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viernes, 27 de octubre de 2023

"Las gratitudes" - Delphine de Vigan



Había visto los libros de Delphine de Vigan mil veces en librerías pero nunca me había llamado la atención nada en ellos para empezar a leerlos y descubrir a esta autora. Hace un par de días, vi una recomendación de “Las gratitudes” de forma fortuita y me llamó la atención la excusa de la trama (el concepto de agradecimiento) así como los otros dos temas que trata de forma directa (el envejecimiento y el lenguaje). Así que me hice con “Las gratitudes” y lo leí en un ratito, porque es cortísimo.

Este libro ni de lejos se convertirá en uno de mis favoritos: vaya esto por delante. Pero tiene una serie de elementos que lo hacen digno de análisis en este blog, bastante descuidado por cierto.

La novela comienza cuando trasladan a un geriátrico a Michka, una mujer que está experimentando los primeros síntomas de la afasia y ha sufrido una serie de pequeños accidentes caseros que impiden que pueda continuar viviendo sola de forma segura.

Recientemente conocíamos la triste noticia que relaciona a Bruce Willis con la incapacidad de expresarse verbalmente (¡el tiempo no es importante, solo la vida es importante!); el caso de Michka en concreto sería una parafasia lexical, que le hace sustituir puntualmente algunas palabras por otras, con la particularidad de que la palabras elegidas, aunque erróneas, a menudo suenan de manera similar a las que originalmente quería decir. Delphine de Vigan juega muy bien con esto, eligiendo no solo palabras fonéticamente similares, sino que tienen una carga semántica que da pie a juegos muy interesantes, literariamente hablando, como en el fragmento a continuación:


 Durante unos instantes, Michka permanece sumida en sus reflexiones.

—Debería estar prohibido envejecer. Pero, bueno, ya que estás aquí, aprovecho para decirte algo: me gustaría que me abreviaran.

—¿Cómo?

—Para mi falaral. Una abreviación…, unos canapés y se acabó. Como la señora Crespin, parece que estuvo muy bien la cosa.

—¿Quieres decir una incineración?

—Eso es. Pero que sean de sermón los canapés, no de paté.

—¿De salmón? Bueno, vale, me lo apunto, pero no corre prisa, supongo, no es algo inminente.


He leído que De Vigan confeccionó una guía de traducción para que los traductores conociesen perfectamente la intención de la elección de cada palabra “errónea” que emite Michka y pudieran así localizar la palabra precisa en el idioma de destino. Me parece que esto habla muy bien de alguien que se toma su trabajo muy en serio. Dicho lo cual, tampoco esperéis virguerías léxicas, quiero decir que como ejercicio literario está bien ejecutado pero tampoco es algo como para tirar cohetes. La gracia es que, al leer rápido, a veces involuntariamente “intercambias” algunas palabras por otras cuando no toca. Es decir lees algo y de momento crees que es una palabra que Michka ha malapropismeado y la lees pensando que es otra (realmente lees “otra” en tu imaginación) y resulta que no, que nos hemos adelantado y el término que realmente consta escrito no era ningún “error”, no había que sustituirla... Esto da lugar a caminos infinitos o mini subtramas que duran un segundo. Recuerdo que me pasó por ejemplo con “evolución” y “elocución” pero pueden darse miles de casos.

Para mí el fallo fundamental de este libro es que no tiene alma. A ver si me explico. Hay libros que durante las primeras páginas nos hacen creer que estamos ante un autor nuevo mínimamente prometedor, al que de entrada parece que dan ganas de seguirle la pista en lo sucesivo. Pero, tras leer un par de páginas más, nos damos cuenta de que es un producto editorial “perfecto”, diseñado a medida para el gran público y para hacer la película que también entre dentro de esos cánones establecidos… y terminamos la lectura solo porque nada indica que el libro esté “mal”, pero nos hemos tragado un producto, no una novela. Y que en lo sucesivo cuando alguien nos diga que ese es uno de sus autores favoritos sabremos que eso es algo que no habla demasiado bien de la persona como lectora. Que podía ser mucho peor si leyeran a Paulo Coelho o a Ruiz Zafón pero que esa persona no sabemos si le exige mucho a la vida pero desde luego no a la literatura. Con estas editoriales grandes suele pasar: a veces publican libros pero la mayoría de las veces publican oportunidades editoriales (textos sin ninguna calidad pero que tratan un tema popular en redes sociales o cuyo autor tiene muchos seguidores, ya sean humanos o bots) o subproductos que en el mercado funcionan porque los lectores cada vez tienen menos criterio. La sociedad está idiotizada y el coeficiente intelectual está disminuyendo muy rápido en las nuevas generaciones, pero este es otro tema y no es cuestión de ponernos aún más pesimistas.

Volviendo a los aspectos interesantes de la novela, la reflexión sobre el paso del tiempo (el envejecimiento) y el concepto de gratitud son dos temas que se entrelazan en esta obra, como sucede en la vida real en ocasiones. Michka ve cómo sus facultades se desvanecen como arena entre los dedos y busca aprovechar el tiempo que le queda para resolver asuntos pendientes que no dejan de rondarle por la cabeza. Solicita ayuda para tratar de localizar a unas personas que le ayudaron en un momento extremadamente delicado de su vida, para tener la oportunidad de darles las gracias ya que no lo hizo en su momento.

Esto irremediablemente nos invita como lectores a reflexionar sobre nuestra propia vida y revisar si hemos dejado algo sin decir o si hemos expresado gratitud a quienes lo merecen, antes de que sea demasiado tarde. (Ya sabéis, cuando los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas que yo sepa ninguna de las llamadas telefónicas de los que estaban a bordo fue de odio y venganza; todas fueron mensajes de amor). Podemos tener muchas conversaciones pendientes pero que merezcan la pena quizá no tantas. Es decir, no vale de nada retomar la relación o tener una última conversación con quienes ya aprendimos que no funciona, tras demasiados intentos fallidos. Tampoco vale de nada tener una última conversación con alguien a quien no creeríamos lo que nos dijera porque nos mintió constantemente mientras estuvo en nuestra vida, dejándonos el corazón en mil pedazos. En el contexto de la familia, las relaciones a veces suponen mucha complejidad, ¿siempre hay que perdonar a los progenitores por el simple hecho de serlo, aunque nos dañen irremediablemente, aunque definitivamente sean malas personas? A veces una idea que surge de una buena intención puede derivar en desastre.

Este libro trata también, sutilmente, el tema de la perdurabilidad de las penas infantiles: el logopeda que atiende a Michka, especializado en geriatría, reflexiona cómo en su experiencia trabajando con ancianos y lenguaje ve a través de sus recuerdos cómo el dolor del niño sigue ahí. Intacto. Puedo leerlo en sus caras y escucharlo en sus voces. Y es que la infancia es el patio donde jugamos el resto de nuestra vida.

“Las gratitudes” es un pequeño reflejo luminoso de la condición humana, una llamada a la introspección personal y emocional a través de sus páginas. Si bien la novela no me ha conquistado en su conjunto, sus juegos de palabras y la delicadeza con la que aborda temas esenciales, como la inevitable fragilidad que acompaña al envejecimiento, la convierten en una respetable elección literaria. La escritura puede ser un faro que ilumine las profundidades de nuestra existencia y nos invite a reflexionar sobre las complejidades de la vida y de las relaciones humanas. Si os interesa leer una obra breve que aborde estos temas, esta novela puede ser una buena elección.


 

domingo, 27 de noviembre de 2022

"84, Charing Cross Road" - Helene Hanff

 


Supongo que corría el año 2008 o 2009 cuando leí por primera vez “84, Charing Cross Road” porque hacía poco tiempo de mi estreno en la carrera de Biblioteconomía. Las lecturas que nos pautaban solían estar relacionadas con los libros, no exactamente metaliteratura sino más bien libros para bibliófilos. En general las recomendaciones eran muy buenas y esta fue una de las mejores. Hay libros que he leído que no recuerdo, pero este se quedó conmigo para siempre, contiene demasiados ingredientes maravillosos como para olvidarlo. Reviso ahora con benevolencia los títulos de los libros sobre los que escribía en los inicios de este blog, hace ya tantos años, y no encuentro a Helene Hanff, nunca es tarde.

Desde que mi querida amiga Ana me recomendó escuchar “Jardines en el bolsillo” no hay sábado que falle al desayuno con auriculares. Disfruto especialmente escuchando la sección de Elena Medel, siempre tan delicada, exacta y sabia. Hace un par de programas, Ana Rossetti, otra de las colaboradoras, recuperaba esta preciosa historia y me faltó tiempo para correr a la estantería en busca de este librito para releerlo estos días. Qué delicia me sigue pareciendo. 


Placa conmemorativa en 84, Charing Cross Rd., Londres


El título de este librito “84, Charing Cross Road” hace referencia a la ubicación que en Londres tenía una librería muy especial, Marks & Co. Hace años que cerró, pero existe una placa en la fachada que la recuerda (por si pasáis por allí y “queréis depositar un beso en mi nombre”). Asimismo, uno de los edificios de apartamentos donde Hanff vivió en Nueva York se renombró como Charing Cross House con su consiguiente placa, manteniendo unidos de algún modo esos dos puntitos del globo terráqueo, aunque su tiempo ya haya pasado. ¿La razón? Este libro es la colección de cartas que Hanff cruzó desde 1949 y durante unos veinte años con los libreros de Marks & Co., pidiéndoles que le consiguieran ejemplares de libros que para ella eran difíciles de encontrar. Esta correspondencia y la peculiar forma de ser de sus protagonistas, hizo que se forjara una bonita y también peculiar amistad entre ellos.

Tiene gracia que Rossetti hablase de este librito porque la Helene Hanff que se aprecia en las cartas tiene algunos paralelismos con su forma de ser, o eso me parece a mí. Las dos escriben, son muy cultas y tienen un arranque y una mala leche contenida que no podía dejar de remarcar, la imagino igual de exigente escribiendo a un librero del otro lado del charco, y también haciéndose amiga de él.


Placa conmemorativa en Charing Cross House, 305 East 72nd St., Nueva York


Ahora que ya no se escriben cartas, se llama poco por teléfono y lo que es peor, las formas y la educación están cayendo en el olvido, esta lectura acude en rescate de la nostalgia y nos trae de vuelta algunas cosas que en el pasado fueron mejores. Una historia que difícilmente podría repetirse hoy en día. Compramos por internet, en las librerías ya casi no quedan libreros, solo a veces es buena idea hacerse amiga de ellos.

Helene Hanff malvivió escribiendo por encargo, sus obras literarias nunca tuvieron éxito y con unos cincuenta años decidió recuperar aquella colección epistolar para intentar darle forma y convertirlo en una obra literaria, adivinando que contenía una historia que el público podría apreciar. En su mente no estaba la idea de publicar un epistolario sin más, pero así es como quiso publicarlas el editor a cuyas manos fueron a parar, y así es como han llegado hasta nosotros. El éxito inmediato hizo que por fin Hanff pudiese viajar hasta Londres, si bien la librería ya había cerrado y los libreros también poco a poco habían ido desapareciendo. Su ubicación, tan céntrica, por desgracia ha producido grandes cambios en los edificios y ya es imposible respirar aquel lugar de modo que nos haga soñar con aquel tiempo pasado, por muy sugestionada que una pasee por allí. Recuerdo lo frío e impersonal que me pareció aquel tramo de Charing Cross Rd. la primera vez que fui a Londres, por suerte hay otros miles de rincones por los que poder seguir rastros literarios, que es la mejor manera de viajar que se me puede ocurrir.

No tiene nada que ver con la navidad pero creo que es una historia muy navideña a su modo, por aquello de la ilusión, la ternura, los seres queridos en la distancia, el intercambio de paquetes, las extrañas coincidencias con otras personas, la magia de las historias reales…

11 abril 1969
Querida Katherine:

Interrumpo la tarea de limpiar mis estanterías y me siento en la alfombra, rodeada de libros por todas partes, para escribirte unas letras y desearos un buen viaje. Espero que tú y Brian lo paséis muy bien en Londres. El otro día me preguntó por teléfono: "¿Vendrías con nosotros si tuvieras dinero para el viaje?", y a mí se me saltaron las lágrimas.

Pero... no sé..., tal vez sea mejor que nunca haya estado allí. Soñé tanto con ello y durante tantísimos años... Solía ir a ver películas inglesas sólo para familiarizarme con las calles. Recuerdo que años atrás un muchacho al que conocía me dijo que las personas que viajaban a Inglaterra encontraban exactamente lo que buscaban. Yo le dije que buscaría la Inglaterra de la literatura inglesa, y él asintió y me dijo: "Está allí."

Tal vez sea cierto, o tal vez no. Porque ahora, al mirar a mi alrededor en la alfombra, siento una certeza: está aquí.

El hombre, ¡dios lo bendiga!, que me vendió todos mis libros murió hace pocos meses. Y el dueño de la tienda, el señor Marks, ha muerto también. Pero Marks & Co. sigue allí todavía. Si por casualidad pasas por el 84 de Charing Cross Road, ¿querrás depositar un beso en mi nombre? ¡Le debo tantísimo...!

Helene

Helene Hanff en 84 Charing Cross Road, en 1971 (1)

Helene Hanff en 84 Charing Cross Road, en 1971 (2)


Marks & Co. en la película de 1987 con Anne Bancroft como la escritora Helene Hanff y Anthony Hopkins como el librero Frank Doel



sábado, 5 de diciembre de 2020

"Vulva: la revelación del sexo invisible" - Mithu M. Sanyal


p.18 Debido a que el lenguaje es el sistema con el que nos orientamos en el mundo y evaluamos las cosas, la desaparición de denominaciones que expresen aprecio o sean simplemente precisas va siempre acompañada de la desaparición de un contexto positivo de aprecio, la refleja o prepara su llegada.


p.28 En realidad, la situación para la mayor parte de las jóvenes es incluso más desoladora. «Las niñas tienen un “mumu”, una florecita, una pelusilla, un enchufecito, casi cualquier nombre que uno pudiera dar a una mascota pequeña y suave como un conejillo de Indias parece apropiado», constató la periodista Mimi Spencer en un artículo en The Guardian con el título, tomado de Eve Ensler, de «The vagina dialogues». Más allá de ello, lo que importa aquí es que estas palabras no sólo quitan importancia o establecen una distancia, sino también que son muy individuales.

(…)

Esto significa que las jóvenes no pueden hablar entre sí acerca de sus genitales. Cada referencia permanece reducida al ámbito de lo muy privado, generalmente al núcleo familiar, de forma que, sin importar cuán positivamente se expresen los padres, la vulva queda adherida más bien a un aura de secreto y ocultación: es aquello sobre lo que no se habla. «Si no podemos decirles a nuestras hijas cómo se ven realmente sus órganos sexuales, entonces animamos a cada nueva generación de mujeres a trabajar con engaños y a encubrir su lenguaje, sus pensamientos y sus sensaciones», criticó Harriet Lerner, quien, desde los comienzos de su confrontación con la palabra que empieza por «v» ha entrevistado literalmente a cientos de padres y les ha preguntado por qué no revelaban simplemente a sus hijas que su genital se llama vulva. Las respuestas aún la desconciertan treinta años después:


p.29 Muchos padres, por lo demás cultos, decían incluso que nunca habían oído la palabra. Aquellos que tenían conocimiento de los términos correctos daban las explicaciones más fantasiosas sobre por qué no las usaban. «Vulva es un término médico y yo no quisiera agobiar a mi hija con términos que sus amigas no conocen.» «Lo va a decir en su clase y entonces, ¿qué hacemos?» «Vulva y clítoris son términos técnicos.» (…) «No quiero que mi hija se convierta en una obsesa sexual o acabe creyendo que los hombres pueden ser reemplazados por un vibrador.»


p.228 “Al contemplar ese genital extraño e inexplicable me sentía como un alien, lo que es una descripción bastante precisa de la distancia entre las mujeres y sus genitales. Sí, los usamos, podemos incluso disfrutar de ellos, pero no hay sentimiento de pertenencia. Esos labios dobles en mi pubis no me pertenecían realmente ni siquiera a mí, sino que eran parte de un mundo ajeno de cuya existencia tenía una prueba en ese momento.”


p.232 La práctica generalizada de nombrar equivocadamente a los genitales femeninos es casi tan sorprendente en sus consecuencias como el silencio que rodea a este hecho. Es cierto que en los Estados Unidos no se cortan y extraen el clítoris y los labios vaginales como se hace en otras culturas a innumerables niñas y mujeres. Nosotros hacemos el trabajo no con el cuchillo sino con el lenguaje: el resultado es, si se quiere, una mutilación genital psíquica. El lenguaje puede ser tan afilado y veloz como un bisturí quirúrgico. Lo que no se nombra, no existe.


miércoles, 14 de octubre de 2020

"Yo soy el monstruo que os habla" - Paul B. Preciado


Hace menos de un año, Paul B. Preciado se encontraba en un escenario frente a un público compuesto por tres mil quinientos psicoanalistas reunidos para las jornadas de l’École de la Cause freudienne en París. Su discurso, compuesto en base a su experiencia personal como hombre trans no binario, incluía en un momento dado una pregunta que interpelaba al público, donde Paul invitaba a levantar la mano a todas aquellas personas que se definieran públicamente como homosexuales: le abuchearon y se rieron. Una mujer que se encontraba en las primeras filas dijo que Paul era Hitler y que tenían que hacerle callar, mientras el resto aplaudía y silbaba. Los organizadores intervinieron para indicarle que su tiempo se agotaba y no pudo terminar el discurso completo tal y como lo llevaba preparado. Repito: hace menos de un año.

¿Qué había pasado para que esto sucediera así? Lo mismo que pasa cada día en pleno siglo XXI cuando alguien acude en busca de atención y no encuentra personal psicológico feminista, o cuando una persona trans o no binaria se topa una y otra vez contra las estrictas reglas médicas que lo diagnostican como enfermo mental en mayor o menor grado, como disfóricos de género, neuróticos o seres que, en fin, no han sabido resolver satisfactoriamente un complejo de Edipo o una envidia de pene. Se convierten en monstruos. La sanidad cataloga a estas personas como monstruos y les llena el camino de baches. ¿Qué pasa cuando uno de esos monstruos es una persona con una sólida formación y señala con el dedo todo lo que está mal en las terapias del psicoanálisis? ¿Qué pasa cuando alguien se atreve a decir que quienes deben deconstruir su forma de trabajar son los profesionales que están alimentando una inercia que produce un profundo sufrimiento a un sector importantísimo de la sociedad, que en muchas ocasiones termina en suicidio?

Lo que encontramos en en este pequeño libro-joya es la transcripción del discurso completo tal y como Preciado lo concibió y jamás pudo terminar de leer en público. Me resulta muy inteligente y curioso que eligiera "Informe para una academia" de Kafka como excusa o punto de partida: el narrador de ese texto es un simio que tras aprender el lenguaje humano se dirige a una academia de altas autoridades científicas para explicarles qué ha supuesto para él transicionar de simio a humano tras su caza y posterior instrucción, pasando por un circo de animales. Es así como se siente Preciado dirigiéndose a su audiencia: como un monstruo encerrado en una celda de hombre trans.

" 
Pues bien, es desde esa posición de enfermo mental en la que ustedes me colocan desde donde me dirijo a ustedes, señores académios, permítanme que les tutee por un segundo, como un simio humano de una nueva era. Yo soy el monstruo que os habla. El monstruo que vosotros mismos habéis construido con vuestro discurso y vuestras prácticas clínicas. Yo soy el monstruo que se levanta del diván y toma la palabra, no como paciente, sino como ciudadano y como vuestro semejante monstruoso.

Hace unos días escuchaba una entrevista a una actriz trans donde, lejos de responder preguntas sobre su trabajo, toda la inquietud del entrevistador giraba en torno a cuestiones sobre sus traumas infantiles, las anécdotas de su transición, sus operaciones o cómo gestionaba el hecho de que todo el rato le preguntaran si se había operado los genitales: porque a estas alturas, parece que ya sabemos que esta pregunta no debe hacerse, pero aun así, se sigue preguntando de forma indirecta (de una forma pasivo-agresiva), de una manera que deja entrever sin lugar a dudas cómo la duda le corroe al entrevistador. ¿Eso qué importa, por qué a ti te importa? Lamentablemente, es súper habitual que, cuando se trata de entrevistar a personas trans, apenas se hable de otra cosa que de su condición de trans: ya puede haberse hecho súper famosa por su trabajo en una serie de televisión, haber descubierto la cura del cáncer o haber viajado a la luna en globo: siempre le seguirán preguntando cómo se sentía en la infancia, qué opina su familia de todo esto y qué demonios tiene entre las piernas.

En este discurso, Paul B. Preciado insiste de una forma directa y sin pelos en la lengua, en hacer ver a los profesionales del psicoanálisis la complicidad de sus terapias con la epistemología de la diferencia sexual heteronormativa. Me encanta la caña que les da, me encanta cuando les invita a poner en el diván por una vez a su propia institución. Para explicar el aparato psíquico, los psicoanalistas se basan en la diferencia sexual, sin tener en cuenta que es necesario eliminar de una vez por todas el binarismo de género, algo por lo que Preciado lleva luchando desde que se publicara ese maravilloso “Manifiesto contrasexual” que nos abrió los ojos a tantas. 

Nos recuerda que la Organización Mundial de la Salud (que, a pesar de todo, está muy lejos de ser una institución anarcoqueer) afirma que “el género típicamente descrito como masculino y femenino es una construcción social que varía según las culturas y las épocas”. Nos recuerda también que culturas antiguas y modernas utilizan taxonomías sexuales y de género no binarias, más fluidas y complejas que la taxonomía moderna occidental y globalizada (Samoa en el Pacífico, los primeros pueblos de América, la tailandesa tradicional, etc.) Uno de cada 1000-1500 bebés que nacen son intersexuales, pero no se les reconoce como no binarios y se les opera contra su voluntad según la opinión del médico de turno. En entrevistas a personas trans como la que comentaba antes, hay miles de testimonios donde explican otras aberraciones terroríficas como esta, por ejemplo, el momento en el que tuvieron que mostrar sus genitales a un “profesional cualificado” durante un juicio como única vía para conseguir el reconocimiento de su género en el documento oficial de identidad, pasaporte, etc.

Si no conocéis la historia de Paul, os invito fervientemente a descubrirla. Desde el ya citado “Manifiesto…” pasando obligatoriamente por “Testo yonqui” y uno de los más recientes “Un apartamento en Urano”. Derriba barreras, abre camino, inspira, es increíble. Se declara un disidente del sistema sexo-género. Experimentó con su propio cuerpo administrándose testosterona que adquiría en el mercado negro; aceptó identificarse como transexual y enfermo mental para que el sistema médico-legal pudiera reconocerle como un cuerpo vivo humano. No os perdáis la historia de su cambio de nombre, donde mantuvo el “Beatriz” que se le adjudicó al nacer tras el “Paul” de su elección a pesar de las reiteradas negativas de los guardianes del sistema heteronormativo institucional, que tuvieron que claudicar cuando Paul les preguntó por qué “José María” sí, y “Paul Beatriz” no.

Ahora que está en boca de todos el feminismo, las terf, la transexualidad y a muchos todo esto les pilla sin tener aún una perspectiva propia, es necesario formarse. Las opiniones al respecto que suelo escuchar por ahí solo están basadas en comentarios breves leídos al azar en redes sociales, o cuñadismos similares. Nunca suelo decir que un libro o un autor son necesarios: Preciado y sus libros sí lo son, necesarios e imprescindibles. Es más, creo que la sociedad nunca le agradecerá lo suficiente su aportación a la causa.


" 

No pueden seguir afirmando la universalidad de la diferencia sexual y la estabilidad de las identificaciones heterosexuales y homosexuales en una sociedad en la que es legal cambiarse de sexo o identificarse como persona de sexo no-binario, en una sociedad donde hay ya miles de niños que han nacido de familias no heterosexuales y no-binarias. Seguir practicando el psicoanálisis con nociones de diferencia sexual y con instrumentos clínicos como el complejo de Edipo sería hoy tan aberrante como pretender seguir navegando por el universo con un mapa geocéntrico ptolemaico, o como negar el cambio climático o afirmar que la Tierra es plana.

Hoy, es más importante para ustedes, señoras y señores psicoanalistas, escuchar las voces y los lenguajes de los cuerpos que el régimen patriarco-colonial ha excluido que leer a Freud y a Lacan. Por favor, no busquen refugio en los padres del psicoanálisis. Su obligación política es cuidar de los hijos, de las hijas, de les hijes, no legitimizar la violencia de los padres. Ha llegado el tiempo de sacar los divanes a las plazas y de colectivizar la palabra, de politizar el inconsciente.

Liberen a Edipo, únanse a los monstruos, no escondan la violencia patriarcal detrás de los deseos aparentemente incestuosos de los hijos, y pongan en el centro de su práctica clínica los cuerpos y las palabras de los que han sobrevivido a la violación y a la violencia patriarcal, de los que ya viven más allá del núcleo familiar patriarcal, más allá de la heterosexualidad y de la diferencia sexual, de los, las y les que buscan y fabrican una salida.


domingo, 5 de enero de 2020

"Babel" - Patti Smith




hay una dulzura
en tu boca de muchachita
y las perlas que sujetas
en la palma de tu mano
siempre que extiendes esa mano
te vienes abajo fantaseas
estás circuncidada
agonizada
mortificada
coronada
crucificada
atravesada cuatro veces
sangra tu sagrado corazón
manando y manando
las mujeres lloran a tus pies
doce hombres te dan la vuelta
doce hombres te desean
(nubes de amoniaco tus axilas)
un pez estrella se estremece en tu vientre
y las flechas se desparraman
se desparraman se desparraman
y duelen los músculos de tu corazón
un pez contesta abofeteándote
y tú ruedas sobre ti misma ruedas
en los patios del santuario
con un tosco vestido negro
bendita sea tu caliente boca de virgen
tú serás judas
y el propio cristo
serías María Magdalena
la única mujer
que hizo llorar a  nuestro salvador
pero te meterías mandrax
como la sagrada hostia
abandonándome por el sueño eterno
no te dejaré marchar. no.
desde luego que no. no te dejaré marchar.
no dejaré que se seque la miel
de tu dulce dulce caja
no dejaré que las muchedumbres se ruboricen y atraganten
mientras cargas con tu cruz
no dejaré que las niñas de las flores te abaniquen
tras un gran coche fúnebre negro
no dejaré que las perlas
se derrumben se derrumben
de tu boca de muchachita

viernes, 14 de junio de 2019

"Un apartamento en Urano" - Paul B. Preciado



Tengo una deuda eterna con Paul B. Preciado. La aparición de su “Manifiesto contrasexual” derribó los primeros muros de mis barreras mentales (socialmente injertadas y fijadas con el paso de los años) con frases que sacudían mis cimientos, como la contrasexualidad afirma que en el principio era el dildo. Con la esencia de Michael Foucault, Judit Butler y Donna Haraway impregnando cada espacio en blanco y esa energía y sabiduría desenfrenada de Preciado que nos daría maravillosos títulos con los años. Porque después del “Manifiesto contrasexual” vinieron “Testo yonqui”, “Terror anal” y “Pornotopía”, que ya devoré como fervorosa practicante de la teoría y el imaginario que estaba creando Preciado.

Estoy muy orgullosa de su coherencia y de su trayectoria. Me alucina comprobar cómo ha llevado a cabo hasta los límites sus ideas, y le estoy completamente agradecida de la labor educativa y social que realiza en el terreno sexual, con todo lo que ello implica. La forma en que entiende la sexualidad humana es tan enriquecedora, tan novedosa y, a la vez, tan obvia cuando indagas en ella, que es increíble que el pensamiento promovido por los gobiernos y asumido por la sociedad, siga siendo tan patriarcal, heterosexual, tan binario y tan gris en general.

p.26 Soy un disidente del sistema sexo-género.

“Un apartamento en Urano” recoge varias decenas de artículos cuyos temas giran en torno a las preocupaciones habituales del autor, como la libertad, la sexualidad, las relaciones sociales, la política, los movimientos sociales, la transexualidad, el feminismo, los colectivos oprimidos, etc. Todo aquello que conforma la realidad diaria de cualquier humano consciente del medio en el que vive, y todo centrado en el individuo como pieza elemental pero intercambiable en la que reposa la estructura social. Recordando como un mantra que lo personal es político, y que la implicación individual produce terremotos.

Este libro aparece en un 2019 en el que los cambios en el imaginario colectivo son innegables, se cuelan por todas las rendijas, se visten de todos los colores y hablan cada vez más alto. Reclaman lo que es suyo por derecho propio mientras la violencia, el miedo y la vergüenza dan los últimos coletazos en forma de partidos de derecha compuestos por un montón de pequeños dictadores sociópatas que sin el amparo del grupo se desvanecerían como lágrimas en la lluvia.

p.64 “Si tengo un hijo maricón, lo mato.” Y ese hijo era yo.

Me gusta mucho el prólogo tan cálido de Virginie Despentes, que abre la puerta al lector mientras le da a Paul un abrazo. El amor entre ellos no sabe de géneros, ciudades, casas ni tiempos, y traspasa el papel a fogonazos. También me encanta la introducción de Preciado donde explica la elección de la figura del planeta Urano, la historia que lo relaciona con el colectivo queer y que se remonta a la mitología griega (el mismo lugar al que se remonta todo lo que importa). En 1864, Karl Henrich Ulrichs acuñó el término “uranista” para definir el tercer sexo inspirado en la cita del “Banquete” de Platón que habla de una concepción no heterosexual: en concreto, la que da a luz a Afrodita (diosa del amor) después de que Cronos castrara con una guadaña a su padre Urano.

Mientras que las relaciones homo y bisexuales están presentes en la naturaleza y en toda la maldita historia del ser humano, sin embargo, toda relación no heterosexual sigue siendo:

p.21 (…) una forma de amar que en la Inglaterra o la Prusia de la época [1864] podía  conducirte a la horca y que hoy sigue siendo ilegal en setenta y cuatro países y causa de pena de muerte en trece países, entre ellos Nigeria, Yemen, Sudán, Irán o Arabia Saudita, y motivo habitual de violencia familiar, social y policial en la mayoría de las democracias occidentales.

Me interesa mucho la trayectoria trans de Preciado. Desde “Testo yonqui” nos empezó a contar sus incursiones en el mercado negro para conseguir testosterona de modo que no tuviera que seguir los cauces legales y pautados por médicos. No estaba de acuerdo con la patologización de la  transexualidad en España y no es de extrañar, porque una cosa es que se consiguiera legalizar y otra muy diferente son los humillantes procesos por los que debe pasar todo individuo que quiera un cambio legal en su documento de identidad. Años, fármacos y el diagnóstico de enfermedad mental. Todo esto lo explica prolijamente a través de varios artículos, donde asistimos al recorrido que empieza con la auto-administración de testosterona, el posterior éxodo por consultas médicas, la apertura de su “expediente de rectificación de la mención del sexo en la partida de nacimiento” y la publicación al fin de su nuevo nombre en el boletín oficial y en los periódicos, una última burla gubernamental a su privacidad e intimidad como ser humano.

p.152 (…) en treinta y dos estados de la Unión Bruce podría llevar un Colt 45, pero no un vestido.

Me gusta la manera en que se expresa, que balancea tan bien lo académico y lo cotidiano. Subrayo de forma frenética tanto artículos de denuncia social (“La valentía de ser uno mismo” es sin duda mi favorito), como aquellos en los que se deleita en su experiencia viajera y analiza pequeñas cotidianidades como en “Casa vacía”, donde a la vez hace una serie de relaciones filosóficas con su experiencia vital que aportan al lector lirismo y aprendizaje de vida.

En esencia, lo que nos sigue diciendo Preciado es que no somos los integrantes del colectivo LGTBI, sino que es la sociedad la que está enferma. Y que es necesario seguir habitando los márgenes y reivindicarlos, igual que nos re-apropiamos cada día de los insultos y de las etiquetas con los que la heterosexualidad binarista y mutiladora pretende señalarnos como enfermos. El mensaje que se desprende es una llamada a desarrollar el potencial individual, aprender para tomar decisiones informadas y vivir de forma coherente a como sentimos, sin que nada de lo socialmente establecido se nos imponga. Se nos invita a desobedecer. Y no hay cosa que más me guste que ir a contracorriente (ya que la corriente, tal y como la percibo, está contaminada). Luchar por la justicia poética está en mi naturaleza y no tengo ninguna intención de ponerme diques ni de contenerme. Solo quiero seguir destruyendo barreras, si es que aún me queda alguna.

p.68 (…) los espermatozoides y los óvulos son células heploides, es decir, tienen un  único juego de veintitrés cromosomas. El proceso de fertilización no supone la diferencia de sexo o de género de los cuerpos implicados, sino la fusión del material genético de dos células haploides. No hay nada que haga más apto para la reproducción a un cromosoma de un heterosexual que al de un homosexual, con independencia de que la inseminación se lleve a cabo con un pene o con una jeringa, en una vagina o sobre una placa de Petri. La reproducción sexual no necesita de la unión política ni sexual de un hombre y de una mujer, no es ni hetero ni homo. La reproducción sexual es simple y maravillosamente una recombinación cromosomática.

jueves, 2 de mayo de 2019

"El anzuelo del diablo: Sobre la empatía y el dolor de los otros" - Leslie Jamison (fragmentos)


(…) la pérdida es como un sistema radicular que se extiende y multiplica como un rizoma bajo la superficie de mi vida.

Te imagino en todas las direcciones posibles, y luego vuelvo sobre mis pasos y empiezo a imaginarte otra vez desde cero. A veces me resulta insoportable lo mucho que no sé de ti.

(…) un hombre con larga barba blanca me ofreció un zumo de naranja. Era como el dibujo de Dios que haría un niño. Recuerdo lo mal que me sentó que se negara a darme analgésicos hasta que hubiese comido un puñado de galletas saladas, pero se mostró amable. Su resistencia era una forma de cuidarme. Eso lo noté. Me estaba cuidando.

La empatía es una forma de velar por alguien, pero no es la única, y no siempre es suficiente.

(…) la oración no tiene nada que ver con las probabilidades, sino con el anhelo, con querer a alguien lo bastante para postrarte de rodillas y pedir que se salve. Cuando Dave lloró en esa capilla, no fue por empatía, sino por otra cosa. No se arrodilló para sentir mi dolor, sino para pedir que éste acabara.

El estudio viene a decir que la empatía debería nacer del valor, y no puedo evitar pensar que buena parte de mi empatía nace del temor. Temo que los problemas ajenos me pasen a mí, bien que los demás dejen de quererme si no adopto sus problemas como si fueran míos

Camino entre los jóvenes y sanos y soy más o menos como uno de ellos. Intento no sentir escozor. Intento no preguntarme si siento escozor. Intento saber apreciar mi propia piel. A veces el corazón me late demasiado deprisa, o una larva se instala bajo la piel de mi tobillo, o bebo demasiado, o estoy demasiado delgada, pero todo eso son breves estancias lejos de un reino que por lo general puedo considerar mío, un reino donde estoy bien, donde soy capaz de desear y ser deseada, donde no dudo ni por un instante de que tengo un lugar en el mundo. Pero cuando me marcho de la iglesia baptista de Slaughter Lane no consigo acallar las voces de aquellos que ya no creen encajar en ningún lugar. Paso un día en su reino y me marcho cuando me apetece. Se me antoja una traición salir a tomar el aire.

jueves, 24 de enero de 2019

"El orden del tiempo" - Carlo Rovelli


Es un auténtico privilegio aprender sobre el funcionamiento intrínseco del tiempo en una ciudad donde parece haberse detenido: o, al menos, donde la experiencia de la cadencia de su transcurso poco tiene que ver con la vivida en otros lugares. Cádiz.

Un hilo rojo ya muy envejecido me une a este lugar, donde pasé unos meses, hace diez años. Diez. En estos últimos días no he podido dejar de pensar en esas casualidades, tan perfectamente simétricas, que hacen que a veces los círculos se cierren de formas tan perfectas.

Mi madre me dijo que lo que fui a hacer a Cádiz antaño, me devolvería algo en algún momento del futuro. Quién sabe qué me habrá llevado, pero he pasado unos días muy felices en esa hermosa ciudad, embelesándome con el espectáculo increíble de las puestas de sol con esa orientación de las playas tan privilegiada.

p.11 “En el mundo sin tiempo debe de haber algo que en cualquier caso dé origen al tiempo que conocemos, con su orden, su pasado distinto del futuro y su tranquilo fluir. De algún modo, nuestro tiempo tiene que emerger a nuestro alrededor, a nuestra escala, para nosotros.

Sobre todo, he reflexionado mucho en torno al concepto tiempo, mientras caminaba sobre la arena o buscaba sitios para comer donde no se sacrificaran inocentes (os recomiendo encarecidamente La Veganesa, merece la pena ir hasta Cádiz sólo para comer ahí), ya que una de mis lecturas de estos días fue este ensayito del físico teórico Carlo Rovelli, uno de los fundadores de la gravedad cuántica de bucles.

En general, las personas no sabemos nada sobre el tiempo. Damos por hecho que transcurre de la misma manera en que lo percibimos con nuestros sentidos tan imperfectos, y no es así.

p.16 “La capacidad de comprender antes de ver constituye el corazón del pensamiento científico. En la antigüedad, Anaximandro comprendió que el cielo continúa bajo nuestros pies antes de que hubiera barcos que dieran la vuelta a la Tierra. En los comienzos de la era moderna, Copérnico comprendió que la Tierra gira antes de que hubiera astronautas que la vieran girar desde la Luna. Del mismo modo, Einstein entendió que el tiempo no transcurre de manera uniforme antes de que hubiera relojes lo suficientemente precisos para medir la diferencia.

No he podido quitarme esta cita de la cabeza, mientras leía este ensayo: “Las cosas que me pasan sólo pasan: son como fantasmas que se arrojan de repente desde el futuro al pasado – haciéndote al pasar un guiño. Como pasa el viento.” Pertenece a Miguel Morey, en su maravilloso “Deseo de ser piel roja”.

También recordaba a manudo a los Mondoshawan de “El quinto elemento”, afirmando con parsimonia: “el tiempo no es importante, solo la vida es importante”.

En la inquietante película “La llegada”, los extraterrestres regalan su idioma a los humanos, el heptapodo, creado para esa película y que se basa en la hipótesis de que la lengua que hablamos determina la forma en que conceptualizamos y clasificamos la realidad. El lenguaje heptapodo es lo mismo que el pensamiento, inseparables uno del otro, por eso cuando se aprende este “idioma” se es capaz de ir más allá, se aprende también una nueva forma de comprender y asimilar el tiempo, se es capaz de percibirlo como algo circular, en el sentido de que no hay un pasado ya remoto y un futuro por conocer, sino que todo forma parte de una misma cosa: pasado, presente y futuro son, sencillamente, al mismo tiempo. Los símbolos en que esto se plasma, son asimismo circulares, y una búsqueda rápida en Google os mostrará la cantidad de gente que se ha tatuado esos diseños inventados (son extraños pero de alguna manera, hermosos).


p.26     
ΔS ≥ 0
Se lee: “Delta S, es siempre mayor o igual a cero”; y a esto se lo denomina el “segundo principio de la termodinámica” (el primero es la conservación de la energía). Su contenido es el hecho de que el calor pasa solo de los cuerpos calientes a los fríos, y nunca al revés.
Perdóneme el lector la ecuación: es la única del libro. Es la ecuación de la flecha del tiempo; no podía dejar de escribirla en mi libro sobre el tiempo.
Es la única ecuación de la física fundamental que conoce la diferencia entre pasado y futuro. La única que nos habla del fluir del tiempo. En esta inusual ecuación se oculta todo el mundo.
Quien lo desvele será un desventurado y simpático austríaco, nieto de un fabricante de relojes, un personaje trágico y romántico a la vez: Ludwig Boltzmann.
Es Ludwig Boltzmann quien empieza a vislumbrar lo que se oculta tras la ecuación ΔS ≥ 0, lanzándonos a uno de los saltos más vertiginosos hacia nuestra comprensión de la gramática íntima del mundo.


El tiempo transcurre de forma diferente para un reloj inmóvil que para un reloj en movimiento. Las masas, al igual que la velocidad, también ralentizan el tiempo; pasa más rápido a mayor altura que más cerca del núcleo de la Tierra. Aunque no seamos capaces de percibirlo. Es difícil asumir toda esta información cuando nos regimos por el Tiempo Universal Coordinado (UTC), que es ajustado e impreciso, acorde a la astronomía y basado en complejos cálculos y observaciones. También, por husos horarios, que suma o resta una hora según estemos de un lado u otro de las líneas virtuales que se dibujan sobre los mapas, a fin de homogeneizar la medida del tiempo en el planeta de forma ligeramente imprecisa, pero al fin y al cabo práctica.

Me ha faltado que Rovelli profundizara en algún momento en el experimento imaginario del gato de Schrodinguer, que fue concebido como una parodia para poner en tela de juicio y escarnio público las paradojas (y, a priori, contradicciones) de la física cuántica (algo puede ser y no ser al mismo tiempo). Pero lo que se hizo famoso… fue el gatito.

“El orden del tiempo”, además de un ensayo divulgativo sobre la paradoja espacio-temporal, es un hermoso conjunto de reflexiones filosóficas y poéticas que no pierden de vista la física. Un texto de esta naturaleza no tendría cabida en las publicaciones académicas, por lo que sospecho que se trate de una concesión que se hace el autor a sí mismo, o más bien de un capricho, para transmitir sus conocimientos al gran público de la forma más hermosa de la que es capaz: solo por eso, este libro me parece una joya.

p.93 También eso es el tiempo. Un extraño distorsionador de perspectivas. 

También, a raíz de todo esto, os recomiendo la película “Las leyes de la termodinámica”, que intenta establecer, como en un juego, relaciones entre estas leyes y las del amor romántico de pareja heterosexual y monógama… ya lo sé, pereza. Pero, por lo demás, es muy entretenida y se aprende sobre física, además si conocéis Barcelona podéis jugar a adivinar las localizaciones.

p.36 Ahora no significa nada.

sábado, 20 de octubre de 2018

"Monstruas y centauras" - Marta Sanz



Una de las cosas que más me gustan de este libro es el título y su lucidez, se trata de una visión sin apenas perspectiva de los acontecimientos relativos al movimiento feminista de los últimos meses. La autora comienza explicando que siente una saturación informativa debido al bombardeo de una gran cantidad de fuentes de información. Para ordenar estas reflexiones, se basa en acontecimientos recientes como el movimiento Me Too, la carta de las intelectuales francesas y la huelga feminista de 2018.

“Monstruas y centauras” es el ensayo feminista de moda en Instagram, y me gusta que este puesto lo ocupe un libro cuya autora no da por hechas las cosas y se replantea todo, lo lleva a su terreno y construye una opinión en torno; no es, en fin, de las que opinan sobre una sentencia judicial antes de haberla leído y además escribe bien.

Hace alusión a sucesos tan recientes como el falso máster de la Cifuentes o el día en que Aitana Ocaña avisó en medio de una firma de discos que se levantaba un momento para ir al baño porque estaba con la regla. Realza la naturalización que la generación millenial hace de asuntos tabú que nos inculcaban a los que nacimos en el 85 y antes. Sin ir más lejos, estos días ha sido noticia que su compañera Amaia Romero acude a eventos públicos sin depilar, sin embargo nunca es noticia que vaya sin depilar un tío.

Marta Sanz no abandona la actitud de pensamiento crítico y analiza toda la información antes de adscribirse a movimientos o tendencias que surjan en torno al feminismo. Denuncia situaciones adversas para las mujeres en un mundo dominado por hombres, para que no miremos hacia otro lado y decaiga la rabia, para que se mantenga viva la lucha. También se abre exponiendo sus incertidumbres e inseguridades con respecto al feminismo y su lugar dentro de él, sus dudas y las contradicciones que no se obceca en resolver, sino que aprende a aceptarlas y a convivir con ellas, a observar cómo evolucionan a medida que su aprendizaje también lo hace.

Encontramos en la misma página a personajes en principio tan dispares como pueden serlo Mary Beard y Beyoncé, mientras la autora reflexiona sobre en qué parcela del feminismo se encuentra cómoda. En mi opinión todas las vertientes del feminismo son necesarias, mientras apunten en la misma dirección. Es la única forma de avanzar, sin pluralidad no es feminismo. Supongo que el hecho de que te incomode la forma de vida de una feminista muy distinta a ti, implica que debes revisar tus certezas en cuanto a la idea de mujer y de feminismo que ronda en tu cabeza. Otra cosa es que tenga que caerte bien todo el mundo, pero ese es otro tema.

No se trata de linchar al monstruo ―me digo a mí misma para sentirme mejor―, sino de escarbar en el origen de la monstruosidad, utilizar pomadas antibióticas, reeducar la postura.

Tampoco pierde de vista la necesidad del sentido del humor, a diario me pasa que a los pocos minutos de poner un pie en la calle me siento gravemente ofendida por ver actitudes machistas, incívicas, por el acoso sexual callejero, etc. Me encerraría en casa y que esa casa estuviera rodeada de kilómetros de territorio despoblado, no soy lo que se dice una persona social. Pero a la vez necesito trabajar para subsistir y recurro a unos grandes auriculares con death metal a toda pastilla y evito en lo posible andar mucho por ahí. Pero estoy divagando.

También insiste Sanz en la importancia del uso que le damos a la sintaxis. Decía alguien a quien yo quería mucho, que el lenguaje es quizá la única arma que tenemos para cambiar las cosas. A mí no me da miedo el cambio, me da miedo el conservadurismo y la estanqueidad. Hace mucho que sé que el lenguaje es una cosa viva y me gusta ver cómo se transforma y participar de ese cambio, lo que no soporto es el maltrato al que se lo somete y la cantidad de veces al día que veo escrito enserio, sobretodo y ti con tilde. No es ese el cambio al que me refiero, sino a la creación y normalización del lenguaje inclusivo y cero ofensivo: a que el masculino no sea el género por defecto, a que José María Cano revise su ego y su homofobia interiorizada, a no callarme cuando oigo algo así en mi entorno. Por mi trabajo tengo que convivir a diario con personas con las que jamás me iría de viaje, acostumbro a decir lo más sosegadamente que puedo “en mi presencia no consiento lenguaje del odio” cuando escucho expresiones machistas u homófobas. Supongo que esto me hace menos simpática, pero es que encajar nunca ha sido algo en lo que yo haya invertido un minuto de mi vida: encajar en un mundo enfermo, no es sano.

“Por decir portavoza no se es más feminista…”, dice mi amigo Julio Llamazares, pero a mí me entran dudas porque creo que la sintaxis es una pequeña forma de violencia y el travelling en el cine una cuestión moral (…) ¿Por qué no puedo jugar a utilizar el lenguaje como arma cargada de futuro? (…) No me sale decir de manera natural portavoza ni miembra, y creo que en esa artificialidad y ese desorden reside la dimensión política de una gramática que se hace visible y simultáneamente visibiliza un problema social. La pulida bola dorada del lenguaje se abolla y refleja la realidad con sus agigantadas deformaciones. No sé muy bien a qué viene tanto escándalo. Ni esa ortodoxia tan reveladora en la época de la cola de ratón del relativismo y de la desintegración de las humanidades en los planes de estudios de secundaria. En la época en que los niños estudian finanzas. Se acusa de ignorancia a las mujeres que hacen política con la forma del lenguaje como si la forma del lenguaje estuviese exenta de todo tipo de pilosidades ideológicas. Mientras tanto, el conocimiento y la opinión se confunden y se exalta la ignorancia como si tal exaltación fuese un principio democrático que nos igualase.

De aquí viene la elección del título, y de la construcción de la mujer ideal como una máquina perfecta a partir de recortes de revista. No soporto la expresión “es la mujer que todas querríamos ser”: nadie quiere ser la mujer que otra tiene en la cabeza. No hay una mujer perfecta. Y menos mal que no la hay, qué pereza tener que ser otra todo el tiempo.

martes, 3 de julio de 2018

Ya no es como antes - Massimo Recalcati


Tengo con Recalcati un mar de contradicciones. No sé si llegaremos a buen puerto. Me fascinó con “El complejo de Telémaco”, me quedó un poco fría con “Las manos de la madre” y con “Ya no es como antes” se me ha puesto muy difícil seguir admirándole.

No sé muy bien qué esperaba de este ensayito. Al final, este tipo de libros no son tanto un ensayo sobre una cuestión social en particular, sino la reafirmación del autor sobre una idea preconcebida al respecto. Sin datos objetivos, sin bibliografía… no puede ser más que una justificación de la propia experiencia, que me parece muy bien, pero es que de esa manera no se puede pretender teorizar científicamente, para eso mejor escribir ficción y volcar los traumas juveniles en un coro de personajes, ¿no?

En el fondo, todo iba bien al principio, con sentencias como estas, en la que refiriéndose a la facilidad que tenemos hoy en día para cambiar de pareja (en contraste con el vetusto “para toda la vida” de las generaciones anteriores), decía:

“En vez de elaborar con dolor la pérdida del objeto amado, preferimos encontrar en el menor tiempo posible su sustituto, adaptándonos a la lógica imperante que gobierna el discurso del capitalismo: ¡si un objeto ya no funciona, nada de nostalgia! ¡Reemplacémoslo con su última versión!”
“La clínica psicoanalítica descubre sin embargo el Mediterráneo al comprobar que la búsqueda compulsiva de lo Nuevo no es en absoluto una expresión de libertad, sino una nueva esclavitud, el resultado de un mandamiento social e ideológico (“¡Gozad!”) al que el sujeto está drásticamente sometido”.


Acepto la hipótesis de que, sociológicamente, haya afectado a las relaciones personales esa prisa por estar a la última y esa capacidad económica del primer mundo por acceder a los artículos que tan sugestivamente se anuncian por todos los medios y se exponen en los estantes de las tiendas. Ese afán por satisfacer el deseo de forma inmediata y por no conformarse con nada que no sea perfecto.
Alguien se va a comprar el coche y le venden el humo añadido de pertenencia a un club de élite; una colonia, y la idea de un cuerpo perfecto y lleno de paz disfrutando en un paraíso, etc., y creemos que podemos tenerlo todo, que debemos aspirar al menos a tenerlo todo. Y me encanta que reflexione sobre por qué a la vez estas supuestas libertades son en realidad una forma moderna de esclavitud. Pero el libro no indaga más en esa línea, lástima.

Seguimos con otro fragmento de las primeras páginas:

“El amor es una trampa, un engaño, una ilusión destinada a derretirse como la nieve bajo el sol, el efecto de un sueño de la razón, de una impostura, de un truco neuroendocrino. Todo amor conoce su agonía antes o después, revelando la naturaleza de artificio. El tiempo corroe la pasión decretando su final, desclasándola a mera administración de bienes y servicios. Tras los primeros trastornos extáticos provocados por el influjo de la dopamina en ciertas áreas del cerebro, todo vínculo amoroso se aplana en una rutina sin deseo; el tiempo mata inevitablemente el entusiasmo que circunda la emoción del primer encuentro. Sin la estimulación de lo Nuevo, todo enamoramiento acaba en las arenas movedizas de una intimidad alienante desprovista de erotismo. De este deterioro del deseo en el teatrillo de la vida familiar, la camiseta blanca del padre cabeza de familia fue para Adorno el símbolo de generaciones enteras.”

Stop. Íbamos muy bien pero, ¿se puede saber qué concepción de las relaciones tiene este señor? ¿La del típico matrimonio monógamo y heterosexual donde él nunca coge una fregona y eructa con lata de cerveza barata en la mano, y ella se abandera en Facebook desde su sofá, capitana en la lucha feminista por la libertad sexual de las mujeres aunque él no se pasea por su clítoris desde 1993? Pues hombre, el amor no es eso, no me puedo creer que una relación saludable sea eso.

Es la brecha que suelo encontrar con autores de otras generaciones a la mía (Recalcati, 1959), para quienes cosas como el sexo antes del matrimonio fueron toda una revelación y por tanto entienden que en ese sentido la sociedad está muy avanzada; sin embargo, mi generación ni siquiera contemplaba el matrimonio como posibilidad y entrábamos y salíamos con quien nos daba la gana sin dar explicaciones ni atender a géneros, etnias o clases sociales, hemos evolucionado hasta hacer realidad conceptos como la anarquía relacional y por lo tanto pensamos que estamos totalmente en pañales cuando vemos las barbaridades que aguanta la gente “por amor”. Eso no es amor, amor es cuidarse desde la libertad. Así que… ¡como para ponernos a reflexionar por enésima vez sobre el amor en relaciones hegemónicas en las que uno es el esclavo sexual del otro eliminando de su horizonte el deseo por puro miedo a la soledad! Pues mira, no, chica: qué pereza.

“La simple epidemiología de las relaciones de parejas lo demuestra: a los seres humanos cada vez les cuesta más trabajo mantener una relación en el curso del tiempo. Las separaciones se multiplican, los cónyuges o convivientes se separan con mayor frecuencia cada vez para volver a unirse en nuevos vínculos o vivir de manera más despreocupada su libertad. Es un signo de nuestros tiempos. Nuestra época es la época, como afirma acertadamente Bauman, de los amores líquidos”.

Pero si he encontrado fisuras irreconciliables con Recalcati es cuando he descubierto que no ha superado a Freud. Que sigue haciendo distinciones entre la forma de amar de hombres y mujeres (¿qué serán para Recalcati un hombre, una mujer?, ¿penes, vaginas… quizá? Ay, qué mal, ¿esa miguita que tienes entre los dientes es un poco de transfobia, Recalcati?).

Comprobad que estáis sentados antes de leer esta barbaridad, cito de la página 113:

“Por esta razón a los hombres les resulta más difícil perdonar. Su apego al Yo es más fuerte, más voluminoso que en las mujeres puesto que está sustentado por la presencia imaginaria (competencia varonil) y real (presencia del órgano) del falo.”

Conozco a unas cuantas personas con vagina, que gustosamente le explicarían a Recalcati el concepto del Yo armadas con un arnés que mantuviera en su sitio un Falo de silicona decorado con los colores del arcoíris. Qué te pasa Recalcati, antes molabas.

En cuanto al concepto de perdón que me habría encantado leer en este libro: si no nos damos libertad a nosotros mismos, difícilmente se la vamos a dar a los demás. No podemos prometer fidelidad ni amor eterno porque sencillamente el tiempo nos cambia, y será o no será, cuántas veces has descubierto cambios profundos en ti, cuántas otras has descubierto que esa persona que creías tan cerca, de repente es una total desconocida y te hace asomarte a un abismo de incomprensión. Y nada de eso está mal si se gestiona desde el respeto, y teniendo siempre en cuenta que el amor es un bien infinito, que no se agota por más que lo gastemos.

Ama, y haz lo que quieras (San Agustín, icono queer desde el siglo IV).


lunes, 22 de enero de 2018

El entusiasmo: precariedad y trabajo creativo en la era digital - Remedios Zafra


Remedios Zafra ganó el Premio Anagrama de Ensayo en septiembre de 2017, con este tratado sobre el entusiasmo que hace una captura de la realidad, del día a día de todos aquellos jóvenes creativos o con una fuerte pulsión creadora que se dan de bruces contra las imposiciones del sistema para hacer de su pasión, su trabajo.

Es un libro extremadamente crítico con el sistema, que señala uno a uno los procesos que llevan a los creativos entusiastas a saborear la temida frustración, en un mundo gobernado por la popularidad en las redes sociales, donde ya todo parece estar inventado y triunfar es muchas veces copiar el modelo que ya se ha comprobado que funciona.

El deseo según Deleuze
Ya en la primera página encontramos la cita al concepto de “deseo”, que es clave en la obra de Gilles Deleuze, tanto que sirve como punto de apoyo al conjunto de su obra. Y es que hay algo en el fraseo de los primeros capítulos de la obra de Remedios Zafra, que de algún modo huele a Deleuze: las mismas estructuras narrativas, ese jugar con el lenguaje tan característico, la intención consciente de crear nueva realidad y nuevas teorías a partir de observarlas desde prismas nuevos...: si es cierto que creamos la realidad a partir de nombrar, ¿por qué no iba a ser posible dar lugar también a nuevas teorías cambiando la forma de nombrar o expresar las realidades?

Remedios Zafra deja fuera de este ensayo a toda esa gente que se enriquece con su obra creativa, de mayor o menor calidad artística. Creadores que por mil motivos han conseguido dar con la clave que les catapulte al éxito y así vender miles de libros, cobrar cantidades desorbitadas por un cuadro, vender ropa a los más ricos con diseños de precios inalcanzables, cobrar lo que un obrero cobra en toda una vida por una sola partitura, y así sucesivamente.

Continuamente se centra en el problema de la frustración, un sentimiento que desgasta y que es la forma de vida de un sector que ha visto cómo un trabajo precario que iba a ser tan solo el trampolín para conseguir sus sueños, se ha convertido en una inercia de la que resulta imposible escapar, porque no hay plan B y nada va a caer del cielo milagrosamente para pagar las facturas. Sueños frustrados por la guillotina del capitalismo hostil.

Entre líneas se percibe claramente la influencia que han tenido en la autora la maravillosa transgresión desvergonzada de Foucault y la narrativa contagiosa de Deleuze, que tiene la llave para abrir nuevas formas de pensamiento. Un vistazo a la bibliografía nos lo confirma.

La instrumentalización capitalista del entusiasmo
¿Cómo se valora el trabajo artístico? Veamos. Zafra deja a un lado a los que triunfan, como hemos dicho. Su objetivo es la denuncia de todo aquello que está mal, pero es que también huele a podrido en las galerías de arte que excluyen de forma consciente la obra de mujeres; en los coleccionistas que invierten en arte como puro objeto de capital; en el acceso reservado a determinados espacios artísticos elitistas; en el intrusismo, como pasa en casi todas las profesiones; en la proliferación de “bellartistas” titulados que no piden o se ganan sino que exigen su espacio en el mercado esgrimiendo títulos académicos como frágiles garantes de calidad, pero sin una obra sólida que les respalde y hable por ellos, etc.

En cuanto a la instrumentalización del entusiasmo, de forma repetida a lo largo de los capítulos podemos ver cómo Zafra denuncia el abuso real que existe hacia los creativos: la sociedad, en general, no valora el trabajo artístico por puro desconocimiento e incultura, y así sucede que se ofrece a músicos tocar en espacios sin cobrar, (recibiendo a cambio tan solo el acceder a una sala que les dé cierta publicidad), o a ilustradores a quienes se les piden diseños a cambio de nada, y así sucesivamente. Se entiende que, como es algo que se disfruta haciendo, no hay por qué hacer un pago añadido, en el goce creador el artista debe encontrar todo su pago, (no sabemos de qué manera se paga con eso el ticket de la compra, el alquiler de la vivienda o las facturas, etc).

La desigualdad de género va de la mano a la precariedad laboral, también en el sector artístico (o más especialmente si cabe): los trabajos creativos y los cuidados son tradicionalmente trabajos feminizados. Zafra denuncia que el sistema no evolucione en pos del bienestar de los individuos, sino que avance de una forma tan deshumanizante que tengan que ser las personas las que se adapten a los nuevos cambios para no acabar fuera del engranaje. La autora no se explica cómo los trabajadores, engañados, no se organizan para dinamitar el sistema, sino que se parapetan en nuevas formas de individualismo, no se dan por aludidos, y alimentan así una inercia que de momento les hace vivir peor a todos y que a la larga terminará por destruirles.


El mundo detrás de una pequeña pantalla
p.114 “Un niño mueve los dedos pulgar e índice de su mano derecha sobre el cristal de la ventanilla de un coche. Está sentado en el asiento de atrás y sus juguetes electrónicos se han quedado sin batería. El niño intenta ampliar la imagen de una vaca que pasta en el campo de afuera. Lo hace como si el cristal fuera su pantalla y la imagen real asible y manipulable, como si el mundo real estuviera allí representado y tocarlo le permitiera lograr un primer plano del animal. Desde que nuestro mundo viene cada vez más mediado por pantallas y los animales reales e imaginarios confluyen, allí donde un marco encuadra una escena móvil, late con fuerza la duda.”
Avatares que exigen ser actualizados, redes sociales hambrientas de contenido nuevo, una pantalla en todo momento delante de nuestras caras. ¿Hacia dónde nos lleva esto? Volviendo al trabajo creativo, a través de Internet se ha dado la vuelta a la tortilla, y mientras hace unos años unos pocos creaban para todos, ahora cualquiera, casi todos, creamos para todos, ya que nuestra obra digitalizada y expuesta on-line es capaz de llegar a cualquier lugar del mundo que tenga conexión a Internet.

Las personas creativas han canalizado su entusiasmo para dar forma a nuevos modos de crear en Internet y vivir de ello; el ejemplo de los youtubers como profesión nueva que hace unos pocos años no solo no existía sino que era impensable. Basta con tener una cámara y conexión a la red, ni siquiera hace falta bagaje cultural. Mucha gente triunfa grabando su día a día, exponiendo a su familia e incluyendo a menores (hay quien publica las grabaciones de sus partos y a partir de ahí, absolutamente todo). Las marcas se pelean por ellos, suben los cachés, vida de eventos y farándula, etc. Es solo cuestión de exponer tu privacidad hasta pasar el límite de lo ético y tener cierta gracia frente al objetivo.

Zafra incluye en este libro interesantes cuestiones tangencialmente relacionadas con el motivo de su ensayo. Por ejemplo, el arte utilizado por la masa aborregada como herramienta de evasión. Ella misma, como autora, ha vivido el momento en que sus lectores le piden que escriba libros que les entretengan y no les hagan pensar, algo que no por habitual deja de resultar desesperante.

Esa masa, que es la mayoría, son eternos adolescentes que no se enfrentan a su realidad y que sólo se dejan llevar por la inercia, sin hacer ningún esfuerzo por su crecimiento personal, como bien explicó Recalcati en su maravillosa obra “El complejo de Telémaco”, de esta misma Colección Argumentos. Zafra defiende a ultranza el trabajo creativo como medio para sacudir y crear conciencias, no tan sólo para entretener, y propone que se lleven a cabo nuevas formas de gestionar los procesos creativos para que el trabajo artístico no desaparezca, porque es absolutamente necesario para dar forma a una sociedad de la que podamos presumir.

viernes, 20 de octubre de 2017

"Berta Isla" - Javier Marías


Tenía la sensación de que tras la trilogía “Tu rostro mañana” (2002-2007) y la novela “Los enamoramientos” (2011), Javier Marías había dado a la imprenta algo más que “Así empieza lo malo” (2014). Un libro del que no podía recordar el título pero que estaba segura de recordar su trama una vez cayera de nuevo en mis manos y empezase a leer las primeras páginas.

Pero no ha habido ninguna otra novela publicada entre las que he citado, y sin embargo ahora que termino “Berta Isla” (2017) se me ha difuminado esa sensación de libro fantasma: es como si ya la hubiera leído antes, como si fuera la novela que me faltaba. Porque contiene todos los elementos e intrigas que Javier Marías ya había utilizado antes.

Más de lo mismo
Pero no podemos culpar a Javier Marías si somos nosotros, los lectores, los que hemos depositado en él nuestras expectativas y nos las ha frustrado. Esto es algo similar a los celos en las parejas, sólo es responsable quien los padece y por lo tanto es quien debe gestionarlos (si no hay engaño: todo puede entenderse, menos las mentiras).

Y sí, Javier Marías lleva unos años repitiendo las fórmulas que le funcionan. Exceptuando aquella publicación oportunista de 2016, “El Quijote de Wellesley” que es mejor olvidar. En “Berta Isla”, la voz narradora principal vuelve a ser la de una mujer (esto no ocupa toda la novela, sin embargo, pero sí buena parte) pero eso ya a nadie sorprende. Una mujer sometida a su relación conyugal cuyo papel es total y absolutamente pasivo, he de añadir. En ningún momento se convierte en un personaje interesante que actúe y dibuje los límites de su propia vida: es como un fantasma que deambula.

Tenemos de nuevo un conflicto de pareja heterosexual y costumbrista en casi todo, con terceras personas y enredos. También personajes bilingües, de clase alta, Oxford-Londres-Madrid, mediados de siglo XX, los Servicios Secretos británicos MI5 y MI6 a los que perteneció en el pasado Sir Peter Russell (1913-2006), viejo amigo de Marías y en cuya biografía tanto se basó y tanto le usó como protagonista, con su nombre o cambiado (Sir Peter Wheeler, aparece también en “Tu rostro mañana” y en “Todas las almas”)... todo lo que ya conocíamos.

Más cosas que ya ha utilizado antes y ya conocemos: personajes secundarios que ya han aparecido de alguna manera en otros libros y a los que se hace un guiño (el pediatra amante, pero hay más); las consabidas digresiones propias del estilo de Marías, largas reflexiones sobre la influencia vitalicia de los actos que llevamos a cabo siendo jóvenes, despreocupadamente, etc. Sin embargo, algo que me gustaba y esta vez me ha fallado, es la también vieja costumbre de tomar fragmentos de las obras de Shakespeare como títulos de los libros.

Pero sin duda, lo más impactante es que ya conocíamos incluso el argumento de “Berta Isla”. Cuando se publicó “Los enamoramientos” en 2011, algunas tiradas incluían un pequeño ejemplar, un cuento largo o novela corta de Honoré de Balzac titulado “Coronel Chabert” al que se hacía referencia y que daba pie a continuas reflexiones sobre cómo nuestro entorno nos borra una vez hemos muerto, y sobre la imposibilidad de regresar para ocupar un lugar del que ya se te ha excluido: una paradoja interesante que daba lugar a largas digresiones.

Pues bien, “Berta Isla” copia exactamente ese argumento, cambiando a los personajes y añadiendo todos esos elementos que ya hemos citado y que se vienen repitiendo en las últimas novelas de Marías desde hace unos años. Por así decirlo, es como si Marías se hubiera obsesionado con esa historia y hubiera querido hacerla suya; como si le gustara tanto, tanto, que no fuera capaz de aceptar que no se le hubiera ocurrido a él antes (y cómo se le iba a ocurrir, si Balzac murió en 1850) y hubiera necesitado escribirla de nuevo. Todo esto es un poco extraño, y por qué no, decepcionante.

A favor de Javier Marías: técnica y recursos literarios
No obstante, también encontramos la prosa fluida y amable del Javier Marías que añoramos sus lectores más fieles; consigue que nos atrape la trama y queramos desvelar el enigma que nos plantea ya en la primera frase, qué demonios pasa con el marido de Berta. También y quizá sin pretenderlo, hace que nos planteemos muchas cuestiones importantes que se derivan de la trama, como lo es por ejemplo la del apego. Existiendo miles de humanos, Berta se obsesiona solo con uno, quien además le ofrece solo una cara que ya ni él mismo sabe si es falsa, y le oculta todas las demás facetas de su vida, le oculta casi todo. Y así lo que vive Berta (la opresión, las dudas, los fantasmas y miedos que generan el hermetismo de su marido), bien puede ser una alegoría del enrarecimiento del comportamiento de una pareja infiel si llevamos este caso a la vida real (no es lo más habitual que tu pareja sea espía de los servicios secretos británicos).

Otro detalle a su favor son esas pinceladas que encontramos diseminadas a lo largo del texto y que hacen referencia directa a fragmentos de novelas anteriores. Son muchas. Pero hay que saberse la obra de Marías casi de memoria para captarlas, eso sí. Pero están y es un juego literario hermoso que siempre usa, me gusta encontrarlas. Me refiero a guiños como la polvareda de los pies que van huyendo que aquí aparece puntualmente y que fue la frase final de “Los enamoramientos” y se dice también alguna vez más a lo largo de la misma novela; u otros como éste, que procede de “Mañana en la batalla piensa en mí”:

p.385 Cuánto miedo habrás tenido. Cuántas infamias habrás cometido, cuánto habrán pesado como plomo sobre tu alma y te habrán herido como hierro afilado.

Ese “como plomo sobre tu alma” procede de:

“Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere. Pese yo mañana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho y acaben tus días en sangrienta batalla: caiga tu lanza. Piensa en mí cuando fui mortal: desespera y muere”.

Es una maldición shakespereana parafraseada que ha dado lugar a una buena cantidad de títulos en la bibliografía de Marías, y que aparece con más frecuencia en la novela “Mañana en la batalla piensa en mí”, sola o acompañada de otras frases intercaladas: son los mensajes que le transmiten al Rey Ricardo III (Escena III, Acto V) los fantasmas de las personas a quienes ha matado, la noche anterior a una batalla, para que en ella los recuerde, le atormenten, y muera él mismo de una vez por todas.
También tenemos, para mi regocijo, referencias intelectuales que añaden una reflexión y a través de las cuales compruebo que el espíritu del Javier Marías escritor e intelectual sigue vivo y aún nos puede dar grandes alegrías (aunque "Berta Isla" no sea el caso):

p.404 En mis clases había tenido que enseñar a Faulkner (superficialmente), y leí que en una ocasión, al preguntársele por qué sus frases eran tan largas, tan kilométricas, tan interminables, había contestado: “Porque nunca estoy seguro de continuar vivo para comenzar la siguiente”, algo así. 
Quizá a mí me pasaba lo mismo con aquel paréntesis infinito: si lo cerraba temía morir, o mejor dicho, temía matar. Matar definitivamente a Tomás.

“Berta Isla”, entre otras cosas, transmite ese amor por el Madrid de los Austrias tan presente en la obra de Marías: las calles del centro, el rumor de los árboles y el vaivén de las ramas visto desde el balcón de la casa para regocijo de los pocos privilegiados que pueden permitirse vivir en ese área (escena también recurrente en “Mañana…”).

La trama, que en un momento cambia de rumbo y parece traicionarse a sí misma (ojalá no hubiera estado solo basada en Balzac y ofreciera una vuelta de tuerca, no es el caso), finalmente consigue redondearse retomando elementos del inicio que aportan nuevas luces, resuelven cabos sueltos y dan forma al conjunto.

Conclusiones finales
Sobre la cuestión de plagiarse a sí mismo y darnos un refrito de novelas anteriores: quizá el problema de Marías es que se ha puesto un listón exageradamente alto, no puede darnos un “Corazón tan blanco” cada vez, pero qué hace: se pone al nivel o hace una retirada silenciosa a tiempo. Es complicado, quienes le seguimos queremos más publicaciones y ya gestionaremos en la intimidad las decepciones, a mí me vale con que deje de coquetear con la teoría feminista en sus artículos de opinión.

Me pregunto por qué en las dos fotografías del libro (la modelo de cubierta, y el autor en la solapa interior) aparecen fumando los retratados (Marías sin humo que le oculte parte del rostro, pero sí parte de él en tinieblas, la iluminación pésima). Sin ánimo de puritanismo (allá cada cual), las imágenes transmiten suciedad debido a este elemento, si un lector cualquiera está curioseando las cubiertas de las mesas de novedades de una librería y por sí mismo el nombre de Marías no le dice nada, será difícil que se acerque a este libro, el diseño no es atrayente.

Teniendo en cuenta todos los puntos a favor y en contra que he desgranado, también hay que añadir algo más. Y es que “Berta Isla” recupera al Marías relajado que se regocija en todo aquello que le gusta y sabe que le funciona. Es un alivio en el sentido de que la anterior novela, “Así empieza lo malo”, nos transmitía a un Marías triste, furioso y vengativo que utilizaba la literatura (la herramienta a su alcance) para hacer una justicia retrospectiva contra los crímenes franquistas y las injusticias que se cometieron contra su padre y su entorno intelectual más cercano. Aunque eso sea algo que pese sobre el alma del autor y que irremediablemente siempre vaya a estar ahí de alguna manera solapada (y sobre lo que tiene todo el derecho a dejar constancia, y de hacer justicia), en “Así empieza lo malo” era exagerado y casi desplazaba a la literatura como arte, para convertirla en arma arrojadiza.

“Berta Isla” es una buena novela, en fin, si se la toma aislada, independiente, si no se la relaciona con el resto de obras del mismo autor de la que es tan deudora. Sin embargo, para quienes asistimos a la obra de Marías como a un todo interrelacionado, se trata de una pieza menor en comparación a otros grandes hitos, así como disminuida a la fuerza por culpa de su carencia de elementos novedosos; por cruzar la línea de lo aceptable a la hora de tomar préstamos de otros libros anteriores, propios y ajenos. El debate está servido, lean y saquen sus conclusiones, pero sobre todo disfruten de la lectura.

martes, 9 de mayo de 2017

Cáscara de nuez - Ian McEwan



La novela más reciente de McEwan tiene una sorpresa escondida en su interior. En “Cáscara de nuez” poco importa la trama, lo que resulta totalmente atrayente desde el principio es el hecho de que se haya elegido a un narrador poco habitual, el bebé a punto de nacer que una de las protagonistas porta en su interior.

Esta peculiaridad hace que por fuerza se hayan introducido elementos fantásticos en una trama real; además, es una decisión que literariamente puede dar mucho juego para exponer los hechos de formas poco habituales. No he podido resistirme a una novedad tan llamativa, que además ha superado con creces mis expectativas.

Encerrado en la cáscara de una nuez
“Cáscara de nuez” es un bonito título que surge de “Hamlet”, Shakespeare, siguiendo la costumbre de Javier Marías de extraer citas de obras shakesperianas para titular las suyas (otra cosa que une a ambos escritores, es que desde 2011 Ian McEwan es Duque de Perros negros de Redonda, la isla que reina Javier Marías en la distancia, con lo cual la asociación entre ambos queda aún más clara).

Algo divertido que nos hace pensar antes aún de lanzarnos a leer la novela, es el hecho de que el narrador sea un nonato, un feto en avanzado estado de gestación, que ratificará con un argumento más (únicamente literario, eso sí), la posición de aquellos que estén en contra del aborto.

“Cáscara de nuez” se sitúa en Londres pero casi todas las escenas suceden en el interior de una casa y apenas se hace alguna referencia al entorno, el escenario no influye en absoluto, es Londres como podría ser cualquier otra gran ciudad del mundo en la que los actos más oscuros de los personajes pasen desapercibidos en el bullicio general: donde un bebé que está a punto de nacer sea aún más anónimo e invisible si cabe. Siguiendo con Londres, en las primeras páginas encontramos algunos comentarios satíricos sobre las intromisiones inconstitucionales del heredero al trono de Reino Unido, críticas que no van más allá y en cualquier caso, el objetivo de la novela, como veremos más adelante, no es la crítica política.

Un pequeño filósofo narrador
Los personajes principales son tres, una mujer llamada Trudy y dos hermanos que completan el desafortunado triángulo amoroso: uno de ellos, John, es un poeta culto y sensible, padre del bebé; su hermano Claude es desagradable y maleducado, ha provocado la ruptura de los otros dos. Pero hay alguien más, la criatura que porta Trudy y que es quien narra la historia, un pequeño filósofo sin nombre a quien es muy fácil tomar cariño desde el principio. Ahora veremos por qué gracias a la afortunada decisión de darle voz, la novela es una auténtica virguería.

Ian McEwan tiene una obra muy extensa y ha demostrado con creces ser un excelente narrador, pero se diría que en esta novela ha alcanzado cotas de perfección, lirismo y limpieza técnica que nos obligan a situarle en un nivel superior, y sin lugar a dudas, a quitarnos el sombrero ante su hazaña.

Y yo la quiero, ¿cómo no iba a quererla? La madre a la que aún no he visto, a la que sólo conozco desde dentro. ¡No es suficiente! Anhelo su ser externo.

El pequeño filósofo narrador no toma parte activa en la trama, sólo interviene en el mundo real ocasionalmente, cuando decide patear desde dentro la tripa de su madre. Y sin embargo su visión particular adquiere tanto protagonismo, que por momentos los hechos que configuran la trama pasan a un segundo plano, he aquí la magia de la literatura. Además, los acontecimientos que se narran no son felices, se trata de una trama patética y delictiva, y sin embargo a veces resulta cómica, aportando el pequeñín un contrapunto tierno y vitalista, absolutamente delicioso.

Conclusiones finales
Es posible que la Biblioteca del Sueño del castillo de Morfeo (la que alberga los libros escritos o imaginados en sueños como nos explicó Neil Gaiman en “Sandman”) albergue un buen puñado de novelas en las que un feto humano sea el narrador, en todo caso es una idea muy arriesgada para llevar a cabo y conseguir que funcione: podría sonar absurdo con mucha facilidad y es necesario escribir muy bien y tener  a mano un arsenal de recursos narrativos para que el frágil entramado no se derrumbe. En este caso, McEwan ya había disipado cualquier duda sobre su calidad narrativa en sus trabajos anteriores (“Expiación” puede que sea uno de sus títulos más conseguidos); en “Cáscara de nuez”, como decía antes, se reafirma como un gran escritor.

Es muy loable el hecho de que no se haya excedido en la extensión, la novela ocupa poco más de 200 páginas; muchas novelas contienen montones de páginas prescindibles, y si no es necesario todo ese espacio, para qué alargarlo. Muchos autores se suben al carro de las novelas interminables (también debido a las imposiciones editoriales a veces), libros más largos dan lugar a precios más altos.

La novela abarca una franja de tiempo muy breve, aproximadamente unas pocas semanas previas al parto; poco a poco los hechos se precipitan, siguiendo la trayectoria que inevitablemente se intuye desde el principio. Esto no quiere decir que sea previsible, es más, este es uno de esos libros que se disfrutan más por cómo están contados que por lo que cuentan. Las reflexiones del diminuto cronista nos dan pie a pensar más allá de la trama, y reflexionar sobre las relaciones humanas, el desapego y el materialismo de la sociedad actual, entre otros temas que se encuentran entre líneas. Creo que es recomendable para un público muy amplio, y espero que la disfruten tanto como yo lo he hecho.

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