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domingo, 11 de octubre de 2020

"El valle de las mariposas" - Inger Christensen


Desde que se publicara “Alfabeto” en 2014, la editorial Sexto Piso ha seguido apostando por una de las eternas candidatas al Nobel de Literatura, Inger Christensen, introduciéndola en el panorama literario español con fabulosas traducciones y una inmejorable presentación, como nos tienen acostumbrados. Hace tan solo unas semanas, se ha publicado “El valle de las mariposas”, que supone la tercera de sus obras que Sexto Piso incorpora a su catálogo.

La originalidad de la poesía de Christensen es debida sobre todo a las estructuras en las que se enmarcan o que vertebran sus poemas: para ello, utiliza sistemas que pueden provenir de cualquier campo (artístico, científico). Para la composición de “Alfabeto” se basó en la sucesión de Fibonacci y “Eso” está relacionado con la teoría de las preposiciones del lingüista danés Viggo Brondal.

En “El valle de las mariposas”, si leemos con atención y recordamos pasajes de sus libros anteriores, encontraremos ecos de versos que ya conocemos y que, con pocas variaciones o ninguna, aterrizan de nuevo entre estas páginas para aportar consistencia al conjunto de la obra y servir de hilo conductor, en una suerte de intertextualidad que suele ser muy bien recibida por el público más fiel.

“El valle de las mariposas” se compone a su vez de varios libros, cada uno de ellos tiene su propia personalidad y razón de ser, pero empecemos por el principio. El primero de ellos, “Escaleras de agua”, se construye en torno a las fuentes de las plazas de Roma y utiliza estructuras repetitivas. Hay un “modelo” de poema que se va retorciendo y exprimiendo, del que se quita y se pone, que se pervierte al antojo de la autora, hasta que, vertiginosamente, se va convirtiendo en muchos otros derivados o ecos de sí mismo. 

Personalmente, los primeros poemas sí me conquistaron porque me trasladaron automáticamente a las desordenadas callejuelas romanas, a mis paseos hasta la tumba de Keats y a la sensación de no aburrirme nunca viajando sola que en buena parte le debo a Italia. Sin embargo, este primer libro me terminó pareciendo un ejercicio literario que tras la buena impresión inicial, me sacaba del texto a fuerza de repetir la misma información presentada de diferentes formas. Quizá es demasiado experimental para mi gusto y por eso terminó haciéndoseme largo, aunque por supuesto le reconozco el mérito, la originalidad y la capacidad de transmisión a nivel visual, de una forma casi plástica y palpable.

El segundo libro, “Carta en abril”, se construye a partir de un juego artístico y matemático creado cuando su hijo tenía 6 años. Esta estructura permite varias formas de organizar las estrofas y leerlas en diferente orden. En cuanto al contenido, se inspira en los paisajes que atravesaron al viajar y a las observaciones de detalles muy pequeños que la autora recogió de ese viaje (el momento de deshacer la maleta, su hijo dibujando sobre los mapas, las preguntas infantiles de su hijo acerca del mundo que les rodea…), las reflexiones de una madre durante los días en los que de alguna manera el tiempo se detiene solo para ellos de modo que puedan explorar lugares desconocidos que les permitan encontrarse a sí mismos (para qué viajar, si no es de esa manera).

El siguiente libro, “Poema sobre la muerte” es el más corto de los cuatro y se estructura en estrofas de cuatro versos. Leyéndolo, me ha dado la impresión de que se trataba de otro ejercicio donde la autora de alguna manera se obligaba a sí misma a reflexionar sobre la muerte plasmando pensamientos de aquí y de allá, casi cotidianos, sin que haya sucedido en su vida ningún episodio reciente directamente relacionado con la muerte, como podría ser la pérdida de un ser querido


por eso cada vez

que me miro en el espejo

miro a la muerte a los ojos

sin llorar

 

(…)

 

toma a la muerte de la mano

dale una manzana

ve a su tumba

y muerde la manzana tú primero


Puede que sea el libro que más me ha gustado de los cuatro. Me ha parecido precisamente eso, que solo con fijarnos un poco nos damos cuenta de que estamos rodeados de muerte y que, lejos de sumirnos en la desolación, debería hacernos reflexionar para apreciar y sentirnos más vivos. En estos poemas la hace presente y parecen una invitación a no mirar hacia otro lado (vivimos en una sociedad que vive de espaldas a la muerte y nuestra relación con ella está muy condicionada por ese motivo), sino mirarla de frente pero desde la serenidad y quizá, de alguna manera también, la alegría.

El cuarto y último, “El valle de las mariposas. Un réquiem” da nombre al poemario y supone una rareza para la poesía danesa (idioma original de este poemario) ya que utiliza el soneto, una forma poco experimentada en la tradición literaria danesa (sí en la española e italiana). La idea surgió del último soneto o soneto maestro, que fue escrito por el aniversario de una editorial danesa y durante un debate con sus alumnos, Christensen se preguntó si podría ser el punto de partida para crear una corona de sonetos. La versión en español es una auténtica virguería de la traducción, porque mantiene la forma de soneto procurando transmitir a la vez el sentido original del texto de la forma más fiel posible.

Por el momento, ni “Alfabeto” ni “El valle de las mariposas” superan a “Eso”. Y ya sé que no se trata de comparar, y que cada libro tiene su por qué y su propia idiosincrasia. Pero es que “Eso”, para mí, fue un puñetazo en la barriga, una sacudida por los hombros, una lectura que me inspiraba constantemente según avanzaba y que me traía referencias personales de muchas otras lecturas: era literatura, en una palabra. Una obra de la que no sales siendo la misma persona que eras antes de leerlo. Por eso hablaba de ella así en 2015: “Dejemos la mediocridad a un lado. Poesía es lo que hace Inger Christensen.” Estoy segura de que no me perderé nada que se publique en el futuro y que lleve su sello.


miércoles, 3 de junio de 2015

"Eso" - Inger Christensen


Dejemos la mediocridad a un lado. Poesía es lo que hace Inger Christensen. Qué sutileza, cuánta inteligencia, qué forma de escribir como le da la gana sin atenerse a nada, y qué resultado más brillante. Sus versos llenaron la boca de los políticos pero también ocuparon los muros de las ciudades en graffitis de protesta social. ¿Quién sino un artista brillante puede presumir de haber logrado algo así?

Inger Christensen (Vejle, 1935 – Copenhague 2009) fue matemática, poeta, dramaturga y ensayista. Su nombre apareció durante años en las quinielas para el Premio Nobel, aunque finalmente nunca llegaron a concedérselo. Ganó muchos otros premios importantes, trabajó para varias Academias de la lengua y actualmente su obra se ha traducido ya a más de treinta idiomas. La editorial Sexto Piso acaba de publicar “Eso”, aunque ya contaba en su catálogo con otro título de la misma autora, titulado “Alfabeto” y publicado en 2014.

¿Qué es “Eso”?

“Eso” es un poemario brillante. Contamos con la excelente edición de Sexto Piso (editorial siempre tan meticulosa y elegante), que incluye los textos originales en danés junto con la traducción de Francisco J. Uriz, apoyada por The Danish Arts Foundation. Además, este libro incluye un prólogo y un epílogo de la autora, Inger Christensen, pero que nadie busque en ellos la explicación racional o académica de qué demonios es “Eso”. Se diría que son un prólogo y un epílogo “experimentales” (también se ha tildado a su poesía de experimental, pero aquí preferimos alejarnos de las etiquetas), nada tienen que ver con los que acostumbran a incluir todo tipo de libros: el prólogo y el epílogo son poemas largos, y no son narrativos (aunque es seguro que Christensen tendría la impresión de haber expuesto en ellos muy claras sus ideas, y el que quiera entender que entienda).

Pues bien, “Eso” es todo.

Lo que hace Christensen es tomar ese todo, (todo lo conocido, todo lo que existe o es susceptible de ser nombrado) para descomponerlo hasta llegar a sus partes más pequeñas, y entonces analizarlas, criticarlas o adorarlas según el caso y mostrarlas, en fin, a sus lectores, para que sean conscientes de cómo comprende ella el mundo que le rodea, y en qué lugar del mismo nos encontramos.

Así, “Eso” es el latido, el crecimiento, la expansión, el aire en los pulmones, la vida en todas sus formas posibles. Pero también la injusticia y la explotación, y precisamente este aspecto es el que hizo que los poemas de esta brillante autora fueran utilizados como herramientas de denuncia social, y que los políticos más falsos y demagogos los usaran en sus discursos como treta para acercarse al pueblo. Posiblemente ese fue el motivo principal por el que su obra se expandió rápidamente por todo el mundo.

El escenario

“Eso” bien podría ser “La sociedad del espectáculo” de Guy Debord en poesía. Hay mucho de artificial en los escenarios que dibuja Christensen, pero no son más que las mismas apariencias que nos rodean por todas partes en esta sociedad de trampantojos, en la que queramos o no, nos movemos como títeres dentro de unos límites muy pequeños.

Hay varios elementos que aparecen repetidos a lo largo del poemario (dotándolo de homogeneidad), figuras recurrentes que sirven de marco o escenario donde se representa todo lo demás: la hierba, la nieve, la arena, el agua o las flores. A través de estos símbolos y del uso que se hace de ellos, Christensen representa, como en un teatro de marionetas, ese “todo” a lo que nos referíamos antes. Muestra su incredulidad ante las prohibiciones, su estupor ante la reclusión, nos habla de locos encerrados en manicomios, de manifestantes detenidos, haciendo una poesía tan surrealista como concreta (sí), consiguiendo con guiños a lo largo de todo el texto una fuerte homogeneidad, un mensaje claro y directo y una corporeidad casi física.

Christensen era profesora de matemáticas, labor que compaginaba con la escritura, algo que no debe resultar extraño porque como saben, las matemáticas, al igual que la poesía, tienen un fuerte componente de pensamiento abstracto. Además, se debe romper ese cliché: no da en absoluto la impresión de que estos poemas procedan de una mente cuadriculada, todo lo contrario. Se trata de una artista libre que muestra su bochorno ante la vida tan artificial del ser humano, y que evoca otras formas de pasar por el mundo mucho más agradables y sobre todo, más naturales.  

Un lujo, todo un placer, pasear por los escenarios nevados que dibujó Inger Christensen, encontrar su huella, posar con cuidado sobre ella nuestro pie, reflexionar sobre “eso”, derribar gracias al arte las barreras.


jueves, 2 de abril de 2015

La acción; transitividades, 6

Imagen: Banksy
Entonces cultivan cereal en un altar en Chile
Entonces vierten leche en un viejo cañón
Entonces amontonan leña de flechas envenenadas
Entonces plantan arroz en un abandonado bastión

Entonces juegan al escondite en un parlamento vacío
Entonces juegan a la pelota con bombas inocentes
Entonces juegan al ajedrez con trozos minúsculos
de lo que una vez fue un gran presidente

Entonces cultivan vino en la pedregosa Mafia
Entonces sacrifican cabras y corderos en un banco
Entonces dan vueltas en un Rolls Royce por Sofía
Entonces queman rublos y dólares y francos

Entonces cantan canciones sobre la felicidad de los pueblos
Entonces cantan canciones sobre la pena de los pueblos
Entonces arrastran como un vendaval a todos los partidos
y derriban el castillo del último tigre de papel

"Eso", Inger Christensen. Ed. Sexto Piso, 2015; pág. 225.
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