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domingo, 30 de octubre de 2022

"Eros y otros trazos [Un ensayo lírico]" - Sílvia Ardévol

 



Descubrir el universo literario de Sílvia Ardévol es una de esas cosas bonitas que suceden a veces en las redes sociales. Creo que hará algo más de dos años que sigo esa mirada suya tan característica desde donde muestra sus lecturas junto al mar o los estantes abarrotados de su biblioteca. Me gusta su intensidad y su elegancia y por supuesto el tipo de lecturas que elige, cómo no también siempre intensas y elegantes. Suelen interesarme siempre los textos que subraya tan efusivamente y que luego fotografía para prender la mecha en alguien, siempre la llama surge aunque sea en el lugar más inesperado. 


Pág. 34 Hay veces que los libros que uno está leyendo vienen a salvarle la vida.

La intimidad de sus libros amontonados en precioso desorden, la naturaleza y los objetos artesanales, todo ese caos tan atractivo que conforma su mundo, vienen a convertirse o condensarse en este libro, que es mitad canto a la vida y mitad declaración de (literarias) intenciones.

Pág. 14 (…) el paseo propuesto a continuación lo planteo desde el compartir fragmentos de lecturas que me han regalado grandes dichas pero también grandes incomodidades. Trazos que me han seducido pero también otros que me han sobrepasado, que me han irritado, que me han hecho situarme al otro extremo de lo que venía pensando hasta entonces. Y son esos subrayados los que permanecen en conversación permanente con las supuestas convicciones. Sobre todo para desconvencerse, de una vez por todas, de la conveniencia de tenerlas.

Quizá por una especie de lírica simbiosis o porque los textos son verdaderamente hermosos, paso las primeras páginas de "Eros y otros trazos" y pronto echo en falta un lápiz con el que subrayar pasajes.

Inevitablemente marco algunos fragmentos sobre diferentes temas universales, que se ordenan en capítulos compuestos (sospecho) por las muchas notas de lectura tomadas al vuelo por Sílvia durante años de vivir entre libros, entreveradas de apreciaciones y reflexiones personales junto con alguna pequeña anécdota.

Pág. 42 Y la ventura exquisita de no intervenir en qué partes de lo leído deciden quedarse en nosotros para siempre (…)

Pienso en las amigas a las que recomendar esta lectura y creo que se trata de un libro del que disfrutar sin prisas (¿cuál lo es?), deleitándose y en ocasiones repasando más de una vez un mismo pasaje, a causa de esa intensidad que mencionaba antes. Las citas o parafraseos de los autores que admira se desdibujan con las palabras propias dando lugar a un texto tan especial como inclasificable. 

Pág. 54 Con lo bueno y bello que puede ser ir por ahí con un corazón que sepa latir éticamente, siendo contradictorios, incoherentes, humanos.

Los grandes temas universales se organizan en los bloques: identidad, libertad, eros, intelectualidad, espiritualidad y trascendencia, lenguaje y etiquetas y por último, verdad. Todo ello hilado por el concepto de “bienser” que no descifraré aquí para que quienes tengan curiosidad busquen entre las páginas de este libro. Quien busque respuestas quizá solo consiga plantearse más preguntas, pero es que de eso se trataba esto que llaman vivir.

Personalmente, no solo me ha hecho pasar horas de lectura muy agradables sino que la extensa bibliografía me ha dejado muchas y muy buenas recomendaciones para continuar leyendo libros que no conocía y otros que tenía pendientes y quizá ahora recupere, haciendo honor a esto que a veces se comenta y es que un buen libro te abre la puerta a otros muchos. Además por supuesto de hacerme reflexionar sobre estos grandes temas desde prismas nuevos y desde la mirada de otros, y esto siempre resulta enriquecedor. 

Más allá de la redundancia y obviedad de que se trata de un libro para lectores, creo que puede interesar a todas aquellas personas sensibles y cultas que disfruten de vivir poéticamente y hayan hecho un refugio literario donde resguardarse de las inclemencias del mundo real: en esos refugios algunos nos reconocemos a veces y el chispazo que brilla entonces es hermoso, aunque a veces duela.

Pág. 226 (…) lo cuenta poéticamente, que es como se tienen que contar las cosas cuando se las quiere abarcar al completo.


sábado, 6 de noviembre de 2021

Shirley Jackson, juegos de muerte y memoria selectiva

 


Últimamente, una horrible serie sobre juegos de muerte se ha colado en todas las casas. A pesar de que su creador ha explicado que su intención era hacer una crítica al sistema, el propio formato ha provocado que los espectadores se pasen el mensaje por el arco del triunfo y se entretengan recreando esos juegos de ultraviolencia (incluso con niños, quienes también están viendo la serie) y arrasando con los artículos de la serie en las tiendas, es decir, dando absolutamente la razón al capitalismo. La gente es idiota. 

Los creadores de este tipo de formatos saben que el espectador se verá reflejado en la parte ganadora: el ser humano se proyecta en quien sabe que no va a morir. En ese juego las víctimas mueren, el único superviviente es el capitalismo. Breat Easton Ellis se estará frotando las manos. 

El mensaje es que los humanos somos malos por naturaleza: y es precisamente este tipo de ficciones mal construidas las que nos reafirma en esa oscura idea. Es decir, al público general no le cala la crítica social, lo que cala es el mensaje negativo y por eso los juegos le están pareciendo a todo el mundo algo divertido que mola replicar: esta serie hace la violencia apetecible, con esos colores y el discurso facilón.

La trama no es nada nuevo, a pesar de que el bombazo de este éxito nos pueda cegar y hacer pensar lo contrario. Existen ficciones literarias de hace décadas que han tratado exactamente el mismo tema. Lo único que cambia es la adaptación de los miedos y problemas sociales de cada época. 

En 1924 Richard Connell escribió “El juego más peligroso”, que fue llevado al cine en numerosas adaptaciones y que inspiró muchos otros relatos y novelas de temática similar. Originalmente esta historia deriva del auge de la caza mayor en EEUU, un juego de muerte muy psicópata ya de por sí (hagan el favor y lean “Goat Mountain” de David Vann). Dos cazadores, en la vida real, empachados ya de la adrenalina que les provocaba asesinar inocentes por diversión, pensaron en lo estupendo que sería poder matar personas o matarse el uno al otro y, ¿qué inventaron? Sí amiga, sí: el paintball.

Unos años después, en 1948 se publica “La lotería” de Shirley Jackson, un brevísimo y aparentemente inofensivo relato sobre la lapidación anual de una persona elegida en una pequeña aldea de la América profunda. Los relatos de Shirley Jackson tienen eso: presenta con mucha calma una cotidianeidad en la que todo parece normal hasta que de pronto, introduce algún elemento que chirría y te deja a cuadros. Es en ese momento cuando ella desaparece y te deja desamparada y con el corazón en un puño. El cuento acaba y empieza otro, donde con otros elementos vuelve a hacerte la misma jugada.

Relatos ritualísticos basados en tradiciones también ha habido siempre, como por ejemplo, todos aquellos en los que se utilizan ofrendas para conseguir algo bueno (como una buena cosecha). O no necesariamente cosas tan tangibles, simples purgas que sirvan al bien común, para eliminar lo malo y atraer lo bueno, de una forma más etérea. Ficciones como la que nos presenta la película “La purga” o la novela “La larga marcha” de Richard Bachman (pseudónimo de Stephen King) también siguen esta misma tradición de juegos de muerte.

También a raíz de Jackson he pensado estos días en el paso del tiempo. Y en que, a veces, todo tiene un precio. Hace años una personita entró en mi casa sin pedir permiso y me hizo un enorme favor sacando la basura pero lamentablemente también se quedó con mi edición de "Siempre hemos vivido en el castillo", de Shirley Jackson, en la edición de la ed. Minúscula de 2012. Por algún motivo nunca lo intenté reponer pero de cuando en cuando lo recordaba, por cosas de la vida dispongo ahora del mismo título en una edición mejor, la de Edhasa de 1990. Releyéndolo estos días apenas podía creer lo alterado que tenía su recuerdo. Creo que el hecho de robármelo hizo que lo idealizara y, además, siempre lo identifiqué demasiado con "Irlanda" de Espido Freire, que definitivamente me gusta mucho más. 

Supongo que es inevitable idealizar todo aquello que te ha sido arrebatado de una manera injusta o en un contexto trágico o macabro. Que te pongan los cuernos aprovechando que viajas a otra ciudad porque en tu familia hay alguien a punto de morir, es lo bastante terrible y lo bastante macabro.
Estos días, la lectura de ‘Siempre hemos vivido en el castillo’ me ha descolocado, no encontraba ni rastro de la poesía que creí ver en su día. Releí la reseña que escribí hace años, y me doy cuenta de que hoy leo este relato con otros ojos, desde otro lugar muy diferente. Desde un lugar acogedor y tranquilo al lado del mar.

sábado, 21 de noviembre de 2020

"Cuando la sociedad es el tirano" - Javier Marías



Lo que tenemos aquí son noventa y seis artículos reunidos en un solo volumen; se publicaron por primera vez entre febrero de 2017 y enero de 2019 en el suplemento dominical El País Semanal: la recopilación es de mayo de 2019. Es decir, la ya clásica compilación de artículos de Javier Marías en Alfaguara, que se publica de forma más o menos bianual.

Antes, las compraba todas. Cada dos años tenía cita inapelable en la librería aun cuando a menudo fuera leyendo los artículos recién publicados por internet. Los que me seguís desde hace mucho tiempo u os habéis tomado la molestia de leer mis reseñas viejas (hoy en día es viejo todo lo que proceda de la semana pasada, sino aún menos tiempo) sabéis que desde aproximadamente los 15 años he sido una lectora aplicada y voraz de la obra de Javier Marías. He reseñado más de diez de sus libros y referencias a muchos otros han aparecido con frecuencia en mis artículos del blog. Le he escuchado en conferencias y presentaciones, he acudido a por su firma en muchas ferias del libro cuando vivía en Madrid, alguna vez he compartido en mis redes sociales fotografías de la apelotonada zona de la biblioteca de casa donde se amontonan sus libros. 

Pero nada dura eternamente y creo que está bien que así sea. Tras la decepción que sufrí con “El Quijote de Wellesley” (una obra que como ya expliqué, me pareció un oportunismo editorial y una tremenda tomadura de pelo, qué dinero malgastado) un buen día dejé de consumir sus artículos semanales porque empezaban a oler a chamusquina. 

Creo que el artículo-gota que colmó el vaso de mi paciencia fue precisamente uno de los que se incluyen en este recopilatorio, “Más daño que beneficio”. En él, el eterno candidato al Nobel se lamentaba de que se recomendase y alabase la obra de una autora que a su gusto no está a la altura de otras de su mismo género. Creo que la gente lee sin descanso pseudo-literatura de muchísima peor calidad y sin embargo esto no parece inquietarle. Me da mucha pena que la cargase contra la encantadora Fuertes porque su obra va mucho más allá de cuentos para niños o unos pocos poemas para adultos: Gloria Fuertes consiguió que la gente la quisiera (¿quizá esto le da rabia y cierta envidia a un autor que a medida que cumple años se hace más antipático a sus lectores?, me pregunto). Su capacidad de transmitir, su personalidad, traspasaban las páginas y las pantallas, era reconocible, original y única. 

Es más, en su caso, el hecho de que escribiera mejor o peor no es la cuestión: es el mensaje de su obra y el hecho de que durante toda su vida sufriera una múltiple represión por ser mujer, lesbiana, artista. Que Javier Marías carezca de la sensibilidad para ver más allá de la calidad objetiva de su obra, es otro tema. Como lo es el hecho de que deje que los demás recomendemos a quien nos dé la gana, al igual que él recomienda a Jane Austen y las hermanas Brontë sin que corramos a vociferar a la Plaza de la Villa hacia sus balcones lo cursi, mentecato, manido, rancio, arcaico y con olor a naftalina que resultan hoy en día estas recomendaciones. Personalmente, desconfío mucho de las personas que no toman café y leen a las hermanas Brontë.

Si a Fuertes se la reivindica ahora, como a muchas otras, es porque durante muchísimos años aciagos se las silenció, y no es porque hubiera una conspiración de hombres en su contra que no afectaron a las autoras que sí gozan de la aprobación de Marías y pudieron ver su obra publicada en vida. Creo que es aquí donde más se le ve el plumero, en esta frase fatídica: “En realidad son legión las mujeres llenas de inteligencia y talento, a las cuales ninguna «conspiración» de varones ha estado interesada en ningunear (pág. 77). Lo que le molesta a Marías, está claro, no es Gloria Fuertes: es el feminismo.

Y digo esto porque quizá noventa y seis son demasiados artículos para que en casi todos haya una mención directa o indirecta a las molestias que sufre Javier Marías a causa de las feministas vociferadoras. No sé sobre qué corrientes o qué autoras feministas ha leído, si es que lo ha hecho, y si se ha enterado de algo. Se centra mucho en las feministas “gritonas” o de redes sociales que poca gente con sentido común soporta, pero es que el mismo sentido común nos debe indicar que no las hagamos ni caso. Defiende Marías que en las “olas” previas a esta supuesta cuarta actual, las feministas eran seres de luz que consiguieron grandes logros, y me gustaría decirle que en todas las épocas hay gritones y mentecatos, al igual que obras sin ningún valor literario, pero que precisamente toda esa bazofia no trasciende, no pasa a la historia, por eso no nos llega. Solo sabemos de los logros que se consiguieron y de las obras que supervivieron durante generaciones y nos han llegado.

Creo que Javier Marías es lo suficiente inteligente y más para saber todo esto, pero hay algo que le molesta por una masculinidad, quizá, mal gestionada. Quizá no sea capaz de disimularlo porque le pueda la rabia. Y me da mucha pena que vaya a pasar a la historia por un viejo cascarrabias a causa de su incontinencia en estos artículos cargados de bilis y mala baba, después de las grandes obras que ha legado al mundo, la verdad. Diría que no le reconozco, pero es que todos cambiamos.

No hace falta tener las mismas opiniones en todo para llevarse bien e intercambiar puntos de vista. Quizá sí es imprescindible tener los mismos valores, no estoy segura. Pero es que precisamente eso es lo que propicia el crecimiento, la diferencia: si nos refugiamos en las voces que nos dan la razón en todo, jamás saldremos de nuestro pequeño caparazón de verdades absolutas y de profecías autocumplidas. 

Todo esto me ha recordado un episodio del pasado que en realidad sigo teniendo muy presente. Hace años una amiga me dejó por whatsapp. Este detalle mezquino me sirvió para amortiguar el golpe, que en su día fue fuerte. Aún a menudo la echo de menos y me gusta ver por redes que le sigue yendo muy bien con sus novelas. La he recordado estos días, una vez más, porque Marías menciona en uno de estos artículos el caso de “la Manada” que motivó que esta persona quisiera salir de mi vida. Marías argumenta en su artículo que no puede saber qué pasó exactamente en aquel portal y que por tanto sobraban las voces de miles de mujeres que durante un sinfín de manifestaciones gritaban “yo sí te creo”: que había que dejarlo en manos de la justicia.

En su día, ofrecí a mi antigua amiga mi punto de vista, ya que lo que pasó en ese portal de hecho estaba grabado en buena parte (por los mismos violadores: vídeos que más tarde les sirvieran para vanagloriarse de su funesta y cavernícola hazaña con el resto de salvajes colegas), así como el transcurso de la Manada con su víctima desde la plaza donde empezaron a hablar, hasta el portal donde finalmente sucedió la violación, pasando por los lugares donde fueron preguntando si había habitaciones libres (durante estas fiestas psicópatas y muy crueles, centradas en el maltrato animal, el ayuntamiento instala cámaras de vigilancia por las calles: es lógico, nada bueno puede salir de una concentración de bárbaros además, borrachos). Me leí en su día hasta las diferentes declaraciones que se filtraron a la red, no sé por qué me empapé tanto del caso, siendo tan repugnante todo. En fin, a mi amiga le molestó que yo dijera que creía que fue una violación aún a pesar de no haber presenciado los hechos en el portal y ser incapaz de saber, en fin, la realidad del caso. 

Marías aboga por dejar la resolución en manos de la justicia y creo que es aquí donde se equivoca. Fui a las manifestaciones precisamente para apoyar el movimiento con mi presencia y que se creara jurisprudencia a raíz de esta violación en grupo: me parece increíble que Marías no mencione la auténtica raíz de este asunto, que fue la diferencia existente entre las acepciones de los términos “abuso” y “violación” para la justicia de este país. Esas connotaciones hacen que una sentencia resulte muy diferente precisamente debido a esas importantes connotaciones.

Supongo que cuando algo no te afecta, es fácil mirar para otro lado y ser poco cauto alzando la voz sin una necesaria reflexión previa. Ya me he extendido suficiente como para continuar ahora reflexionando sobre la cosificación, la sexualización y el acoso que sufrimos las mujeres por el mero hecho de vivir con una asignación de género determinada desde que nacemos, en un sistema binarista y cruel donde el otro género goza de privilegios y hegemonía sobre el nuestro. Es que esto me llevaría a despotricar contra el binarismo y así no acabamos nunca. Creo que tardaré mucho, si lo hago, en volver a Marías.



lunes, 16 de octubre de 2017

Los sentidos del sujeto_Judith Butler


"Los sentidos del sujeto" (Herder: Barcelona, 2016), es una colección de ensayos cortos que giran en torno a la función de las pasiones en la formación del sujeto desde un punto de vista fundamentalmente filosófico. Se trata de siete textos escritos entre 1993 y 2012 (bastante desactualizados por tanto, en la introducción se indica que la autora ha modificado, para esta edición, aquellas partes en las que actualmente ya no estaba de acuerdo con lo que había expresado) en los que Judith Butler (Cleveland, EEUU, 1956) critica los aspectos de varios autores con los que no está de acuerdo (Descartes, Marleau-Ponty, Spinoza, etc.), pero va más allá y también hace críticas de otras críticas (de Irigaray sobre Marleau-Ponty, de Kierkegaard contra Hegel, etc.). Entretenido, cuanto menos. No es una lectura fácil (a lo largo de párrafos y párrafos le da vueltas y más vueltas a conceptos muy concretos aportando pequeños cambios de puntos de vista y el lenguaje es muy académico) pero resulta enriquecedora y nos invita a pensar hasta qué punto el exterior afecta en la formación del sujeto, que es impresionable y vulnerable.

Judith Butler es autora de referencia en estudios de género, estableció las bases en sus libros más conocidos como "El género en disputa" (Paidós, 2001), "Cuerpos que importan" (Paidós, 2008), "Cuerpos aliados y lucha política" (Paidós, 2017) ó "Deshacer el género" (Paidós, 2008), pocos ensayos feministas actuales no la citan en algún momento. Algunos fragmentos brillantes de "Los sentidos del sujeto":

p.88 (...) los más variados actos de aparente autodestrucción tienen algo de persistente y de potencial autoafirmador de vida.

*

p.99 Mientras que el duelo parece versar sobre la pérdida de un objeto —la pérdida consciente de un objeto—, los melancólicos no saben qué lamentan. Y en algún punto se resisten a reconocer esta pérdida. Como resultado, padecen la pérdida como una pérdida de conciencia, es decir, de un yo cognoscente. Si este conocimiento es el que afianza al yo, este yo también se pierde, y la melancolía se convierte en un lento desfallecimiento, un deterioro potencialmente suicida. Este deterioro tiene lugar por medio del autorreproche y la autocrítica, y puede tomar la forma del suicidio, es decir, del intento de anular la propia vida debido al desprecio que se siente por esta.

*

p.161 Nos podríamos preguntar si no hay más alternativa que la fe o la desesperación. Según Kierkegaard, así es. La mayoría de los seres humanos viven en la desesperación, y ni siquiera saben que están desesperados. En realidad, el hecho de ignorar la propia desesperación es un síntoma de desesperación. La persona que ignora que tiene ante sí una tarea, que debe librar una batalla por afirmar su yo de este modo tan paradójico, se basa en una serie de suposiciones sobre la solidez de su propia existencia que permanecen sin cuestionar y, por lo tanto, al margen de la dificultad de la fe. Así que parece que existe otro camino hacia la fe que no es el de la desesperación. Pero para Kierkegaard, la fe no provee una solución a la paradoja del yo. De hecho, no hay nada que pueda proporcionar tal solución. El yo es una alteración, un constante ir de aquí para allí, una paradoja viva, y la fe no detiene ni resuelve esa alteración convirtiéndola en un todo armónico o sintético. Al contrario, la fe es precisamente la afirmación de que no puede haber solución. Y puesto que la "síntesis" representa la solución racional de la paradoja, y esta no se puede resolver, de ahí se sigue que la fe emerge precisamente en el momento en que la "síntesis" se demuestra una solución engañosa. Digamos que esta sería la última de las burlas de Kierkegaard a costa de Hegel.

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p.193 ¿Y cómo funciona en la relación ética entre los sexos que Irigaray imagina y promueve y que entiende como el eje del proyecto de la filosofía feminista? Recordemos que, según ella, universalizar una norma, o sustituir una por otra, serían ejemplos de un procedimiento ético que presupone una posición simétrica de hombres y mujeres en el lenguaje. De hecho, si las mujeres y los hombres se ubicaran simétrica o recíprocamente en el lenguaje, entonces la reflexión ética consistiría en imaginarse a uno mismo en el lugar del otro y en extraer un conjunto de reglas o prácticas a partir de esa sustitución imaginada o imaginable. Pero en el caso de que hombres y mujeres se ubiquen asimétricamente, el acto de un hombre de sustituirse por una mujer en un esfuerzo por lograr una igualdad imaginada se convierte en un acto por el cual el hombre extrapola su propia experiencia a expensas de la propia de cada mujer. En este escenario, según Irigaray, el acto por el cual un hombre se sustituye por una mujer se convierte en un acto de apropiación y borrado; el procedimiento ético de la sustitución, pues, queda reducido, paradójicamente, a un acto de dominación. Por otro lado, si una mujer, desde su posición subordinada en el lenguaje, se sustituye por un hombre, esta se imagina a sí misma en una posición dominante y sacrifica su sentido de la diferencia respecto a la norma. En tal caso, el acto de sustitución se convierte en un acto de autoborradura o autosacrificio.
Podríamos concluir que, para Irigaray, dada su perspectiva, según la cual hombres y mujeres ocupan una posición asimétrica en el lenguaje, no puede haber relación ética.

*

p. 246 El "tú´" es anterior al nosotros, anterior al vosotros y anterior al ellos. Es sintomático que el "tú" sea un término que no encuentre un lugar en los desarrollos modernos y contemporáneos de la ética y la política. Las doctrinas individualistas ignoran al "tú", porque están demasiado preocupadas por enaltecer los derechos del yo, y el tú queda oculto en una forma de ética kantiana que solo es capaz de poner en escena un yo que se dirige a sí mismo como un "tú" conocido. El "tú" tampoco encuentra su lugar en las escuelas de pensamiento a las que se opone el individualismo, escuelas que, en su mayor parte, se ven afectadas por un vicio moral, que, para evitar caer en la decadencia del yo, evita la contigüidad del tú, y privilegia lo colectivo, los pronombres en plural. De hecho, muchos movimientos revolucionarios (que van del comunismo tradicional al feminismo de la sororidad) parecen compartir este curioso código lingüístico basado en una moralidad intrínseca de los pronombres. El nosotros siempre es positivo, el vosotros es un posible aliado, el ellos muestra el rostro del enemigo, el yo es indecoroso, y el tú, por supuesto, es superfluo.


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