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domingo, 11 de octubre de 2020

"El valle de las mariposas" - Inger Christensen


Desde que se publicara “Alfabeto” en 2014, la editorial Sexto Piso ha seguido apostando por una de las eternas candidatas al Nobel de Literatura, Inger Christensen, introduciéndola en el panorama literario español con fabulosas traducciones y una inmejorable presentación, como nos tienen acostumbrados. Hace tan solo unas semanas, se ha publicado “El valle de las mariposas”, que supone la tercera de sus obras que Sexto Piso incorpora a su catálogo.

La originalidad de la poesía de Christensen es debida sobre todo a las estructuras en las que se enmarcan o que vertebran sus poemas: para ello, utiliza sistemas que pueden provenir de cualquier campo (artístico, científico). Para la composición de “Alfabeto” se basó en la sucesión de Fibonacci y “Eso” está relacionado con la teoría de las preposiciones del lingüista danés Viggo Brondal.

En “El valle de las mariposas”, si leemos con atención y recordamos pasajes de sus libros anteriores, encontraremos ecos de versos que ya conocemos y que, con pocas variaciones o ninguna, aterrizan de nuevo entre estas páginas para aportar consistencia al conjunto de la obra y servir de hilo conductor, en una suerte de intertextualidad que suele ser muy bien recibida por el público más fiel.

“El valle de las mariposas” se compone a su vez de varios libros, cada uno de ellos tiene su propia personalidad y razón de ser, pero empecemos por el principio. El primero de ellos, “Escaleras de agua”, se construye en torno a las fuentes de las plazas de Roma y utiliza estructuras repetitivas. Hay un “modelo” de poema que se va retorciendo y exprimiendo, del que se quita y se pone, que se pervierte al antojo de la autora, hasta que, vertiginosamente, se va convirtiendo en muchos otros derivados o ecos de sí mismo. 

Personalmente, los primeros poemas sí me conquistaron porque me trasladaron automáticamente a las desordenadas callejuelas romanas, a mis paseos hasta la tumba de Keats y a la sensación de no aburrirme nunca viajando sola que en buena parte le debo a Italia. Sin embargo, este primer libro me terminó pareciendo un ejercicio literario que tras la buena impresión inicial, me sacaba del texto a fuerza de repetir la misma información presentada de diferentes formas. Quizá es demasiado experimental para mi gusto y por eso terminó haciéndoseme largo, aunque por supuesto le reconozco el mérito, la originalidad y la capacidad de transmisión a nivel visual, de una forma casi plástica y palpable.

El segundo libro, “Carta en abril”, se construye a partir de un juego artístico y matemático creado cuando su hijo tenía 6 años. Esta estructura permite varias formas de organizar las estrofas y leerlas en diferente orden. En cuanto al contenido, se inspira en los paisajes que atravesaron al viajar y a las observaciones de detalles muy pequeños que la autora recogió de ese viaje (el momento de deshacer la maleta, su hijo dibujando sobre los mapas, las preguntas infantiles de su hijo acerca del mundo que les rodea…), las reflexiones de una madre durante los días en los que de alguna manera el tiempo se detiene solo para ellos de modo que puedan explorar lugares desconocidos que les permitan encontrarse a sí mismos (para qué viajar, si no es de esa manera).

El siguiente libro, “Poema sobre la muerte” es el más corto de los cuatro y se estructura en estrofas de cuatro versos. Leyéndolo, me ha dado la impresión de que se trataba de otro ejercicio donde la autora de alguna manera se obligaba a sí misma a reflexionar sobre la muerte plasmando pensamientos de aquí y de allá, casi cotidianos, sin que haya sucedido en su vida ningún episodio reciente directamente relacionado con la muerte, como podría ser la pérdida de un ser querido


por eso cada vez

que me miro en el espejo

miro a la muerte a los ojos

sin llorar

 

(…)

 

toma a la muerte de la mano

dale una manzana

ve a su tumba

y muerde la manzana tú primero


Puede que sea el libro que más me ha gustado de los cuatro. Me ha parecido precisamente eso, que solo con fijarnos un poco nos damos cuenta de que estamos rodeados de muerte y que, lejos de sumirnos en la desolación, debería hacernos reflexionar para apreciar y sentirnos más vivos. En estos poemas la hace presente y parecen una invitación a no mirar hacia otro lado (vivimos en una sociedad que vive de espaldas a la muerte y nuestra relación con ella está muy condicionada por ese motivo), sino mirarla de frente pero desde la serenidad y quizá, de alguna manera también, la alegría.

El cuarto y último, “El valle de las mariposas. Un réquiem” da nombre al poemario y supone una rareza para la poesía danesa (idioma original de este poemario) ya que utiliza el soneto, una forma poco experimentada en la tradición literaria danesa (sí en la española e italiana). La idea surgió del último soneto o soneto maestro, que fue escrito por el aniversario de una editorial danesa y durante un debate con sus alumnos, Christensen se preguntó si podría ser el punto de partida para crear una corona de sonetos. La versión en español es una auténtica virguería de la traducción, porque mantiene la forma de soneto procurando transmitir a la vez el sentido original del texto de la forma más fiel posible.

Por el momento, ni “Alfabeto” ni “El valle de las mariposas” superan a “Eso”. Y ya sé que no se trata de comparar, y que cada libro tiene su por qué y su propia idiosincrasia. Pero es que “Eso”, para mí, fue un puñetazo en la barriga, una sacudida por los hombros, una lectura que me inspiraba constantemente según avanzaba y que me traía referencias personales de muchas otras lecturas: era literatura, en una palabra. Una obra de la que no sales siendo la misma persona que eras antes de leerlo. Por eso hablaba de ella así en 2015: “Dejemos la mediocridad a un lado. Poesía es lo que hace Inger Christensen.” Estoy segura de que no me perderé nada que se publique en el futuro y que lleve su sello.


sábado, 1 de junio de 2019

"El bosque" - Nell Leyshon




Conocía a Nell Leyshon a través de su admirable trabajo “Del color de la leche”, novela que se publicó en España a cargo de Sexto Piso y con traducción de Mariano Peyrou: era una auténtica delicia, con esa redacción tan sutil y esa capacidad para mantener al lector en vilo. A pesar de relatar sucesos espeluznantes (de abuso infantil) conseguía dar forma a todo ese lodo y construir algo hermoso a partir de eso: una tarea complicada y casi contradictoria, pero es que en eso consiste la verdadera literatura.

En “El bosque”, con traducción de Inga Pellisa, he encontrado vaivenes en lo que a intensidad se refiere. También es cierto que la novela se divide en tres bloques principales bien diferenciados y que la intención, la forma, el fondo… todo parece haber sido orquestado de modo que no se perciba como una novela al uso.

La trama no es ningún secreto, ya que se resume detalladamente en la cuarta de cubierta de la novela.

La primera parte se desarrolla en Polonia, en un ambiente familiar ideal donde el pequeño Pawel crece junto a las contradicciones de su madre y el resto de la familia (tan parecida a todas las demás familias felices o tan infelices a su manera). Las contradicciones de su madre son debidas a su difícil gestión personal de la ruptura con su independencia y todo el tiempo que tenía disponible para dedicarlo a los placeres, la habitación propia… cuando irrumpe la maternidad. Esto está muy bien plasmado a lo largo de toda la trama, sin eufemismos, ya que la vida interior de las mujeres, la sexualidad femenina y la maternidad son temas tabúes en la vida real y, por tanto, en la literatura, que es la representación escrita de la misma. Zofia, la madre de Pawel, se percibe a sí misma como un sol transmutado en planeta que gira en torno a un nuevo astro, su hijo, que reclama todo su tiempo y todas sus atenciones.

Su piel huele a galletas, a algo hecho en casa, aquí en la cocina. Siente que ella misma empieza a ablandarse, como si su corazón fuese de nuevo cera y él fuese de nuevo la llama. Levanta un brazo, rodea su cuerpo. Levanta la otra mano, le aparta el pelo de la frente con una caricia. Él la estrecha más fuerte por la cintura, por el cuello.
Vuelve a ser un solo cuerpo.
Desliza la mano por su pelo, por su mejilla, envuelve su mentón en la mano. Le levanta la cara y se miran el uno al otro. Sostiene su cara, su cara entera, su mundo entero, parecería, en la palma de la mano.

La segunda parte es la pérdida de la inocencia para Pawel y también la pérdida de la vida, o de la vida tal y como la conocían, para el resto de su familia. El niño y su madre huyen al bosque para salvarse de la invasión militar y durante una temporada se refugian en un establo, dignificando su día a día en la medida de sus posibilidades: esta época marcará sus vidas para siempre. Este bloque es el más abstraído, de modo que refleja muy bien los esfuerzos, conscientes o no, de los protagonistas para disociarse de una realidad que se les presenta de forma tan hostil. Entre el lector y la trama hay un velo muy denso, que no es accidental. Es también muy lírico y casi se podría decir deshilachado, en el sentido de que en ocasiones la cadencia se interrumpe, se ramifica, llega a puntos muertos y se retoma a sí misma en cualquier otro lugar inesperado. Justo aquí Leyshon deja entrar a la magia y lo hace por todo lo alto, dando lugar a algunos de los pasajes más emocionantes de toda la obra. Un I went out to the hazel wood al más puro estilo Yeats que, precisamente, homenajearía al escritor irlandés también en lo mágico si es que el lector quiere sugestionarse tanto como yo lo hago y encontrar asociaciones incluso donde no las hay: o, más bien, donde Leyshon nunca las puso adrede. O quién sabe.

Le es imposible dormir. Tal vez sea verdad, y está vigilando la entrada de la cueva. Los seres humanos creen que avanzan sin fin hacia el desarrollo y la sofisticación, sin embargo, habitan en todos nosotros los fósiles enroscados de los hombres y mujeres antiguos, que saben cosas que nosotros no. Que notan una presencia a nuestra espalda. Que saben que debemos sentarnos apoyados en la pared para ver acercarse al enemigo. Que se enamoran en la primera cita, guiados por olores invisibles, imperceptibles.
Ella, Zofia, sabe todo esto: lo rápido que se esfuma la sofisticación, lo rápido que puede desplegarse la mujer fósil.

Finalmente, la tercera y última parte es el regreso a la civilización, años después, cuando la guerra ha terminado y madre e hijo pueden salir de su escondite en el bosque. Observamos los estragos que una vida tan violenta y accidentada ha causado en los protagonistas, así como la presión de la sociedad retrógada. El contenido de este apartado no se desvela en la cuarta de cubierta así que tampoco voy a comentarlo aquí. Para mí ha sido una sorpresa, un hallazgo que para nada esperaba y que me ha llevado hasta las lágrimas en algunos pasajes. Leyshon concentra en esta parte su mejor saber hacer en cuanto a delicadeza y sensibilidad se refiere, y se reafirma como una maestra en el arte de describir la cotidianidad de puertas para dentro y los finísimos pensamientos captados al vuelo. También, del uso de pequeños objetos que sirven como desencadenante de un sinfín de recuerdos. Pero, aunque para mi gusto esta parte es la que más brilla, en conjunto es una novela muy recomendable, y he de confesar que huyo de las novelas que utilizan la guerra en su argumento. Pero por suerte (para mí, al menos) esta novela va más allá y, además, la edición, como siempre sucede cuando se trata de Sexto Piso, es impecable.

No persigas un pensamiento que duele. Ya sabes que no hay que hacerlo.

viernes, 12 de abril de 2019

"Ojos Negros" - Frédéric Boyer


“Ojos Negros” es una novela redactada de una manera muy lírica que trata del origen del deseo desde los primeros años, a través de las experiencias personales de su protagonista: un adulto que rememora aquellos momentos que sirvieron de aprendizaje para su educación sentimental y sexual, los que dieron origen a sus primeras tomas de contacto con el deseo.

Ya conocía a este autor por el poemario “En mi pradera”, publicado también por Sexto Piso, en 2015. Aún lo guardo con cariño y releo en ocasiones, es un librito estupendo (haciendo clic sobre el título podéis leer la reseña que escribí sobre él en su día). Por eso mis expectativas estaban demasiado altas cuando cayó en mis manos “Ojos Negros”, pero he de confesar que no las ha superado.

El tono de “Ojos Negros”, intimista y poético, quiere recordarme a Pierre Michon, a Miguel Morey, en última instancia a Pascal Quignard… pero lo cierto es que para mi gusto no está a la altura, aunque los ecos y semejanzas estén ahí. Divaga mucho y no consigue captar mi atención. Pero no puede ser que un argumento errático me despiste, precisamente me enamoré de la prosa de Javier Marías por sus digresiones (qué pena que sus últimos trabajos sean sólo una copia de sí mismo, con lo que fue y lo que podía haber sido), y es algo que de manera recurrente he apreciado después en muchos otros libros.

Sencillamente es que no me atrapa. No consigue que me importe lo que pasó con Ojos Negros o con el resto de sus encuentros o amantes. Tampoco encuentro las sutilezas necesarias para convencerme de que quien escribe es un ser deseante, o es que su deseo no transcurre por lugares que me sean conocidos.

Y sin embargo no puedo decir que sea un mal libro, técnicamente es correcto, la edición por parte de Sexto Piso como siempre es impecable. La lectura se hace rápida porque son solo 170 páginas de capítulos cortos, que dejan muchos espacios en blanco y se avanza ágilmente. A su favor he de decir que estos fragmentos están construidos con mucho cuidado, de modo que los cierres son muy buenos, ya que siguen un hilo conductor que, aunque a veces parece que se diluye en sí mismo, retoma con un final que lo hace redondo.

Transcribo a continuación un pequeño fragmento extraído de las primeras páginas que me gustó bastante:

"Toda mi vida permanecería atado y fiel a esa ordalía hueca como un AGUJERO NEGRO. Con el tiempo aprendería que todas las estrellas pasan así por una serie de dilataciones y contracciones. Pero aquellas cuya masa equivale a varias veces la masa solar ven cómo su densidad va aumentando a fuerza de contraerse, y algunas de ellas acaban dando lugar a agujeros negros. Se dice que son grandes aspiradoras de materia, al tiempo que se supone que producen energía de ese modo. Lo mismo sucedió con nuestro secreto: al volverse invisible, al no poder reflejar ni emitir luz alguna, se tornó tan denso, tan pesado que se comprimió arrastrando hacia sí su masa y desatando una suerte de aspiración, un vacío, como el fenómeno de la gracia que han descrito algunos teólogos. La gracia no nos colma sino de la nada que produce cuando la recibimos.


sábado, 16 de febrero de 2019

"Las lágrimas" - Pascal Quignard


Esta es una novela que habla de las vidas de los nietos de Carlomagno, los gemelos Nithard y Hartnid, pero a la manera Quignard. Es decir, que no es una novela histórica al uso. A Quignard le interesa la mezcla cultural que tuvo lugar en el nacimiento de Europa, con su ya habitual obsesión por el origen de los idiomas y su personalísima manera de expresarse.

El primer párrafo es un canto a los animales en tanto que seres vivos, amigos, hermanos. Facilita el ensueño a lo que podría haber sido una sociedad antiespecista y civilizada. No lo fue, en absoluto.

Cuando me enteré de la publicación de “Las lágrimas”, ya lo quería. No sabía de qué trataba pero lo quería; incluso mientras leía, el hilo conductor estaba en un segundo plano: lo que me interesa de Quignard es que hace magia con el uso del lenguaje, que va más allá de un lirismo muy cuidado.

p. 23  
EL ORIGEN DEL SOMME
El primer color que se forma en la retina de todos los hombres, en el ojo del recién nacido, es el azul.
Ese color es azul como el mar que antecede a la tierra.
Azul como el mismo cielo, que los antecede a ambos.
Durante un largo tiempo el Somme no era más que un arroyito tan pequeño como el arroyo que brotaba de las fuentes revitalizantes de Saint Marcoul.
Sar era la chamana que tenía en su poder la bahía que abría el Somme en el mar del Norte. Y sus ojos de vidente eran tan azules como lo son los ojos de los niños recién nacidos. Una noche, en el fondo de sí misma, oyó a lo lejos a los islandeses, que llegaban en su barco. Entre los francos, sólo las mujeres tenían en don de la doble visión, porque sólo las mujeres, según decían, son en el origen tanto hombres como mujeres, es decir, tanto niños como viejos, es decir, tanto fantasías como fantasmas. 

Dicen en la ficha de este libro, en la web de la Editorial Sexto Piso, que “Las lágrimas” es el mejor libro de Pascal Quignard. Yo creo que el mejor libro de Quignard siempre es el primero que cae entre tus manos, porque es el que te inicia a él y te abre las puertas hacia su mundo.

p.43 Los abetos son los árboles favoritos de las nubes.

El espanto, la palabra en la punta de la lengua, el sexo, las religiones, en “Las lágrimas” están de alguna manera todas o casi todas las obsesiones del autor francés. Entremezcladas con el pasado, las batallas, la vida medieval.

p.120 (…) había constatado que los humanos que no amaban a los gatos sentían todos, sin excepción, aversión por la libertad.

“Las lágrimas” es un viaje a nuestro origen, a fin de interpretarlo desde el interior de las palabras. Todo lo demás, dados los orígenes de Quignard, sólo es música, o acaso silencio.


miércoles, 12 de septiembre de 2018

"Walt Whitman ya no vive aquí" - Eduardo Lago


Más allá de David Foster Wallace

Eduardo Lago es considerado uno de los mayores referentes en cuanto a literatura norteamericana se refiere. Su conocimiento en la materia estriba, en gran parte, en su labor como traductor. Ha traducido a muchos de sus principales referentes literarios, como por ejemplo a David Foster Wallace, Philip Roth, John Barth o Don DeLillo. 

Este volumen no es tanto un ensayo al uso (académico, riguroso, estructurado, impersonal) sino un híbrido que incluye también la visión de su autor (personal, subjetiva, sesgada) con respecto al trabajo de los autores que analiza, a lo que se añade algo así como una suerte de diario de trabajo, anécdotas de los autores, etc.

“Walt Whitman ya no vive aquí”, comienza con una conversación inédita con David Foster Wallace, el autor maldito de “La broma infinita” y otros librazos. La charla es la mar de interesante, con preguntas y respuestas muy lúcidas e informativas, esclarecen muy bien quién es cada uno de los participantes, es un texto buenísimo para dar comienzo a este libro tan particular. Especialmente llama la atención el nivel al que hablan sobre literatura, y también el hecho de que no hablen de otros temas (no tan extraño en entrevistas con escritores). Las respuestas de Foster Wallace no se quedan en la superficie, se esfuerza y ahonda mucho en el contenido de lo que cuenta, también es palpable que se crea un clima magnífico entre ellos y que esto hace que se abra más a seguir hablando.

Más adelante hay lugar para mucho más D.F.W., es innegable la pasión que Lago siente por la obra de este autor. En general, y como veremos, hay una familiaridad muy bonita, una cercanía muy especial, entre Lago y sus autores de referencia, a quienes parece sentir como parte de su familia. 
También hay un lugar para comentar la obra de los autores más crípticos o tradicionalmente más difíciles (Pynchon, Gaddis, el mismo Foster Wallace o DeLillo, quienes a su vez se influencian de otros como Joyce, Navokov o Beckett).


La mujer en la literatura norteamericana

Hasta aquí, todo son autores hombres. ¿Dónde están ellas? ¿Siguen encerradas en casa a la sombra de antipáticos maridos que firman sus textos por ellas? No será hasta la página 53 cuando encontremos una explicación a este fenómeno:

Entre los integrantes de los cuartetos elegidos por Wallace y Bloom no figura una sola escritora, lo cual invita a pensar. No es cuestión de corrección política. Cualquier intento de jerarquización en función del género del autor carece de sentido; más bien es cuestión de mero equilibrio.

A esto le sigue una larga digresión de por qué incluir o no a tal o cual autora que se pueda equiparar a los autores ya citados. Está claro que no es cuestión de corrección política: es cuestión de machismo, que no solo está presente en las librerías, sino también mucho antes, en los círculos literarios y editoriales desde que el patriarcado impera en la sociedad. Si se las ningunea, desprecia, hace a un lado, ignora… claro, no están. Página 55: 

La obra de Morrison es un proyecto sólido, unificado por un singular tratamiento de temas que tienen como centro la experiencia afroamericana vista desde la perspectiva de la mujer (...)

¿Y qué otra perspectiva iba a tener, si la autora es una mujer? Para detectar de forma fácil cualquier presunta “machistada”, basta con darle la vuelta al género de la frase: nunca veríamos escrito “la experiencia afroamericana vista desde la perspectiva del hombre”, ¿verdad? Sería una redundancia. La visión masculina es la establecida y fundamentalmente válida; la femenina, sin embargo, es algo exótico y pueril, por lo que se incide sobre ella destacando que proviene de una mujer.

Siguiendo en esta línea, el capítulo dedicado a Sylvia Plath resulta estar en realidad dedicado “al fantasma de Sylvia Plath”: quien resulta ser el protagonista es su marido Ted Hughes, quien nunca escribió de forma brillante (esto es una opinión personal como cualquier otra, ya que no soy capaz de empatizar con su tono ni con su contenido) y probablemente sólo le conocemos por haber sido el marido de Sylvia Plath. ¿No resulta doblemente absurda su inclusión en este libro de literatura norteamericana… ¡puesto que era inglés…!?

Más adelante, en la página 289 y refiriéndose a la inaprehensible y maravillosa Emily Dickinson, nos sorprende con la siguiente sentencia: “El terror a disolverse, expresado de un modo que sólo lo puede hacer una mujer”. Y poco después, en la página 293, y siguiendo con E.D.: “a la altura de Walt Whitman, cuya lectura le fue prohibida por escandalosa y cuya voz estruendosamente viril se encuentra en las antípodas de la suya”.

Así que 250 páginas después, ya no es que “cualquier intento de jerarquización en función del género del autor carece de sentido”. Ahora, sí, parece ser. Influye el género del autor y además el texto también tiene género, es viril o es femenino. ¿Sabría alguien explicarme qué es lo uno y lo otro? Se da la casualidad de que este libro se publica en 2018, cuando la revolución de la identidad y del concepto de género está en plena revisión y apogeo, el feminismo está más “de moda” que nunca y resulta imposible no alertarse ante sesgos machistas en cualquier ámbito.


Visita al cementerio y la pseudo literatura

Hay algunos fragmentos que me han gustado mucho, como algunas anécdotas históricas de la ciudad de Nueva York, más o menos relacionadas con la literatura. O la narración de su visita a los lugares donde vivió Emily Dickinson.

Pero sobre todo hay un discurso que se mantiene a lo largo de toda la obra, una crítica para nada velada, que también me ha interesado muchísimo: se trata de las malas praxis editoriales que yo también he detectado en ocasiones y que no encajan en absoluto con lo que yo entiendo como Literatura, en general. Veamos. Hay un fenómeno editorial, recurrente, tan manido que supongo que ya nadie se lo cree, pero que se sigue usando sin descanso: el de anunciar como “un hito en el panorama literario contemporáneo” la publicación de una nueva novela. Que muchas veces ni siquiera es literatura, es objeto de entretenimiento y consumo sin más, de autores supuestamente cultos que viven de satisfacer el apetito de las masas. Como bien dice Lago, los mismos lectores que les conceden la fama a estos autores, pronto se la quitan. Se trata del principio de obsolescencia, que hace que caigan en el olvido a los pocos meses de la fecha de publicación.

Basta con ver cómo proliferan en webs y aplicaciones de compra-venta de objetos de segunda mano los típicos best-sellers que pierden todo interés cuando el lector averigua quién es el malo, o cuando sale otro que hace sombra al anterior (un nuevo “hito en el panorama…”), y así eternamente: pasa con los libros entre cuyas líneas no palpita vida. Sin embargo, hay libros buenísimos que son inencontrables una vez descatalogados, hagan la prueba, llevo años comprobándolo.

Me gusta la idea de Lago al considerar que un escritor “de verdad”, ignora olímpicamente toda suerte de estrategias comerciales, no concede entrevistas, jamás habla de su obra, se desconoce dónde vive y su última foto data de hace más de 50 años. Me encanta. Creo que definitivamente aporta valor y seriedad estar fuera del mercadeo editorial, de los circuitos capitalistas de la literatura. Podríamos subir la apuesta y decir que un escritor de verdad jamás publica (hay más ejemplos, no sólo está Dickinson), no toma copas con los libreros ni le da su whatsapp a los lectores, no se baja los pantalones delante de una cámara de televisión ni se derrite ante un plato de comida gratis. Pero hay de todo para todos los gustos, y supongo que así debe ser.

Hay mucho más en “Walt Whitman ya no vive aquí”, que además de poseer un título magnífico, se trata de un libro del que se puede aprender bastante sobre literatura, e incluye al final unos apéndices con guías de lectura, listados de obras y autores ordenados cronológicamente: la versión extendida, media y una lista con unos pocos imprescindibles para quienes tengan menos tiempo o se lo quieran dedicar a otras cosas, porque tiempo tenemos todos el mismo al cabo del día. Según Lago: la mejor novela es “Moby Dick”, de Herman Melville y el mejor poemario es “Hojas de hierba”, de Walt Whitman. A ver quién es el valiente que le quita la razón.


martes, 13 de marzo de 2018

"Escribir con caca" - Luis Felipe Fabre


Cuando entras en la web de la editorial Sexto Piso, puedes elegir entre el sitio mexicano o el español. Esta editorial da voz a autores de ambas nacionalidades, y no es de extrañar que hasta España nos llegue un ensayo sobre un autor, Salvador Novo, que aquí no es demasiado conocido pero que en México es todo un referente desde hace algunas décadas.

A la obra de Novo se la describe como escatológica, desvergonzada, vitalista, sin filtro en el lenguaje, feísta. Pone en la cara de la sociedad todo aquello que no desea ver y precisamente esa es la clave de su éxito, la originalidad a la hora de saltarse todos los protocolos eufemísticos.

Literatura homosexual
Bueno, hablemos claro. ¿Qué quiere decir este título? “Escribir con caca” no es una alusión a cambiar la tinta por otra sustancia menos convencional, sino una metáfora a plasmar en el papel (¡con palabras!) una realidad que no puede hacerse desaparecer sólo por mantenerla oculta. Precisamente, Salvador Novo establece el ano como pieza clave (o esfínter clave) en torno al cual gira todo su discurso, usándolo indudablemente como símbolo de la homosexualidad.

Pág. 70
Vuelvo a morir
tan sólo de pensar en compartir una eternidad
en compañía de Diego y Frida.

En “Escribir con caca”, el crítico Luis Felipe Fabre, que conoce bien la obra de Novo, se ha documentado al respecto y ha investigado la representación de la sodomía en la literatura, y cita algunas obras clave como “El deseo homosexual” de Guy Hocquenghem que publicó la maravillosa editorial Melusina junto a “Terror anal” de Beatriz (hoy Paul B.) Preciado. En este sentido, todos estos trabajos resultan muy enriquecedores debido a la escasez de publicaciones existentes al respecto, más aún teniendo en cuenta la generación a la que pertenece Salvador Novo (1904-1974), años en los que resultaba mucho más estigmatizante hablar de este tema que en 2018 todavía no se ha superado. Así que desde aquí destaco y aplaudo la reivindicación en ese sentido, esta obra podría recomendarse ya sólo por eso.

Divertido y descarado
Este libro es un homenaje divertido a la obra de Novo y también a su personalidad: breve, conciso, con espíritu gamberro y lenguaje descarado, soez a la mínima ocasión. Me gusta la visión que aporta sobre los tabúes en el arte, y la necesidad de escandalizar a la sociedad biempensante para que a través de ese choque cambien y actualicen una personalidad caduca y trasnochada.

Pág. 53
Hay en el panteón de los dioses mexicas una deidad que me resulta particularmente fascinante: Tlazoltéotl, la señora de las inmundicias, la dama de los desperdicios, la devoradora de basuras. Solía representársele con los labios pintados de negro a la usanza de las ahuianime, las prostitutas, a las que estaba vinculada. Se decía que quienes nacían bajo su influjo estaban destinados a ser ladrones o “malas mujeres”. A ella se le atribuían el adulterio y los excesos carnales aunque también la fertilidad y la purificación. Capaz de provocar enfermedades venéreas era de igual modo capaz de remediarlas a través de la medicina y los baños en el temazcal que era también uno de sus atributos. Tlazoltéotl, la que engullía las suciedades y los desperdicios y los transmutaba en abono, era, por supuesto, una diosa de la tierra. A veces, pocas, Tlazoltéotl también era un dios.
Salvador Novo sabía de Tlazoltéotl. Al menos la menciona una vez en su obra dramática La guerra de las gordas: “Los sacrificios a Tlazoltéotl han dado su fruto”, dice uno de los personajes. Con el paso del tiempo su devoción por la historia de la Ciudad de México, de la que fue nombrado cronista oficial en sus últimos años, lo había convertido en un prehispanista amateur pero ferviente.

Los libros de Novo
Es difícil encontrar los libros de Salvador Novo en las librerías españolas, las ediciones son fundamentalmente mexicanas. Pero se pueden encontrar algunos (la mayoría muy antiguos, ya descatalogados y de segunda mano), y además se puede acceder a un buen puñado de sus poemas navegando por la red.

La edición de Sexto Piso es especialmente elegante, a juego con el contenido sicalíptico: el diseño de tapas azul grisáceo combinado con negro es obra del Estudio Joaquín Gallego. Las guardas son de un circunspecto y discreto negro, y está impreso en Ciudad de México.

Es palpable la conexión y la admiración de Luis Felipe Fabre con respecto a la obra de Salvador Novo: está muy bien documentado, se notan sus conocimientos y además transmite lo mucho que se ha divertido escribiendo esta semblanza, ya que continuamente juega a imitar ese tono escatológico y desvergonzado, pretendidamente grosero, que se hace evidente en fragmentos inolvidables como éste:

Pág. 49
Aquella mañana del 18 de septiembre de 1968 Salvador Novo estaba contento: había cagado espléndidamente. De esas veces en que la mierda sale larga y firme y de una sola pieza.
Sentado en el escusado Novo no era ya el bufón de la corte en que se había convertido sino un inspirado poeta en su escritorio y una reina en su trono: la puta poeta reina de la mierda. Hubo un momento particularmente feliz mientras cagaba, mientras la mierda comenzaba a asomarse ―pero aún no― por la boca del culo como una lengua gorda, monstruosa, grosera. Más que un momento, su inminencia. Un escalofrío. Ah, esa sensación de ser fecundado al mismo tiempo que parir como cuando se está escribiendo un poema de verdad. Otro escalofrío. Ah, esa sensación de parir al mismo tiempo de ser fecundado como cuando de verdad te están metiendo la verga bien adentro y ya no se sabe si es dolor o placer y no importa y ya no se sabe si te vas a venir o te vas a cagar y tampoco importa y ya no se sabe y Novo ya no supo.

Definitivamente, no es una obra para estómagos delicados, ni para mentalidades homófobas (en el segundo caso les invito a no visitar nunca más mi blog). Pero si están leyendo sobre la homosexualidad en la literatura o les interesa todo lo relacionado con el ensayo de género, sexualidades no hegemónicas, feminismo y similares, quizá les interese darle una oportunidad. Es informativo y además la lectura se hace muy amena y original, no le puedo poner peros.

Pág. 81
¡Tanto leer a Wilde para acabar así!

jueves, 24 de agosto de 2017

Cuando la vida te da un martillo - Kate Tempest


Kate Tempest es una joven promesa de las letras británicas, con 32 años posee una carrera que comenzó en el mundo del rap, continuó con la poesía y actualmente se centra en la composición de obras de teatro y novelas.

En este caso tenemos una novela que se desarrolla en un Londres bastante hostil, ya que los escenarios elegidos para el desarrollo de la trama son tugurios de mala reputación, callejones en barrios de las afueras y un ritmo de vida poco saludable, por decirlo de alguna manera.

Harry y Becky
En la línea de la normalización y visibilidad del colectivo oprimido LGTBI, Kate Tempest elige en este caso a dos chicas y dos chicos cuyas vidas se cruzan por casualidad, de modo que seguimos desde los inicios las diferentes relaciones entre los cuatro y, más concretamente, la evolución de la química que surge entre las dos chicas, Harry y Becky, que a pesar de las circunstancias que les ha tocado vivir, literariamente son unos personajes bastante potentes, de modo que mantienen casi por sí solas una trama que por lo demás no es muy interesante (drogas, palizas, prostitución, etc.)

“Cuando la vida te da un martillo” es una novela con una temática controvertida, que por un lado nos presenta un puñado de jóvenes atrayentes, interesantes y llenos de vida, pero que por otro lado la viven pisoteándola. Es el reflejo de una realidad que existe pero también puede funcionar como consejo de lo que no debería de hacerse, o también, asimilarse como una influencia bastante negativa. Las conclusiones en todo caso las tendrá que extraer el lector que se acerque a estas páginas.

Becky tiene veintiséis años, pero se siente en las últimas. Está apoyada contra la barra, a su alrededor todo son monstruos, gilipollas y putillas chillando y gritando para hacerse notar. Tiene los hombros firmes y echados hacia atrás. Su aspecto es desafiante, pero no lo hace adrede: es su pose natural. Tiene el don de poseer esa clase de postura erguida y de relajación de las extremidades que dan como resultado un amor por el movimiento, una fluidez física que convierte la danza en su goce primordial. Es intimidante, sarcástica y, en ocasiones, malintencionada. Un cuchillo en medio de toda esa carne. La clase de mujer que siempre desata el caos entre desconocidos.

Más allá de la primera impresión

Algo que sin duda puede extraerse leyendo entre líneas, y que es aplicable a la vida de cualquier lector, es que hay que entender a los demás teniendo siempre en cuenta sus circunstancias, en el caso concreto de los personajes de esta novela les influye poderosamente su entorno familiar más cercano, y sólo conociendo esos detalles pueden explicarse sus formas de enfrentarse a la vida. Aunque el día a día de estos protagonistas es muy superficial y sólo se centra en la fiesta y las drogas, con la reconstrucción en parte de su árbol genealógico y algunas anécdotas esclarecedoras, podemos atisbar un poco más allá en qué les pasa por la cabeza y por qué lo hace.

Cuando ella le contó lo que hacía para ganar dinero, a él le costó asimilarlo. Pero, teniendo en cuenta todo su pasado, había que comprender que el sistema de valores de Becky fuera distinto al suyo. (…) Es como dice mi tía Linda ―le contaba―. Lo que para un hombre es el destello de un relámpago que desgarra el cielo a su paso, para otro es una estrella fugaz que apenas alumbra.

La pareja de amigos Harry y Leon, se conocen desde la infancia y en la novela se van desgranando muchas de las situaciones que han vivido juntos y que han forjado esa confianza irrompible que los une ahora: conociendo solamente su presente difícilmente podría entenderse cómo son capaces de confiar a ciegas el uno en el otro en violentas situaciones con camellos y todo tipo de personajes del underground con quienes se juegan literalmente la vida.

La noche pasada se resiste a abandonarlos. Se sienta con ellos, les pasa el brazo por encima y apoya sobre sus hombros su cabeza ensangrentada.

Son los tres personajes que he citado, Becky, Harry y Leon quienes dan un poco de brillo y mantienen el interés dentro de una trama que por lo demás resulta bastante gris e insípida. La redacción, siendo formalmente correcta, no llega en ningún momento a llamar demasiado la atención del lector. Sólo he leído esta obra de Tempest, por lo que no puedo juzgarla más allá, pero mi impresión es que se trata de una novela que parece salida de una de esas fábricas de libros o talleres literarios que son tan populares desde hace unos años. Que a partir de la segunda mitad las tildes se hayan puesto en huelga dando lugar a una cantidad ingente de erratas tipográficas tampoco me ha gustado nada. No trasgrede, no emociona (dudo que se convierta en el libro de cabecera de nadie). Solamente entretiene, que en todo caso ya es mucho más de lo que se puede decir de muchos libros.


viernes, 27 de enero de 2017

Pequeños tratados - Pascal Quignard



Una vez más, en Sexto Piso se encargan de rescatar parte de la prolífica obra de Pascal Quignard en una edición impecable. En este caso, se trata de una obra en dos volúmenes presentada dentro de un pequeño cofre de cartón forrado. Los “Pequeños tratados” proceden de un proyecto artístico que quedó interrumpido en la década de los 70 como explicaremos a continuación, y mantienen la vigencia en los temas que son característicos en el resto de obras del mismo autor.

Muchos conocimos a Pascal Quignard cuando en 2010 se presentaba la magnífica “Butes” a manos de Sexto Piso, una editorial de culto que camina con paso firme. La obra de Quignard se encuentra muy dispersa en multitud de publicaciones diferentes, y en concreto, estos “Pequeños tratados” no estaban disponibles en español hasta el momento. La traducción corre a cargo de Miguel Morey (“Deseo de ser piel roja”) y ese sin duda es un signo de calidad.

Ocho tratados barrocos
Esta obra está concebida como ocho tratados independientes que siguen de alguna manera un hilo común. La idea inicial fue publicar una tirada corta de lujo, que estaría ilustrada por un colega de Quignard, allá por los años 70. Por desgracia, Louis Cordesse, que así se llamaba el artista, murió antes de que el proyecto pudiera llevarse a cabo; una galería de arte publicó los tres primeros tomos y los otros cinco quedaron durante años en el cajón. Es por eso que la obra permaneció en el olvido y una de las pocas ediciones que podían encontrarse hasta ahora era una en francés en dos volúmenes y formato de bolsillo.

Quignard ha publicado en su mayoría obra ensayística, y el formato que nos encontramos aquí es un híbrido que lejos de encajar bajo la etiqueta de “citas filosóficas”, “pensamientos”, “pequeños tratados”, etc., se encuadra más rápidamente en el “estilo Quignard” que podrán reconocer sus lectores más fieles.

No existen lectores profesionales. No existen escritores profesionales. Lo que une a la madre con el hijo no es la relación del maestro con el aprendiz.

Se trata de ideas enlazadas que giran en torno a los temas que más le obsesionan. La escritura, el lenguaje y el silencio son algunas de las piezas clave de las que partir para empezar a comprender su obra, puesto que un trastorno relacionado con el autismo marcó sus años de juventud y la escritura fue la herramienta que le reconcilió con las palabras precisamente por no tener que pronunciarlas en voz alta.

Los límites del lenguaje
Encontramos por ejemplo muchas reflexiones acerca de la música, del origen de las palabras y sus significados bajo enfoques que difícilmente se nos ocurrirían, nos invita a pensar sobre los límites del lenguaje y el poder de los términos que usamos. También, por ejemplo, hay cabida para la historia del libro como objeto capaz de transmitir el lenguaje escrito, el origen de los signos de puntuación, o la relación de los hombres con los libros a través del tiempo, en un alarde de antropología, historia y sociología a la altura de la vasta cultura de este imponente autor.

Resulta difícil describirlo porque él mismo se esfuerza en resultar inaprehensible. Se trata de un virtuoso del lenguaje, un maestro con una cultura tan amplia que resulta abrumadora; alguien capaz de escribir casi sobre cualquier tema, trazar un sinfín de pensamientos errantes cazados al vuelo y no perder interés ni estilo en el intento.

Como referencia, podemos citar algunas de sus obras relacionadas como “El sexo y el espanto” o “El nombre en la punta de la lengua”, en las que también se recrea sobre las cuestiones relativas a lo que sucede antes de nuestro nacimiento y el secreto poder que encierran las palabras, temas que aparecen una y otra vez en sus escritos.

Por qué Quignard es uno de los grandes
Decimos que se trata de un autor genial, inclasificable y esquivo y como tal se refleja en una entrevista transcrita que recogen estos volúmenes: da la total impresión de encontrarse fuera del mundo real que los demás conocemos. Pero sin duda, lo que tenemos entre manos es un estallido de erudición, una cantidad ingente de referencias históricas, lingüísticas, mitológicas, antropológicas, etc., que consiguen dejar al lector exhausto. Por eso recomendamos leerlo en varias sesiones más cortas. Lleva al extremo el hablar con propiedad y es extremadamente cuidadoso en la selección de términos.

—¿Cuando escribe, piensa usted en la totalidad de los libros, en tal o cual biblioteca, en las estanterías en las que sus libros están ordenados?
—Pienso en un tono y una sombra. Y en una mirada que brilla, tal vez, atenta, en el fondo de este silencio. Como un animal que acecha una presa invisible. Y me engaño una y otra vez creyendo que destruyo la estantería a la que usted se refiere. Cuando escribo, me gustaría alimentar una ilusión como ésta: que presto oído al silencio que la lengua despliega por defecto, que renuncio a esta piel impregada de huellas y de sangres retóricas, que abandono la voz engrosada, la misma voz primera que abraza los timbres, las articulaciones y los ritmos convenidos (…)
Pero por encima de todo, es absolutamente lírico, por lo que es una experiencia leerlo. Por eso la traducción en este caso era tan determinante. No es sólo que todo cuanto quede plasmado sobre el papel sea exacto sino que además posea sonoridad y ritmo. Magia. Por eso Quignard es uno de los grandes. Me fascina, y espero haber sabido transmitirlo.

miércoles, 18 de enero de 2017

"El rey de los trasgos", de Angela Carter (fragmentos)

(...)

Encontré al rey trasgo sentado en un tocón cubierto de hiedra, devanando a todos los pájaros del bosque con un carrete diatónico de sonido, una nota alta, otra baja; una llamada tan dulce y penetrante que acudieron alegremente y a empellones. El claro estaba lleno de hojas secas, algunas de color miel, algunas de color escoria y algunas de color tierra. Él parecía hasta tal punto el espíritu del lugar que no me extrañó que el zorro apoyara el hocico, sin miedo alguno, en su rodilla. La luz marrón del final del día desaguaba en la húmeda y densa tierra; todo en silencio, todo inmóvil, y el frío olía a la noche que ya se acercaba. Cayeron las primeras gotas de una tormenta. En el bosque no hay más refugio que la casita del rey trasgo.
Así fue como entré en la soledad embrujada de pájaros de aquel ser, que encierra a sus cosas aladas en jaulas tejidas con mimbre para que le canten.

(...)

La blanca luna que flota sobre el claro ilumina fríamente la tranquila escena de nuestros abrazos. Qué dulcemente deambulo o, más bien, solía deambular cuando era la hija perfecta de las praderas del verano; pero entonces al año cambió, la luz se volvió más clara y yo vi al delgado rey trasgo, alto como un árbol, con pájaros en las ramas, que me atrajo hacia él con su lazo mágico de música inhumana.
Si encordara ese viejo violín con tu pelo, podríamos bailar juntos al son de la música mientras la exhausta luz del día zozobra entre los árboles; tendríamos mejor música que los agudos cantos nupciales de las alondras apiladas en sus bonitas jaulas mientras el techo cruje por el peso de los pájaros que tú has atraído mientras nos arrojamos a tus misterios profanos bajo las hojas.
Me desviste hasta mi desnudez plena, esa piel de satén aperlada color malva, como un conejo desollado; luego me vuelve a vestir en un abrazo luminoso que me circunda por completo, como si fuera de agua. Y derrama hojas secas sobre mí, como al arroyo en el que me he convertido.













La cámara sangrienta
Angela Carter
2014, Editorial Sexto Piso
Enlace aquí

martes, 29 de noviembre de 2016

La luz impronunciable – Ernesto Kavi



“La luz impronunciable” es un librito muy corto, casi reducido a la mínima expresión de un poemario. Tiene 126 páginas, pero que están plagadas de blancos y de silencios, de páginas que tan solo contienen citas o el título de cada uno de los cantos que lo conforman. Es como un suspiro. Uno de esos suspiros tan cargados que contienen al mundo entero, puesto que en conjunto, es extremadamente sugerente.

Ernesto Kavi, quien se ha encargado de la traducción al español de un buen puñado de títulos editados por Sexto Piso, se presenta ahora como poeta a cargo de la misma editorial. Procede de Ciudad de México, estudió Literatura, Filosofía e Historia del Arte en universidades mexicanas y europeas, y ha vivido en multitud de ciudades diferentes en varios países. Este es su debut como autor.

Pequeños rasgos de originalidad
Este libro contiene elementos innovadores y originales, como por ejemplo la utilización de un pequeño fragmento de partitura de Bach a modo de cita previa a uno de los cantos, por qué no. El hilo argumental gira en torno a la idea de la fugacidad de la vida, desde un punto de vista mayoritariamente pesimista, aunque también hay lugar para la esperanza y la luz (la luz impronunciable). El sentimiento de desolación es lo que atraviesa en mayor medida los poemas, mientras el poeta medita en busca del sentido de la vida y la razón de la existencia del ser humano.

La continua presencia de la luz es altamente significativa en este poemario, ya que es la encargada de iluminarlo todo mientras el poeta lo observa y lo somete a examen en busca de conclusiones válidas: analiza el ciclo de la vida, la alegría, la sabiduría, la bondad, el amor, etc., y todos sus contrarios, dando lugar a una serie de poemas que en conjunto se me antojan un tanto agridulces. A veces parece decirnos que uno se acaba convirtiendo en aquello que persigue; otras, se muestra desolado, derrotado ante la imposibilidad de seguir adelante mientras no encuentre respuestas; pero otras, también, encuentra el sosiego en el amor, si bien es cierto que se centra en el amor de pareja y esa es una idea un tanto dependiente y poco amable.

Que crezcan lentamente
las palabras
bajo la luz
bajo la gracia
O mejor callar
mejor la nada
Tantas bocas
se alimentan de tu bien,
y tú, ¿qué conservas?
sólo la luz
sólo la oscura guirnalda de las letras

Yves Bonnefoy
Transcribo aquí un fragmento de la introducción de Yves Bonnefoy para este libro: Las palabras de la poesía son creadoras de un mundo infinitamente concreto, necesariamente natural, donde el poeta quiere vivir. Me parece una forma preciosa de expresar una idea que además es completamente cierta: cuando la poesía es de verdad, las palabras no sólo son el lugar donde el poeta reside (o una gran parte de sí mismo lo hace) sino que son el medio para dar forma a aquello que ha vivido y sentido de alguna manera (real o imaginada, pero igualmente cierta).

Resulta chocante, si se estudia el libro con atención, que el prólogo de Yves Bonnefoy esté fechado en el mes de mayo de este mismo año y que sin embargo el libro esté dedicado a su memoria: una búsqueda rápida en Internet nos confirma las sospechas: Bonnefoy, escritor francés y buen amigo del poeta, murió en el mes de julio, hace apenas unos meses. A modo de curiosidad, en la misma editorial tenemos un título de este autor procedente de 2013, “El territorio interior”.

La vida a examen
La disposición de algunos poemas no siguen siempre el orden vertical habitual, sino que se derraman a veces de forma caprichosa por las páginas, esto da lugar a una maquetación original que sin embargo ya viene siendo utilizada por otras editoriales y otros poetas desde hace tiempo: pero consiguen el efecto deseado, provocar una sensación de rapidez y movimiento, de forma que es fácil imaginar al poeta observando a su alrededor en diferentes direcciones captando conceptos. Esa vertiginosidad ayuda también a transmitir la idea de la fugacidad del tiempo, que es uno de las ideas clave sobre las que se conforma este poemario: la idea de que una vez transcurrido el tiempo suficiente, todo y todos estamos conminados a desaparecer.

Las ideas que se deprenden de la lectura de “La luz impronunciable” son variadas, y como siempre están sujetas al juicio del lector que las aprecia, al momento en que se da lugar la lectura, etc. Me gustaría resaltar dos aspectos principales. Por un lado, el hecho de que todo, incluso las cosas que menos nos agradan, pueden ser descritas con palabras dulces. Por otro, la enseñanza de que es necesario disfrutar del presente de forma sana y positiva sin necesidad de anticipar problemas que a lo mejor ni siquiera van a llegar, puesto que en este caso el poeta sufre continuamente porque se mantiene en una visión demasiado derrotista de la vida, centrada tan solo en las partes negativas de la existencia.

Ernesto Kavi se nos antoja aquí un pequeño ser humano luchando contra los elementos, o contra los monstruos de desolación que pueblan su cabeza. Es fácil empatizar con este sentimiento (mientras no nos dejemos arrastrar por él) puesto que todos nos hemos sentido así alguna vez, sobre todo cuando las cosas no terminaron como queríamos.

sábado, 30 de julio de 2016

Tu amor es infinito - María Peura


“Tu amor es infinito” fue la primera novela de Maria Peura: espejo en el que mirarse los escritores jóvenes, se trata de un debut impecable que auguraba una brillante carrera que, de hecho, ha seguido adelante. Esta es la primera vez que se traduce y publica a Peura en España, pero la novela procede de 2001 y durante todos estos años, la autora ha continuado publicando otras novelas, literatura infantil, obras de teatro y ensayos sobre escritura.

Su sensibilidad es algo a destacar, muy fuera de lo normal. Desde el principio la crítica alabó esta novela y gracias a ella obtuvo varios premios importantes e, incluso, la nominación para el Premio de Literatura de su país. Maria Peura nació en Finlandia en 1970, en la frontera con Laponia y Suecia, una ubicación que casi siempre utiliza en su obra narrativa.


Hacer algo bonito con el barro
Quizá la verdadera razón de la literatura, o una de ellas, sea esa: conseguir crear algo hermoso partiendo de cualquier base. Puede que el material de partida sea un sentimiento agradable, o un suceso venturoso; o puede, por  el contrario, que surja de una experiencia traumática o de una visión atroz de la realidad. La labor del escritor no es entonces transformarlo, sino construir a partir de eso algo diferente en forma de palabras, y que atrape, transmita, perdure en la memoria, tenga un latido propio y viva.

Porque de otra forma no se puede explicar que “Tu amor es infinito” sea una novela tan dolorosamente brillante. Sin duda es muy poética, poderosamente lírica, repleta de frases que podrían transcribirse colocadas en columnas y serían poemas por derecho propio.

El tema subyacente es el de los abusos infantiles. Saraa crece en una familia desestructurada y compensa el presente hostil, los ataques y las carencias afectivas construyendo un refugio mental donde la realidad cobra un doble sentido que para ella es válido: de otra forma le resultaría imposible seguir adelante, a pesar de que encerrarse en esa guarida mental vaya a estigmatizarla también de por vida.
Dibujo un círculo en la arena, entro y me pongo de pie en el centro. Hay una línea que al abuelito no le está permitido cruzar. Ahora vamos a jugar según mis reglas. El abuelito no tiene permiso para entrar en el círculo, en mi círculo. Dentro sólo puedo estar yo.

Maldad o trastorno mental
Esta novela reabre el eterno dilema: ¿existen personas definitivamente malas, llenas de rabia, egoísmo, ganas de hacer daño y de disfrutar con el mal que ejerzan a sus víctimas… o todo puede explicarse con la ciencia, y entonces la maldad es el producto de una mezcla de trastornos mentales, carencia de las sustancias químicas que fomentan la empatía o psicosis varias? Maria Peura no plantea directamente esta disyuntiva, se limita a transmitir la historia a su manera (a través de la prosa brillante que le caracteriza): es el lector quien inevitablemente se hará la pregunta en su cabeza y tendrá que sacar sus propias conclusiones.
El abuelito grita que tengo que abrir la boca, que tengo que abrirla todavía más, y yo grito que no me atrevo porque están cayendo piedras. Soy una cueva con estalactitas y el abuelito tiene que deslizarse rápido hacia fuera antes de que las grandes piedras empiecen a moverse.
De lo que no cabe duda es que Saraa es una víctima y que nunca más se conducirá en la vida de la misma manera que lo hubiera hecho de haber podido disfrutar de una infancia feliz. Con esta premisa triste, podemos asegurar que esta novela es también un grito desgarrado y fiero a favor de la vida, que “(…) espesas copas de árboles de arce y dulces y aromáticas flores silvestres brotando debajo de la madera. Crecerás de nuevo, una y otra vez, no importa cuán devastado estés”, en palabras de Beau Taplin…

También transmite esta novela otro aprendizaje: y es que todos somos producto de nuestras circunstancias, no sólo una apariencia prejuzgable. Quizá no hayamos transitado los mismos infiernos, pero precisamente por eso antes de sacar la más mínima conclusión es importante empatizar con las historias ajenas.

A destacar a su favor, una redacción impecable y plagada de metáforas tan perfectas que dejan el corazón en un puño; en su contra, solo una advertencia: no es apta para lectores incapaces de soportar una novela sobre maltrato infantil, por muy buena que sea (que lo es). Una novela magnífica, en fin, de sobresaliente: si le dan una oportunidad es muy difícil que la abandonen decepcionados.

martes, 26 de abril de 2016

La canción de la bolsa para el mareo - Nick Cave



Para empezar, aclaremos lo siguiente: este poemario no es un poemario al uso, ni tampoco es tremendamente bueno: pero a los que ya admirasen a Nick Cave por el resto de su carrera artística, seguro que les gustará. Es interesante, o curioso si se prefiere. Y me temo que con Nick Cave no caben términos medios: o le admiras o… le temes (y a los que nos encanta también nos da un poco de miedo).

Nick Cave es un gran compositor de letras y melodías, y su imaginario es tan potente como demuestra en sus discos, o en la espectacular novela de culto “Y el asno vio al ángel”. Pero a este pequeño poemario parece que le falta algo, a pesar de que contenga un buen puñado de imágenes brillantes, e ideas que merecería la pena desarrollar. También está editado con muy buen gusto. Pero da la impresión de que estuviera sin terminar, sin pulir: como si se hubiera entregado a la imprenta demasiado pronto.

La idea de la bolsa para el mareo surgió de una serie de viajes en avión durante una gira: Nick Cave utilizó el papel de estas bolsas para anotar las ideas que se le ocurrían durante los trayectos, y esas mismas anotaciones son las que conforman este pequeño libro, en el que también encontramos reproducciones a color de esas improvisadas libretas.

Hay algo que resulta estremecedor, leyendo el poemario desde la perspectiva de este momento: una idea recurrente que aparece demasiadas veces como para obviarla, dos adolescentes se ponen en peligro en sendos puentes, sin ser conscientes del desenlace fatal que conllevaría una caída desde ese lugar. Al poco tiempo de escribir este libro, uno de los hijos gemelos de Cave, Arthur, murió tras precipitarse por un acantilado en la zona de Ovingdean (Brighton), tras haber consumido LSD, según se publicó meses más tarde.

En la magnífica película documental “20.000 días en la Tierra”, también anterior al accidente, Nick Cave hablaba sobre esta idea y aclaraba que él mismo de pequeño jugaba junto a las vías de un tren, a su paso por un puente. La propia trayectoria de Cave, que también arrastra un pasado marcado por las drogas, parece haber augurado de alguna espantosa manera el infierno familiar que aún le aguardaba, precisamente mientras atravesaba por fin un momento feliz, con una carrera profesional exitosa y una familia que le mantenía alejado de los fantasmas de la religión, de las drogas y de su pasado.


"  Un ángel desplegará las alas y me hablará al oído.

Tienes que dar el primer paso tú solo.

Después el ángel me dará un empujoncito y me enviará hacia lo desconocido.

Tienes que dar el primer paso tú solo.

Avanzo a tientas hacia el borde del mundo.



Por eso, literalmente da vértigo leer este libro ahora. Y aún así, resulta inspirador y  muy brillante en ocasiones, con esos destellos tenebrosos tan propios de Nick Cave. Tanto es así, que si uno ve la película y a continuación lee este libro, o escucha algunas de las canciones… que no se extrañe de que, después, las piernas no le sostengan con toda la firmeza que deberían, o de que la fiebre le aumente unas décimas: esto es el resultado del influjo de Nick Cave, ese hombre cuyo rostro lo conforman otros cien rostros, algunos de los cuales no son humanos.

Nick Cave - foto Rolling Stone, Samir Hussein/WireImage

"  El ayudante del tour manager grita “¡Al escenario!” desde detrás de la puerta y al instante el hielo se derrumba y se derrite y avanzamos por el pasillo y salimos bajo las luces infernales a una atmósfera sofocante, carente de oxígeno. Y mientras ocupamos nuestros lugares en el escenario, invocamos a las nueve musas para que nos ayuden.

Calíope, que ayuda con las baladas épicas,
Euterpe, que ayuda con las canciones tristes,
 Erato, que ayuda con las canciones confesionales,
Clío, que ayuda con los temas antiguos,
Melpómene, que ayuda con las piezas supertrágicas,
Polimnia, que ayuda con las canciones religiosas,
Terpsícore, que ayuda con los temas bailables,
Talía, que ayuda con las canciones divertidas
y Urania, que ayuda cuando la cosa se pone sideral y psicodélica.

Las nueve musas esperan entre bastidores, y cuando las necesitamos, muestran sus acreditaciones y se abren paso a empujones entre los nueve coros de ángeles.

Los serafines, que nos mantienen sexys y espontáneos,
los querubines, que nos impiden hacer cosas demasiado estúpidas,
los tronos, que nos mantienen fuertes y viriles,
las dominaciones, que nos liberan la mente, ¡Adelante!,
los principados, que nos impiden ponernos llorosos y nostálgicos,
las potestades, que nos convierten en pequeños dioses,
las virtudes, que nos mantienen humildes,
los arcángeles, que tratan con los polis,
y los ángeles comunes, que nos mantienen infantiles.

Los invocamos a todos, a todo este ejército de la inspiración, heterogéneo y pendenciero, para que nos infundan con sus rizados bucles las capacidades de combustión y transmutación en el escenario, de modo que podamos empezar, enamorados, y llevar de gira este puto espectáculo.



domingo, 27 de marzo de 2016

"El color del tiempo" - Clarisse Nicoïdski


La editorial Sexto Piso ha recuperado una colección de textos que nos llegan como el eco de unas voces muy lejanas. Se trata de la poesía completa de Clarisse Nicoïdski, publicada al completo por primera vez, con traducción de Ernesto Kavi y en edición bilingüe. Todo un lujo. La obra se compone de tres partes principales: una de ellas dedicada a las partes del cuerpo que tienen un lenguaje propio (los ojos, las manos, la boca), es una colección de poemas que data de 1978; una recopilación dedicada a Federico García Lorca y, finalmente, los poemas de la obra “Caminos de palabras” (1980).

Puede que este libro posea más valor por lo que representa que por lo que contiene, es decir, los poemas de Clarisse son el testimonio escrito del idioma sefardí, que procede del castellano medieval y que está emparentado con el hebreo, turco y griego, y por eso, el mero hecho de tener este libro entre las manos es como sostener una pieza de un tesoro ancestral de gran riqueza. Leyendo los textos originales se perciben ecos del gallego, catalán, asturiano, portugués y aragonés, por lo que puede decirse que los poemas poseen música propia.

Los orígenes
Clarisse Nicoïdski (Lyon, 1938 – París, 1996) está considerada como la poeta en lengua sefardí más influyente del pasado siglo XX. Entre su obra literaria, prolija y muy heterogénea, encontramos multitud de novelas, un drama, un libreto de ópera, poesía y ensayo crítico de arte, así como una autobiografía. Según su propia introducción a este libro, su lengua materna era el francés, pero su madre era de raíces italianas y origen Sarajevo, y su padre también criado en Sarajevo; ambos se conocieron en España y fueron a casarse a Francia. Esto nos da una pista de la riqueza idiomática y cultural que asimiló Clarisse en su infancia. 

Cuando aún era joven y murió su madre, se percató de que con ella se perdía también la lengua de su infancia, y es que para los de su generación, la muerte de los padres significaba la muerte de un lenguaje. Así fue como se decidió a escribir estos poemas, para que sirvieran en cierto modo de oración (aunque la autora no creyese en ningún dios: era una superstición personal, algo que sentía que debía hacer por muchos motivos para poder seguir adelante), para que llegasen a su madre como homenaje y para que esa hermosa lengua que ella le había enseñado no se perdiera. En su idioma, esto se denominaría un kadish, es decir, una oración que se canta por los muertos.

Las diferentes lenguas que todos sabemos
El poemario se encuentra dividido en tres títulos principales, uno de los cuales hace referencia a partes del cuerpo humano que parecen tener un lenguaje propio. El lenguaje corporal suele ser capaz de transmitir más información y matices que la lengua hablada. Así, los poemas de “Los ojos, las manos, la boca” transmiten, esta vez en sefardí, los pensamientos más recónditos de la mente de su autora. 

Se trata de poemas brevísimos en verso libre que suelen hacer referencia a temas muy primitivos, enraizados poderosamente a la Naturaleza y completamente desnudos. Muy frágiles en apariencia, aunque los arcanos que se mencionan sean poderosos e indestructibles. 

Si nos detenemos en los poemas de “Los ojos”, observaremos que se hacen continuas referencias a la luz, a los colores, soles, puertas, ventanas, sueños… en un continuo juego de palabras visual en el que la luz que vemos, también nos mira a nosotros. Destellos de luces naturales y artificiales y ojos que cuando se cierran, siguen hablando.

“Las manos”, capaces de transmitir pero también de ejecutar acciones, los instrumentos que utilizan en el idioma de sordomudos, y que sin darnos cuenta utilizamos todos para terminar de perfilar nuestras palabras cuando hablamos. Estos poemas, que son como una caricia, transmiten precisamente el lenguaje del contacto físico, capaz de lo más terrible y de lo más hermoso. 

Por último, “La boca”, el instrumento del lenguaje hablado. En estos poemas se definen las sensaciones que pueden producir las palabras pronunciadas en voz alta, haciendo alusiones por ejemplo a elementos sonoros naturales. Son como una advertencia para que cuidemos lo que expresamos en voz alta.

Influencias, homenajes y otros caminos
Uno de los grupos de poemas recogidos en este libro, es un homenaje directo a la figura de Federico García Lorca, y en ellos Clarisse trata de transmitir todos los conceptos y enseñanzas que asimiló leyendo los poemas de uno de sus poetas favoritos: la injusticia, la tierra, el dolor, la belleza de las cosas simples… Esa economía de palabras y las continuas referencias naturales entroncan la poesía de esta autora con la de Anne Sexton y Sylvia Plath.

Pero los poemas más hermosos se encuentran en el último grupo, titulado “Caminos de palabras”. De uno de los poemas de esta parte procede el precioso y sugerente verso que da título al libro, “El color del tiempo”: es un poema que habla del paso del tiempo y del cambio de las estaciones, podemos pensar que también hace alusión indirecta a los cambios que se producen en los idiomas, (leitmotiv de toda la obra) como entes vivos que evolucionan, se van transformando y mueren. 

me colgaré a tus labios
como un canto
si me dejas
como palabra de maldición
me colgaré
a tu hora
cuando se detenga
de espanto
en las calles de mi pasado
donde estarás
caminando

Son poemas más redondos y completos que mezclan, ya más depuradas, las mismas influencias recogidas en los poemas anteriores. La lectura de este libro es un delicado viaje al pasado, un recorrido por todas las cosas que nos conforman. No debería darnos miedo mirar atrás de vez en cuando, aunque recordar sea a veces doloroso. Es más fácil hacerlo de la mano de esta estupenda poeta y de sus versos cálidos del color de la tierra y de los rayos del sol: os recomiendo seriamente este viaje.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Nu)n(ca - Luigi Amara



El catálogo de otoño de la editorial Sexto Piso viene con una entrega impecable. Se trata del sexto libro de poemas del escritor Luigi Amara (Ciudad de México, 1971), un poemario muy especial que tiene una línea argumental tan precisa como delicada.

Si en otras ocasiones he hecho hincapié en la presentación formal de los libros de Sexto Piso, les aseguro que esta vez se han superado a sí mismos: tras las suaves tapas de cartón con textura ondulada, encontramos guardas dobles de color marrón y una postal ilustrada con una fotografía muy especial en torno a la cual giran los poemas.


El estupor

Este poemario gira en torno a un concepto muy especial: el estupor, o la fascinación que nos provoca todo aquello que se mantiene oculto.

Explica perfectamente Pascal Quignard, en su maravilloso “El nombre en la punta de la lengua” (Arena Libros, 2006), la sensación tan humana de intentar atrapar el nombre preciso para designar algo que se nos escapa, el ensueño en el que nos sumimos persiguiendo ese nombre que creemos estar a punto de atrapar, bailando en la punta de la lengua.

Pues bien, cuando Luigi Amara se puso frente a la antigua fotografía de la modelo desconocida que posa de espaldas, retratada por Onésipe Aguado, le abordaron una serie de sensaciones relacionadas con lo oculto y la imposibilidad de nombrar, y decidió volcarlas a esta pequeña colección de delicadísimos poemas (que bien puede entenderse como un poema largo, dividido en secciones; todos persiguen la misma temática y estilo, y ninguno de ellos tiene título individual).

Precisamente, en el mismo libro que citaba, decía Quignard que “El poema es el nombre encontrado (…) el poema es exactamente lo contrario que el nombre en la punta de la lengua”.

La maestría y la elegancia de estos textos residen precisamente en la aparente facilidad que tiene Luigi Amara a la hora de nombrar las cosas; así, por ejemplo, define el término “ruinas” como “los restos del pasado convertido en puzzle”. Su capacidad para nombrar lo inaprensible y mostrarla a los estupefactos lectores, sin salir de su abstracción, es comparable a la de Giorgio Agamben en “La muchacha indecible”, otro precioso libro de la misma editorial que comenté aquí hace algún tiempo.



La atracción del lado oculto

Pocas veces tendremos la oportunidad de asistir a un despliegue de talento tan grande para hacer un pie de foto tan perfecto como este, un pie de foto que es un poemario redondo. Derrocha sensibilidad mientras fabula e imagina, inventando diferentes vidas para la modelo de espaldas y meditando acerca de la atracción que siempre nos produce lo desconocido. En algunas ocasiones (como en este caso) aquello que deseamos descifrar puede llegar a convertirse en una obsesión.

A lo largo del poemario encontramos desperdigadas multitud de referencias cultas (literarias y pictóricas), que lo enriquecen ofreciendo otras posibilidades al lector más allá de este libro. Por ejemplo, encontramos algunas ligeramente ocultas como esta de Melville: “Como un Ahab terrestre / tras la ballena blanca / de aquel hombro”; y otras totalmente explícitas como a Thomas de Quincey, René Magritte, John Asbery, Yves Klein, Velázquez… y un largo etcétera.

Todas ellas muy buenas y oportunas, aunque la forma de intercalarlas sea casi siempre demasiado obvia: sería interesante que estuvieran un poco más veladas y así jugaran con la inteligencia del lector. En cualquier caso, aportan una cantidad increíble de matices a los versos donde se incluyen.


Aquello que se nos niega

Me quedo con una de las conclusiones que se desprenden de la lectura de este poemario: la que insinúa que un retrato de una mujer de espaldas es una forma de representar gráficamente que las mujeres deben de decir “no”, en muchas ocasiones, dejando al lector el desarrollo del amplísimo argumentario que se deriva de esta idea.

Hacia la última parte del libro, los poemas se vuelven más narrativos y oníricos, mostrando imágenes ligeramente esquizoides: no tan descriptivo, o quizá no de una manera tan clara, sino muy abstraída y críptica.

Ya en el final, a través de precisas referencias mitológicas, Amara concluye que el personaje sin rostro no ha de ser sino la misma Muerte. En esta parte vuelca sus miedos, le aterra el frío implacable de su beso: lo anticipa, y tiembla. Así pues, este libro es una profunda reflexión filosófica en forma de poema. Lúcida y elegante, sutil e inteligente, tengo que quitarme el sombrero una vez más. Mirando a los ojos y de frente, dando la cara, eso sí: me ha encantado.

jueves, 30 de julio de 2015

En mi pradera - Frédéric Boyer

Tengo entre manos uno de esos casos en los que la influencia de los clásicos marca la diferencia. Descubro al poeta FrédéricBoyer a través de la cuidada traducción de Ernesto Kavi en edición bilingüe, y asisto a una muestra de verdadero talento, con una pieza poética única, que lejos de hacerse larga y repetitiva, resulta inspiradora y me cautiva. “En mi pradera” es el primero de sus libros que se traduce al español, y sinceramente espero que sea el primero de muchos.

Sigo impresionada con la altísima calidad de las apuestas poéticas del catálogo de Sexto Piso. Por primera vez se arriesgan con FrédéricBoyer (Francia, 1961), un novelista, ensayista, poeta, dramaturgo y traductor, que también ha impartido clases de literatura en la universidad y que actualmente es editor jefe de Humanidades en el Grupo Bayar.


La influencia de la literatura clásica
Según leo en la biografía de Boyer, ha dirigido una nueva traducción de la Biblia en el Grupo Bayard, y también traduce textos antiguos de forma paralela a su trabajo como editor y escritor. Hasta ahora se ha encargado de traducir obras como las “Confesiones de San Agustín”, “Fedra” y el “Cantar de Roldán”.

Este gusto por la literatura clásica y antigua nos da una clara idea de sus influencias. Si bien su estilo al escribir es actual, sí observamos un especial cuidado en la ejecución: simetría, repeticiones muy medidas y espaciadas, meticulosidad y orden, atemporalidad, etc. Los temas que trata son ancestrales (el propio yo, la búsqueda de un refugio, la añoranza, el desamparo, etc.)

También observamos que su dominio del lenguaje es total, y que sin duda se enriquece aún más gracias al amplio abanico de idiomas que conoce. Pongamos un ejemplo. 

Por la noche mi pradera duerme bajo la bóveda celeste como si los ojos la miraran fijamente y cuidaran de ella” / “La nuit ma prairie dort sous une voûte étoilée comme si des yeux la fixaient et veillaient sur elle

Quizá parezca un texto muy simple, pero creo que realmente es una pequeña virguería literaria que evoca de forma sutil una imagen sin nombrarla directamente: es decir, en ningún momento incluye la palabra “estrellas”.

También he querido ver referencias literarias actuales bastante evidentes, a Guy Debord y a Cormac McCarthy, en versos como: “No es un espectáculo mi pradera. No es un país para viejos. Ni monumentos por contemplar ni calles que atravesar. Sino la cabellera de un guerrero. Sino la piel tatuada de una mujer. Oh mi pradera, ¿dónde estás?”

¿Qué es la pradera?
La pradera es un término que se repite a menudo a lo largo de todo el poema, además de ser el que da título al libro. No debemos asimilarlo de forma literal, porque de ese modo perderíamos todos los matices y significados añadidos que Boyer consigue otorgarle.

Como bien indica la nota editorial en la solapa trasera del libro, «”En mi pradera” es un amuleto, una canción, una fórmula mágica que nos mantendrá a salvo, cada vez que lo leamos, de las ruinas del mundo que caen sobre nosotros».

No podría definirlo mejor. Efectivamente, en este largo poema se hace especial hincapié en la evocación de todo aquello que el autor añora en el mundo que conoce y le rodea, y que debe existir en ese otro universo paralelo donde aspira habitar.

En el fondo, y pese a la apariencia delicada y preciosista, este poema es un grito de socorro, la necesidad de respirar aire puro, debido a la angustia de vivir aquí: y es sorprendente la maestría que aplica para conseguir hacerlo tan fácil, tan hermoso: tan relajante y sugerente.

Podemos empezar a leer las primeras páginas del libro en este enlace.

Volver a casa
“La pradera” podría definirse también como el deseo del regreso a los orígenes; la necesidad de rodearnos solamente de aquello que nos identifica. Muchos artistas a lo largo de la Historia se han visto atormentados por esta necesidad imperiosa de un regreso que parece no llegar nunca, por la imposibilidad de recorrer un camino que no saben dónde empieza, si es que existe.

También, y quizá sea este el caso de Boyer, muchos autores han tenido la fuerte sensación de no pertenecer al siglo en el que han nacido, y ese sentimiento de desapego les ha llevado a clamar por un viaje imposible, que siempre es el de ir atrás en el tiempo. En literatura, este sentimiento de nostalgia lo han plasmado en sus obras autores como Lord Byron, Joris-Karl Huysmans, Walter Scott, Marcel Proust, Virginia Wolf, Borges u Oscar Wilde.

Quizá la respuesta sea esta: que libros exquisitos como “La pradera” sean el comienzo de ese camino, y que estos magníficos autores nos acompañen a recorrerlo para llegar a ese lugar que todos, aunque nos lo neguemos, echamos de menos.


Conclusiones...
Poesía culta de alta calidad, con ricas influencias literarias clásicas y tratamiento de la nostalgia como tema principal.



miércoles, 3 de junio de 2015

"Eso" - Inger Christensen


Dejemos la mediocridad a un lado. Poesía es lo que hace Inger Christensen. Qué sutileza, cuánta inteligencia, qué forma de escribir como le da la gana sin atenerse a nada, y qué resultado más brillante. Sus versos llenaron la boca de los políticos pero también ocuparon los muros de las ciudades en graffitis de protesta social. ¿Quién sino un artista brillante puede presumir de haber logrado algo así?

Inger Christensen (Vejle, 1935 – Copenhague 2009) fue matemática, poeta, dramaturga y ensayista. Su nombre apareció durante años en las quinielas para el Premio Nobel, aunque finalmente nunca llegaron a concedérselo. Ganó muchos otros premios importantes, trabajó para varias Academias de la lengua y actualmente su obra se ha traducido ya a más de treinta idiomas. La editorial Sexto Piso acaba de publicar “Eso”, aunque ya contaba en su catálogo con otro título de la misma autora, titulado “Alfabeto” y publicado en 2014.

¿Qué es “Eso”?

“Eso” es un poemario brillante. Contamos con la excelente edición de Sexto Piso (editorial siempre tan meticulosa y elegante), que incluye los textos originales en danés junto con la traducción de Francisco J. Uriz, apoyada por The Danish Arts Foundation. Además, este libro incluye un prólogo y un epílogo de la autora, Inger Christensen, pero que nadie busque en ellos la explicación racional o académica de qué demonios es “Eso”. Se diría que son un prólogo y un epílogo “experimentales” (también se ha tildado a su poesía de experimental, pero aquí preferimos alejarnos de las etiquetas), nada tienen que ver con los que acostumbran a incluir todo tipo de libros: el prólogo y el epílogo son poemas largos, y no son narrativos (aunque es seguro que Christensen tendría la impresión de haber expuesto en ellos muy claras sus ideas, y el que quiera entender que entienda).

Pues bien, “Eso” es todo.

Lo que hace Christensen es tomar ese todo, (todo lo conocido, todo lo que existe o es susceptible de ser nombrado) para descomponerlo hasta llegar a sus partes más pequeñas, y entonces analizarlas, criticarlas o adorarlas según el caso y mostrarlas, en fin, a sus lectores, para que sean conscientes de cómo comprende ella el mundo que le rodea, y en qué lugar del mismo nos encontramos.

Así, “Eso” es el latido, el crecimiento, la expansión, el aire en los pulmones, la vida en todas sus formas posibles. Pero también la injusticia y la explotación, y precisamente este aspecto es el que hizo que los poemas de esta brillante autora fueran utilizados como herramientas de denuncia social, y que los políticos más falsos y demagogos los usaran en sus discursos como treta para acercarse al pueblo. Posiblemente ese fue el motivo principal por el que su obra se expandió rápidamente por todo el mundo.

El escenario

“Eso” bien podría ser “La sociedad del espectáculo” de Guy Debord en poesía. Hay mucho de artificial en los escenarios que dibuja Christensen, pero no son más que las mismas apariencias que nos rodean por todas partes en esta sociedad de trampantojos, en la que queramos o no, nos movemos como títeres dentro de unos límites muy pequeños.

Hay varios elementos que aparecen repetidos a lo largo del poemario (dotándolo de homogeneidad), figuras recurrentes que sirven de marco o escenario donde se representa todo lo demás: la hierba, la nieve, la arena, el agua o las flores. A través de estos símbolos y del uso que se hace de ellos, Christensen representa, como en un teatro de marionetas, ese “todo” a lo que nos referíamos antes. Muestra su incredulidad ante las prohibiciones, su estupor ante la reclusión, nos habla de locos encerrados en manicomios, de manifestantes detenidos, haciendo una poesía tan surrealista como concreta (sí), consiguiendo con guiños a lo largo de todo el texto una fuerte homogeneidad, un mensaje claro y directo y una corporeidad casi física.

Christensen era profesora de matemáticas, labor que compaginaba con la escritura, algo que no debe resultar extraño porque como saben, las matemáticas, al igual que la poesía, tienen un fuerte componente de pensamiento abstracto. Además, se debe romper ese cliché: no da en absoluto la impresión de que estos poemas procedan de una mente cuadriculada, todo lo contrario. Se trata de una artista libre que muestra su bochorno ante la vida tan artificial del ser humano, y que evoca otras formas de pasar por el mundo mucho más agradables y sobre todo, más naturales.  

Un lujo, todo un placer, pasear por los escenarios nevados que dibujó Inger Christensen, encontrar su huella, posar con cuidado sobre ella nuestro pie, reflexionar sobre “eso”, derribar gracias al arte las barreras.


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