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martes, 20 de septiembre de 2022

James Denham o lo que pudo ser y quizá fue


Cuando en 1989 Javier Marías inventó una biografía para su alter ego James Denham en “Cuentos únicos”, indicó que éste había escrito dos volúmenes de cuentos, una novela, un libro de semblanzas y un poemario. James Denham (o Jack o Jacobo o Jacques o Jaime o Yago Deza) habría escrito un libro de versos que llevaría por título “Vanishings” (desvanecimientos), un título quizá inspirado en aquella película de su idolatrado Hitchcock, “The Lady Vanishes”.

He de confesar que desde hace años pienso en el Javier Marías poeta; por qué no fantasear con una pieza más en el ya de por sí rico universo literario donde él tan a menudo desdibujaba la línea entre realidad y ficción. 

Solía imaginarlo escribiendo versos, por supuesto de noche, cómo no a la luz de las velas. Javier Marías era un gran lector de poemas y además tradujo la obra poética de autores como Faulkner, Navokov y algunos poemas de Yeats, contenidos en las “Mitologías”. El ritmo tan característicamente poético de su prosa también me hace pensar que Javier Marías podría haber flirteado con este género y que por algún motivo que desconozco nunca llegase a dar ni un solo verso a la imprenta.

Ahora camino en silencio por las noches atravesando la Plaza de la Villa y pensando en todo lo que pudo quedar en el cajón, abandonado o inconcluso; ahora que ya no está, sólo queda soñar en lo que pudo ser o ya fue, o quizá son nostalgias.






domingo, 18 de septiembre de 2022

Dos de noviembre


  No quiero

que mis muertos descansen en paz

tienen la obligación

de estar presentes

vivientes en cada flor que me robo

a escondidas

al filo de la medianoche

cuando los vivos al borde del insomnio

juegan a los dados

y enhebran su amargura


los conmino a estar presentes

en cada pensamiento que desvelo.


No quiero que los míos

se me olviden bajo tierra

los que allí se acostaron

no resolvieron la eternidad.


No quiero

que a mis muertos me los hundan

me los ignoren

me los hagan olvidar

aquí o allá

en cualquier hemisferio


los obligo a mis muertos

en su día.

Los descubro, los trasplanto

los desnudo

los llevo a la superficie

a flor de tierra

donde está esperándolos

el nido de la acústica.



 

"Los dones previsibles", Stella Díaz Varín. 
Editorial Cuarto Propio, 1992


lunes, 12 de septiembre de 2022

Javier Marías, 1951 - 2022

 


Cuando mueras yo te lloraré de veras. Yo me acercaré hasta tu rostro transfigurado para besarte con desesperación los labios en un último esfuerzo, lleno de presunción y de fe, para devolverte al mundo que te habrá relegado. Yo me sentiré herido en mi propia vida, y consideraré mi historia partida en dos por ese momento tuyo definitivo. Yo cerraré tus reacios y sorprendidos ojos con mano amiga, y velaré tu cadáver emblanquecido y mutante durante toda la noche y la inútil aurora que no te habrá conocido. Yo retiraré tu almohada, yo tus sábanas humedecidas. Yo, incapaz de concebir la existencia sin tu presencia diaria, querré seguir sin dilación tus pasos al contemplarte exánime. Yo iré a visitar tu tumba, y te hablaré sin testigos en lo alto del cementerio tras haber ascendido por la pendiente y haberte mirado con amor y fatiga a través de la piedra inscrita. Yo veré anticipada en la tuya mi propia muerte, yo veré mi retrato y entonces, al reconocerme en tus facciones rígidas, dejaré de creer en la autenticidad de tu expiración por dar ésta cuerpo y verosimilitud a la mía. Pues nadie está capacitado para imaginar la muerte propia.


Javier Marías, "El hombre sentimental"


Que la tierra te sea leve, maestro.

sábado, 27 de junio de 2020

Adiós a Belén Bermejo



Descanse en paz esta maravillosa mujer, Belén Bermejo. 

Seguía sus publicaciones casi diarias en redes sociales desde hace años y me doy cuenta de repente, una vez más, de qué frágil es todo lo que damos por hecho. Hoy se ha ido, pero su increíble sensibilidad tras la cámara queda patente en sus redes sociales, donde acompañaba las imágenes con textos a pie cargados de sensibilidad, donde compartía reflexiones o nos contaba sus pequeñas manías cotidianas desde su fina ironía y esa manera tan grata y original que tenía al escribir. También publicó un pequeño libro recopilatorio de sus mejores imágenes, "Microgreografías de Madrid", cuyos beneficios destinaba a la unidad de oncología del hospital La Princesa de Madrid, donde acudía a tratarse el cáncer que padecía. 

Es difícil contaros la vitalidad que transmitía a pesar de su dura situación, y lo increíblemente inspiradora que era. He querido compartir algunas de sus imágenes que son mis favoritas, casi todas por supuesto con el agua como protagonista, y aquella tan divertida del misterioso hilo de pintura que efectivamente aún recorre los escalones del Museo Reina Sofía de Madrid, y que gracias a ella supe que eran los vestigios de una obra de Francis Alys. También, la última que compartió tan enigmática, con su imagen reflejada en un escaparate, que ni siquiera incluía texto a pie, casi adivinando el posterior silencio definitivo que ya acechaba. 

Belén Bermejo era editora de Espasa y sé que se hacía querer por su entorno de una manera muy especial. Nadie mirará igual los pequeños detalles de Madrid como ella. Que la tierra te sea leve, Belén.







jueves, 14 de julio de 2016

bonus track #4


Alguien pasa a mi lado sin tocarme ni mirarme pero siento que me lanza un hechizo: tengo que volver la vista atrás.
Aparenta ser una de esas extrañas personas que en algún momento se bajó del mundo por algún motivo durante algún tiempo y ahora tiene que volver a aprenderlo todo: y se enfrenta a todo esto con una mezcla de ingenuidad y experiencia que resulta inquietante, una energía dual extraña que no todo el mundo es capaz de tener a su alrededor. Una mezcla de hola y adiós, de regreso al futuro, de retorno al vientre materno, un algo sádico y magistral, una presencia en el fondo aterradora, que tiene algo de inaprensible en tanto que no es humano. Ante esas presencias me arrodillo, como un animal amaestrado, no lo puedo evitar y no voy a intentarlo: me alimento de ese influjo.


Texto: Mar López
Imagen: Susana Blasco

lunes, 30 de diciembre de 2013

2013, las mejores lecturas

Permitid que paladee este momento, que lo observe sonriendo mientras se arroja desde el futuro al pasado – haciéndome al pasar un guiño¹.

Me propongo reducir al máximo la lista de libros estupendos leídos en este año que termina: incluir en ella solo aquellas lecturas-amuleto, solo libros que hacen temblar.

Ojeo la lista de libros leídos y me doy cuenta de que sobre la mitad de ella se cierne una sombra negra. A pesar de ello, y como no podía ser menos, de ese tiempo oscuro emerge enseguida una luz cegadora: la de “El enamorado de la Osa Mayor”, de Sergiusz Piasecki. Este extrañísimo autor redactó esta novela mientras se encontraba encarcelado por traficar con mercancías entre fronteras y por actuar como espía. En ella, relató sus peripecias utilizando un lenguaje sublime y delicadísimo, que precisamente contrasta con el medio tan hostil que evoca. Aunque había sido condenado a pena de muerte, fue este libro el que le salvó de tan funesto destino. Una vez en libertad, nada más se supo de él. Murió en 1964, y ahora lo único que podemos hacer para sentirlo un poco más cerca es observar la Osa Mayor y percibir su guiño.

Mientras un escalofrío recorre hasta la última de mis escamas al revisar esas fechas en orden cronológico, otro maestro acude al rescate, con una obra profundamente psicológica, violenta y descarnada: David Vann, con “Tierra”. Primero fue “Sukwan Island”, un libro que agita como la peor de las noticias recibida al despertar. A este siguió “Caribou Island” y David Vann se reafirmó como ese arcángel despiadado que tras su aspecto embaucador esconde un serrucho oxidado, como ya dije alguna vez. “Tierra” reafirma a este increíble autor como tejedor de tramas que brotan de una pequeña semilla y crecen y se expanden y te atrapan en una enredadera de angustia y claustrofobia... de la que no puedes escapar. Lo leí en el peor momento posible, y sin embargo lo disfruté igual que si las nubes no estuvieran surcando mi frente, amenazando con quedarse.

Hay libros en los que te reconoces, aunque sólo sea en un momento muy puntual de tu vida y luego sólo se conviertan en un bonito recuerdo. “Rosas en diciembre” de Daniel G. Sanguino fue un libro-bálsamo que durante algunas semanas tuve que llevar encima en todo momento como si de un talismán se tratara.

De sus tres poemarios publicados hasta la fecha, es sin duda el más depurado y brillante, augurio de una obra estupenda: sin poder evitar un destello de emoción, desde aquí le doy las gracias.


A continuación, una de las amazonas que me enseñan y me impulsan a diario, Pilar Pedraza, maestra feminista y maestra de feministas con la que compartí un viaje al pasado y aprendí todos los secretos de la Esfinge, de Medusa y de Pantera en “La bella, enigma y pesadilla”.

Se trata de un ensayo sobre la figura de la mujer desde un punto de vista mitológico, que conforma una trilogía con los libros “Espectra: descenso a las criptas de la literatura y el cine” y “Máquinas de amar”, todos ellos increíblemente buenos.

Un poemario más. Aunque no todos los libros enumerados hasta ahora están exentos de lírica: yo no me atrevería a asegurar que Piasecki no fue un poeta. Celan, Celan... Paul Celan. Con no uno sino dos libros magníficos que consiguieron evadirme por completo y trasladarme a un sitio donde sí quería seguir viviendo: “De umbral en umbral” y “Amapola y memoria”. La poética de Paul Celan, profundamente simbólica, teje una suerte de laberinto extraño en que el lector se ve inmerso desde los primeros versos: sin saber muy bien por dónde continúa el camino y qué forma tienen los setos que lo circundan. Sin embargo, una vez hallada la clave para asimilar los poemas, todo fluye de una forma maravillosa: el único secreto es dejarse llevar y abrirse, ponerse en sus manos, como suele suceder siempre con la buena poesía. Sus poemas son en gran medida fruto de las vivencias de su autor en el holocausto alemán: pero que nadie busque poesía narrativa donde se relaten sus experiencias, porque no la va a encontrar. Lo que plasmó Celan es el resultado de su tragedia personal, su alma herida tras los acontecimientos que se vio obligado a sufrir.

Este libro que comparto ahora es muy especial para mí, por la sencilla razón de que me salvó la vida. Pues, como bien me explicó el gran amigo que me lo tendió a tiempo como un flotador en el alta mar embravecida, se trata de un libro que hace eso: salva vidas. “El deseo según Gilles Deleuze” de Maite Larrauri. Una introducción sencilla y gráfica a las teorías de Deleuze, que forma parte de la colección “Filosofía para profanos” en la que también hay introducciones al pensamiento de Foucault, Hannah Arendt, Spinoza o Nietzsche, entre otros. Gracias a este libro también comencé la aventura Deleuze, que aún continúa y que me ha dado a conocer valiosísimas enseñanzas de este filósofo y de otros como Giorgio Agamben, Felix Guattari o José Luis Pardo. Bocanada vital de aire fresco en medio de aquel aliento pestilente... una huida hacia delante. Línea de suerte, línea de cadera, línea de fuga. ¿Cómo no emocionarse ahora al recordarlo?


Me doy cuenta, mientras hago este repaso, que este año incluye una cantidad de relecturas mayor a lo acostumbrado: “La caverna” de Saramago, “Negra espalda del tiempo”, “Literatura y fantasma” y “Los enamoramientos” de Javier Marías, “Butes” de Pascal Quignard, “Cómo liberar tigres blancos” de Isabel García Mellado, “Deseo de ser piel roja” de Miguel Morey o “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro, entre otros. Todos ellos libros que forman parte de mí, o más bien, libros gracias a los cuales soy quien soy, y que necesito retomar cada cierto tiempo en una suerte de ritual que me confirma el paso del tiempo y marca etapas en mi vida.


Como mi intención inicial era reducir los buenos libros leídos a un pequeñísimo porcentaje, añado sólo un libro más y a continuación aplazo este resumen anual hasta finales del próximo diciembre: por ahora, me despido con William Faulkner y su “Visión en primavera”, el libro que me descubrió al Faulkner poeta y que supuso algo así como añadirle una velita al altar que ya presidía este autor en mi olimpo personal. Tan onírico, nocturno, misterioso y genial como sólo pueden serlo los maestros de la palabra como lo fue Faulkner. Estos poemas rebosan inspiración, dedicación y talento.

2013 llega a su fin y lo despido como después de haber compartido un éxtasis alcanzado sólo tras unos comienzos torpes y poco afortunados: el final ha sido estupendo, pero quiero que se vaya.

Un año menos en mi haber y tantos miles de palabras, tanta literatura y nada, absolutamente nada que contarte.

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¹ Deseo de ser piel roja. Miguel Morey. Anagrama, 1999

miércoles, 10 de abril de 2013

José Luis Sampedro


Barcelona , 1 de febrero de 1917 – Madrid , 8 de abril de 2013

Recuerdo que una vez le di la mano entre lágrimas y eso, ahora, es suficiente.

miércoles, 6 de junio de 2012

Adiós a Ray Bradbury


Hoy ha muerto Ray Bradbury, magnífico escritor y Duke of Diente de León del Reino de Redonda. Desde aquí quiero presentarle todo mi respeto porque su magnífica obra, que ya había pasado a la historia, me ha hecho soñar. En concreto, la estupenda novela "Fahrenheit 451", a cuyo dramático futuro parece haber sobrevivido su autor, es una de las mejores novelas que he leído nunca. Esta novela, publicada originalmente en 1953, resulta tan antigua desde nuestra perspectiva de 2012 que casi parece un capricho del tiempo que su autor haya ido a morir justo ahora.

Ahora sí, será para siempre inolvidable. Desde estas aguas salobres le deseamos el más feliz de los tránsitos.

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