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domingo, 27 de enero de 2013

Tim Burton por Tim Burton


Este libro es una deliciosa zambullida en el imaginario fantástico del cineasta Tim Burton. Todas y cada una de sus influencias aparecen en este estupendo libro, que es una lectura perfecta para los amantes del cine en general y para los seguidores de Burton en particular. El por qué de la ropa a rayas blancas y negras, los jóvenes solitarios y atormentados o las extrañas relaciones entre padres e hijos están aquí.

En esta edición el texto está ampliado y revisado, por lo que disponemos, entre otros datos interesantes, de una versión más extensa del prólogo de Johnny Depp que aparecía en las primeras versiones del libro. Sin embargo, la película más reciente sobre la cual constan datos es “La novia cadáver” (2005), por lo que se quedan fuera los títulos posteriores como “Sweeney Tood” (2007) o “Alicia en el País de las Maravillas” (2010), entre otros.

Magia, sueños y muñecos raros

Un mundo onírico y desquiciante se presenta en este libro ya desde la cubierta, donde vemos a un Tim Burton meditativo sobre el cual flotan los personajes de sus propios bocetos, tan reconocibles en esos trazos tan finos y quebradizos, representando siempre figuras de aire elegante y algo anticuado que parecen haber salido de una tumba en la que hubieran permanecido encerrados muchos años y que, sin embargo, consiguen ser siempre encantadores.

A lo largo de las páginas del libro, de papel satinado, desfila una fascinante galería de seres extraños en orden cronológico, desde los bocetos y fotografías de sus proyectos más antiguos (“Hansel y Gretel” o el antiguo corto de “Frankenweenie” que acaba de presentar como largometraje hace muy poco) hasta el último que abarca este libro, “La novia cadáver”.


Una de las partes más interesantes es en la que Tim Burton relata su paso por Disney, donde consiguió una beca de formación para animadores y permaneció luego varios años, a pesar de poseer un estilo artístico personal que no encajaba de ninguna manera con el de la compañía. No es un dato que todo el mundo conozca, y resulta curioso. Para Burton supuso una época de aprendizaje de sus propios límites y de reafirmación de su propio estilo. Además, pudo conocer a otros profesionales con los que llegó a entenderse y colaborar tras varios años de haber abandonado Disney.

En este libro Burton explica también la importancia de las influencias literarias en sus películas: a pesar de confesar no haber sido un gran lector desde niño, cuenta que sus preferencias eran los libros del Dr. Seuss y los cuentos de Edgar Allan Poe. Claramente, todo encaja.



Tim Burton y Johnny Depp

Es estupendo que esta maravillosa pareja de extraños llegase a conocerse y se diese cuenta de que debía colaborar unida, porque la genialidad de ambos y su profesionalidad nos han dado frutos inolvidables en forma de imágenes cinematográficas. Es por eso que en este libro el prólogo de Depp es idóneo para preceder al texto en el que toma la palabra Tim Burton, debido al cariño y la complicidad que ambos tienen, tanto en lo personal como en lo profesional, algo que salta a la vista cuando vemos las películas en las que trabajan juntos. De hecho, Depp no aporta apenas datos técnicos sobre el trabajo de ambos en su introducción, sino que se centra en la complicada tarea de explicar con palabras qué siente cuando colaboran, en qué se basa su química y por qué logran tan buenos resultados.

Esta relación ha sufrido críticas desde el comienzo, quizá por lo extravagante de los dos (ya que dan la equivocada imagen de ser caricaturas de sí mismos y quizá por eso llamen más la atención, o despierten más las envidias), o quizá porque casi todo lo que sale bien y triunfa lleva aparejada una inevitable lluvia de animadversiones.


En lugar de recibir una nueva colaboración de ambos con un despectivo “¿Otra vez?”, prefiero exclamar un entusiasta “¡Qué buena noticia!” en cada una de las ocasiones en que esto sucede. Para Depp, trabajar con Burton es “como volver a casa”. Una sensación parecida a la que tenemos sus fans cuando revisitamos sus películas o asistimos a la proyección de las nuevas por primera vez.

No hay que olvidar que Johnny Depp mantiene su propia carrera cinematográfica también al margen de las colaboraciones con Burton, y que precisamente logró una de sus cimas interpretativas en “Piratas del Caribe” (2007) con el personaje de Jack Sparrow. Hay otros actores fetiche en las películas de Burton que también aportan coherencia a su obra, como Helena Bonham Carter, Christopher Lee, Michael Gough o, más recientemente, Anne Hathaway. Si hay química, ¿por qué no repetir?

El niño Tim

La infancia de Tim Burton se ve reflejada en sus películas, donde ha intentado de forma más o menos consciente hacer justicia con su pasado y tomarse su revancha en aquellos asuntos que no salieron bien la primera vez. Por ejemplo, se venga de los cachas de instituto cuando Kim deja a su novio en “Eduardo Manostijeras”; refleja su trauma infantil con los aparatos metálicos para los dientes que rodean toda la cabeza cuando recrea la infancia de Willie Wonka en “Charlie y la fábrica de chocolate”; revive su amor infantil por los perros y reconstruye su visión tenebrosa de una aparentemente tranquilo barrio residencial en “Frankenweenie”; ajusta cuentas con su padre y la pobre relación que mantuvieron en la emotiva “Big Fish” y da forma a su proyecto de juventud “Pesadilla antes de Navidad”, que permanecía oculto en los archivos olvidados de Disney desde hacía años.


Además, ha tenido la inmensa suerte de colaborar profesionalmente con Vincent Price, que fue su padre cinematográfico, una de sus mayores influencias y la figura del mundo del cine a la que más ha venerado desde siempre. Entre otras colaboraciones, es el actor que da vida al padre-inventor de Eduardo Manostijeras.

Tim Burton se crió en una familia normal y tuvo una infancia demasiado pacífica para lo que se podría esperar de una mente tan lúcida e imaginativa como la suya. No obstante, desde muy joven asistía a su cotidianeidad de una forma peculiar, viviéndola a través de un matiz tenebroso, satírico y fantasioso que tan bien supo plasmar luego en sus películas. Sus comienzos más inocentes al mando de una cámara de vídeo se produjeron grabando vídeos caseros con otros niños del barrio usando una cámara de Súper 8.


Sabemos que definitivamente no hay nada artificioso en sus películas cuando descubrimos que siendo muy joven visitaba habitualmente el cementerio cercano a su casa en busca del inspirador sosiego y la inquietante soledad que no conseguía encontrar en otros lugares. De hecho, es curioso que todavía no haya rodado una película de verdadero terror (a pesar de los toques góticos y oscuros que ya son tan característicos y reconocibles), ya que declara que este es su género cinematográfico favorito.

Ha sabido hacer de lo raro algo comercial, de gran acogida por el gran público y no sólo para los freaks. Su eterno ajuste de cuentas con su infancia y sus revisiones de los clásicos que le marcaron de joven hacen desde hace años las delicias de niños y adultos en la oscuridad de las salas de cine: una sonrisa inocente aparece cada vez que sus incondicionales sabemos que un nuevo proyecto se fragua entre las manos de este increíble genio loco.


lunes, 5 de marzo de 2012

"La invención de Hugo Cabret" - Brian Selznick


"La invención de Hugo Cabret" es una novela juvenil con una presentación formal muy original y llamativa. Ante todo, es una novela que homenajea al cine, en concreto a uno de los primeros cineastas, Georges Mèliés, quien desde el principio se enamoró del cinematógrafo creado por los hermanos Lumière. Construyó su propia cámara y lo dejó todo para hacer pruebas con ella. Realizó cientos de películas y creó la técnica de intercalar fotogramas para dar la misma impresión que los trucos de magia realizados en directo. Pintaba a mano los rollos de película para proyectar imágenes en color, y protagonizó escenas cargadas de fantasía que ya forman parte del imaginario mundial.


En la película de Scorsese que se basa en esta historia, "La invención de Hugo", son preciosas las imágenes en las que recrean esas escenas fantásticas y delirantes de las películas de Mèliés, en una vuelta de tuerca cinematográfica divertida y tierna. Sirven para ilustrar los métodos caseros y toscos (pero efectivos) que se utilizaban para crear las ilusiones en la pantalla grande, cuando todavía no existían ninguno de los mecanismos actuales.

El libro es una mezcla de novela juvenil clásica y novela gráfica, puesto que el texto intercala multitud de imágenes (dibujos hechos a lápiz, obra del propio Brian Selznick) que en algunos momentos sustituyen al texto, creando secuencias de imágenes que son escenas completas sin texto. También aparecen entre las páginas escenas reales de películas clásicas. Por todo ello, parece que el libro fue escrito con la esperanza, o con el sueño, de ser filmado alguna vez. Al menos, ese formato, añadido a la historia que cuenta, favorece aún más la idea de homenaje al cine que comentaba al principio.


Al pasar las páginas, las imágenes se ponen en movimiento, y las escenas se imaginan con efectos especiales. No es de extrañar que Scorsese haya querido cambiar tan bruscamente de registro para homenajear a su medio de una forma tan bonita: ya desde las primeras páginas del libro el lector se sitúa dentro de la sala oscura de un cine, sentado en la butaca y con el proyector empezando a funcionar: es una historia perfecta para mostrar al público su profundo amor hacia el cine.

La película tiene una estética ligeramente steam-punk, debido a la época en la que se ambienta y la profusión de escenas con relojes, maquinaria y engranajes. En relación al libro, como siempre hay ligeros cambios, pero nada desconcierta y la película fluye a la perfección. Por ejemplo, hay algunos personajes más desarrollados que en el libro, algunas escenas no están basadas en él y otras que en el libro me parecieron absolutamente visuales e imprescindibles, no aparecen. Destaca la primera escena, en la que unos engranajes que giran suavemente se convierten, como por arte de magia, en las calles de París nocturna e iluminada. También son inolvidables las panorámicas de la ciudad que se ven desde lo alto de la torre del reloj de la estación de ferrocarril, donde el niño protagonista lleva a su amiga. Los tejados, las calles, el cielo, parecen pintados, irreales. En cuanto a los actores, para mi gusto el niño protagonista pasa sorprendentemente desapercibido (la niña sin embargo actúa mucho mejor, y también posee mucho más encanto). El actor que interpreta a Georges Mèliés está muy bien (y posee un increíble parecido con el cineasta). Pero lo que me encantó fue ver a Jude Law interpretando al padre del niño, a pesar de ser un papel corto y, por supuesto, la aparición estelar de Christopher Lee como librero, nada menos. 

No lo sabía y me sorprendió y me encantó a partes iguales. A pesar de ser ya nonagenario, posee una presencia impresionante ante la cámara y en el papel de librero antiguo sigue pareciendo un mago, sentado en  un escritorio elevado que se me antoja un trono. El hecho de que ayude a los niños a desvelar el misterio en torno al cual gira la trama, diciéndoles en qué lugar exacto de la biblioteca pueden encontrar el libro que les dará la clave, hace que se incremente todavía más la magia que envuelve a esta preciosa historia. 


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