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miércoles, 27 de febrero de 2019

"El complot de las damas muertas" - Jessa Crispin


La librera de Mujeres & Compañía me advierte: ni damas, ni muertas, en este libro las mujeres brillan por su ausencia. Aun así, lo leo. Pero tiene razón. Una se acerca a Jessa Crispin básicamente por su faceta de ensayista feminista, y espera encontrar en todos sus libros pensamiento en esa línea. Precisamente, “El complot de las damas muertas” (por todas las diosas del olimpo, ¡el título se lo deben haber susurrado al oído arcángeles prehistóricos o las mismísimas musas de Pascal Quignard!) es un cuaderno de viajes de carácter autobiográfico, por lo que las referencias feministas, piensa una convencida, deben abundar. Pero, no: es aún peor de lo que me advirtieron.

Hablemos de la misoginia presente en “El complot de las damas muertas”.

Jessa emprende un viaje a través de Europa tras una mala época en la que la idea de suicidio cruza su mente a menudo. La excusa literaria es rastrear el paso de escritores que habitaran los lugares en los que va a vivir durante un tiempo (se queda aproximadamente un mes en cada localización mientras sigue trabajando telemáticamente). Pues bien, cuando empieza a introducir referencias femeninas en su narración, se trata fundamentalmente de mujeres-de, no mujeres-persona. Y se muestra muy dura con ellas, lanzando mil reproches del tipo “no tenía suficiente ambición”, “sus libros no son buenos por mil motivos”, etc.; en concreto, a Margaret Anderson la acusa de “tener demasiadas ínfulas” y se entretiene en ridiculizarla. Más adelante, resulta que Jean Rhys “le repele”. Y así sucesivamente. ¿Problema? Esto no lo hace con los escritores hombres. El comienzo es una Oda-A-William-James que consigue que se te atragante por sobredosis de azúcar, y en general cuando se trata de varones no encontramos esas críticas tan duras.

¿Por qué razón entonces escogería a esas autoras que rastrear, si no le gustan? ¿Para justificar un título perfecto (¡que lo es!)? No sé. Además, hay más o menos la misma cantidad de capítulos dedicados a hombres que a mujeres, no es que se trate de una sucesión de las autoras que la llevaron a recorrer Europa.

Hasta ahí mi crítica más dura; encontrarme esta misoginia tan poco velada entre líneas, me obliga a poner futuras lecturas de Crispin a la cola de prioridades.

p.21 El doctor Logi es menudo y rubio, y tiene esa maravillosa torpeza que adquieren los que pasan
demasiadas horas en compañía de hombres muertos.

Por lo demás; la primera escena, de drama-costumbrismo norteamericano, termina con la siguiente conclusión sobre la idea del suicidio: en realidad ella no quiere estar muerta, sino hablar con los muertos. A mí, estas sentencias oscuro-aplastantes, me conmueven. En ese instante me engancha.

La prosa es fluida, ágil, rápida, se notan sus ganas por entretener y plasmar un testimonio que trascienda lo periodístico, se esfuerza en escribir bonito. La sensación es la de estar perdiéndote el paisaje que corre veloz al otro lado de la ventanilla, por prestar demasiada atención a lo que ocurre dentro del vagón. Además, transmite esa sensación de dulce desorientación, de alivio de no saber dónde estás ni por qué que, a mí, personalmente, me hace mucha falta sentir a menudo. Cada vez más a menudo.

p.126 Empezaré una revista literaria. La llamaré Spolia, un término romano, por qué no. Significa usar las ruinas para construir un nuevo edificio.

Además de hablar de los autores cuyo rastro olfatea, se entretiene mucho analizando la historia de cada lugar que visita, valorando los diferentes puntos de vista desde donde se puede observar, y cómo cambian las conclusiones dependiendo de qué lugar habites (con todo lo que ello conlleva: tu posición en el mundo en un sentido amplio) y por qué.

p.129 No recuerdo cuándo me di cuenta de que me faltaba un collar (…) si eres amable con ellas, las hadas siempre están dispuestas a ayudarte. Así que unté un poco de mantequilla en la parte exterior de mi ventana, dejé un pequeño chupito de whisky, y les pedí que encontraran mi collar (…) una polilla enorme vino volando directamente hacia mi cara. Cogí lo primero que encontré para aplastarla, que fue un guante viejo que descansaba sobre la cómoda. En ese momento el collar perdido se deslizó fuera del guante y cayó al suelo.

Algo muy a favor de este libro: el fragmento (por desgracia demasiado breve) en el que desmonta el amor romántico y la monogamia heteronormativa. Ojalá Jessa Crispin desarrollando la idea y escribiendo sobre poliamor.

Finalmente, sobre la edición: no me gusta mucho Alpha Decay, en esta ocasión me he encontrado un poco lo de siempre, un baile de tildes injustificado si se hubiera realizado una corrección bien hecha. Por aquí tengo siempre mi contacto como correctora profesional de textos por si alguien quiere contratarme. Os juro que muchas veces lo haría gratis porque me supera encontrar errores cada dos, tres páginas. Como lectora me siento estafada y esto me impide disfrutar de la lectura, no sé si os pasa.

p.232 Mejor entonces quedarse en casa, donde estás a salvo y te cuidan, donde puedes mantener tu pureza y tu inocencia, de modo que tus padres no tienen que ir un día a identificar un cuerpo por la constelación de lunares que tienes en la espalda.


domingo, 6 de enero de 2019

"Hermano de hielo" - Alicia Kopf


Alicia Kopf es el nombre artístico de Imma Ávalos. Me desconcierta leer esta información en la primera solapa del libro: algo así como "Alicia Kopf es el nombre artístico de la autora" me habría resultado más intrigante e interesante, pero no, ni siquiera le hace falta una búsqueda rápida en Google al lector más curioso, ¿para qué un nombre artístico entonces? Sigo leyendo.

El hilo conductor de "Hermano de hielo" comienza siendo una fascinación poética y delicada por los lugares congelados del planeta. Una bonita excusa para introducir delicadamente algunas pinceladas referentes a la enfermedad mental de su hermano, con metáforas y paralelismos muy oportunos, sin exposición de la intimidad familiar ni retazos de traumas infantiles o carencias afectivas. Muy moderno, muy experimental, muy Alpha Decay, muy todo está inventado pero he aquí mi aportación a la causa literaria.

pág. 176 Las narraciones en tercera persona son vallas de seguridad. Los narradores omniscientes, pura arrogancia. Quizás pienso esto porque no soy escritora, sino sólo una exploradora de mis posibilidades textuales, que son limitadas.

(O cómo meter siglos de literatura en dos grandes sacos de inseguridad y arrogancia).

El hielo poco a poco se derrite y de pronto descubrimos que no era más que un decorado, un fondo para ambientar, la escenografía audiovisual de una obra de teatro donde una hija le arroja los trapos sucios a la cara de su madre cuando ha conseguido captar la atención de todo el público en un día de aforo completo. En fin, que esa promesa de literatura delicada con continuas referencias a las expediciones polares se convierte en un cajón donde volcar su frustración vital con tan mala leche y poco gusto que llega a incluir transcripciones de conversaciones de chat con su madre y de la cosa polar no se vuelve a saber nada.

pág. 189 ¿Me he metido en todos estos líos para escribirlos  después? ¿Me he creído una relación increíble para ver adónde me llevaba narrativamente? ¿Quizás la escritura me reclamaba y lo he volatilizado todo sin darme cuenta cuando he llegado al límite? Escribir es el veneno y la cura. O, como dice Lispector, escribir es una maldición que salva.

Resulta que "Hermano de hielo" es una biografía más o menos novelada, con reflexiones poéticas interesantes del tipo "secretamente, siempre he pensado que todas las piscinas del mundo se comunican" (pág. 84) y muchas páginas de la noche catalana profunda por donde pulula ella personalizando el estereotipo básico de estudiante de bellas artes con futuro detrás de una barra de bar, vigilando salas de museo o, si se da bien, creando cualquier cosa artística que sólo la clase alta podrá comprar. Que cree irradiar una energía femenina y espectacular que atrae a los hombres, cuando en realidad está siendo víctima de acoso sexual callejero; que le hace un flaco favor a la causa feminista, o en cualquier caso se hace un flaco favor a sí misma y, de paso, a quien la lea y se trague el discurso de femme fatal desorientada.

Apropiado para amenizar un viaje de fin de semana con vistas a montañas de cima nevada. En este enlace hay un capítulo de lectura libre que la editorial proporciona a través de su web. Personalmente, he leído hasta el final pero me ha quedado fría, si esa era la intención por la que incluir el hielo por todas partes, en mi caso lo ha conseguido.

viernes, 29 de enero de 2016

"Duermevela" - María Rodés


Este libro es una excusa perfecta para hablaros de sueños.

María Rodés presenta una recopilación con algunos de los suyos, ya que tiene la costumbre de anotarlos cada mañana al despertar, desde hace años. “Empecé a escribir mis sueños a raíz de una crisis creativa. Quería salir de mis temáticas habituales y buscar nuevas formas de expresarme que no pudieran ocurrírseme de manera consciente. Primero experimenté un poco con la escritura automática y una cosa llevó a la otra. Coloqué un cuaderno de color negro en mi mesita de noche y me propuse escribir lo que recordara de cada sueño todas las mañanas.” Definitivamente, el color de las tapas de ese cuaderno me parece clave. ¿De qué color habría de ser si no, un libro de ilusiones?


Pero existen muchos más, miles de textos maravillosos que han sido escritos en sueños, o volcados al papel ya en la vigilia, recordando algo soñado. También, multitud de películas y canciones en torno a la misma idea. Por ejemplo, el fantástico libro de Jacobo Siruela “El mundo bajo los párpados”, publicado por Atalanta en 2011. En él, se hace un repaso de los sueños que han marcado el devenir de la Historia. Se trata de una lectura inesperada, genial, que no se parece a nada. Un libro inclasificable y absolutamente delicioso.

Basada en el extrañísimo libro de Réjean Ducharme, “El valle de los avasallados” (2009), encontramos la última película que rodó Jean-Claude Lauzon antes de sufrir el accidente de aviación que le rrebató la vida. Se trata de la complejísima y sorprendente “Léolo”, procedente de 1992, que cuenta la historia del niño Léo Lauzon, o Léolo Lozone, como se autodenomina. También inclasificable, deja un extraño sabor de boca al espectador (profundamente agridulce), y de ella rescato la ya mítica frase "Porque sueño, no lo estoy. (Porque sueño, no estoy loco)”.


La escritora Isabel Bono reparte su actividad bloguera en varias bitácoras, una de ellas completamente dedicada a sus sueños, que transcribe con frecuencia desde 2008. Se llama “La espuma de las noches”, (en homenaje, supongo, a Boris Vian). Isabel tiene una facilidad especial para la delicadeza, por lo que es capaz de transmitir una gran cantidad de sensaciones con un puñado de frases.

Y, si pensamos en el autor de sueños más universal, inevitablemente pensamos en Freud. Padre de los famosos complejos de Edipo y Electra junto a Jung, ahora son muchos los que piensan que él fue el gran traumado por excelencia y que utilizaba sus investigaciones especialmente para entenderse a sí mismo, lo cual me parece muy loable de ser cierto. Sus obras más populares son los volúmenes de “La interpretación de los sueños”, en las que Freud analiza la utilidad de buscar en el subconsciente el origen de los traumas del paciente. A partir de ahí, dedicó al psicoanálisis su vida profesional.

Hay algo precioso, que me niego a obviar en esta lista: la Biblioteca de los Sueños que aparece en los cómics de la serie “Sandman” de Neil Gaiman. El Bibliotecario del Sueño, un personaje llamado Lucien, custodia una inmensa biblioteca compuesta por libros inconclusos en la realidad, que han sido imaginados o escritos en sueños. Por supuesto, esta biblioteca es infinitamente más voluminosa que cualquier otra que pueda imaginarse, y que exista en la realidad. Al parecer, este personaje no fue creado por Neil Gaiman, sino que pertenecía originalmente al cómic Tales of the Ghost House, de DC (años 70).

En cuanto a canciones, la lista también podría ser eterna, pero quiero dejar constancia aquí de dos debilidades personales: por un lado, “The dream song” de Joan Baez, una canción onírica, salvaje y preciosa en la que oigo, cuando la escucho, esa pequeña parte de mi historia que cuenta cómo una niña eterna, descalza, que no sé si es ella o soy yo, caprichosa me arrebata algo que en realidad nunca me perteneció. El otro tema es “Blue heart”, de Deine Lakaien, un tema que escuché de casualidad precisamente a los pocos días de haber tenido un sueño demasiado vívido, y al que por fin pude poner banda sonora. Pero sobre esa historia ya escribí por aquí hace tiempo.

Apenas he hablado de María Rodés, ya dije al principio que esta vez su libro sólo sería una excusa. Pero es interesante, de verdad. Junto a los textos, hay una serie de dibujos infantiles de la misma autora-niña que, si evidentemente no aportan una calidad artística visual arrebatadora, sí que añaden ternura e inciden sutilmente en la idea de cómo el subconsciente y nuestras primeras impresiones acerca del mundo, influyen tanto en nuestros sueños de cada noche como en nuestra vida diaria.

When I really woke I was frozen in between

I didn’t know who I was, it was a

dream inside a dream

Oh what a dream

*


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