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domingo, 18 de septiembre de 2022

Dos de noviembre


  No quiero

que mis muertos descansen en paz

tienen la obligación

de estar presentes

vivientes en cada flor que me robo

a escondidas

al filo de la medianoche

cuando los vivos al borde del insomnio

juegan a los dados

y enhebran su amargura


los conmino a estar presentes

en cada pensamiento que desvelo.


No quiero que los míos

se me olviden bajo tierra

los que allí se acostaron

no resolvieron la eternidad.


No quiero

que a mis muertos me los hundan

me los ignoren

me los hagan olvidar

aquí o allá

en cualquier hemisferio


los obligo a mis muertos

en su día.

Los descubro, los trasplanto

los desnudo

los llevo a la superficie

a flor de tierra

donde está esperándolos

el nido de la acústica.



 

"Los dones previsibles", Stella Díaz Varín. 
Editorial Cuarto Propio, 1992


jueves, 2 de mayo de 2019

"El anzuelo del diablo: Sobre la empatía y el dolor de los otros" - Leslie Jamison (fragmentos)


(…) la pérdida es como un sistema radicular que se extiende y multiplica como un rizoma bajo la superficie de mi vida.

Te imagino en todas las direcciones posibles, y luego vuelvo sobre mis pasos y empiezo a imaginarte otra vez desde cero. A veces me resulta insoportable lo mucho que no sé de ti.

(…) un hombre con larga barba blanca me ofreció un zumo de naranja. Era como el dibujo de Dios que haría un niño. Recuerdo lo mal que me sentó que se negara a darme analgésicos hasta que hubiese comido un puñado de galletas saladas, pero se mostró amable. Su resistencia era una forma de cuidarme. Eso lo noté. Me estaba cuidando.

La empatía es una forma de velar por alguien, pero no es la única, y no siempre es suficiente.

(…) la oración no tiene nada que ver con las probabilidades, sino con el anhelo, con querer a alguien lo bastante para postrarte de rodillas y pedir que se salve. Cuando Dave lloró en esa capilla, no fue por empatía, sino por otra cosa. No se arrodilló para sentir mi dolor, sino para pedir que éste acabara.

El estudio viene a decir que la empatía debería nacer del valor, y no puedo evitar pensar que buena parte de mi empatía nace del temor. Temo que los problemas ajenos me pasen a mí, bien que los demás dejen de quererme si no adopto sus problemas como si fueran míos

Camino entre los jóvenes y sanos y soy más o menos como uno de ellos. Intento no sentir escozor. Intento no preguntarme si siento escozor. Intento saber apreciar mi propia piel. A veces el corazón me late demasiado deprisa, o una larva se instala bajo la piel de mi tobillo, o bebo demasiado, o estoy demasiado delgada, pero todo eso son breves estancias lejos de un reino que por lo general puedo considerar mío, un reino donde estoy bien, donde soy capaz de desear y ser deseada, donde no dudo ni por un instante de que tengo un lugar en el mundo. Pero cuando me marcho de la iglesia baptista de Slaughter Lane no consigo acallar las voces de aquellos que ya no creen encajar en ningún lugar. Paso un día en su reino y me marcho cuando me apetece. Se me antoja una traición salir a tomar el aire.

martes, 9 de abril de 2019

LAMENTO [La niña interior nº 3]


La niña que vive en mí
ha venido a refugiarse en mi regazo
el desconsuelo.

Ha pintado láminas de acuarela y luego
alguien le ha roto
alguien le ha explotado una pompa de jabón
alguien
el corazón
la carita surcada de churretones negros,
azules, grises, rojos.

Sus límites desbordados
y yo sin una palabra
sabia
a mano para consolarla.

Con esa mezcla de vergüenza y miedo
queriendo hacer estallar su estómago
su dolor trepando por mi espina dorsal
ramificándose.

Le digo que suelte las piezas rotas
que las enterremos juntas
en la orilla del río de Madrid.

Le digo que no es sano caminar
detrás de alguien que deambula
o tratar de alcanzar a alguien
que corre en la misma dirección.

La niña que vive en mí
no quiero decirle
que un día buscará estos dolores
no quiero que sepa
cuando la única manera de conseguir
cuando creer morir sea
la única manera de sentirse viva.


Del texto y la imagen: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2019

domingo, 27 de enero de 2019

"El cuadro del dolor" - Ana Castro


“El cuadro del dolor” es el debut poético de la jovencísima y talentosa Ana Castro. Es un libro que parece haber sido escrito por necesidad, por plasmar sobre el papel el dolor que se empeña en no abandonarla y que, por ser invisible, es necesario nombrarlo para conseguir la empatía y la comprensión de los demás. Pero esa es solo mi impresión.

Hay un bosque de agujas de pino en mi vientre.

Ana Castro es una Frida Kahlo andaluza para quien los avances médicos de este siglo XXI no son suficientes, nada consigue eliminar el dolor que siente. Toda esa ciencia a su disposición y sin embargo: operaciones, salas de espera, cicatrices, tratamientos y medicinas. Pero el dolor persiste.

Los médicos impotentes, a veces avergonzados, a veces pidiendo perdón y sólo son capaces de repetir entre ellos como un mantra: “el cuadro del dolor… el cuadro del dolor…”

Pero el dolor no,
el dolor es transparente-casi-invisible
acaso una vibración en el rostro
o una súbita contracción del vientre.
por eso hay que nombrarlo, decir MI DOLOR

Si la seguís en redes sociales, donde a veces comparte pinceladas sobre su vida en los centros de salud, también descubriréis que hay médicos que no creen su dolor, lo cual es algo ya doloroso en sí mismo: como no encuentran la causa física suponen que su dolor tiene un origen psicosomático, le dicen en su cara que el dolor está solo en su cabeza, que son imaginaciones suyas, que en realidad no tiene ningún dolor. He vivido tantas situaciones rocambolescas y bizarras en las consultas de la Seguridad Social que yo la creo: creo en su dolor y algo en mí se retuerce de impotencia por querer extirparlo.

Otro dolor añadido es la añoranza de la hija que no puede tener. Planea entre las páginas de este poemario tan pálido como una pena complementaria, por si no había ya bastante sufrimiento.

Y NO. El dolor no es normal,
es extraordinario:
es confeti tóxico y mariposas oscuras
prendidas en la lengua.
Pero cuando la piel se agrieta
y rugen los murciélagos dentro
y la vista se nubla porque el ruido en el abdomen,
y los puños golpean el vientre desde dentro,
entonces, justo entonces,
si me preguntas de nuevo al borde de la puerta
del despacho o al salir del baño, te diré eso:
me duele lo normal.
Mi dolor normal:
erupciones volcánicas de colores,
un espectáculo pirotécnico privado.

Su poesía es la de las cosas sencillas: la madre, la casa, los gestos pequeños, las mujeres cuidándose entre ellas. Tras pasar las primeras páginas y cuando el dolor empieza a empañar todas esas imágenes, a hacerse protagonista, dejando a la autora impedida para la vida que llevaba antes, se me han caído las primeras lágrimas y he tenido que posponer la lectura un buen rato.

Recuerdo una frase que repetía alguien a quien creía conocer: “El dolor es sólo dolor”, cinco palabras que reducían el dolor al plano físico del que no debía dejarlo salir, relativizando así los padecimientos corporales en contraposición a las heridas sentimentales. Algo así como una filosofía de vida para quienes están condenados a convivir con los analgésicos.

y noto que la vida bulle pero no me alcanza.

Y todo ese sufrimiento que no acaba, transformado en arte. Enhorabuena, Ana Castro.


domingo, 14 de octubre de 2018

Alfonsina Storni y el mar


He leído estos días "Las grandes mujeres" (Nórdica Libros, 2014) y "Antología mayor" (Hiperión, 2003), y me he empapado de los poemas de brisa con sal de Alfonsina Storni. Podría definirse como poesía de siniestra delicadeza, porque Storni crea poemas mientras da forma con sus manos al dolor que la está rompiendo y que no puede detener. Observa este dolor, lo analiza, lo describe y hace figuras hermosas con él a pesar de todo, pero no sabe cómo hacer que desaparezca.

LXVII
No volverás. Todo mi ser te llama, pero no volverás. Si volvieras, todo mi ser que te llama, te rechazaría. De tu ser mortal extraigo, ahora, ya distantes, el fantasma aeriforme que mira con tus ojos y acaricia con tus manos, pero que no te pertenece. Es mío, totalmente mío. Me encierro con él en mi cuarto y cuando nadie, ni yo misma, oye, y cuando nadie, ni yo misma, ve, y cuando nadie, ni yo misma, lo sabe, tomo el fantasma entre mis brazos y con el antiguo modo del péndulo, largo, grave y solemne, mezo el vacío...

A través de sus textos me la imagino tierna, antigua, inocente, ingenua y mentalmente muy bloqueada. Vivía como con la inercia, sin un objetivo claro, casi sin salida; de hecho, no hace otra cosa que jugar con la idea de la muerte. Sus conceptos recurrentes son el amor, la muerte y el mar, la muerte y el mar, la muerte y el mar, la muerte y el mar...

Crepúsculo
El mar inmóvil,
desprendido de sus mandíbulas,
exhala un alma nueva.
No tiene fondo,
buques hundidos,
almas, abrazadas
a sus algas.
Recién nacido,
la cara de Dios,
pálida,
lo mira.
Buques no lo escribieron.
Hombres no lo descifraron.
Peces no lo pudrieron.
Baja a buscarlo
el sol,
precipitándose en llamas
entre bosques violáceos,
y al tocarle la frente
abre puertas de oro
que calan túnelesespacios desconocidos.
Escalinatas lentas
descienden al agua
y llegan, desvanecidas,
a mis pies.
Por ellas
ascenderé
un día
hasta internarme
más allá del horizonte.
Paredes de agua
me harán cortejo
en la tarde
resplandeciente.

Da la impresión de estar pidiendo a gritos expiar no sabemos qué culpas a través del dolor. En este enlace podéis aprender mucho sobre su trayectoria vital, que es clave para entender por qué escribía estas cosas y de esta manera. Inmigrante, ridiculizada desde niña, guerrera lingüística entre varios idiomas, madre soltera y dependiente emocional de un hombre casado, con quien mantuvo una relación frustrante. Lo tenía casi todo en contra para salir adelante, con el añadido de una época donde sus decisiones vitales la convertían en una mujer estigmatizada. Sin duda era una mujer culta, que escribía con mucha corrección y que presumía de referencias literarias de alto nivel: en sus poemas encontramos citas y alusiones a autores como Baudelaire, Rubén Darío, Gabriela Mistral o García Lorca.

A través de sus poemas creo entender que Alfonsina Storni por alguna razón era incapaz de encontrar la calma y el sosiego, era un ser extremadamente frágil en tanto dependía de otro para ser feliz, y ese otro no estaba, o no como ella creía necesitar (repite incansable la idea de "si no me quieres, me mato"). Y definitivamente, el mar era su obsesión. Incluso a veces pienso que es una masoquista literaria que reclama más dolor para seguir creando, o quizá para seguir viviendo en esa dinámica autodestructiva que era su día a día:

¡Ven, dolor!
¡Golpéame, dolor! Tu ala de cuervo
bate sobre mi frente y la azucena
de mi alma estremece, que más buena
me sentiré bajo tu golpe acerbo.
Derrámate en mi ser, ponte en mi verbo,
dilúyete en el cauce de mi vena
y arrástrame impasible a la condena
de atarme a tu cadalso como un siervo.
No tengas compasión. ¡Clava tu dardo!
De la sangre que brote yo haré un bardo
que cantará a tu dardo una elegía.
Mi alma será el cantor y tu aletazo
será el germen caído en el regazo
de la tierra en que brota mi poesía.

"Las grandes mujeres" contiene muy pocos poemas y es más bien una edición capricho para aproximarse a la literatura de Storni, acompañada en este caso por una pequeña colección de ilustraciones de carácter muy infantil. La "Antología mayor" de Hiperión, por su parte, contiene una gran cantidad de poemas pero es un despropósito de erratas ortotipográficas.

¿Cómo llego hasta Alfonsina Storni? En el momento en el que escucho de casualidad "Alfonsina y el mar", una canción compuesta en 1969 por el pianista Ariel Ramírez y el escritor Félix Luna. Si bien la muerte de Storni es un misterio, se popularizó la hipótesis de que se había hundido en el mar buscando la muerte. A la versión original le puso voz Mercedes Sosa, y no fue hasta hace unos meses que Amaia Romero la superó con una versión propia. Personalmente, creo que la letra de "Alfonsina y el mar" supera con creces a cualquiera de los poemas de Storni, y que esta canción sobre su muerte es lo más hermoso que tenemos con respecto a su vida y a su obra. No tiene que ver con OT, de hecho este año otros concursantes la han versionado destrozándola: tiene que ver con la extremada sensibilidad de Amaia Romero, quien explora como nadie en los matices oscuros casi góticos de siniestra belleza de esta canción, creando una atmósfera densa e irrespirable pero a la vez aterradoramente hermosa a través de esos giros musicales, tan sombríos, y esa letra aparentemente sencilla; consiguió que me pusiera a sus pies sin poder dejar de escuchar este tema en bucle (el tema empieza aprox. en el minuto 1:30):




viernes, 25 de mayo de 2012

"Oh Señor Jesús, pues la lepra me consume..."

al hermano Javier Cuesta,
con el extraño afecto de Leopoldo

Oh Señor Jesús, pues la lepra me consume
¡ten piedad de mí!
Señor de los leprosos y rey de los gusanos
ya que tengo el labio destrozado
y el brazo convertido en muñón
y la baba de los días quema mi esperanza
¡ten piedad de mí!
Yo que ni hijos ni mujer merezco
aquí, en la isla de Molokai
viendo cómo cae al suelo mi carne,
rezo para ver tu cara,
también consumida por la lepra.
Tú que eres mi mujer y mis hijos
ya que es lo único que puedo yo ofrecerte
te ofrezco, laurel y cirio,
mi muerte.

"Piedra negra o del temblar"
Leopoldo María Panero
Ed. El Ángel Caído, 2010
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