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martes, 25 de abril de 2017

Vernon Subutex 2 - Virginie Despentes


Despentes y moderación no van de la mano. Es el atrevimiento el que define su obra, que explora los resquicios más oscuros de los bajos fondos de la sociedad parisina en este caso. El año pasado descubrimos el personaje por el que apostaba Virginie para esta gran obra, Vernon Subutex, el vendedor de discos caído en desgracia. La crisis le había despojado sin contemplaciones de todo lo que poseía y la primera novela terminaba con él viviendo en las calles. Este escenario le sirve a la autora para hacer una crítica mordaz a la élite burguesa y su eterna psicopatía, así como aviso para todos los mortales de que la calle acecha ahí fuera y que en el momento menos esperado cualquiera podemos perder de un plumazo nuestros privilegios y empezar a pedir auxilio a quienes antes se lo negábamos.

p.73 Las élites cuentan con el pueblo para hacer el trabajo sucio.

La prosa de Despentes es envolvente: se ajusta al ritmo frenético de la calle y a las costumbres de los habitantes de los parques, los lugares abandonados y cualquier rincón que convertir en cueva en los suburbios. Los antiguos conocidos de Vernon Subutex se entremezclan en esta segunda entrega con los vagabundos con quienes comienza a compartir espacios, dando lugar a un baile delirante de drogas, prostitución, amenazas, venganza, convivencia y resquicios de humanidad en los momentos más inesperados. También hay lugar para la política, el postureo y la falsedad de las redes sociales, los medios de comunicación, la miseria del mundo laboral, los choques sociales, culturales y religiosos en una ciudad dividida en guetos… y mucha y muy buena música, una selección muy cuidada de viejos clásicos del rock que daría lugar a una lista de reproducción magnífica: Sex Pistols, The Who, David Bowie, Nick Cave, James Brown, The Jam, Iggy Pop… 

p.31 Él es amigo de los cuervos. En cuanto llega, los pajarracos lo reconocen y forman un círculo a su alrededor. Los cuervos parecen muchísimo más organizados que las palomas. Están gordos como aves de corral, son de un bonito color negro brillante y tienen una inteligencia inquietante para los humanos, acostumbrados a creer que los animales no entienden gran cosa. Los cuervos del parque captan enseguida con quién se las tienen que ver. No necesitan al viejo para comer –despanzurran el fondo de las basuras a picotazos y se sirven. Pero parece que les gusta socializar. No se limitan a presentarse cuando llega el viejo con la comida. Lo esperan. Y si el tío tiene que cambiar de sitio porque los vigilantes lo controlan, los pajarracos no se ponen nerviosos, lo siguen y se avisan de que el lugar de reunión ha cambiado.

p.103 La comparación más parecida con lo que conocía antes sería un porro de hierba pura a las diez de la mañana en una playa desierta, un día de otoño, justo después del café –el momento en que quieres levantarte, las piernas de algodón, presa de un ligero vértigo. Estás bien. Caminas. Los fundidos a negro te entrecortan la vista, la realidad, convertida en decorado, es perceptible, pero cuelga de un hilo. Eres un globo inflado con helio. 

p.112 Acuérdate, Vernon, entrábamos en el rock como el que entra en una catedral, y esta historia era una nave espacial. Estaba lleno de santos, ya no sabíamos ante cuál arrodillarnos para rezar. Sabíamos que una vez desenchufados los jacks, los músicos eran personas como las demás, que hacían caca y se limpiaban los mocos cuando pillaban un resfriado, pero daba lo mismo. Nos importaban un huevo los héroes, lo que queríamos era aquel sonido. Nos traspasaba, nos fulminaba, nos colocaba. Existía, a todos nos provocó lo mismo al principio: joder, ¿esto existe? Era demasiado grande para nuestros cuerpos. Jóvenes al galope, no teníamos ni idea de la suerte que teníamos… Me acuerdo del tío que me enseñó los tres acordes  de “Louie Louie” a la guitarra, y por la noche me di cuenta de que con eso podía tocar casi todos los clásicos. Cuando tenías callos en los dedos por primera vez, era como haberte sacado el certificado de aptitud profesional. El primer tema que supe tocar entero fue “She´s Calling You”. Necesité un verano. Lo que hacíamos era una guerra. Contra la tibieza. Nos inventábamos la vida que queríamos tener y no había ningún aguafiestas que nos advirtiera que al final renunciaríamos. Cuando yo tenía dieciséis años, nadie habría podido hacerme creer que no estaba exactamente donde tenía que estar. En un camión G7, sentado en la rueda, temblando con seis colegas sin estar seguros de haber puesto bastante gasolina para volver pero a ninguno de nosotros le preocupaba la duda. Era “la última aventura del mundo civilizado”. Lo demás, te acuerdas, no era tabú, no estábamos cabreados con nadie. Lo demás no existía. Vivimos nuestra juventud en burbujas de acero blindado. Había alquimias de entusiasmo, cosas cuya otra cara aún no habíamos visto, nos buscábamos apodos, todo era interesante, hasta las mayores gilipolleces. “¿Tocamos mañana?” era la única pregunta que me hacía. Vivíamos en el acople de los micros abiertos, en el silbido del Jack que conectamos, en el calor de los focos, ser teloneros de los Thugs y encontrar tíquets de consumición era lo esencial de nuestra aventura, y nos llenaba. Entre los dieciséis y los veintitrés años, no recuerdo haber visto ni un programa de la tele, no teníamos tiempo, estábamos fuera de casa o escuchábamos música, no recuerdo haber ido a ver una película para el gran público, haber visto un clip de Madonna o de Michale Jackson, la cultura mainstream no formaba parte de nuestro campo de visión. Ni siquiera hablábamos de ella. No sabía que no iba a durar. Lo llamábamos la red, éramos lo más cuando teníamos contestador automático, los que tenían un fax eran los dioses de la comunicación. Ninguno de nosotros pensaba en ira comprar carne o en hacer vacaciones, solo estaban los surferos, a los que les interesaba el rollo de la playa, nosotros nos quedábamos en la ciudad, donde hay conciertos. No era un sacrificio –nos importaba un huevo lo demás.  
“La” escena era lo único que contaba. Y teníamos razón. Entre semana pegábamos carteles, los fines de semana tocábamos en algún sitio, había bastante gente para que no nos diera la impresión de estar ensayando, planchábamos nuestros discos, no nos pronunciábamos en ninguna parte, no había intermitencia, no había mundo exterior al nuestro. Todos teníamos asociaciones sin ánimo de lucro, éramos tesoreros, presidentes, y todos vivíamos de trabajos de ayuda al empleo. Íbamos a Italia a Alemania a Suiza a Hungría a España a Inglaterra a Suecia, siempre en camiones hechos polvo, y éramos los reyes del mundo. Luego llegó el señor que se encargaba del rock en el Ministerio de Cultura, empezamos a oír hablar de subvenciones, a ver que abrían bonitas salas que parecían centros de juventud municipales de lujo, vimos aparecer a tíos que sabían montar dosieres, que hablaban el lenguaje de las instituciones, estaban más estructurados, eran más listos. Empezamos a rellenar papeles. El CD sustituyó al vinilo. Desaparecieron los 45 revoluciones. Parecía que no pasaba nada. Sabíamos y no sabíamos. Cada cosa, tomada de una en una, era anecdótica. No lo vimos venir en conjunto. Y aquel sueño sagrado se convirtió en una fábrica de meados. Es la historia de la Cenicienta: un pedal Fuzz había convertido nuestras calabazas en carrozas, y dieron las doce de la noche. Recuperábamos nuestros harapos. Ya nada era nuestro. Nos convertíamos todos en clientes. El rock le venía bien a la lengua oficial del capitalismo, la de la publicidad: eslogan, placer, individualismo, un sonido que te impacta sin tu consentimiento. No entendimos que las piedras mágicas que teníamos en las manos eran diamantes puros. Un tesoro en manos de una pandilla de inadaptados. Ninguno de nosotros tenía planes de hacer carrera. No pensábamos que era posible. Eso nos salvaba. Lo perdimos todo. Pero nunca hablaremos de igual a igual con los que nunca han conocido una vida que se ajusta a sus sueños punto por punto. Hoy en día me cruzo con personas que, a los veinte años, aprendían la competitividad en la escuela o el marketing en la empresa, y que quieren hacerme creer que hemos vivido la misma juventud. Yo no digo nada. Pero olvídalo, tío, olvídalo. Mi aristocracia es mi biografía. Me quitaron todo lo que tenía, pero conocí un mundo que nos creamos a nuestra medida, en el que no me levantaba por la mañana diciéndome voy a seguir obedeciendo.

viernes, 8 de julio de 2016

Vernon Subutex I - Virginie Despentes



Virginie Despentes es escritora y cineasta, muy conocida en la cultura underground. Nació en Nancy, una localidad francesa, en el año 1969. Uno de sus obras más conocidas es “Fóllame”, una novela que fue llevada al cine, y “Teoría King Kong”, un brillante manifiesto feminista, entre otros títulos. Su falta de inhibición y su calidad literaria son dos de sus puntos fuertes.

“Vernon Subutex I” es la primera parte de una trilogía cuyas segunda y tercera partes aún permanecen sin entregarse a imprenta, según ha declarado la autora. Durante la pasada Feria del Libro de Madrid, en la que Francia fue el país invitado, Virginie Despentes presentó este libro, así que pude conocer algunos datos nuevos sobre su obra y ser víctima de su intensa mirada azul.

Viaje a los bajos fondos
“Vernon Subutex I” es sobre todo un ejercicio de empatía brutal. Virginie Despentes no tuvo un comienzo fácil, muy pronto tuvo que dejar el instituto y buscar un trabajo, y fue víctima de la violencia de la sociedad heteropatriarcal como bien ha narrado en sus ensayos y novelas. Sin embargo, se ha labrado un nombre importante en la literatura y el cine, y vive de ello. Pero no olvida a ese gigantesco segmento de la población para quienes cada día es un ejercicio de supervivencia. Verse atrapado en las calles sin un lugar a donde ir es más fácil de lo que parece, y ser conscientes de esta realidad y no mirar hacia otro lado, nos hace mejores personas.

París es una de esas grandes capitales donde los contrastes sociales se aprecian con mayor virulencia. Es una ciudad rica y ostentosa con un nivel de vida muy alto… para quienes se lo pueden permitir. También es el lugar donde miles de inmigrantes acuden a recoger las migajas de la promesa europea, donde también más se les invisibiliza y conmina en guetos, y donde las incompatibilidades fanáticas y las trifulcas raciales alcanzan cotas de violencia difíciles de digerir.

En París y en muchos otros sitios es muy fácil verse envuelto en la miseria, casi de la noche a la mañana: esto es lo que le sucede al protagonista, Vernon Subutex, quien se ve acosado por las deudas y obligado a cerrar su negocio, mientras poco a poco la miseria le engulle como si de una ciénaga voraz se tratase.

Narración en fotogramas
Con “Vernon Subutex I” no valen excusas: quienes prefieren ver la película antes que leer el libro se darán cuenta de que en esta novela el ritmo es trepidante y las escenas son poderosamente visuales, de modo que parece haber sido escrita para llevarla al cine. Al menos, no cabe la menor duda de que su autora también trabaja para la industria cinematográfica. En cualquier caso, el libro se lee muy deprisa, a pesar de sus más de 300 páginas.

Ve la persiana bajada de la floristería, los tres chavales mamados que avanzan dando tumbos, una silueta tumbada en el banco de una parada de autobús. Los acontecimientos de la noche anterior desfilan por debajo de su cráneo sin suscitar en él la menor reacción. Está apagado. Es un espectador, alguien que se ha colado dentro de sí mismo, un clandestino. Porque al final ha sucedido: el vacío lo ha engullido.

Durante la presentación del libro en Madrid, el público estaba conformado casi exclusivamente por mujeres miembros del colectivo LGTBI, pero un señor mayor con aspecto de estar ahí por casualidad intervino en el turno de preguntas, muy asombrado porque la trama del libro coincidía punto por punto con su vida: también él había tenido en el pasado una tienda de discos que quebró. Lo curioso es que nadie se interesó por saber los detalles, al fin y al cabo el público se había reunido allí para hablar del libro y escuchar a la maravillosa Virginie, a nadie le interesaba ese señor, menos aún si era un mendigo.  Una vez más, la ficción captó el interés por encima del mundo real. La ceguera social que transmite la novela se hizo realidad allí sin ensayarlo.

Despentes prometió mantener el ritmo frenético en las siguientes entregas de la novela, que contará entre sus nuevos personajes con un protagonista femenino arrollador: una motera tatuada. Espero leerlo muy pronto.

sábado, 13 de julio de 2013

Bye Bye Blondie - Virginie Despentes


Hace tiempo, comentaba aquí mis impresiones acerca de un libro estupendo, la Teoría King Kong de Virginie Despentes. Como decía entonces, en Teoría King Kong, Despentes reflexiona sobre la realidad femenina en la sociedad actual desmintiendo el mito de la mujer sumisa, dirigiéndose sobre todo a la mujer de clase media con destino sentimental prefijado, abriendo nuevas opciones a la mujer para imponer su voluntad y vivir según su criterio independientemente de los deseos masculinos que pretendan influirla.

Pues bien, hace pocas semanas, me topé por casualidad con otro libro de la misma autora, esta vez una novela, titulada Bye Bye Blondie. Es la primera vez que una editorial trae al castellano esta novela (Pol-len edicions), así que es una suerte (doble, además, porque el libro estéticamente es estupendo). Existen más libros de Despentes (en francés en el original) pero, al menos por el momento, no los tenemos todos disponibles en castellano, y varios están descatalogados y son muy difíciles de conseguir en el mercado de segunda mano: ojalá que Bye Bye Blondie sea en Pol-len el primero de muchos.

Bye Bye Blondie es la historia de amor entre dos adolescentes de estética punk en una pequeña localidad francesa, Nancy, a finales de los años 80. Con respecto al punk, ambos se sienten identificados con el movimiento gracias a la música y a la estética: tratándose de adolescentes, es comprensible que no encuentren reconocimiento en el calado social del mismo, pero tampoco lo hacen según crecen y pasan los años: ambos se conocen en un centro psiquiátrico por diferentes desórdenes mentales, y mientras la chica conduce su vida indefectiblemente hacia el fracaso, las drogas, el vagabundeo y las subvenciones sociales, él abandona la calle y reconduce su destino. 

Ella miró rápido al cristal de la marquesina y pensó que formaban una bonita pareja. Una punkita destroy y un skin psicópata, tenían presencia.

Su historia amorosa pasa por diferentes fases; en general, el libro es desgarrador y no voy a ocultar que leerlo es bastante duro. Sin embargo, encierra una cantidad ingente de frases subrayables e inolvidables, y Despentes se luce como la amazona que es, fuerte, salvaje, indomable pero con una capacidad apabullante para transmitir a través de las palabras.

También le gustaba ser una chica, sola en una pandilla de chicos, y que no le hicieran comentarios. Lo veía como una prueba de su valor “tú eres como un tío”. Cuando sólo era la prueba de que el mundo está mal hecho.

Como nexo de unión con la Teoría King Kong, tenemos a Gloria (alter ego de Virginie) peleando cuerpo a cuerpo con las autoridades que pretenden domesticar su cerebro para hacerlo afín a las convenciones sociales. Se rebela contra padres, profesores, psicólogos, policías y con todo aquel, en fin, que se le ponga por delante. Con una fuerte tendencia a la agresividad y la angustia, es incapaz de superar el comportamiento adolescente de negarse a todo porque sí con tal de imponer, por la fuerza y aunque a veces (sólo a veces) sea absurda, su voluntad. En este sentido, tenemos por un lado la injusticia que supone nacer en una sociedad en la que debes hacer exactamente lo que se espera de ti, y es genial que existan individuos que se rebelen y traten de cambiar el rumbo de esa costumbre establecida. Por otro, y como contrapartida, este es el caso perfecto de alguien que se rebela pero que acaba teniendo una existencia desagradable e insatisfactoria por no jugar con acierto sus cartas y perder toda la fuerza por la boca y por los puños. Al menos, el personaje de Gloria es alguien que lucha, no alguien que vive cómodamente a costa de otros y sin esfuerzo, y sólo dice o aparenta que lucha, como sucede en el mundo real tan a menudo.

A él no le gustaba su pelo rojo. Para empezar, había decretado que ella se afeaba y le preguntaba por qué, con tono de tío competente que ha pensado mucho. ¿Por qué hacía eso? ¿Acaso ignoraba que podía ser bastante bonita? Como carta de presentación, Gloria lo encontraba bastante desagradable. Cero sensación de ser fea, ni repulsiva, en realidad. Por otro lado, es verdad que no se dedicaba a ligar con viejos psiquiatras de pelo blanco... Uno no puede gustarle a todo el mundo, pero el hombre estaba convencido de que, como a él no le gustaba, no era lo correcto. Por una vez, por esa vez, pensó en cerrar el pico.
Él empezó a hacerle preguntas sobre sexo, mirándola fijamente, probablemente para evaluar la reacción. Le habría gustado subirse a la mesa y patearle la cabeza para enseñarle a vivir y que la dejara en paz. Pero evidentemente, ese no era el mejor momento.
Ni de coña hablarle de sexo a ese viejo verde, cero enrollado, bajo esa luz tamizada de amarillo y aquel silencio pesado. Balbuceaba algunas respuestas lacónicas, evitaba su mirada. Encantada de tener plena confianza en su inteligencia escolar, esa que permite satisfacer las preguntas de aquella clase de tipos. Si no, estaría aterrorizada.
"¿Por qué cree que está aquí?
-Ese es el problema: no tengo ni idea."
Mala respuesta. Uno de esos casos jodidos en los que la franqueza, en realidad, no es la mejor opción. Se humilló un poco más:
"Estoy aquí porque mi madre comenzó a chillarme y en lugar de callarme le respondí igual..."
Mala respuesta de nuevo, se leía inmediatamente en la cara del viejo.
"Y en su opinión, ¿por qué rechaza usted ser una mujer?"
Gloria pensó guardarse los comentarios. Así que, aceptar ser mujer era recibir golpes sin querer devolverlos. Vale, capullo, por supuesto.
Mientras, no había sabido muy bien qué responderle. Tenía unas tetas como para que las rodara Russ Meyer, un culo de escándalo, y cuando la dejaban vestirse, le gustaba ponerse faldas con mallas rasgadas, vale, y en sus botas rangers había puesto cordones rosas, no salía nunca sin maquillaje, los ojos muy rojos, los labios muy negros y las uñas pintadas de verde... Era la única chica que conocía capaz de saltar la tapia con tacones... El viejo había manchado de comentarios algunas páginas antes de volver a los temas que consideraba cruciales:
-¿Por qué se afea? ¿Por qué ese corte de pelo? ¿Y ese color?

Si hubiera sido cantante de un grupo, eso le habría dado para hacer una canción "SOS, encerrada con los locos, el doctor quiere que vaya a la peluquería". Pero allí no le servía para nada.
Una vez más, cerrar el pico ¡eh! viejo imbécil, esto se llama movimiento punk. Nada que ver con que tengo un coño, una polla o un par de alas.

Existe una película homónima, dirigida por la misma Despentes y por el momento no disponible en España, en la que los protagonistas se hacen de carne y hueso tras la pantalla. Por lo visto, la relación heterosexual entre los dos adolescentes punkies se convierte en lésbica por arte de birlibirloque.

Se sintió muy gilipollas, una tonta del culo. Por haber esperado con esa confianza. Por haberse sentido tan bien con él. Por haber creído, aunque fuera por un segundo, haber imaginado que eso le podía pasar a ella, una cosa bonita, luminosa y fácil. “Pobre gilipollas”, se repetía, “esto te enseñará a vivir, puta estúpida”.

lunes, 31 de diciembre de 2012

2012, las mejores lecturas

Es inevitable: llegan estos días y es imposible escapar al embrujo del ambiente, el brillo de las luces y sobre todo, a la emoción de la gente (puede que sea la ilusión lo que hace que las sonrisas permanezcan). Las búsquedas de los visitantes ocasionales de estos últimos días eran tan emotivas y enternecedoras (buscaban —buscabais— contenidos mágicos sobre todo, infantiles también, y además con muy buen gusto) que no me he podido negar a hacer un repaso por las lecturas con estrella dorada de 2012. Y son las que siguen, tras algunas dudas y dejando fuera decenas de libros leídos este año.


Grandes gestas: la lectura de "La montaña mágica" de Thomas Mann, viaje perfecto para iniciar un año que realicé a principios de 2011 (dónde están esos días ya). Ya lo comenté por aquí y no quiero repetirme,
pero este libro es magia, es un ascenso a las cumbres de la alta literatura, y que se pose un pájaro negro en mi ventana mientras escribo esto, me asegura en mis palabras. Este año el inicio será con el "Ulises" de James Joyce, que sé que me llevará, al menos, tan lejos como Thomas Mann.


Más libros. Libros de esos que son sencillamente buenos, en este caso de autores muy cercanos en el tiempo a nosotros y de quienes he leído además muchos otros de sus respectivas bibliografías (y lo seguiré haciendo, sin duda): "El Sunset Limited" de Cormac McCarthy, que muchos se han perdido por su absurdo empeño en "no leer teatro". ¿Y qué, si es teatro? Es sencillamente un diálogo, y es una historia magnífica. Magistrales son también "La carretera" e "Hijo de Dios"; "Blonde" de Joyce Carol Oates, que me hizo empezar a adorar de golpe a la autora y a su biografiada, Marilyn Monroe. También brillante "Del boxeo", breve y certero como un puñetazo en la cara; "Las ninfas" de Francisco Umbral, el autor que dijo aquello de que "cultura es el lugar donde los patios se llaman claustros" y que tiene mi respeto incondicional y absoluto, buenísimos también los libros que recopilan sus artículos ("Los placeres y los días", y más); "Nostalgia" de Mircea Cărtărescu, unos cuentos que esperábamos impacientes en castellano. Ya lo avisé en su día, pero hay que estar preparado: son una ida de olla (magistral, eso sí) muy seria que no debe leerse al azar: hay que elegir con cuidado el momento.

Hay otro tipo de libros más o menos inclasificables, que te abren los ojos y que despiertan tu sensibilidad arrancándote la coraza artificial a mordiscos dulces. Palabras que se acomodan de alguna manera y ya te acompañan siempre. Aquí están, cómo no, "La muerte salió cabalgando de Persia" de Péter Hajnóczy, es muy posible que este año lo lea de nuevo, en algún momento; "Deseo de ser piel roja" de Miguel Morey, que (es una anécdota) en Anagrama alguien decidió publicar como "ensayo"; las "Mitologías de W.B. Yeats un libro demasiado especial e íntimo como para comentarlo: pueden tomarse estas palabras escuetas como una recomendación a lo bestia; "El mundo en el que vivo" de Helen Keller, uno de esos libros que de tan vitalista y mágico apenas puedes creer mientras lo estás leyendo, y que no me canso de recomendar a quienes buscan en las palabras impresas motivos para vivir siendo un poco más felices y más fuertes, y que aún no saben que deben huir de los libros que los centros comerciales venden bajo el epígrafe de "autoayuda".


Libros que cambian el color con el que ves la realidad, con el que miras a los demás, con el que te miras por dentro a ti mismo: la "Teoría king kong" de Virginie Despentes, un libro que ya está para siempre unido al "Testo yonqui" de Beatriz Preciado, de quien he leído su obra completa y la recomiendo en bloque. Nunca son suficientes los libros que rompen los lazos con las imposiciones de la sociedad y que atacan con tan buenos argumentos a las ideas rancias enquistadas. Virginie y Beatriz son unas techno-guerreras, unas bio-meigas, y su lucha (sword-lipstick) tiene toda mi admiración y apoyo.



Poesía, la más alta expresión literaria. "La tumba de Keats" de Juan Carlos Mestre, una tarde de invierno en Roma junto a la tumba del poeta cuyo nombre fue escrito en el agua, escuchando las reflexiones que ese lugar y esa presencia le inspiran a Mestre; y, mientras me acompañan como una salmodia los versos sueltos que siempre recuerdo de Isabel García Mellado, cuyos poemas rezaría si algún día hubiese de rezar algo... cambiamos el registro, esto es una inmersión de lleno a la realidad, sin tiempo para ensayarlo y con agua fría: "No hay tiempo para libros: nadie a salvo" de David González, posiblemente uno de sus mejores libros, si no el mejor, y se lo dice alguien que los ha leído todos.

¿Qué? Ah, que no he citado a Javier Marías. Bueno, él siempre está ahí.

martes, 26 de junio de 2012

"Teoría King Kong" - Virginie Despentes


Hallazgo sorprendente y asombroso, librazo: con unas ideas maravillosamente bien expresadas, escrito con furia y sinceridad desbocada, reflexivo y acertado en todas y cada una de sus afirmaciones, Virginie Despentes desmiente el mito de la mujer sumisa que la sociedad trata de imponer, entierra tabúes y desmitifica el supuesto ideal de mujer PERFECTA, entendiendo por perfección lo que la sociedad espera hacer de ella.

Es teoría feminista expuesta por alguien que, siendo aun muy joven, renegaba del feminismo. Virginie Despentes teoriza en base a su propia experiencia, que comienza en un medio sórdido y continúa por un camino de espinas. La diferencia con respecto a otras historias similares a la suya radica en que ella se impuso a su propia vida y luchó por salir adelante a solas a base de mordiscos.

En el primer capítulo, que sirve de introducción o declaración de intenciones, Virginie sacude la conciencia de la mujer de clase media al grito de "¡¡espabila, lucha, sal de ahí, sé tu propia dueña, no dejes que nadie influya en las decisiones que afectan a tu vida!!", y la reflexión final, es brillante:

Porque el ideal de mujer blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética, madre realizada pero no desbordada por los pañales y por las tareas del colegio, buen ama de casa pero no sirvienta, cultivada pero menos que un hombre, esta mujer blanca feliz que nos ponen delante de los ojos, esa a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos, a parte del hecho de que parece romperse la crisma por poca cosa, nunca me la he encontrado en ninguna parte. Es posible incluso que no exista.

Este primer capítulo, íntegro, puede leerse aquí.

Es imposible ser tan clara y precisa como Despentes lo es desde la primera hasta la última frase del libro.

Durante siete capítulos geniales, teoriza acerca de la sumisión femenina a lo largo de la historia, de las diferencias sexuales que artificialmente se nos imponen desde que nacemos; de la obligación a que la mujer reprima su masculinidad, así como el hombre debe reprimir su feminidad; de la violencia, del sexo, de los tabúes y la mala prensa que giran en torno a la pornografía; de cómo sobrevivir a un abuso, de la posibilidad de imponerse a todo; de la apariencia física y de cómo también quieren imponernos eso. Con respecto a esta última idea, hay un párrafo que lo resume perfectamente:

Cuando llego a París en el 93 apenas llevo accesorios de la feminidad, sólo aquellos que tienen una utilidad profesional. A partir del momento en que decido dejar de follar por dinero, me visto con un anorak, vaqueros, zapatos planos y casi sin maquillaje. El punk-rock es un ejercicio a través del cual se dinamitan los códigos establecidos, especialmente los de género. Aunque sólo sea porque nos alejamos, físicamente, de los criterios de la belleza tradicional. Cuando me internan en un psiquiátrico, a los quince años, el psiquiatra me pregunta por qué me empeño en afearme hasta ese punto. Me alucina que tenga el morro de preguntarme eso, cuando yo, con mi cresta roja, mis labios pintados de negro, mis medias blancas de rejilla y mis botas militares me encuentro superchic. Insiste: ¿acaso tengo miedo de ser fea? Me dice que tengo los ojos bonitos. Yo ni siquiera entiendo de qué diablos me habla. ¿Acaso él se siente sexy con su traje de chaqueta de mierda y con cuatro pelos de sobra en el cráneo?


Este libro sacude y abre la mente, proyecta luz sobre posibilidades que se encontraban latentes: es absolutamente inspirador. No nos damos cuenta de la cantidad de estímulos erróneos a los que estamos sometidos, y sobre todo, las posibilidades infinitas que tanto hombres como mujeres pierden a diario en pro de adecuar su apariencia y estilo de vida a lo que se supone que se espera de ellos. Virginie Despentes trata de arrancarnos a tirones ese corset opresivo y liberar la magia, la furia y el instinto que todos llevamos dentro. Para mí, desde hoy mismo, es un claro ejemplo a seguir.

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