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lunes, 6 de agosto de 2012

"El ayudante" - Robert Walser



Publicada originalmente en el año 1908, esta estupenda novela está basada en una experiencia real de Robert Walser, quien vivió una situación laboral semejante a la que plasmó en este texto. De la misma manera que Joseph Marti en la casa del ingeniero Karl Toblerf, Walser se mantuvo fiel a su jefe hasta que desapareció el último céntimo de la casa y sólo quedaron los recuerdos y las deudas. En este sentido, la vida laboral de Walser se desarrolló a través de trabajos de todo tipo y de corta duración, puesto que nunca pareció encontrar su lugar en el mundo y su tendencia a la evasión poética y sus problemas de salud le llevaron a un sanatorio hasta el final de sus días (inseparable ya del imaginario esa escena final suya en la nieve).

“El ayudante” es una novela de ritmo lento, pero constante, prolija en detalles y descripciones, en la que parece no estar pasando nada más que el placer por la simple contemplación de los detalles más pequeños que suelen pasar desapercibidos. Sin embargo, lentamente pero de forma constante, se van dando pequeñas pinceladas de actividad que permiten el sosegado pero inexorable ritmo de la narración.

Así es siempre la escritura de Walser, a pesar de que cada uno de sus libros tiene entidad propia: se trata de una prosa lírica y esmerada, suave y deliciosa: pura literatura. Tanto “El ayudante” como el resto de sus libros son una muestra clara de las maravillosas obras literarias que se escribieron durante la época de los últimos años del s. XIX y los primeros del XX.

Otra ocasión perfecta para no dejar pasar la obra del maravilloso escritor suizo que desapareció mientras su sombrero, abandonado, rodaba sobre la nieve.

domingo, 1 de enero de 2012

2011. Las mejores lecturas.

Es inevitable, llega esta noche y nadie escapa a la melancolía. La euforia de la gente en la calle, el colorido que anula el poco frío que hace y el sonido de los petardos atronadores hacen que de alguna forma uno se obligue a hacer recuento, uno, de lo que sea. Por alguna razón somos incapaces de evitar tener la sensación de que algo termina para dejar paso a algo nuevo... que será mejor, queremos pensar que siempre será mejor.

Mi recuento es acerca de los libros que he ido comentando aquí a lo largo del año (ya de por sí, mis favoritos). Los que me han gustado tanto, tanto, como para convertirse en inolvidables, emocionantes y geniales, son los siguientes...


La poesía de Leopoldo María Panero fue un hallazgo espectacular, leerle supone transitar por caminos muy oscuros pero cargados de sabiduría y de referencias magistrales, por eso fue un honor poder estrechar su mano cuando firmaba ejemplares en la caseta de la Feria del Libro.
Asco y Vivir y morir en Lavapiés, del zamorano Barrueco, dos novelas que se han publicado con muy pocos meses de diferencia y que harán las delicias de todos aquellos quienes disfruten de la literatura de la nueva generación de escritores que sabe lo que hace, que escribe por absoluta vocación y dedica a la escritura muchas horas de cada uno de sus días, llenando páginas de historias encantadoras y muy bien escritas detrás de las cuales se agazapan multitud de referencias de la más alta calidad literaria.

Qué decir de Cărtărescu... probablemente sea el autor que he descubierto que más me ha impactado este año. Su forma de narrar es indescriptible, magistral, evocadora, sutil, onírica... increíble y perfecta. Cegador me encantó pero Lulu me marcó de una forma especial, fue un descubrimiento realmente genial.




Independientemente de que Los enamoramientos haya sido considerada por muchos medios la novela del año o no, para mí siempre es una fiesta cuando se publica una obra nueva de Javier Marías, y en este caso no iba a ser menos. Como seguidora acérrima, incansable y voraz de Marías desde hace ya 10 años, esta novela no se encuentra entre mi trío de favoritas teniendo en cuenta el resto de su obra (que he leído completa) y, aun así, me parece que es una gran novela, está maravillosamente bien escrita y merece todos y cada uno de los premios y reconocimientos que le han otorgado desde su publicación, en estos meses.

También han sido un hallazgo otros libros, y me han deparado muchas horas de compañía y me he reconocido en sus líneas. Por ejemplo, he leído varios libros de Robert Walser, aunque no los haya reseñado todos, y me han parecido estupendos. Es un escritor magistral, de los grandes.

Leyendo a Vila-Matas pensé seriamente que podría haberse convertido en mi escritor favorito si hace años no hubiera descubierto a Javier Marías, que ocupó ese lugar sin remedio. Vila-Matas tiene en su literatura muchas de las características que encuentro en la de Marías y que me hacen adorarla: es sobre todo la consistencia y la coherencia a lo largo de toda su obra, los paralelismos que establece en artículos y novelas, son señas de identidad que los incondicionales reconocemos y nos hacen sentir dentro, como si de alguna forma perteneciésemos a ella. No sé explicarlo de otra forma, supongo que hay que leerlo y darse cuenta.

Querría poder habitar los mundos que surgen de la imaginación de Gaiman: oníricos, mitológicos, irreales y perfectos. El libro del cementerio, Stardust, American Gods y la mítica e impresionante The Sandman son obras que pertenecen a la más alta literatura y que se han instalado para siempre en mi imaginario de género fantástico (en todos los sentidos, esta vez). Adoro a este tipo, y no sé de nadie que después de leerle y de conocer también la obra musical de su pareja, Amanda Palmer, no planee alguna artimaña para engañarles y llevarles a vivir a su salita de estar para siempre.

Mi propósito para 2012: leer más.

Besos mil.

jueves, 24 de febrero de 2011

"Doctor Pasavento" - Enrique Vila-Matas



"Doctor Pasavento" narra los pasos de un escritor obsesionado con la idea de la desaparición tras la figura, ya mítica, de Robert Walser, que le llevan a cambiar de residencia constantemente en su afán por no ser hallado (o de saberse al fin buscado por alguien) y a visitar los lugares por los que se sabe que Walser pasó algún día, como el manicomio donde vivió y el lugar exacto en el que cayó muerto en la nieve.
Aunque en el momento de su visita no hubiera nieve y un sencillo tiesto con flores hiciera las veces de conexión simbólica con el escritor muerto.

Cambiar la tinta por el lapicero, soplar sobre lo escrito para borrarlo, hacer de las letras sobre el papel sólo algo evanescente. Que ni siquiera permanezca el surco de la punta mal afilada; que no pueda leerse al trasluz tampoco; que no quede absolutamente nada.
Ir borrándose poco a poco y que el cuerpo pierda consistencia a los ojos de los demás. Pasar desapercibido y que al cruzarse te golpeen sin mirar. Ser inapreciable a solas o rodeado de una multitud, no ser nada.
(Me pregunto por qué no).
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