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domingo, 3 de febrero de 2013

"El enamorado de la Osa Mayor" - Sergiusz Piasecki


Es imprescindible hablar de las condiciones en que fue escrito este libro y de la leyenda que lo rodea, antes de contar la historia que contiene y explicar por qué es tan especial. Se trata de una historia real: Sergiusz Piasecki (1901-1964) fue encarcelado por delitos derivados de sus actividades como traficante y espía, por lo que fue condenado a la pena de muerte. Durante su reclusión, solicitó material de escritura y escribió una obra maestra titulada “El enamorado de la Osa Mayor”, sin haber recibido ningún tipo de formación literaria en toda su vida. Ahí reside uno de sus principales reclamos.

Este libro no es una autobiografía, pero la vida del protagonista sí contiene multitud de paralelismos con la de su creador. Al parecer, una vez plasmado el punto y final de la novela, Piasecki se la entregó a su carcelero sin darle mayor importancia, y éste, por suerte, la tuvo en consideración e hizo que llegara a manos del juez. Así fue como Piasecki se libró de la pena de muerte y como consiguió poco después, durante un traslado, la ansiada libertad. Su libro se convirtió en un éxito de ventas y él se esfumó sin que se sepa con seguridad dónde se perdió su rastro. Durante ese tiempo de libertad escribió alguna algún otro libro basado en sus vivencias belicosas, y también sátira política.

“El enamorado de la Osa Mayor” es uno de los más hermosos y mejor escritos que he leído nunca. Se divide en tres partes  de hipnóticos títulos: “Bajo las ruedas del carro”, “Por los senderos de los lobos” y “Los fantasmas de la frontera”. Está acompañado por una de las mejores introducciones de la historia de la literatura, donde explica brevemente y con mucha intensidad y vitalismo sus experiencias como contrabandista en la frontera rusa.

El primer capítulo comienza exactamente cuando el protagonista, Władek, se enrola en la primera de sus rutas como contrabandista, con una portadera a cuestas cargada con material para transportar de incógnito y vender al otro lado de la frontera, junto con un grupo de piratas avezados que le sirven de guía y le enseñan las claves del oficio. Con el paso de los meses Władek sufre emboscadas de los soldados rusos, vive al límite, borra de su mente la diferencia entre el bien y el mal y aprende a amar la libertad y la naturaleza de una forma salvaje.

Precisamente este libro es una oda a la libertad. Władek pronto se ve atraído por la fueraza de las estrellas y aprende a amarlas, reconocerlas y dejarse guiar por ellas. Llega incluso a bautizar a cada una de las siete estrellas que conforman la constelación de la Osa Mayor (o Carro Mayor, de ahí el título del primer capítulo). No hay fajo de billetes por los que cambie su vida al aire libre, ni palacio que le resulte más seguro que una guarida en el bosque. Se siente más cómodo rodeado de pájaros, lobos y salteadores de caminos que de ciudadanos en una gran urbe.

La magia proviene tanto del embrujo de la naturaleza como de la forma de pensar de Władek: muestra un camino alternativo y asegura que otra forma de vida es posible. Además, el hecho de ser un libro tan lírico y cuidado contrasta con la historia que cuenta (salvaje, peligrosa, descarnada).

El argumento, trepidante, deja sin resuello al lector, no da tregua. Sin embargo, a la vez el texto está plagado de frases sutiles y delicadas, y descripciones gloriosas. Por todo ello, este libro es pura magia, y una muestra perfecta de literatura de la más alta calidad.

«Camino a través del bosque hacia el sendero que conduce a Zatyczno. En la lejanía, se oyen los suspiros sordos y pesados de los truenos. Se acercan. Se desencadena un viento que corre por las alturas, por las cúspides de los árboles, llenando el bosque de un rumor quejumbroso. Cierra la noche. A duras penas me abro paso entre los árboles. De improviso, un largo relámpago verde cae sobre el bosque. Abajo, casi en las entrañas de la tierra, se oye el trueno que huye hacia las tinieblas en oleadas grávidas... Otro relámpago, ahora amarillo, corta el aire... El tercero, rojo, explota como un fuego de artificio... El cuarto, dorado, se entrelaza con la oscuridad en la lotananza... El quinto, blanco, arranca la noche de la tierra y, durante un rato, puedo ver con toda claridad cada tronco, cada rama, cada hoja... Después, los relámpagos caen a puñados. Se entrecruzan, se esquivan... Uno corre en pos del otro. Derraman torrentes de luz entre los árboles. El aire vibra... Los árboles tiemblan... Un huracán... El viento rompe ramas y derriba árboles. Los relámpagos hacen trizas los pinos, los abetos y los abedules más robustos. El bosque se estremece... »


domingo, 29 de julio de 2012

"El último viaje del capitán Salgari" - Ernesto Ferrero


Dibujar el viento

La de Emilio Salgari dista mucho de haber sido una vida fácil. Antes de conocer sus circunstancias reales podemos imaginar que sus días eran apacibles y serenos, puesto que su escritura gozó de un gran reconocimiento desde el principio y él conoció ese enorme éxito en vida. Sin embargo, la realidad es muy diferente.

Salgari estudió en el Instituto Náutico de Venecia para aprender todo lo necesario antes de hacerse a la mar, que era su sueño desde la infancia. Con tan sólo diecisiete años abandonó esta escuela para comenzar a navegar, enrolándose en multitud de viajes que le llevarían a dar prácticamente la vuelta al mundo. Durante este tiempo, acumulaba notas, impresiones y datos en sus cuadernos, fijándose en los usos y las costumbres de cada uno de los lugares por donde pasaba. Su intención, desde el principio, había sido la de acumular vivencias y conocimiento para después darles forma sobre el papel: quería dotar a la literatura italiana del mismo prestigio que le dieron a sus países algunos de sus autores de cabecera como Julio Verne y Aimard habían hecho en Francia, Mayne Reid en Reino Unido y Cooper en Estados Unidos. Cuando cumplió veinticinco años, decidió que ya era hora de establecerse en un lugar y  probó suerte trabajando como periodista, que era la profesión que más le acercaba a la escritura.

Emilio Salgari escribía sin descanso. La necesidad de plasmar todas sus vivencias sobre el papel dándoles forma de novela de aventuras era mayor que la de cuidar de los asuntos cotidianos de su vida. Desde el principio, encontró fácilmente editores para publicar sus obras, y su prisa por desprenderse de ellas en cuanto las terminaba le impedía fijarse en los detalles de los contratos de cesión de derechos o para discutir sus cláusulas. Los editores aprovecharon su despiste para incluir condiciones abusivas y enriquecerse a su costa: dentro de la legalidad, pero ruinmente. Poco a poco, sus libros se hacían más conocidos: los lectores demandaban sus aventuras con avidez y en los países donde se ponían a la venta traducidas tenían el mismo éxito. Sin embargo, Salgari malvivía en una casa ruinosa donde permanecía siempre encerrado y escribiendo. Solamente sus editores se hacían cada vez más ricos.

Aunque parezca difícil de creer, este abuso por parte de las editoriales no es un caso aislado, los hay a cientos. No se trata de que los autores no se fijen en las cláusulas antes de firmar, sino que muchas veces no les queda otro remedio que aceptarlas si quieren ver al menos sus obras publicadas, o ganar un poco de dinero con ellas. Estos casos son tristemente frecuentes, así como los de editores que no pagan la parte correspondiente a los autores (ya de por sí miserable, un 10% para la persona que ha creado la obra desde la nada es una injusticia atroz), o que modifican a su favor el número de ventas para hacer creer al autor que han vendido menos libros y pagarle así una cantidad más baja. En resumen, salvo algunos súper ventas, es muy difícil que un escritor pueda llegar a ganarse la vida sin tener que realizar también otros trabajos paralelos.

Como era de esperar, la situación de Salgari pronto se hizo insostenible al no poder mantener a su familia, y la falta de ingresos suficientes junto con la inestabilidad psíquica de su esposa derivó en el suicidio, sangriento y doloroso, del grandísimo escritor. En su carta de despedida hacía responsables a sus editores de su desgracia, y les pedía que al menos se hicieran cargo de los gastos de su entierro. Parece una broma macabra, pero su vida, que comenzó siendo alegre y aventurera y terminó recluyéndole en una habitación en condiciones miserables, parece haber sido diseñada por él mismo, puesto que es muy similar a la de los protagonistas de sus novelas.

Emilio Ferrero, autor de esta estupenda biografía, es un importante escritor y crítico literario italiano que trabaja en el sector editorial desde 1963. Una de sus obras más relevantes, hasta la aparición de esta biografía de Salgari, era N. (Premio Strego en el año 2000), una novela basada en los días de exilio de Napoleón en la isla de Elba, narrada por su bibliotecario. Napoleón y Salgari son los dos personajes por quienes Emilio Ferrero siente más admiración, y por ello ha dedicado mucho esfuerzo en documentarse para reconstruir sus historias aunando datos objetivos y literatura a partes iguales. En el caso de Salgari, la fascinación llega hasta el punto de que, a día de hoy, Ernesto Ferrero vive en la misma casa donde residió el mítico capitán. Era uno de sus mayores sueños y, en cuanto pudo, la adquirió para sí: un verdadero lujo que muy pocos podrían permitirse. No hay un lugar más adecuado en el mundo para captar el espíritu de Salgari y plasmarlo en el papel de la forma magistral que merece.

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