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domingo, 2 de febrero de 2014

"Las afinidades electivas" - Johann Wolfgang von Goethe


“Las afinidades electivas” es uno de los títulos menos populares de Goethe, y sin embargo contiene unas enseñanzas muy valiosas que hacen que la trama, un tanto prescindible, pase a un segundo plano.

La parte más interesante se encuentra en las primeras páginas, donde Goethe hace hablar a sus personajes que, mediante diálogos, a la manera socrática, explican el concepto “afinidad electiva”, una idea que aúna la física y la química que hace que los materiales se unan o separen, y las mismas fuerzas naturales que provocan que los seres humanos se atraigan o se repelan independientemente de sus preferencias racionales.

Precisamente el término “afinidad” lo toma Goethe de la alquimia, y asegura que las pasiones pueden seguir las mismas leyes naturales que rigen a los materiales. Al igual que las afinidades, también aquí encuentran explicación las relaciones forzadas, o los sometimientos, tan habituales en grupos cerrados y endogámicos:

–Y sin embargo –respondió Eduard–, así como estos se pueden unir mediante costumbres y leyes, también hay en nuestro mundo químico unos miembros intermedios para unir lo que se rechaza mutuamente.
–Así unimos –intervino el capitán– el aceite con el agua mediante la sal alcalina.

También encuentran explicación física las relaciones a dos bandas, que son precisamente las que componen el argumento de la novela que sucede a estas reflexiones:

(…) conozco bastantes casos en que una unión de dos seres que parecía íntimamente indisoluble quedó suprimida por la asociación ocasional de una tercera persona, y uno de los que antes estaban tan hermosamente unidos quedó así expulsado.
–Entonces, los químicos son mucho más galantes –dijo Eduard–: añaden un cuarto elemento, para que no se produzca ningún vacío.
–¡Claro está! –respondió el capitán–. Por lo demás, los más importantes y notables son esos casos en que la atracción y la afinidad, y el abandono y la unión, se pueden representar realmente, por decirlo así, sobre una cruz, donde cuatro elementos, hasta entonces unidos de dos a dos, entran en contacto, dejando su anterior unión para unirse de otro modo. En este abandono y aferramiento, en esta huida y búsqueda, se cree ver realmente una determinación superior; se concede a tales elementos una especie de voluntad y elección, y se considera plenamente justificado el término técnico “afinidad electiva”.

martes, 12 de noviembre de 2013

"El juego de las nubes" - J. W. Goethe


Este libro es sólo una curiosidad, una rareza: ni es el mejor libro de Goethe ni nadie ha dicho que lo sea, no nos llevemos a engaño. Es tan solo que resulta llamativo descubrir hasta qué punto le apasionaban los fenómenos atmosféricos a este grandísimo escritor, que incluso escribía en un diario las variaciones que observaba cada día en el cielo.

Ilustración de Goethe
Pertenece a la colección de libros ilustrados de la editorial Nórdica, y por tanto incluye algunas imágenes: unas pocas, bocetos muy sencillos, fueron realizadas por el propio Goethe, han sido extraídas de las páginas de sus cuadernos de anotaciones y fueron realizadas entre 1816 y 1820.

El resto de imágenes (o la mayoría) son de Fernando Vicente. Representan cielos cubiertos iluminados con la luz característica de determinados momentos del día y todas incluyen personajes ataviados con trajes de la época, que sitúan la obra en su tiempo y a la vez evocan la lírica de los textos de Goethe.

Ilustración de Fernando Vicente
Puede parecer que la observación de los sucesos atmosféricos era un entretenimiento lírico y relajado pero va mucho más allá, puesto que Goethe se interesaba tanto por estos asuntos que llegó a investigar leyendo los libros de especialistas de aquella época, y esto se aprecia en el segundo apartado de este libro, titulado "Ensayo de meteorología": cita sus lecturas y denomina a cada tipo de nube por su nombre exacto.

Uno de los grandes aciertos de este libro es la imagen seleccionada para la cubierta: el hecho de jugar con una nube en forma de calavera (objeto que nunca se cita en el libro) demuestra el conocimiento del dibujante sobre la obra de Goethe, ya que una imagen tan lírica y tenebrosa al mismo tiempo es absolutamente perfecta para ilustrar la obra del autor de "Faustoª.

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