jueves, 30 de mayo de 2013

"De umbral en umbral" - Paul Celan


LEVANTES LA PIEDRA QUE LEVANTES

Levantes la piedra que levantes-
despojas
a quienes precisan el amparo de las piedras:
desnudos
renuevan ahora el enredo.

Tumbes el árbol que tumbes-
construyes
el lecho en donde
las almas una vez más se estancan
como si no vibrara
también este
eón.

Digas la palabra que digas-
agradeces
el deterioro.


[Hagas lo que hagas].



JUNTOS


Ya que la noche y la hora,
al nombrar en los umbrales
a los que entran y salen,

bendijo lo que hicimos,
ya que nada más nos mostró el camino,

no han de venir las sombras
por separado, pero si
hubiera más de lo que hoy se anunció,

no sonarán las alas
antes para mí que para ti-

Sino que rueda sobre el mar
la piedra que planeaba a nuestro lado
y en el surco que traza
desova el sueño vivo.

[La noche bendijo lo que hicimos].



Paul Celan, De umbral en umbral. Editorial Hiperión, 2008.

jueves, 23 de mayo de 2013

"Tierra" - David Vann


Tierra. Eso es, tierra. Tierra caliente y seca es lo que van a saborear en el paladar todos ustedes si tienen la suerte, o el buen tino, de adentrarse en las páginas de esta impresionante novela. ¿Han sujetado alguna vez un terrón duro dentro del puño apretado bajo el sol del verano? ¿Han intentado desprenderse alguna vez de su existencia terrenal? ¿Han sentido, alguna vez, el horror de la locura...?

David Vann es una suerte de sutil demiurgo del horror, de artesano de la manipulación psicológica, que guía con mano experta hacia la demencia usando por toda herramienta la literatura. Refinado y sereno, despiadado, y sin más límites que el de la imaginación más poderosa. Después de “Sukwan Island” y “Caribou Island”, sus dos novelas anteriores, llega una tercera entrega tan a la altura de las dos previas, que da vértigo.

David Vann, maldito seas, David Vann. 
Arcángel deslumbrante 
que guardas tras tu espalda un gigantesco 
serrucho oxidado.

David Vann tiene una capacidad muy especial para tejer historias que giren alrededor de relaciones familiares, ya sean paternofiliales, de pareja o de cualquier otro tipo. Sus novelas se nutren de esos pequeños gestos de odio contenido que se producen en entornos creados por convencionalismos sociales. Porque, ¿qué le debe, exactamente, un hijo a sus padres, si no es responsable de su nacimiento? ¿En nombre de qué debe alguien soportar cualquier tipo de maltrato (o de rutina insatisfactoria) de parte de su pareja, si su relación ha sido libremente elegida, si no hay absolutamente nada que obligue a mantenerla? Es precisamente lo artificial de las relaciones humanas lo que siembra la semilla que poco a poco va ensanchando la brecha.

Suele ser el miedo (siempre suele ser el miedo) lo que conduce o empuja a las personas a establecer relaciones artificiales bajo la premisa de la racionalidad, bajo normas sesudamente diseñadas y socialmente establecidas para el bien de todos (aunque sólo se mantengan por la fuerza de la costumbre, aunque apesten), bienintencionadas y juiciosas que, por su propia naturaleza, tienden a quebrarse al ser obligadas a existir en un mundo que es esencialmente salvaje.
Suele ser el miedo a la soledad.

Pero las familias que habitan las novelas de David Vann no son familias sencillas a las que les haga felices salir a pasear juntos en bicicleta los domingos.

David Vann, maldito seas, David Vann. 
Arcángel deslumbrante 
que guardas tras tu espalda un gigantesco 
serrucho oxidado.

Se trata de círculos con un pasado complicado y una altísima predisposición a las ideas enfermizas, ese tipo de familia de apariencia normal ante los vecinos, pero que, sin embargo...

Sin embargo, lo que sucede es que nuestro artífice del mal plantó en secreto la semilla del odio en el suelo que estaban pisando, en irónica, sombría y maliciosa espera de los previsibles resultados.

“Tierra” posee multitud de características que la relacionan con las ya citadas novelas anteriores. Pero si nos centramos en ella, observamos que la demencia de su protagonista, aún siendo ya genética como se deriva del comportamiento de la parte de su familia que nos es presentada, también se ve alimentada por lecturas de contenido espiritual. David Vann cita obras de Hermann Hesse, Richard Bach, Gibran Jalil Gibran y Carlos Castaneda. También, en algún momento, uno de los personajes comenta que todos ellos no han hecho nada más que copiar mal a Blake.

Resulta obvio que la lectura de este tipo de libros no es algo dañino en sí mismo, pero se juega con la capacidad que tienen de incendiar una mente a la que sólo hace falta aplicar la chispa adecuada para liberar la tragedia hacia la que ya existía predisposición desde siempre.

Según ha confesado David Vann en algunas entrevistas a tenor de la publicación de “Tierra”, el protagonista de esta novela comparte rasgos biográficos con él mismo (y eso, con la novela entre las manos, resulta aterrador saberlo): siendo muy joven, buscó respuestas en las filosofías New Age y llevó a cabo rituales espirituales basados en la meditación, llegando a creer que podría caminar sobre el agua, todo ello como terapia para aprender a enfrentarse a sus miedos personales.

David Vann, maldito seas, David Vann. 
Arcángel deslumbrante 
que guardas tras tu espalda un gigantesco 
serrucho oxidado.

Ahora, confiesa estar convencido de que detrás de todas esas prácticas misteriosas nunca se esconde nada más que el sexo, y que lo que entonces creía ver como algo bello y esencialmente puro, no era más que su propio egoísmo no reconocido: es decir, que buscar continuas señales destinadas a sí mismo, tanto en las personas que le rodeaban como en las cosas que veía, denotaba un egocentrismo que no solucionaría con estas prácticas espirituales.

Partiendo de esta base, y según explica él mismo, el tema del libro es cómo la filosofía (mal entendida, y el paréntesis es mío) puede conducir a la violencia. A día de hoy, David Vann reniega de todos los autores de ese estilo que le sirvieron de referencia en su juventud, ya que, según dice, basan sus teorías en vaguedades y no conducen realmente a nada.


Sol y tragedia griega

Carnal y descarnada, en esta novela hay una localización muy concreta, hay una madre y un hijo girando en círculos mientras se miran y se miden de una forma muy tensa, y hay una abuela, una tía y una prima que actúan de coro para completar el conjunto, mientras añaden ingredientes para que al final, bien sea la madre o el hijo, uno de los dos muerda primero.

También hay un personaje que a pesar de estar en todo momento fuera de escena, fue la fuente y la causa de toda la violencia en la familia. El sol acude cada día puntual a su cita para crear aún más tensión proyectando su luz cegadora. La noche sólo trae fantasmas, nunca calma, no cura. El resto del mundo, no existe.

David Vann, maldito seas, David Vann. 
Arcángel deslumbrante 
que guardas tras tu espalda un gigantesco 
serrucho oxidado.

Es absolutamente recomendable, pero aviso: es muy difícil escapar al encanto tenebroso de este mago de las letras.

martes, 21 de mayo de 2013

"La Bella, enigma y pesadilla" - Pilar Pedraza

Las sirenas (Klimt, 1899)

«Odiseo viola la dulzura del canto con el punzante y obsceno mástil de su barco, sometiendo con ello a las atroces cantoras que, según algunos, se suicidan, despechadas, como la Esfinge tebana al ser despojada del velo de sus enigmas: idea absurda, que Homero no transmite. ¿Puede morir la Muerte? ¿Va la Muerte a suicidarse porque un simple súbdito suyo, un mortal, la burle de momento valiéndose de una treta infantil y siguiendo los consejos de una turbia hechicera? No: ahí está y ahí se queda la isla de las cantoras, con sus huesos y sus flores, esperando tranquilamente, bajo los astros, a que aparezca un nuevo barco. Ahí la encuentran los Argonautas —antes que Odiseo en el mito, en la cronología literaria después, ya que el episodio es narrado por el poeta helenístico Apolonio—, que logran pasar ante ella, gracias a la potencia del canto de Orfeo.

Vista la representación desde el contracampo, ¡qué soledad la de las Sirenas, reinando entre huesos y desperdicios, alisándose las plumas al sol, en una isla remota cuyas flores no llegan a atenuar con sus perfumes los vapores de la corrupción! ¡Qué alegría las embriagaría cuando vieron aparecer en el horizonte el corvo bajel de proa azulada, con su cargamento de hombres atezados, comandados por Odiseo, el héroe de los cabellos como racimos de jacintos! ¡Y qué ofensa para ellas que cantos tan elaborados, tan sabiamente dosificados en sus perfumes y venenos, fueran a parar a oídos sordos, a orejas taponadas con la cera segregada por las abejas industriosas, las estúpidas abejas que trabajan y trabajan y trabajan y se afanan mientras las cigarras, los pájaros y las Sirenas cantan en los árboles, las rocas y las nubes!

¿Qué sintió la blanca Leucosia cuando aquel frágil cascarón de pino pasó sin detenerse ante sus ojos glaucos, cuando su canto encontró un muro de cera que le impedía llegar al corazón de los itacenses, que poco antes habían hozado como cerdos en las moradas de Circe?

¿Acaso no fue lo peor de todo para Ligia el hecho de sentir que la melodía fascinaba a Odiseo y que unas maromas de áspero cáñamo le retenían atado al poste de tormento de una impotencia que era potencia contra ella?

¿Qué pensó Parténope cuando las espirales de armonía que salían de su boca de virgen se enredaban en el áspero palo? ¿No resultó peor que ser violada en cualquier burdel de puerto por un marino extranjero al que las dulzuras de su acento resultaran indiferentes?

Ser vencidas por los ritmos arrebatadores de Orfeo constituyó una derrota soportable, incluso honrosa; ser rebasadas por excombatientes que hacían oídos sordos, una humillación.»

(...)

«Las Sirenas de mar me interesan poco, salvo la Doña Teodora de Álvaro Cunqueiro, griega de nacimiento, que a la muerte de su amigo el vizconde portugués, quiso meterse monja en un monasterio de la laguna de Lucerna. Como tenía la cola rosada y se la quería teñir de luto, recurrió a Don Merlín. Realizó éste el encargo sumergiéndola en una tina llena de un caldo cuyos ingredientes recojo, por si alguien se ve en la tesitura de tener que enlutar un pescado. Son los siguientes: polvo de oro sulfatado, cuatro mezclas de corteza de nogal, extracto de campeche y crémor tártaro. Hay que remover esto durante una hora con una varita de plata y luego añadir un puñado de sal. Con tal mixtura, la cola viene a quedar de un color negro brillante, con un filo de oro en el borde de cada escama. Y es lástima que las Sirenas de mar carezcan de ombligo, porque si lo tuvieran, el mejor aderezo de este luto consistiría en una cuenta de azabache —piedra, por otra parte, que protege del mal de ojo— puesta en él, o bien una monedita de oro como las que traen las moras en las orejas y en los chalequillos.»


Pilar Pedraza
La bella, enigma y pesadilla
Tusquets, 1991

miércoles, 15 de mayo de 2013

hai excomunion


Ningún dios tiene nada que ver en esto: es solo un aviso.

martes, 7 de mayo de 2013

22 de mayo, nuevo libro de Javier Marías: "Tiempos ridículos" (Alfaguara)


Alfaguara anuncia para el próximo día 22 de mayo la publicación de un nuevo recopilatorio de artículos de opinión de Javier Marías, como viene siendo habitual aproximadamente cada dos años desde hace tiempo. Se titulará "Tiempos ridículos" y en él podremos encontrar los últimos noventa y seis textos publicados en El País Semanal cada domingo.

El artículo que da inicio a esta colección es "Isabel monta a Fernando", un texto especialmente brillante sobre cuestiones gramaticales llevadas al extremo (y al error estrepitoso) por algunos colectivos bastante histéricos. Entre otros artículos inolvidables, "Noventa y nueve patadas y media", aunque podría seguir hasta enlazarlos todos, me temo.

22 de mayo, no lo olviden, anoten el recordatorio con tinta dorada y brillante, si les parece. Nos vemos entre sus páginas.

domingo, 5 de mayo de 2013

"Mártir de ciego"


Como cuando de niño las encendidas sombras son mi refugio
y cómo aprendí a escribir a oscuras mientras escuchaba roncar al
cielo con sus estrellas en la habitación de al lado,
y qué placer tan íntimo dejarme llevar lejos, tumbado en las
nubes, poblado de fuegos sin término.

Salgo a la calle vestido de novia
y no hago caso de las alimañas que corren en los rumores de la gentes,
salgo a la calle vestido de novia
con una comitiva de niñas desnudas que llevan la cola en sus cenicientas manos,
salgo a la calle vestido de novia
y dando la espalda a los confines del mundo arrojo el ramillete
que marchitará en otro pecho,
salgo a la calle vestido de novia
atravesando el paseo de la noche bajo una llovizna de colores que
traspasen la tierra
para que el tiempo que me aguarda levante el velo que mi existencia oculta
y yo responda —haciendo temblar cada una de mis letras como
colegialas del rubor—: sí quiero.


Delicatessen underground, Sergio Oiarzabal: Masmédula, 2008.

Imagen extraída de este lugar (más estampas gloriosas).

domingo, 28 de abril de 2013

"La sociedad del espectáculo" - Guy Debord


Esta obra maestra de la situación política y social del siglo XX fue publicada por primera vez en 1967 y posee total vigencia hoy día. Aunque pueda parecer muy teórica y de difícil aplicación y comprensión para el lector medio, por su componente filosófico y su forma de presentación poco convencional, muchos reticentes se llevarían una grata sorpresa al aventurarse entre sus páginas, porque descubrirían que no es tan difícil de desentrañar como parece a primera vista. A la hora de exponer algunos postulados es un tanto críptico, pero no desarrolla el contenido de todo el libro de una forma abstracta e, incluso, llega a presentar en ocasiones sus teorías de una forma muy gráfica acompañada de ejemplos concretos.

Pero es precisamente esa capacidad de abstracción (además de por su clarividencia ideológica y su talento para observar con la perspectiva adecuada los porqués de los vaivenes sociales y políticos a nivel mundial) lo que hace de este libro algo tan especial. Leerlo es un placer para los sentidos, un pulso con nuestra propia capacidad de abstracción y de comprensión: agudiza el ingenio, aclara aún más los conceptos propios y renueva las ideas ya caducas.

La mayor parte de la sociedad ha regalado su existencia, su vida social y también la privada a través de una sumisión informativa y social que nos es presentada artificialmente con la apariencia de la normalidad y de lo cotidiano. Precisamente, Guy Debord arranca de un tirón esos ropajes descubriendo al gran público la vergüenza desnuda de los tejemanejes del poder, que juega con hilos de hierro a la segregación forzando los mecanismos de las cada vez más máquinas. Y lo hace, incomprensiblemente, sin que la sociedad en bloque se una para escapar a esa forma de esclavismo, sino que sigue participando, cobarde e idiotizada, de esa paupérrima forma de vivir, para su propio perjucio.

Sin embargo, nada como los propios postulados de Debord para ayudarles a abrir (aún más) los ojos.
La traducción de José Luis Pardo, por cierto, es estupenda.

«La primera fase de la dominación de la economía sobre la vida social comportó una evidente degradación del ser en tener en lo que respecta a toda valoración humana. La fase actual de ocupación total de la vida social por los resultados acumulados de la economía conduce a un desplazamiento generalizado del tener al parecer, del cual extrae todo "tener" efectivo su prestigio inmediato y su función última. Al mismo tiempo, toda realidad individual se ha hecho social, directamente dependiente del poder social, elaborada por él. Sólo se le permite aparecer en la medida en que no es

«Cuando la necesidad es soñada socialmente, el sueño se hace necesario. El espectáculo es el mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en última instancia más que su deseo de dormir. El espectáculo vela ese sueño.»

«Con la separación generalizada del trabajador y su producto, se pierden todo punto de vista unitario sobre la actividad realizada y toda comunicación personal directa entre los productores. Conforme progresan la acumulación de productos separados y la concentración del proceso productivo, la unidad y la comunicación se convierten en atributo exclusivo de la dirección del sistema. El triunfo del sistema económico de la separación es la proletarización del mundo.»

«El sistema económico basado en el aislamiento es una producción circular de aislamiento. El aislamiento funda la técnica y, en consecuencia, el proceso técnico aísla. Desde el automóvil hasta la televisión, todos los bienes seleccionados por el sistema espectacular constituyen asimismo sus armas para el refuerzo constante de las condiciones de aislamiento de las "muchedumbres solitarias". El espectáculo reproduce siempre sus presupuestos, cada vez de un modo más concreto.»

«La victoria de la burguesía es la victoria del tiempo histórico profundo, el tiempo de la producción económica, que transforma constantemente y de parte a parte la sociedad. Mientras la producción agraria siguió siendo el trabajo primario, el tiempo cíclico, que seguía presente en el fondo de la sociedad, alimentaba las fuerzas concentradas en la tradición, que intentaban frenar el movimiento. Pero el tiempo irreversible de la economía burguesa extirpó en todo el mundo estas resistencias. La historia, que hasta entonces se había presentado como un movimiento exclusivo de los individuos de la clase dominante, y que por tanto se había escrito como historia de los grandes acontecimientos, se comprende a partir de este momento como el movimiento general, un movimiento a cuya importancia se sacrifican incluso los individuos. La historia, al descubrir que su base es la economía política, descubre la existencia de lo que hasta entonces era su inconsciente, pero que no obstante sigue siendo aún inconsciente, sigue siendo algo que no puede sacar a la luz. Esta prehistoria ciega una fatalidad que nadie domina es lo único que ha democratizado la economía mercantil.»


«El tiempo seudocíclico consumible es el tiempo espectacular, a la vez como tiempo de consumo de imágenes en sentido restringido, y como imagen del consumo del tiempo en toda su extensión. El tiempo del consumo de imágenes, medium de todas las mercancías, es, inseparablemente, el terreno en donde se ejercen plenamente los instrumentos del espectáculo y el objetivo que éstos presentan globalmente como lugar y figura de todos los consumos particulares: se sabe que el ahorro de tiempo que la sociedad moderna persigue constantemente 
ya se trate de la velocidad de los medios de transporte como de las sopas instantáneas se traduce positivamente, para la población de los Estados Unidos, en el hecho de que sólo la contemplación de la televisión ocupa una media de entre tres y seis horas diarias. La imagen social del consumo del tiempo, por su parte, está exclusivamente dominada por los momentos de ocio y vacaciones, momentos representables a distancia y postulados como deseables, como toda mercancía espectacular. Esta mercancía se ofrece aquí, explícitamente, como el momento de la vida real cuyo retorno cíclico hay que esperar. Pero incluso en estos momentos reservados para la vida, lo que se reproduce y se ofrece a la vista no es más que el espectáculo, que alcanza así un grado más intenso. Lo que se representa como la vida real se revela simplemente como la vida más realmente espectacular

«Bajo las aparentes modas, que se anulan y recomponen en la fútil superficie del tiempo seudocíclico contemplativo, el gran estilo de la época reside siempre en aquello que se orienta por la secreta y evidente necesidad de la revolución.»

«El mundo posee ya el sueño de un tiempo del que ha de alcanzar ahora la conciencia, para vivirlo realmente.»

«El espectáculo es la ideología por excelencia, porque expone y manifiesta plenamente la esencia de todo sistema ideológico: empobrecimiento, servidumbre y negación de la vida real. El espectáculo es, materialmente, "la expresión de la separación y del alejamiento de los hombres entre sí". La "nueva potencia del engaño", concentrada en su base, en torno a esta producción mediante la cual "con la masa de objetos, crece también el nuevo dominio de los seres extraños a los que el hombre está sometido", es la fase superior de una expansión que ha vuelto la necesidad contra la vida. "La necesidad de dinero es, pues, la verdadera necesidad producida por la economía política, y la única necesidad que ella sola produce" (Manuscritos de economía y filosofía). El espectáculo extiende a toda la vida social el principio que Hegel, en la Realphilosophie de Jena, concibe como el principio del dinero: es "la vida de lo muerto que se mueve a sí mismo".»


La sociedad del espectáculo, Guy Debord, editorial Pre-Textos, 2007.

jueves, 25 de abril de 2013

El libro de la selva - Rudyard Kipling


Nueva edición de este clásico imperecedero, en esta ocasión con encuadernación de lujo e ilustraciones (modernas, salvajes e impecables) de Gabriel Pacheco. Un nuevo título para la colección de Sexto Piso Ilustrado, que está a la altura de los libros anteriores y que es igual de recomendable para niños, o adultos de alma indomable.

No es casualidad que “El libro de la selva” vuelva a ser noticia, a pesar de datar de 1894. Se trata de uno de esos libros inmortales que, inagotables, siguen fabricando lectores a través de generaciones. Mowgli, el niño rana, es el encargado de adentrarse con el lector en la selva y, una vez allí, le esperan sus habitantes y salvajes aventuras.


Bienvenidos a la selva

La narrativa de Kipling introduce al lector con delicadeza hasta el mismísimo corazón de la selva, un lugar mágico y oscuro donde el hombre todavía no ha sido capaz de imponer su voluntad a las bestias que lo habitan. Un lugar en el que impera la ley del más fuerte, donde uno debe comer para evitar ser comido. Es allí, lejos de cualquier rastro de civilización donde, por azares del destino, llega Mowgli siendo todavía un niño tan pequeño que aún se mueve a cuatro patas. 

Los lobos le acogen y le ofrecen sus cuidados y el calor de su guarida, y su educación corre a cargo de Baloo, un oso viejo que enseña al niño todo lo que debe aprender a fuerza de golpes, a pesar de erigirse como su protector y su guía. La naturaleza diferente de Mowgli con respecto al resto de bestias que habitan la selva, hace que deba buscar la compañía de los hombres, sus semejantes, con el paso de los años. Sin embargo, el hecho de haberse criado entre animales ha convertido a Mowgli en algo muy parecido a ellos, de modo que también ha perdido su sitio entre los hombres. ¿Qué hará Mowgli, solo, abandonado a su suerte en el límite de la selva? ¿Hacia dónde dirigirse, cuando los dos mundos que conoces te son vedados?


No sólo Mowgli

La ya mítica historia de Mowgli siempre se identifica con el Libro de la Selva como tal, pero hay que aclarar que este libro consta de más relatos protagonizados por animales salvajes en los que Mowgli no aparece. La culpa de esta identificación errónea, o incompleta, la tiene sin lugar a dudas la factoría Disney (como también sucede en el caso de muchas otras novelas infantiles o juveniles que han sido adaptadas por ella), que lleva años convirtiendo historias clásicas en películas que proyectar en la gran pantalla, haciendo que el imaginario colectivo asimile tales adaptaciones como los cuentos de los que provienen. 



Uno consume estos productos siendo niño y, si tiene suerte, luego descubre las fuentes originales de que proceden, y se da cuenta de que la visión idealizada y colorida que hacen de los cuentos dista mucho de las fuentes en las que se ha basado. Y que el producto que venden es artificial y engañoso como lo es un restaurante de comida rápida frente a los productos de una huerta bien cuidada en algún lugar del norte.

Procurar a los niños los cuentos y películas de Disney para su educación y entretenimiento de poco les servirá frente a las crueldades que la vida les depara: todo lo contrario sucede cuando el alma de los más pequeños se nutre desde el principio con los relatos puros e impecables de los autores de la talla de Kipling, tejedores de sueños y artífices de almas nuevas. 

La visión que se tiene de este libro, debido a todos esos álbumes ilustrados y películas que comentaba, es ideal, tierna y colorida: sin embargo, Kipling relata los hechos de una forma mucho más brutal y descarnada, lo que no quiere decir que deje de ser recomendable para un público muy joven. Simplemente, relata la fiereza de la vida en la selva de un modo realista que no resta elegancia ni solemnidad al relato.

Pero en este libro, como decimos, no sólo encontraremos localizaciones selváticas: por citar sólo un ejemplo, Kipling también nos hace viajar hasta las estepas polares para que sintamos en nuestra piel el mismo frío que abraza a las tan injustamente maltratadas focas, y que de esa forma aprendamos a sentir físicamente, a través de la literatura, la caricia húmeda del agua y el aliento fresco del viento.


Rudyard Kipling

Los cuentos de Rudyard Kipling llevan fabricando lectores desde hace varias generaciones. La lectura que ofrece es de tan buena calidad y lleva a lugares tan poderosamente atrayentes que hace de la lectura una actividad de la que enamorarse irremediablemente desde las edades más jóvenes.

Su forma de narrar está a la altura y es semejante a la de otros escritores como Michael Ende (“La historia interminable”, “Momo”, “La prisión de la libertad”, etc.) o Emilio Salgari (“El corsario negro”, “Sandokán”, “Los misterios de la jungla negra”, etc.), que también se dirigían a un público joven y plagaban sus relatos de aventuras. Leyendo con atención, casi podemos escuchar la voz de quien nos está hablando: así de presente se encuentra la tradición oral en los relatos de este magnífico escritor, y ése es uno de los motivos por los que la cadencia de sus frases posee tan hipnótico encanto.

Sujétense con fuerza a esta liana, aprovechen la ocasión que Sexto Piso les pone en suculenta bandeja, aliméntense de sueños, aprendan la ley de la selva. Recuerden... el sabor de la sangre.




domingo, 21 de abril de 2013

Excusa (por David González)


EXCUSA

no, yo no trabajo
en una fábrica de armas
ni levanto muros de cemento armado
o redes de alambre de espino
no, yo no trabajo
en ese ramo de la construcción
ni soy el brazo de la ley
que trata de llegar al cuello
o a las ropas de inmigrantes i legales
cuando tratan de pasar por encima
de esos muros y alambradas
ni tampoco soy,
en otro orden de cosas,
el gancho, la porra, el rifle o el arpón
que asesinan a sangre fría
focas, ballenas o cualquier otra especie
animal que se les ponga por delante
no, yo no trabajo
en ninguna de esas historias
o en otras por el estilo
no, lo lamento,
yo no tengo vuestra excusa:
yo no tengo
crías que alimentar


David González, Loser, Bartleby Editores, 2009 

Poema dedicado a todos aquellos que cuando van a recibir un golpe, ponen a sus crías delante.
Y les dejan en herencia, para el futuro, un mundo por el que no han luchado cuando hubieran debido hacerlo.
Y les inculcan como ejemplo su propia cobardía.
Y nunca, nunca hay que ocultar de una forma tan vil la cobardía.

sábado, 20 de abril de 2013

¿Será verdad que, cuando toca el sueño...?


LXXV

¿Será verdad que, cuando toca el sueño,
con sus dedos de rosa, nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?

¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?

¿Y allí desnudo de la forma humana,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?

¿Y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?

Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros.
Pero sé que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco.

Rimas y leyendas
Gustavo Adolfo Bécquer (1836  1870)

jueves, 18 de abril de 2013

Cuando acabe el invierno - Mary Ann Clark Bremer


«El cuaderno no era mi confesor, sino el taller donde me abría en canal a mí misma y analizaba mis vísceras y mis pensamientos. Y había, dentro del cuaderno, tickets, fotografías, billetes, sellos, alguna hoja o alguna flor.
"La herencia de las mujeres sensibles", reía Fanny. "Las mujeres siempre han coleccionado levedades dentro de sus cuadernos".
Y aquello nos parecía hermoso a las dos, formar parte de una herencia de silencio y escritorio y cubrecama. No desdeñaríamos lo que la comunidad de las mujeres nos había entregado aun sin saberlo. Y claro que el cuaderno podía ser una "bagatela", pero no se trataba sólo del cuaderno, como tampoco se trataba sólo de las palabras de Virginia Woolf. Éramos nosotras contra el hombre victoriano, contra la cita, contra los grises convertidos en negro. Debíamos aprender a ser felices en este otro tiempo que también trataba de negársenos. No más piedras en los bolsillos de las ahogadas. No más estampas cursis con voces arrulladoras y tipografías engoladas, con el blanco o rosa que merecen, dicen, las niñas.
Mejor negro antes que ese blanco, que ese rosa, que ese azul desvaído.
Mejor gris paloma, gris cielo.»

«Al escribir estas palabras sé que el hombre ya ha caminado por la luna, pero no dejo de mirarla sintiendo que aún me parece territorio no hollado.
O necesito que sea así.
En la luna siento otra forma de amistad.
(...)
Con esa luna llena se siente acompañada. Baja la cabeza, escribe, vuelve a levantarla. Ni suspira ni sonríe. Sólo habla con el papel, y muy pronto en voz alta, aunque consigo misma. Ha llegado la edad de decírselo todo en voz alta, incluso por la calle, de eso está también segura.
»

«Confieso ahora mi cercanía a Leonard Woolf, siento devoción por su amor y amistad incondicional. Por su compañerismo, por su humildad. En todo retrato, firmado o no por su esposa Virginia, Leonard es el hombre-mujer, el ser perfecto.»

"Cuando acabe el invierno", Mary Ann Clark Bremer. Editorial Periférica, 2013.

martes, 16 de abril de 2013

Animales perdidos - Vicente Muñoz Álvarez


Este poemario es un estallido de realidad, honestidad y vida. Concentrado en poco más de cien páginas y dividido en tres estupendos apartados (Infierno, Purgatorio y Cielo) recoge las fases que atraviesa el poeta tras una ruptura sentimental. Poesía realista, de corte autobiográfico y de inmensa calidad, made in Spain.

Vicente Muñoz Álvarez, poeta de origen leonés, también ha escrito otros libros como “Canciones de la gran deriva” (ed. Origami), “Cult movies” (ed. Eutelequia), “Parnaso en llamas” (ed. Baile del Sol) o “Mi vida en la penumbra” (ed. Literatúrame), entre otros, además de dirigir la estupenda publicación underground “Vinalia Trippers”, dedicándose a la literatura con oficio y buen hacer desde hace muchos años.

Infierno y purgatorio

El poemario comienza precedido del prólogo a cargo del escritor José Ángel Barrueco. Es un texto que sirve para describir a la perfección el contenido del libro y además aporta interesantísimos paralelismos y posibles influencias literarias que vamos a encontrar en el mismo a lo largo de la lectura. Por ejemplo, la angustia bernhardiana presente en los poemas de “Infierno”, la influencia beatnik en los viajes por carretera del poeta mientras trata de ganarse la vida como comerciante, las jugarretas del subconsciente tan presentes en la obra de autores como William S. Burroughs o Céline, etc. Es un análisis estupendo que concluye afirmando que las grandes derrotas suelen dar como fruto grandes triunfos, como es el caso.

Como apunta Barrueco en el prólogo, “Animales perdidos” tiene similitudes con una novela, debido a la línea argumental que siguen los poemas y por el carácter narrativo de éstos. Precisamente este poemario entronca con la corriente poética realista y de corte autobiográfico en la que también se encuadran otros escritores como el mismo José Ángel Barrueco, el poeta David González, Gsús Bonilla, Mark Strand, Charles Bukowski, etc., todos ellos magníficos escritores que hacen de la poesía algo muy diferente a lo que suelen inculcar en las escuelas (rimas consonantes sobre el canto de los pájaros y el amor cortés).

Los poemas de esta primera parte, “Infierno”, son desgarradores y dolorosamente reales: el hecho de estar escritos de una forma tan honesta (dotando de esa forma al poemario de gran valor artístico, como siempre defiendo) provoca en el lector una mezcla de desasosiego debido a la empatía que se puede alcanzar recordando sin querer antiguos desengaños amorosos; por otro lado, estimula una suerte de alegría irracional el hecho de leer, descritos de una forma tan precisa y tan dolorosamente real, situaciones que a nadie pueden resultar ajenas.


La travesía de Vicente Muñoz

Los poemas de “Infierno” se presentan titulados y a menudo incluyen dedicatorias a otros músicos y escritores influyentes en la obra del poeta, y que definen sus gustos literarios (magistrales): entre ellos, los ya citados David González, José Ángel Barrueco, Burroughs y Céline, pero también Raúl Núñez, Philip K. Dick, etc.

Sin embargo, los poemas de “Purgatorio” se caracterizan por la ausencia de títulos y dedicatorias; son poemas de apariencia frágil y desprotegida, en los que el autor se muestra indefenso y agotado tras su travesía por la crudeza de los días que siguieron a su desgracia personal: son poemas de soledad y abandono, que versan sobre la dificultad de mantener la fe en la venida de tiempos mejores y sobre el desapego a todo lo que le rodea por culpa de su propio estado de ánimo.

Es una travesía necesaria para alcanzar días más luminosos, que da lugar a interesantes reflexiones sobre el conocimiento personal y la observación detenida del entorno. Esta segunda parte contiene infinitos destellos de genialidad atrapados en breves versos de apariencia gris.


Al final, siempre el infierno

Los poemas del último apartado son los de la calma, la plenitud personal y la felicidad. Comparten realismo y sinceridad con el resto de poemas del libro, pero carecen de la fuerza que el desagarro aporta a los textos de las dos primeras partes. Y es que es a través del dolor y de la desazón como siempre se han logrado mejores resultado en el arte.

En conclusión, Vicente Muñoz ha creado algo hermoso y muy bien construido a partir de sus propias cenizas y de cosas que ya estaban rotas. Además, con eso ha hecho un honesto homenaje a la “Divina Comedia” de Dante Alighieri, utilizando los mismos epígrafes en la división de la estructura del poemario.

Pueden convertirse en Virgilio por un día y acompañar a Vicente en su travesía, suponemos que tocado con capucha roja. Disfruten del trayecto e interioricen para siempre lo aprendido.

miércoles, 10 de abril de 2013

José Luis Sampedro


Barcelona , 1 de febrero de 1917 – Madrid , 8 de abril de 2013

Recuerdo que una vez le di la mano entre lágrimas y eso, ahora, es suficiente.

domingo, 31 de marzo de 2013

"Negra sombra", poema de Rosalía de Castro


Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.

Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.

En todo estás e ti es todo,
pra min i en min mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.

Rosalía de Castro, "Follas Novas", 1880

Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
al pie de mis cabezales,
vuelves haciéndome burla.

Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.

Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.

En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mí misma moras,
no me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras.


jueves, 28 de marzo de 2013

"El misterio de las hadas" - Arthur Conan Doyle


Resulta enternecedor (y sorprendente, a partes iguales) que un tipo tan serio como Arthur Conan Doyle, honorable creador del personaje de Sherlock Holmes, de sus aventuras y de admirable estética, dedicase tiempo y esfuerzos en investigar el supuesto caso de dos niñas inglesas que a comienzos del s. XX dijeron haberse fotografiado junto a unas hadas.


En este libro, A. Conan Doyle expone los hechos con claridad para que sea el lector quien decida si creer o no la historia. Cuenta que las niñas estaban tan habituadas a ver a las hadas en sus paseos por el campo, que en las fotografías aparecen posando y mirando al objetivo porque lo que les resultaba sorprendente era la cámara de fotos, algo todavía inusual en 1917... Así, explica uno a uno cada detalle, al más puro estilo de Sherlock Holmes, incluyendo testimonios de supuestos expertos en el tema y de personajes que viajaron al lugar atraídos por la noticia de las apariciones y que vieron todo tipo de seres feéricos junto a las niñas.

Según se aclara hacia el final del libro, las niñas quisieron apartarse de los focos tras expandirse como la pólvora la noticia de sus supuestos encuentros con las misteriosas criaturas: una de ellas decía que no había sido más que un juego infantil que se les había ido de las manos, y que las hadas no eran más que muñecas de cartón recortadas junto a las que se fotografiaban; la otra, sin embargo, aseguraba que todo había sido verdad y que aún recordaba haberlas visto.

Las hadas de verdad, que como todo el mundo sabe, no tienen la apariencia que le gustaba imaginar a Conan Doyle, debieron divertirse mucho con todo este revuelo.


Ilustración de Brian Froud.
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