sábado, 7 de febrero de 2009
Saga Crepúsculo - Stephenie Meyer
Hubiera sido delicioso leer esto con diez años menos, pero dicen que nunca es tarde... Desde luego no se trata de libros maravillosos desde el punto de vista literario, son repetitivos y simples. Pero la trama engancha como la que más, poderosamente.
Veo en el metro a diaro a gente leer, y nunca dejan de sorprenderme, en concreto, las señoras que llevan uno de estos entre las manos. Son muchas. ¿No son libros para adolescentes? Prefiero pensar que los libros no tienen edad, simplemente han de llegar a las manos del lector en el momento adecuado.
No me gustaría desvelar apenas nada sobre la trama, puesto que han bombardeado tanto con la publicidad que en este momento todo el mundo tiene que saber que es una historia de amor con vampiros de por medio... ¡pero mejor no vean la película! Creo que ni una sola vez he preferido la película al libro en el que el que se basaba: pues en este caso ocurre más de lo mismo.
Lean la saga, engánchese y regresen a esos años por unas horas.
"Jardín de cemento" - Ian McEwan
McEwan no siempre utiliza personajes infantiles, ¿no? Tendré que averiguarlo. En este caso se trata de unos infantes bien macabros, un grupo de cuatro hermanos que en poco tiempo se convierten en huérfanos de padre y madre.
No puedo evitar recordar el originalísimo "La niña que amaba a las cerillas" de Soucy (nada que ver con el tan conocido de Larsson y cuyo título se asemeja tanto a éste). Como decía, tanto McEwan como Soucy, en las novelas citadas, recurren a personajes infantiles que viven de una forma diferente al resto de niños, porque en sus casas ocurren tragedias. En ambos casos, también, el hecho principal que envueve al lector de principio a fin, por su singularidad, es el enterramiento de humanos dentro de la vivienda familiar, con todos los problemas y situaciones que este hecho acarrea.
Para los niños es algo natural, aunque se dan cuenta de que algo ocurre pero no pueden alcanzar a discernir qué. Serán personajes ajenos a su pequeño círculo, o las autoridades, quienes impongan de nuevo la cordura, lo socialmente correcto y la manera en que los niños tienen que vivir de acuerdo a la legislación vigente (llamémoslo orfanato). Pero esa nueva vida ya no aparece en la novela, lo que interesa desde el punto de vista literario es la situación descontrolada y atípica antes de que se vuelva a imponer el orden.
No puedo evitar recordar el originalísimo "La niña que amaba a las cerillas" de Soucy (nada que ver con el tan conocido de Larsson y cuyo título se asemeja tanto a éste). Como decía, tanto McEwan como Soucy, en las novelas citadas, recurren a personajes infantiles que viven de una forma diferente al resto de niños, porque en sus casas ocurren tragedias. En ambos casos, también, el hecho principal que envueve al lector de principio a fin, por su singularidad, es el enterramiento de humanos dentro de la vivienda familiar, con todos los problemas y situaciones que este hecho acarrea.
Para los niños es algo natural, aunque se dan cuenta de que algo ocurre pero no pueden alcanzar a discernir qué. Serán personajes ajenos a su pequeño círculo, o las autoridades, quienes impongan de nuevo la cordura, lo socialmente correcto y la manera en que los niños tienen que vivir de acuerdo a la legislación vigente (llamémoslo orfanato). Pero esa nueva vida ya no aparece en la novela, lo que interesa desde el punto de vista literario es la situación descontrolada y atípica antes de que se vuelva a imponer el orden.
martes, 3 de febrero de 2009
"After dark" - Haruki Murakami
"After dark" es algo así como un guión cinematográfico en el que realmente "no pasa nada", solo unos pocos personajes desfilan ante el lector, que puede conocerlos a través de lo que hacen en una sola noche. No puede decirse que tenga un inicio, un nudo y un desenlace (de ahí lo de "no pasa nada"). Solo son escenas en las que esos personajes se entrecruzan entre sí a lo largo de toda la noche, quizá por primera y última vez.
Como muestra, un pasaje emotivo: se trata de una escena que recuerda una de las protagonistas, en la que aparece su hermana, de quien se siente totalmente distanciada.
(...) "Cuando iba al parvulario, un día Eri y yo nos quedamos atrapadas dentro del ascensor de casa. Creo que fue por culpa de un terremoto. A medio camino, el ascensor sufrió una fuerte sacudida y se detuvo. Al mismo tiempo, se apagaron las luces y nos quedamos completamente a oscuras. Del todo. En serio. Ni siquiera podía verme la mano. (...) A causa del pánico, yo me quedé paralizada. Como si me hubiera convertido en un fósil vivo. No podía mover un solo dedo. Me costaba respirar, no podía emitir ningún sonido. Eri me llamaba, pero yo me sentía incapaz de responderle. (...) A mí me pareció terriblemente largo, pero es posible que no lo fuera tanto. Pero ya fueran cinco o veinte minutos, la duración del tiempo en sí misma no cuenta. Lo que importa es que Eri me estuvo abrazando todo el rato en medio de la oscuridad. Además, el suyo no era un abrazo normal. Era tan estrecho, tan fuerte, que parecía que nos fuéramos a fundir las dos en un solo cuerpo. Ella no aflojó la presión ni un momento. Como si pensara que, en cuanto nos separáramos, ya no podrímos volver a reecontrarnos jamás en este mundo."
(...) "Cuando iba al parvulario, un día Eri y yo nos quedamos atrapadas dentro del ascensor de casa. Creo que fue por culpa de un terremoto. A medio camino, el ascensor sufrió una fuerte sacudida y se detuvo. Al mismo tiempo, se apagaron las luces y nos quedamos completamente a oscuras. Del todo. En serio. Ni siquiera podía verme la mano. (...) A causa del pánico, yo me quedé paralizada. Como si me hubiera convertido en un fósil vivo. No podía mover un solo dedo. Me costaba respirar, no podía emitir ningún sonido. Eri me llamaba, pero yo me sentía incapaz de responderle. (...) A mí me pareció terriblemente largo, pero es posible que no lo fuera tanto. Pero ya fueran cinco o veinte minutos, la duración del tiempo en sí misma no cuenta. Lo que importa es que Eri me estuvo abrazando todo el rato en medio de la oscuridad. Además, el suyo no era un abrazo normal. Era tan estrecho, tan fuerte, que parecía que nos fuéramos a fundir las dos en un solo cuerpo. Ella no aflojó la presión ni un momento. Como si pensara que, en cuanto nos separáramos, ya no podrímos volver a reecontrarnos jamás en este mundo."
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