en el hotel, después de un día en la ciudad,
donde vio a los enfermos que se arrastraban y yacían
y niños que debían morir fatalmente.
Ella y el marido subieron a su cuarto
donde esparcieron agua para ocultar la roña.
Se fueron a sus camas sin muchas palabras.
Ella cayó en un sueño pesado. Él se quedó despierto.
Fuera, en la oscuridad, pasó un gran ruido.
Murmullos, pasos, gritos, vagones, cantos.
Andaban necesitados. No cesaban nunca.
Y él se durmió enredado en un no.
Llegó un sueño. Él viajaba por mar.
En el agua gris hubo un movimiento
y una voz dijo: "Hay uno que es bueno.
Hay uno que puede verlo todo sin odiar".
"Deshielo a mediodía", Tomas Trasntrömer
Nórdica, 2011
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