Aunque en el momento de su visita no hubiera nieve y un sencillo tiesto con flores hiciera las veces de conexión simbólica con el escritor muerto.
Cambiar la tinta por el lapicero, soplar sobre lo escrito para borrarlo, hacer de las letras sobre el papel sólo algo evanescente. Que ni siquiera permanezca el surco de la punta mal afilada; que no pueda leerse al trasluz tampoco; que no quede absolutamente nada.
Ir borrándose poco a poco y que el cuerpo pierda consistencia a los ojos de los demás. Pasar desapercibido y que al cruzarse te golpeen sin mirar. Ser inapreciable a solas o rodeado de una multitud, no ser nada.
(Me pregunto por qué no).
Siempre un oasis en el que refugiarse.
ResponderEliminarEsa pasión por la literatura que Vila-Matas trata siempre de contagiar a lo lectores, bien merece, como mínimo, un aplauso.
Fantástico libro, fantástico comentario.
Gracias.
Á.
Pocas cosas se agradecen más que le transmitan a uno las ganas y la ilusión, que se contagien las ganas y la curiosidad por un escritor hasta entonces desconocido, una película, una canción. Que un libro te lleve a otro libro.
ResponderEliminarAsí que, gracias a ti.