sábado, 9 de octubre de 2010

"La niña que amaba las cerillas" - Gaétan Soucy

Mi hermano y yo tuvimos que hacernos cargo del universo, pues una mañana, sin avisar, poco antes del alba, papá entregó su espíritu.


Esta primera frase no es uno de esos comienzos pretendidamente hipnóticos que te animan a seguir leyendo un texto que en realidad no está a su altura. No. Es así todo el tiempo. Por eso este libro es como una pesadilla que me persigue, una imagen que no se va, desde que lo leí por vez primera; a veces, como ahora, he de volver a él.

La voz narradora es la revelación de quien no conoce nada más allá de una casa aislada y el terreno que la rodea, su descubrimiento de un trocito más de mundo, y de su hostilidad. Esa voz extraña es a veces complicada de descifrar pero está tan cargada de intensidad y sensibilidad que resulta hermosa y merece la pena escucharla.


(...) A la pregunta qué hacen las campanas, invariablemente respondía ding, dong, porque no me dejaba sorprender y ésa era la respuesta, pero nunca había hecho relación con las resonancias que llegaban de vez en vez cuando el viento soplaba desde el pinar hacia la casa: siempre había creído que ese ruido nos venía de las nubes, algo como la música que hacen al mezclarse unas con otras o chocando suavemente como vientres hinchados, qué sé yo, pero allí caí en la cuenta de que era desde siempre el tan famoso ding dong de las campanas de la iglesia, ¿cómo podría haberlo adivinado? No hay campanas en el campanario de la capilla de la propiedad, no soy ningún profeta. El descubrimiento me emocionó tanto que, sin esperar ni preguntarme más, me senté como hombre solo en el suelo, me parecía un sonido tan triste que sollocé por la tristeza del sonido, porque él también venía de la tierra y las nubes nada dicen a menos que truenen.


...y mi dificultad para seleccionar pasajes. Transcribiría tantos.


(...) Si mi hermano me mirara así más a menudo, la vida sería igual que un bosque encantado.


Pero no nos vamos a engañar, no se trata de un libro agradable. Es perturbador, inquietante... no es fácil de describir.

Finalmente, mi fragmento favorito. Es posible que incluso pueda recitarlo de memoria:


(...) El abejorro era en realidad una máquina complicada como no se veían en nuestra propiedad, dejando de lado el órgano de tubos que he nombrado con el tema del suplicio de mis pantorrillas. Estaba constituido por dos ruedas, es todo cuanto de ello os puedo decir, y lo montaba un caballero cubierto con casco, que me crea el que quiera, y cuando el caballero descendió el bramido calló, tal como os lo digo. El caballero estaba vestido de cuero de pies a cabeza, y cuando alzó sus gafas y su yelmo, que mantuvo sujetos bajo el brazo, mi corazón dio el salto que dan las ranas cuando se tiran al agua, pues aquél eras tú, mi bien amado, magnífico con el brillo sombrío y resuelto de tu lanza en ristre.

4 comentarios:

  1. Si ya estaba convencido sobre este libro, esta entrada es lo que faltaba. Muy sugerente Mar, gracias.

    ResponderEliminar
  2. Conseguido, entonces: con un solo convencido me vale. Ya me contarás. Y gracias a ti.

    ResponderEliminar
  3. En primer lugar ¡hola!, espero que no te moleste que me pase por aquí de vez en cuando. Como ya te dije, no uso blog, porque no soy constante, y tampoco escritora. Pero me encantaría leerte.
    Y en segundo lugar, me apunto la recomendación, porque tiene muy buena pinta. ¡Gracias!

    ResponderEliminar
  4. Sé bienvenida, María... un placer tenerte por aquí, de veras...
    El libro es muy especial, ha de gustarte, ya me dirás.
    Un beso, y gracias a ti.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...