Despierta la curiosidad encontrar un libro de cuentos escrito por Gila, el humorista, porque de repente se recuerda ese sentido del humor tan particular y los chistes televisados que gustaban tanto a toda la familia. El segundo cuento de este libro comienza de la siguiente manera:
"Yo no he creído nunca en esa historia de la reencarnación, pero después de haberme muerto varias veces estoy empezando a pensar que hay algo de cierto (...)"
Engancha. Pero según se lee, se va uno dando cuenta de que echa en falta algo, y es la voz y la entonación de Gila, que daban a sus historias un color y un sentido que de otra forma, simplemente sobre el papel, no se disfrutan de la misma manera.

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