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sábado, 22 de octubre de 2016

Un mal sueño recurrente


Instantes en los que la realidad
     | se paraliza |
resulta imposible reaccionar
regresan, como un mal sueño recurrente
como un mantra repetido
desde la noche de los tiempos
como un soplo de aire ártico en Svalbart
como una noche en la isla de magia negra de Ambrym

Así es como el corazón
que latía a ritmo de poema
se convierte en uno más
dibuja sus condolencias
con un rastro sucio
de hojarasca y lluvia seca

El desasosiego amenaza a dentelladas
me alejo acunando una piraña entre mis brazos
apaciguando a la tormenta que vendrá
mordiendo lágrimas con sabor a hierro
y maldiciendo porque otra vez
hace un frío horrible
en ese punto exacto del estómago

Qué pudo salir mal si caminaba
con una ofrenda de pan entre mis manos
pronunciando una por una las palabras adecuadas
no hice preguntas, acaté las normas que regían
prendí risas infantiles como abalorios por el pelo

Pero algo cayó desde muy alto
y nadie pudo oír cómo se rompía
no explicaron nunca qué pasó
no sé si fui culpable
desde entonces siempre sueño que resbalo




Del texto y la fotografía: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016 

jueves, 14 de julio de 2016

bonus track #4


Alguien pasa a mi lado sin tocarme ni mirarme pero siento que me lanza un hechizo: tengo que volver la vista atrás.
Aparenta ser una de esas extrañas personas que en algún momento se bajó del mundo por algún motivo durante algún tiempo y ahora tiene que volver a aprenderlo todo: y se enfrenta a todo esto con una mezcla de ingenuidad y experiencia que resulta inquietante, una energía dual extraña que no todo el mundo es capaz de tener a su alrededor. Una mezcla de hola y adiós, de regreso al futuro, de retorno al vientre materno, un algo sádico y magistral, una presencia en el fondo aterradora, que tiene algo de inaprensible en tanto que no es humano. Ante esas presencias me arrodillo, como un animal amaestrado, no lo puedo evitar y no voy a intentarlo: me alimento de ese influjo.


Texto: Mar López
Imagen: Susana Blasco

jueves, 3 de marzo de 2016

Nightmare

The nightmare - John Henry Fuseli
" Una yegua en la noche, eso es lo que muchos creen, hasta los propios ingleses, que significa su palabra nightmare, cuya traducción correcta es 'pesadilla' pero que literalmente parece querer decir 'yegua de la noche o nocturna' y no es así sin embargo, también eso lo estudié de joven, y el nombre mare tiene dos orígenes según vaya solo o con la palabra 'noche', cuando se refiere a la yegua viene del anglosajón mêre, que significaba eso mismo, y en la pesadilla la procedencia es en cambio mara si mal no recuerdo, que significaba 'íncubo', el espíritu maligno o demonio o duende que se sentaba o yacía sobre el durmiente aplastándole el pecho y causándole la opresión de la pesadilla, comerciando a veces carnalmente con él o ella aunque si es con él el espíritu es femenino y se llama súcubo y está debajo, y si es con ella es masculino y entonces sí es íncubo y se pone encima: pese yo mañana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho que te lleve a la ruina, la vergüenza y la muerte, quizá la banshee que anunciaba con sus gemidos y gritos y cánticos la muerte en Irlanda había pertenecido a ese género, en mi caminata había visto a alguna vieja harapienta y errante, tal vez una banshee que aún no sabía a qué hogar dirigirse esa noche para entonar su lamento, tal vez se encaminaría hacia el que fue una vez mío, yo ya no vivía allí y estaba por tanto a salvo (...) "

Javier Marías
"Mañana en la batalla piensa en mí"

martes, 21 de mayo de 2013

"La Bella, enigma y pesadilla" - Pilar Pedraza

Las sirenas (Klimt, 1899)

«Odiseo viola la dulzura del canto con el punzante y obsceno mástil de su barco, sometiendo con ello a las atroces cantoras que, según algunos, se suicidan, despechadas, como la Esfinge tebana al ser despojada del velo de sus enigmas: idea absurda, que Homero no transmite. ¿Puede morir la Muerte? ¿Va la Muerte a suicidarse porque un simple súbdito suyo, un mortal, la burle de momento valiéndose de una treta infantil y siguiendo los consejos de una turbia hechicera? No: ahí está y ahí se queda la isla de las cantoras, con sus huesos y sus flores, esperando tranquilamente, bajo los astros, a que aparezca un nuevo barco. Ahí la encuentran los Argonautas —antes que Odiseo en el mito, en la cronología literaria después, ya que el episodio es narrado por el poeta helenístico Apolonio—, que logran pasar ante ella, gracias a la potencia del canto de Orfeo.

Vista la representación desde el contracampo, ¡qué soledad la de las Sirenas, reinando entre huesos y desperdicios, alisándose las plumas al sol, en una isla remota cuyas flores no llegan a atenuar con sus perfumes los vapores de la corrupción! ¡Qué alegría las embriagaría cuando vieron aparecer en el horizonte el corvo bajel de proa azulada, con su cargamento de hombres atezados, comandados por Odiseo, el héroe de los cabellos como racimos de jacintos! ¡Y qué ofensa para ellas que cantos tan elaborados, tan sabiamente dosificados en sus perfumes y venenos, fueran a parar a oídos sordos, a orejas taponadas con la cera segregada por las abejas industriosas, las estúpidas abejas que trabajan y trabajan y trabajan y se afanan mientras las cigarras, los pájaros y las Sirenas cantan en los árboles, las rocas y las nubes!

¿Qué sintió la blanca Leucosia cuando aquel frágil cascarón de pino pasó sin detenerse ante sus ojos glaucos, cuando su canto encontró un muro de cera que le impedía llegar al corazón de los itacenses, que poco antes habían hozado como cerdos en las moradas de Circe?

¿Acaso no fue lo peor de todo para Ligia el hecho de sentir que la melodía fascinaba a Odiseo y que unas maromas de áspero cáñamo le retenían atado al poste de tormento de una impotencia que era potencia contra ella?

¿Qué pensó Parténope cuando las espirales de armonía que salían de su boca de virgen se enredaban en el áspero palo? ¿No resultó peor que ser violada en cualquier burdel de puerto por un marino extranjero al que las dulzuras de su acento resultaran indiferentes?

Ser vencidas por los ritmos arrebatadores de Orfeo constituyó una derrota soportable, incluso honrosa; ser rebasadas por excombatientes que hacían oídos sordos, una humillación.»

(...)

«Las Sirenas de mar me interesan poco, salvo la Doña Teodora de Álvaro Cunqueiro, griega de nacimiento, que a la muerte de su amigo el vizconde portugués, quiso meterse monja en un monasterio de la laguna de Lucerna. Como tenía la cola rosada y se la quería teñir de luto, recurrió a Don Merlín. Realizó éste el encargo sumergiéndola en una tina llena de un caldo cuyos ingredientes recojo, por si alguien se ve en la tesitura de tener que enlutar un pescado. Son los siguientes: polvo de oro sulfatado, cuatro mezclas de corteza de nogal, extracto de campeche y crémor tártaro. Hay que remover esto durante una hora con una varita de plata y luego añadir un puñado de sal. Con tal mixtura, la cola viene a quedar de un color negro brillante, con un filo de oro en el borde de cada escama. Y es lástima que las Sirenas de mar carezcan de ombligo, porque si lo tuvieran, el mejor aderezo de este luto consistiría en una cuenta de azabache —piedra, por otra parte, que protege del mal de ojo— puesta en él, o bien una monedita de oro como las que traen las moras en las orejas y en los chalequillos.»


Pilar Pedraza
La bella, enigma y pesadilla
Tusquets, 1991

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