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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Fabliaux: cuentos franceses medievales


Los “fabliaux” son cuentos medievales franceses creados originalmente en verso rimado, para ser sobre todo recitados en voz alta, que como todo el mundo sabe, gracias a esa tradición oral se transmitieron durante generaciones llegando hasta estos tiempos miles de historias que de otra forma no habrían pasado más allá de las clases sociales que estaban familiarizados con la lectura y la escritura.

Pues bien. Estos pequeños cuentos contienen siempre una parte moralizadora, pero cargada siempre de guasa e ironía: podría decirse que son parodias de los cuentos con finalidad aleccionadora e instructiva. Provocan la risa del lector introduciendo siempre personajes de bajas clases sociales, propensos al despiste, al engaño y a la picaresca del resto de personajes que buscan burlarse o aprovecharse de ellos. 

En esta edición de Cátedra hay veintidós relatos divididos en los apartados: “Las mujeres”, “Los jóvenes” y “Molineros, campesinos y juglares”, aunque comparten multitud de características y muchos de ellos podrían encuadrarse bajo varias categorías. En general, siempre tienden a los enredos sexuales, al escarnio por avaricia, a las torpezas cometidas por seguir los dictados de los más bajos instintos, etc.


Resulta especialmente agradable leerlos no sólo por lo divertidos que son, sino porque proceden de un tiempo muy lejano y uno los sostiene entre las manos como si se tratase de un objeto que contiene el pasado, y eso es algo conmovedor, como indica Philipp Blom en su estupendo “El coleccionista apasionado” (Anagrama, 2013).

Grotescos, desvergonzados, ingeniosos, provocadores, carnavalescos y muy amenos, así son los cuentos que como si fueran ecos nos llegan del pasado. Nunca pretendieron ser obras de arte y por eso no se compusieron de una forma muy esmerada, pero lo que verdaderamente sorprende es que todavía puedan seguirse comprendiendo y disfrutando en estos tiempos tan distintos y tan absurdos. Aunque por sus connotaciones lingüísticas e históricas estos fabliaux son mucho más que un libro para pasar el rato, ¿quién no ha buscado alguna vez un libro que no le plantease complicados esfuerzos mentales y que simplemente le distrajese y captase con facilidad y rapidez la atención para evadirse por un rato de este mundo? Pues aquí lo tienen.

sábado, 26 de octubre de 2013

Sir Gawain y el Caballero Verde


Hay libros que, por su propia naturaleza, parece que nos llegan directamente de manos de seres mágicos. Sir Gawain y el Caballero Verde es uno de ellos. No en vano, si ha llegado hasta nuestros días ha sido en gran parte gracias a la intervención inestimable de J.R.R. Tolkien, quien precisamente era una criatura procedente de un mundo mágico, perteneciente a una raza que él mismo creó: los hobbits.

En su afán de proveer a Inglaterra de una mitología propia, buscó y estudió cuidadosamente los textos antiguos, convirtiéndose en un experto en leyendas artúricas. Como bien explica Luis Alberto de Cuenca en el genial prólogo de este libro, Tolkien transcribió la leyenda de Gawain (que estaba escrita en forma de poema y con letra del último tercio del s. XIV, por un autor desconocido) al inglés moderno, para que el gran público tuviese acceso y pudiese gozar de ella.

La historia de Sir Gawain acontece por un hechizo de Morgana (supongo que desvelar los pormenores de una leyenda de hace más de seiscientos años es como hacerlo con los hitos de la historia moderna, no se trata de un spoiler pues cualquiera podría, o debería, conocer el desenlace). Morgana, hechicera y hada de las aguas, ejecuta el encantamiento que somete al Caballero Verde, y es a través de éste como se pone a prueba Sir Gawain. El Caballero Verde irrumpe en las celebraciones de Año Nuevo de la corte artúrica y, ante sus requerimientos, es Sir Gawain, sobrino del rey, quien de entre todos los caballeros se ofrece participar en el reto.

Esta decisión le llevará a visitar el territorio del Caballero Verde justo un año después, tal como queda pactado entre ellos. Una vez allí, y sin ser consciente de ello, el honor de Sir Gawain será puesto a prueba a través de la esposa del Caballero Verde, ya que, formando parte del juego, le visita a solas declarándose enamorada de él. Sin embargo, Sir Gawain demuestra su honor negándose a participar en el engaño, que le hubiera convertido en un tipo despreciable y ruin: mantiene su honor y su caballerosidad y solamente acepta de ella un regalo, un pañuelo verde que le protegerá en batalla. Por tanto, su único "desliz" es cometido con el fin de proteger su propia vida, algo que el Caballero Verde fácilmente disculpa y comprende. En sus propias palabras: 

Pero aquí fallasteis un poco, señor, y os faltó lealtad; aunque no os hizo caer la astuta malicia ni el deseo de amor, sino el apego a vuestra vida; cosa que es más disculpable.

Tal y como está configurada la sociedad actualmente, Sir Gawain sería considerado tonto hoy día por negarse a disfrutar de los placeres que le ofreciera cualquier amable señorita. Participar del engaño y traicionar no tendrían ninguna importancia puesto que todo estaría hecho en nombre de los deseos carnales. Sería un triunfador, un machote: es entonces cuando sería un caballero. Aún más, sería ella la tonta si hubiera sido engañada; o un ser despreciable si hubiese sido ella la que traicionase. Si ese hubiera sido el caso. La fabulosa historia de Sir Gawain y el Caballero Verde nos demuestra cómo han cambiado los tiempos, o mejor, cómo se han estropeado las personas.

Además de la finalidad moralizadora, el relato goza de una estética literaria propia de un gigante de las letras, como bien aprecia Luis Alberto de Cuenca en su prólogo. Las descripciones de los lugares y del invierno, momento en que se desarrolla la acción, son sublimes. La acción está sabiamente expuesta intercalando escenas de lucha y acción con otras de recogimiento y paz, manteniendo de ese modo intacta la atención del lector.

En ocasiones es bueno huir del ruido de la actualidad y del bombardeo de la publicidad de los lanzamientos de libros nuevos, que además de ser inabarcables no están asentados en la historia de la literatura y la gran mayoría nacen siendo ya cadáveres llenos de letras. La lectura de las leyendas artúricas es un poco como un regreso a los orígenes, algo muy positivo si se hace cada cierto tiempo, para no perderse de uno mismo.

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