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jueves, 5 de noviembre de 2015

Entrevista a Pilar Pedraza


"Siniestro es aquello que consiste en un parpadeo entre lo real y lo irreal; la estatua que se pone en movimiento, eso es lo siniestro. Y eso es lo que a mí me gusta. También me gustan los problemas de la frontera entre cosas: entre la muerte y la vida, entre lo masculino y lo femenino... fronteras que separan muy a rajatabla en nuestra cultura las cosas (...)

Qué tiene el terror o lo fantástico que nos puede fascinar tanto y que hace que disfrutemos tanto con cosas que si fueran reales serían terroríficas. Voy a contestarlo porque es costumbre hacerlo, pero creo que es una pregunta que no tiene respuesta (...)

En España sí ha habido algunas escritoras, sobre todo del siglo pasado, como Emilia Pardo Bazán, que han escrito de terror y lo han escrito muy bien. Convendría sacar a relucir el terror español, porque lo hay (...)"

martes, 1 de julio de 2014

"Brujas, sapos y aquelarres" - Pilar Pedraza


Please allow me to introduce myself
I'm a man of wealth and taste
I've been around for a long, long year
stole many a man's soul and faith.

“Sympathy for the devil”, The Rolling Stones

(...) el demonio ama a las mujeres y las posee con preferencia sobre los hombres. Lo hemos visto.
Pilar Pedraza


Los ensayos de Pilar Pedraza contienen una serie de elementos diferenciadores que los hace únicos y de valor incalculable: se centran en el estudio de la figura de la mujer desde un punto de vista antropológico, pero añaden siempre una tendencia feminista y siniestra que a sus lectores nos entusiasma y nos da alas.
No imagino los libros de Pilar mejor encajados que en el catálogo de la editorial Valdemar, su relación es estrecha y me atrevo a decir que inevitable, libros de esa temática y de esa calidad en pocos sitios serían tratados y editados como en la mejor editorial gótica española.

“Brujas, sapos y aquelarres” es un recorrido histórico redactado a capricho, cuidadosamente documentado y plagado de sentencias brillantes.

"Hacer lo posible por tener poder, o arrimarse a quien lo tenga, es propio de la condición humana. Llamamos magia a lo primero; a lo segundo, religión."

Hécate, la bruja más poderosa, es la encargada de iniciar el recorrido junto al can Cerbero. Después, a lomos de escobas o bajo el efecto de sustancias lisérgicas, desfilan una a una las brujas más famosas de la historia, de la mitología, de la literatura y del cine. Imagino a todos los incondicionales de Pilar Pedraza llorando de emoción al llegar a uno de los últimos apartados en los que incluso se habla de música y de la presencia de estas figuras en el black metal noruego y sus derivados.

Un pequeño pero relevante detalle a destacar es que Pilar no idealiza la figura de la bruja, es decir, no cualquier bruja le vale. Ya en el inicio se deja muy claro que como en cualquier colectivo, grupo, tribu urbana o similar, existe un intrusismo que en ocasiones ha afeado y tergiversado la imagen de la verdadera brujería: “brujillas miserables e iletradas, carne de hoguera o de horca, sobre muchas de cuyas confesiones, inducidas por la tortura, han surgido y se han aposentado en el imaginario terrores, visiones y situaciones abyectas. De ellas se han alimentado o se han aprovechado instituciones que han manchado para siempre y sin perdón la imagen de las iglesias sectarias cristianas, como la católica, la calvinista o la puritana.”

Leyendo este ensayo conseguimos una idea más definida del papel de la mujer en la sociedad desde tiempos inmemoriales, asistimos a su búsqueda natural de auxilio en la agudización del ingenio para escapar de la tiranía violenta de los varones. También, como contraprestación, las acusaciones muchas veces infundadas de prácticas contrarias al credo cristiano hacia mujeres a las que se quería apartar porque su presencia molestaba, asustaba o atentaba contra la inercia borrega de la sociedad. Siempre han molestado quienes eligen un camino y un estilo de vida propios y diferentes a los intereses de las estrategias del poder: lo hemos visto a lo largo de la Historia y también si nos asomamos (mirando de reojo, abochornados) a los acontecimientos de la actualidad.

Pilar Pedraza: maga de las letras feminista, culta y sin una pizca de miedo en adentrarse en terrenos eternamente vedados, a la que imaginamos buceando entre libros prohibidos a la luz de las velas, desde este mar iluminado por la luz de la luna, le damos las gracias y la más sincera enhorabuena.

As if time had stopped still I was numb with fear
But still I wanted to go
And the blaze of the fire did no hurt upon me
As I walked onto the coals

And I felt I was in a trance
And my spirit was lifted from me
And if only someone had the chance
To witness what happened to me

“Dance of Death”, Iron Maiden

lunes, 16 de junio de 2014

Las ratas del Retiro


Termina un año más la FLM sin que esta vez haya tenido que trabajar en ella (nunca más, te lo prometo, nunca más, me repito como una letanía, una nana apaciguadora). El recuerdo del frío de la interminable edición de 2013 me hace temblar sólo un instante y olvido que la feria existe. Tuvo que llegar la promesa de las firmas de gigantes como Pilar Pedraza, Neil Gaiman, Javier Marías... y una compañía inmejorable para que cediera a abandonar mi refugio en el norte y poner rumbo a ese lugar de recuerdos y perdición, aparcar el corcel en la tantas veces atravesada puerta del parque frente a la boca del metro de Ibiza y... ratas.

Las mismas caras, los mismos estantes combados, el mismo mal olor, el mismo calor, los mismos libros en la mayoría de expositores, el mismo polvo de siglos sobre las cubiertas, el mismo sopor negro apagado y mate, las mismas actividades sin imaginación, algunos kilos de más y la sombra de unas ojeras que antes no estaban, o acaso es que el año pasado no las supimos ver.

Los busco, pero no encuentro ni un solo segundo de la vida que perdí entre esas paredes de contrachapado. El revuelo se centra como siempre en las casetas donde firman los que no saben hacer la o con un canuto. Concursantes de programas de televisión, presentadores trasnochados, farsantes disfrazados. 

Miro al pasar a los escritores desconocidos que esperan el primer libro para firmar: el brillo desesperado de sus ojos contrasta con su gesto despreocupado ensayado frente al espejo. Sigo caminando y veo también los rostros-máscara de los habituales del underground literario... y ratas por doquier.

Por suerte, un tic-tac, toc-toc de color rosa que ondea sujeto con pinzas, golpea suavemente en mi contradictoria cabeza, me despierta de la ensoñación y vuelvo a sonreír, esquivando curiosos y lectores.

Caminando de puntillas con cuidado... con brújula pero sin mapa conseguimos charlar con las chicas de las librerías feministas, aprendemos, intercambiamos direcciones de contacto, compartimos y llenamos la mochila de energía (cada día que pasa me reafirma más en que la vida es un maldito videojuego).

Mestre, mágico y multicolor
Las pinceladas de Juan Carlos Mestre se elevan y vuelan sobre los techos de las casetas y bañan el parque entero de destellos y luces multicolores; el increíble e inigualable Frank G. Rubio me consigue una camiseta de Valdemar mientras ante su regocijo prometo erigirle una estatua junto a la del Ángel Caído del Retiro; el barquillero grita; un niño deja caer para siempre la bola de su helado al suelo; alguien compra por casualidad un libro de Deleuze en Traficantes de Sueños sin saber que en ese instante algo enorme en su vida cambia; el cuarteto de cuerda interpreta Nothing else matters a la sombra; en Huerga y Fierro ya no hay latas de cola para Leopoldo María Panero (DEP, maestro de tinieblas); alguien sonríe de medio lado mientras lee un libro de Tiqqun apoyado contra un árbol; una historia antigua que habita dentro de un poema (como los fantasmas de Morey, lanzándose desde el futuro al pasado) me guiña al pasar un ojo; el gato de Gaiman sigue protegiendo el brazo de las cosas buenas; en el lago del Retiro un remo golpea una botella con un mensaje dentro... 

...y en ese mensaje...
Está escrito tu nombre.

Gracias, Frank.

lunes, 30 de diciembre de 2013

2013, las mejores lecturas

Permitid que paladee este momento, que lo observe sonriendo mientras se arroja desde el futuro al pasado – haciéndome al pasar un guiño¹.

Me propongo reducir al máximo la lista de libros estupendos leídos en este año que termina: incluir en ella solo aquellas lecturas-amuleto, solo libros que hacen temblar.

Ojeo la lista de libros leídos y me doy cuenta de que sobre la mitad de ella se cierne una sombra negra. A pesar de ello, y como no podía ser menos, de ese tiempo oscuro emerge enseguida una luz cegadora: la de “El enamorado de la Osa Mayor”, de Sergiusz Piasecki. Este extrañísimo autor redactó esta novela mientras se encontraba encarcelado por traficar con mercancías entre fronteras y por actuar como espía. En ella, relató sus peripecias utilizando un lenguaje sublime y delicadísimo, que precisamente contrasta con el medio tan hostil que evoca. Aunque había sido condenado a pena de muerte, fue este libro el que le salvó de tan funesto destino. Una vez en libertad, nada más se supo de él. Murió en 1964, y ahora lo único que podemos hacer para sentirlo un poco más cerca es observar la Osa Mayor y percibir su guiño.

Mientras un escalofrío recorre hasta la última de mis escamas al revisar esas fechas en orden cronológico, otro maestro acude al rescate, con una obra profundamente psicológica, violenta y descarnada: David Vann, con “Tierra”. Primero fue “Sukwan Island”, un libro que agita como la peor de las noticias recibida al despertar. A este siguió “Caribou Island” y David Vann se reafirmó como ese arcángel despiadado que tras su aspecto embaucador esconde un serrucho oxidado, como ya dije alguna vez. “Tierra” reafirma a este increíble autor como tejedor de tramas que brotan de una pequeña semilla y crecen y se expanden y te atrapan en una enredadera de angustia y claustrofobia... de la que no puedes escapar. Lo leí en el peor momento posible, y sin embargo lo disfruté igual que si las nubes no estuvieran surcando mi frente, amenazando con quedarse.

Hay libros en los que te reconoces, aunque sólo sea en un momento muy puntual de tu vida y luego sólo se conviertan en un bonito recuerdo. “Rosas en diciembre” de Daniel G. Sanguino fue un libro-bálsamo que durante algunas semanas tuve que llevar encima en todo momento como si de un talismán se tratara.

De sus tres poemarios publicados hasta la fecha, es sin duda el más depurado y brillante, augurio de una obra estupenda: sin poder evitar un destello de emoción, desde aquí le doy las gracias.


A continuación, una de las amazonas que me enseñan y me impulsan a diario, Pilar Pedraza, maestra feminista y maestra de feministas con la que compartí un viaje al pasado y aprendí todos los secretos de la Esfinge, de Medusa y de Pantera en “La bella, enigma y pesadilla”.

Se trata de un ensayo sobre la figura de la mujer desde un punto de vista mitológico, que conforma una trilogía con los libros “Espectra: descenso a las criptas de la literatura y el cine” y “Máquinas de amar”, todos ellos increíblemente buenos.

Un poemario más. Aunque no todos los libros enumerados hasta ahora están exentos de lírica: yo no me atrevería a asegurar que Piasecki no fue un poeta. Celan, Celan... Paul Celan. Con no uno sino dos libros magníficos que consiguieron evadirme por completo y trasladarme a un sitio donde sí quería seguir viviendo: “De umbral en umbral” y “Amapola y memoria”. La poética de Paul Celan, profundamente simbólica, teje una suerte de laberinto extraño en que el lector se ve inmerso desde los primeros versos: sin saber muy bien por dónde continúa el camino y qué forma tienen los setos que lo circundan. Sin embargo, una vez hallada la clave para asimilar los poemas, todo fluye de una forma maravillosa: el único secreto es dejarse llevar y abrirse, ponerse en sus manos, como suele suceder siempre con la buena poesía. Sus poemas son en gran medida fruto de las vivencias de su autor en el holocausto alemán: pero que nadie busque poesía narrativa donde se relaten sus experiencias, porque no la va a encontrar. Lo que plasmó Celan es el resultado de su tragedia personal, su alma herida tras los acontecimientos que se vio obligado a sufrir.

Este libro que comparto ahora es muy especial para mí, por la sencilla razón de que me salvó la vida. Pues, como bien me explicó el gran amigo que me lo tendió a tiempo como un flotador en el alta mar embravecida, se trata de un libro que hace eso: salva vidas. “El deseo según Gilles Deleuze” de Maite Larrauri. Una introducción sencilla y gráfica a las teorías de Deleuze, que forma parte de la colección “Filosofía para profanos” en la que también hay introducciones al pensamiento de Foucault, Hannah Arendt, Spinoza o Nietzsche, entre otros. Gracias a este libro también comencé la aventura Deleuze, que aún continúa y que me ha dado a conocer valiosísimas enseñanzas de este filósofo y de otros como Giorgio Agamben, Felix Guattari o José Luis Pardo. Bocanada vital de aire fresco en medio de aquel aliento pestilente... una huida hacia delante. Línea de suerte, línea de cadera, línea de fuga. ¿Cómo no emocionarse ahora al recordarlo?


Me doy cuenta, mientras hago este repaso, que este año incluye una cantidad de relecturas mayor a lo acostumbrado: “La caverna” de Saramago, “Negra espalda del tiempo”, “Literatura y fantasma” y “Los enamoramientos” de Javier Marías, “Butes” de Pascal Quignard, “Cómo liberar tigres blancos” de Isabel García Mellado, “Deseo de ser piel roja” de Miguel Morey o “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro, entre otros. Todos ellos libros que forman parte de mí, o más bien, libros gracias a los cuales soy quien soy, y que necesito retomar cada cierto tiempo en una suerte de ritual que me confirma el paso del tiempo y marca etapas en mi vida.


Como mi intención inicial era reducir los buenos libros leídos a un pequeñísimo porcentaje, añado sólo un libro más y a continuación aplazo este resumen anual hasta finales del próximo diciembre: por ahora, me despido con William Faulkner y su “Visión en primavera”, el libro que me descubrió al Faulkner poeta y que supuso algo así como añadirle una velita al altar que ya presidía este autor en mi olimpo personal. Tan onírico, nocturno, misterioso y genial como sólo pueden serlo los maestros de la palabra como lo fue Faulkner. Estos poemas rebosan inspiración, dedicación y talento.

2013 llega a su fin y lo despido como después de haber compartido un éxtasis alcanzado sólo tras unos comienzos torpes y poco afortunados: el final ha sido estupendo, pero quiero que se vaya.

Un año menos en mi haber y tantos miles de palabras, tanta literatura y nada, absolutamente nada que contarte.

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¹ Deseo de ser piel roja. Miguel Morey. Anagrama, 1999

domingo, 18 de agosto de 2013

"Máquinas de amar" - Pilar Pedraza


<<La unión del cuerpo biológico y la máquina en un solo ser -cyborg-, al que la medicina actual ha llegado hace tiempo con el progreso de la biomecánica, es un viejo sueño del hombre, tan viejo como las prótesis: desde el hombro de marfil de Pélope para sustituir el que devoró Deméter, hasta el gancho del capitán Garfio o la pata del capitán Achab. En el cine, hay cyborgs poéticos y encantadores como Eduardo Manostijeras, terroríficos como Freddy Kruger, cabezotas como Terminator, justicieros como Robocop y, ya más evolucionados y finos, los androides y andreidas de Blade Runner. Y ayer mismo vimos por televisión un desfile de modas en el que transitó por la pasarela, sin ayuda alguna y con paso inquietante, luciendo un modelo de alta costura, una joven que había perdido las piernas en un atentado y las llevaba ortopédicas. En el ambiente futurista del desfile, creado por un diseñador para quien la moda no consistía únicamente en prendas de vestir, no faltaban brazos robóticos de los utilizados para pintar en las fábricas de coches, que pulverizaban in situ colores metalizados sobre vaporosas faldas de la nueva temporada.



(...) Un hombre puede amar a una muñeca, pero una mujer no puede amar a un muñeco, salvo en casos límite como el de Protesilao y Laodamia. No lo necesita. El esfuerzo de la cultura por crear a la mujer, como Pigmalión a Galatea, no puede tener como contrapeso un esfuerzo (¿de quién?) por crear al hombre para la mujer. La mujer no quiere hombres ideales, está dispuesta a abandonar a su padre y compartir su suerte con otra persona. ¿Qué sentido tiene repetir un error, aunque haya dado en el arte resultados tan espléndidos? Otra cosa es el travestismo artístico en la creación de personajes. Si Flaubert es Mme. Bovary, Emily Bronte es Heathcliff, y Patricia Highsmith es Ripley. En este sentido, la más profunda transubstanciación es la de Mary Shelley en la Criatura de Frankenstein, espejo de la desdichada condición de todos nosotros, hombres y mujeres.
Pero las cosas no son tan sencillas ni nosotros tan ingenuos. A estas alturas, los problemas no son sólo de género sino sobre todo de civilización. Estamos inmersos en un capitalismo proteico que, como el Océano de la novela de Lem, Solaris, recicla, imita y clona continua y automáticamente lo que le echen. El narcisismo inherente al mito de Pigmalión ha sido transferido por el sistema a las mujeres, en el sentido de impulsarlas a ser sus propias Galateas. El Body-Art actual es el ejemplo extremo, con sus endoscopias, liposucciones en público y operaciones de cirugía plástica para acercar el rostro vivo al pintado. Pero lo que en el arte es ironía y desmesura, en la vida real constituye una nueva claudicación: convertir los cuerpos en materia para que la industria del deseo nos proporcione los moldes de unas formas cada vez más caras y más estrechas.>>

En este estupendo libro, "Máquinas de amar", Pilar Pedraza nos ofrece un recorrido por la historia de las mujeres creadas, muñecas y derivados, muy prolijo y como siempre, muy bien documentado. Comienza con los ejemplos extraídos de la mitología (Pigmalión y Galatea), sigue con los muñecos autómatas y después hace un análisis exhaustivo de estas figuras en la literatura y el cine, de forma que decenas de maniquíes inundan las páginas, ilustradas también con fotogramas y dibujos explicativos.

La redacción del libro es académica (explicativa, precisa y clara), aunque también irónica y subjetiva en pequeñas apreciaciones a lo largo de todo el texto, pero es hacia el final del libro donde la autora expone sus conclusiones y su punto de vista radical sobre el tema abordado: precisamente, a lo largo del libro abundan más las sucesiones de ejemplos (salpicados de pequeños comentarios, eso sí), que las opiniones personales explícitas y feministas que uno busca, casi como una droga, en este tipo de libros.

Las conclusiones de Pedraza son claras, como se ve de forma condensada en los fragmentos que he seleccionado aquí: es el hombre quien crea mujeres de mentira, a la mujer no le hace falta crear hombres de juguete. (En este punto, habría sido interesante que Pilar reflexionara sobre aquellas mujeres que aborrecen del sexo masculino y para quienes el mercado pone a su disposición figuras fálicas con diferentes grados de realismo que consumen mientras continúan aborreciendo el sexo masculino). Ya sea debido a la pérdida de la mujer amada, a quien se sustituye por una réplica inerte, o bien por enfermedades mentales, el hombre crea mujeres artificiales que le aportan una serie de ventajas que una de carne y hueso no le puede ofrecer. O bien, construyendo una mujer de mentira tiene la posibilidad de evitarse los inconvenientes que una mujer de verdad le reportaría.

Siempre se tiende a generalizar,  y eso provoca errores y malos entendidos. Pero es cierto que muchos hombres sólo ven en la mujer un cuerpo que les excita: el hecho de que se trate de un ser humano es un problema secundario. Sí, generalizar quizá lo dificulte todo un poco. Pero acudamos a los datos objetivos y pongamos en una balanza el número de hombres violadores contra el de mujeres violadoras. ¿Y ahora?

Autoras estupendas como Pilar Pedraza, feministas de verdad, luchadoras y creadoras de opinión (no falsas feministas de boquilla que se ocultan bajo las faldas de mamá cuando las cosas se ponen feas), me reafirman en mi opinión de que una feminista jamás apoyaría a un hombre que juega, engaña y trata como utensilios a las mujeres. Y viceversa: como bien dice Pilar, en esta sociedad " los problemas no son sólo de género sino sobre todo de civilización".

Y es que existe mucha confusión en todos los ámbitos, hay demasiada gente, demasiada concentración y un bombardeo de información vacía y falsa que lo contamina todo. Recrearse en una mujer de juguete posiblemente sea sólo una forma enfermiza de escapar de una realidad que a algunos hombres (y a algunas mujeres) les viene grande. Pero qué es más enfermizo: apartarse de la humanidad  y convivir con una muñeca, o tratar como muñecas a mujeres (o a hombres) de carne y hueso. ¿Qué opción es más insana? ¿Y cuál la más extendida?

martes, 21 de mayo de 2013

"La Bella, enigma y pesadilla" - Pilar Pedraza

Las sirenas (Klimt, 1899)

«Odiseo viola la dulzura del canto con el punzante y obsceno mástil de su barco, sometiendo con ello a las atroces cantoras que, según algunos, se suicidan, despechadas, como la Esfinge tebana al ser despojada del velo de sus enigmas: idea absurda, que Homero no transmite. ¿Puede morir la Muerte? ¿Va la Muerte a suicidarse porque un simple súbdito suyo, un mortal, la burle de momento valiéndose de una treta infantil y siguiendo los consejos de una turbia hechicera? No: ahí está y ahí se queda la isla de las cantoras, con sus huesos y sus flores, esperando tranquilamente, bajo los astros, a que aparezca un nuevo barco. Ahí la encuentran los Argonautas —antes que Odiseo en el mito, en la cronología literaria después, ya que el episodio es narrado por el poeta helenístico Apolonio—, que logran pasar ante ella, gracias a la potencia del canto de Orfeo.

Vista la representación desde el contracampo, ¡qué soledad la de las Sirenas, reinando entre huesos y desperdicios, alisándose las plumas al sol, en una isla remota cuyas flores no llegan a atenuar con sus perfumes los vapores de la corrupción! ¡Qué alegría las embriagaría cuando vieron aparecer en el horizonte el corvo bajel de proa azulada, con su cargamento de hombres atezados, comandados por Odiseo, el héroe de los cabellos como racimos de jacintos! ¡Y qué ofensa para ellas que cantos tan elaborados, tan sabiamente dosificados en sus perfumes y venenos, fueran a parar a oídos sordos, a orejas taponadas con la cera segregada por las abejas industriosas, las estúpidas abejas que trabajan y trabajan y trabajan y se afanan mientras las cigarras, los pájaros y las Sirenas cantan en los árboles, las rocas y las nubes!

¿Qué sintió la blanca Leucosia cuando aquel frágil cascarón de pino pasó sin detenerse ante sus ojos glaucos, cuando su canto encontró un muro de cera que le impedía llegar al corazón de los itacenses, que poco antes habían hozado como cerdos en las moradas de Circe?

¿Acaso no fue lo peor de todo para Ligia el hecho de sentir que la melodía fascinaba a Odiseo y que unas maromas de áspero cáñamo le retenían atado al poste de tormento de una impotencia que era potencia contra ella?

¿Qué pensó Parténope cuando las espirales de armonía que salían de su boca de virgen se enredaban en el áspero palo? ¿No resultó peor que ser violada en cualquier burdel de puerto por un marino extranjero al que las dulzuras de su acento resultaran indiferentes?

Ser vencidas por los ritmos arrebatadores de Orfeo constituyó una derrota soportable, incluso honrosa; ser rebasadas por excombatientes que hacían oídos sordos, una humillación.»

(...)

«Las Sirenas de mar me interesan poco, salvo la Doña Teodora de Álvaro Cunqueiro, griega de nacimiento, que a la muerte de su amigo el vizconde portugués, quiso meterse monja en un monasterio de la laguna de Lucerna. Como tenía la cola rosada y se la quería teñir de luto, recurrió a Don Merlín. Realizó éste el encargo sumergiéndola en una tina llena de un caldo cuyos ingredientes recojo, por si alguien se ve en la tesitura de tener que enlutar un pescado. Son los siguientes: polvo de oro sulfatado, cuatro mezclas de corteza de nogal, extracto de campeche y crémor tártaro. Hay que remover esto durante una hora con una varita de plata y luego añadir un puñado de sal. Con tal mixtura, la cola viene a quedar de un color negro brillante, con un filo de oro en el borde de cada escama. Y es lástima que las Sirenas de mar carezcan de ombligo, porque si lo tuvieran, el mejor aderezo de este luto consistiría en una cuenta de azabache —piedra, por otra parte, que protege del mal de ojo— puesta en él, o bien una monedita de oro como las que traen las moras en las orejas y en los chalequillos.»


Pilar Pedraza
La bella, enigma y pesadilla
Tusquets, 1991

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