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lunes, 3 de junio de 2024

"Lecciones de química" - Bonnie Garmus

 



Me resulta incomprensible que no se esté hablando mucho más de este libro: en España se publicó en febrero de2023 y siento que llego tardísimo leyéndolo a finales de mayo de 2024. Cada vez es más evidente que los libros que más se venden generalmente son aquellos en los que la editorial ha puesto pasta para promoción por amarillismo y/o porque trata del tema mamarracho de moda. Si no te publicitas, no existes. Y una buena promoción respaldada por dinero, mueve montañas. 

En “Lecciones de química” sobre todo encontramos un buen puñado de lecciones de feminismo a ritmo de novela, con una trama ambientada en la California de los años 50, con las amas de casa como símbolo y estandarte del núcleo familiar ideal, donde la televisión todavía era un invento reciente, los automóviles se empezaban a convertir en un símbolo de libertad y estatus social, los electrodomésticos empezaban a llegar a los hogares a ritmo de rock and roll con Elvis Presley sonando en todas las radios y, si eras mujer, perdías tu identidad, es decir tu apellido, cuando te casabas con un hombre. Bueno, parece que muchas cosas no han cambiado tanto.

Nunca he entendido que en este país las mujeres casadas tengan que renunciar a sus apellidos y abandonarlos como si fueran coches usados, como si su identidad anterior no hubiera sido más que un rótulo y no llegaran a ser personas de verdad hasta haberse casado.

Generalmente no pienso en el pasado pero a veces recuerdo aquel momento en el que tuve la oportunidad de ser una señora de y dedicarme a mis labores y creo que en esos momentos reproduzco en el presente la misma cara de estupor que se me debió de quedar entonces. Yo era demasiado joven pero instantáneamente escogí ser libre. No existe nada que me compense perder mi independencia, que lo es todo en mi vida: mis decisiones sin dar explicaciones, mi carrera, mis viajes, mi estupendo trabajo donde se me valora como una buena compañera y una gran profesional y, por supuesto, mi preciosa casa sin hipoteca junto al mar. 

Elizabeth se quedó cavilando. No, no sabía cómo eran los hombres. Con excepción de Calvin, de su difunto hermano, John, del doctor Mason y quizá de Walter Pine, siempre parecía haber sacado lo peor de los hombres. O bien querían controlarla, tocarla, dominarla, acallarla, corregirla o decirle lo que tenía que hacer. No comprendía por qué no podían tratarla simplemente como a un ser humano, como a una colega, una amiga, una igual o siquiera como a una extraña que pasa por la calle, alguien con quien uno se muestra naturalmente respetuoso hasta que descubre los cadáveres que tiene enterrados en el jardín.

Esta novela tiene principalmente dos cosas a su favor: que está muy bien construida y que tiene una protagonista a la que resulta muy fácil querer desde el principio. Si bien no es una virguería en cuanto a redacción literaria se refiere, nadie diría que es una ópera prima y tanto la trama como los personajes son sólidos y están muy bien resueltos. Buscando algunos datos técnicos para escribir esta reseña no me ha sorprendido leer la noticia de que se espera el lanzamiento de una serie de televisión basada en esta novela para octubre de este año.

¿Y de qué trata? De la vida de Elizabeth Zott, una mujer química de profesión, superviviente por obligación, que tras sufrir demasiados episodios de violencia familiar y muchos abusos por parte de hombres recibe un día, sin buscarlo, la oferta de presentar un programa de televisión culinario, donde saltándose el guión convertirá las clases de cocina en lecciones de química porque en realidad, como ella bien dice, cocina y química son lo mismo.

Hay un fragmento de la novela donde inevitablemente he recordado la película “La delicadeza” (tan increíble como inmerecidamente desconocida) protagonizada por Audrey Tautou, donde da vida a Nathalie Kerr, una ejecutiva que también sufre abusos y sexismo en su trabajo, una discriminación no siempre tan sutil por el hecho de ser una mujer además de una gran profesional y una presión desmesurada para demostrar competencia y habilidades que a los hombres simplemente se les dan por hecho (aunque muchas veces sean unos inútiles). Pero el episodio concreto que me conectó directamente con esta película no lo desvelaré. Si leéis el libro y veis la película sabréis enseguida a qué me refiero.

—El problema, Calvin —afirmó con firmeza Elizabeth—, es que se está desperdiciando a la mitad de la población. No se trata sólo de que yo no pueda acceder al material que necesito para llevar a cabo mi trabajo, sino de que las mujeres no puedan acceder a la educación que necesitan para llevar a cabo sus aspiraciones.

Elizabeth se toma muy en serio a las mujeres y cree firmemente en su capacidad para transformarse y luchar contra un sistema patriarcal que las prefiere calladas, esclavas y sumisas. La confianza que tiene en sí misma la transmite de una forma muy natural y casi sin querer, por lo que pronto se convierte en un referente maravilloso para muchas mujeres que se sienten inspiradas por su mensaje y se ponen en marcha para, empezando desde el principio y dando los primeros pasos, terminar por conseguir sus objetivos. El personaje de Elizabeth representa, por tanto, a un referente real, que no vende una historia adaptada a las sensibilidades del momento para dar lástima ni necesita inventarse una vida postiza, sino que lanza un mensaje realista que tiene muy en cuenta las desigualdades sociales y que por lo tanto no se basa en la meritocracia como quieren hacernos creer muchos ídolos de barro con disfraz de mamarracha que andan por ahí sueltos. Haceos un favor, hacednos un favor a todas y dejad de hacerles caso.

—Cuando pierdan la confianza en sí mismas —dijo volviéndose de nuevo al público—, cuando sientan miedo, recuerden que la valentía es la raíz del cambio, y que los seres humanos estamos diseñados químicamente para el cambio. Así que cuando se levanten mañana, háganse esa promesa. Basta de contenerse. Basta de suscribir opiniones ajenas sobre lo que pueden o no pueden lograr. Y basta de aceptar encasillamientos en categorías inútiles de sexo, raza, estatus económico o religión. No dejen que su talento permanezca latente, queridas espectadoras. Creen su propio futuro. Cuando regresen a casa hoy, pregúntense qué van a cambiar. Y luego pongan manos a la obra. (…) Válganse de las leyes de la química y cambien el statu quo.

Claro, un movimiento social no se da de la noche a la mañana, pero la realidad es que esas mujeres (nuestras predecesoras) lo lograron, gracias a que unas pocas empezaron a no tragarse el cuento machista, se unieron y propagaron sus ideas como un virus. Y gracias a ellas las siguientes generaciones siguieron luchando. Si tenemos en cuenta el contexto de la novela, muchas mujeres se habían incorporado al mercado laboral a causa de la carencia de mano de obra masculina tras la Segunda Guerra Mundial y se esperaba que muchas renunciaran a su empleo y regresaran a encargarse de las tareas domésticas cuando los hombres volvían del servicio militar. Sin embargo, esto generó un sentimiento de insatisfacción en muchas de ellas y esta fue una de las semillas que contribuyeron a la creación de la conciencia sobre las desigualdades de género en la década de los 40. Más adelante, Betty Friedan publicaba “La mística de la feminidad” en 1963 como resultado de la organización y asociaciones entre mujeres que habían surgido tímidamente durante la década de los 50, cuestionando el papel de las mujeres en la sociedad y ayudando a catalizar el movimiento feminista de los EEUU. Todo ello sentó las bases para el florecimiento del feminismo en las décadas siguientes, con su explosión entre los años 60 y 70 con la llegada de la maravillosa Segunda Ola, que, sin ser perfecta, desde luego fue esencial para que el movimiento continuase y siguiese avanzando.

Es cierto que la trama se toma algunas licencias para mi gusto un poco cogidas con pinzas (un perro quizá demasiado inteligente, o muy humanizado; una niña también demasiado superdotada, si eso tiene sentido, etc.) pero al fin y al cabo es una novela, no un tratado sobre feminismo muy técnico con palabras difíciles de entender, de esos que mucha gente lee y no entiende pero dicen que han leído y entendido para estar en la onda y quedar bien.

Personalmente me quedo con que es una lectura que nutre, entretiene, reconforta, es apta para casi cualquier tipo de público y contiene un montón de verdades que siempre está bien recordar de vez en cuando.


miércoles, 5 de octubre de 2016

Cómeme - Agnès Desarthe



La obra de Agnès Desarthe se encuentra muy dispersa entre varias editoriales en España: desde el año 2000, sellos como Random, Luis Vives o Corimbo han publicado algunos de sus títulos traducidos. En esta ocasión, Baile del Sol se suma a esta estela para darnos a conocer este título que vio la luz por primera vez en su idioma original en 2006. La obra de Desarthe está dirigida principalmente al público infantil, también traduce libros de otros autores y de forma más puntual también ha experimentado con el género ensayístico.

“Cómeme” es un sugerente título que hace referencia a la etiqueta de los famosos pastelillos con grosella de la Alicia de Lewis Carrol, una referencia literaria que en esta novela se utiliza para narrar el sentimiento humano de sentirte demasiado grande o demasiado pequeño frente a las situaciones del día a día. Además, la protagonista da un gran paso en su vida abriendo un restaurante, por lo que las alusiones gastronómicas del título, metafóricas y literales, son múltiples y resulta divertido advertirlas.

Myriam o cómo sacar fuerzas de flaqueza
Agnès Desarthe tiene un don. Esta novela es una minuciosa exploración de la personalidad caótica y compleja de Myriam, una mujer de mediana edad que es la personificación de la resiliencia, una superviviente a la que su pasado le persigue de cerca cada mañana para clavarle los colmillos del recuerdo.

Myriam nos es presentada en el momento en el que parece que ya no le queda nada que perder y quizá por ello decide hacer una locura para que su vida recobre el sentido: falsifica la documentación necesaria para que le concedan un crédito con el que iniciar su propio negocio, y este valiente y divertido gesto ya nos coloca ante un personaje cargado de recursos para burlar las cuchilladas del capitalismo, una mujer que sobrevive con lo puesto y que parece necesitar sólo el aire justo en los pulmones para tomar impulso y tirarse de cabeza hacia su futuro.

Por todo esto, las peripecias de Myriam suponen un ejemplo para los lectores que se acerquen hasta sus páginas. Además, la traducción de Iballa López Hernández es impecable, y hace posible que “Cómeme” se lea con una fluidez y una delicadeza que son el marco perfecto para una historia tan lírica, estimulante y agridulce como ésta.

Bébeme, rezaba la etiqueta del frasco de Alicia. La niña bebió y, como un telescopio que se repliega, notó que encogía. Cómeme, ponía en la galleta, Alicia comió y se estiró hasta alcanzar el tamaño de un abedul. Demasiado pequeña o demasiado grande, mi vida no guarda la proporción debida y nunca estoy a la altura de lo que decido hacer. Cuánto me gustaría recobrar mi tamaño original, el tamaño que me permitiría meterme en el guante del día y no sentir que me está grande ni estrecho.

Indigestión, ¿qué es eso?
Una crítica al respecto de “Cómeme” afirmaba que era un bocado tan delicioso como indigesto, esto aparece en la faja publicitaria de libro y creo que la editorial se ha hecho un flaco favor eligiendo ese fragmento que no es totalmente positivo, es contradictorio y además no estoy de acuerdo con el término “indigesto”: para nada se sentirá mal el lector que se acerque hasta estas páginas.

Hay libros que tienen la capacidad de revolver los estómagos más delicados e incluso algunos recios, se me ocurren “Carmilla” de Le Fanu o “Y el asno vio al ángel” de Nick Cave, entre tantos otros. Pero “Cómeme” precisamente tiene la facultad de dibujar sonrisas en la cara de quienes lo leen, es extraordinariamente sencillo empatizar con su protagonista desde el primer instante, admirar su fuerza y lamentar sus pesadillas, alegrarse por sus logros, etc.

Existen otros personajes en la novela, un pequeño puñado de preciosas personas que aparecen como salidos de la nada para acompañar a Myriam en el tramo de camino del que somos espectadores. Aunque sus personalidades no están en absoluto tan desarrolladas como la de la protagonista (a la que Desarthe se ha esmerado en dibujar para nosotros con todo lujo de detalles), sí resultan muy interesantes porque se trata ante todo de personas buenas, con sus propias circunstancias pero siempre con rasgos que los excluyen de alguna manera del grueso de la sociedad.

¿Acaso no ve la marca en mi frente, el estigma de la mujer con un corazón de piedra?

Los fantasmas pisándote los talones
Asistimos al momento en que Myriam se reinventa a sí misma sacando fuerzas de flaqueza, como ya he explicado. Pero no sabemos hasta más tarde de qué recuerdos huye, qué fantasmas la persiguen. No sabemos si es algo a lo que podrá sobreponerse, si se trata de una situación solucionable, si es quizá Myriam una delincuente, si es inocente o es culpable.

¿Qué pasó? Eso es algo que tendrá que descubrir cada lector: mientras avanza la trama, se van dando pequeñas pistas. De este modo, Agnès Desarthe teje sabiamente los hilos: por un lado, el presente que poco a poco avanza, por otro el pasado que al mismo tiempo se desvela. Se trata de una solución técnicamente muy inteligente para contar la historia, que mantiene aún más atrapado al lector que una narración lineal convencional.

Se atreve además a explorar un tema controvertido cuando detalla lo que sucedió hace años, algo que pondrá al lector contra las cuerdas de su propia ética y le hará situarse a favor o en contra de todos los personajes implicados. Finalmente, regala un final quizá un tanto previsible y esperado, pero igualmente emocionante.

Su inteligencia me fascina tanto como la ausencia de ruido en el cosmos.

Myriam resulta ser una mujer alocada pero llena de vida y energía, una de esas personas que resultan encantadoras por su forma original de apreciar los pequeños detalles, alguien que de forma innata sabe elegir el marco perfecto para cada foto, o decir la palabra exacta para conseguir que te sientas a su lado como en casa.

“Cómeme” es tan humano que devorarlo es casi un acto de canibalismo, un hallazgo que brilla con luz propia y que resulta una lectura perfecta para hincarle el diente incluso sin necesidad sin tener hambre.


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