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sábado, 29 de agosto de 2020

"Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas" - Irene Liberia Vayá & Bianca Sánchez-Gutiérrez



Muchas veces, un buen diseño de cubierta está directamente relacionado con un contenido igualmente cuidado y de calidad. Por eso, soy de la opinión de que la primera impresión sí es válida (al menos en lo referente a literatura) siempre y cuando, eso sí, no se llame “portada” a lo que no lo es. En mi primera visita a la librería feminista La Rossa curioseo el escaparate mientras termino una llamada telefónica antes de entrar, y “Aquelarre” sin duda capta mi atención.

Es el primer día tras la vuelta de vacaciones y Alodia, la librera, se afana en registrar pedidos que van llegando: los estantes están casi vacíos. Como parece que en esta primera visita la cosa va de brujas, me voy con “Aquelarre” y un fanzine sobre brujas, parteras, enfermeras y sanadoras que tiene una cantidad tan desproporcionada de erratas en su interior que ni siquiera merece la pena comentarlo.

“Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas” es un breve ensayo que realiza un recorrido por el papel de las mujeres en los medios y la cultura de masas: cine, televisión, literatura, radio, prensa, música, publicidad, videojuegos, redes sociales, etc.: de entrada, una temática demasiado amplia y compleja para las escasas 250 páginas que lo componen. Pero la bibliografía tras cada artículo me convence en general y el diseño, insisto, es tan atrayente y delicado, que me lo llevo.



En efecto, no se puede esperar una gran profundidad en los temas porque no hay espacio para ello. Las autoras se han ajustado a un espacio limitado para escribir sus artículos y aunque algunas han hecho virguerías y han conseguido profundizar y transmitir una visión amplia sobre su tema, otras se han ceñido a unas pocas generalidades superficiales que distan mucho de la realidad del ámbito que es el objeto de su estudio.

Por ejemplo, me ha gustado mucho el artículo sobre la historia de las revistas para mujeres, que se crearon para transmitir el modelo ideal al que las mujeres debían aspirar (esposa y madre ejemplar) y que se han convertido en artículos que fomentan el consumo y el hedonismo girando en torno al culto al cuerpo normativo. El “quiérete y siéntete guapa” siempre y cuando te mantengas delgada y seas percha de ciertas marcas y tendencias que te harán estar en el mercado. Una reflexión que me ha encantado de este artículo es la siguiente:

He sostenido desde el principio de mis reflexiones que si han existido internacionalmente unas publicaciones especialmente dirigidas a las mujeres, es porque se oponían a otro sector de publicaciones que fundamentalmente se dirigían a los hombres, aunque en este caso se entendiese que no había un destinatario específico por ser el discurso universal. En este sentido hay que insistir en que el hombre ha sido considerado el todo (es decir, el género humano), mientras la mujer ha sido considerada la parte. Es por ello que cuando se informa de fútbol se sobreentiende que es fútbol masculino, y si hace falta referirse al fútbol practicado por mujeres se añade “fútbol femenino”, como en todas las demás disciplinas deportivas que establecen categorías masculinas y femeninas.

También es muy completo el apartado dedicado a la historia de la radio realizada por mujeres, o el del papel de la mujer en la televisión, donde se critica que se haga espectáculo de asuntos tan sensibles como la cirugía estética en esos programas de cambio radical donde se venden los sentimientos y complejos de las personas que participan en ellos (en gran medida, mujeres: mujeres “defectuosas” a las que hay que pasar por chapa y pintura para que sean válidas), pero es que cuando has leído a Guy Debord sabes que todo es espectáculo, en esta sociedad la ética apenas tiene cabida. La televisión se entiende aquí como una potente fábrica de estereotipos y tristemente, es cierto.



El sexismo en publicidad, donde las propias marcas anunciantes son agentes de violencia contra las mujeres, es un artículo que podría ser casi infinito citando ejemplos de casos flagrantes donde se hace un uso abusivo y violento de la figura de la mujer con el fin de vender productos y servicios de todo tipo. De hecho, el sexismo nos cuesta dinero a todos puesto que, con nuestros impuestos, se mantiene el Observatorio de la Publicidad, dependiente del Instituto de la Mujer y a su vez del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Recibe cantidades ingentes de denuncias por publicidad sexista que reproduce estereotipos de mujer reproductora, objeto sexual pasivo, propiedad del varón, cuidadora, etc.

Me ha decepcionado, sobre todo, el artículo dedicado a la industria musical. Con la gran cantidad de obstáculos e impedimentos que las mujeres deben superar para acceder a un sector (una vez más) controlado por los hombres, la autora se centra en los casos de Madonna y Rosalía, dos casos de éxito para nada representativos de la realidad que oculta la industria musical: ni para cantantes, bailarinas, ni mucho menos para músicas o técnicas.

Sin embargo, en general es un libro muy agradable de leer y del que se puede tomar buena nota para próximas lecturas, gracias a los listados bibliográficos que incluye. Está bastante actualizado en general y supone una visión muy completa de la relación de las mujeres con la cultura de masas a lo largo de la Historia, tomando como hilo conductor un diseño basado en la estética de las brujas que ilustra perfectamente el sobreesfuerzo que las mujeres decididas, inteligentes e inquietas debemos hacer para escapar de los límites que las sociedades patriarcales quieren imponernos.



sábado, 8 de agosto de 2020

"París era mujer" - Andrea Weiss



Hace algún tiempo, comentaba por aquí una lectura estupenda, la biografía de la fotógrafa Gisèle Freund. Su paso por París fue muy relevante en cuanto a su aportación artística dentro del grupo formado por mujeres intelectuales en la Orilla Izquierda del Sena. Además del libro sobre Freund ("El mundo y mi cámara"), la editorial Ariel publicó otro libro relacionado que leí hace unos meses: "Shakespeare & Company", de Sylvia Beach. La lectura de ambos amplía la visión acerca de este artístico grupo de mujeres de diferentes procedencias que se reunían en torno a las librerías que ellas mismas fundaron y regentaron. La invasión alemana supuso el fin de esta feliz etapa: a pesar de todo, la librería Shakespeare & Company sigue abierta y se puede visitar en París. Además de poseer una maravillosa y larga historia, es preciosa.



"París era mujer" fue película antes que libro. Su autora, Andrea Weiss, es una cineasta y escritora que ha dedicado buena parte de su obra a la divulgación LGTBI. En este caso, Weiss y su socia Greta Schiller se documentaron muy bien para realizar un proyecto cinematográfico que incluyera al completo a las mujeres que formaron parte del movimiento de la Orilla Izquierda del Sena. Visitaron París y Bilignin, el pueblo de la región del Ródano en el que se encontraba la casa de campo de Gertrude y Alice. Además, se documentaron en archivos, universidades y bibliotecas francesas y estadounidenses.

La idea de vicio y desenfreno que se ha transmitido a lo largo del tiempo sobre el París de los años veinte, dista mucho de la realidad que vivían este grupo de mujeres en el día a día. Sylvia Beach era abstemia, a pesar de que fue quien presentó a los míticos James Joyce y Valery Larbaud (pero no les acompañaba en sus conocidos encuentros alcohólicos); Gertrude Stein y Alice Toklas no toleraban a los borrachos, no les invitaban nunca más cuando los detectaban; Natalie Barney decía: "como nací embriagada, solo bebo agua", y así sucesivamente. 

Todas ellas se veían atraídas por París debido a una libertad importantísima que ofrecía a las mujeres: la libertad para trabajar. Sin la intervención de Sylvia Beach, qué hubiera sido de James Joyce. Sin la de Stein, qué hubiera sido de Picasso. Solo por citar los casos más relevantes y que más han trascendido a la historia del arte. París les permitía vivir libremente siendo ellas mismas, puesto que, en general, en otros lugares no podían dar rienda suelta a sus gustos intelectuales ni a su orientación sexual no heteronormativa. Juntas se enriquecían mutuamente dando lugar a un grupo inteligente, creativo y fascinante.

Por el momento, no he conseguido encontrar la manera de ver el documental "París era mujer", por lo que os dejo el enlace al vídeo de la presentación del libro en Madrid (2015). Si alguien sabe dónde encontrarlo... please.



Había algo en ser extranjera que ampliaba aún más las posibilidades de ser una misma en París. Por ese motivo, hubo algunas mujeres como Djuna Barnes que, aún formando parte de los movimientos bohemios e intelectuales norteamericanos, también quisieron viajar a París. Todas ellas acababan hartas de que en las entrevistas siempre les preguntaran por Hemingway o Picasso, y buscaban la manera de hablar también de sus compañeras, no solo porque indudablemente supusieran el núcleo vital del movimiento, sino porque sabían que por el hecho de ser mujer no se las tomaba tan en serio y que, si no eran ellas las que se pusieran de relieve unas a otras, nadie lo haría.

Escritoras, fotógrafas, actrices, editoras, pintoras y libreras. Según Andrea Weiss, además de mujeres e intelectuales, eran lesbianas o bisexuales en su mayor parte y no se promocionaron a sí mismas como hicieran los hombres (no sentían esa ambición desmedida por destacar a toda costa), y esto supuso que a pesar de su enorme aportación, hayan quedado relegadas de la historia más mainstream o convencional. Quienes vivieron más, siguieron documentando y reivindicando la obra de todas. Como recuerda Weiss, Freund insistía en que Beach y Monier (libreras y editoras) posaran junto a James Joyce en las fotografías que les realizaba, porque si no aparecían en las fotos, nadie las recordaría. Todas ellas crearon su propia obra y fueron pieza clave en las relaciones de otros artistas, que a su vez se enriquecieron con sus influencias unos a otros. No deben caer en el olvido.

Recordando a Gertrude Stein en Père-Lachaise, París

sábado, 1 de junio de 2019

"El bosque" - Nell Leyshon




Conocía a Nell Leyshon a través de su admirable trabajo “Del color de la leche”, novela que se publicó en España a cargo de Sexto Piso y con traducción de Mariano Peyrou: era una auténtica delicia, con esa redacción tan sutil y esa capacidad para mantener al lector en vilo. A pesar de relatar sucesos espeluznantes (de abuso infantil) conseguía dar forma a todo ese lodo y construir algo hermoso a partir de eso: una tarea complicada y casi contradictoria, pero es que en eso consiste la verdadera literatura.

En “El bosque”, con traducción de Inga Pellisa, he encontrado vaivenes en lo que a intensidad se refiere. También es cierto que la novela se divide en tres bloques principales bien diferenciados y que la intención, la forma, el fondo… todo parece haber sido orquestado de modo que no se perciba como una novela al uso.

La trama no es ningún secreto, ya que se resume detalladamente en la cuarta de cubierta de la novela.

La primera parte se desarrolla en Polonia, en un ambiente familiar ideal donde el pequeño Pawel crece junto a las contradicciones de su madre y el resto de la familia (tan parecida a todas las demás familias felices o tan infelices a su manera). Las contradicciones de su madre son debidas a su difícil gestión personal de la ruptura con su independencia y todo el tiempo que tenía disponible para dedicarlo a los placeres, la habitación propia… cuando irrumpe la maternidad. Esto está muy bien plasmado a lo largo de toda la trama, sin eufemismos, ya que la vida interior de las mujeres, la sexualidad femenina y la maternidad son temas tabúes en la vida real y, por tanto, en la literatura, que es la representación escrita de la misma. Zofia, la madre de Pawel, se percibe a sí misma como un sol transmutado en planeta que gira en torno a un nuevo astro, su hijo, que reclama todo su tiempo y todas sus atenciones.

Su piel huele a galletas, a algo hecho en casa, aquí en la cocina. Siente que ella misma empieza a ablandarse, como si su corazón fuese de nuevo cera y él fuese de nuevo la llama. Levanta un brazo, rodea su cuerpo. Levanta la otra mano, le aparta el pelo de la frente con una caricia. Él la estrecha más fuerte por la cintura, por el cuello.
Vuelve a ser un solo cuerpo.
Desliza la mano por su pelo, por su mejilla, envuelve su mentón en la mano. Le levanta la cara y se miran el uno al otro. Sostiene su cara, su cara entera, su mundo entero, parecería, en la palma de la mano.

La segunda parte es la pérdida de la inocencia para Pawel y también la pérdida de la vida, o de la vida tal y como la conocían, para el resto de su familia. El niño y su madre huyen al bosque para salvarse de la invasión militar y durante una temporada se refugian en un establo, dignificando su día a día en la medida de sus posibilidades: esta época marcará sus vidas para siempre. Este bloque es el más abstraído, de modo que refleja muy bien los esfuerzos, conscientes o no, de los protagonistas para disociarse de una realidad que se les presenta de forma tan hostil. Entre el lector y la trama hay un velo muy denso, que no es accidental. Es también muy lírico y casi se podría decir deshilachado, en el sentido de que en ocasiones la cadencia se interrumpe, se ramifica, llega a puntos muertos y se retoma a sí misma en cualquier otro lugar inesperado. Justo aquí Leyshon deja entrar a la magia y lo hace por todo lo alto, dando lugar a algunos de los pasajes más emocionantes de toda la obra. Un I went out to the hazel wood al más puro estilo Yeats que, precisamente, homenajearía al escritor irlandés también en lo mágico si es que el lector quiere sugestionarse tanto como yo lo hago y encontrar asociaciones incluso donde no las hay: o, más bien, donde Leyshon nunca las puso adrede. O quién sabe.

Le es imposible dormir. Tal vez sea verdad, y está vigilando la entrada de la cueva. Los seres humanos creen que avanzan sin fin hacia el desarrollo y la sofisticación, sin embargo, habitan en todos nosotros los fósiles enroscados de los hombres y mujeres antiguos, que saben cosas que nosotros no. Que notan una presencia a nuestra espalda. Que saben que debemos sentarnos apoyados en la pared para ver acercarse al enemigo. Que se enamoran en la primera cita, guiados por olores invisibles, imperceptibles.
Ella, Zofia, sabe todo esto: lo rápido que se esfuma la sofisticación, lo rápido que puede desplegarse la mujer fósil.

Finalmente, la tercera y última parte es el regreso a la civilización, años después, cuando la guerra ha terminado y madre e hijo pueden salir de su escondite en el bosque. Observamos los estragos que una vida tan violenta y accidentada ha causado en los protagonistas, así como la presión de la sociedad retrógada. El contenido de este apartado no se desvela en la cuarta de cubierta así que tampoco voy a comentarlo aquí. Para mí ha sido una sorpresa, un hallazgo que para nada esperaba y que me ha llevado hasta las lágrimas en algunos pasajes. Leyshon concentra en esta parte su mejor saber hacer en cuanto a delicadeza y sensibilidad se refiere, y se reafirma como una maestra en el arte de describir la cotidianidad de puertas para dentro y los finísimos pensamientos captados al vuelo. También, del uso de pequeños objetos que sirven como desencadenante de un sinfín de recuerdos. Pero, aunque para mi gusto esta parte es la que más brilla, en conjunto es una novela muy recomendable, y he de confesar que huyo de las novelas que utilizan la guerra en su argumento. Pero por suerte (para mí, al menos) esta novela va más allá y, además, la edición, como siempre sucede cuando se trata de Sexto Piso, es impecable.

No persigas un pensamiento que duele. Ya sabes que no hay que hacerlo.

miércoles, 27 de febrero de 2019

"El complot de las damas muertas" - Jessa Crispin


La librera de Mujeres & Compañía me advierte: ni damas, ni muertas, en este libro las mujeres brillan por su ausencia. Aun así, lo leo. Pero tiene razón. Una se acerca a Jessa Crispin básicamente por su faceta de ensayista feminista, y espera encontrar en todos sus libros pensamiento en esa línea. Precisamente, “El complot de las damas muertas” (por todas las diosas del olimpo, ¡el título se lo deben haber susurrado al oído arcángeles prehistóricos o las mismísimas musas de Pascal Quignard!) es un cuaderno de viajes de carácter autobiográfico, por lo que las referencias feministas, piensa una convencida, deben abundar. Pero, no: es aún peor de lo que me advirtieron.

Hablemos de la misoginia presente en “El complot de las damas muertas”.

Jessa emprende un viaje a través de Europa tras una mala época en la que la idea de suicidio cruza su mente a menudo. La excusa literaria es rastrear el paso de escritores que habitaran los lugares en los que va a vivir durante un tiempo (se queda aproximadamente un mes en cada localización mientras sigue trabajando telemáticamente). Pues bien, cuando empieza a introducir referencias femeninas en su narración, se trata fundamentalmente de mujeres-de, no mujeres-persona. Y se muestra muy dura con ellas, lanzando mil reproches del tipo “no tenía suficiente ambición”, “sus libros no son buenos por mil motivos”, etc.; en concreto, a Margaret Anderson la acusa de “tener demasiadas ínfulas” y se entretiene en ridiculizarla. Más adelante, resulta que Jean Rhys “le repele”. Y así sucesivamente. ¿Problema? Esto no lo hace con los escritores hombres. El comienzo es una Oda-A-William-James que consigue que se te atragante por sobredosis de azúcar, y en general cuando se trata de varones no encontramos esas críticas tan duras.

¿Por qué razón entonces escogería a esas autoras que rastrear, si no le gustan? ¿Para justificar un título perfecto (¡que lo es!)? No sé. Además, hay más o menos la misma cantidad de capítulos dedicados a hombres que a mujeres, no es que se trate de una sucesión de las autoras que la llevaron a recorrer Europa.

Hasta ahí mi crítica más dura; encontrarme esta misoginia tan poco velada entre líneas, me obliga a poner futuras lecturas de Crispin a la cola de prioridades.

p.21 El doctor Logi es menudo y rubio, y tiene esa maravillosa torpeza que adquieren los que pasan
demasiadas horas en compañía de hombres muertos.

Por lo demás; la primera escena, de drama-costumbrismo norteamericano, termina con la siguiente conclusión sobre la idea del suicidio: en realidad ella no quiere estar muerta, sino hablar con los muertos. A mí, estas sentencias oscuro-aplastantes, me conmueven. En ese instante me engancha.

La prosa es fluida, ágil, rápida, se notan sus ganas por entretener y plasmar un testimonio que trascienda lo periodístico, se esfuerza en escribir bonito. La sensación es la de estar perdiéndote el paisaje que corre veloz al otro lado de la ventanilla, por prestar demasiada atención a lo que ocurre dentro del vagón. Además, transmite esa sensación de dulce desorientación, de alivio de no saber dónde estás ni por qué que, a mí, personalmente, me hace mucha falta sentir a menudo. Cada vez más a menudo.

p.126 Empezaré una revista literaria. La llamaré Spolia, un término romano, por qué no. Significa usar las ruinas para construir un nuevo edificio.

Además de hablar de los autores cuyo rastro olfatea, se entretiene mucho analizando la historia de cada lugar que visita, valorando los diferentes puntos de vista desde donde se puede observar, y cómo cambian las conclusiones dependiendo de qué lugar habites (con todo lo que ello conlleva: tu posición en el mundo en un sentido amplio) y por qué.

p.129 No recuerdo cuándo me di cuenta de que me faltaba un collar (…) si eres amable con ellas, las hadas siempre están dispuestas a ayudarte. Así que unté un poco de mantequilla en la parte exterior de mi ventana, dejé un pequeño chupito de whisky, y les pedí que encontraran mi collar (…) una polilla enorme vino volando directamente hacia mi cara. Cogí lo primero que encontré para aplastarla, que fue un guante viejo que descansaba sobre la cómoda. En ese momento el collar perdido se deslizó fuera del guante y cayó al suelo.

Algo muy a favor de este libro: el fragmento (por desgracia demasiado breve) en el que desmonta el amor romántico y la monogamia heteronormativa. Ojalá Jessa Crispin desarrollando la idea y escribiendo sobre poliamor.

Finalmente, sobre la edición: no me gusta mucho Alpha Decay, en esta ocasión me he encontrado un poco lo de siempre, un baile de tildes injustificado si se hubiera realizado una corrección bien hecha. Por aquí tengo siempre mi contacto como correctora profesional de textos por si alguien quiere contratarme. Os juro que muchas veces lo haría gratis porque me supera encontrar errores cada dos, tres páginas. Como lectora me siento estafada y esto me impide disfrutar de la lectura, no sé si os pasa.

p.232 Mejor entonces quedarse en casa, donde estás a salvo y te cuidan, donde puedes mantener tu pureza y tu inocencia, de modo que tus padres no tienen que ir un día a identificar un cuerpo por la constelación de lunares que tienes en la espalda.


jueves, 13 de diciembre de 2018

"El alma del mar" - Philip Hoare


Descubrir a Philip Hoare fue una de las cosas más bonitas que me pasó en 2012. Una editorial que no conocía, Ático de los libros, ponía a nuestra disposición el sugerente “Leviatán o la ballena”, que resultaba ser un homenaje intenso y precioso al mar y a la vida. Poco después nos sorprendían con “El mar interior”, del mismo autor, que seguía exactamente la misma estela, y que disfruté enormemente a pesar de la desmesurada cantidad de erratas que surcaban sus páginas.

Y ahora nos llega “El alma del mar”, que ya desde su título nos indica que, por tercera vez y sin querer evitarlo, volvemos a sumergirnos en aquello que le da la vida a Philip Hoare. Insiste, a través de las páginas, en que al mar nada le importa, es un ente independiente con voluntad propia, algo así como un inabarcable organismo vivo que ha tomado conciencia de sí mismo a través de sus millones de años de existencia.

Podrán pasar décadas, Philip Hoare seguirá escribiendo sobre el mar y yo le seguiré leyendo. Posee una de las formas más sutiles de expresarse, tan delicada como imagino que serán sus pisadas sobre la arena de las playas, sus inmersiones en el agua salada, la suavidad en la yema de sus dedos deslizándose sobre el lomo de un animal vivo, la ternura en su mirada sobre un animal muerto.

p. 52 En ocasiones, la casa se convierte en un instrumento de viento tocado por un niño demente.

“El alma del mar” es muy cambiante según avanza, como un oleaje juguetón y caprichoso. Descubro que, enmarcadas siempre con un mar de fondo, en esta ocasión aparecen más personas que animales, aunque destaca el fragmento maravilloso de un avistamiento de ballenas genial, prehistórico, emocionante, muy bestia. Eso sí, no me gustan las imágenes en las que el autor posa junto a cadáveres de animales (independientemente del homenaje que intenta hacerle en el texto que las acompaña), no me encaja para nada en su discurso.

Mientras pasea por los mismos parajes de Massachusetts que sirvieron de fondo a las aventuras del gran Thoreau, “El alma del mar” se comienza a convertir en un homenaje a personajes literarios, y a la relación de estos con el mar: Virginia Woolf, Herman Melville, Sylvia Plath, Oscar Wilde, Elizabeth Barrett Browning, etc., y poco a poco se estanca durante páginas y más páginas en el grupo Edward-Mary-Percy-George... uf. Nos relata sus más y sus menos, sus aventuras y desventuras, su forma de vida caprichosa, narcisista y engolada que a través de multitud de ensayos y películas ya sabemos todos. No sé si por conocer ya los detalles, por ocupar demasiadas páginas, o por no terminar de encajarme en este libro, esta parte se me ha hecho pesada y larga.

Me hechizan y horrorizan a partes iguales todos los fragmentos en los que se trata el tema de morir ahogado: se trata en varias ocasiones, salpicadas, aquí y allá, obligando a una lectura hiperventilada.

Blub-blub-blub.

                                                   

miércoles, 12 de septiembre de 2018

"Walt Whitman ya no vive aquí" - Eduardo Lago


Más allá de David Foster Wallace

Eduardo Lago es considerado uno de los mayores referentes en cuanto a literatura norteamericana se refiere. Su conocimiento en la materia estriba, en gran parte, en su labor como traductor. Ha traducido a muchos de sus principales referentes literarios, como por ejemplo a David Foster Wallace, Philip Roth, John Barth o Don DeLillo. 

Este volumen no es tanto un ensayo al uso (académico, riguroso, estructurado, impersonal) sino un híbrido que incluye también la visión de su autor (personal, subjetiva, sesgada) con respecto al trabajo de los autores que analiza, a lo que se añade algo así como una suerte de diario de trabajo, anécdotas de los autores, etc.

“Walt Whitman ya no vive aquí”, comienza con una conversación inédita con David Foster Wallace, el autor maldito de “La broma infinita” y otros librazos. La charla es la mar de interesante, con preguntas y respuestas muy lúcidas e informativas, esclarecen muy bien quién es cada uno de los participantes, es un texto buenísimo para dar comienzo a este libro tan particular. Especialmente llama la atención el nivel al que hablan sobre literatura, y también el hecho de que no hablen de otros temas (no tan extraño en entrevistas con escritores). Las respuestas de Foster Wallace no se quedan en la superficie, se esfuerza y ahonda mucho en el contenido de lo que cuenta, también es palpable que se crea un clima magnífico entre ellos y que esto hace que se abra más a seguir hablando.

Más adelante hay lugar para mucho más D.F.W., es innegable la pasión que Lago siente por la obra de este autor. En general, y como veremos, hay una familiaridad muy bonita, una cercanía muy especial, entre Lago y sus autores de referencia, a quienes parece sentir como parte de su familia. 
También hay un lugar para comentar la obra de los autores más crípticos o tradicionalmente más difíciles (Pynchon, Gaddis, el mismo Foster Wallace o DeLillo, quienes a su vez se influencian de otros como Joyce, Navokov o Beckett).


La mujer en la literatura norteamericana

Hasta aquí, todo son autores hombres. ¿Dónde están ellas? ¿Siguen encerradas en casa a la sombra de antipáticos maridos que firman sus textos por ellas? No será hasta la página 53 cuando encontremos una explicación a este fenómeno:

Entre los integrantes de los cuartetos elegidos por Wallace y Bloom no figura una sola escritora, lo cual invita a pensar. No es cuestión de corrección política. Cualquier intento de jerarquización en función del género del autor carece de sentido; más bien es cuestión de mero equilibrio.

A esto le sigue una larga digresión de por qué incluir o no a tal o cual autora que se pueda equiparar a los autores ya citados. Está claro que no es cuestión de corrección política: es cuestión de machismo, que no solo está presente en las librerías, sino también mucho antes, en los círculos literarios y editoriales desde que el patriarcado impera en la sociedad. Si se las ningunea, desprecia, hace a un lado, ignora… claro, no están. Página 55: 

La obra de Morrison es un proyecto sólido, unificado por un singular tratamiento de temas que tienen como centro la experiencia afroamericana vista desde la perspectiva de la mujer (...)

¿Y qué otra perspectiva iba a tener, si la autora es una mujer? Para detectar de forma fácil cualquier presunta “machistada”, basta con darle la vuelta al género de la frase: nunca veríamos escrito “la experiencia afroamericana vista desde la perspectiva del hombre”, ¿verdad? Sería una redundancia. La visión masculina es la establecida y fundamentalmente válida; la femenina, sin embargo, es algo exótico y pueril, por lo que se incide sobre ella destacando que proviene de una mujer.

Siguiendo en esta línea, el capítulo dedicado a Sylvia Plath resulta estar en realidad dedicado “al fantasma de Sylvia Plath”: quien resulta ser el protagonista es su marido Ted Hughes, quien nunca escribió de forma brillante (esto es una opinión personal como cualquier otra, ya que no soy capaz de empatizar con su tono ni con su contenido) y probablemente sólo le conocemos por haber sido el marido de Sylvia Plath. ¿No resulta doblemente absurda su inclusión en este libro de literatura norteamericana… ¡puesto que era inglés…!?

Más adelante, en la página 289 y refiriéndose a la inaprehensible y maravillosa Emily Dickinson, nos sorprende con la siguiente sentencia: “El terror a disolverse, expresado de un modo que sólo lo puede hacer una mujer”. Y poco después, en la página 293, y siguiendo con E.D.: “a la altura de Walt Whitman, cuya lectura le fue prohibida por escandalosa y cuya voz estruendosamente viril se encuentra en las antípodas de la suya”.

Así que 250 páginas después, ya no es que “cualquier intento de jerarquización en función del género del autor carece de sentido”. Ahora, sí, parece ser. Influye el género del autor y además el texto también tiene género, es viril o es femenino. ¿Sabría alguien explicarme qué es lo uno y lo otro? Se da la casualidad de que este libro se publica en 2018, cuando la revolución de la identidad y del concepto de género está en plena revisión y apogeo, el feminismo está más “de moda” que nunca y resulta imposible no alertarse ante sesgos machistas en cualquier ámbito.


Visita al cementerio y la pseudo literatura

Hay algunos fragmentos que me han gustado mucho, como algunas anécdotas históricas de la ciudad de Nueva York, más o menos relacionadas con la literatura. O la narración de su visita a los lugares donde vivió Emily Dickinson.

Pero sobre todo hay un discurso que se mantiene a lo largo de toda la obra, una crítica para nada velada, que también me ha interesado muchísimo: se trata de las malas praxis editoriales que yo también he detectado en ocasiones y que no encajan en absoluto con lo que yo entiendo como Literatura, en general. Veamos. Hay un fenómeno editorial, recurrente, tan manido que supongo que ya nadie se lo cree, pero que se sigue usando sin descanso: el de anunciar como “un hito en el panorama literario contemporáneo” la publicación de una nueva novela. Que muchas veces ni siquiera es literatura, es objeto de entretenimiento y consumo sin más, de autores supuestamente cultos que viven de satisfacer el apetito de las masas. Como bien dice Lago, los mismos lectores que les conceden la fama a estos autores, pronto se la quitan. Se trata del principio de obsolescencia, que hace que caigan en el olvido a los pocos meses de la fecha de publicación.

Basta con ver cómo proliferan en webs y aplicaciones de compra-venta de objetos de segunda mano los típicos best-sellers que pierden todo interés cuando el lector averigua quién es el malo, o cuando sale otro que hace sombra al anterior (un nuevo “hito en el panorama…”), y así eternamente: pasa con los libros entre cuyas líneas no palpita vida. Sin embargo, hay libros buenísimos que son inencontrables una vez descatalogados, hagan la prueba, llevo años comprobándolo.

Me gusta la idea de Lago al considerar que un escritor “de verdad”, ignora olímpicamente toda suerte de estrategias comerciales, no concede entrevistas, jamás habla de su obra, se desconoce dónde vive y su última foto data de hace más de 50 años. Me encanta. Creo que definitivamente aporta valor y seriedad estar fuera del mercadeo editorial, de los circuitos capitalistas de la literatura. Podríamos subir la apuesta y decir que un escritor de verdad jamás publica (hay más ejemplos, no sólo está Dickinson), no toma copas con los libreros ni le da su whatsapp a los lectores, no se baja los pantalones delante de una cámara de televisión ni se derrite ante un plato de comida gratis. Pero hay de todo para todos los gustos, y supongo que así debe ser.

Hay mucho más en “Walt Whitman ya no vive aquí”, que además de poseer un título magnífico, se trata de un libro del que se puede aprender bastante sobre literatura, e incluye al final unos apéndices con guías de lectura, listados de obras y autores ordenados cronológicamente: la versión extendida, media y una lista con unos pocos imprescindibles para quienes tengan menos tiempo o se lo quieran dedicar a otras cosas, porque tiempo tenemos todos el mismo al cabo del día. Según Lago: la mejor novela es “Moby Dick”, de Herman Melville y el mejor poemario es “Hojas de hierba”, de Walt Whitman. A ver quién es el valiente que le quita la razón.


viernes, 10 de noviembre de 2017

PREGÚNTALE A LA NIÑA




Pido disculpas por si hay algún adulto en la sala.

He pretendido encerrar el misterio de la vida en una caja de certezas,
llenado páginas de tinta con palabras en blanco
intentado entender por escrito todo aquello que me aterraba.

Me he creído la voz traicionera del miedo
y se ha convertido en algo real,
he soñado en 4K las historias
que inventaba en la vigilia para atormentarme.

Luego he tenido que inventar un modo de deshacer
las manos que me apretaban los pulmones,
rezado a Hécate en voz alta para que se hagan polvo,
para que se pare el mundo y la magia me acune en sus brazos,
que me bendiga la noche y yo desaparezca en ellos.

Ahora sé que debo preguntar a la niña por cada nueva gamberrada,
dejo que haga ruidos guturales de placer cuando estamos solas,
encontramos tesoros siguiendo nuestra intuición,
conocemos los atajos por el camino de Swann
reconstruimos nuestro hogar junto a cada lugar donde encontramos agua.

Permito que baile y que cante, que se dé besos en el espejo,
que corra descalza y que ría como una india piel roja salvaje.
Hemos explorado lo que hay al otro lado del miedo
escuchado entre árboles nuestra música favorita,
devenido juntas la misma tierra húmeda que pisamos,
vestidas de negro expuestas al sol,
vestidas completamente de negro absorbiendo toda la luz,
absorbiendo toda la maldita luz que ya estaba antes dentro de nosotras.


Del texto y la imagen: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2017


jueves, 18 de agosto de 2016

Fieras y esferas


" Desde que la leí, no sabría decir dónde, me resultó deliciosa una anécdota contada por la madre de Schopenhauer, escritora ella misma, sobre los gustos de la buena sociedad a finales del siglo XVIII: al atravesar los Alpes las damas alemanas que se dirigían a Italia para pasar el verano cerraban las cortinas de sus carruajes para no tener que contemplar los agresivos perfiles de las montañas. Los Alpes eran de mal gusto. Sin embargo, únicamente una generación después, a principios del siglo XIX, el arte europeo se llenaba de agrestes cordilleras y recónditos valles. Los pintores querían enfrentarse directamente, à plein air, a los paisajes más abruptos; los poetas exaltaban la comunión con la tierra; los músicos se lanzaban a una escala de sonidos que duraría un siglo largo. Sería interesante saber, por ejemplo, qué hubieran opinado las recatadas damas alemanas, que evitaban la visión de los Alpes, sobre una obra como la Sinfonía alpina de Richard Strauss.

En cualquier caso la actitud de estas damas es mucho menos extravagante y frívola de lo que ahora pueda parecernos, acostumbrados a dos siglos de exaltación de la "naturaleza". Esta exaltación, bien reciente, es una consecuencia directa del asentamiento de una civilización urbana que proyecta sus carencias y sus malas conciencias en el espacio que aparece como más antagónico al de la propia ciudad. Cuanto más indomable se suponga este espacio mayor es el grado de catarsis con el que fantaseará el habitante de la urbe. Así nace la sensibilidad romántica europea: una cultura ya urbana que, como tal, expresa una nostalgia sin precedentes por un ámbito que se considera perdido o extraordinariamente alejado de la vida cotidiana.

Las damas a las que se refiere la madre de Schopenhauer participan todavía de una atmósfera anterior, ilustrada y rococó, en la que se admiran los jardines racionalistas, aunque sean exuberantes, y en la que si se acude a la "naturaleza" es por juego estético, por ánimo de recrear esas metamorfosis alegóricas en las que los dioses amables compiten con una humanidad refinada y lúdica. Es cierto, no obstante, que mientras las damas alemanas se dirigen a la Riviera para sus veraneos la época se está dislocando con violentas revoluciones, no sólo políticas o sociales.

Mientras está afilándose la hoja de la guillotina destinada a seccionar la cabeza de Luis XVI el arte europeo se desliza hacia un inconformismo radical, inédito que incluye una reformulación rotunda de la idea de "naturaleza". En Gran Bretaña poetas como Wordsworth o Blake y en Alemania Goethe convocan una nueva visión, mayúscula, de la Naturaleza en la que las coordenadas físicas se hallan yuxtapuestas a las míticas, a las psicológicas, a las religiosas. El mito de la Naturaleza empieza a ocupar el centro de la experiencia estética como contraposición a una creciente sensación de marginalidad por parte del hombre que se autodenomina moderno. El Werther de Goethe ofrece la senda que no deja de ganar adeptos en toda Europa. Es el momento del significativamente llamado Sturm und Drang. En tanto en el París revolucionario David pinta la muerte de Marat con tintes neoclásicos, en el norte de Alemania Caspar David Friedrich empieza a pintar esos paisajes insoportables para las damas de su país. Quien mejor entiende la nueva perspectiva en música es Haydn, quien con sus últimas sinfonías abre la puerta hacia el naturalismo cósmico de Beethoven. Recién estrenado el siglo XIX los románticos proclaman solemnemente, como filosofía y como poética, el retorno a la Naturaleza.

Es una proclamación paradójica pues el retorno supone una estancia previa que en realidad no se había producido o que, cuando menos, el arte no había expresado. Es difícil encontrar en la anterior historia artística europea formulaciones afines a la romántica. El mito de la Naturaleza, con su grandiosidad mística y su fuerza salvadora un mito que, aunque empalidecido, se perpetúa en nuestra ecología contemporánea apenas tiene precedentes fragmentarios y dispersos.


Maldita perfección
Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza
Rafael Argullol
Editorial Acantilado, 2013

martes, 19 de abril de 2016

Mis propuestas para Sant Jordi


Antes de empezar, aclaremos lo siguiente: en este mar de letras todos los días del año es el día del libro y el día de la poesía; todos los días se mantiene vivo el espíritu de Samhain; todos son buenos para regalar literatura sin ninguna excusa aparente y todos, absolutamente todos hay que celebrar el instante porque nunca seremos tan jóvenes como ahora mismo, ¡brindemos!

Dicho lo cual.

Hay tantos libros donde escoger que puede ser fácil perderse, equivocarse o quedarse sin ideas, no saber qué elegir. No sólo hay un libro adecuado para cada persona, también hay que determinar si es el momento exacto (si no se llega demasiado tarde, si no nos hemos adelantado). Hay libros que me gustan tanto que resultan imposibles de reseñar (cada cual conviva en paz con sus contradicciones). Algunos de ellos están en esta lista que dejo con la intención de que puedan servir de ayuda a más de uno.



Para (eternos) adolescentes soñadores
“La viajera incandescente”, Ana Cerezuela, poesía

“Irlanda”, Espido Freire, novela


Para amantes de los animales
“Mi vida con Potlach”, Inma Luna, novela

“El mar interior”, Philip Hoare, ensayo


Para lectores exigentes de sensibilidad especial
“La casa de la cruz”, Isabel García Mellado, 2016, poesía


“El mundo en el que vivo”, Hellen Keller, autobiografía


Para echarse unas risas (con monóculo)
“Monstruos parisinos” Catulle Mendés, semblanzas

“A contrapelo” Huysmans, novela


Para amantes de lo oculto
“Donde yace Visnú”, Frank G. Rubio, poesía

“Historia de la filosofía oculta”, Alexandrian, ensayo


Para los niños que nos bailan dentro
“Momo”, Michael Ende, novela

“El príncipe destronado”, Miguel Delibes, novela


Para los amantes de los retos literarios
“La niña que amaba las cerillas”, Gaétan Soucy, novela

“Máquinas de amar”, Pilar Pedraza, ensayo


Para amantes y despechados
“Deseo de ser piel roja”, Miguel Morey, novela

“Los enamoramientos”, Javier Marías, novela


Para viajeros
“La tumba de Keats”, Juan Carlos Mestre, poesía

“Aranmanoth”, Ana María Matute, novela


Para excluidos
“El amante lesbiano”, José Luis Sampedro, novela

“Las ventajas de ser un marginado”, Stephen Chbosky, novela



Para inconformistas
“La sociedad del espectáculo”, Guy Debord, ensayo

“Desobediencia civil y otros escritos”, H.D. Thoureau, ensayo


Para los que sienten que han perdido algo
“Siempre hemos vivido en el castillo”, Shirley Jackson, novela

“Circus girl”, Maite Dono, poesía

Para los que no necesitan ninguna excusa
“El nombre en la punta de la lengua”, Pascal Quignard, novela

“El mundo bajo los párpados”, Jacobo Siruela, ensayo


Para los amantes de la luna
“Cuentos de medianoche”, Bram Stoker, relatos

“Sandman”, Neil Gaiman, cómic


miércoles, 30 de julio de 2014

Se dice poeta (documental) - Sofía Castañón


Me entusiasma informar de algo así: el estreno de un documental que espero ver con toda la ilusión del mundo porque aúna dos de los conceptos que me dan alas cada día: la poesía y el feminismo. Se trata de una visión de género acerca del panorama poético español actual, a través de las opiniones de 21 escritoras nacidas entre los años 1974 y 1990, puesto que la idea es reflejar la actualidad a manos de jóvenes.

La idea parte de la defensa del término con el que quieren que se las identifique: poeta frente a poetisa, puesto que la palabra poeta ya integra ambos géneros y además, poetisa contiene una serie de matices machistas y patriarcales que son totalmente contrarios a sus ideologías, formas de vivir y de entender el día a día.

Pero a partir de esta aclaración surgen muchos otros temas que giran en torno a la poesía (a la hora de escribir, de publicar, de relacionarse en el desconocido mundo literario) y también del feminismo como forma de vida, como única forma de vida para cualquier mujer de bien que se respete a sí misma.

En la web del documental se puede acceder a los vídeos promocionales del documental, que se estrenará el próximo 5 de agosto en la IX edición de Agosto Clandestino - Poetas en la Rioja, a las 20.15h en la filmoteca Rafael Azcona (Logroño). Personalmente, espero con creciente impaciencia el momento en que se proyecte en algún lugar de Madrid para poder verlo: es demasiado tentador como para perdérselo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

"Literatura y fantasma" - Javier Marías


"Vida del fantasma", "La canción de Lord Rendall", "Serán nostalgias", "El fantasma y la señora Muir", "Cuando fui mortal", "Campanadas y viento y fantasma y muertos", "Fantasmas leídos", "Literatura y fantasma"... títulos de libros, cuentos o artículos de Javier Marías que aluden a su predilección por estos personajes de ficción tan encantadores y aterradores al mismo tiempo, los fantasmas. Esta divertidísima afición suya resulta inspiradora, pero todo a su debido tiempo.

"Literatura y fantasma" es un libro que actualmente se encuentra disponible en reediciones, (incluso ampliadas), cuya edición inicial, publicada por la editorial Siruela en 1993 posee la cubierta con una de las mejores imágenes que he visto nunca. Se trata de un collage de rostros en el que parte del de Javier Marías ocupa el lugar central, respaldado por el medio rostro inclinado y semioculto de Robert Louis Stevenson; la casi totalidad del lado izquierdo del rostro de Marías es invadida por el de Vladimir Nabokov, mientras la mirada de soslayo de Juan Benet sirve de apoyo a los mentones de todos ellos.

Lo que contiene "Literatura y fantasma" son artículos, ponencias y prólogos recopilados, procedentes de otras publicaciones y conferencias. Tratan asuntos lingüísticos y literarios, pero no deben confundirse con esos otros textos en los que Javier Marías a veces reflexiona y nos ilustra sobre cuestiones gramaticales y ortográficas, que fueron recogidos y publicados en 2012 por Galaxia Gutemberg, y que constituyen una de las colecciones más divertidas y enriquecedoras de artículos de Javier Marías.

En "Literatura y fantasma" desvela algunos de los pormenores de su método de trabajo, explica por qué no utiliza esta o aquella herramienta y nos permite observar su obra como a través de rayos X (lo que ya de por sí resulta bastante fantasmagórico). En uno de los artículos, "La muerte de Manur: narración hipotética y presente de indicativo", explica cómo se las ingenió para introducir párrafos en presente de indicativo en una obra fundamentalmente narrada en pretérito indefinido e imperfecto, "El hombre sentimental", valiéndose de una transición que no diera como resultado un cambio de tiempo brusco. 

A veces uno lee y le parece que la redacción es tan perfecta y tan exacta que no sólo no podría haber sido de otra manera, sino que la pluma o el teclado del escritor se activaron solos y dieron lugar a un libro estupendo escrito aparentemente sin ningún esfuerzo. Y nada más lejos de la realidad.

Precisamente, en este mismo artículo Javier Marías lanza una pequeña crítica al "realismo sucio", un estilo procedente de la literatura estadounidense que se caracteriza fundamentalmente por redactarse en presente, utilizar frases muy cortas e inmediatas y también por su marcado carácter autobiográfico, aunque esa es otra cuestión. Esta fórmula es más fácil y requiere al escritor menos esfuerzos, también el lector tendrá que esmerarse menos: esta presentación recuerda a la inmediatez del teatro, a las conversaciones coloquiales... al lenguaje sin demasiados tratamiento y aderezo, en suma. Y por eso mismo, más caduco y pobre que otros textos pulidos y esmerados, como los que Javier Marías sí emplea en sus obras.

Escritores de calidad producen lectores de calidad, al igual que los restaurantes de comida rápida producen organismos enfermos y mal nutridos. Así, tanto en la literatura como en la gastronomía, cada uno elige lo que le alimenta, también en qué quiere convertirse. No es lo mismo leer "La montaña mágica" tomando un té con leche de soja y pastas caseras, que acompañar la lectura de las sombras de grey con picadillo de restos de algo parecido al pollo rebozados en no se sabe qué y fritos en aceite de mala calidad reutilizada. Tampoco creo que sean extremos opuestos: sinceramente, no sé si hay término medio.

Otro tema que aparece en "Literatura y fantasma" es el de la autobiografía, la biografía novelada o la inclusión de elementos biográficos en una obra de ficción. Javier Marías desvela de qué artimañas se vale para mezclar realidad y ficción en sus libros de forma que ambas convivan amigablemente. También reflexiona sobre cómo el lector tiende a desconfiar de los textos declaradamente biográficos por las posibles exageraciones o engaños; también, en el caso contrario, cómo el lector busca datos reconocibles de la vida del escritor en sus obras ficticias. Javier Marías cuenta sin tapujos, y cualquiera puede comprobarlo, cómo en su caso ha jugado a la ambigüedad (con gran acierto y mejor ejecución, por cierto) en casi todas sus novelas, y este es un rasgo que, entre otros muchos, le convierten en un escritor magistral. Y por estas perlas, lo amo:

"Rara es la ocasión en que se ve a alguien por la calle o en una playa leyendo un libro suyo, entre otras cosas porque ya casi nadie lleva libros por la calle y menos aún a la playa. Recuerdo la emoción que sentí cuando alguien caritativo y quizá embustero me contó que en un vuelo había visto a tres personas distintas (ya sé que tres personas son siempre distintas, el adjetivo sirve para subrayar que eran tres, como el famoso <<6 6="" toros="">>) leyendo una de mis novelas. Pensé: qué avión tan amable, qué vuelo tan distinguido."

En el apartado "Otras vanidades" de este mismo libro, (de donde también procede el párrafo citado), se incluye un artículo en el que da siete razones para no escribir novelas y una sola para hacerlo. Lejos de la intención de desvelar esta última, solo diré que es la misma por la que muchos leemos.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Autorretrato con radiador - Christian Bobin


Es más fácil leer que explicar "Autorretrato con radiador": porque es un libro que envuelve con una atmósfera extraña, muy silenciosa y solitaria, (que al parecer se asemeja mucho a la vida real de su creador) y susurra con una voz tímida y delicada secretos que, de tan sencillos, casi siempre resulta imposible plasmar con palabras. Pues bien, Bobin los plasma.

Bajo la apariencia formal de un diario con entradas muy breves, Bobin reflexiona, a grandes rasgos, de la vida, la muerte y  la literatura. Y de cómo esta última parece servir de compañera de viaje entre una y otra. En su caso, la literatura es precisamente el motivo de que la muerte no se precipite en su camino, en varios sentidos: no sólo es la herramienta que le sirve de sustento (Bobin cuenta con más de cuarenta libros publicados, aunque en castellano sólo se hayan publicado cuatro), sino que también es el alimento espiritual que impulsa sus fuerzas para seguir adelante.

Domingo 7 de julio

Ya por dos veces me ha devuelto a la vida. Podría por lo menos, por cortesía, citar su nombre: Tomas (sin h) Tranströmer. Poeta sueco. La reseña dice que es psicólogo de profesión, que todavía vive, que en 1990 se volvió afásico. A veces uno de sus poemas viene a aletear a la altura de mis ojos, me da de comer con su pico y después se va, recuperado por la oscuridad de donde salía, de donde él saca su alimento — y por añadidura el mío.

Christian Bobin no acostumbra a viajar, dar conferencias, salir por la tele, promover, en fin, su trabajo haciendo ruido. Su espíritu se conforma con las cosas más insignificantes y humildes del día a día, y a partir de ellas construye su riqueza. Sólo alguien como él podría describir la literatura y el amor de este modo:

Lunes 24 de febrero

La literatura eterna —cuentos, mitos, leyendas— apareció en la tierra con los primeros hombres. Les permitió habitar la tierra sin morir de frío. El fuego y la voz que narra se inventaron al mismo tiempo, dando el mismo calor y logrando el respeto de los animales salvajes. La literatura eterna debió de venir así: alguien se inclina sobre alguien que está enfermo, empieza a contarle la gran leyenda de los albores, el torbellino de los fines, el carnaval de los dioses, y mediante esa voz que inventa, llega un poco de luz a la oscuridad. La literatura eterna ya estaba allí, entera, en ese tiempo en el que los hombres iluminaban las cavernas con coloreados fantasmas de caballos. Llegó al mismo tiempo en el que el miedo entró por vez primera en un alma, por una grieta de la carne  un cazador mordido en el talón por una serpiente, un niño con los ojos brillantes de la fiebre, una mujer perdiendo su sangre, tumbada cerca de las cenizas, un pintor de bisontes, que se volvió ciego, un anciano, con sus piernas atrapadas por el hielo. La literatura eterna es la medicina más antigua del mundo. Es anterior a la escritura. Antes de depositarse sobre unas tablas de arcilla, purificó voces, sosegó almas. Sigue haciéndolo cada vez que una madre se inclina sobre su hijo adormecido por el cansancio, y cuenta un cuento, canta una cancioncilla. Nunca ha existido una distinción real entre la palabra y la escritura. La escritura es la hermana pequeña de la palabra. La escritura es la hermana tardía de la palabra en la que un individuo, viajando desde su soledad a la soledad del otro, puebla el espacio entre las dos soledades con una vía láctea de palabras. Lo que nos habla, es lo que nos ama. Una palabra privada de amor es una cosa sorda, sin consecuencia. "No sé hablarte, luego te mato": el amor es un esfuerzo para salir de ese crimen natural de cada uno por cada uno de nosotros. El amor es esa bondad elemental a partir de la cual una soledad puede hablar a otra soledad y, si es necesario, acompañarla hasta en la oscuridad. (...)

Este libro es una colección de aforismos enredados entre pensamientos de la más diversa índole. Lo único que podría reprochársele a esta edición española es que, antes de imprimirlo, el libro se debió caer, o acaso un duende intervino, el caso es que las tildes aparecen y desaparecen en los lugres más inoportunos. Perderse o no perderse, en fin, en su interior, siguiendo su hilo de Ariadna, es ya sólo una decisión vuestra.

viernes, 20 de septiembre de 2013

J.R.R. Tolkien, Señor de la Tierra Media - Ed. de Joseph Pearce


Su conversación se centraba ahora en sus libros. Había trabajado durante catorce años en El Señor de los Anillos y antes de eso durante muchos años en El Silmarillion. Eran sin duda la obra de su vida. En cierto modo los había esbozado antes de empezar a ir a la escuela, y de hecho había escrito uno o dos de los poemas mientras todavía estaba en el colegio, creo que los poemas de Tom Bombadil. Y ahora ya no le esperaba nada, excepto una salud quebrantada y una pensión insuficiente. Verlo tan desmoralizado y tan poco interesado en nada que no fueran sus problemas nos preocupó seriamente. ¿Qué podíamos hacer para mitigar su depresión? Podía pasear con él y recorrer los alrededores en coche durante el día pero ¿cómo pasaríamos las veladas? Entonces tuve una idea. Me arriesgaría a iniciarlo en los misterios de una nueva máquina que tenía en casa y que estaba probando sus posibles aplicaciones a la educación. Era una gran caja negra, un ferrógrafo, un modelo primitivo de magnetófono. Confrontarlo con la máquina era arriesgado porque había dejado claro que las detestaba. Podía maldecirla y maldecirme a mí con ella, pero cabía la posibilidad de que sintiera interés por grabar, por escuchar su propia voz.
Y ciertamente le interesó. Empezó grabando el Padrenuestro en gótico para expulsar el mal que estaba seguro la habitaba por su condición de máquina.

Me parece que no disfrutó mucho de la comida en el tiempo que pasó en Malvern, porque mi esposa estaba por entonces practicando con un libro de cocina francesa y por razones que desconozco él parecía detestar todo lo francés. Nosotros los atribuimos entonces a que estaba desganado. De todos modos, Tolkien le mandó una encantadora carta de agradecimiento a mi esposa escrita en élfico con su traducción al inglés.

George Sayer

* * *

El Señor de los Anillos no es una obra sin defecto, pero es más rica y profunda que muchos libros pergeñados más cuidadosamente por hombres más ligeros. Los que empujaba a Tolkien a trabajar hasta altas horas de la noche no era meramente el deseo de contar una historia, sino la conciencia de que él era parte de una historia. Tal vez estuviera escribiendo ficción, pero estaba narrando la verdad acerca del mundo como ésta se le revelaba. Y esta verdad la descubrió a medida que escribía, a través del proceso de escritura mismo. "Tuve la siempre la sensación de registrar lo que estuvo siempre "allí", en alguna parte, no de "inventar".

Después relata que una vez se encontró con Gandalf, en la persona de un hombre que lo visitó para discutir ciertos viejos cuadros que parecían pintados a propósito para ilustrar El Señor de los Anillos. Tras un silencio el hombre comenta: "Por supuesto, no cree que haya escrito todo ese libro usted mismo, ¿no es así?"

Stratford Caldecott

* * *

Su biógrafo revela que, después de conocer los efectos perniciosos de los coches en el campo, Tolkien no volvió a conducir, y que incluso disfrutando de la posición acomodada que le proporcionaban los derechos de autor que recibía de las ventas mundiales de sus libros, no tenía televisión, lavaplatos ni lavadora en su casa. El de Tolkien es un mundo en el cual la decencia y el honor tienen un valor infinitamente mayor que la riqueza material, y en el que sólo mediante la avaricia materialista, el afán de posesión y el deseo de poder temporal el Anillo Único obra su mal.

Elwin Fairburn

* * *

El mundo sub-creado de Tolkien es intemporal, lo que le permite obviar lo periférico en favor de los eternos problemas de la existencia. Por esta razón, El Señor de los Anillos no está ahora más desfasado que cuando fue publicado. Por la misma razón no es arriesgado predecir la continuación de su popularidad. Si las futuras generaciones dejan de leer los clásicos de Tolkien no será porque haya dejado de ser relevante o quede desfasado. Si dejan de leer a Tolkien será porque ya no leerán nada. Si la tecnología convierte en superflua la palabra escrita, la obra de Tolkien se hundirá. Sus libros, que se han revelado demasiado reales para ser reproducidos por cualquiera de las nuevas formas de realidad virtual, serán entonces olvidados. Si eso ocurriera, marcaría el triunfo de la tecnología pero ciertamente no el triunfo del "progreso".

Joseph Pearce

* * *

Lo que Tolkien hizo cuando puso la pluma sobre el papel fue ni más ni menos que crear un nuevo género literario: la fantasía heroica.
Pronuncie la palabra "fantasía" en una habitación abarrotada y salta la alarma. Lo sé porque debido a lo que escribo recibo cartas de estas gentes alarmadas continuamente. Para ellos, las palabras ficción y mentira son sinónimos indiferenciados. Puesto que por definición la ficción no responde a hechos documentados, la ficción es por tanto falsa. Algo falso es una mentira. Todas las mentiras son malvadas. Luego: la ficción es malvada. Y la ficción más sospechosa de todas es (horror, horror) la fantasía escapista.

(...) Tolkien tuvo que hacer frente a esta misma actitud; en su tiempo se le acusó de escribir una literatura escapista que llevaría a los lectores a abandonar la realidad en favor de una vida imaginaria imposiblemente rica y estimulante. La respuesta de Tolkien fue inequívoca: "Sí -declaró-, la fantasía es escapista, y ahí está su grandeza. Si un soldado es capturado por el enemigo, ¿no consideramos que es su deber escapar? ¡Los prestamistas, los ignorantes, los autoritarios nos mantienen a todos en prisión; si valoramos la libertad de pensamiento y alma, si somos partisanos de la libertad, nuestro deber es escapar y llevar con nosotros tanto como podamos!".

Richard Jeffery


jueves, 29 de noviembre de 2012

Madrid, Puerta del Sol, 1 de diciembre


ACTIVIDADES ORGANIZADAS

12 - 13h. Puerta del Sol (Madrid). “La poesía es un arma cargada de futuro”
12 - 17h Desde la Puerta del Sol hasta la plaza 2 de Mayo (Madrid). "Cupones premiados. Poesía sos vos"
13 - 16h. Puerta del Sol (Madrid). "Blogueros contra los recortes sociales"
Desde 13h. Plaza del 2 de Mayo (Madrid).  Jam session
Desde 16h. Puerta del Sol (Madrid). "manifestación po ético. el maratón"

Información extraída del blog unodi; para más información, pinchar aquí.
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