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miércoles, 27 de enero de 2016

Echar de menos duele


Rápidamente se escapa el tiempo, sádicamente inclemente, terriblemente inaprensible, y al mismo ritmo se van acumulando ausencias.

Quién te lo iba a decir a ti, ¿verdad? Y sin embargo ahora ahí estás, sintiendo la sangre circular suicida en dirección contraria, el nudo férreo invadiendo la garganta, la emoción a flor de piel a cada instante. “Te echo de menos” es solo un mensaje de whatsapp entre millones, mil otros lo conminarán al olvido digital en breve, y sin embargo…

Sin embargo ahí está, brillando incansable entre tus ojos mucho después de apagar la pantalla. Obligándote a repetirlo en bucle hasta alcanzar el insomnio.

And here it comes again

¿Será te echo de menos y nada más?¿Te echo de menos y también hay algunas cosas que no fui capaz de decirte? ¿Te echo de menos porque es lo que se espera que digas en esas ocasiones? Pero siempre te ha dado igual lo políticamente correcto, y entonces piensas que quizá es un te echo de menos y la sangre ha decidido circular en dirección contraria, igual que la tuya, y que quizá no hayamos sabido gestionar convenientemente nuestro tiempo, y ahora ya se ha acabado.

I miss you like a phantom limb

Decides que no te puedes quedar ahí, al fin y al cabo no hay mucho que puedas hacer, o eso crees, y ya aprendiste por la vía áspera que vale más cortarse un brazo a tiempo y huir, que perder la vida intentando abrazar lo inaprensible.

I don’t need you but I’m still craving

Echar de menos duele más aún cuando todos los presagios indicaban lo contrario y tú juzgaste inútil rescatar la vieja coraza azul que, al fin y al cabo, tampoco obraba milagros.

Milenrama, eucalipto, pasiflora, ruda. Un puñado de noches después.

I needed more, I had to go

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

viernes, 21 de septiembre de 2012

"Fiesta" - Ernest Hemingway


Lo lógico sería que ningún lector antituaurino lograse disfrutar de la lectura de “Fiesta”, escrito por un defensor de las corridas de toros que viajaba asiduamente a España con el objetivo principal de asistir a estos eventos del demonio.

Y, sin embargo, ¿qué sucede?

Que la magia de la Literatura toma forma en el papel a manos de un escritor, un genio, capaz de conseguir esa proeza.

La novela no sólo engancha desde el principio, a pesar de que el argumento inicial sean las andanzas alcohólicas poco interesantes de un grupo de amigos más o menos bien avenidos, sino que gracias a lo bien escrita que está, mantiene el interés también mientras relata los encierros y corridas, donde además no escatima en detalles relativos a violencia gratuita ni dolor innecesario.

Su prosa es directa, clara, honesta y de ritmo constante: tranquilo pero imparable. Absorbe al lector sin remedio.

A pesar de ser Hemingway abiertamente taurino y de haber escrito “Fiesta” en honor a los buenos momentos que incomprensiblemente le brindó este espectáculo de los horrores, existen detalles en la novela dirigidos a cuestionarse la necesidad de aplicar violencia extrema en estas... ¿fiestas?

Por ejemplo, se hace referencia a la incultura y carencia de raciocinio de la cuadrilla que acompaña a un torero cuando éste, en conversación privada, ha de responder por qué oculta que sabe hablar inglés, y lo hace señalando al grupo, cuyo solo aspecto y maneras delatan que serían incapaces de comprenderlo. Es el retrato silencioso de una grotesca pandilla de brutos.

En otras ocasiones, varios miembros del grupo de amigos analizan los pros y contras de tal derroche de violencia y de la absoluta carencia de piedad y humanidad que demuestran los salvajes en los encierros. 

La conclusión del lector es que existen personas deshumanizadas que disfrutan con el sufrimiento ajeno.

Y mientras tanto, la magia de la Literatura sigue danzando alrededor de las frases perfectas del genio de Illinois. El hechizo perdura exactamente hasta el punto final.

No hay razón para que la oscuridad haga ver las cosas distintas de cómo se ven cuando la luz está encendida.”

Dejando a un lado la polémica entre seres civilizados y sin civilizar, en esta fabulosa novela Hemingway transporta al lector a su bohemia de los años 20, tan literarios y cinematográficos que desde aquí soñamos perfectos.

sábado, 9 de octubre de 2010

"La niña que amaba las cerillas" - Gaétan Soucy

Mi hermano y yo tuvimos que hacernos cargo del universo, pues una mañana, sin avisar, poco antes del alba, papá entregó su espíritu.


Esta primera frase no es uno de esos comienzos pretendidamente hipnóticos que te animan a seguir leyendo un texto que en realidad no está a su altura. No. Es así todo el tiempo. Por eso este libro es como una pesadilla que me persigue, una imagen que no se va, desde que lo leí por vez primera; a veces, como ahora, he de volver a él.

La voz narradora es la revelación de quien no conoce nada más allá de una casa aislada y el terreno que la rodea, su descubrimiento de un trocito más de mundo, y de su hostilidad. Esa voz extraña es a veces complicada de descifrar pero está tan cargada de intensidad y sensibilidad que resulta hermosa y merece la pena escucharla.


(...) A la pregunta qué hacen las campanas, invariablemente respondía ding, dong, porque no me dejaba sorprender y ésa era la respuesta, pero nunca había hecho relación con las resonancias que llegaban de vez en vez cuando el viento soplaba desde el pinar hacia la casa: siempre había creído que ese ruido nos venía de las nubes, algo como la música que hacen al mezclarse unas con otras o chocando suavemente como vientres hinchados, qué sé yo, pero allí caí en la cuenta de que era desde siempre el tan famoso ding dong de las campanas de la iglesia, ¿cómo podría haberlo adivinado? No hay campanas en el campanario de la capilla de la propiedad, no soy ningún profeta. El descubrimiento me emocionó tanto que, sin esperar ni preguntarme más, me senté como hombre solo en el suelo, me parecía un sonido tan triste que sollocé por la tristeza del sonido, porque él también venía de la tierra y las nubes nada dicen a menos que truenen.


...y mi dificultad para seleccionar pasajes. Transcribiría tantos.


(...) Si mi hermano me mirara así más a menudo, la vida sería igual que un bosque encantado.


Pero no nos vamos a engañar, no se trata de un libro agradable. Es perturbador, inquietante... no es fácil de describir.

Finalmente, mi fragmento favorito. Es posible que incluso pueda recitarlo de memoria:


(...) El abejorro era en realidad una máquina complicada como no se veían en nuestra propiedad, dejando de lado el órgano de tubos que he nombrado con el tema del suplicio de mis pantorrillas. Estaba constituido por dos ruedas, es todo cuanto de ello os puedo decir, y lo montaba un caballero cubierto con casco, que me crea el que quiera, y cuando el caballero descendió el bramido calló, tal como os lo digo. El caballero estaba vestido de cuero de pies a cabeza, y cuando alzó sus gafas y su yelmo, que mantuvo sujetos bajo el brazo, mi corazón dio el salto que dan las ranas cuando se tiran al agua, pues aquél eras tú, mi bien amado, magnífico con el brillo sombrío y resuelto de tu lanza en ristre.

sábado, 2 de octubre de 2010

En el mostrador de la biblioteca (otra vez).

Si algo me entusiasmaba del regreso a las aulas tras los largos veranos eran los listados de lecturas obligatorias (así como el olor del papel de los libros nuevos, del plástico transparente que los cubría, la expectación ante un cambio tras la monotonía veraniega, el temblor ante un nuevo curso lleno de baches y pruebas que debería superar para salir indemne, las reuniones tras la salida de clase, los juegos, los muchachos...) Por eso, asisto impávida a la conversación que tiene lugar ante el mostrador de la biblioteca de mi barrio:

-Búscame éste -ordena una Señora al bibliotecario-. Después, comenta a su amiga (vecina?, cuñada?, madre compañera de espera a la puerta del colegio?). Es que es una tontería comprarlo. Luego lo leen una vez y ahí se queda muerto de risa.

Me callo. Pero me dan ganas de gritarle.
Señora, no hace falta que mienta, prefiere tomarlo en préstamo y ahorrarse el importe en la librería. No mienta, insisto, es lícito y las bibliotecas están ahí para algo...
Y no se engañe, Señora, los libros no mueren de risa en las estanterías sino que permanecen vivos, latentes, hasta que una mano les da una nueva oportunidad algún día.
Y no se ofenda, Señora, pero los libros que obligan a leer, para bien o para mal, siempre se recuerdan, si su hijo es mínimamente sensible gustará de tenerlos a mano cuando cumpla más años.
Y no se enfade, Señora, pero más le valía a Vd. seguir las recomendaciones de los maestros de sus hijos porque el libro que lleva en la mano, insisto Señora no se enfade -y al igual que a Vd.- más le valía quedarse riéndose en un estante. Y, se me olvidaba. Señora, por dios. Cierre el pico. Esto es una biblioteca.

sábado, 25 de septiembre de 2010

MENTIRAS.

*
Ha buscado durante semanas por las barras de los bares la respuesta. Sin resultado. ÉL es su única esperanza. ÉL le acomodará a SU lado. Allí sí será feliz.

Por eso se coloca junto a la vía del tren y cuando, los ojos cerrados, lo escucha llegar, avanza.

Amarás a Dios sobre todas las cosas.

*
Ha caído de un andamio y su hijo, 14 años 15, los ojos secos, rojos, escucha de labios de una vecina la frase que ya no le ha de abandonar:

-Dios lo quiso para sí.

Ahora

ya tiene

un culpable.

No tomarás el nombre de Dios en vano.

*
6:10 de la mañana. Polígono en las afueras de una pequeña ciudad, la luz de neón y una discoteca. Ocurre tras litros de alcohol por la garganta. Un empujón responde a un roce al pasar, después vienen los insultos. Y al final, el brillo de las navajas resplandece bajo la luz de la luna. El brillo de la sangre.

Ya se escucha,

a lo lejos,

la ambulancia.

Santificarás las fiestas.

*
Nunca tuvo ningún hermano, nunca le faltó calor, cariño, nunca le faltó de nada. Si no tuvo algo más fue porque no lo quiso. Pero mamá y papá desaparecen un día, un accidente, un golpe de volante, un golpe de mala suerte. Un golpe. Contra el cristal. Y una voz en el móvil le transmite entre sollozos la noticia.
-Aquí está -no lo puede evitar pensar, él no lo quiso, no se le debe tener en cuenta.-

Ya

tengo

la herencia.

Honrarás a tu padre y a tu madre.

*
Ha ocurrido un accidente, y se encuentran a muchos metros bajo el mar. Las bombas de oxígeno no están igualadas, pero se pueden compartir. Esperar y cederle tu oxígeno a otro. Escapar y dejar al herido sin aire. (Pero la luz del sol se adivina tan apetecible, allí arriba).
Y escapa.

No matarás.

*
3:00 de la mañana, conduce despacio, hastiado, alargando el momento de llegar al domicilio familiar. Recreándose en el sinsentido que es su vida, en su falta de agallas para acometer con elegancia una nueva. Una sirena de neón le invita a cambiar el rumbo. Esta noche ya se ha gastado mucho dinero en alcohol y es raro, pero aun le queda un poco,

aún

no se ha gastado

el sueldo del mes.

No cometerás actos impuros.

*
Es de día, es una ciudad tranquila, es una calle comercial y está abarrotada de gente. Pero pasa todo tan deprisa, en unos segundos le han roto el corazón, se han llevado su serenidad, le han lastimado el hombro, se han llevado su intimidad, su cuaderno, su dinero y su alegría, para el resto de la tarde. Su pulso a un ritmo normal, su fe en los seres humanos. Y les ha dado igual, todo ha salido bien.

Han conseguido

robarle

el bolso.

No robarás.

*
Ha cometido un error de bulto, un desliz de principiante. Todavía no se explica cómo puede haber pasado, en todo caso ya es demasiado tarde para enmendarlo.

-¿Quién ha dejado esto así, quién lo ha hecho, cielo santo? Nos llevará horas arreglarlo y ha de presentarse urgente, solo tenemos un día. ¿Quién ha sido el inútil? Le voy a...

-Señor, el nuevo. Pero no se preocupe Vd. que

yo,

si quiere,

lo arreglo.

No levantarás falsos testimonios ni mentirás.

*
Sólo pueden ser amigos, pero sólo quieren ser amantes. Y los dos son buenos chicos. Y aún así. Ocurre.

No pueden

dormir

por las noches.

No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

*
Su amiga ha salido a la puerta del bar, solo un minuto, para hablar por teléfono. Y ella se ha quedado sola ante el café. Una pareja a su lado recoge sus cosas, se levantan, salen. Han olvidado, junto a una servilleta, un móvil.

Aún no han terminado de atravesar la puerta y ella ya ha deseado guardarlo en el bolso. La sangre ilumina su rostro, el pulso se le acelera. Pero no sabemos, al final, qué ha hecho.

Qué tontería.

No codiciarás los bienes ajenos.


jueves, 23 de septiembre de 2010

XXIV

Mientras escribo algo en el metro para este blog, una señora escribe a su vez algo a mi lado. Ni siquiera había reparado en su presencia, pero ahora me fijo en lo que está escribiendo (mientras cubro, disimuladamente, lo mío).
Y leo.

Huevos
Cables
Suavizante ropa

Lo guarda y yo salgo del vagón y corro a encerrarme en un pozo con un bate de béisbol dentro. Una vez más, ha ocurrido: he depositado mi fe en un ser humano y

me he

trizado

los dedos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Jump!


El chaval abre decidido su portal, da un paso más, y ya está en la calle. Su corazón, ya desbocado, late aun con más fuerza. Your eyes tell me how you love me, can feel it in your heart beat. I know you like what you see. Cruza corriendo, el semáforo en rojo, la calle. Tras un ibiza también rojo que desprende la misma melodía que retumba en sus oídos. Hold me, I'll give that you need. Wrap your love around me. You're so excited, I can feel you getting hotter, oh baby. Pero él, no lo sabe.

Atraviesa un parque, un paseo, otra calle. Adelanta a un viejo, a un niño, a un perro. I'll take you down, I'll take you down. Adelantaría a su sombra, si pudiera. Tan sólo quiere ir más rápido.

Baja corriendo las escaleras. Adelanta a una señora, a un vigilante de seguridad, a un borracho. Adelantaría a su sombra, si pudiera. Tan sólo quiere ir más rápido. Where no one's ever gone before. En un gesto rápido, frío, fluido, introduce el billete en la máquina y la atraviesa sin detenerse un instante. And if you want more, if you want more. More, more, more...

Tras él, su mano recoge fugaz el billete. Uno, dos, tres tramos de escaleras. Y de tres en tres. De dos en dos, de una en una. Bajaría de un salto todas a la vez, si pudiera. Jump for my love. Jump in and feel my touch. Tan sólo quiere ir más rápido.

Alcanza el andén cuando el tren ilumina los botones en las puertas, frena. Ya está dentro. I know my heart can make you happy. Y el tren vuela, vuela, vuela. Atraviesa como un rayo la ciudad bajo tierra pero el chaval, en realidad, los ojos cerrados, sobrevuela los tejados. A su lado, una chica escucha la misma melodía que retumba en sus oídos when you are next to me, oh I come alive (su pie en el suelo del vagón, las yemas de sus dedos en la barra vertical, sus ojos cerrados, su cabeza inclinada hacia atrás, siguen el ritmo). Pero él, no lo sabe.

Your love burns inside. Feels so right.

Tres más, dos más, ahora sí, una menos. Y el tren, frena.

Sube las escaleras. De dos en dos, de tres en tres. Subiría de golpe todas a la vez, si pudiera. Tan sólo quiere ir más rápido. Por sus venas fluye, veloz, la sangre. Desbocada. Jump if you want to taste my kisses.

El aire fresco al fin golpea sus mejillas sonrosadas. Y la ciudad, la ciudad, recibe su impulso con un espectáculo de luz, multitud, color y brillo. In the night then... jump, jump, jump! Atraviesa calles, esquiva personas. Dribla entre automóviles. Jump, you know my heart can make you happy. Y un sonido inconfundible le indica que la batería del mp3 se ha agotado. Ahora ya se para, ahora ya ha llegado. Extiende su mano. In the night then jump, jump for my love. Ahí vienen.

domingo, 1 de agosto de 2010

Por mis venas fluye la sangre de Mickey Mouse.

Soy un dibujo animado. Por mis venas fluye la sangre de Mickey Mouse. Vivo atrapado en una realidad de dos dimensiones y nada me gustaría más que poder caminar en círculos. Todo es plano, nada es aprehensible en este lado de la pantalla. Quisiera poder acariciarte pero al tacto eres tan fría y anodina como el cristal. Como yo. Recorro mi superficie con los dedos y las yemas se me resbalan.

No hay nada más allá.

Tan solo una continuación de este escenario liso que en cada píxel cambia de color.

Pero debo seguir mostrando mi sonrisa.

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