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sábado, 16 de julio de 2022

“París. Un poema” – Hope Mirrlees

A finales de abril, Elena Medel publicó en su cuenta de Instagram una fotografía de este libro, que se acababa de publicar: automáticamente tuve un flechazo. Pasado un mes, tuve la suerte de recibirlo como regalo de cumpleaños y lo disfruté muchísimo.

Es un viaje al París intelectual de los años 1920 a través de la mirada y la pluma de Hope Mirrlees pero ese viaje viene acompañado además con las explicaciones y aclaraciones extremadamente prolijas y generosas de la traductora María Isabel Porcel García. De modo que una inicia el recorrido y la otra te acompaña guiándote de la mano por el mismo, poniendo el foco en todo aquello que no puedes perderte, haciendo que el viaje sea apasionante y precioso.

Esta mañana de insomnio, he tomado el café mientras me llevaba la grata sorpresa de que Elena Medel había llevado este libro a su sección poética en el programa de RNE “Jardines en el bolsillo”. Como siempre, ha sido un gusto escucharla hablar pero además esta vez me interesaba especialmente lo que tuviera que decir sobre este libro que ella misma me descubrió.

Junto a la excelente presentadora Pilar Martín, que ha dado pie a la idea de seguir el rastro de las grandes ciudades a través de los testimonios escritos, Elena se ha sumergido en este precioso librito (gigantesco en importancia pero breve en extensión, de ahí mi diminutivo: con sus 147 páginas de las cuales la mayor parte la componen las anotaciones de Porcel García). Hablaban de rastrear las grandes ciudades en la literatura porque Hope Mirrlees consigue unir Londres y París, como ahora veremos.

“París. Un poema” se publicó originalmente en 1919 en Hogarth Press, la editorial de Virginia y Leonard Woolf, anticipándose en su contenido a libros tan claves como “La tierra baldía” de T.S. Eliot o el “Ulises” de James Joyce. En cuanto a la unión de tertulias intelectuales de diferentes ciudades, Mirrlees es el puente que hermana el Bloomsbury londinense con la Rive Gauche parisina (de hecho, este libro fue originalmente escrito en inglés), mientras de fondo resuenan las voces de artistas de todas las nacionalidades, que se refugian en casas, bares y locales donde unos acogían a otros y el mundo parecía que aún podría convertirse en una cosa mucho más bonita de lo que, por desgracia, después fue.

“París. Un poema” no se parecía a nada de lo que se hubiera publicado hasta entonces. Mirrlees experimenta con imágenes e ideas que tienen ciertas similitudes con la poesía modernista en lengua inglesa que la había influido en aquellos tiempos. Sin embargo, el resultado es tremendamente innovador y enseguida se posiciona como un texto que va a inspirar a muchas otras plumas.

Hope Mirrlees nació en Inglaterra pero se educó en Escocia y en Sudáfrica, y su fascinación por África también la encontramos entre las páginas de este libro, que también tiene mucho de cinematográfico en su composición, con poderosas imágenes en rápido movimiento.

Resulta interesantísimo ahondar en la relación que existe entre París y la diosa egipcia Isis, y cómo la autora era consciente de ello y dejó mil pistas entre sus versos con solapadas cuestiones de género y referencias a su relación lésbica con su mentora y amante Jane Ellen Harrison. Da escalofríos pensar en monjes de la Edad Media adorando la figura negra de Isis amamantando a su hijo en el mismo lugar donde después se erigió Notre Dame… por favor investigad sobre ello.

Vais a disculpar que me auto-cite, pero ser consciente del contraste tan artificial del tratamiento del agua que se da en los aeropuertos, me descorazonó y me llevó a escribir esto en un viaje hace unos años, y mientras reflexionaba sobre estas antítesis lo he recordado: alane es un adjetivo en escocés, en inglés es muy similar alone, significa solo. Era uno de mis viajes en solitario a Escocia.

Siguiendo con las discordancias, paseamos por un París entre poderosas imágenes urbanas, carteles de anuncios, escaparates con maniquíes vestidos con trajes de comunión como pequeñas vírgenes niñas fabricadas en serie. El descarado expolio cristiano al paganismo es solo una de las tantas contraposiciones que podemos encontrar: lo industrial se mezcla con lo animal, el pasado camina junto al futuro. 

El juego de contrastes es constante. Lo tecnológico mira de frente a lo mitológico y el progreso resulta ser la decadencia contra-natura que tan magistralmente nos mostró Huysmans, autor del que también encontramos referencias. La bajada al metro como descenso alegórico al submundo de los muertos, al Hades y los misterios eleusinos.

 

(pág. 97)

 El Primero de Mayo

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Hubo una lucha ritual por su dulce cuerpo

Entre dos vírgenes –María y la Luna

 

La malvada luna de abril.

 

El silencio de la grève

 

Lluvia

 

El Louvre se vislumbra entre la niebla

 

Pronto se volverá transparente

Y a través de él brillarán los misteriosos jardines como isletas de la Place du Carrousel

 

El Seine, viejo egoísta, serpentea, imperturbable, hacia el mar,

 

Rumiando sobre malezas y lluvia…

Si a través de su sueño acuoso y aletargado surgen sueños

Son los fantasmas azules de los reyes pescadores,

La torre Eiffel es bidimensional,

Dibujada en cartulina blanca.

 

Poilus con uniformes celestes con petates de color de Terre de Sienne acampados alrededor de la esfinge gris de las Tuileries. Parece como si un artista de guerra fuera a hacerles un esbozo a carboncillo, para “venderlo” en la Rue des Pyramides a 10 francs la copia.


 

domingo, 31 de enero de 2021

"Las inseparables" - Simone de Beauvoir

Hay veces en las que una evidencia médica certificando la causa de una muerte, no es suficiente. Para explicarse algunas pérdidas, muchas veces es necesario ir más allá y conocer el pasado de quien ha fallecido: no solo su historial médico, por supuesto, sino su recorrido emocional y vital.

Esto es lo que hace Simone de Beauvoir devolviendo a la vida por algunos instantes a su eterna amiga Élisabeth Lacoin, (Zaza) a través de “Las inseparables”. También lo hace en otras obras como “Cuando predomina lo espiritual”, “Los mandarines” o “Memorias de una joven formal”, de una forma más o menos extensa o evidente.

En “Las inseparables” todo gira en torno a la tierna amistad que unió a Simone con Zaza (Sylvie y Andrée en la ficción), aunque mejor cabría hablar de devoción, por parte de la primera. En un jovencísimo siglo XX, inmersa en una estructura social férreamente patriarcal y religiosa, la joven Simone ni siquiera cuenta con referentes que expliquen ese sentimiento que la inunda y que no encaja en la definición de amiga. Como un instinto muy fuerte que no sabe explicar y mucho menos manejar, Simone se conforma con tener a Zaza cerca y procurar que sea feliz.

Si leemos esta historia conociendo mínimamente el pensamiento de Simone, resulta aún más chocante ubicar a la Simone niña y adolescente dentro de un círculo donde la religión católica y, por tanto, la represión, era la norma imperante. Una niña como ella estaba destinada a renunciar a su integridad, personalidad y sus sueños a cambio de los deseos de su entorno: pasar desapercibida y casarse “bien”. 

A este respecto, hay una frase que me ha dado que pensar. 

(…) todo habría sido más sencillo si, como yo, [Andrée] hubiera perdido la fe en cuanto su fe perdió el candor” (pág. 84)

La verdad es que resulta abrumadora la maestría con la que está escrita esta dulce y triste historia: es la marca de la casa de Simone de Beauvoir. El caso es, que todo habría sido muy diferente para la desdichada Zaza si la culpa, el pecado, el tormento, el infierno… y demás cuentos chinos que solo sirven para oprimir, no hubieran marcado su vida.

A los niños es sencillo engañarlos con cualquier cosa. Es lo que me transmite la frase de Beauvoir: también ella había sido estafada con el cuento religioso pero, por suerte, tuvo la suficiente claridad de pensamiento cuando, ya pre adolescente, alcanzó el uso de razón y abandonó de un plumazo todas esas imposiciones al darse cuenta del grave daño que provocaban.

Me gusta mucho, muchísimo, cómo está escrito. Quienes me conocen saben que el argumento me resulta secundario ante una redacción impecable. La narración deja a Simone en segundo plano y aunque habla de la amistad entre ambas, se centra sin rodeos en su adorada Zaza. Hay pasajes increíbles como este:

"¿Le habría dado pena a Andrée que nos impidieran vernos? Menos que a mí, seguramente. Nos llamaban «las dos inseparables» y ella me prefería a todas las demás compañeras. Pero me parecía que la adoración que sentía por su madre tenía que ir en menoscabo de sus otros sentimientos. Su familia era primordial para ella, se pasaba muchos ratos entreteniendo a las pequeñas, que eran mellizas, bañando y vistiendo a esas masas de carne inciertas; le hallaba sentido a todo cuanto balbucían y a sus muecas ambiguas; las mimaba amorosamente. Y además, estaba la música, que ocupaba un lugar importante en su vida. Cuando se sentaba al piano, cuando se colocaba el violín entre el cuello y el hombro y escuchaba con recogimiento la melodía que le brotaba de los dedos, yo tenía la impresión de oír cómo se hablaba a sí misma: comparadas con ese prolongado diálogo que seguía adelante en secreto con su corazón, nuestras conversaciones se me antojaban muy pueriles. A veces, la señora Gallard, que tocaba muy bien el piano, acompañaba la pieza que Andrée interpretaba al violín, y entonces yo me sentía completamente al margen. No, nuestra amistad no le importaba tanto a Andrée como a mí, pero yo la admiraba demasiado para sufrir por eso" (pág. 24)

Esta historia no deja de ser una reivindicación de la necesidad de enseñar la diversidad desde la infancia, así como la importancia de tener referentes. Si eres una mujer que se enamora de su amiga, ¿cómo no te va a volver loca no saber lo que sientes? Y, si acaso puedes barruntarlo, ¿quién te comprenderá y te tranquilizará porque no estás loca por estar sintiendo algo perfectamente natural? Por menos ha habido muertes.

Es más, no se trata solamente de la normalización del lesbianismo sino, también, de la bisexualidad: algo perfectamente normal que le sucede a la pequeña Simone es enamorarse de una amiga en un contexto donde se segregaba por géneros (colegios de monjas y demás) sino interesarse también por hombres cuando por fin tiene la ocasión de rodearse también de ellos. Algo que no invalida su atracción por las mujeres, dado que no se trata de dos orientaciones sexuales que pueden convivir, sino de una orientación como tal, la bisexualidad, que suele menospreciarse y relegarse a una fase y todo tipo de tópicos discriminatorios muy dañinos. Simone la defendió en su vida y en su obra con sabiduría y coherencia. Todo lo demás, son traumas.


miércoles, 23 de enero de 2019

"Oculto sendero" - Elena Fortún


Elena Fortún nunca debería haber tenido que esconderse.

Encarnación Aragoneses Urquijo (1886-1952), conocida como Elena Fortún desde 1928, año en el que se empezaron a publicar las primeras historias sobre el enorme personaje literario Celia, hizo soñar a niñas durante generaciones. Hizo, porque ahora no sé qué leen. Quién sabe, quizá algunas sigan leyendo a Celia (os recuerdo que mis femeninos siguen incluyendo a los varones: de nada).

En 2016 vio la luz “Oculto sendero”, una obra que la autora siempre mantuvo exactamente eso: oculta. Quienes han vivido oprimidas y traumatizadas por esta sociedad inhumana o por sucesos especialmente hostiles, difícilmente abren su corazón, aunque pasen décadas y el horror ya haya quedado atrás. Nunca queda atrás realmente, mientras el mundo siga siendo hostil y no se eduque en la empatía ni en el aprecio y cuidado por la vida… es comprensible que todo lo no hegemónico se oculte, por miedo a los ataques. Fortún sufrió una larga agonía antes de su muerte y pidió que se destruyeran sus manuscritos más comprometidos. Escrito a máquina con tinta morada se encontraban “Oculto sendero” y “Celia en la revolución”, que se desarrolla en el contexto del exilio durante la Guerra Civil española.

En esta novela con tintes autobiográficos, donde no sabemos qué es ficción y qué es verdad, tenemos a una protagonista que comparte muchos paralelismos vitales con la autora. Vive oprimida por una serie de convencionalismos sociales ante los que se rebela en la medida de sus fuerzas y posibilidades: por ejemplo, un matrimonio que no desea.

Casarse fue un disparate.

Hay una escena en las primeras páginas, cuando la protagonista aún es muy pequeña, en la que comparte una comida con su familia de brutos, en un restaurante. En seguida, la niña se fija en una mesa cercana donde almuerza una pareja de mujeres de aspecto andrógino, que desprenden un magnetismo en el que de alguna manera esa niña se refleja. Su visión le hace sentir cómoda y le encantaría poder estar con ellas, aprender de ellas, ser como ellas. Libres, hermosas: hermosas en tanto que libres.

Su “tradicional” y espantosa familia se encarga de reprimir sus instintos naturales y de obligarla a naturalizar lo fingido, lo convencional, todo lo que se espera de ella. Critican todas las identidades que no encajen en su rancia moral, a la que no cuestionan. La primera escena de la novela representa un berrinche de la niña cuando recibe un vestido “de princesita” en lugar del traje de marinero con gorra que había pedido y con el que soñaba. La androginia, en fin, el rechazo por lo “femenino impuesto” ya habitaba en ella antes aún de tener referentes, de saber qué era o de ponerle nombre.

Es una delicia leer esta novela porque en el fraseo encontramos a la Elena Fortún de “Celia” pero, a la vez, es muy duro conocer los detalles de una experiencia vital tan dolorosa por culpa de la imposición del (hetero)patriarcado, y explorar las zonas más oscuras (en tanto que ocultas) de la identidad que nunca pudo mostrar libremente. Una vez más, tenemos una historia de homosexualidad reprimida, rodeada de todo tipo de dolor, catástrofes y miserias. Hay lugar para la esperanza, eso sí, pero no seré yo quien os destripe el contenido de los últimos capítulos.

En la vida real, Elena Fortún se escondía en el baño para escribir las novelas de Celia, porque a su mierda de marido le parecía mal que su mujer ganase más dinero que él con un trabajo, para más inri, intelectual.

Creo que esta lectura puede ser interesante para todas aquellas personas que quieran ponerse en los zapatos de otra que haya sufrido violencia a causa de su orientación sexual, también para quienes no puedan pensar en los libros de Celia sin añoranza o, en fin, para cualquier persona con sensibilidad y empatía.

En mi caso, he llegado a este libro porque desde hace tiempo, en las bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid, hay un espacio para todo tipo de materiales relacionados con la cultura queer. Aunque es una desgracia que esto tenga que llevarse a cabo para poder normalizar de una vez algo que es perfectamente normal, es una buena idea en tiempos en que la visibilización todavía es necesaria. Cuando vi el cartel y los colores de la bandera arco-iris en los tejuelos, me produjo curiosidad, ¿qué títulos y qué películas habrían seleccionado? ¡Pero si podrían identificar más de la mitad de la biblioteca como queer!

Por último, hay un detalle grave que no quiero dejar de comentar. En el comienzo de este libro hay una nota de las editoras aclarando que el manuscrito original estaba plagado de erratas y que, por tanto, ha sido convenientemente corregido. Tengo que respirar hondo antes de seguir.

(Oh benévolas editoras, os alabamos).

Soy licenciada en Biblioteconomía y Documentación, tengo el título de Corrección profesional de textos (podríais contratarme), escribo reseñas desde hace más de 10 años y conozco bien el mundo editorial: los libros se han de corregir, siempre, igual que se maquetan también siempre, o se traducen a veces. No hay más. La figura de la correctora ortotipográfica o de estilo, es necesaria: esa intervención, previa a la publicación, no hace mejor ni peor la labor de la autora del texto (recordad que mis femeninos siguen incluyendo a los hombres: de nada). Necesaria, decía, porque somos humanos e imperfectos. Indicar que la autora dejó un manuscrito plagado de erratas es una falta de respeto y una evidencia de profundo desconocimiento de los procesos de la industria editorial. Muchas autoras entregan verdaderos truños que han de rehacerse casi por completo, pocas veces revisan los textos en pruebas, ya maquetados y corregidos, ni participan en ninguna fase del proceso editorial; también muchas veces se publica de cualquier manera, vendiéndose por tanto libros defectuosos, y las lectoras los compran sin percatarse de ello, porque la corrección gramatical y ortográfica no es precisamente un valor en alza. Yo cada vez encuentro más erratas, ¿no os pasa?

¿Sabéis qué es lo mejor de todo? Que el libro está corregido con el culo mal. Las tildes diacríticas están mal ¡casi todas!, el leísmo navega a placer entre las páginas y las rayas de los incisos en los diálogos están mal puestas ¡¡todas!! ¿Qué demonios han corregido exactamente las editoras, con su excelsa benevolencia y su buen hacer? ¿¡Qué!? ¿Quizá cosas que estaban bien en el original…? Porque de otra forma no se explica una cantidad tan exagerada de meteduras de pata. Espero de verdad que disfrutéis de la lectura, a pesar de todo.



martes, 12 de junio de 2018

"El hechizo de la amapola" - Desiree Ruiz Velázquez


Los amigos de Edición Anticipada no comparten mis gustos literarios, así que no suelo colaborar con ellos reseñando los libros que me ofrecen. Hice una reseña de prueba hace tiempo y el libro no me gustó, esta vez entré a curiosear y me animé a leer este libro en la pantalla (jamás leo en la pantalla). "El hechizo de la amapola" es un libro autoeditado que tiene una presentación formal bastante buena: la maquetación y las ilustraciones no están nada mal, salvo excepciones.


Me he decidido a reseñar el poemario básicamente porque trata de amor platónico adolescente y lesbiano. Por esto último, exactamente. Es necesario dar visibilidad a una realidad que aunque socialmente cada vez está más normalizada, aún es tabú. Precisamente leemos algunos fragmentos en este sentido entre las páginas, un ejemplo:

Fuiste mi secreto por mucho tiempo,
uno que apreciaba,
que valoraba,
que amaba.
Pero por más precioso que fuera,
me fue matando el guardarlo tanto,
y más cuando veía que te perdía
porque apareció en tu vida alguien
que no tenía por qué mantenerte en secreto.

Y otro ejemplo:

Pero cierta adrenalina despertaba
tal repentina clandestinidad
de ese secreto compartido,
ante aquella inconsciente jugada
entre dos supuestas amigas.

El tiempo pasa más rápido de lo que nos gustaría, se olvida con rapidez la intensidad de la adolescencia, el modo en que se magnifica hasta el más mínimo detalle y se vive cada pequeña cosita como un tremendo acontecimiento con el corazón desbocado. Los Románticos del XVIII eran eternos adolescentes.

A pesar de no poseer una gran calidad literaria, estos poemas no conocen la pretenciosidad, son de un intimismo y una sinceridad enternecedores. Básicamente, una voz femenina en primera persona relata los detalles de su enamoramiento por otra mujer durante el primer año de universidad. Nunca se materializó porque tomaron caminos diferentes (disculpad el destripe, pero esto no trata de saber cómo acaba la historia), lo que importa es la sensibilidad de la que hace gala la autora, a pesar de no tener las herramientas literarias a su alcance para darle una forma más interesante desde el punto de vista formal.

Todavía hay mucha gente hoy en día que ni siquiera se concibe a sí misma como homófoba, pero que sigue señalando las relaciones queer como un acontecimiento, como si una orientación sexual no normativa fuera algo exótico. No lo es. Nadie debería sentirse forzado a salir del armario si ni siquiera ha estado nunca en él. Como apuntaba al principio, visibilidad y normalidad son clave para acabar con esta lacra. Este librito bien puede servir para desmontar mucha heteronormatividad adquirida: todo se reduce a que las personas no somos sexos con patas y el género es algo adquirido, una construcción social. Así pues... cualquier expresión artística y cultural en este sentido, es muy bienvenida.

miércoles, 28 de febrero de 2018

El arte del placer - Goliarda Sapienza


Goliarda Sapienza (1924-1996), ignorada toda su vida por crítica y público, murió anónima y ahora, dos décadas después de su muerte, se publica su obra con todos los honores, con los editores casi a sus pies pidiéndole disculpas. La autora estuvo en la cárcel y esta novela parecía destinada a ser un libro maldito.

Sapienza fue niña de colegio en casa, sin oportunidades reales para formarse. Una víctima más del heteropatriarcado hostil. Con 16 años hizo un curso de arte dramático en Roma, fue actriz de teatro e hizo alguna aparición en el cine con Visconti.

“El arte del placer” es una novela donde lo erótico tiene cabida pero no es la temática predominante, también hay lugar para la vida y el transcurso natural del tiempo, para la historia y para la política a través de una atípica biografía familiar.

Empieza fuerte, con un festín del horror literariamente maravilloso. Es profundamente lírica y es también un ejemplo de que la sensibilidad, el oído musical o el ritmo narrativo no son técnicas literarias que se puedan aprender tan fácilmente si no se escribe desde la ternura, volcando las vísceras sin miedo sobre el papel.

p.22 (…) ¿me dejas mirarte a los ojos? Si los miro fijamente comprendo mejor cómo es el mar.

Llego a este libro a través de la recomendación de una chica italiana que apenas sabía unas pocas palabras en español, y se negaba a que nos comunicásemos en inglés porque quería aprender mi idioma. Así que todo lo que me decía era italiano con alguna palabra española aquí y allí. Ella escribía, su vida era la literatura, creo sin duda que por ahí nos entendimos.

p.39 (…) los aparadores de la madre Leonora estaban llenos de libros. Y los libros estaban llenos de todas esas palabras e historias que me enseñaba la madre Leonora. Quién sabe si los había leído todos.
―¡Cuántos libros, madre! ¿Los ha leído todos?
―¡Pero qué dices, locuela! Sí, he estudiado, algo sé, pero no soy una persona culta. Sólo los doctores de la Iglesia reúnen todo el saber del mundo.
―¿También yo seré culta?
―¡Una locuela es lo que serás! ¿Y de qué te serviría serlo si eres mujer? La mujer no puede alcanzar nunca la sabiduría del hombre.

La primera parte de la novela plasma la paz enfermiza de un convento de monjas, con sus costumbres atrofiadas y contranaturales, que dan la espalda a la vida y renuncian a todo lo placentero por la promesa de una vida post-mortem sin mácula en el más allá.

p.70 Apenas me sentí más calmada, dije tímidamente en voz baja: «La odio», para ver si el efecto se repetía o me partía un rayo. Fuera llovía. Mi voz me embistió como un viento fresco que me liberase la cabeza y el pecho del temor y de la melancolía. ¿Cómo podía ser que aquella palabra prohibida me infundiera tanta energía? Ya pensaría luego en ello. Ahora sólo tenía que repetirla en voz alta, para que ya no se me escapara, y «La odio, la odio», grité después de haberme asegurado de que la puerta estuviera bien cerrada. La coraza de melancolía se separaba a pedazos de mi cuerpo, el tórax se ensanchaba sacudido por la energía de aquel sentimiento. Encerrada en el delantal ya no respiro. 
¿Qué me pesa aún en el pecho?
Arrancándome el delantal y la sayuela, mis manos encuentran esas fajas apretadas «para que no se notara el pecho», que hasta aquel momento habían sido como una segunda piel para mí. Una piel de suave apariencia que me ataba con su blancura tranquilizadora. Cogí las tijeras y las corté a pedazos. Tenía que respirar. Y finalmente desnuda ―¿cuánto hacía que no sentía mi cuerpo desnudo?, pues hasta el baño había que dárselo con la sayuela― reencuentro mi carne. El pecho libre estalla bajo mis palmas y me acaricio allí en el suelo disfrutando de mis caricias que aquella palabra mágica había liberado.

Goliarda Sapienza es un tesoro desconocido. Esta novela alza la voz por la libertad de las mujeres, denuncia los abusos y padecimientos que a lo largo de los siglos las mujeres han sufrido por culpa de su género. El lesbianismo y la bisexualidad están presentes de forma natural y fluida, a través de la protagonista Modesta, una persona muy especial que desde niña parecía destinada a influir en muchas vidas.

p. 253 
―¡Excusas, todo excusas! ¡Estás todavía enamorada de ese hombre!
―Del hombre no, Carlo, sino del entendimiento físico que existía entre nosotros cuando hacíamos el amor.
―Te pones vulgar, Modesta.
―Para ti todo lo que es verdad es vulgar.
―¡Oh, Dios, no puedo más! ¡Me voy o te mato! ¡Te mato! Pero ya hablaremos de nuevo de eso.

A medida que avanza la novela, los protagonistas crecen, maduran, se incorporan nuevos personajes, y de repente es un poco un folletín: líos y enredos que hacen que se pierda la magia del comienzo, como si fuera una novela por entregas y los lectores, aburridos de la lírica, estuvieran exigiendo salseo entre los protagonistas.

p.397
―Pero, ¿qué pasa, Stella, Elena? ¿Por qué les separáis?
―¡Porque corría como un muchachote, princesa! Se ensucia el vestidito.
He aquí cómo comienza la separación. Según ellas, Bambolina, de sólo cinco años, debería comportarse ya de modo distinto, tener una actitud comedida, estar con los ojos bajos para ir cultivando en sí a la señorita de mañana. Como en un convento, leyes, cárceles, Historia hecha por los hombres. Pero es la mujer la que ha aceptado conservar las llaves, guardiana inflexible del verbo masculino. En el convento Modesta odió a sus carceleras con odio de esclava, un odio humillante pero necesario. Hoy es con distanciamiento y seguridad como defiende a Bambolin de los chicos y chicas, sólo ella le importa, pues se defiende a sí misma en ella, su pasado, una hija que podría tener con el tiempo… ¿Te acuerdas, Carlo, te acuerdas de cuando te dije que sólo la mujer puede ayudar a la mujer, y tú, en tu orgullo de hombre, no lo entendías? ¿Entiendes ahora?, ahora que has tenido una niña, ¿entiendes?

Se abordan temas muy modernos para la época como el cambio generacional, las creencias políticas, los apegos interfamiliares, la comunicación de los sentimientos, las relaciones atípicas, etc. Nos muestra que hay otras formas de relacionarnos que no por poco convencionales son malas. De alguna manera estaba dejando plasmada la importancia de la educación sentimental o desarrollo emocional que aún a día de hoy sigue siendo una materia pendiente en la sociedad.

p. 690
―¡Oh, Nina, me devuelves la alegría! En cambio, ¿sabes qué haría yo si estuviera en el gobierno?
―¿Qué harías?
―Les asignaría un sueldo vitalicio a todas las personas que, como tú, tienen el talento de alegrarles la vida a los demás.

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