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jueves, 18 de agosto de 2016

Fieras y esferas


" Desde que la leí, no sabría decir dónde, me resultó deliciosa una anécdota contada por la madre de Schopenhauer, escritora ella misma, sobre los gustos de la buena sociedad a finales del siglo XVIII: al atravesar los Alpes las damas alemanas que se dirigían a Italia para pasar el verano cerraban las cortinas de sus carruajes para no tener que contemplar los agresivos perfiles de las montañas. Los Alpes eran de mal gusto. Sin embargo, únicamente una generación después, a principios del siglo XIX, el arte europeo se llenaba de agrestes cordilleras y recónditos valles. Los pintores querían enfrentarse directamente, à plein air, a los paisajes más abruptos; los poetas exaltaban la comunión con la tierra; los músicos se lanzaban a una escala de sonidos que duraría un siglo largo. Sería interesante saber, por ejemplo, qué hubieran opinado las recatadas damas alemanas, que evitaban la visión de los Alpes, sobre una obra como la Sinfonía alpina de Richard Strauss.

En cualquier caso la actitud de estas damas es mucho menos extravagante y frívola de lo que ahora pueda parecernos, acostumbrados a dos siglos de exaltación de la "naturaleza". Esta exaltación, bien reciente, es una consecuencia directa del asentamiento de una civilización urbana que proyecta sus carencias y sus malas conciencias en el espacio que aparece como más antagónico al de la propia ciudad. Cuanto más indomable se suponga este espacio mayor es el grado de catarsis con el que fantaseará el habitante de la urbe. Así nace la sensibilidad romántica europea: una cultura ya urbana que, como tal, expresa una nostalgia sin precedentes por un ámbito que se considera perdido o extraordinariamente alejado de la vida cotidiana.

Las damas a las que se refiere la madre de Schopenhauer participan todavía de una atmósfera anterior, ilustrada y rococó, en la que se admiran los jardines racionalistas, aunque sean exuberantes, y en la que si se acude a la "naturaleza" es por juego estético, por ánimo de recrear esas metamorfosis alegóricas en las que los dioses amables compiten con una humanidad refinada y lúdica. Es cierto, no obstante, que mientras las damas alemanas se dirigen a la Riviera para sus veraneos la época se está dislocando con violentas revoluciones, no sólo políticas o sociales.

Mientras está afilándose la hoja de la guillotina destinada a seccionar la cabeza de Luis XVI el arte europeo se desliza hacia un inconformismo radical, inédito que incluye una reformulación rotunda de la idea de "naturaleza". En Gran Bretaña poetas como Wordsworth o Blake y en Alemania Goethe convocan una nueva visión, mayúscula, de la Naturaleza en la que las coordenadas físicas se hallan yuxtapuestas a las míticas, a las psicológicas, a las religiosas. El mito de la Naturaleza empieza a ocupar el centro de la experiencia estética como contraposición a una creciente sensación de marginalidad por parte del hombre que se autodenomina moderno. El Werther de Goethe ofrece la senda que no deja de ganar adeptos en toda Europa. Es el momento del significativamente llamado Sturm und Drang. En tanto en el París revolucionario David pinta la muerte de Marat con tintes neoclásicos, en el norte de Alemania Caspar David Friedrich empieza a pintar esos paisajes insoportables para las damas de su país. Quien mejor entiende la nueva perspectiva en música es Haydn, quien con sus últimas sinfonías abre la puerta hacia el naturalismo cósmico de Beethoven. Recién estrenado el siglo XIX los románticos proclaman solemnemente, como filosofía y como poética, el retorno a la Naturaleza.

Es una proclamación paradójica pues el retorno supone una estancia previa que en realidad no se había producido o que, cuando menos, el arte no había expresado. Es difícil encontrar en la anterior historia artística europea formulaciones afines a la romántica. El mito de la Naturaleza, con su grandiosidad mística y su fuerza salvadora un mito que, aunque empalidecido, se perpetúa en nuestra ecología contemporánea apenas tiene precedentes fragmentarios y dispersos.


Maldita perfección
Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza
Rafael Argullol
Editorial Acantilado, 2013

martes, 26 de junio de 2012

"Teoría King Kong" - Virginie Despentes


Hallazgo sorprendente y asombroso, librazo: con unas ideas maravillosamente bien expresadas, escrito con furia y sinceridad desbocada, reflexivo y acertado en todas y cada una de sus afirmaciones, Virginie Despentes desmiente el mito de la mujer sumisa que la sociedad trata de imponer, entierra tabúes y desmitifica el supuesto ideal de mujer PERFECTA, entendiendo por perfección lo que la sociedad espera hacer de ella.

Es teoría feminista expuesta por alguien que, siendo aun muy joven, renegaba del feminismo. Virginie Despentes teoriza en base a su propia experiencia, que comienza en un medio sórdido y continúa por un camino de espinas. La diferencia con respecto a otras historias similares a la suya radica en que ella se impuso a su propia vida y luchó por salir adelante a solas a base de mordiscos.

En el primer capítulo, que sirve de introducción o declaración de intenciones, Virginie sacude la conciencia de la mujer de clase media al grito de "¡¡espabila, lucha, sal de ahí, sé tu propia dueña, no dejes que nadie influya en las decisiones que afectan a tu vida!!", y la reflexión final, es brillante:

Porque el ideal de mujer blanca, seductora pero no puta, bien casada pero no a la sombra, que trabaja pero sin demasiado éxito para no aplastar a su hombre, delgada pero no obsesionada con la alimentación, que parece indefinidamente joven pero sin dejarse desfigurar por la cirugía estética, madre realizada pero no desbordada por los pañales y por las tareas del colegio, buen ama de casa pero no sirvienta, cultivada pero menos que un hombre, esta mujer blanca feliz que nos ponen delante de los ojos, esa a la que deberíamos hacer el esfuerzo de parecernos, a parte del hecho de que parece romperse la crisma por poca cosa, nunca me la he encontrado en ninguna parte. Es posible incluso que no exista.

Este primer capítulo, íntegro, puede leerse aquí.

Es imposible ser tan clara y precisa como Despentes lo es desde la primera hasta la última frase del libro.

Durante siete capítulos geniales, teoriza acerca de la sumisión femenina a lo largo de la historia, de las diferencias sexuales que artificialmente se nos imponen desde que nacemos; de la obligación a que la mujer reprima su masculinidad, así como el hombre debe reprimir su feminidad; de la violencia, del sexo, de los tabúes y la mala prensa que giran en torno a la pornografía; de cómo sobrevivir a un abuso, de la posibilidad de imponerse a todo; de la apariencia física y de cómo también quieren imponernos eso. Con respecto a esta última idea, hay un párrafo que lo resume perfectamente:

Cuando llego a París en el 93 apenas llevo accesorios de la feminidad, sólo aquellos que tienen una utilidad profesional. A partir del momento en que decido dejar de follar por dinero, me visto con un anorak, vaqueros, zapatos planos y casi sin maquillaje. El punk-rock es un ejercicio a través del cual se dinamitan los códigos establecidos, especialmente los de género. Aunque sólo sea porque nos alejamos, físicamente, de los criterios de la belleza tradicional. Cuando me internan en un psiquiátrico, a los quince años, el psiquiatra me pregunta por qué me empeño en afearme hasta ese punto. Me alucina que tenga el morro de preguntarme eso, cuando yo, con mi cresta roja, mis labios pintados de negro, mis medias blancas de rejilla y mis botas militares me encuentro superchic. Insiste: ¿acaso tengo miedo de ser fea? Me dice que tengo los ojos bonitos. Yo ni siquiera entiendo de qué diablos me habla. ¿Acaso él se siente sexy con su traje de chaqueta de mierda y con cuatro pelos de sobra en el cráneo?


Este libro sacude y abre la mente, proyecta luz sobre posibilidades que se encontraban latentes: es absolutamente inspirador. No nos damos cuenta de la cantidad de estímulos erróneos a los que estamos sometidos, y sobre todo, las posibilidades infinitas que tanto hombres como mujeres pierden a diario en pro de adecuar su apariencia y estilo de vida a lo que se supone que se espera de ellos. Virginie Despentes trata de arrancarnos a tirones ese corset opresivo y liberar la magia, la furia y el instinto que todos llevamos dentro. Para mí, desde hoy mismo, es un claro ejemplo a seguir.

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