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martes, 17 de septiembre de 2013

"Fábula del falo" - Francisco Umbral


La “Fábula del falo” ha resultado ser una sorpresa múltiple, por lo que se ha ganado una zambullida en este agua salada sin ningún lugar a dudas: no solo se trata de un libro del que nunca había oído hablar (localizado por casualidad mientras buscaba algo muy distinto en una librería on-line de libros de segunda mano) sino que además está enfocado desde un punto de vista mucho menos irónico y cómico de lo que había imaginado: se trata de un estupendo ensayo que gira alrededor de la figura icónica del falo masculino, enfocado desde perspectivas sociales y culturales de diversa índole.

El ensayo está estructurado de una forma muy clásica, nombrando casi todos los  capítulos de la forma “El falo / X”, según sea la perspectiva desde la que se va a observar en cada caso: “El falo ausente”, “El falo/Baudelaire”, “El falo falible”, “El falo Drácula”, “El falo mercancía” y “La mujer fálica” son algunos de los más llamativos y enriquecedores.

"Lo que pasa es que un hombre con falo comienza por no tener falo. El falo es una cosa de la que nunca se habla, ni siquiera en aquellos momentos en que ha tenido actuación decisiva –un embarazo, un parto. Es lo que llamo falo ausente, y que convierte el falo en el rayo de luz que atraviesa el cristal sin romperlo ni mancharlo. Falo ausente es el falo que la sociedad convencional, por tenerlo tan presente, decide ignorar. El niño, cuando comienza a reflexionar, encuentra que nadie tiene falo, puesto que nadie habla de eso, entre los adultos, excepto él, con lo que empieza a experimentar, a vivir su falo como monstruosidad y como culpa. La educación antisentimental tiene unos efectos contrarios a los previstos: el niño no ignora su falo –empresa imposible–, sino que lo vive como culpa, se vive culpable, y esto da lugar a los “vampirismos del falo”, de que luego hablaremos."

Es emocionante conocer la opinión sobre estos temas de un personaje al que admiro tanto como al maestro Umbral, que en este libro se retrata como una persona coherente, sabia, con una sensibilidad muy especial y con capacidad suficiente como para relativizar su condición biológicamente masculina y enfocar los asuntos fálicos con una mirada global y no contaminada por los roles socialmente convencionales.

"El niño tiene algo que ocultar, un pequeño bulto, y el que tiene algo que ocultar es obviamente culpable."

En una sociedad donde la presencia del hombre ya no es imprescindible para la mujer en el momento de la fecundación (pudiendo sustituirse por tubos de plástico esterilizados y sin sentimientos) ni para el placer en el caso de las hetero y bisexuales (pudiendo sustituirse, una vez más, por juguetes sexuales de toda índole y condición, rompiendo los límites de la fantasía), los genitales masculinos se convierten en "un lujo de la fisiología, como Baudelaire, innecesario para todo, es un lujo para la Historia. (...) El falo/Baudelaire es en alguna medida el falo de Baudelaire, inútil y frustrado, o quizá es todo lo contrario, que viene a ser lo mismo: un objeto de juego erótico, un lujo inútil de la fisiología que por eso mismo fascina."

Umbral afirma, (hablando de la habitual confusión arenosa entre sueño y realidad), que nuestra naturaleza, instintos y sensaciones más oscuras y subconscientes no parecen ser tan distintas de las que experimentaron los primeros homínidos allá en la noche de los tiempos. La sociedad lo viste todo con sus disfraces de humo y PVC, pero seguimos siendo animales. Siguiendo con la reflexión temporal, impresiona lo actual que este libro sigue siendo a pesar de estar publicado en marzo de 1985, (cuando algunos, todavía, ni siquiera habíamos nacido).

Aquí también se trata de la censura católica y, de una forma más extensa, del eterno dilema de si el problema no estará en el ojo de quien mira. 

"¿Por qué nos violenta nuestro propio desnudo? Porque nadie está reconciliado consigo mismo. Lo que en nosotros hemos clausurado –a veces exhibiéndolo, como ocurre con buena parte del desnudismo burgués y “ecológico”–, se nos manifiesta en el cuerpo de otros. Tengo escrito que un cuerpo es lo más parecido a un alma. Quizá el cuerpo, siempre oculto, no sea otra cosa que lo que los antiguos llamaron alma."

Umbral comenta una antigua noticia en la que un cardenal sevillano cinceló los genitales de unas esculturas romanas en base a no se sabe qué trauma no solucionado, y leo esto en el mismo día que me cuentan que existen películas pornográficas especiales para curas y monjas (en un primer momento pensé que su peculiaridad sería la de estar pixeladas pero me dicen que no, que lo que las caracteriza es que aparecen sotanas) y, también en el mismo día, unas señoras muy amables me paran por la calle para ofrecerme un ejemplar de una pequeña revista muy manoseada que informa de la problemática de la pornografía en la sociedad actual desde un punto de vista católico: luce el sol... todo va mucho mejor que bien... así que declino su ofrecimiento sin detenerme a preguntarles qué demonios les pasa con la pornografía: por qué, exactamente, piensan que es maligna per se y por qué quieren erradicarla. Al igual que ellas, yo tampoco soy quien para imponer mis convicciones al resto. Y al igual que Umbral, opino que...

"El falo sólo es obsceno en contextos obscenos.
Luego la obscenidad está en los demás.
¿El falo es pornográfico? Lo es en la medida cínica en que deja de ser deseado para ser contemplado. La pornografía, la da el cinismo, y el cinismo lo da el distanciamiento.
(...) El falo es inocente."

Los falos cincelados, por cierto, terminaron siendo objeto de museo, y Umbral reflexiona al respecto de esta forma sublime:

"El falo deificado, el falo simbólico de los dioses, emperadores y atletas que mutiló el cardenal franquista/antifranquista, sólo se liberó de su condición de rehén de un símbolo para entrar en la triste y fría condición museal. Esta es la lenta y tediosa historia de sus veinte o veinticinco siglos. Otro Dios (aunque los dioses siempre son los mismos) les da por fin vida verdadera, la vida de la muerte: la única que pueden dar los dioses."

Según avanza, el libro se torna más y más interesante. Como muestra, un fragmento más, extraído del capítulo “La mujer fálica”:

"Entiendo por mujer fálica aquélla que ha invertido su papel en la sociedad, que ha decidido pasar al ataque, no por un conocimiento feminista, sino por un sentido muy macho –y muy femenino, al mismo tiempo– de la feminidad. Son mujeres que no engañan en cuanto al poder social/sexual de la hembra, que no juegan el juego de la debilidad o la ingenuidad. (...) No diremos, freudianamente, tópicamente, que sean mujeres con nostalgia de falo, ni mucho menos. Son, simplemente, mujeres que viven la feminidad como individualidad. O, dicho de otra forma, mujeres en quienes puede más el individuo que la especie o el sexo.
La conducta fálica de estas mujeres quizá descienda directamente de las amazonas legendarias. Uno prefiere creer que son mujeres en quienes la feminidad se ha realizado plenamente, en su variante agresiva, y que acaban así con el tópico de la pasividad femenina."

Cuando ya se ha alcanzado el empacho de pseudo-feministas ridículas que necesitan consultar a su macho de turno dominante hasta la más mínima decisión de su día a día, y de eternas adolescentes que han adoptado para siempre el rol de la princesa del guisante y, vacías, salen a diario a la calle a hacerse las guapas... de pronto uno se topa con el párrafo de arriba, lo lee de hito en hito, y la reacción que surge de forma espontánea es ponerse a dar saltos de alegría al grito de “¡Viva, viva!”. Porque otra realidad es posible, la voz de Umbral alimenta susurrándolo desde el otro lado...

Hay muchas más reflexiones en torno al falo dentro de este libro, que no caben en esta reseña, por lo que invito a todo el que haya llegado hasta aquí a que consiga un ejemplar  y se deleite entre sus páginas. El respeto y la admiración que sentía por Umbral florece aún más esta noche. Allá donde esté, brindo por él y le doy las gracias.

"La mujer como juguete de la especie y el falo como juguete de la mujer. Los papeles se han invertido."

jueves, 11 de octubre de 2012

"Manifiesto contrasexual" - Beatriz Preciado


En un mundo normal no haría falta dedicar esfuerzos a escribir tesis como ésta. Sin embargo, en éste tan contaminado y mojigato, libros como el de Beatriz Preciado sirven para derribar barreras que alguien construyó algún día muy lejano (puede que la primera piedra se colocase en la noche de los tiempos), y gracias a eso ver un poco más lejos desde el sitio en el que nos encontramos. Pueden llamarlo abrir los ojos, quitarse la venda, abrir la mente... como quieran.

En un mundo normal, no haría falta reivindicar el derecho del ser humano a decidir cómo quiere llamarse y cómo entiende su sexualidad primero con respecto a sí mismo y después con quienes le rodean. Tampoco sería lógico definirse en base a los gustos sexuales, ¿por qué todo ha de girar en torno al sexo y a las preferencias de cada uno en este sentido? No es lo habitual, y por eso sigue habiendo mucha gente en contra, pero realizar un cambio de sexo y/o de género no debería tener más trabas administrativas que cualquier otra cirugía estética, sin entrar en los diversos aspectos psicológicos que derivan en ambas.

Estas teorías parten de romper con lo que tradicionalmente se entiende como masculino o propio del hombre y femenino o propio de la mujer. Eso, ya no vale, o no debería valer. Reducir la masculinidad o la feminidad a unos órganos concretos que nos acompañan desde el nacimiento no debería condicionar la vida de ningún ser humano: no se me ocurre nada más injusto, y sin embargo más real e implantado en esta sociedad, tan retrasada y vulgar en éste como en tantos otros temas.

Según Beatriz, no hay células masculinas ni femeninas, y a los recién nacidos se les asigna el sexo por lo que se aprecia visualmente al nacer, sin realizar análisis cromosómicos o genéticos. Esto debería darnos mucho que pensar, y debería derribar muchas barreras a quienes a estas alturas aún las carguen sobre sus hombros.

El contrato contrasexual que se propone en “Manifiesto contrasexual” (Anagrama, 2011) no está exento sin embargo de limitaciones, y por eso es complicado estar completamente de acuerdo con él. Pese a que esta lucha me parece imprescindible y muchos aspectos los comprendo bajo el mismo punto de vista, creo que no es conveniente “volver” a limitar la sexualidad humana precisamente por no estar de acuerdo con los límites que están actualmente establecidos. ¿No sería mejor luchar para borrarlos todos? 

La revisión a la teoría sexual que se propone en este libro es ideal para quienes no estamos satisfechos con las explicaciones que del mundo se nos dan desde que nacemos: imposiciones que no por ser antiguas llevan implícita la verdad intrínseca de todas las cosas. El lenguaje, por sus propias características, resulta siempre escaso y limitado y por tanto, etiquetar cada una de las realidades supone siempre delimitarlo con barreras. Volviendo al plano sexual, suelen ser las minorías quienes buscan un nombre que les defina (o es el resto del mundo quien se los asigna, normalmente partiendo de insultos que buscan excluirles con crueldad), cuando precisamente son esos grupos quienes se desvían de la supuesta “normalidad” rompiendo así sus propios límites (o, mejor, los límites de la sociedad). En la actualidad, una persona con inclinaciones heterosexuales no suele tener que explicarse ni definirse, y sin embargo otra con preferencias homosexuales o de cualquier otro tipo, sí suele tener que hacerlo (aunque creo que, precisamente, no debería hacerlo, fuera de la necesidad de entenderse a sí mismo nombrándose de alguna manera que dé sentido a su realidad... y aquí volvemos a las imposiciones sociológicas y a la necesidad imperativa de escapar a ellas). 

¿Por qué limitar esa fuga de la normalidad impuesta, que es ya un canto a la libertad por sí misma? Designarse a uno mismo en cualquier ámbito vital, limita el campo de acción, si uno es coherente entre lo que piensa-dice y lo que lleva a cabo en su día a día, (que ese ya es otro tema). Y matizar el lenguaje ya disponible para asociarlo a cada punto de vista particular, es entrar en una espiral semántica que no conduce al entendimiento: inventemos los términos que nos designan sin lugar a dudas o, mejor aún, evitemos nombrarlo todo.

En el discurso de Beatriz Preciado, la homosexualidad y la heterosexualidad no son entidades naturales, sino construcciones sociales y políticas: uno no nace siendo esto o aquello: según sus investigaciones, esas entidades se crearon hace relativamente poco tiempo, en la medicina de finales del siglo XIX, con la finalidad principal de normalizar la heterosexualidad y patologizar la homosexualidad: se crearon para regular el sistema que une sexo y reproducción. No deberíamos tener esa amnesia histórica, es un error muy común que juega en nuestra contra en todos los aspectos de la vida (en política, se usa ya como herramienta de control de masas): por eso es importante partir de la individualidad para conseguir un conocimiento más completo y universal, no podemos quedarnos con lo que quieran contarnos a saber por qué intereses. Si la inquietud parte de uno mismo, y estudia, e investiga, si lee sin descanso, obtendrá sus propias conclusiones y tendrá una versión única, individual, y original de las cosas, una voz propia. Ésa me parece a mí que es la única lucha que verdaderamente importa, y se puede extrapolar a todo.

El discurso de Beatriz Preciado se aplica a tantos aspectos de la sexualidad, es tan completo y tan interesante que invita a buscar toda su bibliografía y a escuchar su voz en los vídeos que circulan por la red. Una mente preclara la suya, con la que ayudar a construir nuestra particular versión de este mundo en el ámbito sexual, pero no sólo: también en lo social y en lo psicológico.

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