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domingo, 18 de agosto de 2013

"Máquinas de amar" - Pilar Pedraza


<<La unión del cuerpo biológico y la máquina en un solo ser -cyborg-, al que la medicina actual ha llegado hace tiempo con el progreso de la biomecánica, es un viejo sueño del hombre, tan viejo como las prótesis: desde el hombro de marfil de Pélope para sustituir el que devoró Deméter, hasta el gancho del capitán Garfio o la pata del capitán Achab. En el cine, hay cyborgs poéticos y encantadores como Eduardo Manostijeras, terroríficos como Freddy Kruger, cabezotas como Terminator, justicieros como Robocop y, ya más evolucionados y finos, los androides y andreidas de Blade Runner. Y ayer mismo vimos por televisión un desfile de modas en el que transitó por la pasarela, sin ayuda alguna y con paso inquietante, luciendo un modelo de alta costura, una joven que había perdido las piernas en un atentado y las llevaba ortopédicas. En el ambiente futurista del desfile, creado por un diseñador para quien la moda no consistía únicamente en prendas de vestir, no faltaban brazos robóticos de los utilizados para pintar en las fábricas de coches, que pulverizaban in situ colores metalizados sobre vaporosas faldas de la nueva temporada.



(...) Un hombre puede amar a una muñeca, pero una mujer no puede amar a un muñeco, salvo en casos límite como el de Protesilao y Laodamia. No lo necesita. El esfuerzo de la cultura por crear a la mujer, como Pigmalión a Galatea, no puede tener como contrapeso un esfuerzo (¿de quién?) por crear al hombre para la mujer. La mujer no quiere hombres ideales, está dispuesta a abandonar a su padre y compartir su suerte con otra persona. ¿Qué sentido tiene repetir un error, aunque haya dado en el arte resultados tan espléndidos? Otra cosa es el travestismo artístico en la creación de personajes. Si Flaubert es Mme. Bovary, Emily Bronte es Heathcliff, y Patricia Highsmith es Ripley. En este sentido, la más profunda transubstanciación es la de Mary Shelley en la Criatura de Frankenstein, espejo de la desdichada condición de todos nosotros, hombres y mujeres.
Pero las cosas no son tan sencillas ni nosotros tan ingenuos. A estas alturas, los problemas no son sólo de género sino sobre todo de civilización. Estamos inmersos en un capitalismo proteico que, como el Océano de la novela de Lem, Solaris, recicla, imita y clona continua y automáticamente lo que le echen. El narcisismo inherente al mito de Pigmalión ha sido transferido por el sistema a las mujeres, en el sentido de impulsarlas a ser sus propias Galateas. El Body-Art actual es el ejemplo extremo, con sus endoscopias, liposucciones en público y operaciones de cirugía plástica para acercar el rostro vivo al pintado. Pero lo que en el arte es ironía y desmesura, en la vida real constituye una nueva claudicación: convertir los cuerpos en materia para que la industria del deseo nos proporcione los moldes de unas formas cada vez más caras y más estrechas.>>

En este estupendo libro, "Máquinas de amar", Pilar Pedraza nos ofrece un recorrido por la historia de las mujeres creadas, muñecas y derivados, muy prolijo y como siempre, muy bien documentado. Comienza con los ejemplos extraídos de la mitología (Pigmalión y Galatea), sigue con los muñecos autómatas y después hace un análisis exhaustivo de estas figuras en la literatura y el cine, de forma que decenas de maniquíes inundan las páginas, ilustradas también con fotogramas y dibujos explicativos.

La redacción del libro es académica (explicativa, precisa y clara), aunque también irónica y subjetiva en pequeñas apreciaciones a lo largo de todo el texto, pero es hacia el final del libro donde la autora expone sus conclusiones y su punto de vista radical sobre el tema abordado: precisamente, a lo largo del libro abundan más las sucesiones de ejemplos (salpicados de pequeños comentarios, eso sí), que las opiniones personales explícitas y feministas que uno busca, casi como una droga, en este tipo de libros.

Las conclusiones de Pedraza son claras, como se ve de forma condensada en los fragmentos que he seleccionado aquí: es el hombre quien crea mujeres de mentira, a la mujer no le hace falta crear hombres de juguete. (En este punto, habría sido interesante que Pilar reflexionara sobre aquellas mujeres que aborrecen del sexo masculino y para quienes el mercado pone a su disposición figuras fálicas con diferentes grados de realismo que consumen mientras continúan aborreciendo el sexo masculino). Ya sea debido a la pérdida de la mujer amada, a quien se sustituye por una réplica inerte, o bien por enfermedades mentales, el hombre crea mujeres artificiales que le aportan una serie de ventajas que una de carne y hueso no le puede ofrecer. O bien, construyendo una mujer de mentira tiene la posibilidad de evitarse los inconvenientes que una mujer de verdad le reportaría.

Siempre se tiende a generalizar,  y eso provoca errores y malos entendidos. Pero es cierto que muchos hombres sólo ven en la mujer un cuerpo que les excita: el hecho de que se trate de un ser humano es un problema secundario. Sí, generalizar quizá lo dificulte todo un poco. Pero acudamos a los datos objetivos y pongamos en una balanza el número de hombres violadores contra el de mujeres violadoras. ¿Y ahora?

Autoras estupendas como Pilar Pedraza, feministas de verdad, luchadoras y creadoras de opinión (no falsas feministas de boquilla que se ocultan bajo las faldas de mamá cuando las cosas se ponen feas), me reafirman en mi opinión de que una feminista jamás apoyaría a un hombre que juega, engaña y trata como utensilios a las mujeres. Y viceversa: como bien dice Pilar, en esta sociedad " los problemas no son sólo de género sino sobre todo de civilización".

Y es que existe mucha confusión en todos los ámbitos, hay demasiada gente, demasiada concentración y un bombardeo de información vacía y falsa que lo contamina todo. Recrearse en una mujer de juguete posiblemente sea sólo una forma enfermiza de escapar de una realidad que a algunos hombres (y a algunas mujeres) les viene grande. Pero qué es más enfermizo: apartarse de la humanidad  y convivir con una muñeca, o tratar como muñecas a mujeres (o a hombres) de carne y hueso. ¿Qué opción es más insana? ¿Y cuál la más extendida?

sábado, 13 de julio de 2013

Bye Bye Blondie - Virginie Despentes


Hace tiempo, comentaba aquí mis impresiones acerca de un libro estupendo, la Teoría King Kong de Virginie Despentes. Como decía entonces, en Teoría King Kong, Despentes reflexiona sobre la realidad femenina en la sociedad actual desmintiendo el mito de la mujer sumisa, dirigiéndose sobre todo a la mujer de clase media con destino sentimental prefijado, abriendo nuevas opciones a la mujer para imponer su voluntad y vivir según su criterio independientemente de los deseos masculinos que pretendan influirla.

Pues bien, hace pocas semanas, me topé por casualidad con otro libro de la misma autora, esta vez una novela, titulada Bye Bye Blondie. Es la primera vez que una editorial trae al castellano esta novela (Pol-len edicions), así que es una suerte (doble, además, porque el libro estéticamente es estupendo). Existen más libros de Despentes (en francés en el original) pero, al menos por el momento, no los tenemos todos disponibles en castellano, y varios están descatalogados y son muy difíciles de conseguir en el mercado de segunda mano: ojalá que Bye Bye Blondie sea en Pol-len el primero de muchos.

Bye Bye Blondie es la historia de amor entre dos adolescentes de estética punk en una pequeña localidad francesa, Nancy, a finales de los años 80. Con respecto al punk, ambos se sienten identificados con el movimiento gracias a la música y a la estética: tratándose de adolescentes, es comprensible que no encuentren reconocimiento en el calado social del mismo, pero tampoco lo hacen según crecen y pasan los años: ambos se conocen en un centro psiquiátrico por diferentes desórdenes mentales, y mientras la chica conduce su vida indefectiblemente hacia el fracaso, las drogas, el vagabundeo y las subvenciones sociales, él abandona la calle y reconduce su destino. 

Ella miró rápido al cristal de la marquesina y pensó que formaban una bonita pareja. Una punkita destroy y un skin psicópata, tenían presencia.

Su historia amorosa pasa por diferentes fases; en general, el libro es desgarrador y no voy a ocultar que leerlo es bastante duro. Sin embargo, encierra una cantidad ingente de frases subrayables e inolvidables, y Despentes se luce como la amazona que es, fuerte, salvaje, indomable pero con una capacidad apabullante para transmitir a través de las palabras.

También le gustaba ser una chica, sola en una pandilla de chicos, y que no le hicieran comentarios. Lo veía como una prueba de su valor “tú eres como un tío”. Cuando sólo era la prueba de que el mundo está mal hecho.

Como nexo de unión con la Teoría King Kong, tenemos a Gloria (alter ego de Virginie) peleando cuerpo a cuerpo con las autoridades que pretenden domesticar su cerebro para hacerlo afín a las convenciones sociales. Se rebela contra padres, profesores, psicólogos, policías y con todo aquel, en fin, que se le ponga por delante. Con una fuerte tendencia a la agresividad y la angustia, es incapaz de superar el comportamiento adolescente de negarse a todo porque sí con tal de imponer, por la fuerza y aunque a veces (sólo a veces) sea absurda, su voluntad. En este sentido, tenemos por un lado la injusticia que supone nacer en una sociedad en la que debes hacer exactamente lo que se espera de ti, y es genial que existan individuos que se rebelen y traten de cambiar el rumbo de esa costumbre establecida. Por otro, y como contrapartida, este es el caso perfecto de alguien que se rebela pero que acaba teniendo una existencia desagradable e insatisfactoria por no jugar con acierto sus cartas y perder toda la fuerza por la boca y por los puños. Al menos, el personaje de Gloria es alguien que lucha, no alguien que vive cómodamente a costa de otros y sin esfuerzo, y sólo dice o aparenta que lucha, como sucede en el mundo real tan a menudo.

A él no le gustaba su pelo rojo. Para empezar, había decretado que ella se afeaba y le preguntaba por qué, con tono de tío competente que ha pensado mucho. ¿Por qué hacía eso? ¿Acaso ignoraba que podía ser bastante bonita? Como carta de presentación, Gloria lo encontraba bastante desagradable. Cero sensación de ser fea, ni repulsiva, en realidad. Por otro lado, es verdad que no se dedicaba a ligar con viejos psiquiatras de pelo blanco... Uno no puede gustarle a todo el mundo, pero el hombre estaba convencido de que, como a él no le gustaba, no era lo correcto. Por una vez, por esa vez, pensó en cerrar el pico.
Él empezó a hacerle preguntas sobre sexo, mirándola fijamente, probablemente para evaluar la reacción. Le habría gustado subirse a la mesa y patearle la cabeza para enseñarle a vivir y que la dejara en paz. Pero evidentemente, ese no era el mejor momento.
Ni de coña hablarle de sexo a ese viejo verde, cero enrollado, bajo esa luz tamizada de amarillo y aquel silencio pesado. Balbuceaba algunas respuestas lacónicas, evitaba su mirada. Encantada de tener plena confianza en su inteligencia escolar, esa que permite satisfacer las preguntas de aquella clase de tipos. Si no, estaría aterrorizada.
"¿Por qué cree que está aquí?
-Ese es el problema: no tengo ni idea."
Mala respuesta. Uno de esos casos jodidos en los que la franqueza, en realidad, no es la mejor opción. Se humilló un poco más:
"Estoy aquí porque mi madre comenzó a chillarme y en lugar de callarme le respondí igual..."
Mala respuesta de nuevo, se leía inmediatamente en la cara del viejo.
"Y en su opinión, ¿por qué rechaza usted ser una mujer?"
Gloria pensó guardarse los comentarios. Así que, aceptar ser mujer era recibir golpes sin querer devolverlos. Vale, capullo, por supuesto.
Mientras, no había sabido muy bien qué responderle. Tenía unas tetas como para que las rodara Russ Meyer, un culo de escándalo, y cuando la dejaban vestirse, le gustaba ponerse faldas con mallas rasgadas, vale, y en sus botas rangers había puesto cordones rosas, no salía nunca sin maquillaje, los ojos muy rojos, los labios muy negros y las uñas pintadas de verde... Era la única chica que conocía capaz de saltar la tapia con tacones... El viejo había manchado de comentarios algunas páginas antes de volver a los temas que consideraba cruciales:
-¿Por qué se afea? ¿Por qué ese corte de pelo? ¿Y ese color?

Si hubiera sido cantante de un grupo, eso le habría dado para hacer una canción "SOS, encerrada con los locos, el doctor quiere que vaya a la peluquería". Pero allí no le servía para nada.
Una vez más, cerrar el pico ¡eh! viejo imbécil, esto se llama movimiento punk. Nada que ver con que tengo un coño, una polla o un par de alas.

Existe una película homónima, dirigida por la misma Despentes y por el momento no disponible en España, en la que los protagonistas se hacen de carne y hueso tras la pantalla. Por lo visto, la relación heterosexual entre los dos adolescentes punkies se convierte en lésbica por arte de birlibirloque.

Se sintió muy gilipollas, una tonta del culo. Por haber esperado con esa confianza. Por haberse sentido tan bien con él. Por haber creído, aunque fuera por un segundo, haber imaginado que eso le podía pasar a ella, una cosa bonita, luminosa y fácil. “Pobre gilipollas”, se repetía, “esto te enseñará a vivir, puta estúpida”.

jueves, 11 de octubre de 2012

"Manifiesto contrasexual" - Beatriz Preciado


En un mundo normal no haría falta dedicar esfuerzos a escribir tesis como ésta. Sin embargo, en éste tan contaminado y mojigato, libros como el de Beatriz Preciado sirven para derribar barreras que alguien construyó algún día muy lejano (puede que la primera piedra se colocase en la noche de los tiempos), y gracias a eso ver un poco más lejos desde el sitio en el que nos encontramos. Pueden llamarlo abrir los ojos, quitarse la venda, abrir la mente... como quieran.

En un mundo normal, no haría falta reivindicar el derecho del ser humano a decidir cómo quiere llamarse y cómo entiende su sexualidad primero con respecto a sí mismo y después con quienes le rodean. Tampoco sería lógico definirse en base a los gustos sexuales, ¿por qué todo ha de girar en torno al sexo y a las preferencias de cada uno en este sentido? No es lo habitual, y por eso sigue habiendo mucha gente en contra, pero realizar un cambio de sexo y/o de género no debería tener más trabas administrativas que cualquier otra cirugía estética, sin entrar en los diversos aspectos psicológicos que derivan en ambas.

Estas teorías parten de romper con lo que tradicionalmente se entiende como masculino o propio del hombre y femenino o propio de la mujer. Eso, ya no vale, o no debería valer. Reducir la masculinidad o la feminidad a unos órganos concretos que nos acompañan desde el nacimiento no debería condicionar la vida de ningún ser humano: no se me ocurre nada más injusto, y sin embargo más real e implantado en esta sociedad, tan retrasada y vulgar en éste como en tantos otros temas.

Según Beatriz, no hay células masculinas ni femeninas, y a los recién nacidos se les asigna el sexo por lo que se aprecia visualmente al nacer, sin realizar análisis cromosómicos o genéticos. Esto debería darnos mucho que pensar, y debería derribar muchas barreras a quienes a estas alturas aún las carguen sobre sus hombros.

El contrato contrasexual que se propone en “Manifiesto contrasexual” (Anagrama, 2011) no está exento sin embargo de limitaciones, y por eso es complicado estar completamente de acuerdo con él. Pese a que esta lucha me parece imprescindible y muchos aspectos los comprendo bajo el mismo punto de vista, creo que no es conveniente “volver” a limitar la sexualidad humana precisamente por no estar de acuerdo con los límites que están actualmente establecidos. ¿No sería mejor luchar para borrarlos todos? 

La revisión a la teoría sexual que se propone en este libro es ideal para quienes no estamos satisfechos con las explicaciones que del mundo se nos dan desde que nacemos: imposiciones que no por ser antiguas llevan implícita la verdad intrínseca de todas las cosas. El lenguaje, por sus propias características, resulta siempre escaso y limitado y por tanto, etiquetar cada una de las realidades supone siempre delimitarlo con barreras. Volviendo al plano sexual, suelen ser las minorías quienes buscan un nombre que les defina (o es el resto del mundo quien se los asigna, normalmente partiendo de insultos que buscan excluirles con crueldad), cuando precisamente son esos grupos quienes se desvían de la supuesta “normalidad” rompiendo así sus propios límites (o, mejor, los límites de la sociedad). En la actualidad, una persona con inclinaciones heterosexuales no suele tener que explicarse ni definirse, y sin embargo otra con preferencias homosexuales o de cualquier otro tipo, sí suele tener que hacerlo (aunque creo que, precisamente, no debería hacerlo, fuera de la necesidad de entenderse a sí mismo nombrándose de alguna manera que dé sentido a su realidad... y aquí volvemos a las imposiciones sociológicas y a la necesidad imperativa de escapar a ellas). 

¿Por qué limitar esa fuga de la normalidad impuesta, que es ya un canto a la libertad por sí misma? Designarse a uno mismo en cualquier ámbito vital, limita el campo de acción, si uno es coherente entre lo que piensa-dice y lo que lleva a cabo en su día a día, (que ese ya es otro tema). Y matizar el lenguaje ya disponible para asociarlo a cada punto de vista particular, es entrar en una espiral semántica que no conduce al entendimiento: inventemos los términos que nos designan sin lugar a dudas o, mejor aún, evitemos nombrarlo todo.

En el discurso de Beatriz Preciado, la homosexualidad y la heterosexualidad no son entidades naturales, sino construcciones sociales y políticas: uno no nace siendo esto o aquello: según sus investigaciones, esas entidades se crearon hace relativamente poco tiempo, en la medicina de finales del siglo XIX, con la finalidad principal de normalizar la heterosexualidad y patologizar la homosexualidad: se crearon para regular el sistema que une sexo y reproducción. No deberíamos tener esa amnesia histórica, es un error muy común que juega en nuestra contra en todos los aspectos de la vida (en política, se usa ya como herramienta de control de masas): por eso es importante partir de la individualidad para conseguir un conocimiento más completo y universal, no podemos quedarnos con lo que quieran contarnos a saber por qué intereses. Si la inquietud parte de uno mismo, y estudia, e investiga, si lee sin descanso, obtendrá sus propias conclusiones y tendrá una versión única, individual, y original de las cosas, una voz propia. Ésa me parece a mí que es la única lucha que verdaderamente importa, y se puede extrapolar a todo.

El discurso de Beatriz Preciado se aplica a tantos aspectos de la sexualidad, es tan completo y tan interesante que invita a buscar toda su bibliografía y a escuchar su voz en los vídeos que circulan por la red. Una mente preclara la suya, con la que ayudar a construir nuestra particular versión de este mundo en el ámbito sexual, pero no sólo: también en lo social y en lo psicológico.

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