientos y ceniceros y cuerpos desmembrados y desperdigados por todo el vecindario. Una casa había quedado demolida por completo, y cerca de allí había varios cadáveres tendidos en el parque. Cuando mis pies descalzos tocaron el asfalto aceleré y pensé en toda esa gente que hacía un instante estaba viva y ahora estaba muerta, y en lo muy vivo que me sentía en ese momento.

martes, 25 de enero de 2011

*

Con un grito terrible el Balrog se precipitó adelante; la sombra se hundió y desapareció. Pero aun mientras caía sacudió el látigo, y las colas azotaron y envolvieron las rodillas del mago, arrastrándolo al borde del precipicio. Gandalf se tambaleó y cayó al suelo, tratando vanamente de asirse a la piedra, deslizándose al abismo.

–¡Huid, insensatos! –gritó, y desapareció.

lunes, 24 de enero de 2011

lunes, 17 de enero de 2011

"Guarida de un animal que no existe" - Leopoldo María Panero

Descubro la literatura de un escritor que no había leído nunca pese a conocer su nombre y haberlo asociado siempre a un buen poeta; escucho con asombro su historia (gracias) y leo su “Guarida de un animal que no existe”, donde me sorprenden poemas aparentemente surgidos del más profundo inconsciente, plagados de imágenes tremendas, duras y contundentes.

Esperaré por ti en el ojo del huracán

el Diablo, dios del Trueno y de la Lluvia,

dejará caer su odio.

Muere en la ausencia el ciervo

y su mirada queda vagando

carcomida por los dientes de la página.

La selva, atrapada en el ojo del tigre,

resplandece en la perfecta simetría del poema

–en el tigre de mis ojos

en el labio de la página

adonde llego demasiado tarde.


Me encanta.


Sigo con los "Poemas del manicomio de Mondragón", hay algo a lo largo del libro que sitúa a tus pies en el centro del patio de un manicomio. Éstos son poemas más antiguos, las palabras se enlazan con más coherencia (pero no sé si ésa es la palabra). Igualmente, son poemas realmente oscuros, mente atormentada... Transmite emociones que quiero sentir, destellos en los que me reconozco, sé que seguiré buscando sus libros.



Danza en la nieve

mujer maldita

danza hasta que tus pies

descalzos sangren,

el Sabbath ha empezado

y en las casas tranquilas

de los hombres

hay muchos más

lobos que aquí.

Luego de bailar toca

la nieve: verás que es buena.

y que no quema tus manos

como la hoguera

en que tanta belleza

arderá algún día.

Partiendo de los pies

hasta llegar al sexo

y arrasando los senos

y chamuscando el pelo

con un crujido como de

moscas al estallar en la

vela.


Así arderá tu cuerpo

y del Sabbath quedará

tan sólo una lágrima

y tu aullido.



"...quedará tan sólo una lágrima y tu aullido." ... ¿no es extraordinario?

lunes, 3 de enero de 2011

"Jakob Von Gunten" - Robert Walser

Kraus es un caballero de pies a cabeza. Su verdadera época es la Edad Media, y es una lástima que no tenga a su disposición el siglo XII. Es la encarnación de la fidelidad, la diligencia y el altruismo discreto y desinteresado. Sobre las mujeres no tiene juicio alguno, se limita a venerarlas. ¿Quién recoge del suelo lo que deja caer la señorita y se lo alcanza con la rapidez de una ardilla? ¿Quién sale corriendo a hacer cualquier recado? ¿Quién carga la cesta de la compra de la maestra? ¿Quién friega la escalera y la cocina sin que haga falta ordenárselo? ¿Quién hace todo esto sin pedir siquiera que se lo agradezcan? ¿Quién está tan deliciosa y poderosamente contento de sí mismo? ¿Cómo se llama? Ah, yo lo sé. A veces me gustaría que Kraus me pegase, pero ¿acaso podría pegar alguien como él? Kraus sólo quiere lo bueno, lo justo. Y estoque digo no es una exageración. Jamás tiene malas intenciones. Sus ojos son aterradoramente bondadosos. ¿Qué puede desear un personaje así en un mundo como éste, adiestrado y programado para vivir de la garrulería, el engaño y la vanidad? Al observar a Kraus uno siente, sin quererlo, hasta qué punto la modestia se halla irremisiblemente perdida en este mundo.
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