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miércoles, 9 de marzo de 2016

Nu)n(ca - Luigi Amara



El catálogo de otoño de la editorial Sexto Piso viene con una entrega impecable. Se trata del sexto libro de poemas del escritor Luigi Amara (Ciudad de México, 1971), un poemario muy especial que tiene una línea argumental tan precisa como delicada.

Si en otras ocasiones he hecho hincapié en la presentación formal de los libros de Sexto Piso, les aseguro que esta vez se han superado a sí mismos: tras las suaves tapas de cartón con textura ondulada, encontramos guardas dobles de color marrón y una postal ilustrada con una fotografía muy especial en torno a la cual giran los poemas.


El estupor

Este poemario gira en torno a un concepto muy especial: el estupor, o la fascinación que nos provoca todo aquello que se mantiene oculto.

Explica perfectamente Pascal Quignard, en su maravilloso “El nombre en la punta de la lengua” (Arena Libros, 2006), la sensación tan humana de intentar atrapar el nombre preciso para designar algo que se nos escapa, el ensueño en el que nos sumimos persiguiendo ese nombre que creemos estar a punto de atrapar, bailando en la punta de la lengua.

Pues bien, cuando Luigi Amara se puso frente a la antigua fotografía de la modelo desconocida que posa de espaldas, retratada por Onésipe Aguado, le abordaron una serie de sensaciones relacionadas con lo oculto y la imposibilidad de nombrar, y decidió volcarlas a esta pequeña colección de delicadísimos poemas (que bien puede entenderse como un poema largo, dividido en secciones; todos persiguen la misma temática y estilo, y ninguno de ellos tiene título individual).

Precisamente, en el mismo libro que citaba, decía Quignard que “El poema es el nombre encontrado (…) el poema es exactamente lo contrario que el nombre en la punta de la lengua”.

La maestría y la elegancia de estos textos residen precisamente en la aparente facilidad que tiene Luigi Amara a la hora de nombrar las cosas; así, por ejemplo, define el término “ruinas” como “los restos del pasado convertido en puzzle”. Su capacidad para nombrar lo inaprensible y mostrarla a los estupefactos lectores, sin salir de su abstracción, es comparable a la de Giorgio Agamben en “La muchacha indecible”, otro precioso libro de la misma editorial que comenté aquí hace algún tiempo.



La atracción del lado oculto

Pocas veces tendremos la oportunidad de asistir a un despliegue de talento tan grande para hacer un pie de foto tan perfecto como este, un pie de foto que es un poemario redondo. Derrocha sensibilidad mientras fabula e imagina, inventando diferentes vidas para la modelo de espaldas y meditando acerca de la atracción que siempre nos produce lo desconocido. En algunas ocasiones (como en este caso) aquello que deseamos descifrar puede llegar a convertirse en una obsesión.

A lo largo del poemario encontramos desperdigadas multitud de referencias cultas (literarias y pictóricas), que lo enriquecen ofreciendo otras posibilidades al lector más allá de este libro. Por ejemplo, encontramos algunas ligeramente ocultas como esta de Melville: “Como un Ahab terrestre / tras la ballena blanca / de aquel hombro”; y otras totalmente explícitas como a Thomas de Quincey, René Magritte, John Asbery, Yves Klein, Velázquez… y un largo etcétera.

Todas ellas muy buenas y oportunas, aunque la forma de intercalarlas sea casi siempre demasiado obvia: sería interesante que estuvieran un poco más veladas y así jugaran con la inteligencia del lector. En cualquier caso, aportan una cantidad increíble de matices a los versos donde se incluyen.


Aquello que se nos niega

Me quedo con una de las conclusiones que se desprenden de la lectura de este poemario: la que insinúa que un retrato de una mujer de espaldas es una forma de representar gráficamente que las mujeres deben de decir “no”, en muchas ocasiones, dejando al lector el desarrollo del amplísimo argumentario que se deriva de esta idea.

Hacia la última parte del libro, los poemas se vuelven más narrativos y oníricos, mostrando imágenes ligeramente esquizoides: no tan descriptivo, o quizá no de una manera tan clara, sino muy abstraída y críptica.

Ya en el final, a través de precisas referencias mitológicas, Amara concluye que el personaje sin rostro no ha de ser sino la misma Muerte. En esta parte vuelca sus miedos, le aterra el frío implacable de su beso: lo anticipa, y tiembla. Así pues, este libro es una profunda reflexión filosófica en forma de poema. Lúcida y elegante, sutil e inteligente, tengo que quitarme el sombrero una vez más. Mirando a los ojos y de frente, dando la cara, eso sí: me ha encantado.

jueves, 18 de abril de 2013

Cuando acabe el invierno - Mary Ann Clark Bremer


«El cuaderno no era mi confesor, sino el taller donde me abría en canal a mí misma y analizaba mis vísceras y mis pensamientos. Y había, dentro del cuaderno, tickets, fotografías, billetes, sellos, alguna hoja o alguna flor.
"La herencia de las mujeres sensibles", reía Fanny. "Las mujeres siempre han coleccionado levedades dentro de sus cuadernos".
Y aquello nos parecía hermoso a las dos, formar parte de una herencia de silencio y escritorio y cubrecama. No desdeñaríamos lo que la comunidad de las mujeres nos había entregado aun sin saberlo. Y claro que el cuaderno podía ser una "bagatela", pero no se trataba sólo del cuaderno, como tampoco se trataba sólo de las palabras de Virginia Woolf. Éramos nosotras contra el hombre victoriano, contra la cita, contra los grises convertidos en negro. Debíamos aprender a ser felices en este otro tiempo que también trataba de negársenos. No más piedras en los bolsillos de las ahogadas. No más estampas cursis con voces arrulladoras y tipografías engoladas, con el blanco o rosa que merecen, dicen, las niñas.
Mejor negro antes que ese blanco, que ese rosa, que ese azul desvaído.
Mejor gris paloma, gris cielo.»

«Al escribir estas palabras sé que el hombre ya ha caminado por la luna, pero no dejo de mirarla sintiendo que aún me parece territorio no hollado.
O necesito que sea así.
En la luna siento otra forma de amistad.
(...)
Con esa luna llena se siente acompañada. Baja la cabeza, escribe, vuelve a levantarla. Ni suspira ni sonríe. Sólo habla con el papel, y muy pronto en voz alta, aunque consigo misma. Ha llegado la edad de decírselo todo en voz alta, incluso por la calle, de eso está también segura.
»

«Confieso ahora mi cercanía a Leonard Woolf, siento devoción por su amor y amistad incondicional. Por su compañerismo, por su humildad. En todo retrato, firmado o no por su esposa Virginia, Leonard es el hombre-mujer, el ser perfecto.»

"Cuando acabe el invierno", Mary Ann Clark Bremer. Editorial Periférica, 2013.

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