lunes, 3 de junio de 2024
"Lecciones de química" - Bonnie Garmus
viernes, 27 de octubre de 2023
"Las gratitudes" - Delphine de Vigan
Había visto los libros de Delphine de Vigan mil veces en librerías pero nunca me había llamado la atención nada en ellos para empezar a leerlos y descubrir a esta autora. Hace un par de días, vi una recomendación de “Las gratitudes” de forma fortuita y me llamó la atención la excusa de la trama (el concepto de agradecimiento) así como los otros dos temas que trata de forma directa (el envejecimiento y el lenguaje). Así que me hice con “Las gratitudes” y lo leí en un ratito, porque es cortísimo.
Este libro ni de lejos se convertirá en uno de mis favoritos: vaya esto por delante. Pero tiene una serie de elementos que lo hacen digno de análisis en este blog, bastante descuidado por cierto.
La novela comienza cuando trasladan a un geriátrico a Michka, una mujer que está experimentando los primeros síntomas de la afasia y ha sufrido una serie de pequeños accidentes caseros que impiden que pueda continuar viviendo sola de forma segura.
Recientemente conocíamos la triste noticia que relaciona a Bruce Willis con la incapacidad de expresarse verbalmente (¡el tiempo no es importante, solo la vida es importante!); el caso de Michka en concreto sería una parafasia lexical, que le hace sustituir puntualmente algunas palabras por otras, con la particularidad de que la palabras elegidas, aunque erróneas, a menudo suenan de manera similar a las que originalmente quería decir. Delphine de Vigan juega muy bien con esto, eligiendo no solo palabras fonéticamente similares, sino que tienen una carga semántica que da pie a juegos muy interesantes, literariamente hablando, como en el fragmento a continuación:
Durante unos instantes, Michka permanece sumida en sus reflexiones.
—Debería estar prohibido envejecer. Pero, bueno, ya que estás aquí, aprovecho para decirte algo: me gustaría que me abreviaran.
—¿Cómo?
—Para mi falaral. Una abreviación…, unos canapés y se acabó. Como la señora Crespin, parece que estuvo muy bien la cosa.
—¿Quieres decir una incineración?
—Eso es. Pero que sean de sermón los canapés, no de paté.
—¿De salmón? Bueno, vale, me lo apunto, pero no corre prisa, supongo, no es algo inminente.
He leído que De Vigan confeccionó una guía de traducción para que los traductores conociesen perfectamente la intención de la elección de cada palabra “errónea” que emite Michka y pudieran así localizar la palabra precisa en el idioma de destino. Me parece que esto habla muy bien de alguien que se toma su trabajo muy en serio. Dicho lo cual, tampoco esperéis virguerías léxicas, quiero decir que como ejercicio literario está bien ejecutado pero tampoco es algo como para tirar cohetes. La gracia es que, al leer rápido, a veces involuntariamente “intercambias” algunas palabras por otras cuando no toca. Es decir lees algo y de momento crees que es una palabra que Michka ha malapropismeado y la lees pensando que es otra (realmente lees “otra” en tu imaginación) y resulta que no, que nos hemos adelantado y el término que realmente consta escrito no era ningún “error”, no había que sustituirla... Esto da lugar a caminos infinitos o mini subtramas que duran un segundo. Recuerdo que me pasó por ejemplo con “evolución” y “elocución” pero pueden darse miles de casos.
Para mí el fallo fundamental de este libro es que no tiene alma. A ver si me explico. Hay libros que durante las primeras páginas nos hacen creer que estamos ante un autor nuevo mínimamente prometedor, al que de entrada parece que dan ganas de seguirle la pista en lo sucesivo. Pero, tras leer un par de páginas más, nos damos cuenta de que es un producto editorial “perfecto”, diseñado a medida para el gran público y para hacer la película que también entre dentro de esos cánones establecidos… y terminamos la lectura solo porque nada indica que el libro esté “mal”, pero nos hemos tragado un producto, no una novela. Y que en lo sucesivo cuando alguien nos diga que ese es uno de sus autores favoritos sabremos que eso es algo que no habla demasiado bien de la persona como lectora. Que podía ser mucho peor si leyeran a Paulo Coelho o a Ruiz Zafón pero que esa persona no sabemos si le exige mucho a la vida pero desde luego no a la literatura. Con estas editoriales grandes suele pasar: a veces publican libros pero la mayoría de las veces publican oportunidades editoriales (textos sin ninguna calidad pero que tratan un tema popular en redes sociales o cuyo autor tiene muchos seguidores, ya sean humanos o bots) o subproductos que en el mercado funcionan porque los lectores cada vez tienen menos criterio. La sociedad está idiotizada y el coeficiente intelectual está disminuyendo muy rápido en las nuevas generaciones, pero este es otro tema y no es cuestión de ponernos aún más pesimistas.
Volviendo a los aspectos interesantes de la novela, la reflexión sobre el paso del tiempo (el envejecimiento) y el concepto de gratitud son dos temas que se entrelazan en esta obra, como sucede en la vida real en ocasiones. Michka ve cómo sus facultades se desvanecen como arena entre los dedos y busca aprovechar el tiempo que le queda para resolver asuntos pendientes que no dejan de rondarle por la cabeza. Solicita ayuda para tratar de localizar a unas personas que le ayudaron en un momento extremadamente delicado de su vida, para tener la oportunidad de darles las gracias ya que no lo hizo en su momento.
Esto irremediablemente nos invita como lectores a reflexionar sobre nuestra propia vida y revisar si hemos dejado algo sin decir o si hemos expresado gratitud a quienes lo merecen, antes de que sea demasiado tarde. (Ya sabéis, cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas que yo sepa ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fue de odio y venganza; todas fueron mensajes de amor). Podemos tener muchas conversaciones pendientes pero que merezcan la pena quizá no tantas. Es decir, no vale de nada retomar la relación o tener una última conversación con quienes ya aprendimos que no funciona, tras demasiados intentos fallidos. Tampoco vale de nada tener una última conversación con alguien a quien no creeríamos lo que nos dijera porque nos mintió constantemente mientras estuvo en nuestra vida, dejándonos el corazón en mil pedazos. En el contexto de la familia, las relaciones a veces suponen mucha complejidad, ¿siempre hay que perdonar a los progenitores por el simple hecho de serlo, aunque nos dañen irremediablemente, aunque definitivamente sean malas personas? A veces una idea que surge de una buena intención puede derivar en desastre.
Este libro trata también, sutilmente, el tema de la perdurabilidad de las penas infantiles: el logopeda que atiende a Michka, especializado en geriatría, reflexiona cómo en su experiencia trabajando con ancianos y lenguaje ve a través de sus recuerdos cómo el dolor del niño sigue ahí. Intacto. Puedo leerlo en sus caras y escucharlo en sus voces. Y es que la infancia es el patio donde jugamos el resto de nuestra vida.
“Las gratitudes” es un pequeño reflejo luminoso de la condición humana, una llamada a la introspección personal y emocional a través de sus páginas. Si bien la novela no me ha conquistado en su conjunto, sus juegos de palabras y la delicadeza con la que aborda temas esenciales, como la inevitable fragilidad que acompaña al envejecimiento, la convierten en una respetable elección literaria. La escritura puede ser un faro que ilumine las profundidades de nuestra existencia y nos invite a reflexionar sobre las complejidades de la vida y de las relaciones humanas. Si os interesa leer una obra breve que aborde estos temas, esta novela puede ser una buena elección.
domingo, 31 de enero de 2021
"Las inseparables" - Simone de Beauvoir
Hay veces en las que una evidencia médica certificando la causa de una muerte, no es suficiente. Para explicarse algunas pérdidas, muchas veces es necesario ir más allá y conocer el pasado de quien ha fallecido: no solo su historial médico, por supuesto, sino su recorrido emocional y vital.
Esto es lo que hace Simone de Beauvoir devolviendo a la vida por algunos instantes a su eterna amiga Élisabeth Lacoin, (Zaza) a través de “Las inseparables”. También lo hace en otras obras como “Cuando predomina lo espiritual”, “Los mandarines” o “Memorias de una joven formal”, de una forma más o menos extensa o evidente.
En “Las inseparables” todo gira en torno a la tierna amistad que unió a Simone con Zaza (Sylvie y Andrée en la ficción), aunque mejor cabría hablar de devoción, por parte de la primera. En un jovencísimo siglo XX, inmersa en una estructura social férreamente patriarcal y religiosa, la joven Simone ni siquiera cuenta con referentes que expliquen ese sentimiento que la inunda y que no encaja en la definición de amiga. Como un instinto muy fuerte que no sabe explicar y mucho menos manejar, Simone se conforma con tener a Zaza cerca y procurar que sea feliz.
Si leemos esta historia conociendo mínimamente el pensamiento de Simone, resulta aún más chocante ubicar a la Simone niña y adolescente dentro de un círculo donde la religión católica y, por tanto, la represión, era la norma imperante. Una niña como ella estaba destinada a renunciar a su integridad, personalidad y sus sueños a cambio de los deseos de su entorno: pasar desapercibida y casarse “bien”.
A este respecto, hay una frase que me ha dado que pensar.
“(…) todo habría sido más sencillo si, como yo, [Andrée] hubiera perdido la fe en cuanto su fe perdió el candor” (pág. 84)
La verdad es que resulta abrumadora la maestría con la que está escrita esta dulce y triste historia: es la marca de la casa de Simone de Beauvoir. El caso es, que todo habría sido muy diferente para la desdichada Zaza si la culpa, el pecado, el tormento, el infierno… y demás cuentos chinos que solo sirven para oprimir, no hubieran marcado su vida.
A los niños es sencillo engañarlos con cualquier cosa. Es lo que me transmite la frase de Beauvoir: también ella había sido estafada con el cuento religioso pero, por suerte, tuvo la suficiente claridad de pensamiento cuando, ya pre adolescente, alcanzó el uso de razón y abandonó de un plumazo todas esas imposiciones al darse cuenta del grave daño que provocaban.
Me gusta mucho, muchísimo, cómo está escrito. Quienes me conocen saben que el argumento me resulta secundario ante una redacción impecable. La narración deja a Simone en segundo plano y aunque habla de la amistad entre ambas, se centra sin rodeos en su adorada Zaza. Hay pasajes increíbles como este:
"¿Le habría dado pena a Andrée que nos impidieran vernos? Menos que a mí, seguramente. Nos llamaban «las dos inseparables» y ella me prefería a todas las demás compañeras. Pero me parecía que la adoración que sentía por su madre tenía que ir en menoscabo de sus otros sentimientos. Su familia era primordial para ella, se pasaba muchos ratos entreteniendo a las pequeñas, que eran mellizas, bañando y vistiendo a esas masas de carne inciertas; le hallaba sentido a todo cuanto balbucían y a sus muecas ambiguas; las mimaba amorosamente. Y además, estaba la música, que ocupaba un lugar importante en su vida. Cuando se sentaba al piano, cuando se colocaba el violín entre el cuello y el hombro y escuchaba con recogimiento la melodía que le brotaba de los dedos, yo tenía la impresión de oír cómo se hablaba a sí misma: comparadas con ese prolongado diálogo que seguía adelante en secreto con su corazón, nuestras conversaciones se me antojaban muy pueriles. A veces, la señora Gallard, que tocaba muy bien el piano, acompañaba la pieza que Andrée interpretaba al violín, y entonces yo me sentía completamente al margen. No, nuestra amistad no le importaba tanto a Andrée como a mí, pero yo la admiraba demasiado para sufrir por eso" (pág. 24)
Esta historia no deja de ser una reivindicación de la necesidad de enseñar la diversidad desde la infancia, así como la importancia de tener referentes. Si eres una mujer que se enamora de su amiga, ¿cómo no te va a volver loca no saber lo que sientes? Y, si acaso puedes barruntarlo, ¿quién te comprenderá y te tranquilizará porque no estás loca por estar sintiendo algo perfectamente natural? Por menos ha habido muertes.
Es más, no se trata solamente de la normalización del lesbianismo sino, también, de la bisexualidad: algo perfectamente normal que le sucede a la pequeña Simone es enamorarse de una amiga en un contexto donde se segregaba por géneros (colegios de monjas y demás) sino interesarse también por hombres cuando por fin tiene la ocasión de rodearse también de ellos. Algo que no invalida su atracción por las mujeres, dado que no se trata de dos orientaciones sexuales que pueden convivir, sino de una orientación como tal, la bisexualidad, que suele menospreciarse y relegarse a una fase y todo tipo de tópicos discriminatorios muy dañinos. Simone la defendió en su vida y en su obra con sabiduría y coherencia. Todo lo demás, son traumas.
jueves, 30 de julio de 2020
"El último hombre" - Mary Shelley
martes, 2 de julio de 2019
"Mejor la ausencia" - Edurne Portela
Esta es la primera vez que me enfrento a un libro de Edurne Portela y me ha llevado directa a su mundo, sin explicaciones ni transición. "Mejor la ausencia" es una de esas novelas que no tienen prólogo ni lo necesitan. Tiene un hilo argumental claro y se puede decir que es un libro sin pretensiones, esto es algo que dice mucho a su favor. Personalmente, me molestan las ínfulas y los engolamientos, en este sentido este libro es perfecto, si bien es verdad que he echado en falta quizá algunos toques de lirismo, luego explico por qué.
Portela se centra en describir los hechos, de una forma más o menos clara: algunas veces las escenas de violencia son muy cruentas, otras se describen de forma más escueta, que no poética: con pocas palabras y obviando fragmentos que perfectamente el lector se puede imaginar. Es decir, en estos casos la narración se presenta como una escena a fogonazos, con ráfagas de luz seguidas de momentos de oscuridad que activan la imaginación del espectador. Sabemos que lo más terrible es precisamente lo que no se ve y que la mente de quien observa es capaz de figurarse horrores mucho más terribles de los que la ficción sugiere.
En cuanto al lirismo: Portela ha elegido un modo directo y descriptivo para presentar una historia que gira en torno a la violencia (familiar, social, institucional). Es un modo tan válido como cualquier otro, si se hace bien. Personalmente, valoro mucho el esfuerzo narrativo cuando la narración describe sucesos espantosos y sin embargo la forma elegida es lírica, como en el caso de “Del color de la leche” de Nell Leyshon o “Tu amor es infinito” de Maria Peura. Me parece que, en estos casos, la finura y la delicadeza convierte al escritor en un artesano de las palabras, puesto que construir una narración hermosa con un argumento espeluznante es algo así como fabricar una obra de arte con el barro.
Algo a destacar es la evolución del lenguaje de la protagonista, que habla en primera persona y su forma de expresarse evoluciona a medida que ella crece. Desde que es una niña y empieza a asistir a escenas de violencia familiar y de terrorismo etarra, hasta que es una mujer cuya vida, en todos y cada uno de los aspectos, se ha visto afectada por ese entorno de violencia y miedo en el que viene a nacer y del que el lector comprobará si es capaz de escapar en algún momento.
Hace poco leí a Alice Miller en un ensayo que enlaza muy bien con esta historia, “El cuerpo nunca miente”. En ese texto Miller analiza hasta qué punto está aceptado e interiorizado el cuarto mandamiento católico en la cultura popular, y de qué manera lo hemos asimilado. En general, las personas que componen nuestro entorno (amigos, familia, compañeros de clase y trabajo, etc.) siempre nos van a incitar a perdonar y amar a nuestros padres aunque se compruebe que nos están tratando mal, de una forma violenta y dañina.
Muchas veces, los padres parecen creerse el cuento de la cigüeña y le encargan niños perfectos, pero perfectos según sus ideales, claro. Luego, no reciben de la cigüeña los hijos que soñaban, y rechazan y quieren modificar las formas de ser de hijos sensibles y amanerados, o de hijas asertivas y fuertes que rechazan el rosa, hijos que resultan ser hijas, hijas que resultan ser hijos, hijos e hijas con sexualidades no normativas, tatuados, o que desean carreras profesionales distintas a las que habían diseñado para ellos.
En mi opinión, los padres que no te quieren como eres, no te quieren. Quieren (si es que ser tan salvajes no les incapacita para el amor) al ideal que soñaron, y que por supuesto no existe. Y si no hay lugar para el diálogo y el entendimiento (teniendo en cuenta que su rechazo puede provenir de la ignorancia y ser reversible a través de explicaciones y educación), hay que huir de ahí. Quedarse nunca da lugar a nada bueno: los principios determinan los finales, como sucede en esta novela de comienzo premonitorio.
sábado, 1 de junio de 2019
"El bosque" - Nell Leyshon
En “El bosque”, con traducción de Inga Pellisa, he encontrado vaivenes en lo que a intensidad se refiere. También es cierto que la novela se divide en tres bloques principales bien diferenciados y que la intención, la forma, el fondo… todo parece haber sido orquestado de modo que no se perciba como una novela al uso.
La trama no es ningún secreto, ya que se resume detalladamente en la cuarta de cubierta de la novela.
La primera parte se desarrolla en Polonia, en un ambiente familiar ideal donde el pequeño Pawel crece junto a las contradicciones de su madre y el resto de la familia (tan parecida a todas las demás familias felices o tan infelices a su manera). Las contradicciones de su madre son debidas a su difícil gestión personal de la ruptura con su independencia y todo el tiempo que tenía disponible para dedicarlo a los placeres, la habitación propia… cuando irrumpe la maternidad. Esto está muy bien plasmado a lo largo de toda la trama, sin eufemismos, ya que la vida interior de las mujeres, la sexualidad femenina y la maternidad son temas tabúes en la vida real y, por tanto, en la literatura, que es la representación escrita de la misma. Zofia, la madre de Pawel, se percibe a sí misma como un sol transmutado en planeta que gira en torno a un nuevo astro, su hijo, que reclama todo su tiempo y todas sus atenciones.
Su piel huele a galletas, a algo hecho en casa, aquí en la cocina. Siente que ella misma empieza a ablandarse, como si su corazón fuese de nuevo cera y él fuese de nuevo la llama. Levanta un brazo, rodea su cuerpo. Levanta la otra mano, le aparta el pelo de la frente con una caricia. Él la estrecha más fuerte por la cintura, por el cuello.
Vuelve a ser un solo cuerpo.
Desliza la mano por su pelo, por su mejilla, envuelve su mentón en la mano. Le levanta la cara y se miran el uno al otro. Sostiene su cara, su cara entera, su mundo entero, parecería, en la palma de la mano.
La segunda parte es la pérdida de la inocencia para Pawel y también la pérdida de la vida, o de la vida tal y como la conocían, para el resto de su familia. El niño y su madre huyen al bosque para salvarse de la invasión militar y durante una temporada se refugian en un establo, dignificando su día a día en la medida de sus posibilidades: esta época marcará sus vidas para siempre. Este bloque es el más abstraído, de modo que refleja muy bien los esfuerzos, conscientes o no, de los protagonistas para disociarse de una realidad que se les presenta de forma tan hostil. Entre el lector y la trama hay un velo muy denso, que no es accidental. Es también muy lírico y casi se podría decir deshilachado, en el sentido de que en ocasiones la cadencia se interrumpe, se ramifica, llega a puntos muertos y se retoma a sí misma en cualquier otro lugar inesperado. Justo aquí Leyshon deja entrar a la magia y lo hace por todo lo alto, dando lugar a algunos de los pasajes más emocionantes de toda la obra. Un I went out to the hazel wood al más puro estilo Yeats que, precisamente, homenajearía al escritor irlandés también en lo mágico si es que el lector quiere sugestionarse tanto como yo lo hago y encontrar asociaciones incluso donde no las hay: o, más bien, donde Leyshon nunca las puso adrede. O quién sabe.
Le es imposible dormir. Tal vez sea verdad, y está vigilando la entrada de la cueva. Los seres humanos creen que avanzan sin fin hacia el desarrollo y la sofisticación, sin embargo, habitan en todos nosotros los fósiles enroscados de los hombres y mujeres antiguos, que saben cosas que nosotros no. Que notan una presencia a nuestra espalda. Que saben que debemos sentarnos apoyados en la pared para ver acercarse al enemigo. Que se enamoran en la primera cita, guiados por olores invisibles, imperceptibles.
Ella, Zofia, sabe todo esto: lo rápido que se esfuma la sofisticación, lo rápido que puede desplegarse la mujer fósil.
Finalmente, la tercera y última parte es el regreso a la civilización, años después, cuando la guerra ha terminado y madre e hijo pueden salir de su escondite en el bosque. Observamos los estragos que una vida tan violenta y accidentada ha causado en los protagonistas, así como la presión de la sociedad retrógada. El contenido de este apartado no se desvela en la cuarta de cubierta así que tampoco voy a comentarlo aquí. Para mí ha sido una sorpresa, un hallazgo que para nada esperaba y que me ha llevado hasta las lágrimas en algunos pasajes. Leyshon concentra en esta parte su mejor saber hacer en cuanto a delicadeza y sensibilidad se refiere, y se reafirma como una maestra en el arte de describir la cotidianidad de puertas para dentro y los finísimos pensamientos captados al vuelo. También, del uso de pequeños objetos que sirven como desencadenante de un sinfín de recuerdos. Pero, aunque para mi gusto esta parte es la que más brilla, en conjunto es una novela muy recomendable, y he de confesar que huyo de las novelas que utilizan la guerra en su argumento. Pero por suerte (para mí, al menos) esta novela va más allá y, además, la edición, como siempre sucede cuando se trata de Sexto Piso, es impecable.
No persigas un pensamiento que duele. Ya sabes que no hay que hacerlo.
viernes, 12 de abril de 2019
"Ojos Negros" - Frédéric Boyer
“Ojos Negros” es una novela redactada de una manera muy lírica que trata del origen del deseo desde los primeros años, a través de las experiencias personales de su protagonista: un adulto que rememora aquellos momentos que sirvieron de aprendizaje para su educación sentimental y sexual, los que dieron origen a sus primeras tomas de contacto con el deseo.
Ya conocía a este autor por el poemario “En mi pradera”, publicado también por Sexto Piso, en 2015. Aún lo guardo con cariño y releo en ocasiones, es un librito estupendo (haciendo clic sobre el título podéis leer la reseña que escribí sobre él en su día). Por eso mis expectativas estaban demasiado altas cuando cayó en mis manos “Ojos Negros”, pero he de confesar que no las ha superado.
El tono de “Ojos Negros”, intimista y poético, quiere recordarme a Pierre Michon, a Miguel Morey, en última instancia a Pascal Quignard… pero lo cierto es que para mi gusto no está a la altura, aunque los ecos y semejanzas estén ahí. Divaga mucho y no consigue captar mi atención. Pero no puede ser que un argumento errático me despiste, precisamente me enamoré de la prosa de Javier Marías por sus digresiones (qué pena que sus últimos trabajos sean sólo una copia de sí mismo, con lo que fue y lo que podía haber sido), y es algo que de manera recurrente he apreciado después en muchos otros libros.
Sencillamente es que no me atrapa. No consigue que me importe lo que pasó con Ojos Negros o con el resto de sus encuentros o amantes. Tampoco encuentro las sutilezas necesarias para convencerme de que quien escribe es un ser deseante, o es que su deseo no transcurre por lugares que me sean conocidos.
Y sin embargo no puedo decir que sea un mal libro, técnicamente es correcto, la edición por parte de Sexto Piso como siempre es impecable. La lectura se hace rápida porque son solo 170 páginas de capítulos cortos, que dejan muchos espacios en blanco y se avanza ágilmente. A su favor he de decir que estos fragmentos están construidos con mucho cuidado, de modo que los cierres son muy buenos, ya que siguen un hilo conductor que, aunque a veces parece que se diluye en sí mismo, retoma con un final que lo hace redondo.
Transcribo a continuación un pequeño fragmento extraído de las primeras páginas que me gustó bastante:
"Toda mi vida permanecería atado y fiel a esa ordalía hueca como un AGUJERO NEGRO. Con el tiempo aprendería que todas las estrellas pasan así por una serie de dilataciones y contracciones. Pero aquellas cuya masa equivale a varias veces la masa solar ven cómo su densidad va aumentando a fuerza de contraerse, y algunas de ellas acaban dando lugar a agujeros negros. Se dice que son grandes aspiradoras de materia, al tiempo que se supone que producen energía de ese modo. Lo mismo sucedió con nuestro secreto: al volverse invisible, al no poder reflejar ni emitir luz alguna, se tornó tan denso, tan pesado que se comprimió arrastrando hacia sí su masa y desatando una suerte de aspiración, un vacío, como el fenómeno de la gracia que han descrito algunos teólogos. La gracia no nos colma sino de la nada que produce cuando la recibimos.
sábado, 16 de febrero de 2019
"Las lágrimas" - Pascal Quignard
p. 23
EL ORIGEN DEL SOMME
El primer color que se forma en la retina de todos los hombres, en el ojo del recién nacido, es el azul.
Ese color es azul como el mar que antecede a la tierra.
Azul como el mismo cielo, que los antecede a ambos.
Durante un largo tiempo el Somme no era más que un arroyito tan pequeño como el arroyo que brotaba de las fuentes revitalizantes de Saint Marcoul.
Sar era la chamana que tenía en su poder la bahía que abría el Somme en el mar del Norte. Y sus ojos de vidente eran tan azules como lo son los ojos de los niños recién nacidos. Una noche, en el fondo de sí misma, oyó a lo lejos a los islandeses, que llegaban en su barco. Entre los francos, sólo las mujeres tenían en don de la doble visión, porque sólo las mujeres, según decían, son en el origen tanto hombres como mujeres, es decir, tanto niños como viejos, es decir, tanto fantasías como fantasmas.
p.43 Los abetos son los árboles favoritos de las nubes.
p.120 (…) había constatado que los humanos que no amaban a los gatos sentían todos, sin excepción, aversión por la libertad.
domingo, 6 de enero de 2019
"Hermano de hielo" - Alicia Kopf
Alicia Kopf es el nombre artístico de Imma Ávalos. Me desconcierta leer esta información en la primera solapa del libro: algo así como "Alicia Kopf es el nombre artístico de la autora" me habría resultado más intrigante e interesante, pero no, ni siquiera le hace falta una búsqueda rápida en Google al lector más curioso, ¿para qué un nombre artístico entonces? Sigo leyendo.
El hilo conductor de "Hermano de hielo" comienza siendo una fascinación poética y delicada por los lugares congelados del planeta. Una bonita excusa para introducir delicadamente algunas pinceladas referentes a la enfermedad mental de su hermano, con metáforas y paralelismos muy oportunos, sin exposición de la intimidad familiar ni retazos de traumas infantiles o carencias afectivas. Muy moderno, muy experimental, muy Alpha Decay, muy todo está inventado pero he aquí mi aportación a la causa literaria.
pág. 176 Las narraciones en tercera persona son vallas de seguridad. Los narradores omniscientes, pura arrogancia. Quizás pienso esto porque no soy escritora, sino sólo una exploradora de mis posibilidades textuales, que son limitadas.
(O cómo meter siglos de literatura en dos grandes sacos de inseguridad y arrogancia).
El hielo poco a poco se derrite y de pronto descubrimos que no era más que un decorado, un fondo para ambientar, la escenografía audiovisual de una obra de teatro donde una hija le arroja los trapos sucios a la cara de su madre cuando ha conseguido captar la atención de todo el público en un día de aforo completo. En fin, que esa promesa de literatura delicada con continuas referencias a las expediciones polares se convierte en un cajón donde volcar su frustración vital con tan mala leche y poco gusto que llega a incluir transcripciones de conversaciones de chat con su madre y de la cosa polar no se vuelve a saber nada.
pág. 189 ¿Me he metido en todos estos líos para escribirlos después? ¿Me he creído una relación increíble para ver adónde me llevaba narrativamente? ¿Quizás la escritura me reclamaba y lo he volatilizado todo sin darme cuenta cuando he llegado al límite? Escribir es el veneno y la cura. O, como dice Lispector, escribir es una maldición que salva.
Resulta que "Hermano de hielo" es una biografía más o menos novelada, con reflexiones poéticas interesantes del tipo "secretamente, siempre he pensado que todas las piscinas del mundo se comunican" (pág. 84) y muchas páginas de la noche catalana profunda por donde pulula ella personalizando el estereotipo básico de estudiante de bellas artes con futuro detrás de una barra de bar, vigilando salas de museo o, si se da bien, creando cualquier cosa artística que sólo la clase alta podrá comprar. Que cree irradiar una energía femenina y espectacular que atrae a los hombres, cuando en realidad está siendo víctima de acoso sexual callejero; que le hace un flaco favor a la causa feminista, o en cualquier caso se hace un flaco favor a sí misma y, de paso, a quien la lea y se trague el discurso de femme fatal desorientada.
Apropiado para amenizar un viaje de fin de semana con vistas a montañas de cima nevada. En este enlace hay un capítulo de lectura libre que la editorial proporciona a través de su web. Personalmente, he leído hasta el final pero me ha quedado fría, si esa era la intención por la que incluir el hielo por todas partes, en mi caso lo ha conseguido.
viernes, 14 de septiembre de 2018
"Chéri" - Colette
"Chéri negó con la cabeza. Silbaba mientras se colocaba frente al espejo alargado, justo a su altura, como solía hacer en el que había entre las ventanas del dormitorio de Léa. Pronto, en el otro espejo, un macizo marco dorado encuadraría, con las luminosas paredes rosas de fondo, el reflejo de su cuerpo desnudo o drapeado de seda vaporosa, el fastuoso reflejo de un joven apuesto, amado, mimado, feliz, jugando con los collares y las sortijas de su amante… «¿Quién sabe? Puede que el reflejo del muchacho ya esté allí, en el espejo de Léa…». Este pensamiento irrumpió en su ensoñación con tanta fuerza que, confundido, creyó haberlo oído realmente.
"En cuanto volvió a ser dueña de sí misma, se sentó, se secó la cara y volvió a encender la lámpara. «Bueno ―se dijo―, ya sé qué me pasa». Tomó un termómetro que había en la mesa de noche y se lo puso bajo la axila. «Treinta y siete. O sea que no es físico. Es tristeza. Algo habrá que hacer».
jueves, 2 de agosto de 2018
"La mujer que huye" - Anaïs Barbeau-Lavalette
Barbeau-Lavalette es una cineasta y escritora de Montreal que descubro a través de esta espectacular novela. En cada página me impresionaba más y más, leía boquiabierta, subrayando los pasajes particularmente brillantes. “La mujer que huye” está escrita no solo con un afán por la búsqueda constante de la belleza, sino también, con la energía de quien no tiene fuerza ni ganas de soportar ni un instante más de fealdad.
|Paseas por la Avenue du Parc hasta la montaña y la subes con paso perezoso. Bajas por el cementerio. Los muertos te hacen volver a ti, definitivamente viva.
Ahí es donde tus andares se vuelven más ligeros. Eliges varias tumbas al azar y recorres los nombres con la vista. A lo mejor encuentras uno para tu hijo. Estás embarazada.
Se trata de la reconstrucción, novelada, de la biografía de Suzanne Meloche, la abuela de la autora. Meloche (1926 – 2009) fue una artista perteneciente al movimiento artístico Automatismo surrealista (que se caracteriza por ser un reflejo del subconsciente), al que también se acogieron algunos artistas de su entorno como Paul-Émile Borduas, su marido Marcel Barbeau, Madeleine Arbour, Thérèse Leduc, Maurice Perron, Louse Renaud, Françoise Sullivan y muchos otros. Pintora y escritora, su obra más importante es la colección de poemas “Les aurores fulminantes”.
|Le dice a Musgo que parece un ángel. Ella le coge la mano. El fuego y el agua confluyen ahí, en la última planta de la torre de los locos. Ella es incandescente, él es acuático. Cada cual salva su pellejo como puede.
Su vida fue de todo menos convencional, el título hace alusión a una de sus características más predominantes, la que configuró su destino: era incapaz de mantenerse en un lugar, echar raíces, sentirse atada a algo o a alguien, ser leal a las personas de su entorno, etc. ¿Egoísmo, maldad? Quién sabe. La mente es muy compleja y juzgar de maldad lo que puede ser una personalidad poco convencional o los síntomas de algún trastorno psicológico, es erigirse dios o juez sobre lo humano, así que no está en mi mano llegar a esas conclusiones. Quizá es que no todo el mundo está hecho para vivir en este mundo. Quién sabe.
Suzanne Meloche junto a su familia |
Lo cierto es que después de una infancia muy humilde, abandonó a sus dos hijos y vivió siempre de forma provisional, alojándose aquí o allá, siempre con lo puesto y nunca con un plan. Su nieta, Barbeau-Lavalette, no sin cierta idealización romántica de esta trayectoria vital, se propuso reconstruir de forma novelada esa vida errante que tanto influyó en el destino de su madre y en la suyo propia. Ante una misma historia, uno puede elegir cómo abordarla, desde qué estado de ánimo o desde qué perspectiva. Podría haber sido cruel y haber dibujado a su abuela fácilmente como una persona egoísta, no en vano abandonó a sus hijos y no se esforzó por mantenerlos a su lado. Sin embargo, Barbeau-Lavalette (en un gesto que le honra, y que aporta dulzura y armonía al mundo) decide detenerse a apreciar la poca o mucha belleza o, cuando menos, humanidad, que encuentra en cada uno de los pasos que descubre mientras sigue el rastro de su abuela. Y además es capaz de plasmarlo con una elegancia y una finura que convierte a la experiencia de la lectura en algo comparable a la contemplación de una hermosísima acuarela.
|Despunta el alba y nace la niña. Te la pones sobre el pecho para darle calor. Huele como el musgo de los bosques. Te refugias en ella. Sois dos supervivientes. (…) Te enseñan a lavar a tu hija. Tus manos febriles se familiarizan con los nuevos gestos. Le enjabonan la piel hasta que queda cubierta de espuma, guían el chorro de agua por ella, protegiendo un pedacito de cuello para conservar su olor a bosque húmedo. Tus manos sofocan los escalofríos nacientes. Están más vivas que nunca. Envuelven a tu hija, a tu Musgo de los bosques, la pegan a tu cuerpo rebosante de savia. Ahora tienes un refugio.
Es importante destacar que el libro está escrito en segunda persona, de modo que la voz narradora se dirige constantemente a la abuela, en una suerte de diálogo donde el receptor del mensaje está ausente, o un monólogo atípico. Lo destaco porque, en comparación con la forma tradicional de narración en las novelas (la tercera persona o narrador omnisciente), creo que de esta forma más original se consigue hacer una lectura mucho más inmersiva. Resulta inevitable sentirse aludido mientras se lee algo que hace alusión al “tú”, así es más fácil ponerse en el lugar de la abuela ausente y comprender los porqués de sus decisiones. Así, mientras se lee, de alguna manera el lector es la abuela. Creo que esa decisión formal le ha dado el toque estilístico definitivo.
|Te quedas dormida.
Un crujido. Te sobresaltas.
—¿Hola?
La voz del cura:
—Hija mía, ¿deseas confesarte?
Te yergues.
—Sí, padre.
—Adelante.
—He cometido actos obscenos, padre.
—¿Sola o con otra persona?
—Con usted, padre.
Sonríes. Te gusta el silencio que sigue.
La ilustración de la cubierta está realizada por la maravillosa artista Zaida Escobar, a quien ya conocía por “Desde las entrañas”, un poemario ilustrado en colaboración con la escritora Inma Luna. Esta ilustración tiene tantas lecturas que podría hacer una reseña paralela a ésta hablando de ella. Es una mujer y su reflejo, que está y no está al mismo tiempo. Inclina los hombros y el rostro bajo el peso de una carga que arrastra a duras penas, pero es que no conoce otra forma de seguir. Está compuesta por dos mitades perfectas que se contradicen continuamente, está condenada a convivir con las dudas y a arrastrar los pesados fardos del pasado. Las marcas sin tinta en su costado y las formas que dibuja su melena me recuerdan al bosque (ella es salvaje, pura), y los tonos turquesa de la composición son el toque definitivo. En conjunto hace forma de corazón, sus dos mitades latiendo a destiempo, y eso es porque está viva, está más viva que nadie.
Para mí ha sido el descubrimiento del verano en narrativa. Independientemente de una trama más o menos elaborada o interesante, me pueden las formas, y en este caso me pudo la delicadeza. Desde la ilustración de la cubierta, todo es acogedor en este libro: artesanal, profesional, sutil, elegante, humano. No tengo sino elogios para todo lo que rodea a esta publicación.
|En clase de dibujo, el profesor se aplica en enseñaros a dibujar una manzana y un sombrero.
Te cuestionas la pertinencia del dúo. ¿Por qué juntar una manzana y un sombrero?
Tienes que utilizar una regla, un compás y una goma de borrar. Es obligatorio, recalca el profesor.
Te esmeras.
Eres buena alumna.
Cuando acabas, el sombrero perfecto se encuentra al lado de una manzana perfecta. Contemplas tu dibujo perfecto. Sin duda alguna, tu madre lo colgará en la pared del salón. Te parece que no le iría mal un poco de color. Tienes un pedacito de piel levantada en el borde de una de las uñas de la mano derecha. Te lo arrancas. Sangra un poco. Extiendes la sangre sobre la manzana y el sombrero.
Ya está. Perfectos y rojos. Perfectos y ensangrentados.
El profesor está indignado. Tú, tan pulcra, tan perfecta.
Rasga tu ejercicio y te manda al pasillo a recapacitar.
viernes, 30 de marzo de 2018
"La Torre" - Juan Bermúdez Romero, Kaos
“La torre” es una novela juvenil con tintes de fantasía que ofrece un planteamiento muy llamativo: en un extraño mundo apenas explorado, los protagonistas de esta historia tendrán que arriesgar sus vidas para averiguar si lo que les han contado acerca del lugar en el que viven, es fruto de evidencias científicas o más bien, de elucubraciones místicas. Así pues, observamos desde fuera a un grupo que se nos representa muy pequeñito en comparación con la inmensidad del lugar donde se encuentran (un lugar que en la imaginación se hace más grande aún debido a que no saben prácticamente nada sobre su naturaleza).
Es exactamente una metáfora de los humanos explorando el universo. Contamos con muchos descubrimientos científicos pero, sin duda, no con los suficientes, teniendo en cuenta la ingente cantidad de preguntas que aún quedan por resolver. Además, la sociedad se sigue creyendo a pies juntillas cualquier historieta religiosa que dé sentido a su existencia, aunque se fundamente sobre humo. En ese sentido, “La torre” es una historia muy apropiada para que los lectores más jovencitos comiencen a hacerse preguntas que cuestionen su realidad.
Hay un elemento fundamental en “La torre” y son las ilustraciones de su autor: Kaos es conocido desde hace muchos años en redes sociales por su trabajo como ilustrador, también le apasiona contar historias. Es posible que sus argumentos nazcan a raíz de sus ilustraciones, y no al revés. No sé cómo trabaja pero me gusta imaginar que los personajes que dibuja le sugieren las historias a medida que los va trazando, como si se la susurrasen al oído.
En YouTube hace tutoriales sobre ilustración y vídeos relacionados con este tema, pero también publica a veces otros vídeos con contenido diferente… viajes, reflexiones, vídeos musicales, etc. (tiene un canal alternativo llamado Basurero Katastrófico). Yo le conocí a través de su amiga Terafobia (Ana Cerezuela), una chica con una sensibilidad abrumadora que escribió un poemario pequeñito y delicioso del que también os hablé aquí en su momento.
Siguiendo con “La torre”, lo que más me gusta es que es una historia honesta. He visto que algunas opiniones de internautas exigen más profundidad en la psicología de los personajes o más verosimilitud en la trama. Bueno, en este sentido quizá esta novela no vaya a ganar montones de premios literarios, pero en mi opinión tiene muchas más cosas a favor que en contra. La redacción es muy fluida y mantiene un tono homogéneo de principio a fin que añade consistencia a la obra, y las ilustraciones hacen que visualicemos de una forma mucho más orgánica todo lo que se nos cuenta.
A medida que avanza la trama se descubre un poquito más sobre la naturaleza extraña de la torre, los giros en este sentido son muy ocurrentes y divertidos, y es que la cabeza de Kaos debe ser un pozo sin fondo de personajes, arcos argumentales, magia y ocurrencias donde todo es posible. Recuerdo un proyecto de su canal que me encantó, os lo dejo por aquí enlazado porque no tiene desperdicio (no es algo que haya vuelto a ver por YouTube). Era una de esas historias de “elije tu propia aventura” titulada “La taberna”, al final de cada vídeo hay dos opciones donde debes elegir y se te redirige a otro vídeo… y así sucesivamente.

Creo que es un libro estupendo para el debut de este joven artista, y confío en que le seguirán muchos más. Cualquier adulto puede pasar un ratito estupendo en la compañía de sus poco convencionales personajes, pero parece destinado a un público adolescente que aún no esté preparado para novelas más largas y complejas. En cualquier caso, es una buena opción, ya que además la presentación formal está muy cuidada y eso siempre se agradece. 9 de cada 10 libros que leo contienen errores ortotipográficos, y este está dentro del 10% excepcional, así que vaya también desde aquí mi enhorabuena al equipo editorial.
jueves, 8 de marzo de 2018
¡Corre! - Santiago Carabias
Baile del Sol es una editorial muy prolífica, a la que apenas me da tiempo a seguir la pista en cuestión de novedades. Da voz a autores desconocidos o noveles, me gusta especialmente su selección poética pero también he descubierto grandes novelas y rarezas gracias a ellos. Es una editorial perfecta para lectores sin prejuicios, ya que ofrece la posibilidad de conocer voces nuevas por las que otras editoriales no están dispuestas a apostar.
En este caso, la obra que nos ocupa es una novela de género negro de Santiago Carabias (Segovia, 1977), un autor cuyo lugar de origen le ha inspirado para enmarcar la trama con un paisaje agreste de fondo. Carabias ha publicado otras dos obras con bastantes años de diferencia entre ambas, desconozco si se dedica a tiempo completo a la labor de escritura. A mí me ha entretenido bastante esta obra que sin embargo creo que no tiene opciones para mantenerse en las mesas de recomendados, ahora veremos por qué.
El único que pasas un buen rato es el lector
Es poco usual encontrar un título que incorpore signos exclamativos o interrogativos. Sin ellos, en este caso, creo que “¡Corre!” también estaría bien (aunque es cierto que así queda claro que se trata de un imperativo, sin exclamaciones podría pasar por presente y cambiaría el sentido), pero compro la idea, me parece divertida: se sale de lo común. Sí incluyen símbolos exclamativos los títulos de algunos libros de "autoayuda", muy exagerados habitualmente en sus diseños de cubierta, o excepciones de otros ámbitos como el tan popular “¿Quién se ha llevado mi queso?”
Dejando a un lado la información de cubierta, pasamos a dar la vuelta al libro y en el resumen se nos indican los ingredientes que le dan forma a la trama: un pueblo dormitorio cercano a la sierra, inquinas entre vecinos, calles solitarias, un perro, un crimen. Pero hay más: dos guardias civiles incompetentes y la promesa de un buen rato de lectura con esta frase definitiva con la que me he partido de risa: “Entre el fugitivo, que no es precisamente Robinson Crusoe; y los perseguidores, que de sabuesos tienen como mucho las ojeras y el parecido a una salchicha, se desarrolla una historia en la que el único que pasa un buen rato es el lector.”
Honesto y divertido
“¡Corre!” es una novela sin grandes pretensiones. Está escrita de una forma muy fluida, la redacción es muy correcta, todo en ella incita a la lectura rápida. Tiene un comienzo brutal, el asesinato de un pato a sangre fría con todo lujo de detalles (no destripo nada que no suceda en la primera página). Lo que sigue no es mucho más amable, las escenas violentas o de incómoda supervivencia a la intemperie están descritas con detalle. En ese sentido se puede decir que el hilo argumental gira en torno a lo cutre, a los bajos fondos, a explorar el lodo atascado en los recovecos más oscuros del alma humana. Los del alma de un psicópata, en este caso, pero también de quienes se ven envueltos en los acontecimientos y tampoco están libres de maldad e instintos turbios.
Ya digo que a Defoe se le fue de las manos completamente lo de los animales domesticados; pero lo de la película “Naúfrago”, con Tom Hanks al frente, ya sí que es de capítulo aparte. No digo que el gordo Hanks, que empieza siendo un zote para la pesca, la caza y la supervivencia en general, no espabile a fuerza de hambre, y aprenda en unos años a buscarse el sustento; pero es que no se conforma con eso y termina haciéndose una barca con vela abatible, se mete dentista y si hubiera estado un par de meses más en la isla, habría terminado haciendo la declaración de la renta a las iguanas.
Entre Ávila y Segovia
La acción transcurre en zonas de la sierra, en un pueblo dormitorio con poca actividad y un bosque cercano. Este marco enlaza con la austeridad y los colores terrosos con los que imaginamos también a los protagonistas. La dureza del día a día del fugitivo recuerda ligeramente en la sensación de agobio a la novela “Hambre” de Knut Hamsun. Por su parte, el criminal es torpe y básico, pero no tiene mucho más interés. Pero los dos guardias civiles parecen salidos de una película de Pajares y Esteso.
Por un lado, es divertido que sean tan torpes incluso aunque sepamos que esos casos a veces se dan en la realidad entre las fuerzas y cuerpos, etc. Pero, por otro lado, aunque exista incompetencia entre los guardias, es difícil que a un agente que está siendo vigilado por prácticas sospechosas le permitan llevar a cabo una investigación por su cuenta sin detenerle, tampoco es creíble que él solo tome las riendas de una investigación para la que no ha sido designado sin ni siquiera tener recursos para ello, en este sentido se pierde el hilo de la trama, porque resulta muy increíble.
Tampoco es verosímil que ambos guardias averigüen datos clave por ciencia infusa, así como la sucesión de los últimos acontecimientos que dan lugar a un final rocambolesco. Es un corre que te pillo campo a través: ¿divertido para pasar un rato de lectura?, sí, lo es y mucho: pero se hace inverosímil y esto a la fuerza le resta calidad al conjunto.
Hay un paralelismo interesante que he extraído de la lectura, y es el siguiente: el del criminal encerrado en una celda VS el trabajador esclavizado por el sistema que se cree libre pero no puede escapar a su hipoteca, a su trabajo, etc.: falsa sensación de libertad en la que en realidad estamos todos atrapados.
Una lectura entretenida, en fin, que con más tiempo y el respaldo de una buena documentación periodística podría haber brillado mucho más. La recomiendo si quieren pasar un buen rato disfrutando de las irreverencias de los guardias civiles y de unas soluciones argumentales caídas del cielo. Engancha desde el principio y la redacción es muy fluida. Aunque se trata de un thriller tiene momentos de humor y se hace muy entretenido.
miércoles, 28 de febrero de 2018
El arte del placer - Goliarda Sapienza
Goliarda Sapienza (1924-1996), ignorada toda su vida por crítica y público, murió anónima y ahora, dos décadas después de su muerte, se publica su obra con todos los honores, con los editores casi a sus pies pidiéndole disculpas. La autora estuvo en la cárcel y esta novela parecía destinada a ser un libro maldito.
Sapienza fue niña de colegio en casa, sin oportunidades reales para formarse. Una víctima más del heteropatriarcado hostil. Con 16 años hizo un curso de arte dramático en Roma, fue actriz de teatro e hizo alguna aparición en el cine con Visconti.
“El arte del placer” es una novela donde lo erótico tiene cabida pero no es la temática predominante, también hay lugar para la vida y el transcurso natural del tiempo, para la historia y para la política a través de una atípica biografía familiar.
Empieza fuerte, con un festín del horror literariamente maravilloso. Es profundamente lírica y es también un ejemplo de que la sensibilidad, el oído musical o el ritmo narrativo no son técnicas literarias que se puedan aprender tan fácilmente si no se escribe desde la ternura, volcando las vísceras sin miedo sobre el papel.
p.22 (…) ¿me dejas mirarte a los ojos? Si los miro fijamente comprendo mejor cómo es el mar.
Llego a este libro a través de la recomendación de una chica italiana que apenas sabía unas pocas palabras en español, y se negaba a que nos comunicásemos en inglés porque quería aprender mi idioma. Así que todo lo que me decía era italiano con alguna palabra española aquí y allí. Ella escribía, su vida era la literatura, creo sin duda que por ahí nos entendimos.
p.39 (…) los aparadores de la madre Leonora estaban llenos de libros. Y los libros estaban llenos de todas esas palabras e historias que me enseñaba la madre Leonora. Quién sabe si los había leído todos.
―¡Cuántos libros, madre! ¿Los ha leído todos?
―¡Pero qué dices, locuela! Sí, he estudiado, algo sé, pero no soy una persona culta. Sólo los doctores de la Iglesia reúnen todo el saber del mundo.
―¿También yo seré culta?
―¡Una locuela es lo que serás! ¿Y de qué te serviría serlo si eres mujer? La mujer no puede alcanzar nunca la sabiduría del hombre.
La primera parte de la novela plasma la paz enfermiza de un convento de monjas, con sus costumbres atrofiadas y contranaturales, que dan la espalda a la vida y renuncian a todo lo placentero por la promesa de una vida post-mortem sin mácula en el más allá.
p.70 Apenas me sentí más calmada, dije tímidamente en voz baja: «La odio», para ver si el efecto se repetía o me partía un rayo. Fuera llovía. Mi voz me embistió como un viento fresco que me liberase la cabeza y el pecho del temor y de la melancolía. ¿Cómo podía ser que aquella palabra prohibida me infundiera tanta energía? Ya pensaría luego en ello. Ahora sólo tenía que repetirla en voz alta, para que ya no se me escapara, y «La odio, la odio», grité después de haberme asegurado de que la puerta estuviera bien cerrada. La coraza de melancolía se separaba a pedazos de mi cuerpo, el tórax se ensanchaba sacudido por la energía de aquel sentimiento. Encerrada en el delantal ya no respiro.
¿Qué me pesa aún en el pecho?
Arrancándome el delantal y la sayuela, mis manos encuentran esas fajas apretadas «para que no se notara el pecho», que hasta aquel momento habían sido como una segunda piel para mí. Una piel de suave apariencia que me ataba con su blancura tranquilizadora. Cogí las tijeras y las corté a pedazos. Tenía que respirar. Y finalmente desnuda ―¿cuánto hacía que no sentía mi cuerpo desnudo?, pues hasta el baño había que dárselo con la sayuela― reencuentro mi carne. El pecho libre estalla bajo mis palmas y me acaricio allí en el suelo disfrutando de mis caricias que aquella palabra mágica había liberado.
Goliarda Sapienza es un tesoro desconocido. Esta novela alza la voz por la libertad de las mujeres, denuncia los abusos y padecimientos que a lo largo de los siglos las mujeres han sufrido por culpa de su género. El lesbianismo y la bisexualidad están presentes de forma natural y fluida, a través de la protagonista Modesta, una persona muy especial que desde niña parecía destinada a influir en muchas vidas.
p. 253
―¡Excusas, todo excusas! ¡Estás todavía enamorada de ese hombre!
―Del hombre no, Carlo, sino del entendimiento físico que existía entre nosotros cuando hacíamos el amor.
―Te pones vulgar, Modesta.
―Para ti todo lo que es verdad es vulgar.
―¡Oh, Dios, no puedo más! ¡Me voy o te mato! ¡Te mato! Pero ya hablaremos de nuevo de eso.
A medida que avanza la novela, los protagonistas crecen, maduran, se incorporan nuevos personajes, y de repente es un poco un folletín: líos y enredos que hacen que se pierda la magia del comienzo, como si fuera una novela por entregas y los lectores, aburridos de la lírica, estuvieran exigiendo salseo entre los protagonistas.
p.397
―Pero, ¿qué pasa, Stella, Elena? ¿Por qué les separáis?
―¡Porque corría como un muchachote, princesa! Se ensucia el vestidito.
He aquí cómo comienza la separación. Según ellas, Bambolina, de sólo cinco años, debería comportarse ya de modo distinto, tener una actitud comedida, estar con los ojos bajos para ir cultivando en sí a la señorita de mañana. Como en un convento, leyes, cárceles, Historia hecha por los hombres. Pero es la mujer la que ha aceptado conservar las llaves, guardiana inflexible del verbo masculino. En el convento Modesta odió a sus carceleras con odio de esclava, un odio humillante pero necesario. Hoy es con distanciamiento y seguridad como defiende a Bambolin de los chicos y chicas, sólo ella le importa, pues se defiende a sí misma en ella, su pasado, una hija que podría tener con el tiempo… ¿Te acuerdas, Carlo, te acuerdas de cuando te dije que sólo la mujer puede ayudar a la mujer, y tú, en tu orgullo de hombre, no lo entendías? ¿Entiendes ahora?, ahora que has tenido una niña, ¿entiendes?
Se abordan temas muy modernos para la época como el cambio generacional, las creencias políticas, los apegos interfamiliares, la comunicación de los sentimientos, las relaciones atípicas, etc. Nos muestra que hay otras formas de relacionarnos que no por poco convencionales son malas. De alguna manera estaba dejando plasmada la importancia de la educación sentimental o desarrollo emocional que aún a día de hoy sigue siendo una materia pendiente en la sociedad.
p. 690
―¡Oh, Nina, me devuelves la alegría! En cambio, ¿sabes qué haría yo si estuviera en el gobierno?
―¿Qué harías?
―Les asignaría un sueldo vitalicio a todas las personas que, como tú, tienen el talento de alegrarles la vida a los demás.
lunes, 26 de febrero de 2018
El lenguaje de los bosques - Hasier Larretxea
“El lenguaje de los bosques” es un libro que va mucho más allá de una lectura informativa o de entretenimiento. Para empezar, está editado de una forma elegante y preciosa de la que no todos los libros pueden presumir y, además, esta presentación hace justo honor al contenido. Tiene tapas duras, canto forrado con tela, guardas ilustradas con los mapas de la zona del Baztan… y un evocador olor a libro nuevo. La imagen de cubierta es la fotografía de un bosque, que inevitablemente me trae a la memoria otros títulos como “Walden” de H.D. Thoreau, “Mis años grizzli” de Doug Peacock o “La vida secreta de los árboles” de Peter Wohlleben.

Una vez comenzamos a leer, el contenido transmite un amor por la naturaleza que recuerda a “Leviatán o la ballena” y “El mar interior” de Philip Hoare.
El libro quiere plasmar el bosque con tinta negra sobre fondo blanco. Con todo el respeto y con la intención de transmitir todo su valor y hacerle un sincero homenaje. Este libro contiene toda esa magia que perdimos cuando pervertimos la naturaleza migrando a las grandes ciudades y haciendo del mundo un lugar inhabitable por culpa de hábitos contaminantes y en absoluto sostenibles.
El padre de Hasier, Patxi Larretxea (leñador, deportista y campeón de deporte rural que lleva más de cincuenta años en contacto con el trabajo y el diálogo con los bosques) ha pasado toda su vida en la naturaleza, y es a través de sus vivencias y de las de su hermano Donato, el tío de Hasier, como se tejen las historias que podemos leer en este libro, desde el norte de Navarra, la comarca húmeda y verdosa del Baztan-Bidasoa.
Que no desaparezca el paisaje.En este libro, el bosque es visto como refugio, como el lugar al que regresar cuando la vida envilecida y artificial de las ciudades esté a punto de asfixiarnos definitivamente, y para poder escuchar la voz interior sin interferencias del entorno y volver a conectar con la Naturaleza. La escritura lírica y honesta busca la belleza y refleja la inmensidad de los sentimientos que Larretxea quiere transmitir. Es una biografía familiar con el padre como eje central en torno al cual gira todo lo demás, con el paisaje como un personaje más, insustituible en el relato.
Que se mantenga viva la llamarada de lo que nos ha conformado. De esas caminatas entre bosques, ríos y montañas a los dos lados del Pirineo.
Que a través de la escritura y de los libros se ensanchen nuestra mirada y el paisaje interno y externo.
Que perdure esa mirada. La esencia de lo puro.
Y por todo ello, desde aquí quiero empezar con una invitación a que os perdáis en los bosques. Que os acerquéis a ese diálogo con el paisaje. Al tacto y al olor de la madera.
Esta edición incluye fotografías de los bosques, realizadas por Paola Lozano Flores, y unas ilustraciones esquemáticas y delicadas que me han encantado, obra de Zuri Negrín. Continuamente, a lo largo de las anécdotas familiares, se intercalan denuncias contra la falta de respeto por el medio ambiente, el cambio climático, la deforestación, la rápida transformación que está sufriendo el paisaje mediterráneo para convertirse en desierto.
El bosque es una constelación enraizada de luciérnagas.A través de los capítulos, también se recuerdan y reivindican profesiones que ya no existen o que están en vías de extinción: cabreros, carboneros, leñadores, etc. La mecanización del trabajo debido a la rápida progresión de la industria, ha transformado las formas de trabajar e inevitablemente se ha perdido la sostenibilidad que se mantenía antiguamente, cuando se explotaba la naturaleza de una forma respetuosa que no solo no dañaba el equilibrio medioambiental sino que aseguraba su mantenimiento y cuidado.
Los madereros deben saber que cuando termina la luna menguante y comienza la creciente no es época para cortar la madera, porque eso repercute en su duración e incluso en los posibles ataques que pudiera sufrir por parte de los insectos como polillas. La luna menguante propicia también que la madera esté más sosegada, además de que se seca con mayor rapidez. Es en estos días, cuando el tiempo es favorable, en los que trabajan a contrarreloj para poder aprovechar el tirón. Aunque no es lo más recomendable, muchas veces, y debido a las intensas jornadas de trabajo, terminan cortando la madera coincidiendo con la luna creciente.Hay muchas anécdotas sobre accidentes y muertes de los leñadores: trabajan en un entorno salvaje sin comodidades de ningún tipo y cualquier protección es poca. Se necesita mucha rudeza y experiencia para dedicarse a esta labor. A día de hoy, el padre de Hasier participa en las performances de su hijo cortando un tronco con un hacha mientras él recita. El corte de troncos es un deporte local muy popular en País Vasco.
El árbol tiene su propia música y recrea su sinfonía en movimiento con la ayuda del viento. Los bosques se caracterizan además por ser espacios silenciosos y espirituales donde poder adentrarse para hinchar y limpiar los pulmones con amplitud. El pensamiento y los pasos sobre las hojas se entremezclan con el canto de los pájaros, el fluir de la regata o la melodía del viento que agita las ramas, creando una estampa compacta de los mismos elementos que acompañan al leñador en sus momentos más reflexivos.