domingo, 29 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
Las letras se escapaban por las ventanas, las calles se inundaron de palabras que resquebrajaban el pavimento. La biblioteca había entrado en erupción.
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"Aranmanoth" - Ana María Matute
"Hijo mío, no ames como aman los humanos".
A veces es muy aconsejable (y a veces se hace imprescindible) dejarse llevar por la fantasía, abandonando los límites de la realidad y aceptando con naturalidad todo lo que nos encontremos más allá de esas fronteras.
Por eso, Aranmanoth es un oasis para refugiarse de la tonalidad gris y opresiva del mundo real, una historia fantástica para adultos a medio camino entre el cuento largo y la novela corta. Una delicia, en todo caso.
Ambientación medieval, un hada de agua, un caballero y un niño cuya existencia se encuentra dividida entre la naturaleza humana y la fantástica... ¿qué más se necesita para dejarse llevar?
No obstante, y a pesar de que en principio se trata de un cuento fantástico, es importante saber trasladar esta historia a nuestro mundo para constatar que en el fondo es una crítica social brutal que, envolviéndolo todo en ese halo fantástico, deja patente la injusticia que supone que la crueldad y la maldad sean más fuertes que la ilusión y la alegría de quienes no hacen daño a los demás y sólo quieren ser felices. En contraprestación, aquellos que se alimentan de dolor, jamás podrán tener la sensación de sentirse queridos, y ese (casi nada) es su castigo.
jueves, 5 de mayo de 2011
...nazgûl
(...) Y se vio entonces que era una criatura alada: un ave quizá, pero más grande que cualquier ave conocida; y parecía desnuda, pues no tenía plumas. Las alas enormes eran como membranas coriáceas entre dedos callosos; hedían. Una criatura acaso de un mundo ya extinguido, cuya especie, escondida en montañas olvidadas y frías bajo la luna, había sobrevivido incubando en algún nido horripilante esta progenie última y maligna. Y el Señor Oscuro la había adoptado, alimentándola con carnes putrefactas, hasta que fue mucho más grande que todas las otras criaturas aladas; y como cabalgadura la había entregado a su servidor. Descendió, descendió, y luego, replegando las palmas digitadas, lanzó un graznido ronco, y se posó de pronto sobre Crinblanca, y le hincó las garras encorvando el largo cuello implume.
El Señor de los Anillos: III El Retorno del Rey, J.R.R. Tolkien
jueves, 7 de abril de 2011
martes, 5 de abril de 2011
"Los enamoramientos" - Javier Marías
La nueva novela de Javier Marías, "Los enamoramientos", sigue la estela de la prosa perfecta a la que nos tiene acostumbrados: después de haber escrito joyas como "Mañana en la batalla piensa en mí", "Tu rostro mañana" o "Corazón tan blanco", el listón no puede estar más alto. Es ya muy difícil mejorar, quiero decir.
Estamos ante el que probablemente sea el mejor escritor vivo en lengua castellana -mucho más reconocido fuera que dentro de España-. Como lectora me siento afortunada y feliz de poder disfrutar de este genio en vida -lo que supone la posibilidad de esperar con ilusión y ganas cada vez un nuevo trabajo suyo, o los artículos de opinión semanales- y de poder apreciar su literatura en el mismo idioma en el que originalmente está escrita.
Al igual que sus otras novelas, “Los enamoramientos” no está repleta de acontecimientos y por lo tanto lo de menos es saber qué pasa, Javier Marías no necesita eso. Él extiende al máximo el instante, analiza con precisión y sin prisa cada detalle dotando a sus palabras del ritmo, la musicalidad, la rima interna y la genialidad que constituyen su sello personal.
La literatura de Marías (aparte de ser maravillosa) es un reflejo fiel de la vida: sus narradores no son omniscientes, como no lo podemos ser nunca nadie. Ellos asisten a los acontecimientos, forman parte de ellos, actúan en consecuencia... pero no pueden saber nunca, por ejemplo, qué piensan los demás, o qué hacen cuando no están delante de ellos: esto solo pueden suponerlo. La trama, por tanto, es un elemento secundario, un mero tablero o escenario en el que interactúan los personajes; ni siquiera se trata de desvelarlo todo (quién es el asesino, qué pareja se forma o cuál acaba rota, cuáles son las causas de los hechos) sino más bien, de mostrar las motivaciones que impulsan a actuar a los personajes; la incongruencia entre lo que decimos o hacemos y los pensamientos más íntimos que permanecen ocultos. Nada es totalmente blanco ni negro y al final a uno le configuran las circunstancias en las que se va viendo envuelto.
En esta novela volvemos a encontrar personajes que ya conocemos por otros relatos, son los mismos que protagonizan escenas en otras novelas o cuentos: para los lectores de Marías esto es un regalo, y es un detalle que hace que al leer uno u otro libro tengamos siempre la sensación de estar ante una misma obra inmensa. Personalmente, me ha gustado reencontrar a Ruibérriz de Torres y volverlo a imaginar en niki, aunque fuera otra su indumentaria; o a Luisa (Alday, esta vez); o descubrir al personaje al que curiosamente ha decidido llamar Javier (Javier Díaz-Varela).
En esta ocasión, la novedad reside en el hecho de que la voz narradora es femenina (María Dolz): se trata de una novedad porque los personajes a los que Marías hace hablar en primera persona siempre son hombres, salvo en uno de sus cuentos, “Menos escrúpulos”, donde la protagonista y narradora es una mujer que se presenta al casting de una película pornográfica por estar necesitada de dinero.
También en esta novela están presentes las largas digresiones, un elemento muy característico y reconocible en la literatura de Javier Marías, quizá el principal escollo para que muchos lectores se alejen de sus libros alegando perderse, o no entenderlo: como decía antes, ellos solo quieren saber qué pasa, y quién es al final el malo.
Que aparezca ahora esta novela es un alivio tras la posibilidad de que no fuera a escribir más, o que pasara al menos mucho tiempo antes de un nuevo trabajo, tras haber finalizado “Tu rostro mañana”; y sobre todo, es un regalo.
Estamos ante el que probablemente sea el mejor escritor vivo en lengua castellana -mucho más reconocido fuera que dentro de España-. Como lectora me siento afortunada y feliz de poder disfrutar de este genio en vida -lo que supone la posibilidad de esperar con ilusión y ganas cada vez un nuevo trabajo suyo, o los artículos de opinión semanales- y de poder apreciar su literatura en el mismo idioma en el que originalmente está escrita.
Al igual que sus otras novelas, “Los enamoramientos” no está repleta de acontecimientos y por lo tanto lo de menos es saber qué pasa, Javier Marías no necesita eso. Él extiende al máximo el instante, analiza con precisión y sin prisa cada detalle dotando a sus palabras del ritmo, la musicalidad, la rima interna y la genialidad que constituyen su sello personal.
La literatura de Marías (aparte de ser maravillosa) es un reflejo fiel de la vida: sus narradores no son omniscientes, como no lo podemos ser nunca nadie. Ellos asisten a los acontecimientos, forman parte de ellos, actúan en consecuencia... pero no pueden saber nunca, por ejemplo, qué piensan los demás, o qué hacen cuando no están delante de ellos: esto solo pueden suponerlo. La trama, por tanto, es un elemento secundario, un mero tablero o escenario en el que interactúan los personajes; ni siquiera se trata de desvelarlo todo (quién es el asesino, qué pareja se forma o cuál acaba rota, cuáles son las causas de los hechos) sino más bien, de mostrar las motivaciones que impulsan a actuar a los personajes; la incongruencia entre lo que decimos o hacemos y los pensamientos más íntimos que permanecen ocultos. Nada es totalmente blanco ni negro y al final a uno le configuran las circunstancias en las que se va viendo envuelto.
En esta novela volvemos a encontrar personajes que ya conocemos por otros relatos, son los mismos que protagonizan escenas en otras novelas o cuentos: para los lectores de Marías esto es un regalo, y es un detalle que hace que al leer uno u otro libro tengamos siempre la sensación de estar ante una misma obra inmensa. Personalmente, me ha gustado reencontrar a Ruibérriz de Torres y volverlo a imaginar en niki, aunque fuera otra su indumentaria; o a Luisa (Alday, esta vez); o descubrir al personaje al que curiosamente ha decidido llamar Javier (Javier Díaz-Varela).
En esta ocasión, la novedad reside en el hecho de que la voz narradora es femenina (María Dolz): se trata de una novedad porque los personajes a los que Marías hace hablar en primera persona siempre son hombres, salvo en uno de sus cuentos, “Menos escrúpulos”, donde la protagonista y narradora es una mujer que se presenta al casting de una película pornográfica por estar necesitada de dinero.
También en esta novela están presentes las largas digresiones, un elemento muy característico y reconocible en la literatura de Javier Marías, quizá el principal escollo para que muchos lectores se alejen de sus libros alegando perderse, o no entenderlo: como decía antes, ellos solo quieren saber qué pasa, y quién es al final el malo.
Que aparezca ahora esta novela es un alivio tras la posibilidad de que no fuera a escribir más, o que pasara al menos mucho tiempo antes de un nuevo trabajo, tras haber finalizado “Tu rostro mañana”; y sobre todo, es un regalo.
(...) Era como si hubieran adquirido la costumbre de darse un respiro juntos, antes de ir a sus respectivos trabajos, tras poner fin al ajetreo matinal de las familias con hijos pequeños. Un rato para ellos, para no desprenderse el uno del otro en medio del trajín y charlar animadamente, me preguntaba de qué hablaban o qué se contaban –cómo es que tenían tanto que contarse, si se acostaban y levantaban juntos y se mantendrían al día de sus pensamientos y andanzas-, su conversación sólo me alcanzaba en fragmentos, o en palabras sueltas. En una ocasión le oí a él llamarla “princesa”.
viernes, 1 de abril de 2011
"The Crow" - James O'Barr
"Un día perderás todo lo que tienes. Nada te preparará para ese día. Ni la fe, ni la religión... nada. Cuando muera alguien a quien amas. Conocerás el vacío... sabrás lo que es estar completamente solo. Nunca olvidarás y nunca perdonarás. Los solitarios no suelen hablar de una manera tan íntima y tan exhaustiva como lo hace James O'Barr en este libro. Así que, por lo menos, aprende del cuervo esta lección: piensa en lo que puedes perder."
John Bergin (de la Introducción).
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viernes, 25 de marzo de 2011
"Stardust" - Neil Gaiman y Charles Vess

Stardust es una novela escrita por Neil Gaiman e ilustrada por Charles Vess en cuyas páginas habitan seres atemporales, envueltos por una capa de fantasía, magia, irrealidad y sueño. Se trata de una historia de amor con todos los componentes del cuento clásico pero dirigida al público adulto.

El universo de Gaiman es maravilloso y único, un mundo paralelo en el que a muchos nos gustaría habitar (por eso sus obras tienen ese componente evasor tan necesario en los tiempos que corren), situado entre el Reino de Faerie y la campiña inglesa, ambos divididos por un muro infranqueable que sólo permite el paso una vez cada nueve años; además, la narración es extraordinaria, la escritura de Gaiman posee un altísimo valor literario.
Las ilustraciones de Vess, por otra parte, son un complemento perfecto a la narración; se intercalan y se enlazan con el texto por lo que Stardust es, además, un gran trabajo de maquetación.

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miércoles, 23 de marzo de 2011
tenía la mirada ensoñada...
(...) Tenía la mirada ensoñada y diáfana, y muy alegres los labios, irónicos afectuosamente. Bromeaba mucho, no dejó atrás los usos de sus juveniles años, nunca estuvo en condición de hacerlo. Una vez me dijo por qué me quería, con esos labios: "Porque me gusta verte leer el periódico mientras desayuno, más que nada por eso. Veo en tu cara cómo ha amanecido el mundo y cómo amaneces tú cada mañana, que eres en mi vida el representante principal del mundo. El más visible con diferencia". Esas palabras regresan inesperadamente, al oír el timbre y la dicción idénticos, y al ver la sonrisa tan comparable. Y entonces uno sabe enseguida que de esta mujer madura que acaban de presentarle bien puede fiarse, absolutamente. Sabe que no le hará mal, o al menos no sin avisarle.
Javier Marías Tu rostro mañana I, Fiebre y lanza.
viernes, 18 de marzo de 2011
CIELO
mirando el cielo
me digo que es celeste desteñido (témpera
azul puro después de una ducha helada)
las nubes se mueven
pienso en tu rostro y en ti y en tus manos y
en el ruido de tu pluma y en ti
pero tu rostro no aparece en ninguna nube!
yo esperaba verlo adherido a ella como un
trozo de algodón enyodado dentro de tela adhesiva
sigo caminando
un cocktail mental embaldosa mi frente
no sé si pensar en el cielo o en ti
y si tirara una moneda? (cara tú seca cielo)
no! tu ser no se arriesga y
yo te deseo te de-se-o!
cielo trozo de cosmos de cielo murciélago infinito
inmutable como los ojos de mi amor
pensemos en los dos
los dos tú + cielo = mis galopantes sensaciones
biformes bicoloreadas bitremendas bilejanas
lejanas lejanas
lejos
sí amor estás lejos como el mosquito
sí! ese que persigue a una mosquita junto
al farol amarillosucio que vigila bajo el
cielo negrolimpio esta noche angustiosa
llena de dualismos
Alejandra Pizarnik, Poesía, (1955-1972)
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martes, 8 de marzo de 2011
"El valle de los avasallados" (L'avalée des avalés) - Réjean Ducharme

Pocas sensaciones son -literariamente hablando- tan placenteras como conseguir un libro que de antemano sabes que va a encantarte: que forma ya parte de tus favoritos aún antes de haberlo leído.
Conocí "El valle de los avasallados" a través de "Léolo", increíble película de Jean-Claude Lauzon en la que se cita el libro en varias ocasiones.
(...) Aparecemos al final de un callejón sin salida. Estamos perdidos, muy perdidos, pero que muy muy perdidos. Me río como una loca. ¿Qué podría temer? Todo esto es solo fingir al fin y al cabo. Todo esto está tan lejos del fin del mundo. Todo esto es a su vez tan loco. El coche negro que nos sigue muy despacito tiene en el techo una luz roja giratoria. Es la policía. ¡Corramos! ¡Corramos, Christian! Al menos finjamos.
-¿Adónde vais?
-¡Uno se descubre cuando le dirige la palabra a una dama!
Los policías nos dicen que no tienen malas intenciones. Necesitan nuestra dirección.
-Nuestra dirección, señores, es: Señor y Señora Hombre, Planeta Tierra, Sistema solar, El Infinito. ¡Quítense pues sus sombreros, groseros!
Hay una atmósfera maravillosamente templada en el automóvil, maravillosamente agradable. Hace tan agradable como en una noche de agosto. Estoy cansada, pálida, despavorida, estropeada. Hay algo entre mí y la tibieza del auto; como una capa. Llevo una gruesa capa de frío, de noche, de balastro, de petróleo. Mis manos completamente tiesas, completamente secas por arriba y por abajo se sienten desarraigadas del cielo y de la tierra. Yo misma me recuerdo a un pez que, completamente húmedo aún de mar, forcejea sobre la arena. Me apoyo contra Christian, me acurruco, le pido que coloque su brazo alrededor de mí. Cierro los ojos. El hombro de Christian es un madero en el fondo de una cala.
Es una novela hermosa y lírica en cuanto a su forma, destaca por la facilidad con que el autor juega continuamente con el lenguaje para contar la historia difícil y oscura de Bérénice Einberg.
jueves, 24 de febrero de 2011
"Doctor Pasavento" - Enrique Vila-Matas

Aunque en el momento de su visita no hubiera nieve y un sencillo tiesto con flores hiciera las veces de conexión simbólica con el escritor muerto.

Cambiar la tinta por el lapicero, soplar sobre lo escrito para borrarlo, hacer de las letras sobre el papel sólo algo evanescente. Que ni siquiera permanezca el surco de la punta mal afilada; que no pueda leerse al trasluz tampoco; que no quede absolutamente nada.
Ir borrándose poco a poco y que el cuerpo pierda consistencia a los ojos de los demás. Pasar desapercibido y que al cruzarse te golpeen sin mirar. Ser inapreciable a solas o rodeado de una multitud, no ser nada.
(Me pregunto por qué no).
martes, 8 de febrero de 2011
miércoles, 2 de febrero de 2011
Desierto; Poemas, vol. 2 - Jim Morrison
Aeropuerto.
Mensajero en forma de soldado.
Lana verde. Allí estaba,
fuera del avión.
Una nueva verdad, demasiado horrible para soportar.
No había la menor señal de ella
en ninguno de los antiguos signos
o símbolos.
La gente se miró,
en el espejo, ojos
de niños.
¿Por qué había ocurrido?
No había escapatoria
posible.
Una verdad demasiado horrible para mencionar.
Sólo un suelto quejido vomitado
podía formar sus oscuros interiores.
Sólo unos pocos pudieron mirar
su rostro con calma.
La mayoría de la gente cayó instantáneamente
bajo su lerdo terror amable.
Esperaron la reacción de los tranquilos
pero vieron sólo una verde
chaqueta militar.
¡Arrepiéntete!
Ninguna de las viejas Cosas funcionó.
lunes, 31 de enero de 2011
"Cosas que los nietos deberían saber" - Mark Oliver Everett

Mark se presenta a sí mismo como el típico niño rebelde que detesta ir a clase y pasa su juventud rodeado de drogas y malas compañías, hasta que consigue hacerse un hueco en la industria musical y grabar algunos discos.
Su discurso lo conforman frases cortas y muy rápidas, directas al grano y exentas de eufemismos, por lo que se trata de una lectura cómoda y muy dinámica.
Para mi gusto, el libro mejora a partir de la mitad aproximadamente, cuando una serie de tragedias familiares cambian por completo la forma que tiene Mark de vivir y de ver la vida; realmente, en esos capítulos da una lección sobre la posibilidad de sobreponerse a la desgracia y seguir adelante pese a todo buscando la parte buena en cada detalle de nuestra existencia.
Personalmente, prefiero sin duda el libro a su música, pero resulta muy curioso escuchar sus discos tras leer el por qué de cada uno de ellos y las anécdotas que se ocultan detrás de las letras de sus canciones.
Como muestra, un fragmento de uno de los acontecimientos más devastadores:
(...) Debía yo de tener doce años cuando un avión se estrelló en nuestro vecindario. Aquella noche estaba solo en casa, sentado en la alfombra de color vómito del salón viendo What's Happening en la tele. A través de las cortinas empezó a relumbrar una luz anaranjada. Luego oí una especie de aullido cada vez más cercano y ensordecedor. De repente hubo una enorme explosión de sonido. La casa tembló como si la hubiese sacudido un terremoto (experiencia que he tenido años más tarde). Las ventanas temblaron y Tut chillaba sin parar. Como vivíamos tan cerca de Washington DC, pensé que estábamos siendo bombardeados.
Tut subió corriendo las escaleras para esconderse y yo fui tras él con el corazón en la boca, sin saber muy bien qué estaba haciendo. Volví a bajar las escaleras y encendí la radio de radioaficionado que mi padre tenía en la repisa de la cocina, pero entonces se me ocurrió que quizá la casa estuviese ardiendo y que mejor sería salir a la calle.
Salí descalzo a la calle intentando entender qué estaba sucediendo, lo mismito que el programa que había estado viendo por la tele. Me acerqué corriendo a la enorme columna de humo recortada por las llamas y las luces de emergencia contra el cielo nocturno, y a mi paso vi asientos y ceniceros y cuerpos desmembrados y desperdigados por todo el vecindario. Una casa había quedado demolida por completo, y cerca de allí había varios cadáveres tendidos en el parque. Cuando mis pies descalzos tocaron el asfalto aceleré y pensé en toda esa gente que hacía un instante estaba viva y ahora estaba muerta, y en lo muy vivo que me sentía en ese momento.
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