miércoles, 29 de junio de 2016

El Quijote de Wellesley - Javier Marías


De sobra es sabido que un escritor vivo aún nos puede dar muchos disgustos, por más que los admiremos, o más aún quizá por ese motivo: si de entrada no nos gusta, mal va a defraudarnos, haga lo que haga.

Es el caso de Javier Marías con este libro nuevo. Vaya por delante que Marías es uno de los cuatro grandísimos favoritos de mis estanterías, a saber: junto a J.R.R. Tolkien, Pascal Quignard y José Luis Sampedro.

El Rey de Redonda lleva dándome muchas alegrías desde que descubrí sus libros cuando tenía unos 16 años, ni siquiera puedo recordar cuál leí por primera vez: puede que fuera "Mala índole" en esa pequeña edición antigua y ya inencontrable que conseguí en una librería de viejo mucho tiempo después. Recuerdo que me fascinaban sus artículos de opinión (aún lo hacen, aunque no coincidamos en las opiniones siempre, pero su estilo es difícilmente superable) y que leía las recopilaciones bianuales con un ansia feroz. Cuentos, novelas inolvidables, "Tu rostro mañana" superando todas las expectativas; un premio nacional de literatura rechazado en la cara de un partido político corrupto que desprecia la educación y la cultura... un largo etcétera de momentos imposibles de olvidar. Y quiero dejarlo claro porque hoy vengo a quejarme. "El Quijote de Wellesley" es una tomadura de pelo difícil de digerir. Una estafa editorial oportunista, una decepción para la que a los seguidores más fieles de Marías nada ni nadie nos había preparado: un golpe en pleno rostro del buen gusto, un corte de mangas literario, en fin.

Compro cada libro nuevo de Marías con una ilusión infantil que nunca merma. Me resulta incluso muy difícil reseñar sus libros porque la subjetividad lo invade todo. Pero este Quijote es una estafa. Para empezar, un vistazo a la presentación formal ya presagia el fracaso. A pesar de que el diseño de cubierta es magnífico, el papel es tan grueso que las hojas no se comban, los márgenes son innecesariamente anchos y el resultado es de tan solo 100 páginas: está claro que no había suficiente material para conformar un libro nuevo. En cuanto a este contenido, se trata de los apuntes para dar clases sobre "El Quijote" de Cervantes, en una universidad femenina de Massachussetts (Wellesley), en 1984. Solamente se añade un prólogo actual para la ocasión. ¿Cuál es la excusa? Que en este 2016 se cumple el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, y quizá algún lector de "El Quijote" tenga interés en leer de forma paralela los comentarios de Marías al respecto, para contrastar sus impresiones capítulo a capítulo.

No sé. A mí me huele a chamusquina, a revolver en busca de cualquier cosa en el baúl de los recuerdos, en la papelera de antiguos descartes. Y sé que debería haberme informado convenientemente antes de comprarlo, y no malgastar 15.90€, y también podría ahorrarme esta reseña a la inversa, precisamente las reseñas negativas son las que más interés generan, lo sé y por eso jamás las hago.

Pienso también que "El Quijote de Wellesley" es sólo una triste anécdota en medio de esa obra ingente y magnífica que aún ha de reservarnos muchas sorpresas, pero quería prevenirles. Si quieren hacerme caso pasen página y pese a este calor insoportable, lean (otras cosas).

martes, 28 de junio de 2016

El derecho a desaparecer



Puede que sea algo que no requiera de ningún tipo de explicación. Que sea así y ya está. Que haya gente que te siga durante un tiempo sin que aparentemente haya una razón para ello, que finalmente te dé alcance y te obligue a detenerte un momento en tu camino. Quizá sujetándote levemente por un brazo que se inundará de calor durante ese brevísimo instante.

Cuando menos te lo esperes, pondrá delante de tus pies unas piedrecitas, una, dos o tres o un montoncito. Quizá incluso sean pequeñas piedras muy bonitas y brillantes que te gustaría coleccionar. Las guardas y las colocas en algún lugar visible del recibidor. O das un pequeño salto para esquivarlas y poder seguir tu camino otra vez tranquilamente. Y para entonces esa persona ya habrá desaparecido, no percibirás ningún rastro de su olor ni verás la polvareda de sus pies que van huyendo.

Y entonces te preguntarás por qué se habrá tomado la molestia, el tremendo esfuerzo de darte alcance y llegar hasta ti si total en realidad no te ha hecho nada y todo esto le ha costado un gran desvío en su camino. Pero algo sí habrá cambiado y es que recordarás ese brevísimo instante de calor, ya siempre te preguntarás ese por qué y quién, quién demonios era realmente esa persona.

Del texto: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

domingo, 12 de junio de 2016

Gatos ilustres - Doris Lessing


Con los gatos no suele haber término medio: o se les ama, o no se es capaz de empatizar con ellos. Este es un libro para quienes disfrutan abandonándose en su contemplación, aprecian su compañía y celebran cada encuentro inesperado con alguno de su especie. También, quizá, para aquellos curiosos interesados en pasear durante unas horas por su inaprensible mundo. En cualquier caso, su lectura es una gozada.

Se trata de un libro sincero y generoso que no oculta la parte más salvaje y descarnada del mundo animal, pero que tampoco se regodea en ella: cuenta tanto el lado más amable como el más brutal centrándose en las vidas y anécdotas de los muchos gatos que acompañaron a la escritora desde su infancia: un amago de biografía que se centra exclusivamente en ellos, desde su punto de vista siempre vigilante y casi a ras de suelo.

Este libro se publicó por primera vez en 1967, en Londres, bajo el título “Particularly Cats”. Quizá no sea el más popular de todos los que conforman la extensa bibliografía de Doris Lessing, pero sí es una rareza muy apreciada por lectores exquisitos.


No pretende ser bonito y no lo es, no se regodea en el lirismo. Precisamente por eso me ha parecido un buen libro: es honesto, en absoluto pretencioso. Los humanos aparecen tan en segundo plano que pasan a ser casi anecdóticos, Lessing no trató de reconstruir su propia biografía a través de los gatos que la conformaron desde que nació.

A pesar de ser un libro de hace casi medio siglo, es posible que muchos lectores no lo conozcan (ni siquiera los más gateros), y su título puede inducir a confusión: en un primer instante se puede pensar que se trate de un ensayito que recorra la Historia de la Literatura a través de los gatos más destacados, pero no. Solamente se hace una mención a “La gata” de Colette en un momento dado.

En España, este libro se publicó en 1986, a cargo de la editorial Laia, en una edición de la que apenas quedan un puñado de ejemplares en librerías de segunda mano. Así pues, esta ocasión es perfecta para hacerse con él y disfrutar además de las ilustraciones de Joana Santamans, lo convierten definitivamente en una edición magnífica: la mezcla de rotulador y acuarela da lugar a unos gatos que transmiten toda la energía y majestuosa presencia que los caracteriza.


martes, 7 de junio de 2016

ALANE


Descuelgo con cuidado las palabras
que se balancean delante de mi boca
las atrapo con los dedos
explotan como pompas de jabón

Sonreiré al vértigo cuando venga
le daré también la bienvenida al frío:
porque la poesía es cuando no tienes miedo
y cuando aparezca le cambiaré el nombre
como se voltea la página de un libro
o como quien cambia los ojos de color

Vestigios de Prehistoria en el aeropuerto
gente anulada por la tecnología:
miembros de mi tribu corrompidos

Cuando llegue sentiré que he regresado
no sabré si es ella o si soy yo
entonces volveré la vista atrás
y la encontraré dormida,
la bondad desbordando de sus ojos
del color del agua del Loch Ness
la historia más oscura oculta en la otra orilla
y un ejército de estrellas jóvenes
dispuestas a devolver el calor
a todos los corazones muertos

Del texto: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

Gatos - Charles Bukowski


La editorial Visor ha recopilado estos textos escogidos de Charles Bukowski que parecen ir dirigidos a dos grupos de lectores en potencia: los amantes de los gatos y los incondicionales del  viejo Hank. Se trata de un libro agradable y tierno, que aporta una visión más hogareña y tierna de Bukowski de la que desprende el conjunto de su obra.

Así pues, no se trata de un libro que Bukowski diera a la imprenta como tal, sino que apareció por primera vez en 2015 a cargo de su viuda Linda Lee Bukowski a través de Harper Collins. Su relación con los gatos se intensificó en los últimos años de su vida y sobre todo a partir de empezar a convivir con Linda Lee, cuando poco a poco fue observando las costumbres de los felinos y abstrayéndose en su contemplación.

¿Una fama merecida?
A Charles Bukowski se le recuerda como el viejo verde de la historia de la literatura, ya que se esforzó en granjearse el apodo escribiendo una obra bastante prolija cargada de bajos fondos, prostitutas, lujuria, drogas, etc., con un tono descarnado y directo del que se dice que es precursor, aunque ya había sido utilizado antes por otros autores.

De lo que no cabe la menor duda es que Bukowski es un autor clave en el crecimiento como lectores de los más jóvenes, que leen sus novelas debatiéndose entre el escándalo y el regocijo. Sin embargo, además de ese gusto y facilidad para describir lo descarnado, la obra de este autor es tan sencilla y, en el fondo, tan vacía, que estancarse en ella y considerarla cumbre es un error: lo interesante es leerla en la adolescencia con un buen respaldo de lecturas a la espalda y un camino inmenso y cargado de bifurcaciones literarias por delante.

Esta selección es también un pequeño resumen de la obra de Bukowski: tenemos cerveza, mujeres y su particular visión de la vida fumando desde el sofá. Un puñado de metáforas sencillas pero efectistas y la evaluación de todo un mundo sin salir de casa; poemas que lo son por estar ordenadas las palabras formando una columna, pero en los que la poesía no se asoma ni siquiera a distancia, ni siquiera por curiosidad.

Gatos, ¿algo más?
Siendo coherente con la personalidad que trasciende de sus obras, Bukowski transmite una especial predilección por los gatos callejeros, a los que siempre terminaba por abrir la puerta de su casa si ellos así lo solicitaban, incapaz de darles la espalda si necesitaban sus cuidados o su ayuda. Es algo que le honra y que se repite a lo largo de este libro, en anécdotas y descripciones de la historia de cada uno de los gatos que lo acompañaron en los últimos años de su vida.

El gato es un diablo hermoso (…)

Poco a poco se fue sintiendo más identificado con ellos y le divertían sus travesuras: nunca los personaliza ni los trata con condescendencia, y esto le honra, puesto que estos errores suelen ser bastante comunes en quienes conviven con gatos creyendo ser sus dueños, padres, etc.

No busques espíritus ni dioses en los gatos, Shed. Un gato representa la maquinaria eterna, como el mar. No se acaricia el mar aunque sea bonito; si acariciamos los gatos es porque se dejan. Los gatos no tienen miedo, acaban entre el oleaje y las rocas e incluso durante una lucha mortal no piensan en nada salvo en la majestuosidad de la oscuridad.

Este libro es perfecto para engrosar la colección de lectores caprichosos, aliados de los gatos y amantes de su independencia. Quizá no aporta nada nuevo como tal, pero es una visión más, grata, particular e intransferible, de un ser humano aprendiendo a interpretar la sabiduría felina y a distinguir las personalidades y características de los gatos que le rodean.

lunes, 30 de mayo de 2016

Con el viento bailando en las pestañas



El viento escocés tenía algo que decirme
sabio como la proa amenazante de un drakar
inquisitivo como la mirada de un chamán
inquebrantable
antiguo como el corazón de los montes de Skye
que no desprecia la vida pero a quien nada le importas
y si te encuentra sin querer en su camino
te atravesará sin dudarlo y sin devolverte la mirada

No sé qué pequeño dios me ha guiado hasta el jardín de las Hébridas,
paraíso montañoso sin manzanas doradas
pero con aguas negras como la puerta del infierno
como el abismo de los ojos que se niegan a mirarme

El viento escocés avanza con el aplomo
de una de esas preciosas bestias pardas de las Tierras Altas
con un cansancio infinito en la mirada
viendo el más allá detrás de ti
(tú no podrás verlo, no te molestes en girarte)

El viento escocés arrastra la melodía lejana de las gaitas,
el susurro del viento silbando en los pulmones,
en las velas, en las cuerdas y en el mástil
y el susurro inaudible de las cimas de los montes Cuillin
allí donde pierden el nombre los colores
y algo muy antiguo maneja los hilos desde arriba
exactamente desde el lugar más alto
de la cima del monte Sgurr Alasdair


Loch Linnhe

Loch Ness

Del texto y las imágenes: 
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016


martes, 17 de mayo de 2016

Corazón doble - Marcel Schwob



(…) su voz tenía el dulce sonido de las cosas que están a punto de romperse

Lo que yo no sé ahora mismo es en qué he perdido el tiempo todos estos años sin leer a Marcel Schwob mucho antes. Estoy mitad confusa mitad eufórica; mitad feliz y mitad triste, como cuando inesperadamente encuentras por el mundo a alguien como tú. O como cuando inesperadamente lo pierdes.

La escritura de Schwob es sencilla pero lúcida, elegante pero no engolada. Con una sencillez que despista, pues sus temas son un tanto complejos. Los cuentos de “Corazón doble” tienen todos prácticamente la misma longitud, y hay un pulso constante que los recorre: un gusto por lo grotesco, las ganas de incomodar al lector contando relajadamente historias muy macabras, enfrentándole a sus propios miedos… sin que al narrador se le altere, en ningún momento, el pulso. Están tan increíblemente bien escritos que es un placer leerlos en voz alta, como si de esa forma revivieran, tomaran forma de holograma saliendo desde las hojas de papel para mirarnos directamente a los ojos.

Tuve este libro unos días sobre la mesilla de noche, antes de leerlo, y ya sé qué me produjo pesadillas.

Como no podía ser de otra manera, y al igual que muchos de los escritores que vivieron y escribieron entre el siglo XIX y el XX, la literatura de Schwob… es magnífica.

Fijaos en este comienzo:

ARACNE
Decís que estoy loco y me habéis encerrado, pero yo me río de vuestras precauciones y de vuestros terrores. Porque seré libre el día que quiera. A través de un hilo de seda que me ha lanzado Aracne, huiré lejos de vuestros guardianes y de vuestras rejas. Pero la hora aún no ha llegado, aunque está próxima: progresivamente mi corazón desfallece y palidece mi sangre. Vosotros, que ahora me creéis loco, me creeréis muerto, mientras yo me balanceo en el hilo de Aracne más allá de las estrellas. (…
)

O en este otro principio glorioso:

EL HOMBRE DEL ROSTRO VELADO
Del cúmulo de circunstancias que me pierde, no puedo decir nada; ciertos accidentes de la vida humana están tan artificiosamente combinados por el azar o las leyes de la naturaleza como la invención más demoníaca: podríamos lanzar una exclamación, como ante el cuadro de un impresionista que ha captado una verdad singular y momentánea. Pero si cae mi cabeza, quiero que este relato me sobreviva y que aparezca en la historia de las existencias como una rareza verdadera, como una pálida ventana a lo desconocido. (..)

Ahora puedo decir que ya sé qué son las estrigas; he convivido durante unos minutos junto a dos hombres sin cara, he viajado junto al diablo y una extraña niña anciana durante lo que han parecido años, he descubierto el verdadero significado del tren del terror… He participado en uno de tantos absurdísimos círculos espiritistas, y recibido la visita inesperada de un irreverente esqueleto. Vosotros también podréis experimentar todas estas cosas si os asomáis a “Corazón doble” (hacedlo despacio, se divertirán con vosotros si os sorprenden confiados).

Pero la segunda parte, “La leyenda de los mendigos”, no me ha gustado tanto. En el prólogo, Schwob explica el por qué de todos estos cuentos, su interés en la evolución de los conceptos de terror y piedad a lo largo del tiempo, y tiene sentido que existan ciertas diferencias en el tono y en la temática de cada una de las partes en las que se divide el libro. Pero en fin, los que me han fascinado son los cuentos de la primera parte, eso es todo. Leedlos si tenéis ocasión… son una maravilla.

lunes, 9 de mayo de 2016

Al norte de la incertidumbre



Hay un montón de árboles preciosos
saliendo de tus tobillos
guardianes, solitarios pese al frío, puntiagudos.
Perfilan el horizonte
y dan sentido a la nada

Ahora, un enjambre de diminutas hadas
emerge de tus bolsillos
trepan a esos árboles, se oyen gritos,
dibujan figuras de chinese pole
en las ramitas

Casi siempre es de noche en el lugar
al que huiste hace años sonriendo
y delante de los faros sólo se ve
el camino que desaparece a tu espalda

Esta mujer no podrá sentirse de verdad
en casa en ningún lugar del mundo
susurra una Elfriede Jelinek anacoreta
suplicando a un dios que ya no existe
en el bosque que se ve desde la ventana

Thoreau entre ramas pisándote los talones,
despeinándote al viento los versos de Wordsworth
ya fríos como cuchillos;
la señal que indicará
la dirección de camino a casa

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

Canciones de amor a quemarropa - Nickolas Butler


“Canciones de amor a quemarropa” es el tipo de libro que gusta a los adolescentes y a sus madres: es una afirmación muy atrevida e incompleta, lo sé… no hay que tomarla al pie de la letra.

La trama y la presentación formal no aportan nada nuevo al género de la novela, pero al final resulta ser un librito muy agradable, así que me apetece recomendarlo, aunque no encaje con el tipo de lecturas que suelo comentar aquí.

Se trata de una novela coral a cinco voces, las de unos viejos amigos de la infancia procedentes de un humilde pueblo granjero de Wisconsin. Un poco al estilo de la novela familiar, ligera, semi romántica, muy plagada de mitos americanos (el hombre hecho a sí mismo, el triunfo del trabajo duro, los valores tradicionales de la amistad y la familia heteropatriarcal, trabajadora y creyente); en fin, si se hiciera una película basada en este libro no sería de extrañar que apareciera Jennifer Aniston pululando por ahí.

Me está gustando menos a medida que intento describirlo, me temo.

A su favor: las metáforas salpicadas por doquier, sencillas, descriptivas y cuidadas con el mimo honesto de quien pretende crear algo hermoso, sin ínfulas ni grandes pretensiones. A veces me gana el pulso la delicadeza, aunque sea tosca o imperceptible (la delicadeza propia de alguien de aspecto rudo que de pronto te sorprende apartando con cuidado un caracol a un lado del camino en un día de lluvia, con sus manazas, para que nadie pueda pisarlo).

La trama avanza a través de estos capítulos de narrador variable, es relativamente fácil empatizar con todos ellos, ponerse en su lugar y apreciar los matices en las diferentes formas que tiene cada uno de vivir y protagonizar los mismos acontecimientos.

En su contra: los valores que transmite. Precisamente porque proceden de la típica comunidad biempensante y a estas alturas, como lectora, algo así ya no me aporta nada, incluso me da cierta pereza. Todas y cada una de las relaciones entre los protagonistas son heterosexuales, monógamas y ensalzan los valores de la familia. (También de la comunidad, de la amistad sin fisuras, etc., y todo eso está muy bien… ¡pero!).

Pero tenemos al personaje principal atormentado durante todo el libro por sentir cierto enamoramiento hacia una amiga con la que una noche se acostó, siendo jóvenes y solteros: luego el amor, según qué amor, es malo; luego el sexo, según qué sexo, es malo. Pues lo siento, pero no. El sentimiento amoroso no tiene por qué ser recíproco para ser hermoso, ni es enfermizo por definición si dos personas lo sienten por una tercera al mismo tiempo; y sentir celos no es algo que te defina, lo que habla de ti es cómo los gestionas. Al igual que sucede con la libertad y la mentira, pero eso ya lo comentaremos otro día, si viene al caso.

Estas diatribas podrían ser eternas, quizá otro punto a favor del libro es que invita a pensar sobre todas estas cuestiones, a replantear nuestras propias convicciones. Y si un libro hace pensar al lector, por sencillo o humilde que sea, y aunque se termine decantando por afianzar su propia visión sobre el asunto… leerlo habrá merecido la pena.

martes, 26 de abril de 2016

La canción de la bolsa para el mareo - Nick Cave



Para empezar, aclaremos lo siguiente: este poemario no es un poemario al uso, ni tampoco es tremendamente bueno: pero a los que ya admirasen a Nick Cave por el resto de su carrera artística, seguro que les gustará. Es interesante, o curioso si se prefiere. Y me temo que con Nick Cave no caben términos medios: o le admiras o… le temes (y a los que nos encanta también nos da un poco de miedo).

Nick Cave es un gran compositor de letras y melodías, y su imaginario es tan potente como demuestra en sus discos, o en la espectacular novela de culto “Y el asno vio al ángel”. Pero a este pequeño poemario parece que le falta algo, a pesar de que contenga un buen puñado de imágenes brillantes, e ideas que merecería la pena desarrollar. También está editado con muy buen gusto. Pero da la impresión de que estuviera sin terminar, sin pulir: como si se hubiera entregado a la imprenta demasiado pronto.

La idea de la bolsa para el mareo surgió de una serie de viajes en avión durante una gira: Nick Cave utilizó el papel de estas bolsas para anotar las ideas que se le ocurrían durante los trayectos, y esas mismas anotaciones son las que conforman este pequeño libro, en el que también encontramos reproducciones a color de esas improvisadas libretas.

Hay algo que resulta estremecedor, leyendo el poemario desde la perspectiva de este momento: una idea recurrente que aparece demasiadas veces como para obviarla, dos adolescentes se ponen en peligro en sendos puentes, sin ser conscientes del desenlace fatal que conllevaría una caída desde ese lugar. Al poco tiempo de escribir este libro, uno de los hijos gemelos de Cave, Arthur, murió tras precipitarse por un acantilado en la zona de Ovingdean (Brighton), tras haber consumido LSD, según se publicó meses más tarde.

En la magnífica película documental “20.000 días en la Tierra”, también anterior al accidente, Nick Cave hablaba sobre esta idea y aclaraba que él mismo de pequeño jugaba junto a las vías de un tren, a su paso por un puente. La propia trayectoria de Cave, que también arrastra un pasado marcado por las drogas, parece haber augurado de alguna espantosa manera el infierno familiar que aún le aguardaba, precisamente mientras atravesaba por fin un momento feliz, con una carrera profesional exitosa y una familia que le mantenía alejado de los fantasmas de la religión, de las drogas y de su pasado.


"  Un ángel desplegará las alas y me hablará al oído.

Tienes que dar el primer paso tú solo.

Después el ángel me dará un empujoncito y me enviará hacia lo desconocido.

Tienes que dar el primer paso tú solo.

Avanzo a tientas hacia el borde del mundo.



Por eso, literalmente da vértigo leer este libro ahora. Y aún así, resulta inspirador y  muy brillante en ocasiones, con esos destellos tenebrosos tan propios de Nick Cave. Tanto es así, que si uno ve la película y a continuación lee este libro, o escucha algunas de las canciones… que no se extrañe de que, después, las piernas no le sostengan con toda la firmeza que deberían, o de que la fiebre le aumente unas décimas: esto es el resultado del influjo de Nick Cave, ese hombre cuyo rostro lo conforman otros cien rostros, algunos de los cuales no son humanos.

Nick Cave - foto Rolling Stone, Samir Hussein/WireImage

"  El ayudante del tour manager grita “¡Al escenario!” desde detrás de la puerta y al instante el hielo se derrumba y se derrite y avanzamos por el pasillo y salimos bajo las luces infernales a una atmósfera sofocante, carente de oxígeno. Y mientras ocupamos nuestros lugares en el escenario, invocamos a las nueve musas para que nos ayuden.

Calíope, que ayuda con las baladas épicas,
Euterpe, que ayuda con las canciones tristes,
 Erato, que ayuda con las canciones confesionales,
Clío, que ayuda con los temas antiguos,
Melpómene, que ayuda con las piezas supertrágicas,
Polimnia, que ayuda con las canciones religiosas,
Terpsícore, que ayuda con los temas bailables,
Talía, que ayuda con las canciones divertidas
y Urania, que ayuda cuando la cosa se pone sideral y psicodélica.

Las nueve musas esperan entre bastidores, y cuando las necesitamos, muestran sus acreditaciones y se abren paso a empujones entre los nueve coros de ángeles.

Los serafines, que nos mantienen sexys y espontáneos,
los querubines, que nos impiden hacer cosas demasiado estúpidas,
los tronos, que nos mantienen fuertes y viriles,
las dominaciones, que nos liberan la mente, ¡Adelante!,
los principados, que nos impiden ponernos llorosos y nostálgicos,
las potestades, que nos convierten en pequeños dioses,
las virtudes, que nos mantienen humildes,
los arcángeles, que tratan con los polis,
y los ángeles comunes, que nos mantienen infantiles.

Los invocamos a todos, a todo este ejército de la inspiración, heterogéneo y pendenciero, para que nos infundan con sus rizados bucles las capacidades de combustión y transmutación en el escenario, de modo que podamos empezar, enamorados, y llevar de gira este puto espectáculo.



lunes, 25 de abril de 2016

La risa de los muertos


Mis fantasmas se han congregado
en torno a mi cama esta noche
decididos a impedirme dormir.

Se pasan un cigarrillo de uno a otro,
indolentes. Discuten las incongruencias
de los mitos. Abominan del mundo real.
Presumen de flotar entre dos mundos. Malditos.

Pero permaneced así, por favor, no os mováis.
No desviéis vuestra atención,
tampoco esta vez, por mí.

Habéis querido que me pregunte
eternamente por qué
y me romperéis de nuevo el corazón
tantas veces como piense en lo que hicisteis.

Dudo que encuentre la manera
de contaros lo que siento si ni siquiera
estoy segura de saber cómo dibujar
la risa de los muertos.

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

viernes, 22 de abril de 2016

"Mis cositas", de Déborah Vukušić


recuerdo a mi madre diciendo
"no dejes que te toquen tus cositas
las mujeres se gastan si se dejan"


mamá quiero decirte
ahora que ya es tarde
que los tiempos han cambiado
que muchos hombres han tocado mis cositas
que me he dejado hacer
que me he frotado contra ellos
que me gusta que me gasten
que quiero ser tan fina que me rompa


que me toquen
que me toquen


sólo quiero sentirme viva



A MIÑA COUSIÑA
lémbrome de miña nai a dicir // "non deixes que che toquen a túa cousiña // as mulleres estráganse de se deixaren" // miña nai quero dicirche / agora que xa é tarde // que os tempos mudaron / que moitos homes tocaron a miña cousiña / que me dixei facer / que me esfreguei contra eles / que me gusta que me estraguen / que quero ser fina de me romper // que me toquen // que me toquen // só quero sentirme viva ///

martes, 19 de abril de 2016

Mis propuestas para Sant Jordi


Antes de empezar, aclaremos lo siguiente: en este mar de letras todos los días del año es el día del libro y el día de la poesía; todos los días se mantiene vivo el espíritu de Samhain; todos son buenos para regalar literatura sin ninguna excusa aparente y todos, absolutamente todos hay que celebrar el instante porque nunca seremos tan jóvenes como ahora mismo, ¡brindemos!

Dicho lo cual.

Hay tantos libros donde escoger que puede ser fácil perderse, equivocarse o quedarse sin ideas, no saber qué elegir. No sólo hay un libro adecuado para cada persona, también hay que determinar si es el momento exacto (si no se llega demasiado tarde, si no nos hemos adelantado). Hay libros que me gustan tanto que resultan imposibles de reseñar (cada cual conviva en paz con sus contradicciones). Algunos de ellos están en esta lista que dejo con la intención de que puedan servir de ayuda a más de uno.



Para (eternos) adolescentes soñadores
“La viajera incandescente”, Ana Cerezuela, poesía

“Irlanda”, Espido Freire, novela


Para amantes de los animales
“Mi vida con Potlach”, Inma Luna, novela

“El mar interior”, Philip Hoare, ensayo


Para lectores exigentes de sensibilidad especial
“La casa de la cruz”, Isabel García Mellado, 2016, poesía


“El mundo en el que vivo”, Hellen Keller, autobiografía


Para echarse unas risas (con monóculo)
“Monstruos parisinos” Catulle Mendés, semblanzas

“A contrapelo” Huysmans, novela


Para amantes de lo oculto
“Donde yace Visnú”, Frank G. Rubio, poesía

“Historia de la filosofía oculta”, Alexandrian, ensayo


Para los niños que nos bailan dentro
“Momo”, Michael Ende, novela

“El príncipe destronado”, Miguel Delibes, novela


Para los amantes de los retos literarios
“La niña que amaba las cerillas”, Gaétan Soucy, novela

“Máquinas de amar”, Pilar Pedraza, ensayo


Para amantes y despechados
“Deseo de ser piel roja”, Miguel Morey, novela

“Los enamoramientos”, Javier Marías, novela


Para viajeros
“La tumba de Keats”, Juan Carlos Mestre, poesía

“Aranmanoth”, Ana María Matute, novela


Para excluidos
“El amante lesbiano”, José Luis Sampedro, novela

“Las ventajas de ser un marginado”, Stephen Chbosky, novela



Para inconformistas
“La sociedad del espectáculo”, Guy Debord, ensayo

“Desobediencia civil y otros escritos”, H.D. Thoureau, ensayo


Para los que sienten que han perdido algo
“Siempre hemos vivido en el castillo”, Shirley Jackson, novela

“Circus girl”, Maite Dono, poesía

Para los que no necesitan ninguna excusa
“El nombre en la punta de la lengua”, Pascal Quignard, novela

“El mundo bajo los párpados”, Jacobo Siruela, ensayo


Para los amantes de la luna
“Cuentos de medianoche”, Bram Stoker, relatos

“Sandman”, Neil Gaiman, cómic


domingo, 10 de abril de 2016

Alterego


Mi yo niña sufrió un accidente
la otra noche
sus brazos quedaron atrapados
en el quicio de una puerta bloqueada
sus bracitos
moratones como manchas sucias de acuarela
por encima y por debajo de los tatuajes
que tendrá mañana
no podía dejarla allí —llorando
por eso tuve que desaparecer
viajar en el tiempo una vez más
acunarla entre mis brazos
curar los suyos.
Luego me fui a dormir y
descubrí que ya estaba acostada
no supe dónde ir
y es en ese lugar
donde me encuentro ahora.

Del texto:
© Todos los derechos reservados - Mar López, 2016

domingo, 3 de abril de 2016

"La Abadía de Tintern" - William Wordsworth


El mundo del libro, y sus infinitos matices, me fascina. Los veteranos paseantes de estas aguas lo saben. Hay ocasiones en las que una serie de errores en una edición pueden lograr exasperarme, otras en las que la simple elección de la fuente correcta, o una presentación libre de erratas puede reconciliarme con la vida (por naturaleza tiendo a ser exagerada).

En esta ocasión quiero hablaros de los prólogos. Me fascinan. Ocupan ese espacio inicial tan privilegiado, previo al libro, tan cargado de infinitas posibilidades… y es dramático observar cómo uno tras otro lo desaprovechan, y la pifian. Hay prólogos innecesarios, otros cargados de falsedad y exagerada alabanza (los de escritores “amigos”); también hay prólogos-resumen que sólo te cuentan la trama, hasta el final si hace falta (nunca me han importado los spoiler, es más, creo que la información es poder y siempre quiero saberlo todo, pero maldita sea, para qué me lo cuentas en el prólogo, si he venido al libro para leerlo), en fin. 

Y hay prólogos, como es el caso, que le hacen justicia poética al libro, que lo completan, que lo realzan, que lo sitúan a la perfección en su contexto exacto en el tiempo y en el espacio: que hacen del prólogo, me atrevería a decir, un género literario por derecho propio. Me he emocionado leyendo a Gonzalo Torné en su maravilloso prólogo a Wordsworth: sólo os digo eso.

Es capaz de plasmar a la perfección los detalles del inicio del romanticismo literario en sólo trece páginas (no he hablado de los prólogos interminables, que sólo sirven para lucimiento del prologante y que nadie lee, por cierto); pero además expone con una lucidez apabullante sus propias conclusiones leyendo a Wordsworth (como por ejemplo el por qué hay ocasiones en que hay que leerle al revés, y tiene todo el sentido), también resume los conceptos clave que otros críticos literarios han establecido en relación al autor, las carencias de la poesía contemporánea, el papel fundamental de la Naturaleza en los poemas de Wordsworth y cómo se refleja en el paso de testigo a las generaciones posteriores, etc.: todo, todo, con una lucidez y una elegancia, una querencia por la precisión lingüística que, os lo juro, no sólo reconcilia con los prólogos… es que emociona. De veras, Gonzalo Torné: GRACIAS.

Transcribiría aquí el prólogo exacto, hasta la última coma, pero no quiero apropiármelo, así que dejo solo unos fragmentos:

“Aunque poco traducido en comparación con otros escritores de su rango, el criterio general es que Wordsworth hizo algo con la poesía occidental que no puede ignorarse, de manera que cualquiera que escribe o lee poesía, lo sepa o no, la lee y la escribe wordsworhizada.”

“En estos poemas ambientados en páramos, bajo la sombra de castillos en ruinas, cerca de brezales y pantanos, el mundo ya no se recorre como un cuadro al que el ánimo responde con simpatía o rechazo. No hay adecuación. La naturaleza más bien parece dispuesta como una trampa que hiere a la conciencia para provocarle una crisis que tratará de resolver o mitigar antes de que el poema termine.”

“Wordsworth será considerado con justicia una de las cimas del romanticismo, siempre que usemos la palabra romántico como una pincelada impresionista para referirnos a cientos de personas que, más o menos al mismo tiempo, empezaron a pensar que la correspondencia entre la mente y el mundo, entre las palabras y las cosas, entre la voluntad y el deseo, no era limpia, sino un proceso rugoso, minado de problemas.”

“La brecha que el romanticismo abrió en las creencias trascendentales parece haberse cerrado en una aceptación discreta de la inmanencia. La poesía ha dejado de ser un asunto de mentes afiebradas que flotaban entre la aspereza de la tierra y la dudosa promesa del cielo, para refugiarse en el juego de accésits de las diputaciones provinciales. Cuánto hay de represión histérica en esta política de la mediocridad es una asunto que merecería (aunque quizá sólo convendría) tratarse en un marco más amplio, pero es indiscutible que los poemas del siglo pasado que nadie debería dejar de leer seguían alimentándose de la conciencia desdichada acuñada por Hölderlin y Wordsworth.”

“Wordsworth hizo algo más que escribir poemas como bálsamos para aliviar la herida psíquica que le había inflingido la naturaleza, se pasó diez años luchando contra el mito del desgaste, cada poema ensaya una respuesta, señala un problema nuevo, elabora un matiz o descarta un acuerdo.”

“La poesía de Wordsworth afronta los puntos de fuga de la existencia cuando la belleza del mundo y la intensidad de estar vivo empujan al entusiasmo a una altura donde la conciencia roza el sueño nunca desmentido de la trascendencia. Un estado mental donde considera justa y exacta la idea de vivir más, más, siempre. Wordsworth pertenece a esa clase de hombres para quienes el pensamiento sobre la decadencia personal es algo más que una pasión triste, la oportunidad de disfrutar más intensamente de todo lo que nos será arrancado (todo), un camino seguro para internarse en las regiones extrañas de la melancolía, ese vicio de los entusiastas.”

¿Qué puedo decir después de esto? Yo ahora pienso en un Gonzalo Torné Cicerone esperando en Inverness para darnos la bienvenida a las Highlands.

“La abadía de Tintern”, William Wordsworth, editorial Lumen, febrero de 2010; edición y versión de Gonzalo Torné, eso os digo.

Y ahora, Wordsworth (que habría empalidecido ante una presentación tan a su altura, y se habría sentido muy afortunado, qué duda cabe).


A slumber did my spirit seal;
I had no human fears;
She seemed a thing that could not feel
The touch of earthly years.

No motion has she now, no force;
She neither hears nor sees;
Rolled round in earth’s diurnal course,
With rocks, and stones, and trees.

Un sueño selló mi espíritu;
no tenía miedos humanos;
ella parecía una cosa que no podía sentir
el roce de los años terrenales.

Ahora ya no puede moverse, ni tiene fuerza;
ni escucha ni ve;
gira en el curso diurno de la tierra,
con las rocas, y las piedras, y los árboles.

(1799)

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