sábado, 29 de agosto de 2020

"Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas" - Irene Liberia Vayá & Bianca Sánchez-Gutiérrez



Muchas veces, un buen diseño de cubierta está directamente relacionado con un contenido igualmente cuidado y de calidad. Por eso, soy de la opinión de que la primera impresión sí es válida (al menos en lo referente a literatura) siempre y cuando, eso sí, no se llame “portada” a lo que no lo es. En mi primera visita a la librería feminista La Rossa curioseo el escaparate mientras termino una llamada telefónica antes de entrar, y “Aquelarre” sin duda capta mi atención.

Es el primer día tras la vuelta de vacaciones y Alodia, la librera, se afana en registrar pedidos que van llegando: los estantes están casi vacíos. Como parece que en esta primera visita la cosa va de brujas, me voy con “Aquelarre” y un fanzine sobre brujas, parteras, enfermeras y sanadoras que tiene una cantidad tan desproporcionada de erratas en su interior que ni siquiera merece la pena comentarlo.

“Aquelarre: la emancipación de las mujeres en la cultura de masas” es un breve ensayo que realiza un recorrido por el papel de las mujeres en los medios y la cultura de masas: cine, televisión, literatura, radio, prensa, música, publicidad, videojuegos, redes sociales, etc.: de entrada, una temática demasiado amplia y compleja para las escasas 250 páginas que lo componen. Pero la bibliografía tras cada artículo me convence en general y el diseño, insisto, es tan atrayente y delicado, que me lo llevo.



En efecto, no se puede esperar una gran profundidad en los temas porque no hay espacio para ello. Las autoras se han ajustado a un espacio limitado para escribir sus artículos y aunque algunas han hecho virguerías y han conseguido profundizar y transmitir una visión amplia sobre su tema, otras se han ceñido a unas pocas generalidades superficiales que distan mucho de la realidad del ámbito que es el objeto de su estudio.

Por ejemplo, me ha gustado mucho el artículo sobre la historia de las revistas para mujeres, que se crearon para transmitir el modelo ideal al que las mujeres debían aspirar (esposa y madre ejemplar) y que se han convertido en artículos que fomentan el consumo y el hedonismo girando en torno al culto al cuerpo normativo. El “quiérete y siéntete guapa” siempre y cuando te mantengas delgada y seas percha de ciertas marcas y tendencias que te harán estar en el mercado. Una reflexión que me ha encantado de este artículo es la siguiente:

He sostenido desde el principio de mis reflexiones que si han existido internacionalmente unas publicaciones especialmente dirigidas a las mujeres, es porque se oponían a otro sector de publicaciones que fundamentalmente se dirigían a los hombres, aunque en este caso se entendiese que no había un destinatario específico por ser el discurso universal. En este sentido hay que insistir en que el hombre ha sido considerado el todo (es decir, el género humano), mientras la mujer ha sido considerada la parte. Es por ello que cuando se informa de fútbol se sobreentiende que es fútbol masculino, y si hace falta referirse al fútbol practicado por mujeres se añade “fútbol femenino”, como en todas las demás disciplinas deportivas que establecen categorías masculinas y femeninas.

También es muy completo el apartado dedicado a la historia de la radio realizada por mujeres, o el del papel de la mujer en la televisión, donde se critica que se haga espectáculo de asuntos tan sensibles como la cirugía estética en esos programas de cambio radical donde se venden los sentimientos y complejos de las personas que participan en ellos (en gran medida, mujeres: mujeres “defectuosas” a las que hay que pasar por chapa y pintura para que sean válidas), pero es que cuando has leído a Guy Debord sabes que todo es espectáculo, en esta sociedad la ética apenas tiene cabida. La televisión se entiende aquí como una potente fábrica de estereotipos y tristemente, es cierto.



El sexismo en publicidad, donde las propias marcas anunciantes son agentes de violencia contra las mujeres, es un artículo que podría ser casi infinito citando ejemplos de casos flagrantes donde se hace un uso abusivo y violento de la figura de la mujer con el fin de vender productos y servicios de todo tipo. De hecho, el sexismo nos cuesta dinero a todos puesto que, con nuestros impuestos, se mantiene el Observatorio de la Publicidad, dependiente del Instituto de la Mujer y a su vez del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Recibe cantidades ingentes de denuncias por publicidad sexista que reproduce estereotipos de mujer reproductora, objeto sexual pasivo, propiedad del varón, cuidadora, etc.

Me ha decepcionado, sobre todo, el artículo dedicado a la industria musical. Con la gran cantidad de obstáculos e impedimentos que las mujeres deben superar para acceder a un sector (una vez más) controlado por los hombres, la autora se centra en los casos de Madonna y Rosalía, dos casos de éxito para nada representativos de la realidad que oculta la industria musical: ni para cantantes, bailarinas, ni mucho menos para músicas o técnicas.

Sin embargo, en general es un libro muy agradable de leer y del que se puede tomar buena nota para próximas lecturas, gracias a los listados bibliográficos que incluye. Está bastante actualizado en general y supone una visión muy completa de la relación de las mujeres con la cultura de masas a lo largo de la Historia, tomando como hilo conductor un diseño basado en la estética de las brujas que ilustra perfectamente el sobreesfuerzo que las mujeres decididas, inteligentes e inquietas debemos hacer para escapar de los límites que las sociedades patriarcales quieren imponernos.



sábado, 8 de agosto de 2020

"París era mujer" - Andrea Weiss



Hace algún tiempo, comentaba por aquí una lectura estupenda, la biografía de la fotógrafa Gisèle Freund. Su paso por París fue muy relevante en cuanto a su aportación artística dentro del grupo formado por mujeres intelectuales en la Orilla Izquierda del Sena. Además del libro sobre Freund ("El mundo y mi cámara"), la editorial Ariel publicó otro libro relacionado que leí hace unos meses: "Shakespeare & Company", de Sylvia Beach. La lectura de ambos amplía la visión acerca de este artístico grupo de mujeres de diferentes procedencias que se reunían en torno a las librerías que ellas mismas fundaron y regentaron. La invasión alemana supuso el fin de esta feliz etapa: a pesar de todo, la librería Shakespeare & Company sigue abierta y se puede visitar en París. Además de poseer una maravillosa y larga historia, es preciosa.



"París era mujer" fue película antes que libro. Su autora, Andrea Weiss, es una cineasta y escritora que ha dedicado buena parte de su obra a la divulgación LGTBI. En este caso, Weiss y su socia Greta Schiller se documentaron muy bien para realizar un proyecto cinematográfico que incluyera al completo a las mujeres que formaron parte del movimiento de la Orilla Izquierda del Sena. Visitaron París y Bilignin, el pueblo de la región del Ródano en el que se encontraba la casa de campo de Gertrude y Alice. Además, se documentaron en archivos, universidades y bibliotecas francesas y estadounidenses.

La idea de vicio y desenfreno que se ha transmitido a lo largo del tiempo sobre el París de los años veinte, dista mucho de la realidad que vivían este grupo de mujeres en el día a día. Sylvia Beach era abstemia, a pesar de que fue quien presentó a los míticos James Joyce y Valery Larbaud (pero no les acompañaba en sus conocidos encuentros alcohólicos); Gertrude Stein y Alice Toklas no toleraban a los borrachos, no les invitaban nunca más cuando los detectaban; Natalie Barney decía: "como nací embriagada, solo bebo agua", y así sucesivamente. 

Todas ellas se veían atraídas por París debido a una libertad importantísima que ofrecía a las mujeres: la libertad para trabajar. Sin la intervención de Sylvia Beach, qué hubiera sido de James Joyce. Sin la de Stein, qué hubiera sido de Picasso. Solo por citar los casos más relevantes y que más han trascendido a la historia del arte. París les permitía vivir libremente siendo ellas mismas, puesto que, en general, en otros lugares no podían dar rienda suelta a sus gustos intelectuales ni a su orientación sexual no heteronormativa. Juntas se enriquecían mutuamente dando lugar a un grupo inteligente, creativo y fascinante.

Por el momento, no he conseguido encontrar la manera de ver el documental "París era mujer", por lo que os dejo el enlace al vídeo de la presentación del libro en Madrid (2015). Si alguien sabe dónde encontrarlo... please.



Había algo en ser extranjera que ampliaba aún más las posibilidades de ser una misma en París. Por ese motivo, hubo algunas mujeres como Djuna Barnes que, aún formando parte de los movimientos bohemios e intelectuales norteamericanos, también quisieron viajar a París. Todas ellas acababan hartas de que en las entrevistas siempre les preguntaran por Hemingway o Picasso, y buscaban la manera de hablar también de sus compañeras, no solo porque indudablemente supusieran el núcleo vital del movimiento, sino porque sabían que por el hecho de ser mujer no se las tomaba tan en serio y que, si no eran ellas las que se pusieran de relieve unas a otras, nadie lo haría.

Escritoras, fotógrafas, actrices, editoras, pintoras y libreras. Según Andrea Weiss, además de mujeres e intelectuales, eran lesbianas o bisexuales en su mayor parte y no se promocionaron a sí mismas como hicieran los hombres (no sentían esa ambición desmedida por destacar a toda costa), y esto supuso que a pesar de su enorme aportación, hayan quedado relegadas de la historia más mainstream o convencional. Quienes vivieron más, siguieron documentando y reivindicando la obra de todas. Como recuerda Weiss, Freund insistía en que Beach y Monier (libreras y editoras) posaran junto a James Joyce en las fotografías que les realizaba, porque si no aparecían en las fotos, nadie las recordaría. Todas ellas crearon su propia obra y fueron pieza clave en las relaciones de otros artistas, que a su vez se enriquecieron con sus influencias unos a otros. No deben caer en el olvido.

Recordando a Gertrude Stein en Père-Lachaise, París

lunes, 3 de agosto de 2020

"Borderlands: la frontera" - Gloria Anzaldúa



Varias personas cuyo criterio respeto, me habían recomendado mucho “Borderlands”, un ensayo de los 80 de Gloria Anzaldúa (1942-2004), que sigue vigente y aún contiene enseñanzas muy valiosas. Desde que leí la información sobre la autora que aparece en la solapa del libro, me encantó y pasé un poco en diagonal las introducciones iniciales en busca de sus palabras. Vi por ejemplo que se define a la frontera como un “confín contra natura”: no puedo estar más de acuerdo. ¿Qué os pasa con las rayitas imaginarias en el suelo? La tierra no nos pertenece, en cualquier caso, nosotros le pertenecemos a ella, ¿quiénes nos creemos para repartírnosla, prohibírnosla unos a otros, etc.?
Sigo leyendo y descubro que este ensayo es un conjunto de textos de diversas naturalezas, que recogen influencias de la historia mexicana, así como familiar y personal de Anzaldúa.

Originalmente, es un libro escrito sobre todo en inglés, con amplios fragmentos en español y términos en náhuatl: la traducción tuvo que ser entretenida. Es importante no leer solo feminismos de nuestro país o que persiga exactamente nuestros intereses: esto desvirtúa la naturaleza del movimiento y es peligroso, porque hace pensar que no existe mucho más allá de la realidad personal que ya se conoce, y todo lo demás que existe no tiene que ser ni por asomo igual o parecido: cada realidad tiene su propio caleidoscopio de enfoques y circunstancias.

Para mí, en el feminismo hace falta incluirlas a todas; y digo todas desde una perspectiva antiespecista. Cuando se escribió este libro, la necesidad de nombrar la diversidad se hallaba aún en estado incipiente. Hoy aún cuesta muchas discusiones hacer entender que hay mucho más allá de las narices y la mente cerrada de las personas con quienes se discute. Casi siempre es agotador.

p. 42  La frontera entre Estados Unidos y México es una herida abierta donde el Tercer Mundo se araña contra el primero y sangra. Y antes de que se forme costra, vuelve la hemorragia, la savia vital de dos mundos que se funde para formar un tercer país, una cultura de frontera. Las fronteras están diseñadas para definir los lugares que son seguros y los que no lo son, para distinguir el us (nosotros) del them (ellos). Una frontera es una línea divisoria, una fina raya a lo largo de un borde empinado. Un territorio fronterizo es un lugar vago e indefinido creado por el residuo emocional de una linde contra natura. Está en un estado constante de transición. Sus habitantes son los prohibidos y los baneados. Ahí viven los atravesados: los bizcos, los perversos, los queer, los problemáticos, los chuchos callejeros, los mulatos, los de raza mezclada, los medio muertos; en resumen, quienes cruzan, quienes pasan por encima o atraviesan los confines de lo “normal”. Los gringos del suroeste de Estados Unidos consideran a los habitantes de las tierras fronterizas transgresores, extranjeros –tanto si tienen documents como si no, tanto si son Chicanos como si son Indios o Negros–. Prohibida la entrada, los trespassers serán violados, mutilados, estrangulados, atacados con gas, shot. Los únicos habitantes legítimos son quienes tienen el poder, los blancos y quienes se alían con los blancos. La tensión se apodera de los habitantes de las tierras fronterizas como un virus. La ambivalencia y el malestar residen allí y la muerte no es una extraña.
p. 44  En 1521 nació una nueva raza, el mestizo, el mexicano (gente cuya sangre era mezcla de española e india), una raza que no había existido con anterioridad. Los Chicanos, los mexicano-americanos, son los descendientes de aquellos primeros emparejamientos.

Me ha gustado mucho una reflexión sobre la ignorancia y lo sobrenatural. Según Anzaldúa, los seres humanos generalmente temen lo sobrenatural, tanto lo antidivino (impulsos animales como la sexualidad, el inconsciente, lo desconocido, lo extraño) como lo divino (lo suprahumano, el dios en nosotros). Mientras la cultura y la religión nos "protegen" de estas dos fuerzas, la hembra es temida por ser capaz de crear entidades, por sangrar cada mes y no por ello morir, por estar en sintonía con los ciclos de la naturaleza. Y así, se teme todo lo que es diferente o no se consigue entender (lo extraño, lo raro, lo que no se ajusta a lo hetero-establecido), se ataca por pura ignorancia, porque no se nos educa en respetar lo que no entendemos, sino a protegernos de ello.

p. 61  En una universidad de Nueva Inglaterra donde daba clases, la presencia de unas pocas lesbianas hacía que los alumnos y profesores heterosexuales más conservadores entraran en pánico. Las dos alumnas lesbianas y las dos profesoras que éramos lesbianas nos reunimos con ellos para comentar sus temores. Uno de los alumnos comentó: “Yo pensaba que homofobia significaba miedo de ir a casa después de un periodo de residir en otro lugar”.
Y yo pensé: qué apropiado. Miedo de ir a casa. Y de que no te acepten.

También me gusta mucho la reflexión que muestra cómo la cultura occidental ha convertido en objetos a las cosas y a las personas al distanciarse de ellas, con lo que han perdido el contacto. La mente mágica o abstraída es patologizada o menospreciada por salvaje. Según Anzaldúa, en esa dicotomía se halla la raíz de toda violencia. Y no puedo estar más de acuerdo, porque cuando te das cuenta de que vives en una sociedad donde la vida es mercancía, ya solo puedes vivir permanentemente espantada. Es terroríficamente sencillo acceder a los cuerpos de mujeres y animales. Me refiero a cuerpos como unidades políticas, a cuerpos sintientes con respecto al dolor y a las emociones: cuerpos que quieren vivir. Las mujeres que, esclavizadas, trabajan con su cuerpo, realmente no lo hacen con sino en su cuerpo. En cuanto al cuerpo de los animales, son piezas fabricadas artificialmente para poner a la venta descuartizadas. En ambos casos se trata de cuerpos explotados de modo que unos señores que no ponen su cuerpo y sí tienen todos los privilegios, se enriquecen con el sufrimiento, explotación y asesinato ajeno. No busquéis abolicionismo o antiespecismo en Anzaldúa porque no lo vais a encontrar, esas reflexiones son mías porque no puedo pensarlas aisladas del feminismo, pero no son el objeto de este libro.

La primera mitad de Borderlands me ha gustado mucho, pero los poemas y las entrevistas que se incluyen después, no los he encontrado tan informativos, ricos en matices y bien redactados, o por algún motivo no he conectado con ellos. Sin embargo, en general es una lectura muy recomendable que una vez se contextualiza, puede servir para derribarnos algunas barreras mentales molestas que aún tengamos en pie.

jueves, 30 de julio de 2020

"El último hombre" - Mary Shelley



Mi curiosidad por este grupo de artistas crece al mismo ritmo que el estante de la biblioteca donde están sus libros, llamada sección Villa Diodati, como ya he comentado por aquí algunas veces. Ahí están las obras de Mary y Percy Shelley, Byron y Polidori (qué remedio), también por extensión las obras de Keats, algo de Wordsworth y Coleridge, así como biografías de algunos de ellos (la mejor sin duda es la de Mary escrita por Fiona Sampson) y otros libros relacionados.

Hace unas semanas, en mi búsqueda incansable de rarezas, conseguí un ejemplar de “El último hombre”, una novela que Mary Shelley empezó a escribir en febrero de 1824 y que se publicó en enero de 1826. Mi edición es española, publicada en 2007 por El Cobre Ediciones. Publicaron otras rarezas de Kipling, Chesterton y otros, pero parece que el proyecto no tuvo mucha aceptación. Hace días he sabido que Akal publicaba este mismo mes “El último hombre” en una edición, por cierto, carísima. Casualidades. Esto me confirma que Mary Shelley sigue despertando interés y que hay mucho más allá de Frankenstein.

Sobre “El último hombre” se dice que es de tipo futurista y que refleja la turbación de la autora por la pérdida de sus seres queridos. Teniendo en cuenta que Percy había muerto en el verano de 1822 y todos los hijos de ambos que también perdieron en esos años, se puede imaginar el estado de ánimo de Mary durante el desarrollo de este proyecto: es más, lo verdaderamente sorprendente es que reuniera las fuerzas para continuar trabajando y sacar adelante a su único hijo vivo con el dinero que ganaba escribiendo.

Es cierto que sobre la novela planea una sombra continua de desdicha. También, que durante la primera mitad no encontramos nada de futurista y en la segunda hay que buscar con lupa estas referencias. Personalmente, considero que se trata de dos novelas independientes que se lanzaron como una sola, unidas por un débil hilo argumental. La primera parte habla de las peripecias bélicas de un tal Raymond en Grecia (es decir, prácticamente la historia real de su amigo Lord Byron, pero cambiando los nombres propios) y es ya en la segunda parte cuando la población mundial se va diezmando a causa de una pandemia. ¡Es perfecto para leerlo en 2020!

Si se lee “El último hombre” conociendo mínimamente a su autora y el resto de su obra, se comprueba que otras referencias también tienen conexión con su propia vida: los viajes a través de la vieja Europa, el gusto por la descripción de los paisajes y la apreciación por la naturaleza, similitudes de ella y de su entorno con la clase social, temas de interés y gustos de los protagonistas, la ambición política y de poder en contraposición con las emociones y los valores éticos, etc. Resulta sorprendente comprobar que la novela está repleta de referencias a obras clásicas de Ovidio, Shakespeare, Calderón de la Barca y otros muchos, lo que demuestra la sólida formación de Mary y la pasión por su oficio.

Sobre el supuesto futurismo en esta novela: de vez en cuando se van indicando los años en los que transcurre la trama: 2073, 2092… pero viajan en calesas y carruajes tirados por caballos y se siguen matando con bayonetas. Algo falla. No hay ninguna referencia más a cómo han evolucionado los enseres cotidianos después de tantos años, o cómo la transformación tecnológica ha influido en sus vidas. Nada. Hay un momento en el que los supervivientes recuerdan la peste de 1348, pero por supuesto no saben nada de la gripe española de 1918 o del covid de 2020, esto resulta enternecedor sabiendo en qué momento fue escrita. Sí es profética en algunos aspectos, por ejemplo, muestra a unos supervivientes que se dedican a montar fiestas con el dinero que heredan de los caídos, y grupos que se enfrentan entre sí como auténticos salvajes cuando la población está ya muy diezmada: la naturaleza hostil del ser humano (que de humano tiene poco) en estado puro, miserable hasta el final. Esto no ha cambiado, o lo predijo muy atinadamente.

Me sobra, en fin, la primera parte, teniendo en cuenta que me apetecía mucho saber cómo imaginaba Mary en 1824 el siglo en el que me ha tocado vivir y desde donde la evoco. Y en cuanto a esto, encuentro nada de futuro y poco de pandemia. Parece una obra escrita a oleadas, hilada de forma frágil y que se sostiene apenas sobre un esqueleto un poco débil. No obstante y teniendo en cuenta el contexto, es enternecedora y muy valiosa como pieza fundamental en la bibliografía de Mary Shelley.


domingo, 5 de julio de 2020

"Londres" - Virginia Woolf



Estos seis artículos sobre Londres fueron publicados originalmente en 1931 para la revista Good Housekeeping, por entregas. El primero de ellos se creía perdido, hasta que se localizó en una hemeroteca y por fin pudo publicarse la colección completa. Precisamente ese primer artículo, "Retrato de una londinense" es el que a mi juicio condensa a la perfección la esencia del libro. Puede que lo haya releído unas diez veces, es sencillamente encantador. En él se habla de la señora Crowe, que vive en una perfecta casa típicamente londinense y reúne cada tarde a una variopinta colección de invitados que acuden a tomar el té. Empieza así, y el resto no defrauda:

" Quien no conozca a un auténtico cockney, quien no pueda alejarse de las tiendas y los teatros para torcer por una callejuela lateral y llamar a la puerta de una casa particular, no puede jactarse de conocer Londres.
Me encanta cuando explica de esta forma tan sutil el carácter londinense, las maneras en general inglesas, esa forma de proceder en sociedad que tanto difiere de la española:

Lo cierto es que no buscaba intimidad, sino conversación. La intimidad tiende a engendrar silencio, y la señora Crowe detestaba el silencio. Necesitaba sentirse rodeada de una conversación amplia y general. No debía ser demasiado profunda ni demasiado ingeniosa, pues si se adentraba excesivamente en cualquiera de aquellos derroteros, sin lugar a dudas alguien se sentiría excluido y acabaría sentado con su taza de té sin decir esta boca es mía.
Al parecer, Virginia Woolf se documentó bien antes de la redacción de cada artículo, visitando los lugares de los que debía hablar, de modo que captase su esencia de la forma más precisa posible. Está escrito de una forma tan delicada, minuciosa y elegante que, además de transportar al lector rápidamente a todos esos lugares, la lectura supone un paseo por una forma de escribir que ya parece haberse perdido.

He disfrutado mucho de la breve descripción de la casa de Keats en Hampstead ("es preciso concluir que en Hampstead siempre es primavera"), un lugar que aún no he visitado pero algún día lo haré, a pesar de conocer bien los escenarios en los que transcurrieron sus últimos meses de vida en Roma. 

Es curioso que sea Virginia Woolf quien haga de cicerone por Londres cuando, precisamente, su nombre es sinónimo de Londres. De quién si no es el carácter que se respira al pasear por Bloomsbury, donde todo gira en torno al maravilloso grupo de intelectuales entre los que Virginia Woolf era el epicentro sin lugar a dudas: una zona donde además podemos dejarnos llevar muchos más años atrás y sugestionarnos con los vestigios de Mary Shelley en St. Pancras.

Y mirad qué hermosa explicación sobre "Londres" a cargo de sus editores: "Londres fluye en sentido contrario a la corriente del Támesis, arrastrando al lector a lo largo de la ciudad hacia el oeste, desde el bullicio de los muelles en su límite oriental hasta las oleadas de los compradores de Oxford Street, en Chelsea, en su parte occidental."

Hay muchos Londres, tantos como cada época, zona y mirada han dibujado. Yo creo que es inabarcable. A veces me ha fascinado y otras me ha dado la espalda, como sin ganas de ofrecerme gran cosa. Hay un Londres para cada uno en cada momento, y sin duda el de Virginia es digno de tener en cuenta y, a partir de él, perfilar el nuestro.

sábado, 27 de junio de 2020

Adiós a Belén Bermejo



Descanse en paz esta maravillosa mujer, Belén Bermejo. 

Seguía sus publicaciones casi diarias en redes sociales desde hace años y me doy cuenta de repente, una vez más, de qué frágil es todo lo que damos por hecho. Hoy se ha ido, pero su increíble sensibilidad tras la cámara queda patente en sus redes sociales, donde acompañaba las imágenes con textos a pie cargados de sensibilidad, donde compartía reflexiones o nos contaba sus pequeñas manías cotidianas desde su fina ironía y esa manera tan grata y original que tenía al escribir. También publicó un pequeño libro recopilatorio de sus mejores imágenes, "Microgreografías de Madrid", cuyos beneficios destinaba a la unidad de oncología del hospital La Princesa de Madrid, donde acudía a tratarse el cáncer que padecía. 

Es difícil contaros la vitalidad que transmitía a pesar de su dura situación, y lo increíblemente inspiradora que era. He querido compartir algunas de sus imágenes que son mis favoritas, casi todas por supuesto con el agua como protagonista, y aquella tan divertida del misterioso hilo de pintura que efectivamente aún recorre los escalones del Museo Reina Sofía de Madrid, y que gracias a ella supe que eran los vestigios de una obra de Francis Alys. También, la última que compartió tan enigmática, con su imagen reflejada en un escaparate, que ni siquiera incluía texto a pie, casi adivinando el posterior silencio definitivo que ya acechaba. 

Belén Bermejo era editora de Espasa y sé que se hacía querer por su entorno de una manera muy especial. Nadie mirará igual los pequeños detalles de Madrid como ella. Que la tierra te sea leve, Belén.







viernes, 29 de mayo de 2020

"Días en blanco" - José Luis Sampedro


Cuando supe que Plaza & Janés iba a publicar un volumen con la poesía completa de José Luis Sampedro, no me lo podía creer. Es uno de esos regalos de vida que una ya no espera: el maestro murió en abril de 2013 y de eso han pasado ya siete años (quién lo diría: es verdad que el tiempo vuela). ¿Por qué ahora? Y, sobre todo: ¿por qué no en vida? Las fechas que acompañan a los poemas indican que los más recientes fueron escritos en el ya lejano 1985. Hasta 2013, ¿acaso no hubo tiempo y oportunidades de publicarlas? Es obvio que sí, lo que también parece indudable es que el autor nunca las consideró dignas de ser publicadas. Entonces, ¿por qué los herederos de su obra deciden ahora sacarlas a la luz, a pesar de que esto contradiga visiblemente la voluntad de su legítimo autor? Según Olga Lucas, porque de lo contrario las habría destruido en vida:

"Las obras que de verdad no se desean [sic] que vean la luz tras el fallecimiento, no se dejan ahí, al albur de lo que decidan los demás. Salvo en caso de muerte repentina en edad temprana, resulta difícil entender que un autor conserve manuscritos hasta el final de sus días, si está seguro de que no deben ser publicados. (...) Los estudiosos y seguidores de la obra de José Luis Sampedro deben conocerla".

Es cierto que me siento afortunada de tener este libro entre las manos. Pero a la vez me sobrevuela la duda del oportunismo editorial y el dilema ético me reconcome. La excusa de que el autor las guardó con demasiado cuidado para no querer publicarlas me parece floja, más aún cuando se contradice explicando que tuvo ofertas editoriales firmes "cuando ya era conocido y admirado...". A pesar de mis reticencias, el libro ya está conmigo y no voy a evitar perderme entre sus páginas.

José Luis Sampedro era un hombre muy sencillo a pesar de ser una eminencia en áreas muy diversas del conocimiento, así como una mente adelantada a su época y profundamente bondadosa y libre. Así son sus textos poéticos: naturales, sinceros, inocentes. Extasiados ante una naturaleza que observa sin descanso y con reverencia. También anota pensamientos recurrentes acerca del amor (casi siempre ensoñado, no vivido), en general encontramos grandes celebraciones por la existencia de cosas muy pequeñas. Contemplación y recuerdo de caricias, el susurro de voces revividas, un adiós entre las manos, niños jugando, la primera sonrisa, etc.

He tenido la sensación de que la primera parte (que corresponde al ciclo de la Guerra Civil española) es un poco más débil, literariamente hablando. Probablemente esté condicionada por la ordenación cronológica de los textos, que en este caso me han parecido pruebas de escritura, desahogos muy sencillos, quizá incluso el resultado de una técnica de "calentamiento" antes de ponerse a escribir prosa, que es el formato en el que se sentía cómodo y se había profesionalizado. También, pareciera a veces cuaderno de viajes e impresiones a vuela pluma, da la impresión de ser escritos in situ cuando la inspiración desencadena un pensamiento, o viceversa.

Hay una obsesión por la primavera durante todas sus fases vitales. El inverno es observado como una opresión, un enemigo al que hay que soportar inevitablemente, a disgusto. La primavera, en cambio, es la plenitud, la felicidad.

Se trata en general de poemas muy descriptivos, prosa poética del instante, en ocasiones. Personalmente prefiero una poesía que comience con versos llanos y de pronto se transforme en palabras vertiginosas, casi surrealistas, oníricas, con tintes épicos. Pero estos poemas no parece que traten de impresionar a nadie, simplemente son el testimonio de la palabra sincera de su autor, diría incluso la prueba de su nobleza. En esa sencillez he encontrado pruebas de su buen hacer literario, con perlas como este fascinante "yo no le digo al mar que el viento es siempre verde en la rama del sauce" (p.133):


[A veces]

A veces,
quisiera ser humilde: solo cosa pequeña.
Pluma de golondrina o caracola.
Algo limpio y menudo, para toda una vida
sin dolor, sin problemas.

Por eso, yo no le digo al mar
que el viento es siempre verde en la rama del sauce.
Yo no le digo al mar
que hay ríos entre árboles.

No le digo que el agua
es a veces espejo
de unos seres tan tiernos, tan sencillos,
como ala de paloma, como mano de niño.


Quizá sea casualidad, no lo sé, pero el poema de la página 128, por donde abrí por casualidad el libro la primera vez, se ha convertido en mi favorito de lejos. Pertenece al ciclo de Melilla en 1938, un año en plena Guerra Civil española, y sin duda evoca los horrores de la guerra y es una profunda, terrible y hermosa reflexión sobre la muerte. "Has muerto, niño, como lo querías. Ya pueden apagarse las estrellas..."


[Niño. La muerte prematura]

1.
¿Qué visiones terribles presenciaste en el mundo
que te quedó la boca tan llena de ceniza,
niño?

Viste de pronto
                      ¿qué?
¿La espalda de la luna?
¿Tu alma entre las manos de los hombres?
¿Viste la decadencia de tus alas?
¿Por qué esa prisa, di, por qué esa prisa
de quererte morir?

Solamente querías
morir, morir. Igual que si temieras
que todo fuera próximo a caerse
sin que tuvieras tiempo de morir.
¡Morir aprisa, aprisa! Que se muere
lo bello antes que yo.

Has muerto, niño, como lo querías.
Ya pueden apagarse las estrellas.
¡Y gracias por haber brillado tanto
y tan bien, mientras él
vivía y las contaba!

2.
¿Qué ángel te reveló todo el secreto?
¿Tenías alas más blancas que los otros?
¡Tan blancas, sí, sin duda,
que al conocer de pronto los reveses,
te quisiste morir!
Tan blancas, que no pudo ser posible
el verlas marchitarse y caer sus plumas
como pétalos viejos.
Tan blancas que por eso fue preciso
enseñarte de golpe como una desgarradurael secreto mortal.

Y, ¿para qué vivir, si lo sabías?
Si sabías que tan solo se vive
para morir, y todo lo demás
es una interrupción, es un obstáculo.
Perdiste
la fuerza de vivir, que es el querer
vivir.

Pero aún me maravilla
cómo pudiste verlo así: tan fácil,
tan claro. Inapelable.

Solo así pudo ser. Toda tu vida
se volvió contra ti.
Y tu pulso latió para morir
solamente. Y tus músculos
le decían un sí, con sus esfuerzos
a la próxima muerte.
Tus labios se secaban, en la angustia
de repetir tu profesión de muerte.
Yo me quiero morirSin llegar a morir tan deprisa
como querías.

3.
Ya has muerto, niño, como querías.
Como querías, sí. Pero
                                   ¿Acertaste?
Ese mismo secreto que tú sabes
lo aprendí yo también, pero despacio.
Rompiendo con los dientes la amargura
de esa sabiduría.

Tú no me entenderías. Pero el mundo
no es nada solamente hecho de blanco.
No es nada, si no sabes
que solo en el dolor somos hermanos
los hombres con los vientos y los mundos.
No es nada si no sabes
que nada es tan igual como un pájaro muerto
al puñito crispado de tu afán de morir.

¿Acertaste? Es posible que la vida no sea
sino compensación a los que no tenemos
las alas tan excelsas.
Y así no somos dignos de morir enseguida.

Dejando a cada cual el dilema moral por la conveniencia o no de esta obra póstuma, cualquier lector incondicional de Sampedro puede estar de enhorabuena, si deja a un lado los prejuicios éticos y se decide por la lectura. Personalmente, considero que incorporo una pequeña joya atemporal a mi biblioteca, mientras me permito emocionarme una vez más recordando el instante en que tan cariñosamente cogió mis manos entre las suyas aquella feria del libro de hace ya tantos años, en otra vida.

domingo, 17 de mayo de 2020

"El mundo y mi cámara" - Gisèle Freund


Gisèle Freund tuvo una larga y muy azarosa vida. Nació en Berlín en diciembre de 1908 y antes de terminar sus estudios de Sociología, jovencísima, en 1933 tuvo que huir a París para evitar ser asesinada a manos de los nazis. Tenía 25 años pero ya disponía de una cámara de fotos, su futuro entre las manos.

En París continuó sus estudios hasta finalizarlos, y comenzó a obtener dinero a cambio de sus fotografías. También se hizo un hueco entre los círculos intelectuales que se movían en torno a la calle Odéon, entre las librerías de Adrienne Monnier y Sylvia Beach (de esta última, también se publicaron sus memorias en la misma colección de Ariel, y es otra joya de libro).

Destruyeron su pasaporte y estuvo perseguida por la policía debido a su origen alemán y a unas sospechas sobre el tipo de fotografías que realizaba: su vida pendió de un hilo durante años, y sin la ayuda de Monnier, sus profesores universitarios y demás personas influyentes de su entorno, lo más probable es que hubiera sido encarcelada, deportada, o asesinada. Durante aquella época en París, conoció al inmortal círculo de artistas que al poco tiempo se diluyó por culpa de la guerra (huyeron, les deportaron, se suicidaron, les mataron…): Walter Benjamin, Alix Guillain, Bernard Groethuysen, Jean Paulhan, André Gide, Paul Valéry, André Malraux, T.S. Eliot, Ernest Hemingway, James Joyce, Sartre y Simone de Beauvoir, Léon-Paul Fargue, Colette, Giacometti, Le Corbusier, Jean Cocteau, Leonard y Virginia Woolf… ¡qué privilegio de modelos, y qué lujo también el de ellos ser retratados por la cámara de la gran Freund! 

Resultan interesantísimas las frecuentes reflexiones de la autora al respecto de la imagen que de sí mismas tienen las personas (a todas les gustaban los retratos ajenos y nunca los propios, llenos de defectos), y en concreto las reticencias de ser retratados quienes se dedicaban a la literatura, que solían preferir que su rostro quedase en las sombras y que fuera solo su obra la que trascendiera: como si dejarse retratar fuera una invasión, como si cedieran esa parcela de su vida privada para que, al igual que su obra, también fuera consumida. Qué habrían opinado todos estos grandes pensadores de la exposición actual en redes sociales, donde la tendencia es que el principal objeto de consumo sea el/la propio/a artista, su modo de vida, su familia y las marcas a las que publicitan más o menos directamente. 

Freund, además, durante aquel tiempo terminó una tesis sobre un tema hasta entonces inexplorado, la historia de la fotografía en el siglo XIX. Solamente existían publicaciones técnicas, y nadie aún se había preguntado sobre la influencia de este nuevo arte en las vidas de las personas, “su relación con los rasgos sociales de la época que la había visto nacer, es decir, con el ascenso de la mediana burguesía en la Francia del siglo XIX. Dicha clase ascendente necesitaba nuevas formas de expresión ligadas a sus gustos y sus medios. La invención de la fotografía les permitió poseer y transmitir su propio rostro de forma barata”.

La Segunda Guerra Mundial determinó una nueva etapa en la vida de la fotógrafa: en la vida de millones de personas. “El 10 de junio de 1940, el Gobierno abandonaba París. Tres días más tarde, la víspera de la llegada de las tropas alemanas, partí al alba en bicicleta, porque los trenes ya no circulaban. Até a la bicicleta mi pequeña maleta, la misma que traje a mi llegada a París siete años antes. Me refugié en un pueblecito de la Dordoña. Cuando me enteré de las cláusulas del armisticio, que entregaba los refugiados alemanes a la Gestapo, supe que debía irme de Francia como fuera. Victoria Ocampo me consiguió un visado argentino, pero todavía tardé más de un año en obtener los papeles necesarios para llegar a la ribera de Río de la Plata. Era la segunda vez en mi vida que debía iniciar una nueva existencia, aunque esa vez estaba armada: tenía un oficio.”

Esta última parte de la biografía narra las peripecias de la autora como reportera fotográfica. Ella había sido testigo del poder de la manipulación de las imágenes cuando el mundo, en ese sentido, era mucho más inocente de lo que al poco tiempo se convirtió, ahora ya sin duda completamente corrompido. Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Brasil, Ecuador… multitud de países fueron objeto de sus fotografías. Su popularidad fue en aumento y ante su cámara desfilaron personajes como Evita Perón (de quien no titubea al mostrar un recuerdo muy controvertido en sus memorias), Frida Kahlo, Diego Rivera, Eisenhower o Vladimir Nabokov. En 1948 firmó un contrato con la agencia Magnum Photos y trabajó junto a Robert Capa o David Seymour. 

Llegados a este punto, ¿es necesario aportar más datos para estallar de indignación? Todos los nombres de los artistas varones nos suenan, nos han llegado: ¡pero el de la mismísima Gisèle Freund permanece en el olvido! ¿Quizá (ojalá) sea que a mí no me ha llegado, pero que sí sea conocida?, pensaba mientras alucinaba leyendo su biografía: el de Freund es uno de tantos nombres que permanecen bajo la alfombra del olvido patriarcal. ¡Qué rabia!

Gisèle Freund posa junto a algunos de sus retratados. Fotografía tomada de GettyImages, link aquí

Las últimas páginas de la biografía terminan explicando la rápida evolución de la fotografía en pocos años, la digitalización e informatización de los archivos, la irrupción de nuevos soportes más duraderos, así como la “democratización” de la fotografía a medida que los precios se abarataban y las cámaras fotográficas eran accesibles a mucha gente de diferentes clases sociales alrededor del mundo. También denuncia la cantidad de robos que sufrió y las consecuentes pérdidas económicas por infringirse la propiedad intelectual de sus fotografías.

La biografía, escrita por la misma Freund en 1970, es breve y evita referencias a su vida personal: en muy pocas ocasiones se hace referencia a un hermano, y no se sabe mucho más de su familia, parejas, etc. Se centra por completo en su historia profesional y su maravillosa visión del mundo desde esa perspectiva. Gisèle Freund murió de un ataque al corazón en París el 30 de marzo del 2000, hace exactamente 20 años y poco más de un mes. Sirva esta humilde reseña para reivindicar su nombre y asociarlo al resto de artistas de su generación que no cayeron en el olvido.


sábado, 16 de mayo de 2020

"El libro del té" - Kakuzo Okakura (fragmentos)



«La primera taza me humedece los labios y la garganta, la segunda acaba con mi soledad, la tercera registra mis entrañas yermas sólo para encontrar en ella cinco mil volúmenes de extraños ideogramas. La cuarta taza me causa una ligera sudoración, y cuanto de nocivo hay en la vida se disipa a través de mis poros. Al llegar a la quinta taza estoy purificado, la sexta me lleva al reino de los inmortales. La séptima... ¡ah, pero no podría tomar más! Tan sólo siento el hálito del fresco viento que me alza las mangas. ¿Dónde está Horaisan? Dejad que me lleve allá.»

«[El té] le llegaba al alma como una llamada directa, cuyo delicado sabor amargo era como el que deja en la boca un buen consejo.»

«La sala de té, llamada sukiya en japonés, no pretende ser otra cosa que una cabaña, una choza de paja, como nosotros la llamamos. Los ideogramas originales del término sukiya significan "morada de la fantasía". Más adelante los diversos maestros del té sustituyeron varios caracteres chinos, de acuerdo con su concepto de la sala de té, y así el vocablo puede significar "morada del vacío" o "morada de lo asimétrico". Es una morada de la fantasía en la medida en que se trata de una estructura efímera construida para albergar un impulso poético. Es una morada vacía porque carece de ornamentación, excepto lo que se coloca en ella para satisfacer alguna necesidad estética del momento. Es una morada de lo asimétrico porque está consagrada al culto de lo imperfecto, dejando a propósito alguna cosa sin terminar a fin de que la complete la imaginación.»

«Entre nosotros el té llegó a ser más que una idealización de la manera de beber, para convertirse en una religión del arte de vivir. La bebida acabó por ser una excusa para el culto de la pureza y el refinamiento, una función sagrada en la que el anfitrión y el invitado ponen juntos en escena la suprema beatitud de lo mundano. La sala de té era un oasis en el monótono desierto de la existencia, donde los fatigados viajeros podían reunirse para beber del manantial común de la apreciación artística.»

«La ceremonia era un drama improvisado cuyo argumento se tejía en torno al té, las flores y las pinturas. Ningún color fuera de lugar alteraba el tono de la sala, ningún sonido trastornaba el ritmo de la acción, ningún gesto desbarataba la armonía, ninguna palabra rompía la unidad del entorno, todos los movimientos se llevaban a cabo de una manera sencilla y natural... tales eran los objetivos de la ceremonia del té. Y, por extraño que parezca, a menudo se conseguían. Detrás de todo ello se encontraba una filosofía sutil: el teísmo era taoísmo disfrazado.»


martes, 5 de mayo de 2020

"Cervantes y Lope: Vidas Paralelas" - Mary Shelley


Contexto
Puede que seguir hablando de Mary Shelley en 2020 resulte fuera de lugar, agotado, marchito. Para mí sigue siendo una fuente de inspiración a la que, al menos por ahora, no le veo el fondo. 

La publicación en 1792 del manifiesto de su madre, Mary Wallstonecraft, “Vindicación de los derechos de la mujer” sigue siendo un punto al que no dejar de mirar. La continuación de su legado por su hija, Mary Shelley (1797-1851) también es ejemplar, somos muchas las que nos sentimos herederas de esas líneas de pensamiento y actuación.

Basta con que prestemos atención a las fechas en que vivieron y escribieron, observadas desde este 2020 convulso y apocalíptico. Los tiempos nunca han sido favorables a las mujeres, pero plantarles cara ha sido posible siempre… siempre y cuando se tuvieran agallas para ello, y la educación y formación juega un papel clave. Es cierto que ellas disfrutaron de fácil acceso a la cultura, pero también lo es que no dudaron en aprovechar ese privilegio para allanar el camino a las que venían detrás.

Hay grandes obras literarias que nos hablan de la maldad intrínseca del ser humano: “El Señor de las Moscas” de William Golding, “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, “El proceso” de Kafka, “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, “El Señor de los Anillos” de J.R.R. Tolkien… hay muchos, estos además son excepcionales. Con esto quiero decir que la opresión y la crueldad, disfrazadas actualmente de patriarcado, explotación animal y laboral, están y van a seguir estando: la maldad es intrínseca al ser humano. 

Pero plantarle cara está en nuestra mano, hacer todo lo posible desde nuestras decisiones informadas personales, porque lo personal, como ya bien hemos aprendido, es político.

El caso es que Mary, madre e hija, lo hicieron, le plantaron cara y por eso son ejemplo.

Cervantes y Lope
Originalmente este fue un libro de semblanzas más extenso, que incluía más autores y que se tituló “Literary Lives”, era una serie de biografías de escritores para la Cabinet Cyclopaedia de Dionysius Lardner, una iniciativa editorial en la que colaboró Mary Shelley y que respondía a la creciente demanda cultural por el aumento de la alfabetización en Inglaterra a comienzos del siglo XIX.

Tras la muerte de su pareja Percy Shelley, Mary se centró en sus trabajos literarios a fin de mantener al único de sus hijos que había sobrevivido, así como en luchar para que su suegro (que nunca compartió la ideología ni los matrimonios de su hijo) accediera a otorgarle a su nieto la herencia que le correspondía. Y lo consiguió.

Mary aprendió latín, griego, francés e italiano, las lenguas extranjeras más en boga en su época. Pero además, durante su estancia en Livorno aprendió español, quizá no al mismo nivel que las otras lenguas pero sí al suficiente como para leer a los clásicos y consultar obras de crítica contemporánea.
Era una enamorada de Cervantes y Lope, es por eso que Calambur eligiera estas dos semblanzas para componer este pequeño volumen. Ambas semblanzas están muy bien entretejidas, de modo que la vida de penurias de Cervantes se contrapone a la grandilocuente de Lope. 

Pero no me interesaba tanto ahondar en estos dos autores como buscar entre líneas a Mary: en ambos casos se desprende de los textos su intensidad conmovedora, era una entusiasta de las letras y vivía apasionadamente sus emociones. Se extasiaba investigando la literatura de los autores que más admiraba y así lo plasmaba en sus textos, exactamente lo mismo le sucedía con la observación de la naturaleza. Sabía transmitir esa exaltación de una forma inteligente y contenida, eligiendo siempre muy bien las palabras. Nunca se cansó de aprender y formarse, sirva también eso como ejemplo ahora.

El libro está muy bien prologado (eso es una rareza en los tiempos que corren) y anotado, y da gusto tenerlo entre las manos; forma parte ya de la preciosa sección “Villa Diodati” de nuestra biblioteca casera.



lunes, 6 de abril de 2020

"El canto y la ceniza" - Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva


Qué delicia de lectura. Esta edición de Galaxia Gutemberg no incluye una presentación bilingüe de los poemas pero tenemos dos grandes tesoros a cambio: una traducción magnífica y el epílogo soberbio de una de las traductoras, Monika Zgustova.

Leer a Ajmátova y Tsvetáieva y poderlas comparar tan fácilmente, aprendiendo además de la admiración mutua que se tenían, es como asistir a la poesía de sus coetáneas Karin Boye y Edith Södergran.

1892 nacen M. Tsvetáieva y E. Södergran
1889 nace Anna Ajmátova
1900 nace Karin Boye

Las cuatro son magníficas, inteligentes, se sobreponen a una época que ponía las cosas aún más difíciles a las mujeres de lo que sucede ahora (dos de ellas en Escandinavia, las otras dos en Rusia), su empeño por expresarse las pone en el punto de mira de la sociedad en la que viven pero aún así continúan su labor, incansables. En todas ellas vemos ecos del sufrimiento que acarrea el simple hecho de ser mujer y querer alzar la voz, el amor puro por la sabiduría, la ternura y el respeto hacia la Naturaleza y la búsqueda de la voz original e interior para explicar el sentir individual.

Sobre las dos escritoras escandinavas ya hablé por aquí hace tiempo, podéis consultar mis impresiones sobre la soberbia literatura de Södergran aquí y aquí, o sobre la deliciosa Karin Boye en este enlace.

Entre A. Ajmátova y M. Tsvetáieva, para mí destaca la oscuridad de la segunda, ante la que no me puedo resistir. Pero en ambas he encontrado decenas de versos que las deja instantáneamente en mi altar de la alta literatura. Qué refrescantes e inspiradoras sus voces en estos tiempos de miedo y represión, de mutilación de todas y cada una de las libertades, de la sociedad del absurdo.

Atended por favor a la sencillez con la que Anna Ajmátova teje con pocas palabras una preciosa oda a un árbol...

p.147
Sauce
Y el haz de árboles vetustos. PUSHKIN
Crecí en un silencio de arabescos,
en una estancia fresca, de niños a principios de siglo.
No me interesaban las voces humanas,
pero comprendía bien la voz del viento.
Amaba cardos y ortigas,
y sobre todo mi sauce de plata.
Buen compañero toda la vida,
sus ramas llorosas
abanicaban mi insomnio con sueños.
Y, quién lo dijera, le he sobrevivido.
Allí queda su tronco, y con voces extrañas
hablan otros sauces
bajo el cielo nuestro. Y yo callo...
Como si se hubiera muerto un hermano.

(1940)


Vamos a explorar ahora las oscuridades de Marina Tsvetáieva:

p.211
¡HÁGASE la luz! y un triste día nuboso
cayó como una capa sobre el agua muerta.
Miró la tierra sonriendo extrañamente:
¡Hágase la noche! dijo el rostro pensativo,
siguió su camino más allá de las nubes.
Señor de la noche, es a ti a quien canto,
a ti que me dijiste a mí y a mis noches: seas.

(3 ó 4 de junio de 1917)


p.217

Oración

¡Cristo y Dios, quiero un milagro,

ahora, al comenzar el día!
Déjame morir mientras la vida
es como un libro para mí.

Tú, que eres sabio, no me dirás severo:

«espera, no has consumido tu tiempo todavía».
Tú mismo me has dado demasiado.
Yo quiero, ahora, todos los caminos.

Lo quiero todo: con alma gitana

ir cantando a robar,
sufrir por todos al escuchar el órgano,
como una amazona galopar al combate.

Leer las estrellas desde la negra torre,

guiar a los niños a través de la sombra...
para que sea leyenda el día de ayer,
que cada día sea prodigioso.

Me gustan la cruz y la seda y los cascos,

mi alma es huella del instante.
Me diste una niñez como un cuento de hadas,
y debes darme la muerte a los diecisiete años.

(Tarusa, 26 de septiembre de 1909)


En 1909 nació mi abuelo Julián, y leyendo este poema no he podido evitar recordarle, también la esencia del texto me ha recordado a Mary MacLane, tan joven, brillante y oscura como mal prologada (además, "Deseo que venga el diablo" fue escrito en 1902, qué bien entretejido está el mundo a veces).

Os invito a que las leáis y a que las disfrutéis, que buceéis en sus poemas. Me despido con este de Anna, dedicado a Marina:

p.95
Bocetos de Komarovo


Oh, musa del llanto... M. TSVETÁIEVA
... Y yo aquí renuncié a todo,
a todos los bienes terrenales;
el espíritu guardián de «ese lugar»
es ahora la corteza de los árboles.

Todos somos huéspedes de la vida,
vivir es sólo una costumbre.
Oigo en los caminos del aire
dos voces que dialogan.

¿Dos? Contra la pared del este,
junto a espesos arbustos de frambuesas,
hay una rama oscura, fresca, de saúco...
Es un mensaje de Marina.

En el puerto, noviembre de 1961 (delirando)

sábado, 15 de febrero de 2020

"Microfísica sexista del poder: el caso Alcàsser y la construcción del terror sexual" - Nerea Barjola




p. 164 “En un artículo de opinión titulado «¿Quién viola a quién?», se habla de Golda Meir, primera ministra israelí entre 1969 y 1974. Según cuenta el periódico, en una reunión, se le solicitó que ordenara el toque de queda a las mujeres para evitar, así, que fueran agredidas sexualmente. A lo que ella contestó: «Pero, ¿quién viola a quién? “Los hombres a las mujeres”, le respondieron con naturalidad. Pues entonces, que se decrete toque de queda solo para los hombres a partir de las 22.00, propuso la primera ministra».

Hace ya casi dos años, cuando se publicó este libro, fue muy recomendado por la red de mujeres cuyas recomendaciones literarias, feministas y filosóficas sigo a través de Internet. Su criterio nunca falla y nuestros intereses y enfoques siempre concuerdan. Sin embargo, supe que trataba en profundidad un tema espeluznante con el objetivo, eso sí, de denuncia y con un enfoque con el que de entrada estaba muy de acuerdo. Pero decidí no leerlo entonces. Hace un par de semanas, por cosas de la vida, fui a comprarlo y, sí, la lectura ha sido tan dura y tan lúcida como esperaba.

Nací en 1985 y el secuestro de las chicas (lo que Barjola denomina “desaparición forzada”) tuvo lugar en noviembre de 1992, yo tenía 7 años y no me enteré de nada, los pocos detalles que inevitablemente he ido conociendo a lo largo de los años, sin buscarlos, me llegaron después. Recuerdo que el ambiente en casa se tornaba silencioso, lúgubre y pesado (como de espera tensa con un peso en el pecho impidiendo respirar) cada vez que se conocía una noticia terrible sobre terrorismo, acoso machista, asesinatos, accidentes, etc.

Sí sabía que el tratamiento de la noticia por parte de los medios de comunicación fue amarillista y vergonzoso, y que fue un antes y un después en el uso y enfoque de las emociones de las víctimas, que de repente se vieron rodeados de cámaras que, con la excusa de ayudarles con la difusión, exigían a cambio un zoom sin escrúpulos de su temblor y sus lágrimas, con el único afán de conseguir más audiencia. Ignoro si alguna vez se le pidió perdón al círculo íntimo de las víctimas, aunque nada puede eliminar la infamia que se cometió con ellos.

La lectura que aporta Barjola revela otro daño irreparable ya no solo hacia las personas cercanas a las víctimas, sino al resto de la sociedad, en concreto a todas las mujeres de esa España de principios de los 90: cuando la movida y el destape de los años previos habían dado lugar a un pequeño cambio de mentalidad y las mujeres gozaban poco a poco de pequeñas libertades, el secuestro y tortura de las chicas de Alcàsser fue utilizado como un portazo que puso fin a cualquier soplo de aire fresco que pudiera circular por la península.

Se insistió una y otra vez en el peligro al que se exponían (voluntaria y conscientemente) las mujeres que salían de noche (sin protección masculina de padres o hermanos) y que tenían contacto con desconocidos. Como si se lo buscaran, como si de hecho se lo tuvieran bien ganado (por putas). Como si fuera normal que el peligro acechara ahí fuera y hubiera que resignarse a vivir con miedo. Es decir, en lugar de poner el foco en qué estaba sucediendo con los hombres que violaban, se apuntaba hacia las mujeres que parecían estar queriendo ser violadas. Los grupos feministas que alzaron la voz denunciando esta monstruosidad, fueron silenciados. Han tenido que pasar décadas para que a base de insistir se empiece a inocular en el imaginario colectivo el hecho de que el cuerpo de la mujer no es sinónimo de provocación, y que la infección está en la educación machista, sexista y patriarcal que se nos inculca desde que nacemos.

La idea que se transmitió a la población fue que, una vez que la mujer traspasaba al ámbito de lo público, ella era también pública. Es decir, de todos, no dueña de su cuerpo ni de su libertad (para decidir, para viajar, para consumir, para vestir, para divertirse, para trabajar, para todo).
Esto, relacionado inevitablemente con la prostitución, hace deducir que, mientras haya mujeres apostadas en esquinas (sin un letrero en la frente necesariamente, que diga que son prostitutas) que se puedan alquilar por una miserable suma de dinero que cualquiera puede conseguir, por ende, todas las mujeres, por el hecho de habitar el espacio público son prostitutas en potencia, y por tanto, tratadas como tal (mercancía, carne, objeto) por todos aquellos seres in-humanos que normalizan el hecho de que cualquier criatura sintiente que no sea un hombre con apariencia típicamente masculina tienen unos derechos y sentimientos que pueden vulnerarse en cualquier momento y sin represalias. Todo lo que escapa al feminismo antiespecista se engloba en la cultura de la violación y consumo hostil (hembras violadas, hembras acosadas, hembras asesinadas, hembras esclavizadas, hembras o sus crías descuartizadas y envasadas en los refrigeradores de cualquier supermercado).

Con Alcàsser, el terror sexual llegó a España para quedarse. Se vio reforzado el concepto de familia patriarcal, beato y casposo que tanto estaba costando hacer desaparecer. Que lamentablemente está repuntando ahora, sin ir más lejos. Alcàsser fue un espectáculo, la violencia sexual fue un espectáculo. Se impuso el toque de queda y se recortaron sin contemplaciones las libertades de las mujeres: las de los acosadores sin embargo se dejaron intactas, o se vieron reforzadas. La gente veía los programas por el morbo, asistía a los juicios por el morbo. Quizá la frialdad y lejanía que implica la pantalla de la televisión tuvo que ver con la deshumanización, puede ser la raíz de que asistas a un suceso dramático (como que veas a una persona desamayada o muerta en cualquier calle de cualquier ciudad) y pases de largo.

Barjola denuncia que se dieran tantos, tantísimos detalles íntimos de las víctimas y familias tanto en los programas de televisión como en los libros que se publicaron al caso, y que se usara como figura ejemplificadora a la amiga que ese día estaba mala y no llegó a salir con el resto: le podía haber pasado lo mismo y fue usada como la personificación de que sólo salvas la vida si obedeces, te quedas en casa, cierras las piernas, agachas la cabeza y te callas la boca. De hecho, yo no sabía detalles de qué pasó exactamente con los cuerpos ni por supuesto lo he googleado, y con 7 años no me enteré de nada, y de lo que me pude llegar a enterar no me acuerdo. Sin embargo, después de leer este libro sé los nombres de las víctimas, familiares y amigos, sé qué parte del cuerpo se le arrancó a alguna de ellas, o qué objeto junto a qué miembro sobresalía del enterramiento apresurado que le dieron sus torturadores. Esto me ha dado que pensar porque precisamente es uno de los aspectos que la autora denuncia, y he pensado que también en su caso (pese al objetivo encomiable que persigue con su trabajo) estos detalles serían también accesorios. Es la única pega que le pongo, eso y que algunas ideas se repiten mucho.

Tras el hallazgo de los cuerpos sin vida, se acusó a dos chivos expiatorios, dos hombres de la zona que al parecer eran muy brutos y silvestres, pero que no tenían suficientes motivaciones ni el perfil para dejar los cuerpos como los dejaron. Además, otros crímenes similares que no tuvieron la misma repercusión mediática estarían relacionados a este. Esto no forma parte del libro de Barjola, pero el caso es que otra hipótesis corrió de boca en boca pero como nunca se hizo oficial y tiene ingredientes conspiranoicos, no trascendió a los medios: al parecer, un grupo de hombres poderosos habría ordenado el secuestro de chicas con las características de las víctimas para rodar una snuff movie que se movería por los circuitos privados y secretos de esa agrupación de hombres tan poderosos que pueden comprar todo y ya nada les satisface, desprovistos de toda humanidad y empatía y dispuestos a pagar para recrearse con el sufrimiento ajeno. Hay quien da nombres y apellidos, todos les conocemos.

¿Vivimos rodeadas de violadores en potencia? Sí, vivimos en una sociedad patriarcal que permite que esto suceda, lo alienta y lo facilita. Estamos a merced de cualquier hombre en el espacio público y a merced de los hombres allegados en el espacio privado (hubo una mujer asesinada a manos de su pareja o su expareja cada semana durante 2019, y más de 1.000 asesinadas desde que empezaron a contabilizarse en el año 2003). Al igual que hay un sistema que quiere a las mujeres sumisas cuyo cuerpo es público, hace a los hombres dominadores cuya voluntad es inviolable. Esto da mucho miedo, ¿y acaso está cambiando ahora? Demasiado lentamente y sin parar de tropezar para retroceder los pocos pasos que avanza.


domingo, 2 de febrero de 2020

"Diecisiete relatos sobre la decepción y otros tantos sencillamente decepcionantes" - Naira Marco



Coincidiréis conmigo en que el título de este libro suena genial, especialmente para quienes abrazamos con frecuencia el lado oscuro de la vida. Al menos, es un título sugerente. Una vez en el índice, la calidad de los títulos pierde el brillo (“El militar aburrido”, “Concierto de navidad”, “El sobrino-nieto ingrato”, etc.) La redacción contiene algo así como una ironía intrínseca que nos habla de una autora que se toma todo a risa, o eso es lo que transmite: la imagino incapaz de escribir algo muy solemne o privado de sentido del humor.

El contenido de los relatos no es especialmente decepcionante (ni decepcionan en exceso ni tratan el tema en profundidad), el desencanto proviene de la monotonía de las vidas de los personajes que pululan por ellos, de la apatía o de la falta de estímulos. No llegan a ser relatos inolvidables pero las tramas ocurrentes y la redacción fluida equilibran las carencias para sacar un aprobado.

Me gusta cómo sus personajes se toman la justicia por su mano (prolifera la mala idea, la venganza, la travesura, la revancha). En el fondo son inofensivos, su maldad está muy acotada, controlada.
En el cuento “Caminando por Tegueste” (pág. 19) la autora explora un tema, el desdoblamiento, que me ha resultado muy interesante. Se trata de un personaje que suele realizar un recorrido de forma rutinaria y, el día que decide innovar, se ve a sí mismo a lo lejos, transitando por el camino de siempre. Con esta excusa, se revisitan las narraciones, se repiten las secuencias, que a base de repeticiones adquieren una entidad propia: es una forma muy sabia de dotar de magnificencia a los textos.

Si lo que realmente interesa son cuentos oscuros y de una excelente calidad, siempre nos quedará M.L. Kaschnitz, E.A. Poe o Arthur Schnitzler, verdadero maestro de la desesperación y la duda.


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