Mostrando entradas con la etiqueta leyendas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta leyendas. Mostrar todas las entradas

sábado, 26 de octubre de 2013

Sir Gawain y el Caballero Verde


Hay libros que, por su propia naturaleza, parece que nos llegan directamente de manos de seres mágicos. Sir Gawain y el Caballero Verde es uno de ellos. No en vano, si ha llegado hasta nuestros días ha sido en gran parte gracias a la intervención inestimable de J.R.R. Tolkien, quien precisamente era una criatura procedente de un mundo mágico, perteneciente a una raza que él mismo creó: los hobbits.

En su afán de proveer a Inglaterra de una mitología propia, buscó y estudió cuidadosamente los textos antiguos, convirtiéndose en un experto en leyendas artúricas. Como bien explica Luis Alberto de Cuenca en el genial prólogo de este libro, Tolkien transcribió la leyenda de Gawain (que estaba escrita en forma de poema y con letra del último tercio del s. XIV, por un autor desconocido) al inglés moderno, para que el gran público tuviese acceso y pudiese gozar de ella.

La historia de Sir Gawain acontece por un hechizo de Morgana (supongo que desvelar los pormenores de una leyenda de hace más de seiscientos años es como hacerlo con los hitos de la historia moderna, no se trata de un spoiler pues cualquiera podría, o debería, conocer el desenlace). Morgana, hechicera y hada de las aguas, ejecuta el encantamiento que somete al Caballero Verde, y es a través de éste como se pone a prueba Sir Gawain. El Caballero Verde irrumpe en las celebraciones de Año Nuevo de la corte artúrica y, ante sus requerimientos, es Sir Gawain, sobrino del rey, quien de entre todos los caballeros se ofrece participar en el reto.

Esta decisión le llevará a visitar el territorio del Caballero Verde justo un año después, tal como queda pactado entre ellos. Una vez allí, y sin ser consciente de ello, el honor de Sir Gawain será puesto a prueba a través de la esposa del Caballero Verde, ya que, formando parte del juego, le visita a solas declarándose enamorada de él. Sin embargo, Sir Gawain demuestra su honor negándose a participar en el engaño, que le hubiera convertido en un tipo despreciable y ruin: mantiene su honor y su caballerosidad y solamente acepta de ella un regalo, un pañuelo verde que le protegerá en batalla. Por tanto, su único "desliz" es cometido con el fin de proteger su propia vida, algo que el Caballero Verde fácilmente disculpa y comprende. En sus propias palabras: 

Pero aquí fallasteis un poco, señor, y os faltó lealtad; aunque no os hizo caer la astuta malicia ni el deseo de amor, sino el apego a vuestra vida; cosa que es más disculpable.

Tal y como está configurada la sociedad actualmente, Sir Gawain sería considerado tonto hoy día por negarse a disfrutar de los placeres que le ofreciera cualquier amable señorita. Participar del engaño y traicionar no tendrían ninguna importancia puesto que todo estaría hecho en nombre de los deseos carnales. Sería un triunfador, un machote: es entonces cuando sería un caballero. Aún más, sería ella la tonta si hubiera sido engañada; o un ser despreciable si hubiese sido ella la que traicionase. Si ese hubiera sido el caso. La fabulosa historia de Sir Gawain y el Caballero Verde nos demuestra cómo han cambiado los tiempos, o mejor, cómo se han estropeado las personas.

Además de la finalidad moralizadora, el relato goza de una estética literaria propia de un gigante de las letras, como bien aprecia Luis Alberto de Cuenca en su prólogo. Las descripciones de los lugares y del invierno, momento en que se desarrolla la acción, son sublimes. La acción está sabiamente expuesta intercalando escenas de lucha y acción con otras de recogimiento y paz, manteniendo de ese modo intacta la atención del lector.

En ocasiones es bueno huir del ruido de la actualidad y del bombardeo de la publicidad de los lanzamientos de libros nuevos, que además de ser inabarcables no están asentados en la historia de la literatura y la gran mayoría nacen siendo ya cadáveres llenos de letras. La lectura de las leyendas artúricas es un poco como un regreso a los orígenes, algo muy positivo si se hace cada cierto tiempo, para no perderse de uno mismo.

domingo, 2 de octubre de 2011

Sobre la magia de la música.


La melodía continúa, cambia, se transforma, Krito revive las consecuencias  de aquello, la maldición interior pesando en su vida, la destrucción para siempre de su capacidad de amar, y recordándolo abre los ojos, se contempla con realismo implacable, se abraza a sí mismo donde está, se acepta reconciliado... Porque es tocando fondo, aunque sea en la amargura y la degradación, donde uno llega a saber quién es, y donde entonces empieza a pisar firme. Y desde lo alto, desde la noche transfigurada por la música, llega al fondo del pozo el bálsamo del arte, despierta la sensatez de la sabiduría, y Krito empieza al fin a estar en paz... Desde ese momento sólo es oído y sentimiento, olvido de los demás, envuelto en música, inundado de música, apacentado en música. Es pájaro, caballo, navegante, planeta. Es corazón latiendo.


Tarda en darse cuenta de que la música ha cesado, de que abajo no hay apenas ruido. Oye crujir la vieja escalera de madera por las cautas pisadas de una muchacha y las más fuertes del tardío cliente que la sigue hasta la yacija. Oye una voz reclamando agua. La vida le envuelve de nuevo y ve al aulista, soltándose la cinta que mantenía los tubos contra su boca.
-Amigo, amigo -le dice suavemente-. ¿Qué haces con el viento en esos tubos? ¿Cómo lo alargas, lo trenzas, lo frenas, lo aceleras, lo haces saltar o doblegar?
El aulista sonríe y tantea hasta encontrar el jarro del que bebe un trago.
-Esta noche te confesaré mi secreto... No soy yo quien lo hace; es el mismo viento que está vivo y ama los tubos estrechos con las repentinas portezuelas que se abren y cierran. Sí, te diré mi secreto. Cuando nací, en Tracia, mi madrina fue una maga de hierbas, como llamamos allá a las mujeres con poderes ocultos, y no me regaló nada. Mis padres se enfadaron, pues habían esperado que me diese la vista sin la que nací, pero ella sabía que aún no era el momento. Fue más tarde, cuando ya me apuntaba la barba. Un día se me acercó en el monte y sopló tres veces en mis dedos. Por eso el viento los reconoce y ellos a él; por eso ellos le llaman y él les obedece.
-Comprendo -dice Krito, mientras piensa de qué triste o alegre historia personal será transmutación defensiva esta leyenda.
-No, no comprendes -continúa Yarko, cambiando su tono ligero en otro melancólico-, porque aún no he terminado. Después de soplar en mis dedos la maga tocó mi corazón con su mano izquierda y me dejó una cicatriz para siempre. Por eso el viento y mis dedos sólo saben tocar como has oído.
Y ahora Krito sí comprende que en la vida de Yarko hubo otra Kalidea. Se acerca al aulista y abraza a su hermano en lo irremediable.


José Luís Sampedro
"La vieja sirena"
Ediciones Destino, 2006
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...