Tenía la sensación de que tras la trilogía “Tu rostro mañana” (2002-2007) y la novela “Los enamoramientos” (2011), Javier Marías había dado a la imprenta algo más que “Así empieza lo malo” (2014). Un libro del que no podía recordar el título pero que estaba segura de recordar su trama una vez cayera de nuevo en mis manos y empezase a leer las primeras páginas.
Pero no ha habido ninguna otra novela publicada entre las que he citado, y sin embargo ahora que termino “Berta Isla” (2017) se me ha difuminado esa sensación de libro fantasma: es como si ya la hubiera leído antes, como si fuera la novela que me faltaba. Porque contiene todos los elementos e intrigas que Javier Marías ya había utilizado antes.
Más de lo mismo
Pero no podemos culpar a Javier Marías si somos nosotros, los lectores, los que hemos depositado en él nuestras expectativas y nos las ha frustrado. Esto es algo similar a los celos en las parejas, sólo es responsable quien los padece y por lo tanto es quien debe gestionarlos (si no hay engaño: todo puede entenderse, menos las mentiras).
Y sí, Javier Marías lleva unos años repitiendo las fórmulas que le funcionan. Exceptuando aquella publicación oportunista de 2016, “El Quijote de Wellesley” que es mejor olvidar. En “Berta Isla”, la voz narradora principal vuelve a ser la de una mujer (esto no ocupa toda la novela, sin embargo, pero sí buena parte) pero eso ya a nadie sorprende. Una mujer sometida a su relación conyugal cuyo papel es total y absolutamente pasivo, he de añadir. En ningún momento se convierte en un personaje interesante que actúe y dibuje los límites de su propia vida: es como un fantasma que deambula.
Tenemos de nuevo un conflicto de pareja heterosexual y costumbrista en casi todo, con terceras personas y enredos. También personajes bilingües, de clase alta, Oxford-Londres-Madrid, mediados de siglo XX, los Servicios Secretos británicos MI5 y MI6 a los que perteneció en el pasado Sir Peter Russell (1913-2006), viejo amigo de Marías y en cuya biografía tanto se basó y tanto le usó como protagonista, con su nombre o cambiado (Sir Peter Wheeler, aparece también en “Tu rostro mañana” y en “Todas las almas”)... todo lo que ya conocíamos.
Más cosas que ya ha utilizado antes y ya conocemos: personajes secundarios que ya han aparecido de alguna manera en otros libros y a los que se hace un guiño (el pediatra amante, pero hay más); las consabidas digresiones propias del estilo de Marías, largas reflexiones sobre la influencia vitalicia de los actos que llevamos a cabo siendo jóvenes, despreocupadamente, etc. Sin embargo, algo que me gustaba y esta vez me ha fallado, es la también vieja costumbre de tomar fragmentos de las obras de Shakespeare como títulos de los libros.
Pero sin duda, lo más impactante es que ya conocíamos incluso el argumento de “Berta Isla”. Cuando se publicó “Los enamoramientos” en 2011, algunas tiradas incluían un pequeño ejemplar, un cuento largo o novela corta de Honoré de Balzac titulado “Coronel Chabert” al que se hacía referencia y que daba pie a continuas reflexiones sobre cómo nuestro entorno nos borra una vez hemos muerto, y sobre la imposibilidad de regresar para ocupar un lugar del que ya se te ha excluido: una paradoja interesante que daba lugar a largas digresiones.
Pues bien, “Berta Isla” copia exactamente ese argumento, cambiando a los personajes y añadiendo todos esos elementos que ya hemos citado y que se vienen repitiendo en las últimas novelas de Marías desde hace unos años. Por así decirlo, es como si Marías se hubiera obsesionado con esa historia y hubiera querido hacerla suya; como si le gustara tanto, tanto, que no fuera capaz de aceptar que no se le hubiera ocurrido a él antes (y cómo se le iba a ocurrir, si Balzac murió en 1850) y hubiera necesitado escribirla de nuevo. Todo esto es un poco extraño, y por qué no, decepcionante.
A favor de Javier Marías: técnica y recursos literarios
No obstante, también encontramos la prosa fluida y amable del Javier Marías que añoramos sus lectores más fieles; consigue que nos atrape la trama y queramos desvelar el enigma que nos plantea ya en la primera frase, qué demonios pasa con el marido de Berta. También y quizá sin pretenderlo, hace que nos planteemos muchas cuestiones importantes que se derivan de la trama, como lo es por ejemplo la del apego. Existiendo miles de humanos, Berta se obsesiona solo con uno, quien además le ofrece solo una cara que ya ni él mismo sabe si es falsa, y le oculta todas las demás facetas de su vida, le oculta casi todo. Y así lo que vive Berta (la opresión, las dudas, los fantasmas y miedos que generan el hermetismo de su marido), bien puede ser una alegoría del enrarecimiento del comportamiento de una pareja infiel si llevamos este caso a la vida real (no es lo más habitual que tu pareja sea espía de los servicios secretos británicos).
Otro detalle a su favor son esas pinceladas que encontramos diseminadas a lo largo del texto y que hacen referencia directa a fragmentos de novelas anteriores. Son muchas. Pero hay que saberse la obra de Marías casi de memoria para captarlas, eso sí. Pero están y es un juego literario hermoso que siempre usa, me gusta encontrarlas. Me refiero a guiños como la polvareda de los pies que van huyendo que aquí aparece puntualmente y que fue la frase final de “Los enamoramientos” y se dice también alguna vez más a lo largo de la misma novela; u otros como éste, que procede de “Mañana en la batalla piensa en mí”:
p.385 Cuánto miedo habrás tenido. Cuántas infamias habrás cometido, cuánto habrán pesado como plomo sobre tu alma y te habrán herido como hierro afilado.
Ese “como plomo sobre tu alma” procede de:
“Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere. Pese yo mañana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho y acaben tus días en sangrienta batalla: caiga tu lanza. Piensa en mí cuando fui mortal: desespera y muere”.
Es una maldición shakespereana parafraseada que ha dado lugar a una buena cantidad de títulos en la bibliografía de Marías, y que aparece con más frecuencia en la novela “Mañana en la batalla piensa en mí”, sola o acompañada de otras frases intercaladas: son los mensajes que le transmiten al Rey Ricardo III (Escena III, Acto V) los fantasmas de las personas a quienes ha matado, la noche anterior a una batalla, para que en ella los recuerde, le atormenten, y muera él mismo de una vez por todas.
También tenemos, para mi regocijo, referencias intelectuales que añaden una reflexión y a través de las cuales compruebo que el espíritu del Javier Marías escritor e intelectual sigue vivo y aún nos puede dar grandes alegrías (aunque "Berta Isla" no sea el caso):
p.404 En mis clases había tenido que enseñar a Faulkner (superficialmente), y leí que en una ocasión, al preguntársele por qué sus frases eran tan largas, tan kilométricas, tan interminables, había contestado: “Porque nunca estoy seguro de continuar vivo para comenzar la siguiente”, algo así.
Quizá a mí me pasaba lo mismo con aquel paréntesis infinito: si lo cerraba temía morir, o mejor dicho, temía matar. Matar definitivamente a Tomás.
“Berta Isla”, entre otras cosas, transmite ese amor por el Madrid de los Austrias tan presente en la obra de Marías: las calles del centro, el rumor de los árboles y el vaivén de las ramas visto desde el balcón de la casa para regocijo de los pocos privilegiados que pueden permitirse vivir en ese área (escena también recurrente en “Mañana…”).
La trama, que en un momento cambia de rumbo y parece traicionarse a sí misma (ojalá no hubiera estado solo basada en Balzac y ofreciera una vuelta de tuerca, no es el caso), finalmente consigue redondearse retomando elementos del inicio que aportan nuevas luces, resuelven cabos sueltos y dan forma al conjunto.
Conclusiones finales
Sobre la cuestión de plagiarse a sí mismo y darnos un refrito de novelas anteriores: quizá el problema de Marías es que se ha puesto un listón exageradamente alto, no puede darnos un “Corazón tan blanco” cada vez, pero qué hace: se pone al nivel o hace una retirada silenciosa a tiempo. Es complicado, quienes le seguimos queremos más publicaciones y ya gestionaremos en la intimidad las decepciones, a mí me vale con que deje de coquetear con la teoría feminista en sus artículos de opinión.
Me pregunto por qué en las dos fotografías del libro (la modelo de cubierta, y el autor en la solapa interior) aparecen fumando los retratados (Marías sin humo que le oculte parte del rostro, pero sí parte de él en tinieblas, la iluminación pésima). Sin ánimo de puritanismo (allá cada cual), las imágenes transmiten suciedad debido a este elemento, si un lector cualquiera está curioseando las cubiertas de las mesas de novedades de una librería y por sí mismo el nombre de Marías no le dice nada, será difícil que se acerque a este libro, el diseño no es atrayente.
Teniendo en cuenta todos los puntos a favor y en contra que he desgranado, también hay que añadir algo más. Y es que “Berta Isla” recupera al Marías relajado que se regocija en todo aquello que le gusta y sabe que le funciona. Es un alivio en el sentido de que la anterior novela, “Así empieza lo malo”, nos transmitía a un Marías triste, furioso y vengativo que utilizaba la literatura (la herramienta a su alcance) para hacer una justicia retrospectiva contra los crímenes franquistas y las injusticias que se cometieron contra su padre y su entorno intelectual más cercano. Aunque eso sea algo que pese sobre el alma del autor y que irremediablemente siempre vaya a estar ahí de alguna manera solapada (y sobre lo que tiene todo el derecho a dejar constancia, y de hacer justicia), en “Así empieza lo malo” era exagerado y casi desplazaba a la literatura como arte, para convertirla en arma arrojadiza.
“Berta Isla” es una buena novela, en fin, si se la toma aislada, independiente, si no se la relaciona con el resto de obras del mismo autor de la que es tan deudora. Sin embargo, para quienes asistimos a la obra de Marías como a un todo interrelacionado, se trata de una pieza menor en comparación a otros grandes hitos, así como disminuida a la fuerza por culpa de su carencia de elementos novedosos; por cruzar la línea de lo aceptable a la hora de tomar préstamos de otros libros anteriores, propios y ajenos. El debate está servido, lean y saquen sus conclusiones, pero sobre todo disfruten de la lectura.
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