H. D. Thoreau, padre de la teoría de la "Desobediencia civil", desarrolla en "Walden" con todo lujo de detalles la forma en que llevó a la práctica sus propias teorías, materializadas en una forma de vida ya esbozada en "Cartas a un buscador de sí mismo", un libro también editado por Errata Naturae.
¿Por qué no escapar de las leyes de la sociedad que nos son impuestas por el mero hecho de haber nacido en su seno?¿Por qué no construir una existencia paralela con la que nos sintamos más cómodos e identificados? Thoreau quiso llevar a cabo este planteamiento escapando de impuestos, leyes y estructuras jerárquicas, en fin, tan rancias como inamovibles. Evaluó diferentes localizaciones y se estableció finalmente en un terreno junto a la laguna de Walden, cerca de Concord (Middlesex, Massachusetts), donde construyó una pequeña cabaña con sus propias manos, economizando al máximo los recursos y proporcionándose tan solo los útiles esenciales para su día a día. Hoy día, ese lugar es un atractivo turístico de la zona. En él se ha construido una réplica de la cabaña original (ya desaparecida). Este es el aspecto que presenta:
Y, en el interior...
Este libro, pues, es el resultado de aquella experiencia, que duró dos años (después, Thoreau volvió a vivir en sociedad). En él, no sólo queda plasmada la parte práctica de su huida a los bosques, sino también sus reflexiones filosóficas, producto de las meditaciones llevadas a cabo en el seno de la Naturaleza durante su estancia en Walden: interesantísimos puntos de vista sobre la inconveniencia de vivir en sociedad, apuntes medioambientales sobre el aprendizaje que le reportaba la observación diaria del bosque, su profundo amor por cualquier manifestación natural, tanto vegetal como animal (la afinidad que siento con las palpitantes hojas de alisos y álamos casi me corta la respiración), reflexiones sobre literatura, etc. Delicado, reflexivo y muy bien argumentado: en suma, una delicia.
Leyendo Walden se es aún un poco más consciente de hasta qué punto el hombre es incapaz de dejar algo sin manipular, legislar, cuantificar o tasar. Todo está registrado y normalizado, vivimos una vida artificial y monótona, y lo peor, somos nosotros mismos los que nos hemos vetado la posibilidad de escapar de ella.
Llenamos de objetos inútiles el vacío de nuestro interior, provocado precisamente por habernos arrancado de lo esencial, teniendo cerrada la puerta de regreso a los orígenes desde antes, incluso, de haber nacido. Cuando uno de nosotros intenta escapar de este juego cruel, tal y como hizo Thoreau, se le toma por loco y se le convierte en objeto de museo, cuando realmente, regresar a la Naturaleza, debería ser la pulsión primordial e innata de todo ser humano... de todo ser vivo.
Observar la vida del bosque, navegar por Walden en una pequeña canoa de madera hecha con nuestras propias manos, leer, escribir y meditar rodeados de millas de silencio y paz, recibir amigos y charlar hasta el anochecer (o aún mejor, durante el anochecer) junto a la puerta de la cabaña... algo tan sencillo y tan inalcanzable a la vez. En un mundo feo, superpoblado y exageradamente mercantilizado, donde hasta la amistad tiene fecha de caducidad y etiqueta con el precio.
Laguna de Walden
O algo muy parecido a la felicidad
Con mi experimento aprendí al menos que quien avance confiado en la dirección de sus sueños y acometa la vida tal y como la ha imaginado recibirá a cambio una gratificación que no le otorgará el tiempo ordinario. Dejará atrás algunas cosas, cruzará una frontera invisible; leyes nuevas, universales y más tolerantes comenzarán a regir en su interior y a su alrededor; o se modificarán las antiguas, interpretadas en su beneficio, en un sentido más generoso, y vivirá con la libertad de la que gozan seres más elevados. Conforme simplifique su vida, las leyes del universo parecerán menos complicadas y la soledad ya no será soledad, ni la pobreza tal pobreza, ni la debilidad tal debilidad.
Que quienes se enorgullecen de vivir mantenidos y sin esfuerzo se queden muy lejos; que el falso amor y la falsa amistad permanezcan en sus barrios contaminados y mediocres; que el bosque impida la entra de todo aquello que sea impuro e indigno de él... ah, Thoreau, ¡cómo me gustaría poder irme contigo!
La luz que nos ciega es nuestra oscuridad. Sólo amanece el día para el que estamos despiertos. El amanecer sigue aún su curso. El sol no es sino una estrella de la mañana.
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